Los Ojos del Ruiseñor


Capítulo 94: Reuniones para el Futuro


Primavera — x494 / 9 de mayo

Ichigo miró las puertas que permitían la entrada a la habitación de su madre y apretó el puño por un segundo antes de permitir que la doncella de la entrada anunciara su presencia apropiadamente.

Era la primera vez que pisaba la zona de la reina desde que Rukia recibió el castigo de la reina por la muerte de Nelliel y las sensaciones eran abrumadoras. Había ira, resentimiento y decepción, sin mencionar tristeza por la traición de su madre.

Si ella quería castigar a alguien debería haber sido él y no Rukia, pero su madre prefirió tomar la decisión más dolorosa posible solo para recordarles que ella es la reina.

La reina. El rey.

Ichigo amaba a su madre y eso hacía que esa traición se sintiera más fuerte que cualquier otra que hubiera experimentado antes; incluso mayor que la decepción que sintió por su tía Kirio después de todos sus planes para lastimar a su esposa. Lo que hizo su madre fue algo que dejó una huella demasiado grande.

Su madre siempre sería su madre, pero en ese momento ella era la reina y, como con el rey, él prefería tomar con pinzas lo que viniera de ella. No confiaba en ella, no al nivel que tenía antes, y dudaba que volviera a hacerlo.

― Su majestad, su comandante la saluda. ― Ichigo se inclinó cortésmente ante la reina, colocando su mano derecha sobre su corazón para que ella pudiera ver nuevamente el anillo de comandante que se vio obligado a usar desde que regresó de Vayalat, y mantuvo el control de sus emociones. ― ¿Qué ordenes tiene para mí hoy?

La reina, que estaba sentada en un sofá de dos plazas y tenía una taza de café en una mano, lo miró fijamente durante un eterno segundo. Ichigo permaneció en silencio, como se suponía que debía hacer, y esperó a que ella hablara.

― ¿Volverás a decirme "mamá" algún día? ― Preguntó la reina mientras colocaba la taza en la mesa de café frente a ella. Su voz, que comenzó con un reclamo, se convirtió en algo parecido a una súplica. — ¿Hasta cuándo me vas a castigar así? Sabes que hice lo que hice para salvarles la vida a ustedes dos, porque no quería que los acusaran y persiguieran por traición. Tu fuga habría provocado un conflicto y no quería que se volviera a repetir la interminable historia de la chica Kuchiki y el Segundo Príncipe.

Ichigo sabía a qué historia se refería su madre y eso lo enojó.

Sin fin, dijo, pero sólo había sido en la generación anterior porque alguien abrió la boca en el momento equivocado. Las palabras de la reina hacían que la relación ancestral entre el Segundo Príncipe y la chica Kuchiki sonara como un hechizo o una maldición.

― Y, sin embargo, la historia se repitió. ― Ichigo miró a su madre, deshaciendo su reverencia y parándose frente a ella. ― Conozco los detalles y sé con certeza que lo único que difería entre entonces y ahora es el hecho de que mi esposa y yo todavía estamos vivos.

― Que estés vivo es lo único que me importa. ― La reina habló de una manera que borró el tono suplicante. ― Siempre ha sido así.

― Tenía la impresión de que castigarnos era lo único que le importaba, majestad. ― Ichigo sintió como se le tensaba la mandíbula y hablar se hacía difícil. ― Recuerdo perfectamente cómo Su Majestad pasó junto a mí y me recordó que todo lo que pasó fue nuestro castigo por matar a mi hermana. Entendí mal, mi error.

― ¡Ichigo!

― Madre.

El silencio en ese momento fue pesado. Esa situación era la razón por la que él había pospuesto esa conversación con la reina durante todo ese tiempo.

La reina había pronunciado su nombre en un siseo peligroso, pero Ichigo todavía tenía demasiado resentimiento por el asunto, especialmente por la crueldad de su madre al no ocultar sus intenciones y hacerles saber que todo lo que sucedió se lo merecían por matar a Nelliel.

Sin embargo, Nelliel tenía una sentencia de muerte desde que Kaien la convocó al castillo. Lo que ellos hicieron con Nelliel fue casi misericordioso en comparación con lo que Kaien planeaba hacerle.

La única forma en que Nelliel habría sobrevivido a esa guerra interna era si ella se hubiese mantenido al margen de toda la situación, pero no lo hizo. Ella creía que podía hacer lo que quisiera y salirse con la suya, y pagó por sus propias acciones. Todos la protegían a ella y a Kaien, pero solo él protegía a su esposa, quien fue arrastrada irremediablemente a un matrimonio concertado desde su nacimiento y cuyo padre la trató como moneda de cambio para financiar una guerra fallida.

La reina tomó su taza de café y tomó un sorbo antes de volver a hablar. Ichigo sabía que no podía salir de allí o sería acusado de desobediencia y, en lugar de recibir un castigo militar, podría recibir un castigo personal.

― Tu esposa me pidió permiso para que regresaras al área de la reina. ― Comentó la reina, todavía molesta pero moderó su voz y cambió de tema. ― Pensé que también vendrías a pedir regresar a esta zona, pero no lo hiciste. ¿No quieres volver con ella?

― Si Su Majestad realmente estuviera dispuesta a permitirme regresar a esta área, entonces no sería necesario que ninguno de nosotros pidiera permiso. ― Respondió Ichigo, tratando de mantener la calma y de no dejar que su enojo creciera más. ― Sin embargo, mi esposa pidió permiso y se lo negaron. ¿Cambiaría algo si yo pidiera permiso para regresar a esta área?

La situación era fácil de entender. Ichigo lo entendió desde el momento en que Rukia le dijo que había pedido permiso y que la reina se lo había negado. La reina estaba condicionando ese permiso a algo que él tenía y que ella quería, por lo que eventualmente él tendría que acudir a ella.

