PASIÓN E INTRIGA: APASIONADOS
PARTE 8
André guardó silencio, por un breve instante recordó lo dicho por Óscar… "Hubo un incendio en una taberna en Provenza… fue una desgracia." – Pero ¿Dónde estaría la relación de Smith y lo sucedido en Provenza? ¿Será sólo una coincidencia?...
Grandier, está pensativo….
Lo siento, Smith ¿dijo algo?
No, sólo estoy un poco incómodo
Disculpe mi impertinencia. ¿Es la quemadura?
Si, fue un accidente. Aún no he ido a un médico.
Debe vendarla, si no corre el riesgo de infectarse
Oh. No sé hacerlo. Ni siquiera he pensado visitar al doctor.
Si me permite. Tengo vendas en el dormitorio
Es usted muy amable. Siento curiosidad de lo que sabe Grandier
Regreso pronto.
André se dirigió a los dormitorios de los soldados sumido en sus pensamientos, trataría de ser sumamente cauteloso mientras, averigua todo lo posible acerca de Smith.
De regreso, André no solo llevó las vendas sino también una palangana con agua limpia y un paño. Se remangó las mangas de la chaqueta y con mucho cuidado hundió la mano de Smith hasta que el agua cubriera la quemadura. Al hacer esto, André le había pedido que se sacara la chaqueta, cuando lo hizo, pudo reconocer los músculos bien formados de un pugilista experimentado.
Le duele mucho Smith, aparecerán ampollas
Si me molesta, pero sanaré pronto
Por supuesto. – Después de algunos minutos en el agua, André retiró la mano y la secó cuidadosamente, la vendó con la misma atención. – Sería bueno que tomara algunas yerbas para el dolor. Mientras decide ir a un médico. –
Eso haré. Muchas gracias Grandier, me siento mejor.
Me alegra haber sido útil, Smith. Retiraré esto al dormitorio para continuar con los informes. - El ojiverde ayudó a Smith a colocarse la chaqueta.
Lo espero, tómese el tiempo necesario.
Bien. Regreso pronto.
André llevó la palangana y tiró el agua en unas plantas, ordenó todo en el dormitorio, y se dirigió nuevamente, hacia el despacho de la condesa para seguir con el trabajo.
A medida que se acercaba al lugar donde le esperaba Smith, pudo ver claramente, que el asistente guardaba un libro chamuscado en unos de los cajones de su elegantísimo escritorio, y aseguraba cada cajón, con llave. No era nada fuera de lo común, pero de pronto sintió que ese libro lo había visto antes, el color de la portada, el tamaño, el grosor. Supo entonces que tenía que conseguir esa llave como sea. Recordó que uno de los soldados tenía glicerina en el dormitorio, con eso podría hacer un molde…
-o-
Alain cabalgó hacia la taberna del viejo Claude para entrevistarlo, pero para su mala suerte, este al regresar de las compras, tuvo que hacer un viaje de urgencia a Provenza ya que un amigo muy cercano había muerto en un incendio, al menos eso le contó una de las cortesanas que se acercaron a su mesa, a preguntarle si quería "ocuparse".
Gracias, preciosa por la información. ¿Esta Lucille? Somos viejos conocidos, tu sabes.
La llamaré, guapo. Pero prométeme que la próxima estarás conmigo.
Por su puesto. ¿Cómo te llamas?
Nicolle.
Bien Nicolle, hermosa. La siguiente semana soy todo tuyo.
Minutos después, llegó Lucille. Al ausentarse el viejo Claude, ella era la responsable del local y de sacar la cuenta al final del día.
Preciosa, espero no estar quitándote clientes
No, Alain. Estoy a cargo hasta que regrese el viejo.
Me comentaron que murió un amigo suyo
Si, un amigo de la infancia, eran muy cercanos
¿Sabes cómo murió?
En un incendio, en Provenza. También era dueño de una taberna
Vaya que mala suerte. ¿Sabes cuándo regresará?
No sabemos, escribirá para avisar.
Entiendo… y ¿el niño?
Con mi madre… ¿No tienes hijos?
No, pero en el futuro, quizás.
Bueno preciosa, si estas ocupada, no te quitaré más tiempo. Avísame, si el viejo Claude regresa antes de lo previsto. - Alain se levantó y le pagó por lo bebido.
