Bueno primero esta historia no es mía solo me dieron permiso de traducirla su creadora es JustAnotherRavenclaw (Aplausos) espero que la disfruten por favor si les gusta seguir al creador de esta historia.
También si serian amables en decirme, si hay alguna parte en la traducción que sientan que no concuerde, por favor sean amables en decirme para corregirlo.
Recuerden que hago esto, bueno... simplemente porque con traductor Google ciento que se pierden partes de los diálogos o descripciones, solo espero estar haciendo bien eso, para los que tengan el traductor en automático no olviden quitarlo
He cambiado los cumpleaños de Sam y Dean para acercarlos a la edad de Percy, esto se hizo puramente en nombre de mi trama.
Capítulo 1
John Winchester miró incrédulo a Sally Jackson.
El bullicioso bar en el que estaban sentados cubrió la exclamación de sorpresa e incredulidad de John, y nadie se volvió para dedicarles una segunda mirada, y mucho menos una primera. La mesa que había entre ellos estaba cubierta de los restos pegajosos de la bebida de un cliente anterior, y Sally se inclinó sobre ella para repetir su súplica.
"Su padre no está en la foto, y no quiero que Gabriel sea su única impresión de lo que debe ser un hombre. Por favor, John. "
"Sally, ya estoy muy ocupado con mis dos hijos, ¿y tú quieres que... qué? ¿Que cuide del tuyo una semana cada mes? Es ridículo". John se recostó en su asiento.
"Percy necesita entrenamiento. Necesita el tipo de entrenamiento que no puedes conseguir en las típicas clases de defensa personal aquí en la ciudad." John empezó a sacudir la cabeza. "Por favor, no puedo decirte por qué, pero estuviste en los marines, y tus dos hijos se mantienen igual que tú". Tintes de desesperación bailaban en sus ojos y las advertencias de Poseidón resonaban en sus oídos. Esta era su última oportunidad, si John no estaba de acuerdo con esto, entonces su hijo podría no vivir para ver su séptimo cumpleaños. "Por favor, no te lo pediría si no fuera importante. Solo mételo en lo que sea que tus chicos estén haciendo".
John Winchester miró fijamente a su prima. El uniforme de Sweet On America de Sally Jackson estaba arrugado, las líneas de expresión habían envejecido su rostro y sus cejas parecían estar continuamente fruncidas por el estrés o la ansiedad. Tal vez una potente mezcla de ambos. Estaba claro que necesitaba un descanso, lo cual tenía sentido si se tenía en cuenta que tenía que lidiar con el capullo de su marido y con un niño que no podía estarse quieto. Conocía bien sus preocupaciones, teniendo en cuenta que él mismo las tenía. Podía ver que las suaves caricias que Mary había dejado en los chicos se desvanecían cada año más. Suspirando, consideró sus opciones. Dean tenía 16 años y no le interesaba nada ni nadie, excepto Sam, el sexo y la caza. Sam tenía 12 y cada dos noches terminaba con una discusión, cada una más fuerte que la anterior. Tal vez añadir otro chico a la mezcla calmaría las cosas, reduciría la codependencia que veía que se estaba creando entre sus hijos y añadiría un amortiguador entre él y Sam. Por otro lado, podría acabar en la bronca que acabaría con todas las broncas.
Pensó en la mujer cansada que tenía delante. Sally siempre le había apoyado lo mejor que había podido, incluso cuando su tío estaba enfermo y él hacía todo lo posible por desaparecer del mapa por completo. Ella siempre lo había dado todo por la familia. Quizá era hora de que la familia le diera algo a cambio, después de todo, se lo debía. Nadie más le había seguido la pista después de que María... muriera.
"Me lo llevaré. Lo entrenaré, pero no seré blando con él y tampoco puedo garantizar que los chicos reaccionen bien." John suspiró de nuevo, esperando no arrepentirse.
La forma en que Sally Jackson casi se dobló por la mitad del alivio le dijo que, si nada más, él estaba haciendo una diferencia para ella. Eso tendría que ser suficiente.
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El autobús traqueteó y retumbó alrededor de Percy cuando empezó a avanzar hacia el Museo Metropolitano de Arte. No entendía por qué los adultos pensaban que era buena idea enviar a los niños a museos de arte, pero el profesor de latín, el señor Brunner, dirigía la excursión, así que la esperanza no estaba del todo perdida. Intentó no moverse en su asiento, el TDAH y los músculos doloridos no combinaban bien. Acababa de volver a casa después de pasar una semana con los Winchester. Combatir con Sam y Dean siempre era divertido hasta que perdía, y los moratones que le coloreaban los brazos y las costillas eran la prueba de que esta vez había perdido definitivamente.
