Derrotado por un demonio

Por Ladygon

Capítulo 4: Muy bueno para dejarlo.

Volvió la vista hacia la cama y ahí estaba él, demasiado hermoso para dejarlo. Se acercó al cuerpo, estiró la mano para tocarlo. Se sentía suave y duro al mismo tiempo, entonces recordó ese momento en el pasado que trató de olvidar, pero que siempre estuvo ahí amenazando con salir. Podía mantenerlo a raya con esos jovencitos que tomaba por unos instantes con una satisfacción momentánea.

Recordaba el incidente ahora más vívido que nunca. Así se sentía y lo añoraba tanto que no podía evitar la atracción, junto a un impulso irresistible de continuar el camino de su pecho hasta el borde de los jeans. Continuó tocando con suavidad la piel desnuda. Subió y bajó, llegando hasta su cuello, barbilla, labios. Dibujó por encima de su boca hasta dejar solo un dedo. Lo pasó dos veces más antes de meterlo con cuidado hasta abrir los dientes y tocar su lengua. Estaba cálida y húmeda, más cálida que la de los chicos de Crowley. Estaba muy bueno, se sentía mejor que un plato especial. Lamió su cuello, volviendo al recorrido previo hasta el borde de los pantalones donde los abrió. Bajó los jeans con la ropa interior hasta las rodillas. Pudo ver la desnudez en su esplendor, pero lo quería entero así que lo desnudó por completo.

Dean se quitó la chaqueta sin detenerse en la demás prendas de su vestimenta. Quedó igual de desnudo y se subió encima. Comenzó a besarlo, tocarlo y restregarse con insistencia. Esto se sentía mejor que la última vez, quizás porque Castiel estaba golpeado. Lamer la sangre de ángel no fue muy rico para un demonio como él. Ahora solo tenía un simple humano bajo su cuerpo y podía disfrutarlo sin prisas.

Le abrió las piernas y se metió al medio. Ese gusto estaba ahí. No se detuvo, siguió hasta que estuvo listo para entrar. Lo preparó al igual que sus otros amantes, aunque un poco descontrolado entró en él. La estrechez era latente. Se sentía extraña, puesto que ninguno de sus otros amantes lo fue tanto. Tuvo que insistir con cuidado, porque era molestoso para él, pero sus ganas de follarlo prevalecieron y pudo entrar más.

Castiel seguía inconsciente al igual que la primera vez que se lo hizo. La primera vez tampoco fue fácil. Insistió por rabia, al menos eso pensaba él, ahora lo hacía porque quería. Se sentía bien y apetecible, pues claro que se lo follaría con gusto, aunque el otro no sintiera nada por el momento. Pensó que las esposas no servían en esa posición, así que antes de arrancarlas vio si estaba la llave por encima, generalmente, Crowley le gustaba jugar y a veces la tenía encima para los humanos, ya que ellos se asustarían si vieran como un demonio se las arrancaba con la fuerza de sus manos. Como supuso, estaba encima. Salió del cuerpo para acomodarlo y lo volteó boca abajo. Reubicó las esposas, poniendo las manos del ex ángel en la espalda. Luego lo atrajo hacia él con fuerzas. Fue fácil satisfacerse y pese a tener un pescado muerto bajo él estuvo bueno. Si lo comparaba con sus otros amantes, incluyendo al más escandaloso, no le llegaba ni a los talones a este cuerpo. Así pensó cuando lo dio vuelta boca arriba.

Las esposas las volvió a remover y regresarlas a la posición inicial por encima de la cabeza de Castiel. De esta forma podría intentar hacerlo en otra posición. Besó esos labios y estuvo bastante rato saboreando, chupando y lamiendo esa boca hasta que sintió un suspiro. Eso lo detuvo al instante y se separó con cuidado para ver si había despertado. Los ojos azules lo penetraron, lo dejaron sin aliento. Permaneció inmóvil por lo que creyó largos minutos. Ni siquiera se dio cuenta del paso del tiempo en esos minutos.

