Abrió lentamente los ojos, encontrándose con la habitación iluminada, sin embargo, la luz eléctrica estaba apagada.

- ¿Qué? - se levantó, quitando, inconscientemente, el brazo que la rodeaba, y se dirigió a la ventana, en dónde se asomó levemente - Por dios, ya amaneció - miró la cama.

Al parecer, nos quedamos dormidos.

Pensó, sonriendo mientras se acercaba, sentándose al lado del joven. Tomó su celular.

Kag, supuse que te quedarías con Inuyasha, Kohaku me trajo a casa. Escríbeme cuando tengas tiempo.

- Rin - murmuró, tecleando su respuesta.

Lamento no haber regresado contigo, pero... perdimos la noción de las horas. Te llamaré cuando llegue a casa.

Colocó el móvil en la mesa de noche, suspirando, mientras las imágenes de la noche anterior, pasaban por su mente, provocando que llevara su mano a la parte baja de su estomago, al sentir una pequeña molestia.

- Eso fue... intenso - sonrió, mirando al joven - Inuyasha... - apoyó su mano en su antebrazo - Inuyasha, ya es tarde, debemos marcharnos.

Sin que lo viera venir, él tomó su mano, jalándola en su dirección, provocando que sus pechos cayeran sobre su rostro.

- ¡Inuyasha! - se sonrojó - ¿Qué... qué estas haciendo?

- Dándole los buenos días... a mi pareja - respondió con su voz carrasposa, producto del sueño.

- ¿De esta manera? - rio, tratando de alejarse, sin embargo, una mano en su cintura y la lengua que comenzó a acariciar la zona sobre sus pechos, le impidieron moverse - Inuyasha... - murmuró.

Él deslizó las sabanas, colocándola sobre su cuerpo, sin abandonar su tarea.

- Buenos días, pequeña - gruñó contra su piel sensible.

- Buenos días... - sonrió, arqueando su espalda, mientras comenzaba a moverse lentamente.

Unos veinte minutos después, ambos se encontraban intentando regular sus respiraciones, mientras ella se elevaba de la cama, en busca de su vestido.

- Definitivamente eres increíble - pronunció sin mirarlo.

- Es tu culpa - sonrió, poniéndose de pie - Si no fueras tan hermosa... probablemente no te desearía a cada rato.

- Cállate - rio, vistiéndose al fin - Lo que realmente no puedo creer, es que tenga que salir a la calle con esto.

- Oye, no te ves mal, mírame a mi - ella volteó soltando una carcajada - Esto si es ridículo.

- Bueno, pero sólo si te quitaras la capa...

- Lo haría, si no estuviera incorporado a esta cosa.

Antes de que continuaran su plática, llamaron a la puerta, sorprendiéndolos a ambos.

- Disculpen, el desayuno se servirá en un momento - pronunció aquella desconocida voz y sin esperar respuesta, se marchó, deteniéndose en una habitación cercana.

- No sabia que estábamos en un hotel - dijo Kagome

- Suikotsu siempre hace esto - respondió Inuyasha - Es amable con quienes se quedan aquí.

- ¿Y tú como sabes eso? - lo miró, cruzándose de brazos.

- Bu... bueno - acomodó el cuello de su camisa.

- Inuyasha - entrecerró sus ojos - Sin mentiras... si quieres que esta relación prospere...

- Esta bien - gruñó - No se si te conté de la primera vez que conocí a Kikyo...

- No es necesario, ella ya me lo dijo y, a juzgar por eso, fue en esta mansión...

- Si, bueno... - aclaró su garganta - Digamos... que esa noche perdí la conciencia y amanecí al lado de una señorita - tosió - Pero, no te preocupes, no fue en esta habitación... no soy tan idiota.

- ¿Y que fue de la vida de esa "señorita"?

- No lo sé, no volví a tener contacto con ella luego de esa noche - el silencio reinó entre los dos - ¿Estas... molesta?

- Sólo digamos... que no es la mejor manera de comenzar el "primer día" como pareja.

- Oye - se acercó - No tienes porque ponerte así... yo, jamás podría compararte con ella - la abrazó - Tú eres a quién quiero... además, esto sucedió hace más de un año.

