"Los hombres de Paco"
Renuncia de responsabilidad legal: esta obra, que no me aporta ninguna remuneración económica o beneficio alguno de ningún tipo, está destinada al entretenimiento de los lectores. No poseo los derechos de autor ni copyright de los personajes de la serie "Los hombres de Paco". Sólo juego con ellos para pasar el rato, y a modo de homenaje a esta gran serie.
Los cojones cuadrados de don Lorenzo
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"¡No, por Dios! ¡Otra vez no!" pensó el comisario Lorenzo Castro, llevándose las manos a la cara en desesperación, harto de escuchar las habituales memeces de su particular trío calavera. "¿Pero qué cojones habré hecho yo en otra vida para merecer esto?"
Una vez más, Paco, Mariano y Lucas estaban dándole la vara en su despacho en la comisaría de San Antonio, con la última trama descabellada que insistían haber descubierto.
Con los ojos cerrados, don Lorenzo masajeó sus sienes suavemente con la punta de los dedos, describiendo pequeños círculos, intentando aliviar la migraña incipiente que le empezaba a taladrar la cabeza, pero el inspector Francisco Miranda continuó con su perorata como si nada, ignorando las señales de peligro. Como si lo que fuera a decirle a continuación el descerebrado de su yerno, le pudiese importar una mierda.
"Es que verá usted, don Lorenzo, que esto que hemos descubierto hoy es muy, muy fuerte."
"Fuertísimo," interrumpió Mariano con el alma en vilo, sin dejarle continuar. "Es que todos los indicios apuntan a que sí. A que es eso, lo que estamos diciéndole, vaya. Que la limpiadora ha estado escondiendo entre los mochos de su carro una máquina infernal de esas, pa' echar un pulso electrosistémico… ¡Háganos caso, por Dios, don Lorenzo, y ponga a todo el mundo en alerta máxima, que nos pueden despachurrar todos los sistemas en cuanto le den a un botón, y borrar todos los datos, hasta de los móviles! ¡Las fotos que tengo con mi difunta Bernarda y todo!"
"Qué pulso ni qué leches, Mariano… ¡Tu puta madre en bicicleta! Y en todo caso sería un pulso electromagnético, no electrosistémico, so gilipollas," pensó don Lorenzo, concentrándose en el masaje y en el ritmo de su respiración, tratando de mantener la calma y no explotar como un vial de nitroglicerina recalentada. "Joder, estos tres anormales siempre oyendo campanas sin saber de dónde. Han debido de ver el nuevo higienizador de ozono de última generación, y como no tienen dos dedos de frente, pues aquí los tengo haciendo el canelo otra vez, como si hubieran descubierto la rueda. Y el dolor de cabeza que me están poniendo, coñooo… ¡Manda huevos!"
"¡Hay que encontrarla pero YA!" dijo el ansia viva de Lucas, siempre deseando pasar a la acción, dando un golpetazo en el escritorio que sobresaltó a don Lorenzo, sacándole de su ensimismamiento, y también de sus casillas. "¡Antes de que esos cabrones peten todos los aparatos electrónicos en un radio de un kilómetro!"
Con cara de perro, don Lorenzo bajó las manos lentamente, y entornando los ojos, clavó su mirada de hielo en el hombre que tenía delante, fingiendo un repentino interés en el asunto.
"¿Indicios, Paco? ¿Tenéis… indicios?"
"Sí, don Lorenzo. Muchos indicios de que el hijo de la empleada de la limpieza es un jaker terrorista de esos que…"
"¿Quieres que te diga dónde puedes encontrar muchos más indicios sobre la maquinita esa de la señora de la limpieza, Paco?" interrumpió el comisario, inclinándose sobre el escritorio para acercarse a escasos centímetros de su cara. "¿Quieres que te diga dónde?"
"Pues… vamos a ver, conociéndole a usted, supongo que tendrá más indicios guardaos en… en… en sus santos cojones," tartamudeó Paco, echándose atrás para alejarse un poco, temiendo una nueva explosión verbal de su suegro.
"Exacto, Paco, exacto… EN MIS COJONES. Ahí están. En mis SAN-TÍ-SI-MOS-CO-JO-NES. Ahí metiditos, entre los pliegues de mi escroto. ¿Qué te parece?"