—¿Qué haces? —preguntó Castiel con tono neutro.

—Te estoy follando —fue la respuesta simple de Dean.

Castiel arrugó su linda frente.

—¿Y por qué? —volvió a preguntar.

Dean abrió la boca y no supo qué decir. Esas estúpidas preguntas directas de Castiel siempre lo dejaban sin palabras. Trató de pensar una buena excusa, pero la respuesta estaba en la punta de su lengua y no pudo dejarla callada.

—Porque quise.

—¿Y por qué quisiste?

Esa tampoco la sabía. Desvió la vista hacia el techo como si la razón estuviera escrita allá arriba. No la encontró y en vez de eso dijo:

—Porque sí.

—Porque sí, no es respuesta —aseguró Castiel.

—¿Qué querías? Soy un demonio.

Ahí Castiel reaccionó como si recordara algo horrible, aunque la realidad era esa. Por un momento olvidó a Dean, ya que ahora no podía verlo en su forma real. Al perder su visión de ángel, solo veía su cáscara humana y eso era muy engañoso para él. Hizo un movimiento brusco para sacárselo de encima. Dean no se lo esperaba y terminó en el suelo con un golpe seco en el culo. Herido más en su orgullo que en su trasero, se levantó rápido para volver arriba de Castiel para inmovilizarlo.

—Sale de encima —ordenó Castiel.

—No.

—Ya terminaste, ¿para qué quieres estar encima?

—¿Quién dijo que terminé?

—Eso es obvio, ¿no? Me duele el culo.

Dean sonrió con la salida del ángel. No parecía asustado y en su situación debería estar aterrorizado de pies a cabeza, sabiendo lo que sabía. En vez de eso lo golpeaba y le respondía como si no lo hubiera violado hace unos instantes.

—Podemos mejorarlo —dijo con sugerencia Dean.

No supo de donde salió esa sugerencia. Quería divertirse, se estaba divirtiendo con ese angelito. Quizás ya no era un ángel, pero no se comportaba como un humano. Su espíritu seguía siendo el de un ser sobrenatural.

—¿Mejorar qué cosa? —dudó Castiel.

—Esto —aseguró y bajó por el cuerpo.

Llegó hasta la entrepierna de Castiel para agarrarlo con la mano mientras trataban de resistirse. Usó su fuerza de demonio para sujetar las piernas con su cuerpo, como también su brazo izquierdo. Su mano derecha estaba ocupada masajeando el pene de Castiel y llevándolo a su boca para chuparlo con ahínco. El gusto del sexo, junto con las fascinantes reacciones de su víctima, lo tenían demasiado entusiasmado como para aumentar la acción de forma peligrosa. Siendo un demonio, todos sus bajos instintos estaban exacerbados, queriendo satisfacer cada uno de ellos. Eso lo entendía, pero no a cabalidad, puesto que pensaba que aún podía mantener el control de sus actos a raya.

Castiel, por otro lado, estaba confundido frente a las emociones experimentadas. Quería que Dean lo dejara en paz, pero la forma como la chupaba lo tenía reaccionando sin su consentimiento racional.

—Te está gustando —dijo Dean con malicia.

—No...

El nudo de deseo en su estómago lo hizo restregarse en las piernas de Castiel, porque su otra mano la tenía ocupada inmovilizando. La calentura lo tenía a tope y sus deseos lo sobrepasaron. Su propia entrepierna quería atención, pero también quería endurecer al máximo a su ángel. Meterlo en su boca era delicioso y probar más cosas de él lo estaba intoxicando.

—¿Qué... quieres...?

Esa fue una pregunta de Castiel. Sin embargo, resonó tan fuerte dentro de su cabeza que parecía rebotar. La verdad es que quería preguntarle también lo mismo a él. Quería experimentar lo mismo. Debía ser bueno como para que tantos hombres se prestaran para el sexo. Llevó su dedo a la entrada del otro. Castiel dio un respingo junto con un quejido al sentir la intrusión. Luego, sacó el dedo para introducirlo en su propio trasero como lubricación. Se sentía ansioso, una ansiedad como nunca sentido. Se lo metió lo mejor posible para su posición, pero no fue suficiente y se sentó en la entrepierna de Castiel. Así pudo satisfacerse bien. Ya entonces Castiel estaba erguido, duro por completo.

