Segunda etapa del viaje / Cabina de Mandos:
Cranel divisaba a través de la gran luna de acero reforzado, el pequeño planeta donde se encontraba su destino final. Las cámaras que trabajaban en llevar una buena imagen del exterior a la pantalla conocida como luna delantera, mostraban un estado bastante pacífico del lugar; la tierra era dividida por una gran placa tectónica cuyo tamaño igualaba a toda Europa. Mostraba abundar de vegetación, arboleda y lagos como también de ríos el entorno. Siempre se consideró este lugar como una segunda Tierra pero desgraciadamente el hambre de poder y estudios de la gran WY llevaron a usar este lugar como hábitat experimental para sus queridos especímenes; siendo la joya de la corona, el xenomorfo la especie dominante de aquel pequeño planeta.
Por años, después de las primeras camadas se usó y se usa hoy en día el X3N018 como incubadora para la extracción de recursos y criaturas para laboratorio; podrían haber eliminado todo rastro de vida a comienzos de la propagación de aquella especie en caso de peligro a los futuros viajeros sin conocimientos de las condiciones de aquel planeta; pero Weyland vio más factible dejarlos con vida si no iban a llegar desplazarse esas criaturas fuera de su Sistema Solar, excepto en sus naves manejadas por sus hombres bien preparados cuyas rutas coincidían muchas veces con las de comercio siendo un aviso para posibles víctimas; aunque poco le importaba las vidas que se perdieran en aquella "Pangea" alienígena. La gente era lo suficientemente consciente y inteligente para entender que si decides hacer parada en un lugar que no conoces y sin información, lo que ocurra allí sería a causa de tu propia decisión y responsabilidad; y los que terminaban pisando tierra eran tripulantes sin opción ante falta de combustible o daños en el armazón o sistema interno, y aterrizaban para no volver a subir.
—Diez horas para poder aterrizar en la Base II. Hasta que no atravesemos su atmósfera, no es necesario usar el sistema manual; su trayectoria ya está configurada y Madre me ha confirmado la llegada de la orden—; el joven piloto que en el primer despertar le había dado un repaso de datos e información de situación, se encontraba girando su cabeza hacia él sacando una sonrisa suave mientras intentaba mantener un aspecto formal en frente de su superior. John respondió al buen trabajo y entusiasmo del piloto soltando unas palmaditas en uno de sus hombros. —Bien hecho Tomás; lleva un mensaje a la nave cuando estemos a una hora de atravesar la atmósfera. Hasta entonces puedes relajarte sin dejar tus responsabilidades, confio en ti—, con un último toque en su hombro, se fue hacia la salida mientras escuchaba en un torpe susurro "lameculos" salir de la boca del compañero de Tomás, seguramente viendo la interacción de antes como un intento de hacerle la pelota al alto mando para llevar mejor puntuación y logros para su posterior informe a la compañía.
Sin querer dejar florecer un posible odio hacia Tomás por otros de su misma clase, da un giro dramático con los pies hacia los dos pilotos; con fuerza de sus pies mantubo su postura totalmente firme mientras volvía todo su cuerpo hacia los pupilos ganándose su atención al segundo de escuchar sus botas chirriar en el suelo. —Puedo entender, su desprecio por los cumplidos hacia sus compañeros; pero no estamos en infantil, nadie le prohíbe resaltar por encima de los demás esforzándose; aunque su único motivo sea humillarlos. Pero, no toleraré que se cree una ribalidad tan absurda como es el menospreciar al recompensado y no hacer nada para cambiar. Eres uno más de este equipo, no me decepcione con esa actitud—; con el silencio de vuelta y la cara de vergüenza de asombro por parte del segundo piloto, John giró sobre sus talones con tal gracia que daba la sensación de que en cualquier momento se pondría a bailar; para terminar saliendo por la puerta.
—¿Quieres algo del comedor; iré más tarde...—, Tomás miró lentamente hacia la dirección de Wilson, el segundo piloto; para sólo recibir una simple negación con su cabeza pero aún con la mirada dirigida a la puerta. —O...kay—; soltó en un prolongado suspiro mientras volvía a sus deberes. Esto iba a ser muy incómodo.
+ + + + + Misión al X3N018 Separados + + + + +
Bahía de Laboratorio / Dos horas después:
Como supuso Sonia anteriormente en la primera parada; el crecimiento en velocidad natural había llevado a que el cigoto pasara a embrión en treinta minutos, mostrando que las placentas más compatibles para esta especie era la humana, y como animal solo el simio con un pequeño margen de error en el desarrollo sin aditivos.
