Disclamer: Ni los personajes, ni lugares, ni parte de la trama me pertenecen a mí, sino a Rumiko Takahashi. Esta historia invernal se escribió sin ánimo de lucro, solo para entretenerme y divertir a otros.
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Nota de la Autora: Esta es una de las diversas historias que estaré publicando para la #dinámica_de_diciembre llamada #Fantasia_Invernal (nombre que me encanta, por cierto) convocada por la página de Facebook "Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma". Gracias por invitarme a participar un año más. Todas mis historias estarán tanto en Fanfiction como en Wattpad. Espero que os gusten y disfrutemos juntos de esta época tan especial.
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Historia nº 4:
Felicidad
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—Ahora—
Aquel podía haber sido un día como cualquier otro, de hecho, mucho mejor si hubiese resultado ser cualquier otro día y no ése. Veinticuatro de diciembre. Nochebuena. Hay personas que no saben lo que es el don de la oportunidad o directamente no les importa.
Era Nochebuena y la casa había sido una locura todo el día pues había muchas cosas que organizar para la cena y aunque a él, por ser uno de los hombres, no le habían permitido participar demasiado en dichos preparativos, su espíritu sí que se había contagiado un poco de esa energía frenética que había dominado a las mujeres de la casa. Aun faltando todavía algunas horas para el anochecer y que la festividad como tal comenzara, ellas seguían yendo de acá para allá, atareadas y ruidosas, con una arruguita de insatisfacción en medio de la frente, siempre dándose órdenes unas a otras y vigilando.
Vigilándolo todo porque siempre se puede hacer más, todo puede estar más limpio, más delicioso, mejor decorado.
Navidad, pensó Ranma con un deje de molestia, cuando estaba a punto de llegar a lo alto de la escalera.
La Navidad tenía esas cosas, ¿verdad? La expectación, los preparativos, la preocupación, tan ilógica como inevitable, porque todo salga perfecto en una cena que, ¿acaso iba a ser tan distinta a la de la noche anterior?
¿Qué tenía de especial?
Mejor no volver a hacer esa pregunta en voz alta, pues ya fue objeto de un sinfín de miradas indignadas cuando lo hizo la primera vez.
¡Todo era un caos de prisas y voces agudas que chillaban por cualquier cosa fuera de lugar!
Pero no solo era eso, no. La navidad tenía otras cosas molestas.
Las visitas inesperadas, por ejemplo.
Caminó cabeceando a lo largo del pasillo, ignorando las cintas de colores y el espumillón que adornaban las paredes y las puertas, tratando también de olvidarse de toda la algarabía del piso inferior. Resopló alguna que otra vez, como un niño cabezota al que se le obliga a hacer algo que odia y cuyas protestas no son escuchadas por los adultos de su alrededor.
¡Solo saben darme órdenes!
Se plantó ante la habitación de su prometida y se rascó la nuca. Alzó la mano para llamar pero en el último instante cambió de opinión y con mucho cuidado, giró el picaporte, abriendo una delgada línea al universo femenino del otro lado.
—¿Akane? —murmuró. Ante la falta de respuesta, asomó la cabeza dentro y lo primero que vio fue el vestido que la chica había elegido para esa noche, colgado de una percha sobre la puerta del armario. Era bastante bonito. Ya lo había pensado horas antes, cuando ella se lo enseñó muy orgullosa. No hizo ningún comentario al respecto a causa de la impresión pero estaba seguro de que se vería muy guapa con él puesto.
Abrió un poco más la rendija y descubrió a la susodicha sobre la cama, dormida. Entonces sí se animó a entrar, recordando cerrar la puerta tras él.
Akane estaba echada sobre la colcha y del revés, es decir, que tenía los pies descalzos sobre la almohada y la cabeza al otro lado de la cama. Después de todo el trajín preparando la cena y la casa para la fiesta debía estar agotada y se había quedado dormida, puede que sin ser su intención, cuando subió un momento para descansar.
