CHICAS AQUÍ LES DEJO UN NUEVO CAPITULO DE ESTA ADAPTACION ESPERO LES GUSTEN..
**Los personajes son de Stephanie Meyer al y la Historia le pertenece a Karen Rose .
CAPÍTULO VEINTICINCO
Asheville
Lunes, 19 de marzo5:00p.m.
―Tuvieron suerte. ―El tono de la enfermera fue brusco, pero sus manos eran suaves cuando trataba los cortes en el rostro de Bella―. Los dos están vivos.
Bella miró a Edward, cuyos labios estaban apretados, con el rostro pálido bajo la barba crecida. No podía soportar ver su dolor. Pero la enfermera tenía razón. Ellos tenían la suerte de estar vivos. Otros no tuvieron tanta suerte. Edward le había dado con cuidado las noticias de la gente que James había asesinado en su camino por rastrearla, incluyendo a Sr. Adelman.
Ella todavía estaba entumecida. El dulce anciano, el Sr. Adelman. Su cuerpo había estado en el coche con ella medio camino hacia Chicago y no lo había sabido. Se estremeció, no por primera vez desde que salió de la cabaña. Y Bree. Su mente aún era incapaz de comprender el ataque feroz y sin sentido hacia su amiga. Y todos los demás. Tantas vidas destruidas.
―¿Sra. Swan? ―La enfermera frunció el ceño, la preocupación nublando sus ojos―. ¿Me ha oído? Ya ha terminado. Usted está viva.
Bella logró sólo una débil sonrisa, con una mueca de dolor cuando los labios le quemaron. La enfermera, obviamente, pensaba que estaba en estado de shock. Tal vez lo estaba.
―Lo sé. Estoy pensando en todos aquellos que no lo están.
―No, mamá. No pienses en ellos ahora mismo.
Ethan estaba sentado en una silla en un rincón, su espalda encorvada mientras observaba cada movimiento que hacia la enfermera. No se había separado de su lado. Preocupado por su condición, le dirigió una mirada compleja que ningún niño debería usar. Pero su hijo ya no era un niño. Después de ese fin de semana, los restos de su infancia se habían ido.
Aún así, ella no podía dejar de llorar la pérdida, el desperdicio increíble.
―Tengo que hacerlo, Ethan No puedo dejar de pensar en ellos. ―Se estremeció cuando la enfermera tocó uno de los golpes, y luego se obligó a considerar la vida en lugar del luto por los muertos―. ¿Cómo está el Detective Biers?
―Está en cirugía ―respondió la enfermera, limpiando los labios de Bella―. Toco y ya está.
―Miró a Bella a los ojos―. Estamos rezando.
Bella suspiró. Le dolió. Ella tenía dos costillas rotas, una de las cuales no había llegado por poco a perforar el pulmón.
―Yo también. ¿Cómo está el niño? Alec MaCarty.
―Él está bien ―dijo una voz profunda, ronca y vacilante.
Bella volvió la cabeza para ver a un hombre alto, de pelonegro y rizado, y grandes ojos, llenar la puerta del pequeño cubículo de Emergencias. Con un impaciente tironcito la enfermera hizo que la cara de Bella se alejase de la puerta.
―Usted es el padre de Alec―dijo Bella a la pared.
―¿Cómo lo sabe? ―Había entrado, estaba de pie a su izquierda, justo fuera de su visión periférica.
―Tiene los mismos ojos. Es un chico valiente, Agente Especial MaCarty.
―Lo sé. ―La voz de MaCarty tembló. Se aclaró la garganta―. Me habló de cómo lo desató y le dijo que se ocultara en el camino.
―Hizo lo que le dije, entonces.
―Sí.
―Bien. No estaba segura si al final estaba o no en la cabaña.
―Había escapado. Dijo que huyó cuando Witherdale se la llevó de vuelta a la otra habitación, que sus pies seguían atados porque lo había desatado a él primero. El Detective Volturi lo encontró escondido en unos arbustos y lo traía de vuelta cuando Witherdale empezó a disparar. Usted...
―La voz de MaCarty se tambaleaba y una vez más se aclaró la garganta―. Es probable que le haya salvado la vida. Está arriba, en la sala de pediatría, jugando con un trabajador social que parece pensar que él ha sobrellevado todo esto de forma asombrosa. Al menos por ahora. Vamos a estar observándolo en busca de cualquier señal de problemas más adelante. Él quiere verla, cuando usted pueda. Él quiere demostrarme que estoy equivocado.
La curiosidad hizo a Bella girar la cabeza de nuevo.
―¿Sobre qué? Ouch ―agregó, cuando la enfermera enderezó su cara una vez más.
―Entonces manténgase quieta ―replicó la enfermera, y luego sonrió con sus ojos―. O no habrá dulces para usted.
Bella arqueó una esquina de su boca en agradecimiento por el intento de la enfermera de levantarle el ánimo.
―¿Equivocado sobre qué, Agente MaCarty? ―repitió.
―Alec dice que usted es su ángel de la guarda. Quiere demostrarme que usted no es de este mundo.
A Bella se le enterneció el corazón, la imaginación fantasiosa del niño estaba liberando algo de su propio dolor.
―Siento tener que defraudarlo. Me gustaría verlo cuando mi propia Florence Nightingale acabe con la reconstrucción.
―He terminado, he terminado. ¿Es siempre tan difícil? ―preguntó la enfermera a Edward.
La mano de Edward pasó por encima de su pelo, todavía temblando, los acontecimientos de esos días eran difícil de asimilar
―Sí, sí lo es. ―Con sumo cuidado se sentó a su lado en la cama cuando la enfermera hizo su salida del concurrido cubículo―. Nunca tuve la oportunidad de darle las gracias, Agente MaCarty.