Dubitativamente, correspondió su abrazo, mientras acurrucaba su rostro en su pecho.

- Esta bien... no diré nada, sólo porque yo también he tenido deslices de una sola noche.

- Oye... - frunció el ceño - Necesito saber eso.

- Oh, no te preocupes, sucedió hace mucho - sonrió, alejándose.

- ¿Cómo se llamaba?

- No lo recuerdo... bebí mucho esa noche.

- ¿Has vuelto a verlo?

- Si, de hecho, creo que estaba en la fiesta anoche, o eso me pareció.

- ¡¿Y no se te ocurrió decirme nada?! - cruzó sus brazos, mientras apretaba sus manos.

- Inuyasha - ladeo la cabeza - Es broma... sólo quería, hacerte saber lo que se siente.

- Eso fue innecesario - bufó, mirando en otra dirección.

- Así como tu comentario hace un momento - volteó, abriendo la puerta de la habitación y dirigiéndose al pasillo, en donde se detuvo - Kikyo - sonrió.

- Buenos días, Kagome - le devolvió la sonrisa, mientras Naraku cerraba la puerta a sus espaldas.

Al parecer, no fuimos los únicos que decidimos terminar la fiesta de esta manera.

- ¿Cómo te encuentras? - preguntó la joven disfraza de bruja, mientras ambas comenzaban a descender.

- Muy bien, fue una buena noche - pronunció pícaramente - Y... a juzgar por tu apariencia, también lo fue.

- ¿Mi apariencia?

- ¿No te viste en el espejo? - meneó la cabeza - Bueno... en tu cuello...

¡Ay no puede ser!

Pensó, mirando por sobre su hombro al peliplata, quién se asustó con su expresión. Rápidamente señaló su cuello.

- Lo siento - murmuró, de manera casi inaudible.

Llegaron al salón, en dónde una gran mesa de madera, similar a la de las películas, estaba repleta de diferentes platillos, listos para ser degustados y, en las sillas, Suikotsu, Miroku y Koga, ya se encontraban desayunando.

- Buenos días, dormilones - sonrió el ex cumpleañero, vestido con su ropa normal.

- Buenos días, joven Miroku - se sentó - Lamento... no haber estado muy presente en la fiesta.

- Si, lo mismo... lo mismo digo - acotó la otra joven.

- No se preocupen señoritas... espero que hayan pasado una grandiosa noche.

- Oye... - intervino Inuyasha antes de que se generara una incomodidad en el ambiente - ¿Por qué estas vestido de esa manera mientras nosotros nos vemos ridículos? Bueno - miró a Naraku - Menos él, sólo porque tiene un traje.

- Yo le preste - sonrió Suikotsu mientras tomaba un sorbo de té - No se si ustedes quieren ropa también.

- Bueno, quizás al sarnoso le haga falta... casi que parece que no llevara nada puesto - se burló.

Koga, quién se mantenía pegado a la pantalla de su celular y con su ceño fruncido, no pronunció ni una sola palabra.

- Keh... ¿te comieron la lengua anoche, imbécil?

- Inuyasha - gruñó su novia - Joven Miroku, ¿y Sango?

- Está durmiendo, o eso me pareció cuando me asomé a su habitación.

- ¿Su habitación? - se sorprendió.

- Miroku... no me digas que...

- Dormimos en habitaciones separadas - sonrió, con sus ojos cerrados - No quise despertarla, se veían demasiado cómoda.

- ¿Puedo ir a buscarla?

- Por supuesto.

Le indicó el camino, mientras ella ascendía por las escaleras. Llegó a su habitación y tocó dos veces, sin obtener respuesta.

- ¿Sango? - abrió, ingresando y encontrándola recostada, boca arriba, con sus ojos abiertos.

- Buenos días - sonrió, aligerando el pecho de la morena.

- ¿Te encuentras bien? - se sentó a sus pies.

- Si, sólo... con Miroku nos quedamos hasta tarde charlando...Luego, él sugirió que me quedara.

- Bueno... fue muy considerado... ¿no crees?

- Si, sólo... que él no quiso quedarse a mi lado.

- Sango...