Ranma se acercó un poco, al principio sin mirarla, moviendo sus ojos por la estancia como si nada le interesara demasiado hasta que sus pies le llevaron hasta ella. Entonces sí, la miró desde arriba y finalmente se agachó para ver mejor su rostro. Sabía que Akane estaba entusiasmada con la Nochebuena igual que la entusiasmaba cualquier cosa que tuviera que ver con la Navidad. La había visto trabajar muy duro todo el día y ahora, incluso dormida, tenía las mejillas encendidas y los labios suavemente curvados en una sonrisa ilusionada.
Todavía le costaba entender por qué le emocionaba tanto esa época, se preguntaba además si, con el paso del tiempo a su lado, él se contagiaría de ese espíritu y acabaría por disfrutarlo tanto como ella. Por el momento, no podía negar que su corazón endurecido de artista marcial se agitaba un poco al ver a la chica tan feliz. Le gustaba verla contenta, con los ojos cargados de luz y alegría, casi tanto como verla enfadar tras chincharla un poco.
¿Por qué será?
Era un gran misterio.
Antes de darse cuenta, sus piernas se apoyaron en la cama y su cuerpo, algo encorvado, le exigió una postura más cómoda para continuar contemplándola. Pero su cerebro, orgulloso, se negó en redondo y le hizo erguirse, así como estaba en cuclillas.
Es de tontos mirar a alguien que duerme se dijo. No valía de nada y resultaría raro si la otra persona le pillaba haciéndolo. No obstante, siguió mirando el rostro relajado de la chica mientras esas ideas tan racionales tranquilizaban su mente.
De repente, Akane se agitó, frunció el ceño y le descubrió con los ojos clavados en ella antes de que él pudiera si quiera volver la cabeza.
—¿Ranma? —Susurró y volvió a parpadear, estirándose sobre el colchón, acomodando sus manos bajo su cabeza—. ¿Qué haces ahí?
—¿Yo? ¡Nada! ¡¿Qué voy a hacer?!
—¿Qué quieres?
—Ah… —se lo pensó un momento y vaciló. Consideró decir la verdad y ahorrarse problemas, pero al final soltó lo primero que se le ocurrió—. Solo he subido para avisarte de que es hora de cenar.
Akane volvió el rostro hacia la ventana. A pesar de que había sido un día frío y apagado, la luminosidad grisácea que entraba a través del cristal indicaba que aún era de día.
—Aún no es hora de cenar —determinó ella. Le observó guardar silencio, incluso vio el movimiento de sus labios que parecieron temblar antes de animarse a decir algo más, pero ella se adelantó—. ¿Te… apetece tumbarte conmigo un rato?
Ranma alzó la cabeza, olvidando por completo lo que iba a decir.
—¿Eh? —Su rostro se acaloró al instante—. ¡¿A mí?! —Se encorvó, nervioso y muy despacio, torció la cabeza—. ¿Tú quieres?
—Te lo he preguntado, ¿no? —La chica se movió un poco hacia la pared, haciéndole sitio, de manera que él entendió que lo decía de verdad.
Bueno, si ella quiere pensó.
Puso una mano sobre el colchón y con una calma fingida que no engañaba a nadie a causa de la rigidez de sus movimientos, apoyó una rodilla y después se dejó caer a su lado. Quedó girado hacia ella y esperó hasta que Akane se movió hacia él para apoyar la cabeza en su hombro y las manos en su pecho. El corazón de Ranma dio un salto mortal paralizándole un momento, pero ella tiró de él y sus cuerpos se enredaron de manera más natural e íntima.
Aguantó la respiración hasta que sintió el suspiro lento y cálido de la chica en su cuello.
—¿Qué es lo que querías, en realidad? —Le preguntó.
Ranma bajó la barbilla sobre la cabeza de Akane, sus brazos se aflojaron en torno a su cuerpo y sus rasgos contraídos por la sorpresa se suavizaron por fin.
—No era nada importante —respondió más tranquilo, ejerciendo algo más de fuerza en el abrazo.
Se vio inundado por una maravillosa sensación de paz y sonrió. Todo estaba bien. Los tontos pensamientos sobre la navidad y todo lo demás que le habían acompañado hasta allí se volvieron tan diminutos e irrelevantes como el zumbido de un insecto.