MaCarty movió los hombros en algo menos de un encogimiento de hombros.
―Es mi trabajo. ―Cuidadosamente escudriñó el rostro de Bella―. No sé cómo llamarla.
Durante estas dos semanas, ha sido Mary Grace Witherdale en mi mente.
Isabella Swan llegó para cubrir la mano de Edward, que descansaba sobre su hombro.
― Pero digame Bella. No podría volver a ser Mary Grace, ni lo intentaré. MaCarty asintió con la cabeza, con una expresión muy sobria.
―Supongo que no. Cuando esté lista, tengo algunas preguntas para usted. Bella lo miró, ahora igual de sobria.
―Ya di mi declaración ante la Teniente Ross. James quería que yo le entregara a Ethan. Él quería que yo dijera a todos que nunca nos había tocado. Que yo me había escapado porque tenía otro hombre, que le fui infiel. Que yo era una madre inepta.
―Edward murmuró algo en voz baja y Bella le palmeó la mano―. Estaba en mi departamento en Chicago, cuando Tanya llamó desde el hospital diciendo que Bree había sido atacada... ―Tragó y empujó a la imagen de su mente―. Él no estaba preocupado de que Bree pudiera identificarlo. Dijo que había usado otro nombre y un disfraz. Lo que más lo perturbaba era que no podría usar el mismo disfraz nuevamente.
―No sabía que habíamos encontrado sus disfraces ―señaló MaCarty.
―Supongo que no. Hemos cambiado de coche un par de veces. Dos veces. No sabía que el cuerpo estaba en el maletero del primer coche. ―Obligó a su voz a sonar firme. Lo había hecho a través del discurso con la Teniente Ross sin descomponerse. Pero mientras que Ross había sido gentil, no la había mirado de la misma manera que MaCarty la estaba mirando ahora, con los ojos tan amables y convincentes que la empujaban al borde del llanto―. Él, eh, cambio de automóvil de nuevo un par de horas antes del amanecer. La última, fue la camioneta blanca que confiscó en la cabaña. Yo estaba atada por la espalda cuando se detuvo de nuevo. Pensé que nos habíamos detenido otra vez por un nuevo cambio de coches, cuando abrió la puerta de atrás y puso a Alec en la parte trasera. Él nunca lo tocó, más que para atarlo. Por lo menos, no que yo viera.
Los ojos de MaCarty se cerraron, su pecho subiendo y bajando en el alivio del silencio. Cuando abrió los ojos, había recuperado la compostura.
―Gracias.
―No hay de qué. Se olvidaba de Alec a lo largo del día. Para luego recordarlo de repente. Luego volvía a olvidarse. Me preguntaba cómo planeaba explicar el secuestro de Alec cuando me obligara a decirle a todos que él era el marido y padre perfecto, pero pensé que para ese momento Alec se habría escapado y no quería llamar la atención de James hacia él. Sinceramente, creo que él se quebró allí, al final. No parecía tener ningún pensamiento o preocupación por el policía al que le disparó. Yo ni siquiera sé si se acordaba de haberlo hecho
―concluyó ella apoyándose en Edward, tan cansada después de relatar todos los detalles una vez más.
MaCarty tenía la mandíbula apretada.
―Espero que el jurado considere que el argumento es convincente cuando se le condene a la pena de muerte.
Bella miró de reojo a Ethan para ver si la idea tenía algún impacto en su hijo. Su expresión no pareció cambiar. Todavía estaba triste. Y con rabia. Suponía que tenía derecho. Ella contuvo su suspiro y volvió su atención a MaCarty.
―¿Cómo está realmente el Detective Biers? MaCarty miró hacia otro lado.
―Él puede morir.
Y se sentía culpable. Saltaba a la vista.
―No es su culpa ―dijo Bella con suavidad.
MaCarty hizo una mueca.
―No estoy de acuerdo. Yo estaba tratando de salvar a mi hijo. No me importaba nada más, nadie más.
―Cerró los ojos―. Ni siquiera usted,Bella Swan.
―¿Y? ―Bella logró una sonrisa cuando sus ojos se abrieron de golpe, con evidente sorpresa en su rostro, la culpa era evidente en sus ojos―. Así que estaba pensando en su hijo. Así me sentía yo hace siete años cuando me escapé. ―Su sonrisa desapareció cuando sus propios pensamientos volvieron a ella, con la culpa supurando dentro de su propia alma―. Tomé la salida cobarde en aquél entonces, Agente MaCarty.
―Bella… ―interrumpió Edward.
Bella negó con la cabeza, cerró los ojos contra el dolor que le provocaba hasta el más mínimo movimiento. Inmediatamente abrió los ojos, incapaz de soportar las nuevas imágenes que ahora obsesionaban su mente.
―Porque yo estaba pensando en mí y en mi hijo de siete años, James continuó moviéndose libremente.
¿Cuántas personas han muerto porque yo no hice nada? Cynthia, su bebé que crecerá sin una madre. El agente de policía de vigilancia de su casa. Supe que tenía niños pequeños. ―Un sollozo ahogaba su voz―. Su padre nunca volverá a casa porque dejé ir a James. Yo nunca... ―Ella sintió que las lágrimas corrían por sus mejillas y no hizo ningún movimiento para limpiarlas. Edward pasó un pañuelo a través de sus mejillas, secándolas―. Tenía miedo de que me encontrara. Me lastimara. Tanya dijo que no siempre se trataba de mí.
Ojalá lo hubiera sabido antes de que todas estas personas fueran asesinadas.