― Quiero la verdad sobre la muerte de Nelliel. ― Respondió la reina sin dudarlo. ― Si me cuentas qué pasó realmente esa vez, puedes volver al área de la reina.

Ichigo sintió ganas de reír en ese momento, pero no lo hizo. La verdad. ¿Qué haría la reina con la verdad? Nelliel no iba a revivir y aunque lo hiciera, esa vida sería fugaz porque Nelliel pertenecía a la Sombra.

― No creo que le guste la verdad, majestad.

Ichigo mantuvo una expresión seria en su rostro, pero la reina parecía haberse quedado sin paciencia porque se levantó de su asiento y casi tiró la taza que tenía en la mano.

― ¡Dime quién la mató, Ichigo!

Ichigo miró a su madre en silencio por un minuto y luego abrió la boca sólo para colocar una daga invisible en su propio cuello.

Exponer al culpable de la muerte de Nelliel sería algo fácil de hacer porque solo había un responsable: Nelliel, pero Ichigo le daría a su madre lo que estaba buscando.

― Yo la maté, majestad.

Después de que Ichigo salió de esa habitación, Masaki se quedó congelada en su asiento.

Intentó asimilar lo que Ichigo le había confesado, pero no podía porque su cerebro se negaba a creer que su hijo le hubiera hecho algo tan cruel a Nelliel. Era simplemente imposible. Él debía estar mintiendo pero al mismo tiempo, ella no dudaba que él era capaz de matar a cualquiera que lastimara a Rukia.

Ichigo amaba a Rukia de una manera casi devota y lo había dejado claro muchas veces con sus acciones. ¿Qué le hizo pensar que él estaría tranquilo sabiendo que Nelliel era la responsable del ataque a Rukia? ¿Qué le hizo pensar que podría proteger a Nelliel enviándola al Palacio del Sol?

La crueldad de Ichigo, la que había visto cuando fue a arreglar los asuntos en Vayalat, era visible en sus ojos mientras le contaba con gran detalle cada acción que llevó al suicidio de Nelliel mientras Rukia estaba con ella.

Masaki parpadeó un par de veces, le ardían los ojos y sentía la garganta cerrada por las náuseas que tenía en ese momento, pero no se permitió derrumbarse por algo que ella misma se había provocado.

Nuevamente, mientras miraba la taza de café vacía, las palabras que la reina madre le dijo afuera de la habitación de Karin resonaron en su mente: ella era igual a Isshin.

Rukia se veía a sí misma como una esclava, y aunque tenía miedo, algo dentro de ella le decía que debía irse con calma y no protestar por el trato rudo que recibía. Las ataduras en sus muñecas dolían y causaban heridas, pero su piel sanaba casi tan pronto como se hacía la herida. No estaba descalza, pero sí sucia y desaliñada.

El traficante de esclavos la llevó a lo largo de la costa y ella obedientemente lo siguió hasta el mercado de esclavos junto con otros.

Había llovido y la calle tenía charcos de agua donde ella podía reflejarse. Rukia reconoció su propio cabello negro pero no sus ojos amarillos, que eran como el sol.

Rukia escuchó cómo los esclavos que estaban con ella eran vendidos uno a uno, desde niños hasta adultos que aún eran útiles para trabajar en el campo, y luego escuchó cómo la ofrecían a la multitud que vestía con ropas coloridas.

"Desde el otro lado del amanecer, una hija de la mañana de sangre pura." Dijo el esclavista junto con otras cualidades que simplemente elevaron su precio.

Muchos ofrecieron piezas de oro casi del tamaño de sus manos, pero fue un hombre vestido de comerciante quien la compró.

Rukia vio al hombre que la compró y tuvo la sensación de que lo había visto antes, era una sensación familiar, como estar en casa. Entonces recordó su casa, la que había abandonado al amanecer y donde había vivido tres vidas, y miró hacia abajo. Ella se sintió triste.

"Su majestad, los 33 han bendecido nuestro reino en este día. Su sueño se hace realidad, una mujer con ojos de sol ha llegado a usted." Dijo el comerciante mientras hacía a Rukia arrodillarse frente a un hombre con una corona de laureles dorados.

Rukia sintió que le dolían las rodillas y fue ese mismo dolor el que la despertó de ese extraño sueño.

Sentía su cuerpo pesado y dolorido, como si hubiera dormido más de lo necesario en la misma posición, y prefirió quedarse recostada en la cama mientras ese extraño sueño se desvanecía lentamente de su memoria.

Al abrir los ojos, luego de decidir que no podía seguir durmiendo ese día, vio el libro que estaba en la cama a su lado.

Su hermano le había enviado una serie de libros que hablaban de economía y su importancia en el continente y, en su tiempo libre, los había estado leyendo. Ella sabía de economía, llevaba un tiempo leyéndola, pero su hermano quería que estuviera preparada para cualquier posible acontecimiento económico en el reino.

El libro a su lado hablaba de la Unificación, que fue el momento en el que se estableció el Culto a las Deidades como religión oficial de los reinos y se le dio un valor único a la moneda de oro.

A los representantes de las Deidades les gusta el oro y en ese momento, cuando se produjo la Unificación, estaban sentados detrás de los tronos de los reyes, por lo que la transición se llevó a cabo sin mayor problema.

La idea originalmente era buena para los Representantes de las Deidades, ya que significaba que los tributos a los templos serían en oro, pero la gente común no tenía oro. La gente común daba su tributo con lo que tenía, por lo que cada reino acuñó una serie de monedas propias para que la economía no colapsara. Sólo las familias nobles podían pagar tributo en oro.

Desde la Unificación hasta ese momento, habían transcurrido casi 500 años.

Avanta no fue la excepción y acuñó tres monedas propias de uso común y una moneda de oro que seguía los estándares de la Unificación. Medio hierro, un hierro, una pluma dorada y un águila dorada. La gente común rara vez lograba tener una moneda de oro en sus manos porque prefería los pagos con plumas doradas, una moneda que era una aleación de hierro y oro hecha por los alquimistas.

