Disclaimer: Highschool DxD no me pertenece.

Editado el 4 de octubre de 2021.

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Prólogo
El Nuevo Inicio de las Cosas

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Un sencillo día de primavera, fue capturado.

Secuestrado, tal vez, sería una mejor palabra.

Se encontraba por el centro, camino del centro comercial. Acababa de pasar a un par de empresarios, que parecían estar concentrados en su discusión sobre algún tema económico que no entendía del todo, cuando sintió que lo agarraban de ambos brazos y, tras arrastrarlo hasta un callejón, le ponían una bolsa en la cabeza. Acto seguido, abrieron un contenedor dentro, liberando un gas que le hizo perder la conciencia.

Vaya forma de pasar el día, se dijo.

—¡Hey! ¡Suéltenlo!

Adormilado como estaba, solo sintió como lo dejaban y el lugar se llenaba con ruidos de pelea. Sintió como lo arrastraban por el suelo, pronto perdiendo el conocimiento.

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—Oye, despierta de una vez. Ni yo duermo tanto.

Le costó un poco levantar la cabeza, encontrándose en lo que parecía ser la sala de estar de un apartamento, aunque la decoración no le era familiar. Frente a él estaba un hombre de mediana edad, distinto a los de antes de caer inconsciente, que mostraba una mirada aburrida junto a una mata de pelo canoso. Fácilmente superaba los treinta años, quizá los cuarenta. Había más gente en el lugar, dadas las figuras que veía moverse de un lado a otro del lugar, pero no reconocía a nadie. Noto también que estaba sentado frente a una mesa, aunque, para su suerte, no estaba amarrado a la silla. Aunque algo alarmado, se relajó ligeramente al no ver a quienes le pusieron la bolsa en la cabeza entre las personas que aparecían y desaparecían del lugar.

—Hasta que por fin despiertas —continuó el desconocido, cruzándose de brazos—. ¿Te sientes bien? —Asintió, confundido—. ¿Notas alguna cosa rara?

—Ehm… nada fuera de lo común, creo.

—Ya veo. Menos mal. —El desconocido asintió para sí mismo, relajándose en su asiento—. Tuviste suerte de que llegáramos a tiempo. Esos magos de [Golden Dawn] tienen cada día menos escrúpulos, para nuestra mala suerte.

—¿M-magos?

—Sí, sí, detalles sin importancia.

Al ver como desestimaba el asunto con un movimiento de su mano, pasó a la siguiente pregunta que le carcomía la cabeza.

—¿Dónde estoy?

—¿Dónde? Pues en Suiza, pedazo de imbécil. ¿Dónde más?

Sintió como casi se desvanecía por segunda vez en lo que iba de día… si es que seguía siendo el mismo en primer lugar.

—¿Q-qué hago en Suiza?

—Detalles, detalles —otro movimiento flojo de su mano le dio a entender que su interlocutor no estaba interesado en compartir esa información por el momento—. Ahora… necesito que me respondas un par de preguntas. Lo más honestamente posible que puedas, ¿quieres? Mira que ya ando falto de paciencia por los encargos de ese que se cree mi jefe.

Asintió después de unos segundos, temeroso, sin abrir la boca.

—Bien. Ahora, dime… ¿has escuchado alguna vez el término [Sacred Gear]?

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—La [Magia Contemporánea] es muy similar en concepto a la [Magia Occidental], cosa esperable puesto que fue un grupo de magos occidentales quienes la crearon. Sin embargo, pese a su origen común, ambas escuelas ya tienen diferencias lo suficientemente amplias como que cualquier mago experimentado las distinga. Así mismo, mientras que la [Magia Occidental] se desarrolló en base de la [Magia Demoniaca], la [Magia Contemporánea] se desarrolló en base a la primera, creando una diferencia insalvable con la segunda.

Su profesor no parecía estar especialmente emocionado por su lección, pero tampoco aburrido. La trataba como algo que pasaba sin pena ni gloria, ausente a las miradas emocionadas de sus alumnos que se adentraban por primera vez en aquel complicado y maravilloso mundo.

—Una de las diferencias principales es el alimento o motivación detrás de ellas. La [Magia Demoniaca] usa la imaginación del usuario como motor y el poder demoniaco como combustible. La [Magia Occidental], por otra parte, usa una mezcla de conocimiento e imaginación como motor y la [Energía Mágica], un tipo de energía inyectado o "despertado" en la persona, como combustible, todo combinado con el uso de círculos mágicos para compensar la diferencia de poder, permitiendo estos facilitar los hechizos al tratarlos como una ecuación, llamado en el mundo mágico como el "Principio de la Ecuación."

Pareció reestructurarse al entrar en algo que podía considerarse más "técnico," pese a lo cual seguía sin emocionarse de sobremanera. Varios de los alumnos, él mismo incluido, se encontraban en el borde de sus asientos, expectantes.

—La [Magia Contemporánea], por otro lado, usa como motor el conocimiento e intenciones, mientras que su combustible suele ser la energía química que produce el ser humano. Esto nos lleva al principio de la magia como tal, que es modificar el mundo de acuerdo a nuestra voluntad, lo cual lleva a algunos a sugerir como teoría que nuestro modo de hacer magia es una especia de autosugestión. Las teorías más modernas sugieren que la [Magia Contemporánea] se basa en manipular las fuerzas abstractas del universo, en claro contraste con las otras que dan forma a energías ya existentes, motivo que le permitiría usar energía química en primer lugar. Para terminar con los tecnicismos, les recuerdo que sí, la mayoría usa círculos mágicos o encantamientos orales para sus hechizos, pero es su voluntad la que doblega las fuerzas establecidas. Los hechizos prefabricados son una gran ayuda para iniciar y concentrarse, pero por sí solos no harán gran cosa.

