RESUMEN
Los planes de Rin Taisho se ven arruinados cuando su padre le dice que han heredado un titulo nobiliario y deben trasladarse a la propiedad de inmediato. La casa vieja mantiene a Rin recelosa hasta que su hermana hace un escabroso descubrimiento; la antigua condesa es idéntica a ella, tanto en nombre como en apariencia. Intrigada decide buscar información sobre sus antepasados descubriendo un pasado oscuro al rededor del matrimonio con el antiguo conde Sesshomaru Taisho. Para su mortificación pronto se ve obsesionada con un retrato del conde e inconscientemente la noche de navidad pide un peligroso deseo.
"—Sesshomaru Taisho, como deseo haberte conocido"
CATORCE
El doctor Topo entró aquella mañana en su dormitorio, Sesshomaru estaba parado en una esquina imitando a una parca y, por supuesto, vestido totalmente de negro. El examen se llevó a cabo con la eficiencia, sutileza y gran vista que caracterizaba a tal doctor, es decir; ninguna. De haber podido, Rin le habría quitado las herramientas y se habría hecho el incómodo y anticuado examen ella misma.
El viejo doctor terminó su evaluación como cual persona escandalizada por haber visto a alguien en un acto extremadamente íntimo.
— Mi lord, he terminado — se dirigió únicamente a Sesshomaru, como si ella no estuviese allí y no fuese a quien había examinado.
Después, se dispuso a recoger su maletín.
—Y bien, ¿Cuál es el resultado? — preguntó ella molesta por estar siendo tan abiertamente ignorada.
El medico miró a Sesshomaru en busca de aprobación, aquello la molestó aún más.
—Hable — le autorizó el conde.
El topo refunfuñó. Este hombre iba a enloquecerla.
— Me temo que la condesa no está en estado — informó decepcionado —. Si lo desea, dejaré una receta para el aumento de la fertilidad.
—No será necesario — respondió ella —. Le agradecemos sus servicios.
El medico arrugó la cara, no le había gustado que fuese ella quien respondiera. Sin embargo, al ver que Sesshomaru no había refutado su respuesta, hizo una reverencia y salió.
Ella se levantó, se amarró con fuerzas las cintas de la bata y caminó hacia la puerta.
— Rin — pronunció Sesshomaru.
— Ahórrate las disculpas y vete, no quiero escuchare — abrió la puerta para que él saliera—. Ya no eres bienvenido en esta habitación.
Él hizo un ademan de responderle. Rin apartó su mirada a otro lado. Escuchó sus pasos acercarse, detenerse a su lado para luego alejarse y perderse en el pasillo.
Cerró la puerta y se dejó caer con la espalda pegada a la madera. La cabeza le dolía, se masajeo las sienes con las yemas de sus dedos y sintió como todo el avance que había hecho se había ido por un tiradero.
La mañana de aquel lunes la lluvia primaveral los había visitado. Marzo el mes de la primavera. Junto con la lluvia habían llegado un paquete de cartas, invitaciones a los eventos más esperados de la temporada que había comenzado. La mayoría era en Londres, otros tantos eventos de caza en Hampshire.
Rin rompió el sello de la carta que tenía en sus manos, era de Ruen, la hermana pequeña de lady Rin. La joven le relataba los preparativos y clases a las que era sometida para su pronta presentación en sociedad, "Me llevan al matadero " decía la joven en su carta.
Le sacó una sonrisa.
Su nivel social estaba por el suelo. Desde que había llegado solo había visitado las propiedades de los inquilinos y a decir verdad quería salir y ver otros rostros. La poca compañía que Kanna le brindaba también se había acabado, ya que lady Irasue había dejado la casa la semana anterior. Todo lo que le quedaba eran las pocas interacciones por correo con personas de la familia de lady Rin y alguna de sus amigas que le escribían fielmente cada mes. Al principio ella se había inmiscuido en las cartas con el propósito de indagar el pasado de lady Rin, sin embargo, no había nada que hiciera mención al día de su compromiso con el conde. Con el tiempo, descubrió que podía ser entretenido y encontró disfrutando del arte de la correspondencia.
Días después de haberse ido, Hitomico le había escrito palabras de sorpresa al enterarse que no estaba embarazada y se disculpó deseando no haberle causado ningún inconveniente. Ella le había respondido que no había habido problemas, solo un poco de decepción por parte del conde cuando se enteró que solo era un mal entendido. La realidad había sido muy distinta, la relación con Sesshomaru, si es que podía decirse que tenían algo, se había terminado de ir al infierno. Ya no había pláticas, no había besos, mucho menos sexo. A lo sumo un buenos días o buenas tardes si se cruzaban alguna vez en el camino.