Quizás porque había estado leyendo sobre esos temas tuvo ese extraño sueño, ya que el último capítulo que leyó fue sobre la relación entre la trata de esclavos en la antigüedad y los 33 dioses que fueron previos a la llegada de la Sombra y las Deidades.

Echó un vistazo a la habitación y notó que estaba sola, incluso Haru se había ido. Lo más probable es que una de sus doncellas hubiera llevado al conejito al jardín a jugar para dejarla dormir, y la otra estuviera haciendo los respectivos recados matutinos.

La habitación estaba en silencio y eso le daba paz, pero esa paz no duró mucho ya que Tatsuki entró a la habitación con una enorme sonrisa en su rostro.

― ¡Su alteza, dese prisa! ― Tatsuki corrió hacia el guardarropa y se perdió detrás de la puerta. ― Necesita cambiarse de ropa. El Príncipe Ichigo viene hacia aquí y...

― ¡¿Ichigo viene?! ― Rukia, que había estado preguntándose qué le pasaba a Tatsuki, se levantó de la cama tan rápido que casi se cae. Escuchar que Ichigo estaba en camino fue algo que no esperaba escuchar en ese momento. ― ¿La reina lo liberó del castigo? ¿Cuando? ¿Cómo?

― Parece que sí. Por la mañana tuvo una reunión privada con la reina.

— ¿Una reunión privada?

Rukia siguió a Tatsuki hasta su guardarropa. Tatsuki sacó un vestido azul con flores blancas y uno de color pavorreal como opciones para que Rukia se cambiara el vestido que llevaba.

― Sí. Estaba de regreso cuando escuché a las damas de la corte hablar sobre lo guapo que se veía el Príncipe Ichigo por la mañana. Hice algunas preguntas y un momento después, uno de los sirvientes del príncipe se me acercó para decirme que tenía que prepararte para su llegada.

Rukia dejó de escuchar la explicación de Tatsuki después de escuchar que las damas de la corte estaban hablando de Ichigo. No necesitaba pensar mucho para saber cuál de ellas era la que hacía ese tipo de comentarios, lo que la enojaba porque se suponía que ellas ya no debían estar ahí.

Kaien había elegido a Mila, aún no era oficial pero ella sería la princesa heredera, por lo que las otras chicas tenían que regresar a casa o al menos tenían que presentarles posibles pretendientes para casarse. El que ellas estuvieran deambulando por el castillo era sólo una mera formalidad de la reina porque no quería enviarlas de regreso a casa.

Cuando Ichigo se convierta en rey, hará varias reformas en la corte de la reina.

― Kia… ― Tatsuki la llamó por su nombre y Rukia salió de sus pensamientos sobre la corte de la reina. ― ¿Cuál te gusta?

Rukia consideró sus opciones por un momento. Los vestidos eran bonitos pero a ella le gustaba más el que llevaba puesto. Se miró al espejo y notó que su vestido estaba arrugado por haber dormido las últimas dos horas, y cambió de opinión. No quería parecer una sábana arrugada cuando Ichigo llegara a la habitación.

― El azul.

Todavía se emocionaba por las visitas de Ichigo y lo atribuyó al hecho de que no dormían juntos, así como al hecho de que ambos tenían actividades independientes que hacer y de las cuales ser responsables. También influía el hecho de que Ichigo a menudo hacía viajes largos que lo sacaban del castillo indefinidamente y ella no podía acompañarlo.

Le gustaba estar con su marido, incluso cuando no hablaban, le gustaba estar con él compartiendo espacio.

También le gustaba cuando conversaban, como la noche anterior donde aclararon muchas cosas respecto a la pequeña crisis que estaban teniendo y propusieron métodos para intentar solucionarla.

No fue una conversación fácil, pero fue necesaria porque había muchos sentimientos detrás de las negativas de Ichigo, así como había muchos sentimientos detrás de todos los avances de ella. Cada uno estaba desesperado a su manera y no sabía cómo transmitir sus sentimientos a la otra persona.

Luego de la charla con la reina, Ichigo prefirió regresar a su oficina para terminar algunos asuntos pendientes antes de ir a ver a su esposa, aunque quería acudir a ella de inmediato.

Estaba seguro de que Rukia le preguntaría por qué no había ido con ella tan pronto como obtuvo el permiso, y estaba preparado con una respuesta tan contundente que haría que Rukia se olvidara de su enojo en un segundo.

— Vas a ser bueno con ellas, ¿verdad? ― Ichigo le habló al pequeño conejito negro que llevaba en una canasta. ― Tienes que ser un buen chico.

El conejito solo lo miraba fijamente con sus ojitos rojos, con las orejas levantadas y su naricita olisqueando el ambiente. Ichigo le había pedido a Tatsuki que le diera uno de los camisones sucios de su esposa, con el que le hizo un nido al conejito para que se acostumbrara a su olor y Haru no se volviera agresiva.

― Sí, serás un buen chico.

Ichigo le dio al conejito pequeñas caricias en su cabeza y este cerró los ojos por un momento. Él había estado cuidando a ese conejito cuando Rukia no estaba presente, así que estaba acostumbrado y no intentó huir.

Él estaba feliz y esperaba que Rukia también lo estuviera cuando entrara a la habitación.

Karin sabía que cada reino era diferente, desde las personas que lo habitaban hasta las costumbres que tenían, y Jetaiya no era la excepción. Desde que puso un pie en su nuevo hogar pudo notar que los edificios eran diferentes, la forma de hablar era diferente, la comida era diferente y por supuesto, la ropa era diferente.

Además, la ropa dentro del harem era un símbolo de estatus entre las concubinas y las damas de la corte.

Se decía que una vez, cuando el reino aún era joven y las Deidades aún no habían llegado al continente, había un rey que había tomado como reina a la mujer más bella del reino. Todos admiraban la belleza de aquella reina, pero con el tiempo el rey se cansó de ella.