Las crías anteriormente guardadas en sus columnas de contención habían crecido a la etapa adulta de un zángano, dominados ahora por la etapa del sueño inducido por el sedante que se esparcía en forma de gas cada cierto tiempo al interior del contenedor.
Revisando los últimos datos de las incubadoras finales, observa que placentas pequeñas aunque económicas, a la larga son problematicas. Dos crías fueron eliminadas de su proceso de gestación por ello; dos placentas de tipo animal, una de un perro raza "Jack Terrier" rescatado de la calle, y un "Mono Capuchino" criado en cautividad. Ambos coincidieron en no ser lo suficientemente resistentes para alimentar a los futuros xenomorfos, siendo el Capuchino con menor margen de error en su desarrollo.
Ahora, con lo demás apuntado y analizado; solo le faltaba el último por nacer y no tenía grandes expectativas al ver tras la ventana de la propia incubadora a la frágil criatura que apenas luchaba por moverse. Su estado era de un "revientapechos" normal pero con un tamaño menor, parecía casi enfermo o a punto de morir; —Posible efecto adverso al ser una placenta extirpada en pleno estado de gestación del organismo original.
La última incubadora que se encontraba revisando, llevaba dentro una placenta extirpada y clonada con ayuda de las células originales; la dueña de la misma fue una mujer embarazada con una gestación de cinco meses cuando sufrió un accidente hogareño que la llevó de urgencias a la sala de operaciones. El niño se llevó a una incubadora artificial para que siguiera desarrollándose y una parte del tejido de la placenta al estar en el exterior, fue extirpada para ser llevada a los laboratorios de biología de la propia Weyland que trabajaba en solidaridad con algunos hospitales a cambio de diferentes suministros. Normalmente el tejido era dado después de un parto principalmente exitoso; pero, esta fue la primera vez que se obtuvo tejido nuevo y joven a mitad de un embarazo y ante la falta de información, datos y posibilidades como beneficios de obtener otro tejido igual; se decidió "eliminarlo" a base de pruebas de este tipo de gestación artificial para al menos aprovechar aquel tejido sin tirarlo a la basura como si se tratara de un simple trapo sucio.
Volviendo al "revientapechos" en la incubadora; Sonia enfoca su vista en sus pequeñas protuberancias que serían sus futuros apéndices, moviéndose de forma lenta, puede notar donde se encontraría el corazón bombeando tras su carne a un ritmo preocupantemente lento para una criatura tan errática a esa edad. Obteniendo el disquete de la incubadora, revisa los datos en la pantalla para quedarse atónita; no hay ninguna señal de problemas en el organismo o gestación. Parecía ser que todo estaba avanzando como debería ser, de forma natural; pero al mismo tiempo que pasó para que los demás tuvieran toda su principal etapa desarrollada, se encontró que este aún estaba a dos quintos de llegar a la altura de sus hermanos.
Y sí; tenía aún horas antes de preparar todo para poder salir con los demás, pero la placenta mostraba señales de bajada de nutrientes; y se aseguró hasta tres veces que la incubadora estaba puesta a tiempo real... Aquí pasaba algo.
Dejando que unos treinta minutos pasaran de largo mientras guardaba los demás especímenes en sus lugares de contención, el pitido molesto de la incubadora hizo presencia en todo el laboratorio alterando la calma que lo había llegado a inundar. Recogiendo a toda prisa el disquete de nuevo, observa que los suministros de nutrientes estaban casi a cero y con ello el oxígeno que mantenía tanto el tejido como a la cría con vida. No se hizo esperar, entrando a la pequeña sala de operaciones tras una puerta a su lado, preparó el entorno y se equipó con las protecciones obligatorias y necesarias para evitar futuros desastres o accidentes; además de activar la cubierta de cristal protectora que se ocuparía de separar a la científica de la criatura con dos pequeñas compuertas bajo el metal para poder introducir sus brazos.
Con la puerta sellada, abrió un panel de la incubadora por presión, mostrando un teclado numérico en miniatura como protección final; tecleó el código general que solo mantenía ella y el capitán en caso de emergencia; viendo como la parte superior de la incubadora se abría de forma dramática, como si se tratara de una escena de ciencia ficción.