MaCarty hizo un ruido con la garganta.
―Ojalá hubiera sido capaz de ver el futuro. Zafrina Ross desea ella misma haber sido capaz de ver lo malo que este hombre era. Riley Biers deseó haber ayudado años atrás, cuando sospechaba que usted estaba siendo maltratada. Steven Farrell deseó haber presionado más por encontrar pruebas en contra de Witherdale hace años. En el fondo, usted no podría haber sabido. No podía saber que él iba a hacer estas cosas. Y lo intentó. Intentó decírselo al mundo cuando obtuvo esa orden de alejamiento. No se culpe ahora.
Ella lo miró fijo, deseando desesperadamente poder tomar sus palabras en serio.
―Parte de mí sabe que tiene razón, pero creo que no puedo dejar de pensar en todas las vidas arruinadas por James. Mi amigo, Sr. Adelman, está muerto porque se preocupaba por mí. Bree, mi amiga... ―la voz de Bella se quebró nuevamente, la emoción subió devastadora―. Puede no despertar nunca.
―Está despierta, Bella ―Jasper apareció en la puerta y se abrió camino más allá de una consola de luces parpadeantes y se detuvo junto a MaCarty.
Bella se hundió de nuevo contra Edward.
―Gracias a Dios.
Jasper asintió con la cabeza.
―Amén. Acabo de hablar con Tanya. Me tomó más de una hora para llegar a la extensión correcta. Tanya se encontraba durmiendo en la sala de espera de visitas cuando la encontraron. Le dije que estabas a salvo. ― Jasper se acercó y tocó la punta del dedo de Bella a través de la venda―. No pudo hablar durante unos minutos, Bella. Lloraba muy fuerte. Ella quería que yo te dijera que lo sentía por las cosas que dijo. Tenía miedo de que fueras a morir con esas palabras entre las dos.
Bella cerró los ojos, recordando el dolor de las palabras de Tanya. El mayor dolor de reconocer que su mejor amiga había estado en lo cierto después de todo.
―Ella no debe pedir disculpas ―dijo con voz ronca―. Tenía razón, como de costumbre. Pero, ¿cómo está Bree?
―Tanya dijo que Bree se despertó hace tres horas. Sus signos vitales son buenos, aunque tendrá que someterse a cirugías adicionales. No sabemos todavía el alcance de sus lesiones, o cuánto tiempo va a estar en el hospital. Ella... ― Jasper suspiró―. Ella no puede recordar nada sobre el ataque.
―Eso sea probablemente lo mejor ―murmuró Edward ―. Recordará cuando sea capaz de hacerlo.
Estaremos ahí para ella cuando lo haga.
Ethan se levantó abruptamente de su silla y se inclinó para apretar la mano de Bella.
―Mamá, ¿estarás bien si me voy por un rato?
Se dio la vuelta tanto como su cuello se lo permitía, para ver la mitad de su cara desde el rabillo del ojo.
―Por supuesto, cariño. Jasper, ¿le conseguirías a Ethan algo de comer? Ethan negó con la cabeza.
― Jasper, te veré en la cafetería en diez minutos. Tengo que hablar con el Agente MaCarty en primer lugar.
¿Tiene unos minutos, señor?
Bella vio a MaCarty considerar pensativamente a su hijo.
―Por supuesto, Ethan. Vamos.
Emmett siguió al niño que había representado como Jimmy Witherdale caminando intencionalmente al final del pasillo. A los catorce años Ethan Swan era tan alto como él. Denle al muchacho un par de años y llegaría a ser tan grande como su padre. Emmett apretó la mandíbula ante la idea de James Witherdale, actualmente en la sala de operaciones junto a Riley Biers. Irónicamente, Riley tenía una bala de Witherdale removida de su cavidad abdominal, mientras que Witherdale tenía fragmentos de su propio cráneo destrozado siendo removidos de su cerebro. El cráneo y los pómulos aplastados por Isabella Swan con el bastón de Cullen. Un sentimiento sombrío lo llenó de satisfacción y no hizo el menor esfuerzo para alejarla.
Ethan se detuvo junto a una ventana y miró hacia fuera. Emmett esperaba, sospechando lo que el muchacho tenía en mente. Su mandíbula se endureció cuando Ethan frunció el ceño hacia la ventana.
―¿Dónde está ahora?
―¿Tu padre?
Ethan apretó los puños a los costados.
―Él no es mi padre. ¿Dónde está? Emmett vaciló.
―Ahora mismo está en cirugía. No es una buena idea que lo veas.
―No quiero hacerlo. ¿Le meterán a la cárcel?
Emmett asintió lentamente.
―En espera de su audiencia preliminar, sí. Los minutos pasaron y Emmett esperó.
―¿Va a mantener en secreto su identidad? ―exigió Ethan finalmente. En voz baja. Demasiado baja.
Emmett lo considero por sólo un momento.
―No.
―Ni siquiera llegará al juicio, ¿cierto, señor? ―La voz de Ethan fue engañosamente suave y completamente en desacuerdo con la rigidez de sus hombros.
Emmett se encontró a la defensiva por la insinuación del muchacho. Sobre todo porque el mismo pensamiento había estado rodando en torno a su propia mente desde que Aro Volturi puso las esposas sobre un Witherdale, inconsciente y sangrando.
―Es responsabilidad de la policía proteger a todos los prisioneros en custodia, con independencia de quién sea ni de lo que haya hecho.
―No es eso lo que he preguntado, señor.
Emmett se quedó mirando la espalda rígida de Ethan, y meneó la cabeza. Si alguien tenía derecho a la verdad eran este joven y su madre.