La reina era hermosa pero el rey no podía compartir sus pensamientos con ella.

Aquella reina era una mujer fría que no consideraba necesario hablar con el rey de nada más que lo relacionado con sus hijos, por lo que el consuelo que buscaba el rey lo encontró en una de las doncellas de la reina.

El rey quedó fascinado con la mente de aquella doncella, quien se mostró frente a él con audacia y alegría, y compartió sus propios pensamientos cuando el rey fue a visitarla. La chica no era tan hermosa como la reina, pero la belleza de su mente capturó el corazón y las pasiones del rey.

Cuando la reina se enteró de esto, temerosa de que el rey la sustituyera y le quitara todo lo que tenía en ese momento, castigó a la chica. La hizo azotar y la hizo caminar por la calle principal de la ciudad con la ropa rota y sucia, humillándola por atreverse a seducir al rey.

Sin embargo, el rey detuvo esa crueldad y cubrió a la muchacha con su manto, la declaró su concubina y le dio un palacio para que pudiera vivir lejos de la mano de la reina.

Le regaló doncellas, joyas preciosas y hermosos vestidos confeccionados con las más hermosas sedas de la región, pero la reina, que no podía aceptar no ser la única a los ojos del rey, rompió todos esos vestidos antes de que se los entregaran a la concubina.

La concubina, que tenía una mente privilegiada, en lugar de sufrir por las acciones de la reina, tomó cada pieza de tela disponible y confeccionó un vestido nuevo.

El vestido nuevo era algo que ninguna dama noble usaría porque le faltaba una manga y la falda era de diferentes telas, pero ella no era una dama noble y no le importaba tener que presentarse vestida así frente al rey en la sala del trono.

La reina se burló de la concubina por la ropa que llevaba, pero el rey bajó de su trono, se acercó a su concubina, la besó en las mejillas y le colocó un chal bordado en oro de tal manera que reemplazaba la manga que faltaba.

Así nació el estilo de vestimenta que llevaban las concubinas. Ropa incompleta que reflejaba la ira de la reina hacia los amantes del rey, pero que seguía recordándole a la reina que quienes las llevaban atraían la mirada del rey.

Karin sabía que podría acostumbrarse a la ropa y a la mayoría de las tradiciones de Jetaiya, pero la idea de dirigir el harem de Toshiro era algo que la hacía dudar.

Su abuela tenía razón. Hinamori sería la única concubina de Toshiro y si todo salía mal y ella no podía darle un hijo, a pesar de lo que dijo Toshiro sobre su preferencia por tener hijas, los miembros del consejo del rey pondrían presión sobre él debido a su posición como segundo príncipe.

Una de las concubinas de Koga, hermano mayor de Toshiro y heredero al trono, había dado a luz recientemente a una niña y eso no era bueno de ninguna manera para la herencia del reino porque era su tercera hija.

Toshiro le había explicado a Karin que si Koga moría sin tener un heredero varón, el trono automáticamente pasaría a él y toda la responsabilidad de dar al heredero al trono recaería en su esposa, o en su caso, en la concubina.

En ese momento no importaba que el rey Aizen tuviera más hijos con sus otras concubinas, sólo Koga y Toshiro eran los únicos príncipes nacidos de concubinas que estaban legitimados por el rey para heredar el reino.

El hijo de Hisana no era un príncipe, era un Kuchiki, y la única forma en que podría heredar el reino sería si el rey hiciera un reconocimiento oficial y lo adoptara como suyo, y eso no iba a suceder porque Aizen conocía a la familia de la reina y estaba tratando de evitar peleas innecesarias por el trono.

Lo ocurrido durante el Caso Kuchiki molestó a Karin, pero no pudo hacer más que aceptar que todo ello evitó un derramamiento de sangre innecesario.

Una mentira por la paz.

Karin sentía que las tradiciones le respiraban el cuello, pero tenía que empezar a lidiar con ellas antes de que las tradiciones se la tragaran y se convirtiera en parte del harem.

― Su alteza, la señorita Hinamori está aquí. ― Anunció una de las doncellas asignadas temporalmente a ella mientras entrenaban a las que había traído consigo.

Karin dio un último vistazo al gran biombo que separaba la habitación en dos secciones, el área de la cama y una pequeña sala de estar que Toshiro instaló para que ella pudiera hablar en privado con su abuela, y permitió que la chica entrara.

Karin se sentó en una silla de respaldo alto preparada especialmente para ella y esperó. Estaba nerviosa por cómo se desarrollaría esta conversación, pero tenía la esperanza de poder llegar a un acuerdo con la concubina y así tener paz.

Hinamori entró en la habitación y se paró en medio de la pequeña sala de estar, vistiendo los trajes de las concubinas y el chal atado como un cinturón. No llevaba ningún adorno en el pelo, lo que significaba que aún no compartía cama con Toshiro, y eso hacía que Karin se sintiera segura.

Las reglas del harem en ese sentido eran bastante claras y desobedecerlas sólo traería sufrimiento al infractor.

― Buenas tardes. ― Habló Hinamori, sin hacer ningún tipo de reverencia hacia Karin. Era obvio que la chica estaba molesta por haber sido desterrada del edificio del harem, pero eso era culpa de la reina por intentar favorecer a su propia familia. ― ¿Para qué me llamaste? Esta noche el Príncipe Toshiro me visitará por primera vez y estoy ocupada preparando las cosas.

Karin asintió al escuchar esas palabras, ocultando la ira que le causaba la arrogancia de la chica y obligándose a mantener la calma antes de decidir matar a la chica con sus propias manos.

Hacer eso, matar a la chica con sus propias manos, no era apropiado para una princesa y su abuela, la Reina Madre Aiko, la regañaría por su falta de modales a la hora de matar, sin mencionar a su madre y a su tía Kirio, quienes le habían enseñado cómo enviar los tributos a la Sombra adecuadamente.

