Japón, siempre ha sido un país muy cerrado, tanto para su cultura, historia, y sobre todo su arte en la batalla. Nadie sabía absolutamente nada de Japón, salvo un puñado de personas que habían logrado entrar al país y salir de ahí. Incluso hoy… En pleno siglo XIV, las cosas no podrían ir peor. Desde hace tiempo que los europeos, persas e incluso españoles habían tratado de contactar con la lejana isla de Japón. Resultaba algo impresionante como estos… "Seres" eran tan reservados, distantes y sobre todo indiferentes ante el resto del mundo. Esto levanto sospechas de muchos de los países… Especialmente por la desaparición o muerte de los Guardianes.

Los guardianes, hace tiempo que no aparecían. Se cree que incluso todos ellos han muerto. Lo último que se sabe fue que luego de la gran guerra entre humanos y bestias. Los guardianes murieron uno a uno. Todo lo que los guardianes querían era la paz entre las especies alrededor del mundo. Pero cuando la guerra se volvió inevitable, los guardianes no tuvieron opción que elegir un bando, cada uno de ellos eligiendo un tipo de criatura para defender. Obligándose a pelear incluso entre ellos mismos.

Luego de la gran guerra, en medio de todos los escombros, solo habían quedado un páramo oscuro, destrozado, lleno de cenizas, sangre, cadáveres, armas, flechas y edificios colapsados. El agua que recorría los ríos no podía ni siquiera limpiar la sangre debido a la cantidad de muerte que había por todo el lugar.

Los historiadores tomaron nota como la gran masacre, o la gran guerra… Independientemente del país del cual se hablará de esto. Lobos, Zorros, Tiburones, Equinos, humanos…. Realmente no había un culpable como tal. Pero todos los países se echaban la culpa unos a otros. A pesar de que… Realmente la masacre comenzó por un solo humano.

Debo decir, que es lo único que la humanidad realmente ha heredado a este mundo, la crueldad y la maldad… Siempre que veas a un lobo… un zorro, tiburón, un equino, o incluso cualquier otra especie a dos pies como tú y como yo… Date cuenta que el hombre, es el único ser capaz de tener una maldad que no se puede calcular. Porque un animal, nunca te traicionara, todo te lo dice con solo verlo… Y el hombre no lo hace… Los ojos del hombre pueden confundir, la sonrisa del hombre puede mentir…

El hombre… Siempre ha sido el depredador por excelencia… No tendrá la fuerza de un Lobo… No tendrá los colmillos de un tiburón… Mucho menos la agilidad y destreza de un Zorro… Pero el hombre es peor que eso. Y si le das tiempo, podría ser más fuerte que un lobo, más inteligente y hábil que un zorro… Y mucho más armado hasta los dientes que un tiburón…

—Hey… Despierta. —

Luego de un par de movimientos repentinos, el abrir de un par de ojos azules fueron revelados. Pelaje blanco como la nieve cubría todo largo y delgado cuerpo, un suave collar de pelo se juntaba sobre su cuello, un traje blanco en su mayoría llevando unas enaguas largas de color negro un fajo de que cubría su abdomen de color rojo al igual que las orillas del bordado del traje blanco estaban pintadas de un rojo fuerte. Al lado suyo de donde esta joven dormía, había dos armas envainadas, una catana y una taichi.

De cabello negro y largo, las orejas largas se movieron en atención a quien le estaba hablando, recordando que había llegado a una granja la noche pasada para descansar, la zorra blanca solo trato de ponerse de pie, aun algo adormilada. Apenas había y dormido unas horas, pero sabiendo bien que ella podía ser una molestia para el granjero, la zorra se puso de pie y miro al granjero frente a ella.

—Ya es de día, solo te permití quedarte esta noche. —

Tras decir eso, el granjero siguió con sus quehaceres, mientras que la zorra miro sus armas y se las coloco nuevamente sobre su cinto negro. Aun teniendo muchas cosas en que pensar, la zorra miro al granjero antes de salir por la puerta del granero y dijo.

—¿Cuál es el camino más corto hacia Kioto? —

El granjero sin muchas ganas de conversar, solo señalo hacia la puerta del granero y dijo.

—Sigue el camino hacia el norte, hay un templo a medio día de camino, ahí podrás descansar y a otro día de camino hacia el norte, llegaras a Kioto. —

Si bien el granjero nunca volteo a ver a la zorra blanca, este le no dio la menor importancia.

—Le agradezco su indicación y permitirme estar aquí por la noche. — Luego de decir eso, la zorra se inclinó levemente, pero el granjero solo vio esto y siguió con su trabajo sin darle la menor importancia.