―Una vez que la población carcelaria se entere de que golpeó a ese chico hasta la muerte hace dos semanas, probablemente no.
Ethan se relajó visiblemente.
―Bien. ―Volvió a unir sus ojos con los de Emmett y se sorprendió por la fría madurez que vio en ellos.
―. Espero que el Detective Biers se recupere, señor, y que su hijo no tenga demasiados problemas por todo lo que pasó hoy. Y si llega a juicio, volveremos a declarar. ―Le ofreció la mano.
―Gracias, Ethan. ―Emmett sacudió la mano del muchacho como si fuera un adulto―. Me gustaría que tú y tu madre tengan una recuperación completa también.
Ethan lo miró fijamente a los ojos.
―Acepto sus deseos para mi madre. Yo estoy bien.
Emmett vio que Ethan se dirigía hacia la cafetería, una fuerza distinta en los pasos del joven, y sintió que un manto de tristeza lo envolvía, rápida y completamente.
―No, no estás bien, hijo ―murmuró―. Tú no estás bien, definitivamente. Ninguno de nosotros va a estar bien por un largo tiempo.
Con un suspiro, Emmett se volvió hacia la sala de espera quirúrgica, necesitaba saber sobre Riley Biers por última vez antes de tomar su hijo e ir a casa. Biers había intentado absolverse por haber ayudado a James Witherdale a cometer sus pecados, haciéndose a sí mismo un escudo humano para su hijo. Alec estaba a salvo. Emmett esperaba que Riley Biers viviera para encontrar la absolución que él deseaba.
Habían mudado a Bella a una habitación común del hospital donde la iban a mantener en observación por otro día más. La enfermera se aseguró de que estuviera cómoda, se ofreció a encontrar un bastón en la sala hospitalaria para Edward, y luego se marchó.
Estaban solos por primera vez desde... ayer por la mañana, Edward se dio cuenta, sorprendido. Todo su mundo había cambiado por completo en el espacio de treinta y seis horas. No estaba seguro de qué decir. De qué palabras eran las correctas.
Estaba sentado en el borde de la cama de hospital, de la mano de Bella que estaba recostada contra las almohadas, en reposo, con los ojos cerrados, su pecho subía y bajaba con cada respiración tranquila que hacía. Cada respiración era una que él no había tenido la certeza de que volvería a ver de nuevo sólo unas horas antes. Su rostro aun estaba herido, pero la hinchazón en la mandíbula y en los labios había disminuido. No estaba seguro de qué palabras eran las correctas, por lo que utilizó las que tenían menos probabilidades de ser las equivocadas.
―Te amo, Bella ―susurró, sin saber si estaba despierta o no.
Sus labios se curvaron y abrió los ojos, seguían siendo del mismo azul increíble que había encontrado inolvidable desde el momento en que se conocieron.
―Te amo, también. Dudó.
―¿Podemos hablar ahora?
Su mirada bajó a la sábana y la levantó para cubrirse con ella.
―Sí. ―Ella estaba nerviosa. Casi se le rompió el corazón.
―Bella, yo... ―Se dio cuenta de que sencillamente, las palabras no vendrían a él y apartó la mirada, esperando la inspiración divina.
―Lo siento, Edward ―dijo Bella en silencio, muy quieta.
Volvió la cabeza hacia atrás tan rápido que le latió. Pasó por alto el dolor. Había algo en su tono que le daba miedo.
―¿Por qué?
―Lo siento, te he hecho daño. ―Se apoyó contra las almohadas y cerró los ojos. La vio tragar y lamer sus labios―. Sé que te lastimé cuando dije que no a tu propuesta de matrimonio. Tanya me dijo que tendría suerte si todavía me querías cuando recuperara mis sentidos. ―Tragó de nuevo―. Yo sé que me amas. Sé que saliste corriendo para rescatarme. Pero ahora que todo se aclaró, entiendo que aun podrías estar enojado conmigo. Quiero que sepas que me di cuenta, cuando llegué a mi casa, que te había apartado porque me tenía miedo y me odié por eso. Ojalá hubiera tenido un día más... una hora más para llamarte y decirte que me casaría contigo. Que lo sentía y que era una estúpida. Que realmente había dejado mi antigua vida en el pasado y que yo era incondicionalmente tuya. Ahora... ―suspiró, con los ojos todavía cerrados.
―. Ahora voy a pedirle a James el divorcio, públicamente. Todo el mundo en Chicago sabrá quién era yo. Todo el mundo aquí en Asheville sabrá quién soy ahora. ―Abrió los ojos y Edward sintió que su corazón se apretaba con el dolor que vio en ellos―. Pero nunca sabrás a ciencia cierta lo que yo hubiera hecho. Cada vez que me mires, te preguntarás si te he escogido sobre mi estúpido temor.
Edward tragó el nudo de enorme emoción en la garganta. No debía preocuparse después de todo lo que había pasado.
―Me di cuenta justo después de hablar, que había sido demasiado apresurado. Me equivoqué, Bella.
―Aumentó la presión en sus manos, siendo cuidadoso para mantener su caricia suave―. No me equivoqué en mi deseo de una vida contigo, una vida legal, casados y con hijos legales. Pero sí estaba equivocado en forzarte a elegir cuando tenías tanto miedo. ―Dejó caer una mano y acarició suavemente el lado de la mandíbula que no estaba herido―. Tenías todo el derecho de estar aterrorizada por él, Bella. Yo no estaba pensando en lo que había pasado, sólo pensaba en lo mucho que me dolía en ese momento. Decidí dar un paso atrás y trabajar en todas las maneras en que podría resolver el problema y darnos lo que tanto necesitábamos. ―Levantó su mano, necesitando desesperadamente tocarla―. Se lo conté a mi familia.