Claro que te aviso. - Al ver el dinero en la mesa, lo cogió y quiso devolvérselo. - No es necesario esto. -
Es un negocio, preciosa. Además, me cayó bien tu chico. –
Lucille sonrió, no era común toparse con gente como Alain, sobre todo si había sido un cliente.
Gracias, Alain. Si sigues así, puedo enamorarme de ti. - Dijo coqueta
Uy, preciosa. No me ilusiones. – Ambos rieron, ninguno lo admitía, pero conversaban bien y como gran bono se llevaban muy bien en la cama. Era como un respiro ante la dureza de la vida cotidiana, encontrarse y simplemente darse placer, intercambiar sonrisas y platicar, aunque sea un poco.
Alain, buscó su caballo, y cabalgó a las barracas.
-o-
Óscar, leía el último informe de Alain. – André no me dijo que él estaba al tanto de que lo solicitaban todas las noches. ¿Porque Alain redactaría tal informe? El mismo no le dijo nada a André… ¿Qué está pasando aquí? Sumamente extrañada, sacó el informe anterior y comparó las escrituras… Nunca se había percatado del tipo de escritura de Alain, pero esa redacción le pareció muy delicada para las manos rudas de Soisson.
Tocaron la puerta despacio.
Adelante
Alain de Soisson, reportándose, comandante. Óscar vengo de la taberna del viejo Claude, tuvo que viajar a Provenza, ya que un amigo muy cercano murió en un incendio, parece que fue su taberna…
Si, me informaron que una taberna se incendió en Provenza, el dueño y las meretrices murieron y algunos clientes que no pudieron escapar. Es una casualidad que el dueño haya sido el amigo del viejo Claude.
Si me avisarán cuando llegue.
Bien, Alain necesito que escribas un pequeño informe sobre tu visita a la taberna, ahora mismo. Aquí está el papel, y el tintero. Regreso en un momento.
Estará listo, comandante.
Luego de varios minutos, Óscar regresó a la oficina para recoger el informe de Alain.
Aquí está Óscar.
Bien, Alain me acaban de informar que Smith ha regresado, es probable que esté con André ahora redactando.
Mañana a primera hora, iré a entrevistarlo.
Iremos, un poco más tarde ya que debo de entregar estos informes primero.
Bien, entonces te desocupas y vamos.
Puede ir a descansar, Jefe Soisson.
Buenas noches, comandante.
Buenas noches.
Apenas Alain cruzó la puerta de la oficina, Óscar cogió el informe para compararlo con los otros dos, y tal como lo sospechaba, las letras eran diferentes… - Pero ¿Qué es esto? –
Ahora, más que nunca, el corazón femenino de Óscar se angustió por André… Sería una noche, muy larga…
-o-
Al día siguiente, Alain recordó a Lucille, y casi mecánicamente, tomó su caballo y se dirigió a la taberna. La bella prostituta, estaba alistando lo necesario para un día más de arduo trabajo en la taberna. Sonrió al verlo, y su pequeño hijo corrió para recibirlo en la entrada.
Buenos días, Señor ¿qué se va a servir?
Alain sonrió, se agachó y le tendió la mano.
Buenos días, Soy Alain de Soisson, quiero un chocolate caliente.
Pase y siéntese aquí.- El pequeño Antoine le indicó una mesa limpia y le apartó una silla.
Muchas gracias, caballero… ¿Su nombre es?
Antoine. Ya le traigo su pedido. - el niño corrió donde su madre.
Lucille, levantó la cabeza y saludó a Alain, luego de unos minutos, Antoine regresaba con una taza de chocolate caliente en una bandeja.
Tome, que disfrute su chocolate.
Gracias Antoine, por favor llama a tu mamá.
Si, espere. - Antoine regresó al momento
Dice mi mamá que ya viene. Gracias por los zapatos.
¿Zapatos?
Si, los que tengo puestos. Gracias a que usted le prestó dinero, ella pudo juntar lo que faltaba y me compró estos.
Alain, sonrió enternecido. Le acarició la cabeza y le tendió la mano. Antoine la apretó como todo un varoncito. Fue una escena paternal, por primera vez un niño, le agradecía por su amabilidad sincera y por primera vez, se imaginó siendo padre.
Hola Alain. ¿Vienes a pasar un buen rato? ¿Quieres que llame a Nicolle?
¿Celosa, preciosa? No tienes porqué, hay para todas.