La parte superior se dividió a la mitad, sacando la presión y el calor del interior en una ola de vapor caliente; las compuertas ahora sueltas, se fueron abriendo de forma lenta hacia arriba como si se tratara de las puertas del magnífico "DeLorean" de "Regreso al Futuro". Con el corazón en la garganta y bisturí en mano, observó como el vaho se disipaba dejando pequeñas gotas de condensación en el cristal mientras podía ver la maraña de venas y tejidos que protegían a la pequeña criatura que apenas hacía fuerza para poder salir de su ahora prisión de carne.
Con cortes suaves y con un gran control de su propio pulso educado ante su experiencia en intervenciones de este tipo; Sonia apartaba los tejidos de las paredes metálicas mientras limpiaba parte de los mismos restos del cuerpo de aquel recién nacido. Aunque sus ojos estuvieran pegados a dónde llevaba sus manos, no pudo evitar notar como cualquier pequeño contacto con el "revientapechos" creaba un momento de interacción llevada por la cría, acercándose a la fuente de calor que eran sus dedos enguantados o mangas protectoras. Un punto bastante preocupante; los "revientapechos" recién salidos pueden entender su entorno a partir de sensores sensibles en su hocico y boca al igual que las serpientes; pudiendo distinguir fuentes de calor y el tamaño aproximado de las presas o seres que se encuentran a su alrededor; eran sensibles como para repudiar cualquier estimulo al sentido del tacto; protegiéndolo del acercamiento de un futuro depredador en esa etapa tan sensible, era muy raro ver como este no le molestaba sentir su presencia en vez de esconderse a buscar refugio... Hizo que fuera más difícil pensar con claridad.
Terminada la intervención, observó cómo la pequeña criatura recuperaba el ritmo de su respiración hasta que llevó aquella mirada espeluznante al cristal, justo donde se encontraba mirando Sonia. —Por una vez...—; con esas palabras en su boca, llevó su mano derecha tra la cabeza de la criatura evitando coincidir en su "visión periférica" para terminar dando una lenta caricia a aquella suave pero dura cabeza que cuyo dueño respondió con un adorable gorjeo, haciendolo parecer que sonreía hacia la científica. La siguiente caricia pasó a un lateral de aquella cara alargada que recompensó el acto de confianza frotándose contra el látex en busca de más cariño al igual que un gato mimoso.
Esto era una locura, estaba al tanto de que si hacía lo que se encontraba pensando ahora, sería vista como una lunática a más no poder; pero, su mente se ocupó de explotar sus puntos sensibles con recuerdos e imágenes que tenía o creía tener aceptado entre falsas palabras motivadoras, que nunca llegaría a ser aquello que le estaba aportando aquella criatura. Desbloquea el cristal protector después de quitar sus manos del interior; no sin antes recibir protestas por parte del recién nacido que casi había llegado a caer fuera del cubículo metálico hacia la mesa, haciendo que fuera un proceso más lento de lo normal el poder abrir aquella cúpula. Sin tener que pensarlo dos veces, sus manos fueron a los laterales del ser lloroso que aceptó con energía ser recogido y arrullado de forma torpe por aquellos brazos; la suave sonrisa del recién nacido hizo ver su estado de destentado dejando perpleja a la mujer que irritada por la interrupción constante del vaho por su respiración en la pantalla protectora de su casco, decide quitárselo observando como aquel pequeño cuerpo parecía arrullar más feliz al sentir el nuevo calor de aquel rostro que consideraba puro de amar.
Sonia había llegado a sentirse enternecida por los pequeños ruidos de aquel bebé que ante su asombro, no percibió como lentamente aquella larga cola segmentada se enrrollaba en su brazo derecha uniendo más a aquella cría con ella. No lo dudó, dejó caer el casco de cuarentena al suelo para acercar en un abrazo al bebé que sentía pertenecerle más cada segundo que pasaba escuchando aquellos ruiditos y viendo esa "sonrisa" desdentada apuntando a su rostro; si se viera en tercera persona, podría decir sin dudas que aquello era sin dudas una escena muy enfermiza y casi peligrosa; pero no estaba observando aquello desde fuera, era la protagonista y como si el peligro solo fuera una simple palabra sin significado alguno; creó un abrazo más firme acercando con ello su rostro desprotegido al "revientapechos" que sin ningún atisbo de hostilidad, llevó su hocico a la zona de piel más cercana a su boca, siendo la nariz para mordisquearla con amor y lentitud mostrando un reflejo tan común en los mamíferos recién nacidos; que era el mamar por leche. Sonia expresó una sonrisa tan grande que sentía como sus mejillas empezaban a doler, dejando que aquel momento se grabara a fuego en su mente. Era todo tan... perfecto.