Sus ojos se abrieron.
―¿En serio?
―Sí. Ellos querían ayudar. Todos dijeron que iban a hacer todo lo necesario para que nunca volviéramos a tener miedo. Carlisle tiene un abogado de confianza.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y parpadeó, liberándolas sobre sus mejillas.
―¿Quién?
Edward sonrió al recordar el calor de su familia, el momento que jamás olvidaría.
―Él mismo. ―El nudo en la garganta volvió a formarse cuando recordó a su madre y sus palabras―. Ma me dijo que debía ir a buscarte a tu apartamento, que eras bienvenida en su familia. ―Sintió que sus propias mejillas se humedecían y contuvo la emoción una vez más―. Que eras bienvenida a su hijo.
― Edward... ―Su voz se quebró.
―Y entonces ―continuó, ahora no podía parar―, Jasper
iba a conducirme a tu casa cuando Ethan llamó y me dijo que estabas desaparecida. Pensé que mi corazón se iba a detener ahí mismo. Pensé que nunca te volvería a ver. ―Cerró los ojos, abriéndolos cuando Bella se inclinó hacia delante y le limpió las lágrimas de sus mejillas con manos temblorosas. La encontró a centímetros de él, sin apartar los ojos y la miró fijamente y se dijo que estaba viva, que todo había terminado―. Estaba tan asustado, Bella ―susurró, su voz temblaba. Tuvo que apartar la mirada―. Estaba tan asustado de lo que él estaría haciéndote. De que fueras a morir pensando que todavía estaba enojado. Que no te amaba lo suficiente.
―No ―susurró ella con fiereza―. Estoy viva. Y nunca lo pensé, ni una vez… ―Ella tomó su rostro entre las manos y tiró de él hasta que él la miró a los ojos nuevamente―. Ni una sola vez pensé que no me amabas. Sabía que no podrías haberme herido si no me hubieras amado tanto.
Se estremeció al sentir el contacto de sus manos en su rostro y se volvió lo suficiente como para besar la palma de una mano, luego la otra.
―¿Qué hacemos ahora? ―preguntó, su voz ronca.
Ella sonrió, su hoyuelo apareció, y su corazón dio un giro lento en el pecho.
―Bueno, ahora ―dijo, su acento exagerado―. ¿Tu mamá dijo que era bienvenida a su hijo? Él asintió con la cabeza, sintiendo que sus propios labios se curvaban.
Los ojos de Bella bailaron.
―¿Dijo a cuál?
Su carcajada sorprendida lleno la tranquila habitación de hospital.
―¿Perdón?
―Bueno ―razonóBella, con las manos todavía en su rostro―. Carlisle ya está tomado. Eso deja el hijo número dos y el tres. ―Inclinó ligeramente la cabeza, simulando un gesto de concentración―. ¿Cuál elegir? Ambos son guapos… ―se interrumpió cuando Edward cubrió su boca suavemente con la suya, la risa escapando de entre sus labios.
Levantó la cabeza para encontrar sus ojos riendo, aun cuando con la punta de la lengua se tocaba una llaga en el labio.
―Supongo que me merecía eso ―dijo con una sonrisa.
―Así es ―respondió con fingida severidad, mirando su rostro sonriente. Luego vio que los ojos se ponían serios mientras su propia alegría disminuía―. Cásate conmigo, Bella.
―Sí. ―Su sonrisa floreció nuevamente, sus ojos radiantes a pesar de los moretones en el rostro. Acercó el rostro de Edward y ligeramente rozó sus labios con los suyos―. Te amo.
Tocó la frente con la suya, su corazón verdaderamente en paz.
―Vamos a casa, Bella.
Chicago
Domingo,22 de abril 03:00 p.m.
―¡Lo hice!
La boca de Ethan se deformó en una mueca de disgusto mientras Carlisle y uno de sus hijos chocaban los cinco por un tanto doble que Carlisle había logrado embocar eludiendo a Ethan.
Edward se estiró y apretó el hombro de Ethan, conteniéndolo. Habían estado jugando durante una hora en la cancha de baloncesto que él había reconstruido al final del camino de entrada hacía unas semanas atrás, pero la mente de Ethan no estaba en el juego. Ninguno de ellos había sido capaz de concentrarse. Edward se preguntaba si alguna vez llegaría a respirar tranquilo sin tener a Bella en la misma habitación, a un toque de distancia. Durante días, después de su regreso de Ashville, él no se había apartado su lado, nunca se había movido más allá de un brazo de distancia.
Se encontraba a sí mismo despertando en mitad de la noche, con pesadillas flotando en su mente.
Si ella estaba dormida, él la escuchaba respirar, acariciando gentilmente un mechón de cabello entre sus dedos, cualquier cosa para probarse a sí mismo que ella estaba bien. Pero muchas veces la descubría despierta, sus sueños perturbados por sus propias pesadillas. Demasiadas veces la encontraba mirando fijamente por la ventana de su habitación, con la mente perdida a lo lejos.
Los días eran significativamente mejores que las noches.
La familia de Edward había venido ese domingo soleado para compartir un picnic. Pero él sabía. Era la forma que tenía su familia de apoyarlos a él, a Bella y a Ethan. Los días en que alguno de ellos no pasaba "justo por el vecindario" habían sido demasiado pocos para ser tenidos en cuenta. Traían comida, revistas, pequeños artículos variados de los que justo habían comprado demasiados.