Jajajajaja! ¿celosa? ¿Porque no? Eres un hombre atractivo y sensual, sobretodo vigoroso…- Lucille sonrió coquetamente
¿El más vigoroso de Paris?...
El más vigoroso de Francia. - Lucille le dio un corto beso en los labios.
Preciosa, ya me enamoré de ti. – Alain sonrió complacido. Lucille, a pesar de estar acostumbrada a los halagos, se sintió nerviosa por primera vez, desde que empezara a practicar su oficio duro y lleno de peligros, lo miró a los ojos y coquetamente le pregunto. - ¿Puedo acompañarte?
Por favor. – Soisson, se levantó de su asiento y caballerosamente le acomodó la silla.
Por un momento, Lucille se quedó inmóvil, sin saber que hacer, hacía mucho que, no recibía una atención similar de un hombre, sobre todo si ese varón había sido un cliente.
¿Cuánto tiempo había pasado? Desde que comenzó esa vida, pero los gestos sencillos y amigables de Alain, le devolvieron la confianza y una sonrisa sincera se dibujó en su hermoso rostro, lo siguió con la mirada, mientras él se sentaba frente a ella para charlar. Fue un instante que quedaría grabado en su memoria.
Alain, el viejo Claude regresará en estos días… Tuve un cliente que me comentó algo acerca del día que murió tu amigo… Vio al rubio discutiendo, con tu amigo fuera de la taberna… hablaban acerca de unos libros…. He visto esos libros, aquí en el almacén de la taberna.
¿Están ahora ahí?
No, antes del incendio, el viejo mandó a llevarse todos.
¿Sabes de que tratan esos libros?
Una vez vi uno. Son pecaminosos. – Lucille sonrió seductoramente. – Puedes aprender a volver loco o loca a tu pareja, si los revisas bien…
Alain se sorprendió al escucharla, estaba seguro que eran los mismos libros que ellos habían incautado tiempo atrás.
¿Tú los has revisado muy bien? ¿no? – La miró divertido
Pues si. Inclusive, puedo darte detalles. –
A ver dime
En el lomo de los libros puedes encontrar una línea de alto relieve, en otros hay dos líneas. Lo recuerdo porque, después de una semana que los vi, en el almacén, regresé a limpiar por encargo del viejo y cuando los revisé otra vez, no pude encontrar los que tenía dos líneas, sólo estaban las de una línea.
Vaya, Lucille, eres muy observadora.
Tengo que serlo. – La cortesana guiñó un ojo.
Es cierto. Es muy importante lo que me cuentas. No lo digas a nadie más. ¿Me harías ese favor?
Por supuesto. – La meretriz, extendió su mano y cogió la de él, unas lágrimas de angustia, se asomaron a sus hermosos ojos. – Alain, cuando yo no esté, ¿Protegerías a Antoine?
Soisson, tragó saliva. Normalmente se hubiera reído de una petición semejante, ¿él a cargo de un chico? Tenía suficiente con su hermanita menor. No obstante, guardó silencio por un momento, y cogiendo las manos de la meretriz, le respondió. – Si, Lucille. Cálmate. – Le limpió las lágrimas con delicadeza. - Guarda silencio, puede ser peligroso. - - Si, lo sé. –
Sólo una pregunta más, hermosa ¿Sabes a dónde se llevaron los libros?
No, pero pude ver que era un carruaje muy elegante, el que se los llevó.
Ya veo. Tengo que irme, gracias por el chocolate y por lo que me cuentas. Toma.
Alain, no es necesario…
Claro que sí, es negocio, preciosa. Ahorra para Antoine.
Gracias Alain. –
Soisson se levantó de su asiento y se inclinó para dejar un beso corto en los labios de Lucille, esa familiaridad y naturalidad que surgía cuando conversaban lo relajaba mucho, se sintió como en casa y quiso regresar.
Volveré pronto. Espero que soportes mi ausencia. - Le guiñó un ojo, mientras se lo decía.
Me esforzaré en no pensar demasiado en ti, ya que es peligroso. – Lucille le devolvió una sonrisa alegre.
Despídeme del chico.
Está bien.