"¡Vamos Percy! Eres mejor que esto!" Miró a Dean, que le sonreía. Un gemido se le escapó mientras se levantaba de cuando había sido arrojado. Incluso Sam le sonreía descaradamente desde la barrera.
"¿En serio? Bueno, eso lo aclara todo. Déjame empezar de nuevo y me pondré a patearte el culo". Percy no pudo evitar el sarcasmo que brotó de sus labios, aunque la forma en que los labios de Dean se movieron con petulante anticipación le hizo prepararse para otra paliza.
"Basta, otra vez".- Grito John Winchester desde el banquillo, interrumpiendo lo que seguramente sería una respuesta sabelotodo por parte de Dean. Percy puso los ojos en blanco una vez que estuvo seguro de que John no lo vería y se preparó para ser inmovilizado de nuevo.
Grover Underwood, su mejor amigo, se movió en el asiento de al lado mientras Nancy Bobofit le lanzaba otro trozo de su bocadillo. La mantequilla de cacahuete y el ketchup le ensuciaron la nuca mientras agachaba la cabeza en un intento inútil de evitar el último proyectil. Percy se movió incomodo una vez más, aunque esta vez fue en simpatía por su amigo.
"Solo dilo hombre, me levantaré y haré que pare" murmuro, tratando de ignorar la rabia que se le enroscaba como un puño en las tripas. Cuando el siguiente trozo de pan se dirigió hacia ellos, Percy dejo de esperar una respuesta y se levantó, dispuesto a hacer algo, cualquier cosa, luchar... y Grover lo empujo sin contemplaciones de vuelta a su asiento.
"¡Ya estás en libertad condicional, Percy! No quiero que te expulsen por mi culpa".
Percy apretó los dientes. Con el TDAH y la dislexia, sus profesores ya le odiaban. Si añadimos a la ecuación el hecho de que se ausentaba una semana cada mes y que siempre parecían ocurrir cosas extrañas a su alrededor, era un milagro que no le hubieran expulsado ya. Seis colegios en seis años demostraban que tarde o temprano iba a ocurrir.
El autobús se detuvo y el artilugio metálico se estremeció a su alrededor como si estuviera pasando gas. Los delincuentes juveniles de la Academia Yancy se apresuraron a escapar, y Bobofit tiró lo que quedaba de su almuerzo en el regazo de Grover al pasar. Esta vez, fueron las muletas de Grover las que lo retuvieron en su asiento, impidiéndole lanzar un golpe contra ella. La voz de John resonó en su cabeza: "No me importa si insultan tu inteligencia, a tus amigos o a tu familia. No-Llamas-La -Atención. Puede que no viviera con los Winchester, pero John le había dejado claro que debía cumplir sus normas, estuviera donde estuviera. Percy apretó la mandíbula y exhaló con fuerza, su autocontrol siempre había sido inexistente cuando se trataba de los pocos amigos y familiares que tenía. Si no surgían problemas en esta excursión, se comería el sombrero de Grover.
Los conocimientos de Percy sobre mitología griega eran probablemente mejores que los de cualquier niño de doce años, dada la obsesión de su madre (¿quién llama Perseo a su hijo, en serio?) y la exhaustiva instrucción de Sam Winchester sobre el tema. Su madre no era consciente de lo que había hecho cuando se lo dio a John Winchester para que lo entrenara. Cuando Percy cumplió diez años, John empezó a llevarlo de cacería y sus hijos se aseguraron de que Percy estuviera preparado para todos los aspectos de la cacería, incluida la investigación.
Eso no significaba que fuera un experto en la materia, y por eso cuando el señor Brunner daba una conferencia sobre una de las estelas expuestas en el museo se esforzaba por prestar atención. Las incesantes risitas de Bobofit a sus espaldas le distraían, y había prometido tanto a su madre como a Sam y Dean que intentaría pasar de curso sin ser expulsado. Eso requería aprobar sus exámenes, lo que significaba escuchar esta clase. Cuando sus risitas alcanzaron un nuevo nivel de frustración, se dio la vuelta y la miró directamente a los ojos. "¿Quieres callarte?" La pregunta silenció a toda la clase, incluido el señor Brunner. La cara de Percy ardía con un cóctel de ira y vergüenza. Los penetrantes ojos del señor Brunner le taladraron implacablemente. Se las arregló para tartamudear ante las preguntas que le hacían, y no le sorprendió que cuando llegó la hora de comer le dijeran que se quedara atrás.