Ni él ni Bella habían movido un dedo en las semanas siguientes a su retorno de Ashville. Ma y sus chicas habían hecho todo por ellos. Cocinar, limpiar, e incluso Cathy había planchado sus bóxers.
Hubiera resultado enojoso si no fuera porque había tanto amor en esos gestos. Todos querían ayudar. Nadie sabía qué decir. Así que no decían nada. Tan solo merodeaban su pequeña nueva familia y no permitían que les faltara nada. Su pequeña nueva familia. El solo pensamiento restaba algo de la tensión que aun no había mermado.
El consejero había prometido que lo haría. A su tiempo. Edward había dejado de preguntarse cuando sería eso. Llegaría cuando llegase, y no antes. Existían lecciones de paciencia que provenían de la futilidad. Había cosas que tan solo estaban más allá de su control.
Qué tan rápido su nueva pequeña familia llegaría a la normalidad, era una de ellas.
Las cosas se habían puesto en movimiento pocas semanas después de su regreso. Habían mudado todas las cosas de Bella y Ethan desde su viejo apartamento a la casa de Edward cuatro semanas más tarde, dejando tras de sí nada excepto una mancha de sangre sobre la alfombra de la sala. Tanya había aparecido la noche siguiente con una caja de tintura para el cabello y una hora y media más tarde, Bella volvía a ser castaña. Le quedaba bien, pensó él, mirándola a través del parque. Estaba sentada frente a una vieja mesa de picnic, con sus hermanas y la esposa de Carlisle, mirando cosas en una revista de novias que Cathy había comprado en una venta de garaje. Entre bromas y risas, su madre y sus hermanas planeaban con precisión su boda. Bella tan solo se quedaba sentada y las dejaba hacer, contenta de dejarse llevar.
Bella levantó la vista en ese momento, como si hubiera sentido sus ojos en ella, y sonrió. Era una sonrisa de aliento, de confianza. De gratitud. Él había rehuido su gratitud al principio, no queriendo aceptarla, sintiendo que cualquier cosa que él hubiera hecho, no había sido ni de cerca suficiente. Pero había llegado a entender que su gratitud era por muchas cosas que no provenían directamente de él, como ser parte de una familia, ser libre, despertarse cada mañana sintiéndose finalmente a salvo.
Cathy le dio un empujoncito en el hombro para llamar su atención hacia algo que había en una de las revistas y Bella se rio con ganas, el alegre sonido llegando hasta la corta distancia donde él estaba. Ella sacudió la cabeza vehementemente, su nuevo cabello rubio moviéndose alrededor de su rostro.
El cabello castaño realmente le sentaba bien. Le daba un marco, acentuaba la fina porcelana de su piel, hacía que sus ojos parecieran aun más intenso.
―Creo que están intentando quebrar nuestro momentum, Phil ―comentó Carlisle secamente desde atrás.
―. Los hemos amedrentado con nuestra habilidad y destreza.
Edward se volvió hacia su hermano, una ceja alzándose con expresión tan sarcástica como pudo componer.
Había aprendido que hasta el sarcasmo requería energía.
―Vamos veinte a dos, ganando nosotros. La semana pasado los vencimos cuarenta a cero. Difícilmente creo que necesiten nuestra ayuda para amenazar sus habilidades y destrezas.
―Volvió la mirada hacia Ethan, cuyos ojos aun no se alejaban de su madre―. ¿Estás listo para más?
Ethan suspiró.
―No tengo muchas ganas de jugar hoy ―se dirigió al hijo de Carlisle―. Lo siento, Rob. Parece que no puedo concentrarme.
Rob lanzó el balón al aire y lo tomó con una mano.
―No hay problema. ¿Tienes hambre? Ethan forzó una sonrisa.
―Siempre puedo comer.
Juntos, los muchachos volvieron a la casa y Edward esperó hasta que estuvieran fuera del alcance de su oído, antes de dejar escapar su propio suspiro.
―Ethan está decepcionado porque se suponía que Bree vendría hoy ―dijo suavemente―. Pero ella cambió de idea a último momento. No puede enfrentarnos, es lo que dice.
Carlisle miró hacia las mujeres reunidas alrededor de la mesa y sacudió la cabeza.
―No tiene nada de qué avergonzarse, pero creo que puedo entender que ella se sienta así. Edward frunció los labios, viendo a Bella señalar algo en una de las revistas.
―Finalmente dejó que Bella la visitara la semana pasada. ― Edward tragó―. Bella se fue derecho a la cama ni bien regresó a casa. Lloró durante dos horas.
―¿Entonces es peor de lo que ella pensaba? Edward asintió con la garganta apretada.
―Bree jamás podrá tener hijos. Le rompió todos los huesos pequeños de la mano derecha y probablemente jamás recupere su uso completamente. Pero lo peor de todo, es que se culpa a sí misma.
Carlisle permaneció en silencio durante un momento.
―¿Por qué?
Edward suspiró nuevamente.
―Justo antes de atacarla, Witherdale le preguntó si sus padres jamás le habían enseñado a no subirse a los automóviles con extraños.
El gesto de Carlisle se endureció.
―Bastardo.
―¿Quién? ― Jasper venía por el camino de entrada desde la calle, donde había estacionado su auto, con una bolsa de carbón sobre el hombro.
Edward alzó una ceja y Jasper unió su suspiro al conjunto.
―Mi maníaco homicida favorito ―dijo Jasper y bajó la bolsa de carbones al suelo, y miró alrededor―. Bree aun no llegó, ¿eh?
Edward sacudió la cabeza.
―No.
Jasper siguió mirando alrededor, buscando algo. O alguien.
―Tanya no pensó que lo haría. Carlisle se mostró sorprendido.
