Se despidieron poco después. George la quiso besar unas cuantas veces más antes de que se fuera. Sentía que la suerte de tenerla y sentirla tan cerca era una ilusión. Tras múltiples besos y algunas caricias, Lis llegó a casa y al cerrar la puerta respiró profundamente. No pudo evitar que una gran sonrisa le apareciera en el rostro. Sonrió de verdad, como una niña pequeña a la que le regalan una bicicleta. Sonrió tanto que hasta ella misma se tocó la cara para confirmarlo. Sonrió tanto que dos lágrimas de felicidad le cayeron por sus mejillas. Estaba totalmente enamorada de George Weasley, era un hecho que aceptaba. Recordó la última vez que se sintió así por alguien y tuvo que volver a tener 9 años y recordar a su amigo del colegio: un muggle que le rompió el corazón.
Aún con la sonrisa en la cara y con tres copas de vino en el cuerpo, Lis se desnudó y se fue directa a la ducha. Dejó que el agua cayera sobre su pelo y sobre su cuerpo. Pensaba en el pelirrojo y no pudo evitar acariciarse. Lo deseaba y era inútil negarlo. Sentir el calor del agua le recordaba los abrazos que George le había proporcionado en la escalera. Recordaba, deslizando su mano entre sus piernas, a George delante de ella agarrándola por las caderas y acercándola a él Ella había notado que él también le tenía ganas, notó su miembro duro entre sus muslos. Era imposible no sentir un deseo ardiente recorriendo la espina dorsal. Los pezones de Lis se endurecieron y tuvo que apoyar una mano en la pared para sostenerse y dejarse llevar por el deseo.
Unas calles más al oeste, un ardiente George también había decidido meterse en la ducha. Se había quedado en el apartamento de la tienda, ya que prácticamente vivía ahí. Al marcharse Lis, tuvo que respirar profundamente para no ir detrás de ella y hacerla suya. Deseaba estar con ella todo el tiempo. Quería besarla, acariciar su cuerpo. Oh, por Merlín, quería hacerla suya de todas las maneras posibles. Decidió meterse a la ducha para ver si podía calmar sus instintos, pero fue mucho peor. El pene endurecido de George pidió atención en cuanto su dueño empezó a recordar la lengua de Lis perfilando sus labios. El aroma a tarta aún estaba impregnado en su piel. El pelirrojo se dió placer, imaginando a Lis abierta para él, agarrándole la espalda, volviéndolo a besar. La calentura no duró mucho tiempo. Se corrió en un gemido ahogado y apoyó la cabeza en la pared. Estaba totalmente desesperado por esa mujer.
El domingo, después de dormir y de atendeer algún papeleo de la tienda, George se dispuso a ir comer a casa de sus padres. Cada mes, los Weasley se reunían en la Madriguera para ponerse al día. A veces faltaba algún hermano, pero era una costumbre a la que todos procuraban no faltar.
- ¡George! ¡Querido! - dijo Molly con amor al ver a su hijo aparecer por la puerta de la cocina.
- Hola, mamá - la saludó.
- Estás muy guapo, estás más guapo- comentó su madre, mientras le colocaba bien la solapa de la chaqueta.
- Eso es porque está enamorado, mamá - comentó Ron entrando en la estancia y colocando unos buñuelos dulces en el centro de la mesa.
Ginny y Harry también estaban en la Madriguera, sentados en el sofá y atendiendo a la nueva conversación que se había generado.
- ¿Nuestro George está enamorado? Eso sí que es una grata sorpresa -vociferó una alegre voz que provenía del jardín. Arthur Weasley no tardó en entrar en casa, con una sonrisa de oreja a oreja a saludar a su hijo- ¿Cómo es esa jovencita? ¿Te trata bien?
- A ver, calma - conjuró George, mientras miraba a su hermano Ron con recelo - Solo es una amiga.
- ¡Por ahora! - gritó Ginny alegre - Papá, es una chica encantadora.
- Ayer todo el mundo te parecía encantador, querida - le contestó Harry con amor en su voz. Ginny se encogió de hombros y rió.
- ¿Así que tú ya la conoces Ginny? - preguntó de nuevo el patriarca de los Weasley.
- Nos los cruzamos ayer por la tarde. Y George me llamó el viernes para preguntarme qué camisa combinaba mejor con los pantalones de pana.