El siseo de la puerta principal del laboratorio hizo presencia dejando saber que alguien se encontraba ahora dentro; terror o adrenalina, lo único que notó fue como todos sus músculos se tensaron para llevarla a mover su cuerpo de una sala a otra y guardar en una pequeña cápsula de rotura a su estresado bebé que logró silenciar al bloquear mismo cierre, guardandolo en el último cajón del escritorio... —¿Las llaves?—, sus manos empezaron a hacer un chequeo completo sobre todo su uniforme intentando encontrar las llaves del propio cajón... fue tarde.
—Señorita Robinson, he llegado para observar su avance en el pequeño estudio impuesto por Weyland Yutani para este viaje. Me gustaría saber que has recopilado toda la información de todos los especímenes para poder guardar en mi memoria y en el de la nave. Ya sabes, protocolos de seguridad—; se trataba de Fernando, el androide vigilante y block de notas andante que se ocupaba de aportar todos los datos tanto de objetivos fallidos como descubrimientos y cambios de la misión principal.
Sonia vaciló unos segundos, haciendo que Fernando alzara una ceja ante aquel comportamiento. En si, los androides aunque estuvieran muy logrados, no mostraban señales o comportamientos humanos si solo se requería toda su energía en unas simples funciones; Alfredo era uno de los pocos que casi siempre se encontraban acompañando a Sonia en el laboratorio o entre hojas de cuentas y había observado y vivido todo tipo de cambios en ella desde que la conoció como ayudante de laboratorio en su primera nave asignada a ambos. El silencio hizo ver que también Sonia fue consciente de su rareza ante su vacilación.
—S-Sí; todo está apuntado, debo pasar algunas cosas a limpio pero si quieres...—, el disquete aún seguía conectado al ordenador. —¡No!... No le voy a mentir F; he apuntado todo pero con los nervios y el cansancio de este viaje tan largo decidí dejar para la vuelta el escribir los apuntes—, la mirada del androide volvió a ser seria sin sufrir más cambios mientras la seguía observando.
—Señorita Robinson; creo que es consciente de la penalización de puntos que podría obtener si deja que un o el androide de la tripulación decida pasar a escanear todas las notas de una libreta, aumentando el riesgo de equivocación o errores de ortografía—; siguió señalando Fernando sin pestañear.
—¿Podría darme dos horas?; no tardaré tanto, pero al menos deme un tiempo límite. No volveré a atrasar esta tarea—; Sonia volvió su postura rígida intentando actuar como si supiera de las consecuencias de sus actos; el temblor en su voz pudo confundirse con el miedo de recibir un aviso de la propia compañía o peor aún; del propio jefe que no se cortaría ni un pelo en denigrar con palabras la poca reputación que mantenía a sus espaldas.
—Hora y media; volveré en hora y media—; fue lo último en decir el androide antes de darle la espalda desapareciendo al ser cerrando la puerta tras él.
Pasaron los segundos en una lenta agonía hasta creer que no habría peligro por ahora; abriendo el cajón de forma rápida a la par que suave para no ayudar a que hubiera impactos en los laterales de la cápsula, entró de nuevo en la sala de operaciones para recibir el llanto descontrolado de aquella criatura que casi había llegado a caer al intentar encontrar el cuerpo de su madre. Aquel dolor no tenía palabras para poder expresarse; el asco así misma como empatía al imaginarse en la posición del bebé, la llevaron a soltar lágrimas. Lágrimas saladas que salpicaron la pequeña cabeza alargada de la cría para ser secadas en su uniforme de intervención. —Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento...—; soltaba entre suaves gemidos de tristeza por culpa del hipo creado ante el reflejo al llorar.
No pasó mucho para que la criatura comenzara a quedarse dormida y decidiera aceptar el perdón de su madre apretándose en su pecho. No sabía como describir todo aquello; pero en pocas palabras, ella sentía estar como en una de esas telenovelas exageradas, donde terminó como el personaje de una de las enfermeras de un hospital al que le decidieron dar un bebé recién nacido para descubrir más tarde que su madre ya no estaba en el mismo recinto y quedando como su responsabilidad en aquel momento. Y quería, no... deseaba hacerse cargo de él.