―¿Has estado hablando con Tanya? ¿Tanya, la amiga de Bella? ―Sus cejas se fruncieron―.
No me digas. Ni siquiera me lo digas ―agregó ominosamente―. No quiero saberlo.
Los labios de Jasper se curvaron hacia arriba.
―No es lo que piensas. Somos amigos y esa es la verdad de Dios. Edward asintió con la cabeza.
―Está siendo sincero contigo, por una vez. Nos ayudó a mudar el refugio de Tanya hace unas semanas. Ahora es una persona definitivamente grata.
―También arreglé su auto. ―El tono de Tanya era petulante. Carlisle gimió, su tono retumbando en el aire.
―Amigos, estense preparados, por si acaso. Jasper sonrió.
―Soy un hombre cuidadoso. Mi hermano mayor me enseñó a planear. Edward lanzó una risita.
―Cállate y ayúdame a encender el fuego. Ma debe haber estado preguntándose dónde te has metido con ese carbón.
Como si la hubieran convocado, Ma apareció por la puerta de atrás, el teléfono inalámbrico en su mano.
―Acá está tu carbón, Ma ―dijo Jasper.
Elizabeth miró por encima de ellos, su rostro normalmente feliz, serio.
―Tan solo déjalo al lado de la parrilla, Jass. La llamada es para Bella, Edward. Ella quiere tomarla aquí. Quiere que tú estés con ella.
La ligera atmósfera de minutos atrás se disipó, y Edward sintió que su corazón comenzaba a golpear pesadamente.
―¿Quién es, Ma?
―Es el Agente Especial MaCarty.
OOOOO
Bella apoyó cabeza sobre los almohadones del sofá, rígida. Entumecida. Enferma del estómago. Con sentimientos que jamás creyó que tendría ante la noticia de que James Witherdale había muerto. El Agente Especial MaCarty había insistido en comunicárselo él mismo, no permitiendo que la Administración de la prisión la llamara después de que encontraran a Witherdale muerto esa mañana en los baños.
Aparentemente, el deseo de Ethan se había hecho realidad. Los otros prisioneros no le habían dado la bienvenida a James con los brazos abiertos después de descubrir que había golpeado a muerte a aquél joven negro, en Ashville. Su estómago dio un vuelco mientras se preguntaba cuántas otras vidas James habría robado, vidas sobre las que nadie sabría. Asesinatos de los que nadie sospecharía.
Él había pagado el último precio por sus pecados. Bella se preguntó, aturdida, si eso era suficiente. No, pensó, recordando el increíble daño hecho a Bree. La pérdida de la miserable vida de James no era ni de cerca suficiente.
―No puedo creerlo ―murmuró―. Tan solo no puedo creerlo.
Edward tomó la mano de Bella en la suya, apretándola suavemente y luego tomándola con firmeza.
―Se acabó,Bella. Ya nunca más podrá volver a lastimarte.
―¿Está muerto? ―preguntó Ethan desde la arcada que separaba el living de la cocina. Estaba de pie, erguido, fuerte, los brazos cruzados sobre su pecho. Llenaba el espacio, pareciendo de algún modo más ancho, más fuerte.
Bella se giró para enfrentar su mirada. Su fría y dura mirada. Su boca estaba presionada en una delgada línea.
―Ethan.
―Hice una pregunta, mamá. ¿Está muerto? ―Cada palabra fue espaciada deliberadamente.
Bella se sintió tensa por dentro, temiendo la reacción de Ethan. Temiendo que fuera una de celebración, de felicidad, algún puño triunfante al aire. No quería que él llorara, ni siquiera que sintiera pena. Pero no quería que celebrara la pérdida de otra vida.
―Sí ―respondió quedamente.
Los hombros de Ethan se hundieron, aun cuando sus pies permanecían firmemente plantados en su lugar. Sus manos se aferraron a los antebrazos y la postura que había sido antes desafiante, se convirtió en una de capullo. Su cabeza cayó hasta que el mentón tocó su pecho.
Edward luchó por ponerse de pie, su expresión llena de preocupación.
―¿Ethan?
Bella alzó la mirada y sintió que las lágrimas quemaban sus ojos. Edward estaba tan preocupado por la salud emocional de su hijo como ella. Se estiró para tomar su mano y Edward la tomó ciegamente, sin apartar los ojos de la figura abatida de Ethan.
―Ethan, di algo ―dijo Bella, intentando mantener su voz estable. Fallando. Sin alzar la cabeza, Ethan habló.
―Quiero estar feliz, mamá. ―Encorvó sus hombros hacia adelante, manteniendo la cabeza baja.
―Demonios.
―Se le quebró la voz―. Sabía que moriría. Lo sabía. Soñaba con felicitar al suertudo tipo que lo apuñalara hasta el hueso. Pero ahora no puedo. Quiero estar feliz de que esté muerto. Pero no puedo.
Bella pestañeó y su visión se aclaró. Los hombros de Ethan se sacudían ahora, pero permaneció donde estaba. Aislado y tan solo. Apretando la mano de Edward, ella cruzó la distancia y puso sus brazos alrededor de su hijo, empujando la cabeza de Ethan sobre su hombro.
―Entonces, ¿cómo te sientes? ―le susurró―. Dime cómo te sientes. El cuerpo de Ethan se sacudió y exhaló un sollozo en un suspiro.
―Estoy tan… enojado.
Bella pasó la mano sobre el cabello de Ethan, calmándolo.
―¿Enojado?
Él asintió, con el rostro escondido en su cuello.
―Estoy tan… enojado… de que él haya sido… quien fue. Bella comprendía esa emoción.