Para esa fecha había intentado ir cinco veces más a la cueva, teniendo éxito solo en dos, sin embargo la cueva no había emitido luz, no había aparecido ningún lobo y casi se congelaba antes de rendirse y volver a la mansión. Sesshomaru no había ido tras ella en ninguna de las 5 ocasiones, entre los empleados se murmuraba que el conde estaba entretenido buscando algo o a alguien. Ella sospechaba que su entretenimiento tenía que ver con la mujer misteriosa con la que lo había visto hablando la otra noche. Pero por más que había intentado averiguar al respecto, nadie sabía más que ella sobre la mujer.
Además de eso, la hurona Kirara se había desaparecido desde la tarde de su pelea con Sesshomaru. Como lo veía estaba atrapada de todas las formas posibles, su única esperanza era que el lobo apareciese de nuevo. Tal vez el animal estuviese relacionado de alguna forma con la habilidad de cruzar en el tiempo puesto que la primera vez fue él quien la llevó a la cueva y la segunda parecía como si le estuviese mostrando el camino.
De cualquier manera lo único que podía hacer era esperar.
Aburrida. En soledad. Sin poder hacer lo que le gustaba. Leyendo cartas y respondiéndole a gente que en su vida había conocido.
Se repantingó en el asiento. La siguiente carta era una respuesta para Lady Ruen. Agradecía al cielo que esas costumbres de mostrarse como mercancía a la venta para un hombre hubiesen quedado obsoletas, porque no se habría imaginado a ella misma en esa situación, que su mayor triunfo como mujer fuese pescar a un hombre rico con el título más alto del país.
La puerta del estudio se abrió.
—No sabía que estabas aquí — Sesshomaru parecía avergonzado de entrar a su propio estudio.
—No te preocupes, ya me iba de cualquier forma — a esto era lo que había llegado. Cordialidad.
Rin recogió las hojas que había escrito. No se iba a quedar allí a torturarse. Al levantarse una pila de cartas se estampó contra el piso
El conde las recogió antes de que ella tuviese tiempo de reaccionar.
— Invitaciones — descubrió al leer una de los enunciados.
—Tal parece que somos populares aunque nunca salimos de la cárcel —mencionó ella arrepintiéndose al instante. No quería ser ella quien iniciara una pelea.
— ¿Holly Sword te parece una cárcel?
Rin entorno los ojos. ¿Por qué no se había mordido la lengua?
— Que tenga una feliz tarde, milord.
Dicho esto se encaminó a la salida. No iba a gastar sus energías en una discusión en vano.
—Espera — ella se detuvo en la puerta, sin girarse —. Tengo que ir a Londres.
— Que tenga un buen viaje — le deseó.
— ¿Quieres ir? Podríamos asistir a una fiesta o dos. La de tu familia, por ejemplo. Es la primera temporada de Ruen, imagino que te gustaría verla y apoyarla.
Ahora si se giró. Le estaba pidiendo que fuesen a la capital, donde había un asedio de gente, donde quizás también iría su ex. Donde todos se percatarían de la pésima relación que tenían.
Estaba dispuesta a decirle inmediatamente que no, pero entonces lo miró a los ojos. Tenía una expresión que jamás había visto, era como si hubiese puesto todo su orgullo en esa invitación, como si le estuviese ofreciendo una tregua. No quiso arruinar el esfuerzo que le había costado al hombre hacerle esa petición y lo que significaba con todos sus alegatos.
Pero si decía que si significaba alejarse de la cueva.
—Lo pensaré.
— Si decides venir, saldremos por la mañana
No, abandonar Hampshire no era una buena idea.
Con ese pensamiento se fue a la cama.
El ruido en la habitación contigua había cesado hacia unos minutos. Ya el equipaje del conde debía de estar listo. Probablemente ya estaría dormido y ella seguía torturándose con pensamientos irracionales.
Era una tontería ir a Londres. Si se iba, tal vez nunca podría regresar. Pero si se quedaba, quizás sería la última vez que vería a Sesshomaru. El pensamiento de que tal vez podría morir en el trayecto, o pescar una enfermedad y nunca volver la martirizaba.
Se removió inquieta en la cama.
