Hola amigos, soy Yuzu Araki

Ha pasado un largo tiempo desde que no hacía algo yuri en otra serie, bueno, sé que para Saint Seiya hice un lemmon yuri entre Saori y Shoko pero decidí irme por un camino más... Suave.

Y lo hago con dos personajes femeninos que hubiera querido que tuvieran más momentos y combates pues nos pintaron de que como Santos de Plata como Amazonas eran experimentadas guerreras pero terminaron dando nada que no fuera guerreros de soporte.

Una de ellas es mi waifu, mi cobra sexy por lo que decidí hacer este one shot.

Bueno, ya dicho esto, comencemos con este one shot.

Espero que les guste

Yuzu y fuera.

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La reconstrucción del santuario había comenzado. Había comenzado hacía días, pero todo parecía igual. Dondequiera que Shaina mirara desde la ventana rota de su casa, todo estaba en ruinas.

En cierto modo, la victoria se sentía como un páramo árido.

Alguien llamó a la puerta, sacando a Ofiuco de sus pensamientos. Fue a contestar y encontró a Marin al otro lado.

-Oh, claro- dijo la peliverde, haciéndose a un lado para dejarla entrar- Tu casa está siendo reconstruida ahora.

Águila asintió mientras ella entraba.

-Gracias por dejarme quedarme. Será sólo por esta noche. Han terminado de configurar todo para completar el techo mañana por la mañana.

La italiana hizo un ruido distraído de acuerdo mientras miraba a su alrededor, preguntándose qué se suponía que debía hacer uno cuando tenía invitados. Pensó en la palabra otra vez. Huéspedes. A ella le pareció una tontería.

-¿Quieres agua?- preguntó Shaina, agarrando un vaso y sintiéndose muy tonta mientras hacía la pregunta. Tonta, perdida y...

-Estoy bien, gracias. Sólo... quiero dormir. Todo ha sido demasiado- dijo la pelirroja.

Ofiuco soltó una carcajada ante eso.

-Jajajaja, demasiado. Sí, todo ha sido demasiado.

Demasiada muerte, demasiada destrucción, demasiado dolor tras dolor. ¿Y todo para qué? ¿Se suponía que la victoria sería tan hueca? ¿Qué había conseguido después de esto? ¿Después del final? Nada.

La peliverde sintió que el vaso en su mano se rompía por la fuerza con la que lo sostenía y lo dejó en el fregadero para esconderlo. Se giró y vio que la japonesa ya se había quitado la máscara y se había frotado los ojos, mostrando el cansancio en su rostro.

El corazón de la italiana dio un vuelco, como si hubiera visto algo que no debería haber visto, y su mano fue hacia su máscara para sentir si todavía la tenía puesta. Sentía frío bajo sus dedos. Frío, duro… seguro.

Pero, ¿por qué debería sentirse segura? Después de todo, ambas eran mujeres. No había ningún problema en quitárselas ahora… ¿Verdad?

Marin soltó una carcajada.

-Lo siento, no soy muy buena compañía, pero estoy exhausta. ¿Podría simplemente...?

Shaina hizo un gesto hacia la cama.

-Adelante, acuéstate. Yo... también estoy cansada- dijo, sintiendo de repente todos los dolores y molestias en su cuerpo.

Quizás eso fue lo mejor. Simplemente… dejar que este día termine y dejar sus pensamientos acelerados durante unas horas.

Se sentó al borde de la cama, al lado de Águila. Se sentía tan extraño tener a alguien tan cerca. Al principio le había parecido nada, dejarla pasar la noche con ella mientras terminaban su casa, pero ahora escuchaba su respiración relajarse, volviéndose más regular a medida que se quedaba dormida. Todo parecía demasiado íntimo para Ofiuco.

La peliverde se sacudió la cabeza y también se acostó en la cama, mirando la espalda de la japonesa. Su cabello rojo se había alargado, cayendo más allá de sus omóplatos y derramándose sobre las sábanas grises. La italiana extendió la mano y tocó los mechones rojos con sus dedos. No eran tan suaves como parecían. Duro y seco y abriéndose en los extremos.

Las comisuras de los labios de Shaina se curvaron en una sonrisa bajo su máscara. Qué apropiado. Cuánto se parecen a ellas. Esta batalla, este desmoronamiento de los cielos y la tierra las había dejado igual. Dura y seca y rompiéndose.

Ofiuco tocó su máscara y se la quitó. De repente se sintió expuesta. Desnuda. Cuánto odiaba quitársela. Pero ahora, al lado de Marin… No parecía que quitársela no significara nada.

Pero tampoco se sintió mal.

Águila se giró para mirarla y el corazón de la peliverde se aceleró en su pecho, latiendo tan fuerte que dolía. La pelirroja estaba tan cerca. Demasiado cerca. Cualquier distancia era demasiado corta cuando la italiana no llevaba su máscara.

-Es difícil dormir, ¿eh?- dijo la japonesa.

Shaina se tragó el repentino nudo que sintió en su garganta.

-Sí...- dijo, y se movió para recostarse boca arriba y no dejar que Marin la mirara tan directamente a los ojos.

Miró su máscara sobre la mesita de noche, pero ahora sería demasiado obvio si se la pusiera. Demasiado obvio que estaba bien mirando la cara de Águila, pero no estaba dispuesta a lucirse.

-Mañana…- dijo la pelirroja, y agarró la mano de la peliverde, entrelazando sus dedos- Será mejor.

Su mano se sentía tan caliente en la de la italiana. No se había dado cuenta del frío que había tenido hasta que la japonesa la tocó, y ahora miró fijamente sus manos, sin querer soltarlas.

Ofiuco sonrió a pesar de sí misma, porque así... sentía que cualquier mañana sería mejor.