—Te quiero, Ranma —susurró Akane con una dulce voz adormilada que se coló en su oído y reverberó por todo su cuerpo, igual que el tañido de una campana hace vibrar la estructura enorme de una catedral.
—Y yo… —La garganta se le secó porque la verdad le golpeaba con fuerza siempre que decía esas palabras—; yo también te quiero.
Bajó un poco más la cabeza, hasta sentir la suavidad de los cabellos de ella en su mejilla. Se amodorró tan increíblemente rápido que, a diferencia de otras veces, y había habido ya unas cuantas desde que ambos habían admitido sus sentimientos, apenas tuvo tiempo de saborear lo feliz que era en esos momentos.
La navidad le dio igual.
Ranma tenía su propia manera de ser feliz.
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En el piso de abajo, el comedor había sido engalanado con cuidado y esmero para la ocasión. Allí era donde la familia cenaría en (al menos eso esperaban) paz y armonía, para después retirarse al dojo que era, en realidad, dónde se celebraría la fiesta posterior con amigos, conocidos y la gran cantidad de personajes no invitados de manera oficial pero que sin duda aparecerían por allí quisieran los anfitriones o no.
Por eso, porque faltaban aún muchas horas para la fiesta, era extraña esa visita.
A pesar de lo cual, Kasumi no dudó en ofrecerle una taza humeante de té junto a un pequeño surtido de los aperitivos que había estado cocinando toda la mañana y pensaba servir antes de la cena. Sonrió al hacerlo, de corazón, porque le complacía agasajar a cualquier persona que se dejara caer por su hogar. Aunque sintió algo de inquietud al cruzar la mirada con su padre, sentado en el otro extremo de mesa, pues mostraba en su semblante una mueca de desaprobación muy poco habitual en él.
A Soun Tendo también le gustaba tener invitados y más en un día tan señalado como ese, pero al igual que su hija mayor, sabía que no era ese el momento de recibir a nadie. Además, había tenido un mal presentimiento al ver a ese chico cruzando las puertas del comedor y saludarle, tan apocado como pocas veces le había visto en el pasado.
—B-buenos días, señor Tendo… ¡F-felices fiestas!
O quizás fue después, cuando anunció la razón de su llegada, que Soun tuvo una mala sensación.
—He venido para hablar con Akane.
No es que fuera una petición extraña. Ryoga solo aparecía por el dojo para pelearse con Ranma o para ver a Akane, y por la cara de mal humor que traía su futuro yerno, pues él había sido quien le había abierto la puerta al recién llegado, Soun creyó que ya habrían tenido su habitual disputa fuera y, por tanto ahora, a Ryoga solo le quedaba preguntar por su hija.
Ranma se había ofrecido a ir a buscarla, pero ninguno de los dos había aparecido aún.
Mientras tanto, Ryoga había soltado en un rincón un enorme petate que traía a cuestas (Son solo algunos presentes para Akane, para felicitarle la navidad) y se había sentado a la mesa a esperar.
De eso hacía ya una media hora, por eso Kasumi se había visto obligada a servirle algo de comer. Ryoga estaba tan tieso como un poste, apenas alzaba la mirada del vaso de té que no parecía animarse a tocar. Tampoco se había atrevido a preguntar nada en referencia a la tardanza de la joven y Soun, que seguía suspicaz por su presencia allí, no pensaba sacar tampoco el tema.
No sería un anfitrión descortés, menos en Nochebuena, indicándole que se fuera de buenas a primeras, y regresara a la hora de la fiesta, aunque eso habría sido lo más correcto. Puede que si Akane tardaba más en aparecer, el muchacho se diera por enterado y él mismo se marchara.
Supongo que él mismo se dará cuenta, se dijo Soun. Si Akane no aparece, será que no quiere verle.
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—Antes—
Ranma salía de la cocina cuando oyó que alguien aporreaba el portón de la casa. Se quedó perplejo en mitad del pasillo porque no era normal que nadie llamara a la puerta. La mayoría de la gente entraba sin más o atravesaba un muro si querían acceder a la casa.