- No era necesario que sucediera algo entre nosotros, de hecho, ni siquiera nos hemos besado, pero... no lo sé, me hubiera gustado...

- Comprendo lo que dices, sin embargo... teniendo en cuenta la manera en la que el joven Miroku se comporta con las mujeres, es... muy lindo que haya sido diferente contigo.

- ¿Tú crees? - su amiga asintió - No lo sé... mi impresión es diferente, es decir, a veces pienso, que no soy lo suficientemente atractiva, como para que él se acerque de otra manera.

- Sango, ¿entonces que es lo que quieres?

- ¡No lo se! - se tapó el rostro, un poco avergonzada - Miroku... me confunde.

- Hm - sonrió - Ven, vamos a desayunar... nos deben estar esperando.


Esa misma noche

La joven se encontraba terminando de leer unas página de su libro de anatomía, mientras, afuera, el sol había comenzado con su descenso. El día había sido tranquilo, como casi todos sus domingos. Luego de regresar de la mansión, se dio una ducha y paso el resto de la tarde con su familia, intercambiando algunos mensajes con sus amigas.

Miró por la ventana, tratando de recordar lo que estaba estudiando, cuando su celular sonó.

Estoy afuera del templo, con un plan al que no podrás negarte.

- ¿Qué? - sonrió, elevándose y abriendo la ventana, encontrándose con el peliplata, de espaldas, contemplando el inicio del atardecer.

Eres increíble.

Pensó, mientras salía de la habitación y, posteriormente, de la casa.

- Inuyasha - él volteó, sonriendo al verla - ¿Qué haces aquí?

- Fueron demasiadas horas lejos de ti - la abrazó, aspirando su dulce aroma - Como te dije, tengo una propuesta a la que no puedes negarte.

- Bueno - se apartó, mirándolo - Te escucho.

- Tengo un regalo para ti, pero deseo dártelo en algún lugar... mas natural.

- Hay un parque por aquí, cerca.

- Perfecto.

La joven le avisó a su familia y emprendió el pequeño viaje junto al joven. En el camino, charlaron de cosas superficiales, que iban divisando por las calles.

- Al parecer, alcanzamos al atardecer - se detuvieron en una pequeña colina, mientras él se posicionaba detrás de ella.

- Cierra los ojos.

Obedeció y, segundos después, pudo sentir el frio del metal, rozando su cuello. Los abrió, encontrándose con un hermoso collar, que llevaba por dije una perla rosada.

- Es... hermosa - pronunció, emocionada.

- ¿Te gusta?

- ¿Bromeas? ¡Me encanta!

- Es... una réplica de lo que se conoce como la perla de Shikon.

- Escuche algo de ella, en la secundaria.

Ambos se sentaron en el pasto, mientras ella no dejaba de observarla.

- Cuenta la leyenda... que, hace mal de mil años, una sacerdotisa y un hanyo se enamoraron, aquella sacerdotisa era la protectora de la perla... y todos los demonios y seres malignos, trataban de apoderarse de ella, sin embargo, aquella mujer era muy poderosa - Kagome lo escuchaba con atención - Pero... hubo un enemigo que fue más astuto que los dos... aquel ser, los engañó, tomando la forma del otro y atacándolos... el hanyo salió ileso... pero ella no lo hizo. Ambos creían que el otro los había traicionado y... se asesinaron mutuamente... en realidad, ella selló al hanyo y murió, llevándose la joya consigo...

- Eso... es muy triste - pronunció la joven.

- 50 años después de aquel suceso, otra joven, proveniente del mundo moderno, llegó a la época feudal, llevando consigo a la perla en su interior, la cuál fue extirpada por un demonio que la atacó... aquella mujer logró romper el sello del hanyo y, en una situación desafortunada, días después, rompió la perla en decenas de pequeños fragmentos - sonrió - Además, de que descubrió que, al igual que la otra joven, poseía poderes espirituales y, era la única que podía ver y percibir los fragmentos, además de purificarlos, si es que estos habían sido contaminado... fue entonces, que ambos debieron trabajar juntos, recolectando aquellos trozos, para que no cayeran en manos equivocadas. En el camino, no sólo conocieron a personas que se volvieron sus amigos... un monje, una exterminadora y un pequeño niño zorro, si no que... se enamoraron.