― ¿Ah, de verdad? ― preguntó Karin con fingida curiosidad. ― Toshiro me dijo que era la esposa quien programaba las noches con las concubinas y hasta donde yo sé, yo no he programado nada. Quien te dijo que él pasaría esta noche contigo te informó mal. Tendré que castigar a ese sirviente.

Hinamori se puso completamente roja en una mezcla de vergüenza y enojo, y Karin disfrutó esa reacción pero trató de no demostrarlo. La idea de llegar a un acuerdo con ella se había ido por la ventana.

― Es deber del príncipe pasar las noches con sus concubinas para conseguir un heredero. ― Respondió Hinamori con los puños cerrados y tratando de no levantar la voz. ― El príncipe ya pasó un mes completo a tu lado, es justo que él también pase un mes a mi lado. Las noches deben ser iguales entre las concubinas, las reglas del harem así lo dictan.

― Entre las concubinas. ― Murmuró Karin con cuidado, notando que la chica se refería a ella como si fuera una concubina más y no la esposa de Toshiro. ― No tenía idea de ese detalle, pero ahora lo tendré en cuenta cuando divida las noches libres de mi marido entre tú y las otras chicas.

― ¿Otras chicas? ― Preguntó Hinamori alzando ligeramente la voz por la sorpresa. ― Toshiro dijo que cerraría su harem y que yo sería la única concubina que tendría, ¿cómo te atreves a traer a otras mujeres en contra de los deseos de Toshiro?

Karin debería haberse enfadado por la forma altiva en que hablaba Hinamori, pero eso sólo la hacía reír. Su abuela tenía razón, Hinamori fantaseaba con ser la única concubina de Toshiro y romper su ilusión era demasiado satisfactorio.

― Pero aún no ha hecho la declaración oficial, ¿no? ― preguntó Karin sentada en su silla. ― Por lo tanto, el harem sigue abierto y yo, como su esposa, soy libre de darle las concubinas que quiera, ¿o me equivoco?

El bonito rostro de Hinamori se distorsionó primero en una mueca de incredulidad y luego en una de ira debido a las palabras de Karin.

― Hablaré de esto con la reina para que prohíba esta ridiculez. ― amenazó Hinamori. Karin esperaba algo así pero decidió dejarla hablar. ― No se puede poner a cualquier mujer en el harem del príncipe. ¡Eres sólo una extranjera que no comprende nuestras tradiciones y que arruinará la estabilidad del reino!

― ¡Y tú eres una concubina que no conoce su propio lugar! ― Karin se levantó de su asiento tan rápido que Hinamori, quien se había acercado a ella en ese arrebato de ira, dio un paso atrás y cayó de nalgas al suelo. ― Te llamé porque quería conocerte en privado y tratar de establecer una relación medianamente sana contigo ya que vivirás con nosotros, pero por lo que veo, todavía no entiendes cuál es tu lugar y ni siquiera tienes ni una pizca de respeto por mí.

― Quien no entiende cómo son las cosas aquí eres tú. Mi tía se enterará de esto. ― Hinamori la volvió a amenazar desde su lugar en el suelo. ― Ella sabrá que me maltrataste y humillaste, y entonces ella…

― ¿Ella que? ¿Qué puede hacer tu tía ante un matrimonio autorizado por el rey? ― preguntó Karin sin dejar de mirarla. ― ¿Es porque ella es más poderosa que el rey? ¿Crees que puedes hacer lo que quieras sólo porque eres sobrina de la reina?

― Haré que te expulsen del palacio. ― Hinamori se levantó del suelo y se sacudió la ropa. ― Y si no puedo, te haré la vida imposible. Lleva a esas otras concubinas al harem y las convertiré en mis aliadas. No tendrás un solo día de paz. Te arruinaré por completo hasta que seas tú quien se arrepienta de haber venido aquí.

― ¡Entonces ve e intenta que me echen de este lugar! ― Le gritó Karin, molesta por la forma de hablar de Hinamori y su atrevimiento al amenazarla. ― Pero si no lo logras, quien te hará la vida imposible seré yo. No lo olvides, Hinamori.

Hinamori se dio la vuelta y salió de esa habitación lo más rápido que pudo, molesta y decidida a cumplir sus amenazas.

Karin se dejó caer en su silla y trató de que su corazón, que latía tan fuerte que le dolía, se calmara un poco. Nunca se había sentido tan molesta con alguien como ese día y sintió el don revolotear entre sus dedos, amenazando con salirse de control.

― ¿Estás bien?

La voz de Toshiro se escuchó a su lado, haciéndola relajarse un poco más. Él había estado detrás del biombo, escuchando todo a pedido de ella porque sentía que necesitaba un testigo en caso de que la conversación saliera mal.

― Siento que toda esta situación es demasiado. ― Se levantó de su silla y se dirigió a su marido. ― No pensé que pasaría mi luna de miel de esta manera.

― Lo siento. No era mi intención hacerte pasar por todo esto. ― Toshiro sirvió un vaso con el licor dorado que Ichigo les había regalado el día de su boda y se lo entregó. Parecía realmente arrepentido por eso. ― Parece que alguien está alimentando la mente de Hinamori con ideas equivocadas.

― Si tuviera que adivinar, diría que la reina tiene algo que ver con el comportamiento de Hinamori. ― aventuró Karin antes de beber un poco de ese licor.

Su hermano solía decir que ese era el licor de los negocios y que sólo se debía beber cuando se hacían negocios.

Después de tomar el primer trago, Karin entendió el porqué de esa instrucción. El licor era tan fuerte que pareció restablecer su mente.