Desde el comedor le llegó la voz de su tío, pidiéndole que fuera él a abrir, así que Ranma salió fuera y contempló la decoración de luces y bolas de navidad con que su madre y las hermanas Tendo habían decorado el jardín.
Abrió la puerta y la persona que encontró al otro lado hizo una mueca de fastidio al verle.
—Ranma —saludó Ryoga, con el gesto serio. Se coló dentro de la propiedad sin ser invitado y sin dejar de mostrar que estaba decepcionado por haberse topado con él.
—Hola, cerdito —Le saludó—. ¿Has venido a felicitar las fiestas?
—¡A ti no!
—Ya me lo imagino —arqueó las cejas, enfocando su mirada en el gran bulto de regalos que traía el otro—. Vienes a ver a Akane, ¿no?
No es que necesitara una confirmación y de hecho, Ryoga parecía ansioso por librarse de él y acceder a la casa, sin embargo, ante esa pregunta se cuadró y le miró fijamente con una seriedad pasmosa.
—Sí, vengo a verla a ella —respondió. Cogió aire y añadió—. Y no solo eso, además vengo a declararle mi amor.
. De una vez por todas.
Ranma calló, impresionado y reparó en la profunda determinación que asomaba en la mirada castaña del chico, mucho más clara y firme que otras veces que se había presentado por allí con la misma peregrina idea.
Solo por eso, se dijo que esta vez iba muy en serio y reprimió sus ganas de burlarse.
—No te recomiendo que lo hagas —Se detuvo antes de añadir más, porque no quería descubrir ante semejante bocazas nada de sus intimidades con Akane, pero por alguna razón, sería por la navidad o porque últimamente se sentía afortunado y eso nos hace ser más generosos, tuvo el impulso de prevenirle sobre el fracaso al que iba a exponerse—. ¿Por qué no le das los regalos, le felicitas la navidad y te olvidas de lo otro?
Ryoga soltó una risita que no pudo ser más condescendiente.
—Ya sabía que intentarías detenerme, Ranma.
—Lo hago por una buena razón.
—Porque no quieres que nadie más intente conquistar a Akane —replicó el otro. Sacudió la cabeza y se cruzó de brazos—. Eres un egoísta.
. No te atreves a ser sincero con ella, pero tampoco quieres que yo lo intente.
—Te estás equivocando, cerdito —Le dijo, un poco molesto por el insulto—. Intento evitarte el ridículo.
—¡Qué considerado!
—¡Hablo en serio! —le espetó—. Imagina lo mal que te sentirás cuando Akane te rechace.
Esa idea debía haber rondado la mente de Ryoga en su camino hacia allí a pesar de manifestar tanta serenidad y seguridad en sí mismo, porque nada más oírlo dio un respingo, su semblante se crispó y sus puños se cerraron.
—¿Y por qué habría de rechazarme? —preguntó. El otro movió la cabeza pero volvió a callarse—. Tú no sabes lo que ella siente.
Sin embargo, daba la casualidad de que sí lo sabía.
En el pasado, Ranma podría haber dudado, aunque fuera un poco, ante la seguridad de Ryoga, incluso podría haber imaginado la catastrófica posibilidad de que su prometida, conmovida por la valentía del chico o hechizada por los buenos sentimientos de la navidad, acabara por aceptar ese torpe y lastimero amor. Pero ahora no. Porque ahora conocía de primera mano los sentimientos de Akane y la verdad, por más que sintiera compasión por el orgullo de Ryoga, lo que quería era ahorrarle a ella el tener que rechazarle.
La conocía bien y sabía que estaría sintiéndose culpable el resto de la noche. Y, pensara lo que pensara sobre esa fiesta, no quería que nada la arruinara para ella.
—Venga Ryoga —Lo volvió a intentar—. Tú también sabes que esto no es buena idea.
—Lo que yo sé es que amo a Akane —declaró con fervor, apretando todavía más las manos y frunciendo el ceño por la intensidad de sus palabras—. Me ha costado mucho pero he superado mis miedos y quiero ser sincero.