Cerró los ojos y comenzó a contar ovejas imaginarias, de alguna manera tendría que conseguir relajarse.
Casi lo consiguió, casi.
Justo en el momento en el su cuerpo se relajó sintió algo peludo por su pierna, cintura y ahora pechos.
La rata.
Se levantó de la cama con un salto, si se trataba de comparar la imagen, lo más parecido seria a cuando un gato brincaba asustado curvando su cuerpo. La oscuridad no la dejaba ver a donde había ido el roedor, se quitó el camisón en un intento desesperado de limpiarse las partes donde la había sentido. No fue consciente de que había gritado hasta el momento en que la puerta que conectaba con la habitación del conde se abrió súbitamente.
Rin se paralizó.
Sesshomaru entró y fue directamente hasta ella.
— ¿Qué sucedió? ¿Estás bien? — inquirió con preocupación.
Le tengo miedo a la mascota de tu esposa.
— Tuve una pesadilla —vaciló nerviosa.
— Shhh, tranquila.
Lo siguiente envió descargas eléctricas por todo su cuerpo; él la abrazo y lo primero que sintió fue el contacto de sus senos desnudos con el duro pecho, también desnudo, del conde. Su garganta se secó, sintió a su vez que los brazos de Sesshomaru se tensaron, definitivamente no creía que él se hubiera dado cuenta de su desnudes antes de abrazarla. Él había dejado de respirar y estaba tan tieso como una piedra.
Poco a poco los brazos del conde se fueron aflojando, un leve temblor la atacó cuando él deslizo sus dedos por su espina dorsal. Ahora tenía calor, mucho calor. Quería interponer sus manos entre ellos pero su cuerpo no le hacía caso. Las manos de Sesshomaru se amoldaron a su espalda, moviéndose cada segundo con más libertad. A Rin le costaba cada vez más respirar y en el momento en que él alzo su mentón con una de sus manos fue su perdición.
Sus ojos se abrieron desorbitados, el camisón cayó al piso, los ojos dorados se fundieron con los de ella antes de cerrarse y bajar sus labios hacia ella. Iba besarla si no hacía algo para detenerlo.
Y entonces Kirara chilló.
Rin empujó lejos al conde. Se agachó para recoger el camisón que le recordaba a las pijamas de su abuela y se lo volvió a colocar.
Sesshomaru no se había movido ni un centímetro de su lugar.
— Creo que tú mascota quiere dejar Holly Sword.
Rin se giró hacia él sin entender lo que quería decir. Sesshomaru le señaló con la cabeza el lugar de la salita contigua.
Kirara estaba intentando invadir una maleta, cuando consiguió meterse asomo su cabeza peluda en dirección a ella. Rin habría jurado que la rata le decía; "Vamos".
La hurona había aparecido en el momento preciso para decirle que tenia que ir a Londres.
Dejar Hampshire no sería bueno se repetía a sí misma. No importa que tan tentador sonará la posibilidad de conocer la capital en los 1800 alejarse de la cueva no era favorable.
El viaje a Londres en esa época era una experiencia totalmente diferente, desde el casquillo de los caballos hasta el sonido de los animales. Todo era distinto. El camino contenía mucha más vegetación, el aire se sentía más puro y refrescante.
Dos doncellas le habían preparado una maleta improvisada con ropa y artículos personales. El viaje se había retrasado por dos horas de su salida original, sin embargo Sesshomaru no había emitido queja alguna. Él le había ayudado a subir al carruaje y había subido despues. Kirara había entrado por su cuenta y se había echado en el asiento del medio. Su cascabel tintineaba cada vez que pasaban por un bache.
Rin abrió un libro que había tomado de la biblioteca e hizo el simulacro de que lo leía. Durante el camino hicieron dos paradas para comer y asearse. Después de la última se había quedado dormida.
Llegaron a Londres por la noche, al bajar Rin notó como una fila de sirvientes estaban alineados frente a la entrada. Le hicieron una reverencia a ambos, para luego ser recibida por un ama de llaves excesivamente entusiasmada por mostrarle la casa.
— La condesa hará el recorrido mañana – Sesshomaru había cortado la efusividad de la mujer.
— Como lo desee – respondió desilusionada, a Rin le causo pena decepcionarla. Parecía que la mujer la había estado esperándola desde hacía mucho tiempo.
Con una reverencia el ama de llaves se había retirado.