- También le trajo a George tarta a la tienda. Es una chica muy guapa. A mamá le caería bien- dijo Ron, provocando a su hermano.
- Anda, ¿cocina? - preguntó Molly con especial entusiasmo.
George no tuvo más remedio que contestarle.
- Es pastelera - A Molly los ojos le hicieron chiribitas. - pero solo es una amiga.
- ¡Por ahora! - contestaron Ron y Ginny a la par.
- Seguro que nuestro George ha sabido conquistarla de una manera encantadora - dijo Fleur con acento francés mientras bajaba las escaleras. Detrás de ella la seguía Bill. Ambos habían escuchado toda la conversación.
- ¿Ya os habéis besado? - preguntó Bill con especial interés.
- ¡Esas cosas no se preguntan delante de una madre! - le recriminó Molly, golpeando con el trapo de cocina a su hijo Bill en el brazo. Miró a George con ojos amorosos - Parece una chica maravillosa, estaremos encantados de conocerla cuando decidas traerla.
- Y si nos trae tarta, ¡mejor que mejor! - dijo el alegre Arthur.
- Es solo una amiga - se defendió George.
- ¡Por ahora! - Volvieron a decir Ron y Ginny, pero esta vez también se les unió Bill y Fleur.
- ¿Cuándo la conociste? - preguntó Fleur mientras ayudaba a poner la mesa.
- ¡No hace ni dos semanas! ¿No vas un poco rápido? Tres citas en una semana…- contestó Ron.
- Te puedes callar - le pidió George.
- Al menos no ha tardado siete años en darse cuenta de que estaba enamorado - se unió Hermione a la conversación, saliendo del baño.
Todos rieron y Ron rodó los ojos riendo. Hermione se acercó a George para darle un abrazo.
- Aunque he de reconocer que suena encantadora. ¿Estás feliz? - le miró con cariño. Hermine sabía cómo preguntar
- Sí - le confesó George. Vió como sus padres se hacían una carantoña, emocionados por su hijo- pero como dice Ron, la conozco de hace dos semanas, es solo un amiga.
- ¡Por ahora! - gritaron todos al unísono, riendo.
George se sintió abrumado por la situación. Adoraba a su familia, pero si él se estaba sintiendo totalmente acorralado, no quería imaginarse a Lis soportando a una marabunta de pelirrojos con preguntas personales. Tampoco lo iba negar, sabía que Lis era una amiga, por ahora.
Lis ese domingo decidió dar un paseo por sus recuerdos. No podía negar que estaba algo más feliz que hacía un par de semanas. Conocer a George fue todo un regalo caído del cielo, pero no se olvidaba que tenía asuntos que resolver. Se encontraba paseando por su antiguo barrio muggle. El parque que de pequeña le parecía inmenso, ahora eran quince pasos de ancho y largo a lo sumo. Se recordó a sí misma corriendo con las rodillas rasgadas. Recordó el abrazo de quién para ella era su madre y los besos en la coronilla de su padre. Los de verdad, los que la criaron. Se le inundaron los ojos y prosiguió su camino. Llegó a la calle donde vivió durante once años. Se paró delante de la que fue su puerta, ahora gris, pero que solía ser azul. No quedaba nada de la casa en la que se crió. Después del incendio, la remodelaron y ahora tenía aires de ser una casa elegante. Recordó la hiedra escalando por las paredes y llegando a las ventanas del segundo piso. Se recordó a ella apoyada en el alféizar, haciendo dibujos de los pasteles que presentaban la pastelería que estaba justo delante de su casa. No quedaba nada de aquella risueña pastelería, solo el recuerdo de la calle oliendo a bizcochos recién hechos y a Rita, la pastelera, regalándole un pequeño bombón los lunes antes de ir al era una cafetería más, de una popular cadena. A Lis le caían las gotas por las mejillas. Ya no quedaba nada de sus recuerdos. Para bien o para mal.
Acabó llegando al cementerio. Fue directamente a la tumba de sus padres. Se podía leer:
Thomas & Linda Graham.
1949-1996
Lis, vigilando que no hubiese ningún muggle mirando y con disimulo, sacó la varita. Limpió la lápida y colocó unas flores delante.
- Os quiero y os recuerdo - murmuró mirando los nombres.
Sabía que tenía que empezar a gestionar el dolor de la pérdida. Le arrebataron a sus padres de la manera más cruel, pero no fue culpa de ella. Ella solo tenía once años.