Alain cabalgó rápidamente hacia las barracas de la guardia francesa, al llegar, se dirigió a su dormitorio para buscar algo urgentemente. Al encontrarlo, lo observó con atención, en la base del lomo había una línea de alto relieve tal como Lucille le había dicho hacía una media hora. Alain había sacado un ejemplar del lote de libros antes de que sean contabilizados en las barracas, debido a su contenido. Desde ese día, lo abría, todas las noches en el dormitorio, para mostrarlo al resto incluyendo a André, y todos juntos comentaban y hasta contaban sus experiencias con las poses que se mostraban en el libro. Obviamente André sólo escuchaba a los demás narrar esas historias, sin decir algo que comprometiera a Óscar.
Por supuesto, todos eran cómplices en el secreto, ni siquiera a solas mencionaban que el Líder de Escuadrón Soisson tenía en su poder un ejemplar de ese "camasutra". Sin embargo, las cosas se estaban tornando más oscuras alrededor de esos libros.
Alain lo estaba guardando, cuando Latrell llega con un mensaje de Óscar.
Jefe Soisson, la comandante solicita su presencia urgentemente.
Voy de inmediato. –
Alain de Soisson Líder de escuadrón, reportándose. ¿Me llamó comandante? ¿Nos dirigiremos a entrevistar a Smith?
Óscar, estaba mirando la ventana con los dos informes en la mano, al escuchar a Alain volteó, dejando ver su rostro ojeroso y cansado, señales que no casi no había podido dormir.
Caramba Óscar, pensé que el dormitorio del comandante en las barracas tenía todo lo necesario para descansar.
Alain que significa esto… - La rubia dejó los dos informes en la mesa, era más que evidente que dos personas diferentes, habían escrito en esos papeles, pero estaban a nombre de la misma persona Alain de Soisson.
Comandante… yo…- Alain tragó saliva, debía de ser honesto…
Te has acostado con la Condesa ¿verdad? Tu vida privada no es de mi incumbencia, pero esto si – dijo señalando ambos papeles. – Explique qué sucedió aquí, Jefe Soisson-
Es cierto Comandante. La Condesa y yo… bueno ya lo sabe.
¿Porque la Condesa necesita la presencia de Normand, Dresselle y André? ¿Se lo explicó?
No Comandante.
¿Sabía que es muy probable que sea una estrategia de la Condesa para poder lograr sus intenciones, qué, dicho sea de paso, no sabemos cuáles son?
Asumo la responsabilidad por mis acciones.
Por supuesto Soisson.
Tengo información relevante, que quizás relacione a Smith con la carga que fue decomisada el mes pasado.
¿Qué? ¿Los libros pecaminosos?
Espere, que es necesario mostrarle algo.
A los pocos minutos, Alain regresó con el libro, y lo colocó en la mesa
Comandante, bueno, guardé este libro, por curiosidad. Lo siento. Pero acabo de obtener información que puede relacionar a Smith e inclusive a Tristán con un lote de libros.
¿Qué?
Tengo un testigo que afirma vio y escuchó a Smith y Tristán discutir por esos libros. Comandante, la Condesa puede estar financiando la difusión de ellos y Tristán lo descubrió por una indiscreción del viejo Claude, dueño de la taberna, que se acercó a Smith, para sugerirle algo relacionado a ellos, cuando él y Tristán, bebían en una mesa. Sé de una de las trabajadoras del local que el Viejo habla el inglés a la perfección, él y Smith se comunican siempre en Inglés. Tristán entendía el idioma porque una de sus hermanas trabajó en Inglaterra un tiempo.
Sé que la Condesa es excéntrica y gusta de los varones jóvenes. No me sorprendería que esté involucrada en ese negocio, ni que su llegada tenga que ver con la mercadería incautada hace un tiempo.
Es cierto, Comandante. La Condesa… es muy persuasiva con los varones, sabe que decir y hacer. Siento no haber sido más responsable y precavido.
Vamos inmediatamente a entrevistar a Smith y tratar de conseguir pruebas que lo impliquen a él y la Condesa.
-0-
André, decidió aprovechar la mañana, para llevar a cabo su pequeño plan, le había pedido a Fernand un pedazo de su glicerina, para hacer el molde de la llave. Esperaría después del desayuno, cuando Smith esté inspeccionando la parte este del Castillo.