—Si, como sea… Solo lárgate, si los guardias se enteran que un Ronin está aquí, me mataran, ahora vete. Tengo cosas que hacer. —

Sin mucho más que hacer, la ronin siguió su camino, no era que realmente tuviera un lugar a donde ir. Incluso hoy día se preguntaba a donde se dirigía, ella no tenía un hogar, y ver a los granjeros cultivando sus tierras y disfrutar de la vida simple, le hacía preguntarse si ella también tuvo una vida igual o diferente. Y ese era el problema. Ella no recordaba nada de lo que había pasado. Luego de lo que apenas recuerda fue un ataque hacia ella.

Solo recuerda que despertó en una cama junto a un doctor que le curo las heridas, y que luego de eso, todo era oscuridad en los recuerdos de esa zorra blanca. Incluso se cuestionó si realmente la ropa y armas que llevaba con ella, realmente eran suyas o de alguien más. Pero todo indicaba que al menos, lo que ahora mismo llevaba con ella, era suyo.

¿Qué la hizo tomar un camino hacia la zona costera?

Como tal, ella no lo sabía, tan solo seguía un presentimiento que se fue convirtiendo en un viaje que le traía recuerdos muy pequeños a su memoria… El doctor le había dicho que sería bueno que caminara por la ciudad, que quizás ver algún lugar que le resultara familiar le traería recuerdos, o incluso oler algún aroma que fuera de su agrado podía disparar también un recuerdo fugaz. Y así fue.

Su primer recuerdo que cruzo por su mente que la hizo tomar la dirección hacia Kioto, la ciudad costera, fue un recuerdo en el cual ella parecía feliz de caminar junto a alguien, no podía ver de quien se trataba, pero ella recordó una frase que escucho, "Kioto", era la única pista que ella tenía. Y desde hace varios días ha caminado con ese destino.

—¡Mira mamá un Samurái! —

La zorra miro hacia su izquierda, mirando a un niño humano que parecía feliz y alegre, apuntándole con su dedo índice. No fue hasta que su madre le golpeo la mano para que no le apuntara y se lo llevo de ahí, dentro de su casa. Y a juzgar por la mirada fría y de desprecio de la madre, era obvio que no quería que su hijo le viera. Esto hizo que la zorra frunciera el ceño ante esto. Preguntándose el porqué de esa acción.

Con el pasar del día, la zorra logro encontrar el "templo", el cual no era nada más que una pequeña casa que apenas parecía sostenerse, pero que parecía servir como refugio provisional para los viajeros. Sus oídos se movieron ante lo que parecía ser el sonido del agua corriendo por un arroyo.

Sabiendo que no había comido nada desde que despertó y que habían pasado horas desde que salió de la casa del granjero, se encamino hacia el arroyo, con algo de suerte y podría tener peces.

El suave sonido del arroyo tranquilizo a la zorra por unos instantes, no le tomo mucho tiempo tomar algunas ramas, y leña para poder hacer una pequeña fogata y poder comer un poco de pescado, y de no poder atrapar nada, al menos algo de fuego calmaría su inquietud.

Al acercarse al arroyo, había un pequeño estanque en el cual había una cantidad considerable de peces nadando ahí. No era un estanque hondo, mucho menos era agua sucia, en todo caso, para mantener su traje limpio, ella comenzó a quitárselo.

—Supongo que un baño no estaría mal…— Dijo para sí misma luego de que se quitara las enaguas. Pero luego su mirada paso hacia los vendajes de su cuerpo, sus brazos, abdomen e incluso sus senos estaban cubiertos de venajes. Ella solo miro con tristeza el reflejo que tenia de sí misma frente al arroyo, una figura herida. Ella no se había quitado las vendas desde que había salido de la ciudad. Y por lo visto la sangre seca ya era un problema en sus brazos y abdomen.

—¿Qué paso realmente? —

Quitándose lentamente las vendas de las manos, pudo notar que había diferentes cicatrices en sus manos, brazos y antebrazos. Había cortes profundos, pero no hechos por dagas, sino por espadas, incluso había quemaduras las cuales parecían haberse curado al menos parcialmente, permitiendo que el pelo en esa zona comenzara a crecer de nuevo. Tuvo miedo de quitarse las vendas que protegían sus hombros y pechos, sin embargo, tuvo que hacerlo para poder limpiar los vendajes.

Había cosas que ella sabía, pero lo que más la inquietaba, era que no sabía ella porque sabía eso que ella sabía. Tener un conocimiento y no saber de dónde lo obtuvo era lo que la molestaba y la aterraba.