El conde la guio a la planta superior, el ala de las habitaciones estaba del lado derecho. Rin conocía la casa, puesto que cuando era niña habían asistido a una que otra fiesta que el conde anterior a Mioga había celebrado. Sin embargo, con el pasar del tiempo su familia perdió el contacto con sus primos. Rin se pregunto como seria la casa en el siglo XXI, su padre había estado tan ofuscado con recuperar Holly Sword que había ignorado por completo la casa Londinense.
Rin entró en el dormitorio. Al igual que Holly Sword, estaba conectado al de Sesshomaru por una puerta interna, solo que su tamaño era menor. Pero aún seguía siendo cuatro veces más grande que la habitación que compartía con Heaven en Oxford.
— Que descanses – le dijo el conde en la puerta. Ella le respondió con un asentimiento de cabeza.
Le habían llevado la comida y se había acostado a dormir. Al día siguiente decidió que recorreria la casa, por alguna razón la rata la había hecho venir y ella iba a descubrir cuál era.
Rin se despertó casi a las 11 de la mañana. Agradeció a la doncella que había subido a desempacar su ropa, la ayudó a vestirse y le llevó el almuerzo.
— ¿Sabes si mi esposo esta en la casa?
— Lord Takahashi salió antes del amanecer, milady.
—¿Dijo a dónde iba?
La chica negó con la cabeza.
Bien, él le había dicho que tenia que venir a Londres, quizás había salido a hacer lo que fuera que tenia que hacer. Rin ignoró la decepción que comenzaba a formarse en su interior. Tal vez su invitación no había tenido nada que ver con una tregua y solo la había traído para no dejarla sin vigilancia en Hampshire.
Despues de almorzar el ama de llaves, la señora Smith, le había mostrado la casa, no era tan grande como Holly Sowrd, pero sus 15 habitaciones, 3 salas de estar, dos comedores, salón de baile, 20 cuartos de baño y jardín espectacular habían que ella considerase la casa como una mansión. La Sra. Smith se mostraba orgullosa del mantenimiento que tenia la casa. Rin sintió decepcionarla nuevamente cuando le pidió sus instrucciones y si planeaban ofrecer una velada ahora que habían salido de su reclusión en Hampshire.
Ella no tenia ni idea de que se compraba o que se planificaba para el funcionamiento de una casa tan grande y a decir verdad, no le interesaba aprender a hacerlo. En Holly Sword el ama de llaves nunca le preguntaba nada, solo la miraba con desaprobación cada vez que iba a la cocina a prepararse algo ella misma.
— Solo siga haciéndolo como hasta a ahora e infórmeme – los hombros de la Smith se encogieron en señal de desilusión —. Sin embargo, a veces me gusta cocinar. No me desapruebe cuando lo haga.
— Pero milady, la cocinera puede hacer para usted lo que desee, solo debe pedirlo – replicó ofendida.
— Me gusta hacerlo cuando estoy aburrida y últimamente me aburro mucho.
—Pero…
Rin se giró con una sonrisa.
— ¿Sabe qué? — la mujer dirigió toda su atención hacia ella —. Muéstreme lo que tiene en su alacena, creo que al final si agregare una cosa o dos a la lista de compras.
Su intención no era la de revisar tal lista. Al contrario de Kaede, la Sra Smith tenia bastantes ganas de socializar con ella, tal vez ella podría decirle algo sobre el conde o sobre lo que había pasado entre él y lady Matou. Solo tenía que ser amable, fingir interés y quizás podría descubrir más piezas del retorcido rompecabezas.
Cuando Sesshomaru volvió ella estaba en la cocina probando las mermeladas de la Sra. Smith.
— Milord — el ama de llaves saltó de su asiento.
Sesshomaru hizo un asentimiento con su cabeza.
— Acompañame — más que una petición, había sido una orden.
Rin lo siguió por el pasillo hacia la sala de estar.
— Mi madre ha venido a tomar el té. Está en la sala esperándonos.
Rin asintió.
Ambos entraron a la sala. Kanna, al verla, fue en carreras a darle un abrazo. Entusiasta le enseñó un nuevo libro de dibujos que su hermano le había regalado.
La condesa le dio el típico saludo de la época.
—Kanna, deja de lady Rin tome asiento.
Rin centro su atención en la condesa y el hombre que estaba con ellas. La condesa lo presentó como su hijo menor. El hermano en cuestión era una copia más relajada de Sesshomaru, ella ya lo había visto en las pinturas de Holly Sword. Era Inuyasha Taisho, quien heredaría el título cuando su hermano mayor muriese.