"Bueno, pues que… que estarán ahí bien abrigaítos. Y cómodos también, muy cómodos, sí… entre el acolchamiento de… de sus santas partes…"
"¡VÁYANSE DE AQUÍ INMEDIATAMENTE, PAYASOS! ¡MAMONES! ANORMALES…. ¡DE CARRITO!" gritó don Lorenzo, perdiendo las formas, como era habitual en él, levantándose para enseñarles la puerta. "¡Qué pulso electromagnético ni qué pollas en vinagre! ¡Ozono, anormales, es O-ZO-NO!"
Los tres se miraron extrañados, como si nunca hubiesen oído la palabreja. Pero don Lorenzo no se explayó más en la explicación.
"¡Dejad de hacerme perder el tiempo con vuestras gilipolleces, coño! ¡Iros a tomar por culo ya!"
"Bueno, tampoco es pa' ponerse así, que otras veces ha resultao que, aunque equivocaos," balbuceó Paco, enfilando hacia la puerta, empujando a los otros dos, "pues al final, igual teníamos algo de razón, y…"
"¡LARGO!"
El portazo que dio tras Paco, que casi le golpea el culo, estuvo a punto de reventar un cristal.
"A la mierda ya con tanta tontería, hombre, siempre igual con los capullos estos…" don Lorenzo masculló entre dientes, rabiando con una mala leche que bien podría disolverle el estómago en una marea de ácido clorhídrico. "¡Anormales!"
Cualquier día, entre pitos y flautas, estos tres idiotas van a acabar conmigo.
Literalmente, porque cuando no lo secuestraban y perseguían por el bosque maniatado, con los ojos vendados y al borde del colapso cardíaco, lo drogaban con metadona y le impedían inyectarse insulina hasta provocarle un coma hiperglucémico que casi lo manda al otro barrio. Y por si todo eso fallaba, siempre podían contratar a un par de ucranianos para que le atropellaran otra vez, volviéndole a dejar en silla de ruedas, o algo peor.
La lista de afrentas hacia su persona era larga, y no hacía más que crecer y crecer. Si Paco no fuese el marido de su hija Lola, y él encubriese sus torpezas sin abrirle un expediente más gordo que el libro de Petete, haría días que lo habrían empapelado por agresiones e intento de asesinato. Y por tonto del culo.
Don Lorenzo volvió a tomar asiento para rebuscar en los cajones de su escritorio. Allí tanteó los viales de insulina y las jeringuillas, pero no era eso lo que necesitaba, no hasta dentro de unas horas. Ibuprofeno o paracetamol en vena, eso era lo que necesitaba, y con urgencia. Cuando encontró la caja que buscaba al fondo del cajón, suspiró aliviado.
Justo cuando estaba echándose al gaznate dos cápsulas con un trago de agua, volvieron a llamar a la puerta.
"¿QUÉ? ¿Qué coño pasa ahora?"
"Don Lorenzo," dijo Montoya, asomando la cabeza por la puerta entreabierta, "está aquí el inspector Gutiérrez, y no trae buenas noticias."
"¿Santiago Gutiérrez? ¿De la central?"
"Sí."
"Pero hágale pasar, Montoya, hombre de Dios, no sé a qué espera."
"Sí, sí claro… Ya puede pasar, inspector."
Don Lorenzo se levantó para recibir al visitante con un efusivo apretón de manos y una cálida sonrisa.
"Hombre, Gutiérrez, cuánto tiempo que no te pasabas por aquí."
"Castro, ¿cómo andamos?" dijo Gutiérrez, sacudiéndole la mano a don Lorenzo como si quiera descoyuntarle el codo. "¿Pero solo me vas a dar la mano? ¡Venga un abrazo, cojones!" añadió, dándole un abrazo de macho alfa, de esos que incluyen sonoros palmetazos con la mano abierta entre las paletillas, como si quisiera desalojarle un hueso de aceituna atascado en la tráquea. "Bueno, por lo que veo, sigues con la misma mala hostia de siempre, ¿eh?"
"Mis hombres, que a veces me sacan de quicio. Son peores que las almorranas, y sé muy bien de lo que hablo," dijo don Lorenzo con un lánguido suspiro, volviendo a su escritorio. "Pero siéntate, hombre, siéntate."