. Incluso con el asunto de P-chan, si es preciso.
—¿En serio?
—Estoy dispuesto a todo —insistió, dando un paso al frente—. Y tú debes hacerte a un lado, Ranma.
—¿Y por qué haría eso? Akane es mi prometida.
—Si tú no te atreves, al menos deja que yo intente hacerla feliz —Le dijo—. Deja que Akane encuentre la felicidad aunque sea con otro.
Se guardó sus pensamientos al respecto y aceptó, con pesar, que no había nada que pudiera decirle a ese cerdo testarudo que le hiciera cambiar de opinión. Se le pasó por la mente la idea de lanzarle lejos del dojo de una patada, probablemente para cuando consiguiera encontrar de nuevo la casa ya sería año nuevo.
Pero desistió. La cosa podría complicarse, estando Ryoga tan motivado como parecía, y una pelea entre ambos arruinaría la cena de todos modos.
—Está bien —consintió—. Habla con ella.
Le hizo pasar a la casa y le indicó que esperara en el comedor.
—Iré a buscar a Akane.
Fue arrastrando los pies hasta las escaleras y todavía oyó el modo titubeante en que Ryoga saludó a Soun. Sacudió la cabeza y empezó a subir.
Ese chico era un entrometido, además de un idiota.
¿Cómo se le ocurría presentarse allí para poner en duda su capacidad para hacer feliz a Akane?
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Ranma no iba a dejar que ese tonto le amargara la noche a su prometida con sus declaraciones de pacotilla, y creyó que tampoco tendría el valor suficiente para subir a buscarlos si ellos no aparecían. De modo que dejó ese asunto a un lado y se rindió también al sueño.
No tenía muy claro aún qué era lo que él, en todo el esplendor de su torpeza, estaba haciendo bien, pero sí sabía que desde que Akane y él habían hablado de lo que sentían el uno por el otro, ella era más feliz. Los dos lo eran y ahí acababan sus preocupaciones.
Él no era responsable de los sentimientos de Ryoga, pero sí se sentía un poco como el nuevo guardián de la felicidad de la chica. Y ahora, teniéndola entre sus brazos, ella se veía tan relajada y satisfecha que no sintió remordimiento alguno (¡Había hecho su trabajo, ¿no?!), cuando cerró los ojos.
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—Después—
Ryoga era incapaz de apartar la mirada de las arrugas del mantel que había sobre la mesa que tenía delante. Sabía que era mejor no hacer movimiento alguno o el enfado y la decepción que estaba sintiendo provocarían una desgracia que después lamentaría. No controlaba su fuerza cuando se veía invadido por una emoción tan intensa como esa.
—Vaya, cuánto tarda Akane —comentó Kasumi. La joven aún le sonreía, con total inocencia y, quizá, algo de compasión.
Llevaba una hora sentado, sin moverse ni decir una palabra y soportando la mirada del patriarca sobre él, además de sus innumerables suspiros de impaciencia.
—Se acerca la hora de la cena —murmuró la joven, poco después. Esperó unos segundos por cortesía y se levantó—. Disculpar, iré a revisar cómo sigue todo en la cocina.
Salió a toda prisa de la estancia y entonces, el silencio se hizo más pesado y desagradable hasta que, por fin, Soun carraspeó.
—Es probable que mi hija no baje —comentó con toda la suavidad que pudo.
—Ya.
El chico permaneció quieto, la ira mantenía su cuerpo tenso e inmóvil.
Claro que no bajará se dijo para sí. Podría haberlo dicho en voz alta pero la vergüenza se le atragantaba a la altura de la garganta. ¡Maldito Ranma!
¡Había sido un ingenuo por confiar en él!
Ryoga no era ningún tonto y podía imaginar lo que había pasado: seguro que ese desgraciado le había contado alguna mentira a Akane para que se fuera con él y ahora estarían muy lejos de la casa. Probablemente no volverían hasta que él se hubiese ido.
¡Ranma era el ser más cobarde y traicionero del mundo!
¡¿Estaba dispuesto a llegar hasta esos extremos con tal de que la chica no supiera lo que él sentía?!