A Rin se le hizo un nudo en el estómago al pensar en lo cerca que estaban de que eso sucediese.
El chico la saludó con una sonrisa, Rin no pudo hacer más que corresponderle. La Condesa también se mostró agradable. Sesshomaru, en cambio, abandonó la estancia a la primera oportunidad.
— ¿Cómo se porta el idiota de mi hermano?
— ¿Perdón? — a ella le pareció que había escuchado mal.
— Inuyasha, controla tus palabras —lo regañó su madre.
— Siempre hace lo que quiere. Es un insufrible.
Rin casi escupe el contenido de su taza al escucharlo decir eso.
— No sé si insufrible sea la palabra correcta. Pero está intentando ser agradable y lo aprecio.
— Es reconfortarle escucharlo. Sesshomaru suele pasarse por canalla — soltó Inuyasha.
Rin no tenía ni idea que debía de responder a eso. No sabia porque sentía el impulso de defenderle.
— Pues está haciendo el intento de no serlo.
El chico la miró con una sonrisa triunfante. Rin se dio cuenta de que le había estado tomando el pelo y ella había caído en su engaño. Ahora el hermano menor sabía que Sesshomaru no le desagradaba por completo, la pregunta era: ¿Qué tanto sabia este chico de lo que había pasado entre Sesshomaru y lady Rin?
La Sra. Smith y ahora Inuyasha. Dos personas que podrían ayudarla a destapar el enredo del pasado, solo necesitaba paciencia y astucia.
La mañana del jueves una doncella la había despertado temprano. Ella había insistido en que debía vestirse para salir.
El edificio antiguo de la calle 305 ya no se veía tan antiguo, las paredes exquisitas lucían nuevas, y es que lo estaban. El edificio en cuestión había sido construido unos años atrás, Rin se conocía su historia. Uno de los primeros centros psiquiátricos de Londres, donde había nacido la psicología moderna, lejos de las torturas y prácticas medievales, allí se había dado paso a las prácticas menos ortodoxas, con médicos egresados de las mejores universidades de Berlín. Pero todo aquello no pasaría hasta finales del siglo XIX.
¿Por qué Sesshomaru la traía a este lugar?
La pequeña sala a la que entraron carecía de adornos, solo un juego de muebles de recibo y una mesa de café hacían parte de su mobiliario. Una mujer les sirvió té.
— El señor Wundt en seguida estará con ustedes.
Un apellido alemán. Rin entrecerró los ojos y miro al conde, este estaba entretenido con una taza. Ella en cambio no podía concentrarse en nada.
Wundt llegó enseguida. Era un hombre joven, rubio de ojos claros. Saludó primero a Sesshomaru y luego a ella.
—Milady, un placer conocerla — el hombre hizo una pequeña reverencia—. Soy Wilhem Wundt.
Y la taza de Rin tembló, un psiquiatra. El fundador y padre de la psiquiatría en el mundo. Se quedó en shock. ¿Estaría el conde buscando su ayuda para tratar a Kanna?
Antes de que ella hubiese reaccionado, Sesshomaru le había quitado la taza. También le había dicho algo al psiquiatra. Rin estaba tratando de unir cabos en las fechas. No creía que a esas alturas Wundt hubiera realizado sus estudios y experimentos que lo catalogaron como padre de la psicología.
Rin se dio cuenta de que ambos la estaban mirando. Wundt repitió que le había preguntado su nombre.
—El placer es mío — respondió ella — Lady Rin Taisho.
Wundt ladeó la cabeza.
Rin maldijo por dentro. Era Rin Matou de Taisho. Había dicho su apellido de manera instintiva.
Reconocía esa mirada inquisitiva del psiquiatra no estaban allí por Kanna, estaban allí por ella.
Wundt los invitó a pasar.
Tras varias preguntas generales, en las que Rin agradeció al cielo por haber leído la biografía de Rin Matou y saberse su edad y fecha de nacimiento, Wundt inquirió.
— Milady, me ha contado su esposo que tiene problemas para recordar su pasado. Es eso cierto.
—Si — respondió —, es cierto.
El psiquiatra se levantó de su asiento, miró a Sesshomaru en busca de su consentimiento y luego se dirigió a ella.
— ¿Podría revisar el lugar de la herida?
Rin asintió. Se llevó los dedos a la derecha de su frente donde tenía una pequeña cicatriz que se perdía en su cabello.