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"... y pese a todas las dificultades, tanto de ustedes como nuestras, han conseguido salir adelante y graduarse como magos de la [Organización]. Prueba de eso son las bandas de magos en los brazos izquierdos de sus chaquetas negras. Mis más emotivas felicitaciones a ustedes, y ojalá su vida solo vaya para arriba de ahora en adelante. Les deseo lo mejor, y que lo que sea que elijan hacer en este momento sea la decisión acertada. Good luck and godspeed."

Finalizadas las palabras del director a cargo del entrenamiento de magos, la poco más de una cincuentena de personas lanzó sus gorros al aire en medio de un griterío de alegría. Los encargados les dejaron ser, con emociones en los ojos. La mayoría de los graduados no llegaba a la veintena de edad, y tras los horrores que muchos de sus mayores habían presenciado en los últimos años, la emoción inocente juvenil era una brisa fresca en sus rostros. El director esperó hasta que el ruido descendiera antes de dar las últimas indicaciones.

—Tienen una semana para elegir que harán a partir de ahora. Una vez lo hagan se les será notificado su nuevo destino de servicio, o dormitorios si es que eligen tomar alguna especialidad. Nos vemos.

Y, con esas palabras, la sala se empezó a vaciar, camino a la salida. Allí, moviéndose ágilmente entre los grupos de amigos que planeaban actividades de celebración o juntas posteriores tras un bien merecido descanso, se encontraban los reclutadores, encargados de las distintas especialidades que podían elegir los recién graduados para continuar con su carrera de magos en la [Organización]. Entregando tarjetas y resolviendo dudas con sonrisas perfectamente practicadas, pese a sus esfuerzos la mayoría parecía tener ya decidido que hacer en los próximos meses de servicio.

Pese a dicha emoción y decisión general, él mismo apenas sabía que quería hacer ahora. No lo tenía claro. La gran cantidad de cosas que había aprendido en los últimos seis meses era abrumadora, y lo extraño de su entorno y su propia situación no ayudaba en mucho. Tras comprometerse a asistir a una pequeña junta para celebrar con algunos de sus amigos hechos durante sus estudios, echó una curiosa mirada por una ventana al exterior: estaba comenzando el otoño, pero entre las montañas y valles de Suiza, bien podría haber sido invierno en cualquier otra parte del mundo. Fue entonces que, gracias al reflejo en dicha ventana, notó como una de las personas en el traje negro usado como "uniforme civil" de la [Organización] se le acercaba tranquilamente, ubicándose a su costado.

—Alegre ambiente, ¿verdad? —Preguntó el recién llegado, observando el exterior. Afuera, un grupo de militares de la institución hacía ejercicio alrededor de una de las pistas del aeródromo—. Lástima que la temperatura exterior no lo acompañe plenamente. A veces me pregunto que tenían en la cabeza los que levantaron la base en este lugar.

—Seguramente anonimato. Nadie les debe hacer preguntas en un país lleno de cuentas bancarias criminales —le respondió, apoyándose en su conocimiento de películas. El desconocido soltó una pequeña risa como respuesta.

—Supongo que tienes razón. Buena observación, debo decir.

Ambos permanecieron en silencio unos segundos, cada uno en sus pensamientos.

—¿Y? —Giró su cabeza hacia el desconocido, cuya única diferencia en su uniforme respecto al que él mismo llevaba eran apenas un parche y las hombreras—. ¿Ya decidiste qué hacer desde ahora en adelante?

—… no estoy seguro —confesó, volviendo a dirigir su mirada hacia el exterior—. No me agrada mucho la violencia, por lo que sé que no iré a los Inquisidores. También sé que no tengo madera de militar, por lo que no postularé al Cuerpo Mágico. Podría ir a los Guardias, pero no estoy seguro de que sea lo mío, y no sé qué otras carreras estarían disponibles a un mago más allá de ser un Agente. Unirme a ellos sería lo más racional, pero…

—¿Pero?

—Me gustaría ver más de lo que esta organización puede ofrecerme.

—… —El extraño lo analizó de pies a cabeza de reojo antes de volver a hablar—. Apenas destaca tu presencia, puedes pensar racionalmente si te lo propones y no tienes algo definido que hacer a partir de ahora. Puedes relacionarte con naturalidad, pero a menos que alguien te destaque o la situación lo fuerce seguramente te confundirás en la masa de personas. Puedes conversar con otros sin problemas, pero tus verdaderos problemas te los guardas para ti mismo, a veces no siendo consciente de ellos. Te ha pasado más de alguna de esas cosas, ¿no?

—P-pues… sí, algunas. La verdad planeaba tratar de hacerme más popular en preparatoria y tal vez conseguir una novia, pero terminé aquí. No puedo decir que es algo que esperaba... pero así es la vida, supongo.

—Ya veo… —el extraño se le quedó mirando de reojo durante algunos segundos más, antes de girarse totalmente hacia él y extenderle, sonriente, una pequeña tarjeta con datos en ella—. Y dime, pues, señor anónimo… ¿te interesaría unirte a los Vigilantes?

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—¿Cuántos de ustedes aquí han visto películas de espías y gente que se infiltra detrás de líneas enemigas para conseguir información y realizar sabotaje, o que se quedan en hoteles y seducen mujeres de altos mandos mientras beben tragos y les sonsacan información confidencial mientras están confiados? —Fue lo primero que les preguntó su profesor el primer día del curso. La mayoría presentes levantó la mano—. Bien, olvídense de eso. El trabajo real es mucho más práctico que una estupidez como esa… al menos respecto a la primera parte. Sobre lo de seducir a las parejas de sus enemigos, les deseo de corazón que nunca tengan que hacerlo. No hay nada peor en esta vida que alguien celoso al que además le sacaron secretos por su pareja.