Percy paseó los ojos por el aula, mirando cualquier cosa que no fuera el señor Brunner, mientras los demás alumnos se iban a comer. No le importaba lo que la mayoría de sus profesores pensaran de él, no sabían nada de él ni de su situación, pero Brunner tenía esa manera de hacer que pareciera que realmente se preocupaba por Percy y su escolarización. No le importaba que Percy perdiera semanas de clase, simplemente esperaba que Percy recuperara el trabajo. Percy tenía la ligera sensación de que aquello iba a ser como un sermón del tío John, pero menos... militar.
"Percy", empezó el señor Brunner, "es importante que prestes atención. Esta información podría salvarte la vida algún día".
Sí, no me digas, fue el primer pensamiento de Percy, seguido rápidamente por ¿qué sabe él? El pánico le invadió al pensarlo. El señor Brunner era humano, ¿verdad? Percy se habría dado cuenta si no lo fuera.
"Piensa Percy, ¿por qué importa esto en la vida real?" La mirada nivelada que se dirigía a Percy era constante e inquebrantable mientras su mente corría, buscando una respuesta apropiada. Sabía que no se podía ir por ahí diciendo a los profesores de latín cosas como,
"Bueno, señor, las criaturas sobrenaturales intentan comerse a la gente de forma rutinaria, y no me sorprendería que los monstruos griegos siguieran rondando hoy en día haciendo precisamente eso", así que permaneció callado, dando un encogimiento de hombros sin compromiso y tratando de ignorar la decepción silenciosa que provenía del señor Brunner ante su falta de respuesta.
Grover lo esperaba fuera del museo, apoyado en sus muletas y con la gorra rasta torcida, cuando Percy salió, con los hombros caídos. Grover enarcó una ceja al ver la cara de preocupación de Percy.
"Es solo Brunner", fue la respuesta de Percy a la pregunta no formulada. Se sentaron junto a la fuente a almorzar, sin perder de vista a Nancy por si volvía a aterrorizarlos.
"Espera mucho de mí", continuó Percy, "no espera que sea tan bueno como los demás, espera que sea mejor a pesar del TDAH y la dislexia, por no mencionar las faltas a clase".
Grover tarareó en señal de reconocimiento, pero no respondió. Percy respondía así cada vez que Brunner criticaba su latín, o sus estudios, o cualquier cosa que Percy hiciera en general. No le importaba cuando se trataba de sus otros profesores, pero un sermón del señor Brunner siempre le hacía quejarse. Grover podría haber pensado que Percy tenía problemas con la autoridad si no lo hubiera visto una vez caer en un perfecto descanso de desfile con una sola mirada de un hombre de aspecto fornido que estaba de pie frente a un viejo Chevrolet.
Observando en silencio los coches que bajaban por la Quinta Avenida, Percy no pudo evitar pensar en su hogar. Era consciente de que, para la mayoría de la gente, el hogar era un lugar. Para él, era un pueblo. Su apartamento en Manhattan no era más que una serie de habitaciones, solo era su hogar cuando su madre estaba allí. Desde luego, no lo era una vez que Gabe y sus amigos llegaban a casa. Percy sintió que las costillas se le retorcían de compasión, sabía que no todas sus magulladuras actuales eran de Sam y Dean, aunque no fuera así. Los Winchester no tenían una residencia permanente, así que el hogar también estaba dondequiera que estuvieran el tío John y los chicos, ya fuera en el asiento trasero de su coche o en cualquier motel destartalado en el que se hospedaran. Normalmente, era un motel destartalado. Aún recordaba la primera vez que los conoció;
Ya era de noche cuando el coche se detuvo frente a un sucio hotel. Percy observo en silencio como el hombre del asiento delantero salía del coche antes de imitar sus acciones y seguirlo hasta la habitación, arrastrando la bolsa de viaje tras de sí.