Su temperamento explosivo e impredecible se exaltó hasta el punto en que experimentó un calor intenso en sus manos y en el centro de su estómago. Por lo general, caer en semejante estado de irritabilidad le arrancaba cualquier pizca de raciocinio y terminaba por cometer una locura como partir una farola por la mitad o hacer boquetes del tamaño de un camión en la pared más cercana. No obstante, una idea afortunada cruzó por su mente apaciguando el incendio de golpe.
Si Ranma había caído en una bajeza tal como secuestrar a la chica de su propia casa en Nochebuena debía ser porque le temía de verdad. Es decir que él, Ryoga, tenía más posibilidades de las que él mismo había creído de ganarse el corazón de Akane.
Pues claro pensó, pasmado. Ranma sabe que soy un poderoso rival y ha huido con ella por miedo.
La ira que había sentido se desvaneció y en su lugar, se alzó un poderoso sentimiento de vanidad y felicidad.
¡Tiene que ser eso! Y creyó esa verdad con tanta fuerza que iluminó su corazón. Akane me ama y Ranma pretende evitar nuestro amor separándonos.
—Esto… —Soun tosió antes y después de hablar. Ryoga volvió en sí y le miró—; no sé.
. ¿Quieres subir tú mismo a buscarlos?
Por un momento lo consideró, pero negó con la cabeza. Su nueva y resplandeciente seguridad le recordó que ellos se habían ido y le dijo, además, que no necesitaba apresurarse tanto porque todo saldría bien al final.
—No es necesario —Al fin logró ponerse en pie—. Volveré otro día —E hizo una reverencia—. Gracias por su hospitalidad, señor.
. Dejaré aquí los regalos para Akane. Si pueden, dénselos de mi parte y felicítenle las fiestas en mi nombre.
—Claro, claro.
Marchó hacia la puerta y se detuvo para mirar al hombre que, quizás, algún día sería su suegro. Debía ser respetuoso con él ahora que sus esperanzas estaban más fortalecidas que nunca.
—Hasta pronto, padre.
Soun asintió por inercia. Para cuando frunció el ceño, confuso y quiso preguntar, el chico ya se había ido.
Ryoga atravesó el portón y comprobó que los restos de la ira que había sentido se deshacían y salían de su cuerpo para fundirse con los trocitos del hielo que quedaban sobre el pavimento. Sus mejillas se quejaron por el frío cuando dibujó una sonrisa esperanzada y agradecida. Empezó a sentirse mucho más animado a medida que veía las lucecitas en las ventanas de las casas y se alejaba del dojo Tendo. Los muñecos de Papá Noel colgaban de las chimeneas, y había buenos deseos para él por todas partes.
La vida le sonreía.
La separación de Akane, aunque molesta en ese momento, no significaría nada cuando le confesara su amor y ella lo correspondiera. Los infantiles intentos de Ranma por evitarlo serían solo un recuerdo que le haría sonreír cuando la chica y él fueran un par de ancianitos felices, en una navidad del futuro, rodeados por sus nietos y los recuerdos de una larga y dichosa vida en común.
Alentado por esas alegres ideas, su corazón tuvo incluso un buen deseo para su rival. El pobre había huido con la chica en un inútil intento de conservarla a su lado, pero Ryoga comprendía y hasta tuvo la gran generosidad de compadecerle.
No te preocupes, Ranma pensó con solemnidad. Incluso alguien tan despistado como tú encontrara su felicidad un día de estos.
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—Fin—
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Feliz Nochebuena, Ranmaniaticos
Aquí tenéis la cuarta historia, un pequeño Oneshot, algo cortito, romántico y divertido, ambientado en esta noche tan especial. No os preocupéis, que en unos días estará disponible el desenlace de "El Lado en el que duermes".
Espero que estéis disfrutando de esta dinámica tanto como yo.
Pasar una agradable noche con vuestros seres queridos y que papá Noel os traiga muchas cositas mañana. Gracias por vuestro apoyo una vez más.
¡Mucha Felicidad para todos y todas!
Besotes.
—EroLady.