Bajaron la mano, avergonzados y divertidos ante la respuesta de su instructor.

—Y no me hagan empezar con el sabotaje: esa mierda ni siquiera lo hacemos nosotros. Los Inquisidores son los que lidian con el caos que involucra eso. Nosotros somos más sutiles.

Se tomó el tiempo se revisar sus alrededores. Durante los primeros meses, en un curso de magia general, había hasta veinte por sala, con tres clases distintas. Ahora apenas eran ocho, y solo a uno lo reconocía de sus clase del semestre anterior. Esta era la única clase de la especialidad. Volvió a prestar atención al frente, donde el profesor seguía hablando.

—Varios se preguntarán por qué son tan pocos alumnos en esta clase, sobre todo considerando que la gente en este rubro no abunda pese a ser muy necesario. También se habrán dado cuenta de que ninguno buscó a los reclutadores: ellos se acercaron a ustedes. Tras analizarlos, les ofrecieron unirse. No todos tomaron la oferta, por supuesto… pero los que no, seguramente ya nada recuerdan del asunto. La magia ayuda mucho con eso, la verdad. Si no la tuviéramos, nuestro trabajo, que de por sí es difícil, lo sería todavía más, y me temo que quizá ni siquiera existiríamos aquí y ahora.

—Profesor —uno de los alumnos levantó la mano, sentado en la primera fila. No es que eso dijera mucho, la pequeña sala apenas tenía tres filas de unos pocos asientos cada una. Muy pocos asientos cada una—. Para ser más preciso, ¿qué nos enseñarán aquí? Tengo entendido que los Vigilantes cubren un rango de trabajos que no son del todo similares, y algunos ni siquiera trabajan en secreto.

—Si lo dices por los detectives, esa es solo una de las opciones de carrera, y quizá la única pública. Por eso los reclutamos aparte. Ustedes podrán tomar electivos de dos rubros de la especialidad en estos meses, de las que tendrán una introducción el día de hoy. Pueden optar por Investigador de Campo, Detective, Informante y Observador. Una vez termine el curso, y si aprueban todas sus materias, estarán capacitados y licenciados en las dos áreas de su elección, y podrán ejercerlas según deseen… o sea requerido de ustedes.

La sonrisa misteriosa que les envió al final de su explicación fue seguida por una oleada de emoción entre los presentes. Definitivamente, iba a ser un trimestre interesante.

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—Debo decir que me sorprende tu elección de clases —le comentó su profesor. Ya los tres meses habían pasado, y estaban solo a unos días de recibir su certificación como Vigilantes—. Usualmente la gente toma dos áreas con trabajos similares, a fin de simplificar su carga académica: la combinación detective-investigador es la más común, seguida de informante-observador. No son las únicas, por supuesto, pero si las más comunes. Pero tomar investigador-observador…

—¿Hay algo de malo con eso?

—Para nada, es solo que no es muy elegido. La verdad, son hasta cierto punto parecidos. Mucha gente no los conecta porque sus métodos son diferentes: uno es busca la evidencia de forma activa con un objetivo claro, el otro es un observador pasivo que solo reporta lo que ve. Ni siquiera se mueven en las mismas esferas: uno se despliega con un equipo y se mueve en zonas de conflicto por tiempo limitado, el otro puede pasar años solo, únicamente pasando un mensaje cada cierto tiempo a un operador invisible.

—Pensé qué si en algún momento quería volver a mi vida normal, ser un Observador era lo más adecuado.

—Pensaste bien. Ojalá más gente tuviera la misma idea. No sabes cuantas personas se vuelven observadores años después de entrar en servicio, arrepintiéndose de pasar toda su juventud de misión en misión y no consiguiendo a cambio ninguna amistad significativa, obteniendo a cambio una o dos medallas y recuerdos crueles.

—¿Tan pesado es?

—Solo los que muerden más de lo que pueden masticar. Tu no parece que vayas a cometer ese error.

—Eso espero.

—¿Te han dado tu nueva asignación aún?

—Todavía no. Según me dijeron, están evaluando si me envían a la Primera o Cuarta división.

—¿Cómo investigador?

—Cómo investigador.

—Hum… ya veo. Bueno, independiente de cual salga, te deseo lo mejor.

—Gracias, profesor.

—De nada. Solo espero que esta vez no estalle otra maldita guerra. —Su mirada se nubló parcialmente, perdiendo su enfoque. Issei tuvo que preguntarse qué cosas había visto—. Ya las anteriores dejaron correr demasiada sangre.

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—¿Te pasa algo?

—¿Ah? ¿Yo? —Asintió, confirmándole a la adolescente rubia que, efectivamente, le hablaba a ella—. No, nada. Al menos, nada que sea importante.

—O sea que sí pasa algo, ¿verdad?

Sonrió levemente, invitándolo a sentarse con ella. La banca estaba fría, en gran parte debido a que estaba en el exterior del complejo, pero se tragó sus quejas por el momento.

—Pues sí, pasa algo.

—¿Es algo que puedas contarme?

—No realmente… pero si puedo describirte la situación. No sé si te interese.

—Escuché que siempre ayuda hablar las cosas. Soy todo oídos.