Cuando entraron, dos chicos se levantaron de las camas; la delgadez de Percy quedaba oculta tras la corpulencia del hombre mayor. El más alto se interpuso automáticamente entre el otro chico y la puerta, que se había cerrado tras ellos al entrar. Los dos chicos estaban bien construidos y se sostenían con la confianza que Percy deseaba cuando se quedaba en casa con Gabe. Percy supo el momento exacto en que se dieron cuenta de que estaba allí porque ambos se pusieron rígidos y el más alto frunció el ceño. "Papá, ¿qué...?" El hombre —John, le había dicho su madre, su tío— levantó una mano para silenciarlos.
"Chicos", empezó, "este es Percy, se va a quedar con nosotros una temporada". John se volvió para mirar a Percy, su mirada severa se suavizó ligeramente. "Percy, estos son mis hijos, Sam", señaló al más pequeño, "y Dean".
Dean seguía con el ceño fruncido, observó Percy, pero su atención volvió a dirigirse a John cuando este continuó hablando. "Sé que todos tenéis preguntas, pero es tarde. Os lo explicaré todo por la mañana. Dormid un poco".
Sam y Dean no habían apreciado tener a un enano escuálido pisándoles los talones, y mucho menos que les dijeran que volvería durante una semana cada mes. No fue hasta que pasó la primera semana y su madre vio a los chicos en el asiento trasero del impala y obligó a John a presentárselos que se descongelaron un poco.
Percy salió sobresaltado de sus recuerdos cuando una sombra se cernió sobre su rostro y su mano buscó automáticamente un arma que no llevaba consigo. Después de todo, en los museos había detectores de metales, y él no quería tener que explicarle a su madre por qué lo habían expulsado por llevar un cuchillo. O varios cuchillos. Levantó la vista, entrecerrando los ojos contra los pocos rayos de sol que se colaban junto a la persona que tenía delante. Al centrarse, Percy se encontró cara a cara con los dientes torcidos de Nancy Bobofit, con el pelo rojo zanahoria como una fregona mojada sobre la cabeza.
"Vaya, vaya, vaya", su voz nasal rechinó en los oídos de Percy, que vio a Grover crisparse con el rabillo del ojo. "Pero si son los dos perdedores de Villa Loser", empezó a reírse como si acabara de decir algo gracioso. Cuando él no reaccionó, la risa de Nancy se cortó y ella siguió la mirada de Percy hacia la quinta avenida antes de que una sonrisa desagradable torciera sus labios. "Aww, ¿el pequeño Percy echa de menos a su mami y a su papi? Oh, espera, papá te ha abandonado, ¿verdad? Dios sabe que yo lo habría hecho si fuera él". Su risita continuó y Percy sintió una particular oleada de rabia que estaba reservada para los insultos a su familia o en torno a su falta de padre. Se obligó a respirar. Había recibido un largo sermón tanto de Dean como de Sam acerca de permanecer en la escuela, a pesar de que el primero la abandonó tan pronto como pudo.
Nancy observó atentamente su reacción antes de continuar. "Dios, imagínate ser pariente de un retrasado como tú, Jackson. Apuesto a que tu madre está esperando la oportunidad adecuada para dejarte y salir corriendo. A lo mejor le ha crecido un cerebro y se habrá ido para cuando vuelvas a casa".
La ira crecía como un maremoto en su interior, Percy se puso en pie, con los puños apretados a los lados y deseando arrancar de un puñetazo la sonrisa retorcida de la cara de Nancy. Le apretaban los dientes por el esfuerzo que le costaba contenerse, y entre un suspiro y el siguiente, Nancy estaba tumbada en la fuente detrás de él, empapada.
Grover lo miraba como si le hubiera crecido otra cabeza, con los ojos desorbitados, la mandíbula desencajada y el asombro escrito en la cara. En el breve segundo que Percy había utilizado para captar la expresión de Grover, Nancy había respirado lo suficiente como para empezar a gritar a la señora Dodds, la profesora de pre-álgebra que pensaba que Nancy era el regalo de Dios a la tierra.
"¡JACKSON ME EMPUJÓ A LA FUENTE!" El grito sobrenatural de Nancy atrajo la atención de Dodds, así como de otros numerosos alumnos y transeúntes. El señor Brunner seguía absorto en la novela que se había traído a la excursión. Como siempre.
Dodds echó un vistazo a la situación y enseguida decidió que, por supuesto, Percy era el responsable, ¿quién si no podía haber sido? Lo hizo marchar de vuelta hacia el museo en un instante, probablemente buscando un lugar aislado para sermonearlo hasta que le sangraran los oídos y luego amenazarlo concienzudamente con la expulsión.
No importaba que Percy ni siquiera la hubiera tocado.