— ¿Su esposo me dice que perdió el conocimiento luego del golpe?
— Así es. No logro recordar exactamente lo que sucedió antes.
— ¿Y lo que sucedió después? — indagó.
Debía ser precisa con sus respuestas. Tenía que concordar con la historia que le había contado a Sesshomaru.
— Recuerdo tener frío y que alguien me abrazó para llevarme afuera. Recuerdo haberme subido a un caballo, luego agua caliente. Perdí el conocimiento después, cuando me desperté no recordaba cómo había llegado a la cama y pensaba que estar en la cueva había sido un sueño.
— ¿Algún otro síntoma?
Sesshomaru la estaba observando, atento a su respuesta.
—Me sentía mareada y con ganas de vomitar. También me dolía la cabeza — mintió sabiendo que eso era lo que Wundt quería escuchar. Los síntomas de una conmoción cerebral. Aunque no creía que Wundt supiera el nombre de tal lesión o estuviera seguro de que eso era lo que ella debía de haber sentido.
— ¿Recuerda el nombre de sus padres? — continuó preguntando.
—Lady Hitomico y Lord Naraku Matou.
— ¿Sus hermanos?
Alabadas sean las cartas que había estado compartiendo con las hermanas Matou.
— Sota, Sango y Ruen Matou.
— ¿Recuerda con quién están casados?
Si, Ruen lo había mencionado.
—Sota con Lady Mei, Sango con el Duque Kuranosuke Takeda y Ruen será presentada esta temporada.
— ¿Alguna otra persona digna de mención?
¿Qué rayos?
Rememoró las cartas de la adolescente
— Las gemelas de Sango, tía Aby.
—Quiero que me hable de su infancia.
Rin estuvo a punto de voltear los ojos.
—Solía bromear con mi hermana que la presentación en temporada era lo mismo que le hacían a los cerdos cuando los llevaban al matadero. Solo que a nosotras nos ofrecían a un hombre — parafraseó la frase escrita en la carta que había enviado la muchacha a su hermana.
Wundt casi sonrió. Sin embargo, se limitó a anotar su respuesta en el cuaderno. Rin siguió mencionando las anécdotas de Matou que ella había leído en la correspondencia.
— ¿Regresar a Londres le ha traído algún recuerdo olvidado? —preguntó Wundt después.
— No, hasta los momentos sigo en blanco.
Wundt anotó.
— ¿Le ha temido a los animales toda su vida?
—No les temo, solo que tener un encuentro casi mortífero con un lobo hace que ahora me ponga nerviosa.
Wundt anotó de nuevo.
— Aparte de montar a caballo, ¿Alguna otra habilidad que sienta que ha perdido u olvidado?
—No he reparado en ello — que dios la amparara de que lady Rin fuese una virtuosa en alguna otra habilidad en la que ella fuese pésima.
El interrogatorio se prolongó por media hora más, Wundt había intentado sacarle hasta las frutas que se había desayunado esa mañana. Rin se había mantenido lo más serena que sus nervios le habían permitido, pero a medida que Wundt avanzaba con sus preguntas, ella confirmaba que su visita al psiquiatra tenía un trasfondo. El psiquiatra hacia demasiadas preguntas, esas que haces cuando tienes demasiado tiempo sin ver a un amigo y quieres confirmar si de verdad es tu amigo a quien ves ahora o que tanto ha cambiado, y eso era solo por una razón.
Sesshomaru sospechaba que ella no era Rin Matou
Al terminar, la secretaria se la había llevado a otra sala donde le ofreció otra taza de té. Magnifico, pensó. Ahora el psiquiatra le estaba dando su diagnóstico a Sesshomaru, mientras ella esperaba anodina tomando una taza de té.
Ahora que lo recordaba, en una ocasión el doctor topo la había examinado en Holly Sword, en ese momento él había mencionado que no encontraba nada que avalaran los síntomas descritos. Eso quería decir que siempre lo había sospechado. Ahora, no eran muchas sus opciones; uno, Wundt le decía que había encontrado que, probablemente, ella había mentido en cada una de sus respuestas y que era una usurpadora, lo cual era totalmente cierto o dos, le decía que su conmoción le impedía recordar hechos traumáticos, lo cual podría ser cierto a nivel médico. Solo que no estaba segura cual sería el tratamiento para tal afección en esa época. Cualesquiera de las dos, el resultado no sería agradable para ella.
Feliz Navidad