El problema era sencillo, o al menos eso pensó en su momento. La habían invitado a cambiarse a una nueva unidad, pero no sabía si daría la talla allí. Revisó su uniforme: no era un experto bajo ninguna medida, pero hasta podía reconocer que esa chaqueta era parte del uniforme militar de la [Organización]. Era bastante parecido al civil, aunque tenía diferencias claves: cuatro bolsillos, en lugar de los tres que tenía el uniforme "civil", hombreras diferentes y cinco botones en lugar de tres. Además, las botas cortas de combate eran bastante delatadoras.

—¿Pasa algo si no eres tan buena como crees?

—¿Además de la vergüenza?

—Si te invitaron, en lugar de haber postulado, debes ser lo suficientemente buena como para merecerlo. Yo diría que adelante.

—Cierto. Además, ¿quién sabe si alguna vez se repita la oportunidad?

La chica dio una corta sonrisa, meditando en silencio. El tiempo apremiaba, por lo que, tras una corta despedida, se retiró, camino a sus clases.

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—Felicitaciones por su graduación. A partir de ahora, y como muestran las insignias en su pecho, son Vigilantes de pleno derecho. Vayan, y mantengan nuestra seguridad desde las sombras, para que los nuestros vivan tranquilos desde su trabajo diario.

Con un corto aplauso, los graduados y personal presente agradecieron las palabras del director del programa de Vigilantes. La sala no era ni tan grande ni tan lujosa como la de las otras áreas que se graduaban, pero era suficiente. Era más acorde a lo que sería su estilo a partir de ese momento.

Fue un proceso algo surreal, con cada graduado, al escuchar su nombre, caminando hasta el director, quien levantaba ligeramente la chaqueta de sus uniformes y, con un corto hechizo, provocaba que el hilo y aguja cobraran vida propia y cosieran el parche en el bolsillo del corazón. Una vez que los seis estudiantes tuvieran su símbolo de carrera en sus uniformes (uno desertó del programa y otro no alcanzó las notas requeridas), fue el turno de otra persona, una que, según sus palabras, era parte de la burocracia que coordinaba las laboras de los Vigilantes. Tras los saludos y felicitaciones de rigor, empezó a nombrar a cada uno de los graduados, dándoles a continuación.

—Tu nueva asignación será como Investigador de Campo —le confirmó lo que ya sabía. Giró los ojos, aprovechando la falta de visión de resto sobre su persona—. Te desplegarás junto al equipo 4-14 de la Cuarta División, con destino a la zona de conflicto en Chechenia.

Tragó saliva. Quizás no debió asumir que sería todo tan sencillo.

—Entendido —dijo como respuesta, dando una corta inclinación de cabeza y, tras recibir el sobre con sus órdenes por parte del encargado, volver a su lugar en la fila.

Tras un rato más, en el que entregaron sus asignaciones al resto de graduados y dieron las palabras finales, les fue dado finalmente el permiso para retirarse. El grupo de seis exestudiantes se dirigió a una de las instalaciones que vendía comida rápida, dispuestos a celebrar la ocasión. Compartiendo un brindis entre sí, los ahora Vigilantes festejaron el acontecimiento y se despidieron, cada uno camino a su dormitorio para luego desaparecer en el anonimato impuesto de su trabajo.

En los siguientes tres días, sus dormitorios serían vaciados, y ellos estarían perdidos por el mundo, esperando que las cosas siguieran saliendo bien de ahora en adelante.

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Las cosas no salieron bien.

Es más: no se suponía que las cosas que habían ocurrido hasta ahora, de hecho, ocurrieran. Se permitió un suspiro en lo que se sentaba cerca de la estufa que calentaba el pequeño apartamento perdido entre las calles de Grozny, que actuaba como refugio. El invierno no era nada placentero, e incluso con las ropas y mantas que tenía encima, el frío se colaba entre sus músculos y huesos. Tiritando notoriamente, se frotó las manos en un vano intento de hacerlas entrar en calor.

—¿M-mucho frío? —Preguntó una voz, burlesca, aunque luchando notoriamente por sacar las palabras. Giró la cabeza hacia la fuente de la comunicación, encontrándose con un adulto que seguramente le sacaba al menos diez años. Al igual que él, tiritaba por culpa del frío.

—T-tú no e-estás m-mejor —le replicó, igualmente luchando contra el helado aire. La garganta le dolía al hablar, y el carbón que usaban para la estufa apenas prendía, producto en no menor grado gracias al abismal frío y la mala calidad del combustible. Sí o sí saldría resfriado de ahí.

—S-supongo… —el dúo se mantuvo en secreto durante unos minutos, cada uno tratando de evitar que su propio calor corporal escapara—. D-dime…

—¿?

—¿P-puede g-guardar u-un s-secreto?

—C-claro.

—O-observa…

El desconocido se arrastró hasta la estufa, abriendo el compartimiento donde se encontraban las llamas, y acercó las manos. Al poco tiempo, fuego salió de estas, alcanzando el apagado combustible y provocando que la temperatura de la sala, en el siguiente minuto, se elevara unos pocos grados. Satisfecho con su labor, su extraño benefactor se recostó contra su mismo muro a un par de metros de él, mucho más cómodo ante el renovado calor que recibían.

—Así se está mucho mejor —exclamó al relajarse contra el muro.

—¿Eres un mago? —Le preguntó, curioso.

—¿Ahora los reporteros saben de magia? ¿Dónde quedó el mundo sobrenatural oculto?

Cierto. Estaba posando como reportero internacional, historia que le permitía hacer su labor investigativa sin muchas dificultades. Suspirando, y aprovechando de calentarse los brazos con el aliento, levantó una de sus manos y creó un pequeño círculo mágico, apenas visible en la oscuridad del lugar.

—Madre mía. Un reportero mago. ¿Con qué cábala estás?