Los ojos de la morena comenzaron a brillar, mostrando su notorio interés.

- Pero... el alma de la sacerdotisa, que había sido asesinada injustamente, fue regresada de nuevo a la "vida", en contra de su voluntad...

- ¿Y se reencontró con el hanyo?

- Así es... el alma de la mujer estaba llena de odio y resentimiento... deseaba asesinarlo, ya que creía que él era el causante de su muerte, sin embargo... con el tiempo descubrieron la verdad... pudieron darse cuenta, de que habían sido engañados y, al conocerse poco, no lograron confiar el uno en el otro. El hanyo se sentía culpable, pues ella había perecido porque él no confió en ella y, al mismo tiempo, estaba enamorado de aquella joven proveniente de la otra época.

- ¿Y que sucedió?

- La joven era tan sabia y poseía un corazón tan grande... que comprendió la situación... y se quedó a su lado, incluso ayudándolo a proteger y salvar a la otra joven en más de una ocasión. Continuaron su camino, atravesando millones de situaciones y adversidades, que sólo los acercaron más y fortalecieron aquel lazo que los unía... al punto en que, ambos se protegían con voracidad, dispuestos a dar la vida por el otro - hizo una pausa - Con el tiempo, la sacerdotisa cayó en manos del enemigo, quién casi poseía la perla completa y, utilizó sus últimas energías, para dejar una luz en ella... una luz que encontraría su finalidad más adelante.

- Ella... ¿murió? - la expresión de la joven emanaba tristeza.

- Si - murmuró - Pero... logró reconciliarse con el hanyo, encontró la paz en sus brazos, besando por última vez sus labios... no llores, pequeña - sonrió - Porque... él logró superar su duelo... y junto a la joven que amaba y sus amigos, lograron enfrentarse, en una última batalla con el enemigo...

- Al menos dime que todo resulto bien.

- La perla de Shikon, o esfera de las cuatro almas, era capaz de incrementar la fuerza o los poderes de quien la poseía, además de cumplir un único deseo, sin embargo, sólo le traía dolor y desgracia a su dueño. Aquella joven, logró comprender, que la única manera en la que la perla desaparecería, era deseado su desaparición

- ¿Y cómo lo hizo?

- Cuando asesinaron al enemigo, la joven fue absorbida por la perla, la cual deseaba que ella y el enemigo, lucharan por toda la eternidad en su interior... pero, no contaba con que, aquel hanyo, quién poseía una poderosa espada, herencia de su padre, no dejaría que ella se fuera tan fácilmente, por lo que, abrió un portal al inframundo... yendo en su búsqueda.

- ¿Y la encontró?

- Por supuesto que lo hizo... estuvieron tres días en la oscuridad... hasta que volvieron a unirse y, en ese momento, ella, segura en los brazos del hombre que amaba, pidió el deseo, eliminando a la perla, para siempre.

- Pero... ¿ellos terminaron juntos?

- Es curioso - colocó sus manos en su barbilla - Porque, luego de que la perla desapareció, cada uno regresó a su época y, durante tres años no lograron verse, hasta que... gracias a sus fuertes corazones y el enorme deseo de verse, ella pudo volver... reencontrándose con él, quién nunca había dejado de esperarla. Se casaron tiempo después, convirtiéndose en padres, de una hermosa niña, llamada Moroha.

- Wow... es una historia fascinante - miró a la perla - Y... llena de amor...

- Lo es, a pesar de ser sólo una leyenda - se quedó observándola, con un brillo en sus ojos.

- ¿Qué sucede?

- Bueno, como dije, sólo es una leyenda, pero... te pareces mucho a la joven que destruyó la perla, al menos en los bocetos de internet.

- ¿Y eso es bueno o malo?

- Para mi... es perfecto - ambos permanecieron en silencio un momento - Este collar... le pertenecía a mi madre...

- ¿Qué? - se sorprendió.

