Hola amigos, soy Yuzu Araki

Nuevamente traigo otro one shot para Saint Seiya pero no será un yuri en sí, sería un femly friendly (Amistad entre mujeres) sobre dos guerreras que empezaron siendo amigas, camaradas, brevemente enemigas y retornando a ser mejores amigas.

Bueno, ya explicado el asunto, comencemos este one shot,

Espero que les guste.

Yuzu y fuera

PD: Shaina y Marin debieron tener algo de relevancia en cuanto combates, se suponen que por maestras nos hayan dado peleas dignas de su nivel. Podía valer la pelea de Shaina VS Thetis pero el mostrar breves fragmentos de esa batalla y la rápida resolución como muerte de la sirena de Poseidón... No la hace tan batalla que digamos.

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Habían llegado al Santuario con unos días de diferencia. Una, la única superviviente de una disputa sangrienta que diezmó a su familia, había sido salvada por un agente en una misión en Italia. La otra había sido recuperada de un orfanato según el procedimiento habitual, abandonada a su suerte por un padre desconocido y una madre ahora internada.

Ambas tenían miedo de encontrarse en un dormitorio desconocido y maloliente que parecía más una prisión que una escuela. Luego del shock inicial y el asombro que generó, una de ellas se despertó llorando y buscando a su hermano menor. ¿Cómo pudo haberlo olvidado? Él siempre había estado ahí, a su lado, y ya no estaba.

Las otras chicas se burlaban de ella porque, no contenta con despertarlas por una simple pesadilla, había mojado la cama. Aunque hacía años que eso no le pasaba. Hubo una que, sin embargo, se apiadó de ella. Sin duda porque ella misma se había manchado al ver cómo asesinaban a sus padres.

Se unieron y se hicieron amigas. O al menos más cerca que las demás.

Pasaron los años y la formación reveló que eran buenos elementos. Cada una despertó el interés de un maestro, hechos no tan comunes dada la silenciosa desaprobación que muchos de ellos mostraban ante la idea de entrenar niñas.

A pesar de todo el rigor de su formación, sus caminos se cruzaban a menudo, raras oportunidades para compartir algunos momentos de descanso, al abrigo tanto de las miradas despectivas de los chicos como de los celos de las chicas menos dotadas o, peor aún, de las más superdotadas. ... ningún maestro se había dignado a entrenar.

Con el tiempo, se desarrolló cierta confianza y, a veces, compartían pequeños secretos. La llegada de la primera sangre, pequeños hurtos en la comisaría, incluso pequeñas misiones en el exterior, oportunidades de observar el mundo.

Entonces, un día, agotada por tres días de ejercicio y la aparición de anemia, la pelirroja se desmayó mientras escalaba una pared de roca para capturar su comida. Ese día ella podría haber muerto. Ese día fue el hermano del traidor quien la atrapó.

Medio desmayada, no se dio cuenta inmediatamente de que se le había quitado la máscara y que él se la había vuelto a poner sin decir nada. Pero su compañera había visto toda la escena, así como había visto al joven sonrojarse un poco mientras miraba el pecho de su amiga. Ya cuando la levantó le tocó las nalgas… la italiana se escandalizó.

Era una estupidez, porque nadie era culpable de nada y, sin embargo, la italiana sentía unos celos crecientes. No es que el chico le interesara, ni que estuviera celosa de las curvas de su amiga. Pero cuando se dio cuenta de que la pelirroja recordaba todo pero no iba a contárselo, pensó que tal vez no eran tan cercanas como pensaba.

Sin que ella realmente lo quisiera, una distancia comenzó a separarlas.

Cuando la pelirroja se quitó la armadura primero, la otra se sintió enojada por haber sido golpeada una vez más, y juró nunca más quedarse detrás de su rival.

Y cuando finalmente tuvieron edad suficiente para formar ellas mismas nuevos aprendices, la italiana se dejó cegar por sus celos y su ambición, sin saber que ni su corazón ni su aprendiz se recuperarían jamás.

Cuando los celos se convirtieron en culpa, fue, sin pensarlo lo más mínimo, su mejor amiga quien le prestó el hombro. Como ella siempre lo hizo. Como ella siempre lo haría.