Con mucha cautela, el ojiverde se acercó a la entrada del despacho de la Condesa, vio su puerta cerrada y asegurándose que nadie estuviera cerca, procedió a sacar sigilosamente la llave que estaba en el primer cajón. Sacó el pedazo de glicerina y hundió la llave en ella, dibujándose un molde perfecto. Luego de limpiarla bien, la depositó nuevamente en su lugar y en la misma posición para no levantar sospecha. Se irguió para salir, cuando de un momento a otro, la puerta del despacho de la Condesa se abre…
André Grandier, que gusto verlo temprano por aquí. Escuché un ruido y pensé que era Smith
Condesa, buenos días. Lamento haberla importunado. Me retiro para no incomodarla más.
¿Incomodarme? Todo lo contrario. Smith me comentó que usted sabe atender emergencias médicas.
Temo que exageró, sólo sé lo básico.
Vaya es más que suficiente… No me he sentido muy bien últimamente. Además, tuve la mala suerte de tener una modista torpe ayer que me realizó un corte en la pierna. ¿Puede ver si se infectará? Aún no he visitado al médico, porque no me dolió mucho, pero hoy si me ha estado molestando.
André se quedó en silencio por un instante, desde el principio, sabía que este momento iba a llegar tarde o temprano, pero no podía rehuir, respiró hondo y respondió educadamente.
Por supuesto condesa.
Sígame Grandier.
Entraron al interior del despacho, finamente amoblado. Arlette se dirigió a un pequeño bar y cogió una botella de vino. André se apresuró para coger la botella.
Permítame condesa. - El ojiverde cogió un vaso y sirvió una medida pertinente. Arlette lo observaba su cuerpo masculino, recorrió con ojos febriles aquellas largas y gruesas piernas, los brazos, sus caderas angostas y la anchura de su pecho y espalda. - "Afortunada Óscar"- pensó.
¿Permitirá que beba sola? – Lo miró sonriendo
Por supuesto que no – André sirvió la misma medida en otro vaso.
Salud, Grandier. Es un vino fuerte.
Salud Condesa.
Dígame Grandier, ¿hay alguna mujer en su vida?
Hay dos mujeres. Una es mi abuela, otra es mi amiga de toda la vida.
¿Amiga? ¿Puedo saber su nombre?
Me temo que tendré que mantener su nombre en reserva Condesa.
Llámeme Arlette, Grandier
Sería inapropiado llamarla así siendo usted tan importante.
Te lo pido, hazlo por mí. – Arlette lo miró a los ojos.
André empezó a ponerse nervioso, algo le decía que aceptar era abrir una puerta, que quizás sería difícil cerrar. Tragó saliva, no había escapatoria.
Está bien Arlette, lo que usted diga.
Me gusta como dice mi nombre, André. - La Condesa se acercó a él, mirándolo a los ojos.
¿Cómo siente su corte, Arlette? ¿Le sigue doliendo? - Cambió de dirección a la conversación.
Ah, si no tanto. Pero me gustaría que le eche un vistazo, está arriba de mi tobillo.
Claro, no hay problema, siéntese.
Arlette se sentó y levantó un poco la falda de su precioso vestido. Un bello tobillo se descubrió. André se puso en cuclillas, sacó un pañuelo de su bolsillo lo puso sobre la piel desnuda del blanquísimo pie y sobre él puso su mano, vio el corte que estaba casi totalmente cicatrizado.
Está casi cicatrizado, Arlette. No hay necesidad que vaya al doctor.
Entonces debe ser mi otro corte el que me molesta, está aquí. – La Condesa levantó toda la falda mostrando sus bellísimas piernas, un pequeño corte, se dejó ver en el muslo.
André enmudeció, su corazón empezó a latir rápidamente, era una visión estupenda que no podía ignorar. Miró el corte en el muslo que estaba a centímetros de su cara, sólo tenía que inclinarse hacia adelante para besar y morder esa carne exquisita que se presentaba delante él. Apretó un puño para controlarse, pero aún faltaba que ella comentara algo más.
Lamento incomodarlo André, pero…. Yo no uso ropa interior. –
Esas palabras lograron que su anatomía empezara a reaccionar, el perfume de la piel femenina era embriagante. Sin embargo, se obligó a contenerse. "Piensa en Óscar, piensa en Óscar. No caigas. Es lo que quiere".
Al ver que no se movió, Arlette jugó otra carta…
André, no me siento bien, siento que… - Se desmayó en el sillón o al menos hizo parecer eso.