- Si, ella... ama esta historia, sobre todo por la manera en la que el hanyo logró superar todo y encontrar su lugar en el mundo, al lado de aquella joven... en sus raros pensamientos, dice que le recuerda a la manera en la que yo superé mi ruptura con Yura y ahora mi lazo contigo, salvando las instancias, claro - rio.

- ¿E... ella... sabe de mi?

- Por supuesto... no voy a esconderte de mi familia, de hecho, en la cena que tuvimos... hablé de ti y fue en ese momento, que me entregó el collar, para que te lo diera.

- Inu... Inuyasha... eso es... - tapó su boca.

- Mi pequeña - sonrió, sentándose a su lado - Eres muy emocional.

- Lo sé, soy una tonta.

- No lo eres - tomó su rostro entre sus manos - A mi, me encanta tu manera de ser.

Ella sonrió, mientras el la besaba tiernamente, frente a las primeras estrellas que se aparecían en el cielo.


Extra: Cambios de última hora

La jovencita se encontraba sentada en su dormitorio, leyendo los documentos del más reciente caso de su jefa, mientras degustaba de un café, cuando su celular comenzó a sonar

- ¿Número de identidad protegida? - normalmente, no respondería, sin embargo, lo hizo - ¿Hola?

- Rin, lamento llamarte un domingo.

- ¿Señor Sesshomaru? - se reclinó en su silla, con sus ojos abiertos de par en par - N... no, no es molestia.

- ¿Podrías venir a la oficina de Kagura? Necesito tu ayuda con unos asuntos.

¿Mi ayuda? ¿De verdad está pidiendo mi ayuda?

- Cla... claro, por su puesto, señor.

- De acuerdo, enviaré a Mukotsu de inmediato - cortó, sin esperar respuesta.

Su corazón latía a mil pulsaciones por segundos, amenazando con salir corriendo de su pecho. Rápidamente se puso de pie, buscando su ropa de oficina. Media hora después, se encontraba rumbo a ella.

Al llegar se encontró completamente sola, pasando su mirada por el ancho del lugar, mirando la puerta del salón, la cual se abrió rápidamente, mostrando al hombre de ojos dorados, observándola fijamente.

- Puedes entrar - pronunció, ingresando, seguido por la joven.

Él se sentó detrás del escritorio de su prometida, mientras ella lo hacía al frente.

- Reitero mis disculpas por hacerte venir un domingo, sin embargo, necesitaré de tu ayuda con lo que se avecina - la miró fijamente - ¿Has hablado con Ayame? ella también deberá estar enterada de la situación.

- Bueno, la vi anoche, pero... no somos muy cercanas.

- Comprendo - hizo una pausa, desviando su mirada al escritorio - Kagura se ausentará por un tiempo indeterminado.

- ¿Que? - se sorprendió - ¿Por qué? - aquella pregunta abandonó sus labios antes de que su mente la procesara y notó la incomodidad en el rostro del hombre.

Ya no lo soporto más... ten... puedes quedarte con el... sólo, no me sigas, regresaré cuando me sienta mejor. Oh... Sesshomaru, eres libre de hacer lo que te plazca, al igual que yo.

De un momento a otro, el anillo de compromiso, que ella le había devuelto, comenzó a pesar en el bolsillo de su pantalón. Estaba molesto y con su orgullo herido, sin embargo, lo disimulaba a la perfección, aunque, el hecho de que Rin se encontrara allí, de alguna manera, aliviaba la tensión que sentía en su interior.

- Yo me encargaré de estos casos por el momento... mientras Bankotsu continua en nuestras oficinas, por lo que, será primordial, que nos reunamos luego del trabajo, para que me pongas al corriente de todo, ya que ella era muy reservada con respecto a su trabajo, en casa.

- Esta bien, pero... ¿no sería de ayuda que Ayame también estuviera presente?

¿Por qué hice esa pregunta? Es decir, desearía... compartir un momento a solas con él.

- Ayame me ayudará, desde otro lugar - respondió con seriedad - ¿Sería demasiado pedirte que trajeras los documentos de tu escritorio? Mientras más rápido comencemos, más rápido me pondré al corriente.

Asintió, poniéndose de pie, tratando de no sonrojarse al saber de que pasaría el resto de su domingo, al lado de su jefe.