― Hay un rumor sobre la reina Ravna del que mi madre me habló hace mucho tiempo. Se dice que quiere conservar el poder del reino para ella y su familia, pero Koga interrumpe sus planes. ― Murmuró Toshiro con un vaso de ese mismo licor dorado en la mano. Karin todavía se estaba recuperando de ese primer trago. ― La reina Ravna y la madre de Koga no se toleran. Desde que el rey declaró a Koga heredero al trono, su madre ganó más poder e influencia dentro del harem y la corte. Cuando Koga asuma el trono, aunque su madre no tenga el título de Reina Madre, tendrá el poder de una y la Reina Ravna será desplazada lentamente.

― Supongo que matar a la madre de Koga no es algo que la reina Ravna pueda hacer porque será obvio que ella fue quien lo decidió. ― Murmuró Karin luego de recuperarse de su segundo trago. El vapor de alcohol fluyó de sus fosas nasales. ― Y Koga es lo suficientemente fuerte como para no ceder a los deseos y amenazas de la reina, pero... Tienes miedo de que ella le haga algo a tu madre, ¿no?

Toshiro asintió.

― Todos nosotros, hijos de concubinas, tenemos miedo de que la reina haga algo contra nuestras madres. ― Karin pudo ver la preocupación en el rostro de Toshiro, así como una visión borrosa de los posibles planes de la reina Ravna para él y su madre. ― Koga es mi hermano mayor, es bastante fuerte al igual que su madre, pero no quiero que sufran daño por la ambición de la reina. Siempre ha sido muy bueno conmigo y cuando me nombraron Segundo Príncipe, Koga bromeó diciendo que yo sería su heredero si él no tenía hijos, pero no quiero el trono. Él merece tener un reinado largo y tener muchos hijos.

― ¿Y si algún día tienes que tomar el trono?

La pregunta de Karin era una duda legítima. ¿Qué pasaría si matan a Koga? Aunque tenía una idea clara de las reglas de sucesión, necesitaba confirmarlas. Había muchas cosas en juego además de la corona.

Toshiro guardó silencio por un momento antes de responder.

― Entonces yo tendría que seguir las reglas. El harem de los príncipes está formado por las hijas de los señores y los funcionarios públicos. El harem del heredero al trono tiene hijas de señores nobles, cuyo linaje es incuestionable porque de entre ellas se puede elegir una esposa para ser reina. Lo mismo se aplica al segundo príncipe. El harem del rey contiene al menos una concubina de cada ciudad del reino, independientemente de cuantas tenga, y es tradición que en la coronación se reciba a las chicas y se les entregue un chal. Es una gran ceremonia.

A Karin no le gustó la idea de que Toshiro abriera el harem si se convertía en rey.

Si la única concubina de Toshiro le estaba trayendo todo ese tipo de problemas, no quería imaginar todos los problemas que tendría cuando esas otras chicas llegaran con sus propios planes de ser la madre del heredero del trono.

Definitivamente tenía que hacer algo al respecto. La paz de su matrimonio dependía de que Koga se convirtiera en rey y la reina Ravna desapareciera del mapa.

Quizás la idea de no cometer los mismos errores que su madre era pretenciosa, pero Karin no desperdiciaría todo lo que su abuela y su madre le habían enseñado.

Ya era hora de hablar de negocios.


Primavera — x494 / 12 de mayo

Kaien sabía que tenía que aprovechar cada oportunidad que se le presentara si quería ganar ese juego de poder contra Ichigo, y que no importaba cuán pequeña fuera esa oportunidad, tenía que aprovecharla para tratar de sacar el mayor beneficio posible.

Las grandes jugadas, aquellas que causaban un gran impacto en el tablero de juego, requerían meses de planificación y no ser simplemente un movimiento aleatorio dado por un buen presentimiento.

Era como componer música, donde cada nota era escrita, reescrita y probada hasta obtener el resultado que satisfacía a su creador, y eso era lo que Kaien había estado haciendo desde el año anterior: componer la obra maestra que sonaría el día de su coronación. .

Y todo era gracias a Ichigo y su romance con la princesa de Gardelia.

Kaien admitió que todo empezó como curiosidad, un mero placer de hacer enojar a Ichigo, pero cuanto más descubría un poco de la historia secreta de su hermano, más interesante le parecía. Además, era justo que él supiera sobre el pasado de su hermano, ya que Ichigo había leído el diario de Miyako y se había enterado del suyo, incluso usándolo a su favor para matar a Nelliel.

Una jugada a la que había que responder del mismo modo en que se hizo: con sigilo.

Las gemelas también habían contribuido a esa sinfonía aunque no lo sabían, pues estando en Vayalat le enviaron una carta contándole sobre la coronación del Príncipe Kisuke, sobre la presencia de la comitiva de Gardelia y sobre la muerte del rey de Gardelia.

Yuzu fue quien lamentó esa muerte, pues lo había conocido durante los eventos alrededor del cumpleaños de Ichigo y parecía tener una buena impresión de él, aunque inmediatamente después agregó "se lo merece por golpear a una mujer".

Sus hermanas pequeñas tenían una vena cruel que a él le gustaba.

Kaien sabía que Ichigo había amenazado con matar al rey de Gardelia, gracias a su informante en la delegación que los acompañó a Vayalat en ese viaje y por ese pequeño encuentro con su padre el día que Ichigo regresó al castillo; por lo que cuando leyó en la carta de las gemelas la noticia de que el rey Yushiru había muerto, Kaien inmediatamente empezó a sospechar de Ichigo y su extraña magia.

Durante días consideró la situación y al final decidió enviar a uno de sus hombres más leales a Gardelia para que le enviara informes sobre ese reino y sobre el Camino del Desierto.

Kaien no tenía un plan escrito y no sabía cómo podría utilizar a la antigua amante de su hermano para su propio beneficio, pero cuando le llegaron informes de la situación interna del reino, se le ocurrió la idea.