Cuando logro quitarse las vendas que cubrían sus pechos y hombros, resulto un alivio de que al menos su pecho estuviera en buen estado. Aunque sus hombros no corrieron la misma suerte, parecían cicatrices de cortes y quemaduras. Aunque más leves y menos dolorosas como la de las manos.

Su abdomen fue su siguiente objetivo, solo que ahí, apenas colocar la mano sobre el vendaje en la zona media del abdomen, la hizo sentir una punzada fuerte. Frunciendo el ceño por el dolor, la zorra comenzó a quitarse el ultimo vendaje de su cuerpo, revelando lentamente un corte que cubría su abdomen, un corte limpio, el cual emanaba una esencia azul que resplandecía desde esa herida.

Llevándose una mano a ese corte, el dolor regreso como otra punzada fuerte y más profunda. Ella jadeo por el repentino dolor, pero no pudo hacer nada más que sentarse y mirarse en el arroyo, preguntándose que había pasado realmente. Ella intento recordar, pero sus recuerdos no iban más allá de lo que había vivido estos últimos días desde que despertó en esa cama junto a un doctor. Nada de relevancia, mucho menos nada que alguien dijera que pudiera servir de ayuda para esta joven zorra. Pero otra cosa capto su atención.

Sus colas, siete de ellas para ser exactos, tres de las cuales estaban perdidas, arrancadas o cercenadas, el corte en esas colas era tan fino y casi hecho con una precisión que incluso ella no podía creer posible. Esas tres colas faltantes, cortadas a unos 50cm de la base, mientras que sus otras cuatro colas restantes e intactas, tenían una enorme longitud, cercana a los dos metros, pero que, con ayuda de su magia, ella podía ocultar muy fácilmente. Ella había escuchado que los "Kitsune" se escondían del resto de los zorros, y criaturas, especialmente de los humanos, y no mostraban todas sus colas, tanto para mantenerse a salvo, como para evitar que las demás personas o criaturas supieran de ellos. Pues se creía que tener una cola de un Kitsune, o un zorro mágico. Le traía fuerza y magia a quien tuviera esa cola.

Por extraño que fuera para ella, podía sentir esas colas que le faltaban, algo a lo que el doctor le dijo que era el "Miembro fantasma" que incluso sabiendo que no tenía esas extremidades, ella podía sentir como si aun estuvieran ahí. E incluso así, cuando ella se sentó a la orilla del arroyo y puso sus patas sobre el agua, un rápido recuerdo llego a su mente y cruzo frente a ella como si realmente estuviera reviviendo ese recuerdo.


La zorra se vio a sí misma en lo que parecía una playa grande, por alguna extraña razón era más "pequeña" ahora. Logrando mirar a su alrededor, vio barcos a la lejanía en el mar, la brisa del mar golpeaba su rostro con aires de tranquilidad y felicidad. Por alguna razón ella se encontraba feliz en ese recuerdo.

Rin, date prisa o no llegaremos al barco.

Mirando en dirección de la voz, la luz del sol no permitía que el rostro de quien le llamaba se pusiera notar o al menos ver los rasgos faciales. Sin embargo, una sensación de seguridad le decía que era alguien en quien podía confiar plenamente, especialmente luego de que su "yo" más joven dijo.

¡Ya voy! Su voz era tan suave y delicada que casi no podía compararse a su voz actual como adulta. Teniendo ahora la dude de ¿Cuándo había ocurrido esto?

Lo siguiente que paso fue que ella corrió hacia quien le llamaba y una mano suave toco la suya. Pero cuando ella tomo su mano, y miro hacia quien le tomaba la mano su recuerdo termino abruptamente con ella metiéndose al arroyo. No sin antes escuchar una última frase.

Europa te va a encantar Rin… Ya verás.


Chapoteando y tratando de salir del agua por el repentino movimiento involuntario que hizo hacia adelante por tratar de acercarse a quien ella consideraba un ser que la protegería, sin embargo, se metió al arroyo, donde el agua la regreso a la realidad. Luego de salir y tomar aire, pudo verse que en una de sus manos había atrapado un pescado. Fue bueno, ella pensó. Aun así, lo que más la carcomía por dentro era no saber nada más que otra palabra…

—Rin…— Dijo para sí misma luego de que miro su reflejo en el agua que lentamente se calmaba debido a lo turbia que se había vuelto debido a su caída… Su rostro nuevamente se vio más visible en el agua, y solo al verse a sí misma supo una cosa.

—Me llamo Rin…—