El soldado se levantó y se acercó a su rostro, era hipnotizante ver su hermoso rostro, tan cerca.
Arlette? Arlette!. – André acercó su mano para sentir su respiración.
De pronto La condesa abrió los ojos y abrazó el cuello del ojiverde aún echada en el sillón. El soldado no pudo hacer nada, el peso de la mujer hizo que su rostro se acercara aún más al de ella, puso sus manos a los costados para detener el avance y no caer sobre ella completamente. El gorro del soldado cayó al suelo. Para aumentar la tensión, Arlette aprovechó la posición en la estaban y rodeó con una de sus piernas desnudas, la cintura de él. André había caído en la trampa…
André tuve mucho miedo. – Le dijo mirándolo a los ojos.
En ese momento la puerta, que estaba sin seguro, se abrió y dos figuras entraron…
Lamento interrumpirla Condesa, veo que está ocupada.
André se asustó, se incorporó rápidamente, mientras que Arlette, se bajaba la falda despacio mientras se levantaba.
No interrumpió nada, Comandante
Por supuesto que interrumpieron. André es muy modesto, pero estábamos a punto de hacer el amor. – Sonrió satisfecha, sabía que cada palabra, cada gesto habían sido puñaladas para Óscar.
No es así Condesa, por favor no bromee.
André, llámame Arlette como hace un momento.
Óscar ya no pudo escuchar más, dio la vuelta y salió rápidamente del despacho, al llegar al patio corrió hacia su caballo y salió a todo galope, rumbo a Paris.
Alain fue testigo silencioso de aquella escena, se puso a un costado para darle paso a André que salió detrás de Óscar, sin alcanzarla. Alain, miró a Arlette y sonrió.
Preciosa, parece que nunca tienes suficiente.
No he estado contigo, me haces falta, Alain. – Arlette le devolvió la sonrisa
Condesa, vengo para entrevistar a su asistente. Joseph Smith.
Lo mandé a hacer una diligencia, espéralo. – Dijo con una mirada seductora.
Por supuesto, iré a ver cómo están los muchachos. Permiso.
Cómo tú quieras, Alain.
-0-
André salió detrás de Óscar en su caballo al borde de la desesperación, por las huellas de los cascos se dio cuenta que se dirigía a Paris. Sabía que se dirigía a una cantina, pero cual. Se sintió ansioso, se culpó por su imprudencia al aceptar entrar al despacho de la Condesa aún sabiendo lo que ella pretendía.
Óscar llegó a la cantina del viejo Claude, entró y se alojó en la mesa más alejada. Los clientes empezaban a llegar. Lucille la vió extrañada, su experiencia le permitió darse cuenta que el estado de la rubia se debía a un hombre, y por lo visto antes en ese local, sabía de quien se trataba.
Una botella por favor.
Por supuesto. - Lucille regresó con una botella de vino, y un vaso.
Tome, sin probar alimentos, le subirá rápido.
Es justo lo que quiero.
¿Lo vio con otra verdad? Otra tan bella como usted. – Lucille la miró seria, la rubia levantó la mirada.
¿Sabes que soy mujer? - Óscar se sirvió un vaso lleno
Por supuesto, desde la primera vez. Usted comprenderá que es mi trabajo.
Claro. – La comandante sonrió.
Si necesita algo más, no dude en llamarme.
Óscar asintió levantando él vaso. Bebió rápidamente, recordaba cada gesto, cada momento que vio al entrar al despacho, y sin poder evitarlo, lágrimas amargas salieron por sus bellos ojos azules. – "Eres un imbécil, André". – Pasó el tiempo y sin darse cuenta ya había terminado la botella, pero seguía derramando lágrimas, no le importó quien la viera, levantó la mano para llamar a Lucille.
La hermosa meretriz, llevó un nuevo vino, al llegar se percató del rostro desencajado y húmedo por el llanto de la rubia, le sirvió un vaso más.
¿Quiere sentirlo suyo? ¿Quiere decidir cuándo él debe derramarse?
Óscar la miró sorprendida.
Cuando se siente sobre el, inclínese hacia adelante y presione hacia atrás con la fuerza de sus piernas, para que se introduzca todo. Lo sentirá cuando esté al tope. En esa posición, mueva sus caderas de arriba abajo… lo enloquecerá. - Lucille guiñó un ojo.