Sabía que atacar a Gardelia en ese momento era un acto suicida, no necesitaba las palabras de Ichigo sobre las inclemencias del tiempo en el desierto, y también sabía que lo más prudente era preparar bien a los hombres si querían tener éxito en aquella campaña, pero aquella reunión sirvió para plantar la idea en el rey y dejarla allí para que madurara adecuadamente.

También sirvió para mantener la atención de Ichigo en otra parte, ya que el rey ordenó que se enviara un espía para confirmar los "rumores" que él presentó en esa reunión. Kaien necesitaba que Ichigo mirara hacia otra parte y no viera lo que estaba a punto de hacer en ese momento al amparo de la noche.

― Su alteza, la chica está aquí. ― Informó Aaroniero desde afuera de su oficina privada.

Kaien dejó de leer el último informe de su espía en Gardelia, el que utilizó en la reunión con su padre, y permitió entrar a su invitada. La reina no había levantado su castigo y no podía entrar libremente al área de la reina, pero eso no importaba mucho en ese momento porque no necesitaba entrar a ese lugar.

Maru entró a la oficina y le hizo una completa reverencia, aunque Kaien se dio cuenta de que la chica estaba nerviosa y asustada. Era comprensible que Maru fuera así, ella había sido la doncella de Yuki y debía tener grandes recuerdos de aquellos acontecimientos, pero eso no importaba porque pronto los olvidaría y solo viviría para él.

― Esta doncella está a su servicio, alteza. ― Murmuró la chica sin levantar la vista, incluso su voz sonaba temerosa.

Kaien sacó el frasco que contenía el filtro de amor que había preparado, que finalmente tuvo éxito, y se lo entregó a la chica.

― Necesito que beba esto por mí, señorita Maru. ― Kaien habló con esa encantadora sonrisa que siempre llevaba consigo en esos momentos mientras Aaroniero estaba detrás de la chica. ― O tu hermano pequeño lo va a hacer por ti.

La chica comenzó a llorar, pero Kaien agitó un dedo frente a ella para que se detuviera y se apresurara a beber el líquido verde. Odiaba cuando la gente lloraba delante de él porque le parecían débiles, pero necesitaba a esa chica porque trabajaba en el área de la reina y contaba con la simpatía de Rukia.

La horquilla dorada en su cabello era prueba de ello.

Kaien sabía que perdería a Rukia, pero también sabía que con ese filtro podría recuperarla. Tener a la esposa de su hermano era un punto imborrable en su agenda. Quería a Rukia y cada día la deseaba un poco más.

Era como si algo invisible lo empujara hacia ella.


Primavera — x494 / 14 de mayo

Vayalat era el único reino que atacaba a sus enemigos de noche. Ya fuera un ataque frontal o un ataque furtivo, el comienzo del ataque siempre era al anochecer.

Tener a Vayalat como enemigo significaba tener que cambiar la estrategia de ataque y defensa porque Vayalat tenía sus propias reglas de lucha y hacía que todos se adaptaran a ellas.

Sin embargo, Kisuke no llevaba la bandera de Vayalat sino la de Cikram, sus barcos no eran más grandes que un barco mercante y sus hombres eran en su mayoría soldados entrenados en el reino de su hija. Kisuke estaba entusiasmado con la idea de pelear así, donde estaban en evidente desventaja, porque significaba que tenía que esforzarse más y la victoria sabría mejor.

Durante el tiempo que estuvo en Cikram, Kisuke había acordado con su hija el ataque conjunto a los puertos de Gardelia. Durante la planificación habían tenido en cuenta el tiempo que se tardaba de un puerto a otro y la rapidez con la que podían llegar las noticias para no dar demasiado tiempo de respuesta a los señores Gardelia.

Era difícil coordinar un ataque así, pero no imposible.

― Llegaremos al puerto antes del amanecer y esperaremos que nos autoricen a anclar en un muelle. Una vez allí, el objetivo es sencillo: conquistar el puerto. ― Kisuke habló a sus soldados mientras estaba parado en los escalones de la cubierta del barco y el amanecer se veía en el horizonte, sobre tierra firme.

Las órdenes de Kisuke fueron repetidas a los dos barcos que estaban con él junto con la señal para que estuvieran listos. No podía negar que estaba emocionado por lo que sucedería cuando desembarcara en el puerto.

Los barcos se movían suavemente por el agua hasta que barcos más pequeños se acercaron a ellos. Kisuke ya se había cambiado de ropa y se vestía como suelen vestir los comerciantes de Cikram, incluido un pequeño sombrero de paja que se ató debajo de la barbilla.

― ¿De dónde vienen y qué venden, señor? ― Preguntó un hombrecito que estaba en el pequeño bote mientras sostenía una tabla de madera en una mano, un trozo de grafito en la otra y hacía esfuerzos por mantener el equilibrio en la proa.

― ¡Traemos telas y cerezas! ― Gritó Kisuke mientras se inclinaba sobre el costado del barco para escuchar mejor al aduanero. ― ¡Somos del reino de Cikram! ¡Solo necesitamos suministros para continuar nuestro camino hacia el sur!

El hombrecito de la aduana anotó algo en su registro, le dio a Kisuke un pergamino y le dijo a dónde tenían que ir ya que era un barco de paso. Kisuke sacó su abanico y comenzó a jugar con él mientras agradecía al hombre su amable gesto y repetía la orden al timonel.

― Antes de cargar suministros, debes pasar por la Oficina de Registro 4. ― El hombrecito de la aduana volvió a hablar antes de partir hacia otro barco que parecía acercarse.

No pasó mucho entre esa pequeña charla y el anclaje, por lo que Kisuke dio unas últimas órdenes a sus hombres antes de que bajaran el puente para poder irse.

Kisuke bajó primero, vestido de comerciante, seguido de tres jóvenes vestidos de estibadores que poseían la sangre de Vayalat y que estaban orgullosos de ir a la guerra por primera vez. Los soldados bajarían más tarde, siguiendo las órdenes previas de Kisuke.