Don Lorenzo le mostró la mejor silla, la que hacía un momento había ocupado Paco, y entonces reparó en Montoya, todavía en la puerta.
"Montoya, tráiganos unos cafecitos, por favor."
"El mío negro, largo, sin azúcar," dijo Gutiérrez.
"Como debe ser, sí señor," asintió don Lorenzo, anhelando un cortado con mucha espuma y extra de azúcar, ahora que se había aficionado al café con leche a causa de sus hemorroides, ignorando la diabetes, pero no quería parecer un pusilánime delante de ese hombre. Con Gutiérrez prefería mantener las apariencias de machito tradicional de pelo en pecho, aunque tanta cafeína le sentara como un tiro. "Para mí, lo mismo."
"¿Sí?" dijo Montoya, extrañado con el cambio.
"Sí, claro, el de siempre... Venga, que ya está tardando. ¡Pero váyase ya, hombre!" le despidió hastiado, con un gesto de la mano, centrando su atención otra vez en su viejo conocido de la academia, lo más cercano que tenía a un amigo. "Y dime, Gutiérrez, ¿qué te trae por aquí?"
"Pues tengo malas noticias, y no te las quería dar por teléfono."
"¿Ah, sí? ¿Malas noticias? ¿Qué ha pasado? ¿Éramos pocos y parió la abuela?"
Don Lorenzo se reclinó en su sillón, frunciendo el ceño otra vez. La sonrisa por el reencuentro le había durado poco.
"El Carnicero se ha escapado."
"¿El Carnicero? ¿Pero ese desgraciado no iba a cumplir una condena íntegra de treinta años en una prisión de máxima seguridad, sin posibilidad de condicional, ni régimen abierto?"
"Sí. Pero se escapó anoche cuando le trasladaban del módulo Gremlin de Morón de la Frontera al Quince del Puerto de Santa María. Y no tenemos ni idea de dónde está."
Don Lorenzo intentó no parecer muy afectado, mostrando una máscara de indiferencia, pero no pudo evitar sentir un nudo en el estómago. ¿O eso era la mezcla de la acidez y el ibuprofeno a palo seco? Tendría que haberse tomado también un almax.
"¿Y a qué vienes? ¿A ponerme protección?"
"Escolta 24/7, en turnos rotatorios de ocho horas, dos unidades por turno."
"Venga, hombre, no seas exagerado, Santiago. Qué ganas de malgastar recursos," dijo don Lorenzo entonces, con una actitud bastante desdeñosa y un aplomo que realmente no sentía. "No saquemos las cosas de quicio. Si ese hijo de puta se escapó hace unas horas, no habrá tenido tiempo ni de cambiarse de calzoncillos... ¿Cómo se va a presentar aquí, desde Cádiz en cero coma, y luego meterse en mi vida, así, ya, porque sí? No me jodas."
"Oye, Lorenzo, no exagero ni un pelo con las medidas porque ese tío está loco, y te la tiene jurada. Y porque no tenemos ni repajolera idea de dónde está, ni qué intenciones lleva. Sólo sé que ese cabrón llevaba quince años a la sombra cagándose en tus muelas, sin otra cosa que hacer que planear su venganza, contra el mundo en general, y contra en ti en particular. Porque supongo que te acuerdas de lo que te dijo en el juzgado, cuando se lo llevaban a rastras."
"Sí, ya, claro, que me iba a cortar los huevos… Anda que no me lo han dicho veces ni nada, macho. Mira, si tuviera un millón por cada vez que he oído esa amenaza, hace tiempo que estaría jubilado en Santo Domingo, viviendo la vida padre."
"No te lo tomes tan a la ligera. Ese tío mató a siete policías a sangre fría, y descuartizó a dos de ellos. ¡Joder, que nunca encontramos ni el hígado ni la pierna izquierda del subinspector Ramos! Y ahora ha herido a dos guardias civiles de gravedad en ese traslado, antes de escaparse. El cabrón lleva ese mote por algo."
"Ya. ¿Y cómo están esos dos agentes de la Benemérita?"