¿Sabes qué? Voy a hacerlo, pero antes lo voy a golpear hasta romperle los labios. – Óscar lloró más – Lo amo- La rubia agachó la cabeza y sollozó con fuerza. Lucille indicó a las otras meretrices, que no se acercaran.
Los hombres buscan siempre su propio placer, pero si su hombre se preocupa por que usted goce plenamente, es porque realmente le importa. Creáme. –
¿Creer? Por supuesto. - Óscar siguió bebiendo.
Lucille se alejó para seguir atendiendo a otros clientes, sin antes indicar que nadie se acerque a molestarla. El tiempo pasaba y la rubia seguía bebiendo y llorando, maldiciendo a la Condesa, a André a todos.
La taberna continuaba llenándose de personas y de ruido, de pronto, André apareció muy preocupado en la entrada. Lucille lo vio, se acercó a él
¿Eres amigo de Alain? ¿verdad?. Ella está al fondo, toma esta llave la última habitación del segundo piso a la derecha. Tiene dos bañeras llenas, con 3 paños. Los vas a necesitar.
Gracias, en verdad.
Ve y espero que tengas una buena explicación.
André caminó rápido hasta la mesa de Óscar, la encontró con la botella en la mano, la cabeza agachada y llorando.
¡Óscar! Te he estado buscando por todo Paris.
La rubia levantó la cabeza, con dificultad. Apenas lo vio se levantó tambaleándose, levantó la mano y lanzó una cachetada hacia el rostro del ojiverde. André aguantó el golpe en silencio.
¡Lárgate de aquí! ¡Tírate a tu condesa! ¡Eso has querido desde que la conociste!
¡No es cierto!
¡Claro que si! ¡Lárgate! - La rubia lo empujó y con la fuerza utilizada, casi cae de bruces.
André la sostuvo a tiempo. La comandante luchó por soltarse, pero el ojiverde la apretó con fuerza y la arrastró subiendo por las escaleras hacia la habitación. Entraron y el aseguró la puerta, tal como lo había dicho Lucille, habían dos tinas llenas de agua limpia.
¡No me toques! ¡Nunca más! ¿Entendiste? ¡Nunca más! La rubia le tiraba puñetazos que André esquivaba, debido a la ebriedad de la rubia.
¡Basta Óscar! ¡Yo no busqué a la Condesa! ¡Me tendió una trampa!
¡Mentira! ¡al menos sé hombre y dime que siempre te la has querido tirar!. – La rubia tiró otro puñetazo
¡No es así!
Claro que sí. – Óscar se detuvo – He visto como la miras.
¡Como cualquier hombre! – André recibió otra bofetada
Tú no eres cualquiera, para mi. No eras cualquiera.
André la cogió con fuerza por los brazos. La acercó a él, muy cerca, a su rostro.
Mírame a los ojos, maldita sea, mírame a los ojos y dime si estoy mintiendo cuando te digo que me tendió una trampa.
Óscar lo miró, sabía en el fondo que él decía la verdad, pero estaba llena de celos y no podía soportar haberlo visto prácticamente sobre ella.
¡Pues no lo sé! ¡No sé qué hubiese visto si llegábamos 2 minutos después! ¡¿Qué hubiese visto André?! ¡Dime que hubiese visto!.- Óscar le dio una patada en la entrepierna. - ¡ah!
André se retorció de dolor.. pero no dejó de bloquear la entrada, ni de mirarla
¡A mí! ¡A mí saliendo del despacho!
Óscar se acercó para tirar otra patada pero se tambaleó y cayó al piso quedando inconsciente. El ojiverde se acercó a ella y la levantó en brazos. Con mucho cuidado la depositó en la cama. Sabía que tenía que bañarla para que se le pase la borrachera y minimizar la resaca. Poco a poco la desnudó, al terminar el también se quitó la chaqueta, las botas y el pantalón. Se quedó sólo con su ropa interior y su camisa remangada. Miró a Óscar desnuda en la cama, sintió que su masculinidad se despertaba endureciéndose. Se acercó y le acarició el hermoso rostro. – Te amo Óscar- La levantó nuevamente y la introdujo en la tina con el agua más tibia. La rubia empezó a despertar, abrió los ojos y vio a André que la bañaba.
Lo miró molesta, el ojiverde siguió echándole agua al cabello y luego al rostro para que se resfrescara. La rubia cansada y ebria, se dejó hacer en silencio.