Castiel alucinaba con un Dean tan sexy como el de sus sueños húmedos. Su brújula moral se torció como una caña al viento y comenzó a restregarse en el culo de Dean. Este último soltó un quejido al sentir esa dureza. Lo agarró y restregó su punta por su entrada. Fue increíblemente tan excitante, que los dos comenzaron a gemir con suavidad. Entonces se decidió y lo metió en su entrada.

Al principio la invasión lo sorprendió a sí mismo, lo cual no lo dejó avanzar. Quedó a mitad de camino, pensando en qué rayos estaba haciendo en esa posición. Estuvo a punto de retirarse, pero vio el rostro de Castiel y eso le mandó una ola de excitación que no pudo controlar. Bajó de una sola vez hasta el fondo de su ser y al llegar al tope hizo una exquisita exclamación en conjunto con su pareja. Eso fue todo lo necesario para dejarse llevar por el placer que experimentaba. Un demonio siempre se dejaba llevar por el instinto.

Comenzó el vaivén de forma lenta para disfrutar el máximo posible. Entraba y salía produciendo las mayores corrientes de éxtasis que había experimentado, tanto en su vida de demonio como su vida humana. Insistió en el movimiento, subía y bajaba con los ojos nublosos, pero humanos. Su cabello se había desordenado con tanto restregarse entre las piernas y ahora tenían un ligero movimiento que Castiel no perdía de vista, junto con el de la entrepierna de Dean. El placer también lo nublaba. Sentía el orgasmo venir a cada instante, pero quería resistir todo lo posible para mantener esa delicia. Hacer perdurar este momento la mayor cantidad de tiempo que pudiera. Deseaba tocarlo con sus manos que lamentablemente estaban atadas sobre su cabeza, así que en vez de eso, también ayudó con las penetraciones al mover las caderas. Esto hizo gemir al otro de forma exquisita y disfrutó ese sonido como si viniera del cielo.

—Ah, sí... ahí... más... —alentaba Dean.

Las palabras arrastradas, tan eróticas, solo hacían responder en la forma requerida por otro buen rato, hasta que este quiso besarlo. Dean abrazó el cuerpo sudoroso y atacó sus labios con insistencia. Sus manos acariciaron su pecho mientras lo besaba. Castiel regresó el beso con el mismo calor e intensidad, perdida ya la cabeza por completo.

Al final no pudo soportarlo más y un rugido gutural lo sacó de quicio. El cuerpo entero de Castiel tembló con fuerza, entonces se vino en el interior de Dean hasta lo último que tenía. Dean se enderezó de un movimiento. Quedó encima demasiado rato sin moverse. Primero con los ojos cerrados, disfrutando del orgasmo reciente, casi podía saborearlo en la punta de su lengua. Castiel quedó inerte en la cama, tratando de respirar, tampoco se movió de su sitio.

Pasó un buen rato hasta que se deslizó de encima para quedar al lado del cuerpo sudoroso, boca arriba, respirando el olor en el ambiente. Se sentía demasiado bien como para que estuviera bien. Sonrió con el pensamiento. Estaba adormecido, casi como un sentimiento humano.

Castiel permaneció en silencio. No se recuperaba al cien por ciento todavía. Tampoco diría nada, porque lo que había pasado no tenía mucha explicación para él y al mismo tiempo, la tenía toda. No quería recriminarse por lo sucedido.

Dean se levantó con pesadez y comenzó a vestirse en silencio. Ya solo faltando la chaqueta sintió un movimiento a su lado. Castiel movía las piernas como quitando un calambre.

—¿Podrías soltarme? —susurró con esa voz ronca.