—Ninguna —respondió automáticamente, dispersando la muestra de magia. Técnicamente era verdad. La [Organización] no era una cábala mágica, sino un grupo privado que sucedía ocupaba magos para sus fines. Y si bien la existencia de la [Organización] no era precisamente un secreto, el que él estuviera afiliado a esta sí que lo era.

—¿Ninguna? ¿Un mago independiente, entonces? Al menos yo lo soy.

—¿A qué te dedicas?

—Soy un mago errante. Hago trucos en público para ganarme unas monedas en las ciudades por las que paso, y de vez en cuando presto poder de fuego a los seres sobrenaturales lo suficientemente desesperados y caudalosos como para permitírselo —explicó, mucho más cómodo gracias a la temperatura de la revitalizada estufa—. ¿Tú?

—Reportero —reafirmó, encogiéndose de hombros.

—Huh… —El desconocido pensó por unos segundos, llevándose una mano a la barbilla—. ¿No estás afiliado a algún grupo mágico occidental? Esos son los únicos que podrían enviar magos a esta zona del globo, aunque tú te ves más oriental…

—Como dijiste, soy independiente. Caza-noticias, reportajes, zonas en peligro… me muevo por mi cuenta y vendo mis investigaciones a los que las necesiten.

—Ya veo.

—¿Y qué haces aquí en Grozny? No parece un lugar al que alguien venga porque sí, menos un mago independiente.

—Digamos que podría haber enojado a algún pez gordo sobrenatural y tuve que huir hasta aquí. El caos de la zona debería ayudarme a que pierdan mi rastro.

—Entiendo…

El dúo permaneció en silencio otros minutos.

—¿De dónde eres? —Preguntó a su extraño acompañante, buscando romper el hielo.

—España. No hace mucho estuve allí, antes de enojar a los católicos cuando por accidente casi quemé una iglesia. Me pregunto si cuando vuelva tendré que volver a trabajar en ese almacén de frutas…

—Suena aburrido.

—Lo es. Y muy agotador. La última tuve un problema en el hombro gracias al esfuerzo, y tomó al menos dos semanas y un par de abogados convencer al dueño de pagarme el tratamiento.

—¿No te interesa unírteme mientras estemos en Chechenia?

—No suelo afiliarme con desconocidos, menos aún en una ciudad hostil. No es nada personal.

—No hay problema.

Conversaron de manera interrumpida las siguientes horas, siempre atentos y tomando turnos para vigilar el exterior del refugio. La noche dio paso a la mañana, y ambos magos se prepararon para irse. Revisó el mapa que llevaba en el bolsillo: no estaba muy lejos del punto de encuentro, uno que habían definido en caso de que las cosas se fueran a peor, justo como había pasado.

El recuerdo del acontecimiento le revolvió el estómago, pero se obligó a calmarse con una respiración profunda.

—Supongo que aquí nos despedimos —le indicó al español, quien se encontraba mirando al lado contrario de la calle.

—Así parece. Nos vemos en otra oportunidad, espero sin que esté huyendo de otros.

Contuvo una pequeña risa ante el comentario.

—Eso espero. Hasta otra, David.

El identificado como David hizo un simple gesto y desapareció por las calles de las ciudad golpeada por la guerrilla. Él, por su parte, hizo su camino hasta una pequeña plaza cercana, lugar donde encontró a otras seis personas, todas con la misma banda con la palabra "prensa" en ruso que llevaba él. Lo vieron llegar y prepararon armas ocultas, pero, al ver el prendedor con el símbolo que llevaba en su chaqueta, se relajaron y volvieron a vigilar sus alrededores. Se acercó a otro miembro del grupo, que estaba examinando un mapa cerca del centro.

—James. Ya llegué. —James le revisó de arriba a abajo brevemente antes de asentir.

—Te tomaste tu buen tiempo, pero al menos estás vivo. Contigo estamos todos. — Se giró al resto del equipo, llamándolos tranquilamente—. Nos largamos. Iremos fuera de la ciudad.

—Espera. ¿Dónde está Thomas?

—¿Thomas? —Lo miró de reojo, ceja alzada, antes de encogerse de hombros y regresar al mapa—. Muerto. El francotirador lo alcanzó en mitad del pecho y la explosión siguiente lo hizo pedazos. Pensé que lo sabrías, estaba enfrente tuyo. —Desvió la mirada, intentando no recordar el momento—. Pensamos en salvar sus restos, pero nadie quería hacerse cargo de los seis trozos de carne en que quedó convertido —explicó tranquilamente, guardando el mapa en su chaqueta—. No perdamos más tiempo, debemos irnos. Ya tenemos suficiente información de la zona por ahora.

—…entendido. —Pese a que obedeció la orden, le dejó un mal sabor en la boca. El grupo se desplazó por las sombras de los edificios, manteniendo las alturas vigiladas. Esperó a estar a mitad de camino antes de volver a hablar—. ¿Qué dice la información?

—De momento, salvo algunos observadores, no hay rastro de otras facciones sobrenaturales humanas. Algunos demonios abrahámicos intentaron lucrar con contratos, pero no hay éxito garantizado. Mucha inseguridad lleva a mucho incumplimiento, y la gente tampoco tiene mucho que ofrecer a cambio —giraron otra esquina, avanzando a paso constante por las desiertas calles de la capital chechena—. Estas cosas se las temía el alto mando, pero sin datos concretos especular no servía de nada. Por eso estamos aquí.

—¿Perdimos a Thomas solo para confirmar que no ocurría nada? —Preguntó, incrédulo.