"Se recuperarán, creo, por lo menos físicamente. De la azotea… ya veremos. A uno de ellos le rebanó el cuello con una cuchilla que se hizo con una placa de metal que sacó de la suela de un zapato, y lleva ya tres transfusiones. Al otro le disparó a bocajarro con la pistola del primero, y luego le cortó las dos orejas."
"¿El rabo también?"
"No, no debe de ser fanático de lo taurino, pero no bromees, joder. ¡Tómatelo en serio!"
"Perdona, tienes razón. Eso ha estado fuera de lugar."
"Mira, Castro, si esto hubiera pasado antes del 75, a ese tío le darían garrote, como poco, y asunto arreglado. Pero ahora, con la democracia, nos tenemos que comer el marrón de mantenerlo con vida, y ahora está en la calle. Hemos puesto a todos los cuerpos en alerta, y a ti, te vamos a blindar. Y es más, estoy pensando en montar un operativo usándote como cebo, por si tiene los huevos de acercarse."
"Bueno, si toda esta historia de la escolta es una excusa para volver a encerrar a ese malnacido, no me puedo oponer. Pero empezamos mañana. Déjame hacerme a la idea, anda."
"Vale, pero por si acaso, no vayas a dormir a casa hoy. No te quedes solo."
"No va a pasar nada, pero si te quedas más tranquilo, podría ir a casa de mi hija. Y mira, así puedo dejar a mi yerno vigilándome toda la noche en la primera guardia," añadió con ironía, sin poder contener una risa floja ante semejante idea.
"Tú verás, pero mañana tendrás dos coches en la puerta, sin falta. Tendrás a cuatro agentes contigo hasta que le atrapemos. Siempre. Día y noche."
"¿Y si te lleva meses?"
"Lo que haga falta."
"Bueno, ya… ya iremos viendo, venga. No me agobies, que a mí me gusta mi intimidad, y poder pederme a gusto sin reparar en quién tengo detrás. Por lo menos en mi casa."
Montoya llegó entonces con los cafés.
"Bueno, ya era hora, Montoya, que ni se hubiese ido a Colombia a recolectar los granos de café a la plantación de Juan Valdez, cojones."
Don Lorenzo cogió su taza de café negro negrísimo, y le pegó un par de tragos largos, a riesgo de achicharrarse la faringe. Después de todo, tras la mala noticia, necesitaba esa bomba de cafeína para despejarse. Y quizá unos sobaos para acompañar, como esos que le gustaban tanto a Paco, porque si no, la mezcla del café y el ibuprofeno con el estómago vacío le iba a abrir una úlcera del siete. Menos mal que tenía al chico de los recados perfecto.
"Montoya, una cosa más…"
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Notas de Autor: lamento quenunca llegué a ver esta serie cuando se estrenó, y ahora, tantos años después, acabo de empezar la temporada 4 en Prime. Cuando casi me muero de la risa con el episodio "Cuando Rita encontró a Pove" de la temporada 3, entre la escena del musical, y la escena del tabique que tendría que tirar don Lorenzo para poder pasar con sus hinchadísimos y santísimos cojones, supe que tenía que escribir una historia de fanfiction de esta fantástica serie, aunque sea tan tarde. Así que me puse a ello ayer, y aquí está el primer capítulo. Espero que alguien la lea y comente algo, y también espero no encontrarme nada parecido en las siguientes temporadas que me faltan por ver, porque si no, vaya sorpresa, jajaja.
(De momento, cuando ya tenía el primer capítulo terminado, he visto que aparecía en la serie otro asesino al que llaman el "charcutero", que también descuartizaba a sus víctimas, como mi "carnicero". Qué casualidad, pero no me apetece cambiarle el nombre por eso.)
Por cierto, como la serie empezó en 2006, y como en las primeras temporadas todavía usaban cintas de VHS y teléfonos móviles poco inteligentes, sin internet ni GPS, he actualizado las cosas un poco para el 2023, con un boost de tecnología y un fast-forward de al menos 10 años. Espero que no les importe mucho a los puristas de lo auténtico, y del producto original sin adulterar. Total, casi 20 años después, un personaje tan genialmente interpretado como don Lorenzo, estaría censurado por ser tan políticamente incorrecto y un ejemplo de masculinidad tóxica (ainnsssssss, qué penica de tiempos vivimos, Virgen del Camino Seco…) ;)