Lo miró y sin decir nada se inclinó sobre él, haciendo que el corazón de Castiel saltara en su pecho. Dean se detuvo al sentirlo para luego, con cuidado, llegar hasta las esposas y romperlas con sus dedos, haciendo el sonido del "click".

Castiel logró soltarse. Masajeó sus muñecas para aplacar el dolor. Dean recogió los jeans del suelo y se los tiró encima de la cama.

—No trates de escapar o te irá mal —fue la advertencia del demonio antes de salir de la habitación.

Crowley esperó escondido a que Dean estuviera lo bastante lejos como para poder entrar al cuarto. No encontró a nadie, pero escuchó la ducha y supo que Castiel se estaba bañando. Pudo sentarse en uno de los sillones que había cerca, pero prefirió sentarse en la cama con mucha paciencia. Castiel salió con el jeans puesto, desnudo de la cintura para arriba y con el cabello mojado, desordenado, secándoselo. Se veía muy sexy.

—Supuse que andarías por aquí —dijo Castiel con cansancio.

—Y yo que quería verte con la toalla en la cintura —respondió Crowley con picardía.

—¿Por qué me trajiste?

—¿No es obvio? —Crowley lo miró con fijeza, pero suspiró comprendiendo que había ciertas cosas que nunca cambiarían—. Dean te deseaba y en vez de que él fuera directamente a tu casa, matara a tu no esposa y a tu no hija, y te violara ahí mismo, decidí traerte antes del escándalo —explicó calcando los puntos.

Castiel hizo una mueca de horror. Eso le gustó a Crowley, la verdad siempre le agradó el angelito y entendía la fascinación de Dean por él, aunque, por supuesto, jamás lo confesaría.

—¿Y qué hará ahora que ya me folló?

—No lo sé, Cas, quizás te mate.

Otra reacción característica del ángel: simplemente, se quedó pensativo.

—¿Quieres agua? Mis amantes suelen tener sed después de... ya sabes.

—Si no tiene droga, me gustaría.

—¿Qué dices, Cas? No te drogaría, sabiendo que si escapas pones en peligro a tu no familia.

Calcó el "no", pero no obtuvo la reacción que quería. Otra característica del ángel.

—Dijiste que estarían a salvo.

—Dentro de mis posibilidades —explicó Crowley—. Seamos sinceros, el Caballero Demonio me supera. Necesito controlarlo y tú puedes ayudarme. Si quieres tener a salvo, realmente, a tu familia.

El tono del Rey Demonio ya no fue burlesco.

—Controlarlo, ¿yo? Eso es imposible —declaró Castiel.

—Podrías intentarlo, después de todo no mató a Sam cuando tuvo la oportunidad y creo que fue porque estaba ocupado contigo.

Castiel recordó el evento y tenía ciertas dudas por estar tan enfermo. Por eso no sabía si era verdad o solo alucinación lo vivido. Ahora, con las insinuaciones del demonio que tenía al frente, comprendía que realmente sucedió. Dean también aquella vez lo folló.

—¿Por qué no nos mató aquella vez? —preguntó confundido.

—Eso, mi querido Cas, es el misterio que solo Dean puede responderte. Iré por el agua.

—¿Podrías traerme mi suéter?

—¿Suéter? ¿Esa cosa sosa? Te traeré algo mejor, siempre y cuando digas la palabra mágica.

—¿Palabra mágica? ¿Por favor? —tanteó Castiel.

—La misma... —quedó esperando la frase que nunca llegó e insistió con la mirada—. ¿Y?

—Por favor, ¿me puedes traer mi suéter?

—La frase es... ya, ¡olvídalo!

Crowley salió con rapidez y dejó parado a Castiel en la habitación, quien todavía tenía la toalla en la mano. Castiel vio por primera vez donde estaba, ya que parecía un hotel de lujo. Fue a la ventana y estaba en una mansión en un piso alto. Quizás segundo o tercer piso. Sería difícil escapar sin una soga, pero si se lo proponía podría escapar. El problema serían las represalias a su familia.