—Gajes del oficio, supongo —respondió, despreocupado. Para ese punto, razonó, perder uno o dos hombres por misión debía ser algo rutinario para él.

Se detuvieron detrás de una casa. Debían cruzar una calle amplia, y era muy probable que un francotirador estuviera observando desde algún edificio cercano.

—Hang, te toca.

El "reportero" de origen chino se aproximó hasta la esquina, asomándose no sin antes crear un escudo con magia sobre su persona. El desprendimiento de un pedazo de muro justo arriba de su cabeza acompañado del sonido de un disparo un segundo después le hizo volver al resguardo de la estructura, confirmando lo que el grupo ya se esperaba.

—Bien, plan estándar. Usen corrientes de viento y levanten polvo para oscurecer la calle. Cuando crucen, háganlo a la carrera y protegiendo sus vitales con magia, la más poderosa que puedan. ¿Listos? —El grupo asintió, ansioso—. Bien. Vamos.

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Su tiempo en Chechenia había terminado. Estaba seguro de no extrañarlo. Esperaba junto al resto en una azotea de Grozny, lugar donde un helicóptero ruso los sacaría de la zona de conflicto. Obviamente el transporte no era propiedad del gobierno eslavo, pero bueno, ellos tampoco eran reporteros internacionales.

Solo quedaban seis. Otro del grupo cayó herido durante una emboscada separatista en la zona rural del estado, alrededor de un mes atrás. Esta vez sí lograron sacarlo de la zona de peligro y subirlo a un transporte para que le salvaran la vida. Pese a no mostrarlo abiertamente, sabía que el sujeto estaba agradecido con ellos: hubiera estado totalmente justificado que le dejaran allí, abandonado en alguna casa del área, con la vaga posibilidad de que los federales (o algún equipo de la [Organización] disfrazado de ellos, si es que había) lo encontraran. El resto siguió con la misión hasta que se cumplió el tiempo, momento en que debían volver a la civilización.

El helicóptero los recogió sin incidentes y dejó en una base aérea rusa a las afueras de la ciudad. James, el siempre tranquilo jefe del equipo, empezó a repartir sus órdenes.

—Bien, haremos esto sencillo. Ahora es cuando nos dividiremos. —Los Vigilantes le prestaron su completa atención, formándose en una fila frente al norteamericano. No había algo mejor que hacer de todos modos—. Ustedes cuatro —apuntó a todos excepto a él— irán a Moscú, donde se unirán con el mando local de la división. A partir de ahora serán el equipo 4-14. Hang, estás al mando. —El aludido asintió, una mirada determinada en el rostro. James se giró hacia su persona—. Tu irás conmigo de vuelta a Suiza. Parece que nos tienen nuevas asignaciones, y hay que entregar los datos de forma segura.

Asintió prontamente. Casi cualquier lugar en la Tierra era mejor que el pequeño estado ruso desolado por la guerrilla.

Tomaron aviones distintos sin despedirse entre ellos. No pareciera que volverían a verse pronto, y su propio trabajo les hacía saber que el principal motivo era que no estuvieran vivos para entonces. No importaba. Tres meses casi sin comunicarse tampoco hicieron mucho para construir amistades.

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Suiza se sentía… raro, desde la última vez que estuvo allí, aunque agradecía no tener que revisar cada esquina por un francotirador al acecho. La modesta comodidad de la base era bienvenida. Se preguntó si evitaban ponerle todos los lujos posibles debido al constante flujo de gente, gente que seguramente llegaba incluso más destrozada por dentro de lo que estaba él, y a la cual la abrumadora comodidad de una base lujosa produciría más estrés del necesario.

Decidió dar un paseo por el frío patio enfrente del Complejo Residencial, lugar donde se encontraban los dormitorios y algunas pocas oficinas. Una lata de café calentaba sus manos, mientras agradecía internamente que, aunque fría, la temperatura suiza fuera al menos unos cuantos grados mayor que la de Chechenia. Que estuviera acabando el invierno también ayudaba bastante. Encontrando una banca con buena vista decidió sentarse durante un rato, creando un pequeño círculo mágico en la palma de su mano y observándolo ausentemente, tomando varios sorbos de su bebida caliente. Tan ausente estaba que no notó la presencia apareciendo por el camino hasta que esta se dejó caer a su lado, sacudiendo la banca suavemente y despertándolo de su trance.

Analizó rápidamente al desconocido. Cabello rubio, varios años mayor que él y aparentemente europeo en apariencia. Eso no era raro, después de todo la base estaba en el corazón de Europa Occidental. Lo siguiente en lo que se fijó fue en las ropas civiles que llevaba. Seguramente fuera un empleado civil de bajo nivel. Reparó entonces en el bastón que acababa de dejar a su costado: bastante lujoso, de un precio que seguramente no lograría cubrir ni aunque se ahorrara todas sus ganancias como mago durante tres años. Rechazó su primera hipótesis: este era seguramente un pez gordo, o alguien con un trabajo considerablemente lucrativo fuera de la institución.

Alzó la mirada nuevamente, saludándolo con un gesto. El individuo respondió acorde, sonriente. No supo que más decir: no había interactuado mucho con gente de la [Organización] fuera de sus profesores y compañeros de clase, cuando los tenía. Incluso durante su tiempo en Chechenia, las conversaciones con sus compañeros de equipo eran escuetas y generalmente sobre la misión en sí, dado que solían operar en condiciones en las que hablar era peligroso o exhaustivo. Se tomó la molestia de aprenderse sus nombres, pero poco y nada más sabía de ellos.

Sorprendentemente, fue el extraño quien rompió el hielo.

—Apuesto a que no llevas mucho en la [Organización].