Cuando se sintió mejor, la comandante salió despacio de la tina. El soldado se acercó con los paños y le secó el cuerpo y el cabello. Ella se sentó en la cama, no dejaba de mirarlo, vió su cuerpo masculino, sus músculos, su rostro hermoso, los ojos verdes de ensueño.
André terminó su tarea y la miró a los ojos. Óscar estaba extrañamente clamada. En un parpadeo de ojos, la rubia se abalanzó sobre el ojiverde, el cayó de espaldas mientras que ella se sentó a horcajadas sobre él. Empezó a abofetearlo con fuerza.
¡Basta Óscar! – El soldado le cogió de las manos para que no siguiera golpeándolo.
Ella se detuvo y poco a poco se fue liberando del agarre de André. Se levantó y se colocó de rodillas a un costado de él, que seguía en el suelo boca arriba.
Jamás pensé verte así, sobre ella.
Me tendió una trampa. – Habló tranquilo pero firme, se sentó para conversar mejor.
y Tú que no querías. –
no podía negarme a entrar, lo sabes. –
La rubia quedó en silencio era cierto que tenían que obedecer, no podía ponerse más en evidencia, era peligroso para él. Comprendió que debía controlarse, por él, por la misión, por todo.
Voy a dormir, necesito descansar – Subió a la cama y se recostó, se tapó con las sábanas dobladas al pie de ella.
André deseaba recostarse a su lado y sentirla toda, pero entendió que debía esperar, así que se levantó y se dirigió a la bañera del costado para hundirse en el agua. A pesar de que no era culpable, se recriminó por su imprudencia, le gustaba la condesa como a todos, pero era consciente de lo que ella buscaba, manipularlo. Además, amaba a Óscar y protegería su amor y a ella a toda costa.
Terminó su aseo, se secó con cuidado, subió a la cama a recostarse junto a ella.
La abrazó suavemente, ella se volteó gruñendo, dándole la espalda, pero le permitió abrazarla. Hacía un poco de frío, así que se juntó más al cuerpo de ella. La acarició suavemente quería estar dentro suyo, pero se controló para darle tiempo a la rubia. Así que se entregó al sueño.
Algunas horas mas tarde, un ruido en el primer piso lo despertó, buscó con sus manos y Óscar ¡no estaba!, se levantó rápido asustado, pero al voltear, la vio parada frente a él, lo miraba fijamente…..
Óscar, ¿cómo te sientes? –
Bien –
Pero no lo estaba, después de decirlo el rostro de la rubia cambió, sus ojos se humedecieron, el azul de sus ojos centelleaban, habló en voz alta, apasionadamente.
¡tu eres mío! ...- Lágrimas de celos bañaron el bello rostro de Óscar
El soldado respiró hondo, y se abalanzó para abrazarla, la besó en los labios. Cogió su rostro con ambas manos y con lágrimas, le dijo…
¡Si! ¡Soy tuyo! Siempre lo he sido… ¡No dudes de mí!. El ojiverde inició una ronda de besos. Te amo Óscar, siempre te he amado, sólo a ti, sólo a ti… Nunca te faltaría mi amor, creéme por favor.. tu lo sabes Óscar… tu lo sabes… -
La rubia suavizó su mirada, en sus ojos llenos de lágrimas se reflejaban la imagen del soldado,
No me separes de ti, ni con palabras Óscar, ¡te amo!
André, te necesito, quiero tenerte dentro – habló pidiendo y ordenando a la vez, era algo que encantaba a su amigo de toda la vida.
El ojiverde la cargó hasta la cama y se echó sobre ella, le separó las piernas y la penetró, se movió despacio primero, besándola y besando su cuello. Óscar abrazó su cuello mientras acariciaba su espalda con una mano. Minutos después las embestidas se aceleraron y los besos terminaron para iniciar con los gemidos hasta que ambos tocaron el cielo. Lentamente se calmaron
Te amo -
Yo también te amo, no te imaginas cuánto. – Óscar lloró- ¡No soporto ni que te mire! -
Óscar, cálmate, mi amor. No ha pasado nada. Ni pasará, así ponga miles de trampas.
Ambos se abrazaron y poco a poco cerraron los ojos para descansar y recuperar fuerzas…
Ninguno imaginaba lo que descubrirían más adelante…..