A pesar de ser muy temprano en la mañana, el puerto estaba lleno de gente yendo y viniendo con cajas llenas de mercancías y barriles de lo que posiblemente fuera vino o algún tipo de encurtido. Algunos serían llevados a través de Camino del Desierto y enviados al siguiente puerto para ir a las Tierras del Amanecer y otros permanecerían allí para el comercio local.

Había un segundo puerto un poco más al norte donde atracaban los barcos que recogían las mercancías que venían del Puerto del Amanecer y partían hacia las Tierras del Ocaso.

Todo estaba muy bien organizado, había sido un proyecto ambicioso cuando empezaba a tomar forma pero se había convertido en algo grande y monstruoso que tenía un alcance gigantesco dentro de los reinos.

Los Señores del Desierto podían cobrar lo que quisieran por anclar barcos allí y usar el camino, y los comerciantes lo pagaban porque les ahorraba varios meses de viaje por mar y eliminaba el peligro de que los piratas les emboscaran cuando pasaban por las Tierras Quebradas.

Kisuke lo quería y sólo había una manera de conseguirlo.

― ¡Oh! Creo que este es el lugar. ― Kisuke señaló un lugar que en la parte superior tenía un cartel enorme anunciando que era la Oficina de Registro 4. ― Entremos y saludemos.

Kisuke era consciente de que había un número considerable de soldados alrededor del lugar y que varios de ellos lo observaban a él y a su barco mientras avanzaban por el puerto, por lo que quería hacer las cosas de la forma más civilizada posible antes de desatar la masacre.

Dentro de la oficina había un tipo grande, calvo y de piel oscura con un arete en la oreja que terminaba en una pluma de colores.

Todo en el tipo gritaba que era un hombre común de Gardelia que trabajaba en la burocracia, pero el arete con esa pluma de colores significaba que pertenecía a los Yuruk, una tribu del desierto que vivía perdida entre las dunas.

A Kisuke le pareció curioso que un hombre de las dunas hubiera dejado su casa para vivir y trabajar en el puerto, pero no hizo comentarios al respecto. Tal vez el tipo ni siquiera pertenecía a esa tribu y solo llevaba el arete porque se veía bonito.

Detrás de ese hombre se encontraba un hombre que vestía el uniforme negro de las Sombras de Vayalat y tenía casi todo su rostro cubierto por una tela negra, dejando solo sus ojos libres.

La actitud solemne del soldado le dijo a Kisuke que sus hombres no eran utilizados exclusivamente para custodiar las mercancías sino más bien como guardaespaldas privados de altos funcionarios y burócratas, lo que le facilitó las cosas porque la casa del señor del puerto tenía que estar custodiada por más Sombras.

― ¡Hola! Me dijeron que debía venir a este lugar a hacer trámites.

Kisuke saludó al hombre con una enorme sonrisa mientras se quitaba el sombrero y bajaba el abanico, dejando al descubierto su rostro y su cabello. Él había sido el comandante de Vayalat antes de convertirse en rey y todos los soldados de élite habían estado bajo su mando directo en algún momento, por lo que la Sombra que estaba detrás del funcionario lo reconoció de inmediato y se arrodilló en el suelo en señal de respeto.

― ¡La Sombra salve al Rey! ― El soldado de élite habló mientras estaba con la rodilla en el suelo y la mirada baja en señal de respeto.

Kisuke se sintió orgulloso de que sus soldados no lo hubieran olvidado.

― ¡¿Qué está pasando aquí?!

El funcionario se puso de pie en ese mismo momento porque el rápido movimiento de su guardaespaldas, seguido de ese formal saludo, lo tomó desprevenido.

― ¡Ay, nada, nada! ― Kisuke captó la mirada del oficial y fue todo lo que necesitó para que el hombre cayera en hipnosis. ― Irás con tu señor y le dirás que entregue el Puerto del Ocaso al reino de Cikram o todos ustedes enfrentarán las consecuencias.

― Si mi señor.

Las pupilas del funcionario estaban dilatadas y su voz salió en un tono plano que agradó a Kisuke. Sólo las personas con mentes débiles caían tan rápidamente en la hipnosis, aunque él era bastante bueno en eso y pocos habían presentado un desafío.

― ¡Muy bien! Ahora vete antes de que te mate.

El funcionario salió de la oficina seguido por uno de los portadores del don que estaba con Kisuke, y se perdió entre la gente que iba y venía.

Los ojos de Kisuke, que hasta entonces habían estado brillando de un amarillo intenso, volvieron a la normalidad y centró su atención en su soldado, quien aún estaba con su rodilla en el suelo.

― Ponte de pie. ― Ordenó Kisuke y el soldado se levantó del suelo. ― Quiero que vayas con todos los miembros de tu escuadrón y les digas que maten a tantos soldados gardelianos como sea posible. Hemos venido a tomar el puerto con la ayuda de los soldados de Cikram, así que cierra todas las salidas. Nadie sale de este lugar.

― ¡Sí, mi comandante!

El soldado salió junto con uno de los portadores del don y Kisuke se sentó en la silla detrás del escritorio que había quedado vacío.

A Kisuke le encantaba la guerra, pero le encantaba ver cómo se desarrollaba cuando movía una o dos piezas. Sólo tenía que esperar y dejar que todo siguiera su curso.


¡Hola a todos!

¡Gracias por seguir leyendo esto! Ustedes son los mejores.
¡Este autor les desea a todos una feliz Navidad y un excelente 2024!
¡Espero que todos sus deseos y propósitos se hagan realidad!
Si no celebras la Navidad, que tengas un día maravilloso.

¡Gracias a todos!
¡Hasta pronto!


Kaede: ¡Felices fiestas! Y con respecto a Matsumoto como concubina, ella es la esposa de Gin :3 y Gin es el padre de Hinamori, dicen XD

Usagui: ¡Hola! ¡Felices fiestas para ti! Espero que este capítulo calme un poco tu angustia :3