Supuso no era difícil de adivinar.

—No. Acabo de cumplir un año.

—Un año y ya te graduaste como mago, sacaste una especialidad, te desplegaste en terreno por algunos meses y probablemente obtuviste un pequeño trauma de por vida —describió, meneando la cabeza—. A veces me pregunto qué tienen en la cabeza los altos mandos. Este mundo no es tan amable como para estar enviando niños a hacer el trabajo de hombres. Aunque de nuevo, tras lo que ocurrió durante la guerra, dudo que estemos en condiciones de elegir cuidadosamente a nuestro personal…

—¿Cómo sabes eso sobre mí? —Preguntó, desconfiado, aunque también atento a lo que decía sobre la guerra anterior a su llegada.

—Tienes una banda de mago en el brazo, un parche de Vigilante en el bolsillo del corazón y dos franjas de veteranía en tus hombreras. Al calcular los tiempos, es fácil de ver que la segunda es por alguna acción destacable durante tu despliegue. Con eso lo sé. Lo del trauma me lo indicó tu expresión, y el hecho de que la gente no suele ganar su primera franja sin remordimientos —explicó, tomando un sorbo de su propia lata de café. Hizo una mueca tras eso—. El té sigue siendo mejor que esto. Nunca entenderé a los del continente que prefieren el café.

—…wow —fue todo lo que pudo decir ante el análisis del desconocido, ignorando su comentario sobre el café.

—Te ves como que te gustaría un cambio de ambientes. Quizá algún tiempo lejos de las misiones peligrosas, rodeado de paz para recuperarse.

—¿…tienes alguna idea para eso?

—Eres asiático, ¿no es así? —Asintió, confundido—. Perfecto, pues. Puedo hacer que te trasladen a mi división. Trabajo no me falta.

—¿A tu división? —Reparó en que no sabía con quién hablaba. Se lo inquirió, temeroso—. ¿Quién eres?

—Soy el comandante civil de la Octava División del Lejano Oriente, Frederick Bradley —respondió el rubio, sonriendo confiadamente—. Y sucede que tengo un poco de influencia con algunos amigos que nos podrían ayudar en el tema, además de un territorio con unos residentes más que interesantes. Dime, ¿te interesaría ser destinado a Japón?

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—Me enteré de tu traslado —le comentó James cuando encontraron en los pasillos de la base en Suiza, una vez que abandonaba la oficina de un burócrata. Era la primera vez que lo veía con su uniforme de la [Organización], y debía decir que no estaba sorprendido de lo que veía.

—Al menos regresaré a casa, y si todo sale bien, lo haré como observador. Eso me permitiría volver a una vida normal… siempre en medida de lo posible, claro —replicó, notablemente aliviado—. Una vida pacífica no es mucho pedir, ¿verdad?

—¿Pero observador tan pronto? Apenas estuviste unos meses en el campo. ¿Ya planeas retirarte? —Había una emoción en su voz que no supo identificar. ¿Decepción? ¿Sorpresa? Cualquiera que fuera, no era evidente. Hacía bien su trabajo ocultando sus pensamientos, como evidenciaban las señales de su uniforme.

Señaló las franjas en forma de galones militares en las hombreras de exjefe de equipo, las que sumaban una mediana y una delgada. Denotaban una experiencia mucho mayor que la propia, con solo dos delgadas.

—A diferencia de ustedes… —comenzó. Si bien ambos compartían la corbata y hombreras negras en su uniforme, James tenía una estrella plateada en estas últimas, mientras que la suya era de bronce. Esa diferencia era lo que denotaba sus diferentes rangos: el norteamericano, de los Rangos Inferiores, él mismo, de los Rangos Base— …yo no disfruto estar constantemente jugándome el pellejo.

—… entiendo. Bueno, no intentaré hacerte cambiar de opinión. —El norteamericano se encogió de hombros—. Vas a un territorio demoniaco en Japón, ¿no?

—Así es.

—Buscas paz, pero ¿quién sabe? Tal vez ocurran cosas interesantes allí. Aunque incluso si ocurren, será una vida más normal que la que ya tienes aquí —concluyó, reanudando su camino hacia donde fuera que fuese—. Tal vez nos veamos luego, tal vez no. Habrá que revisar si nuestros nombres siguen registrados como "vivos" cada cierto tiempo.

—Claro. Hasta otra —y, con esa despedida informal, ambos se separaron. Al día siguiente tomaría el vuelo hacia Japón, y siendo honesto, apenas podía dormir de la emoción. Ya había sido un año desde que pisara su país natal. Esperaba las cosas no hubiesen cambiado mucho.

Porque él sabía de primera mano lo que era cambiar en tan poco tiempo.

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Extrañaba el territorio japonés. Desde que se uniera a la [Organización] nunca había hecho siquiera un intento de volver, no se hable de pedirlo a sus superiores. Con su cabeza siempre concentrada en otras cosas hasta ahora, el solo pensamiento de visitar su tierra natal le era extraño, y hasta cierto punto nostálgico. El nuevo mundo que había descubierto allá afuera era tan oscuro como fascinante, y si bien había captado su atención, había considerado que ya eran suficientes experiencias traumatizantes por ahora.

Quizás por eso fue que los ojos se le llenaron de lágrimas cuando volvió a vislumbrar su ciudad y sus padres le recibieron en la estación, bajando del bus que le trajera desde Tokyo hasta su hogar. Abrazando a los que fueran sus progenitores, solamente pudo decir:

—Estoy en casa.

Nunca pensó que esas palabras significaran tanto. Después de todo, no hay lugar como el hogar.

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—Estos son todos los papeles necesarios, ¿verdad?

—Así es, todo está en regla. Puedes irte. Nos vemos en clase.

Con las palabras del adulto, se retiró hasta la entrada de la sala de profesores para luego hacer una muy incómoda reverencia. Hacía mucho que no las tenía que utilizar de forma constante, y esperaba que no se le hubiera oxidado la costumbre.

Se retiró a dar un paseo por el campus de la prestigiosa academia local. Había sido una escuela de élite solo para señoritas hasta hacía un par de años atrás, ocasión en la que cambió a ser una mixta por motivos no del todo claros. Había aplicado a esta academia en primer lugar, pero con el secuestro todos sus planes quedaron anulados totalmente. Debatió internamente si debiera escoger algún pasatiempo ahora que volvía a tener considerable tiempo libre, sin tener que temer por su vida. ¿Tal vez hacer maquetas? Podría ser también la lectura. Pintura, poesía... los videojuegos eran populares, y servirían para distraerse de sus obligaciones diarias. O incluso podía descartar todo eso y dedicarse a mejorar sus estudios aparte del currículum escolar. Prepararse para la universidad, estudiar programación, hacer algún voluntariado…

Vaya, se estaba distrayendo.

Volvió a pensar en la materia a mano. Escaneó flojamente sus alrededores: el edificio de la academia era moderno, y los edificios de Kuoh eran todos relativamente recientes. Había una sensación pacífica en el ambiente, algo que agradecía infinitivamente. No tenía ganas de pasar el resto de sus días escapando constantemente de terroristas escondidos entre la población, o esquivando francotiradores en las calles principales. Incluso ahora, más de una semana después de haber abandonado Chechenia, seguía buscando explosivos a su alrededor cada vez que un ruido le tomaba por sorpresa.

Tomó asiento en una banca cerca de la entrada en lo que observaba al alumnado, buscando cambiar de tema: casi todas mujeres. Normal. Pese a que hubiera pasado a ser una academia mixta hace poco, el número de mujeres iba a seguir siendo desproporcional a cuanto a la cantidad de hombres. No se mencionen los prejuicios, ya los exigentes exámenes de ingreso desmotivaban a muchos. No eran un problema para la dotación femenina de la escuela: la mayoría provenía de escuelas medias de élite. Se preguntó cuánto pagaban por su educación.

Esa pregunta, en condiciones normales, le hubiera importado de igual manera. Pero sus condiciones no eran normales. En parte gracias a los papeles y burocracia expertamente manejados por la [Organización], él mismo estaba matriculado con una beca parcial de su arancel. Esto era conocido para sus padres, quienes creían que su hijo había destacado académicamente en el extranjero lo suficiente como para merecer dicho premio. Indirectamente, eso significaba que él mismo obtenía más dinero para su mesada: si sus padres pagaban menos, había más dinero disponible para él. Complementaba eso con su pago como funcionario de la [Organización]. Aunque reducido por ya no estar desplegándose activamente, era algo más que bienvenido para un estudiante de preparatoria.

Ya había sido mucha divagación para ser tan temprano en la mañana. Parándose, escuchó la campana sonar para indicarle a los alumnos que debían entrar a sus salas. Apresuró su camino hasta la que sería su salón de clases por el siguiente año, llegando justo a tiempo para cuando el profesor dijo:

—Bien, puedes pasar.

Haciendo los mejores arreglos de apariencia de último minuto que pudo, abrió la puerta y cruzó el umbral hacia el frente de la sala. Miradas curiosas se apegaban a su persona, pero tras vivir en varios lugares donde destacaba mucho más, esto apenas le daba un poco de emoción. Deteniéndose en el centro de la sala, escribió su nombre en el pizarrón de tiza y se giró para examinar a sus compañeros: la mayoría eran chicas, como era de esperarse, pero había unos cuantos varones dispersos por el lugar. Preparándose mentalmente para lo que era el inicio oficial de su nueva vida, preparó la sonrisa más amigable que pudo y habló con la mayor naturalidad posible ante los que tenía en frente.

—Mi nombre es Issei Hyoudou. ¡Espero nos llevemos bien desde ahora en adelante!

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Pues sí, esto es una reescritura/remake del fanfic "The Magic Side." ¿Qué por qué? Básicamente, es porque en el tiempo que ha pasado entre que escribí el primer capítulo y el actual, los detalles y world-building del fanfic han cambiado demasiadas veces hasta que por fin logré estar contento con el resultado, aunque fuera incompatible con lo que llevaba escrito en el anterior. Digo, la [Organización] misma ha cambiado al menos 4 veces y no hablemos de los detalles menores. Hay muchas referencias en el fanfic original a eventos posteriores que ya no se harán, y el desarrollo del personaje no se me hacía satisfactorio, en parte debido a que no reflejaba lo que quería escribir (y para que negarlo, no es mi estilo tampoco).

Así que aquí lo tenemos: una reescritura que añade cosas nuevas y cambia otras varias. Algunas cosas del fanfic original se mantienen, otras cambian y otras desaparecen. También está el tema de que, cuando empecé el anterior, no tenía idea de la cronología de DxD en cuanto a fechas, cosa que ahora si tengo mejor desarrollada y espero ayude a mejorar la lectura.

Clarificaciones: el uniforme civil de la [Organización] es bastante estándar, piensen en el típico uniforme de chaque at y corbata (aunque algo más "marcial", si que quiere). El uniforme militar, por otro lado, está basado en el de las Waffen-SS y el actual Bundeswehr. Dos existencias bastante contradictorias, lo sé, pero me vale.

Con todo esto dicho, espero les guste el fic, dejen sus reviews,y nos leemos,
RedSS.