―¿De que él nunca haya sido quien tú querías que fuera? Otro asentimiento con la cabeza.
―Y estoy enojado conmigo mismo.
Bella oyó a Edward acercarse por detrás de ella. Puso sus brazos alrededor de ambos.
―¿Enojado porque no puedes encontrar en ti mismo felicidad porque haya muerto?
―preguntó Edward suavemente―. ¿Por qué ahora mismo te sientes menos hombre, debido a cómo te sientes?
Ethan levantó la cabeza del hombro de Bella y miró a Edward, con sorpresa y gratitud mezclándose en su rostro.
―¿Cómo… ?
―Porque eres el hijo de tu madre ―respondió Edward sencillamente―. Estar feliz en este momento es la cosa fácil de hacer, pero no necesariamente la correcta. Tú has insistido en que él no era tu padre. No lo era. Ser padre conlleva más que la donación de ADN. Y ser un hombre conlleva más que fuerza bruta y coraje de Hollywood. Pero estoy seguro de que tú sabes lo que se necesita. Se necesita amor, y compasión y sacrificio y paciencia e integridad. Mi padre tenía todas esas cosas. ―Hizo una pausa y Bella lo oyó lanzar un suspiro tembloroso―. ¿Quieres saber lo que siento yo ahora mismo?
Ethan movió la cabeza, dándole a Edward el más vehemente de los asentimientos. Los brazos de Edward se apretaron más alrededor de Bella.
―Me siento aliviado, para ser honesto. Aliviado de que no pueda escapar y encontrarnos nuevamente. He perdido horas de sueño en las últimas seis semanas preocupándome porque él encontrara la forma de escapar y volviera a lastimarlos a tu madre y a ti. Preocupado de que fuéramos a pasar el resto de nuestras vidas mirando por sobre nuestro hombro, esperando a qué saltase desde atrás de un árbol. También me siento triste… con el corazón roto en realidad, cuando me doy cuenta de que tú nunca conocerás lo que es un padre como lo fue el mío. Los hombres como mi padre son increíblemente raros, creo. Desearía poder ser la mitad de hombre de lo que él fue. Pero de alguna manera, a pesar de que nunca has tenido el privilegio de tener un padre como el mío, a pesar de todo por lo que has pasado, eres mucho más hombre que la mayoría de los hombres que conozco. Pero más que nada, estoy orgulloso de ti, Ethan. No podría estar más orgulloso si fueras mi propio hijo.
Con las lágrimas cayendo libremente, Bella movió su cuello para mirar el rostro de Edward. La compasión llenaba sus ojos, suavizando la normalmente dura línea de su mandíbula, y ella supo que jamás lo amaría más que en ese momento. Edward miró hacia abajo y capturó su mirada y sonrió. Una dulce y tierna sonrisa que derritió su corazón.
Alguien se aclaró la garganta y los tres volvieron la mirada hacia la cocina. Jasper lideraba la partida, pero los otros estaban justo detrás.
―No estaba espiando en el pasillo. Esta es la cocina ―se defendió Jasper antes de que Bella pudiera decir una palabra, y tuvo el efecto que él había esperado. Bella rió, aunque sonó más como un hipo.
Elizabeth se abrió paso hasta el frente del grupo. Sus ojos estaban húmedos, pero tenía una expresión desafiante.
―Edward, no he pretendido ser una astilla clavada en ningún lado todas estas semanas, pero tengo algunas preguntas para Bella.
Ethan se alejó, sonriendo un poco cuando Elizabeth puso su brazo alrededor de su cintura y lo empujó hacia ella. Bella se limpió las lágrimas de las mejillas, aun cuando sus dedos continuaban temblando. El brazo de Edward se deslizó por su cintura desde atrás, apretándola con firmeza contra la fortaleza de su cuerpo.
―¿Si, Elizabeth? ¿Cuál es tu pregunta?
―Preguntas. Número uno, ¿cuál era antes tu nombre?
Bella parpadeó. Nadie en la familia de Edward le había hecho ninguna pregunta desde que había regresado y no estaba segura por qué Elizabeth había elegido ese momento para… fisgonear.
―Mary Grace.
―Mary Grace. ―Elizabeth repitió el nombre, como probándolo en sus labios―. Apropiado, creo yo. ¿Llamarías Grace a tu hija?
Bella parpadeó nuevamente.
―Lo he considerado. ―Lo había hecho. Se giró para mirar a Edward―. Si te parece bien. Edward se veía totalmente perplejo.
―Está bien para mí. Ma, ¿de qué se trata esto?
―No he terminado, hijo. ¿Tu adoptarás a este niño, Edward?
Edward quedó callado y Bella se giró para volver a mirarlo. Él fruncía el ceño, sus cejas arrugadas en su frente. ¡Y se estaba sonrojando! Bella jamás había visto a Edward sonrojarse y verlo era fascinante.
―Aun no hemos hablado de eso, Ma. Eso no es…
―La vida es demasiado corta para pensar tanto como tú lo haces, Edward. Honestamente, pienso que no lo has aprendido hasta ahora. Ethan, ¿tú quieres que aquí mi hijo, te adopte?
Los labios de Ethan se torcieron. A él le gustaba Elizabeth, Bella lo sabía. Le gustaba su mezcla de sarcasmo y de abuela mimosa. Ahora mismo, él disfruta de ver cómo ella vapuleaba a su hijo de casi dos metros como si no fuera más grande que el pequeño Carl.
―Sí, señora.
―El muchacho ha dicho "Sí, señora" ―dijo Elizabeth a nadie en particular―. Carlisle, ¿puedes encargarte de los papeles?
―Sí, Ma ―dijo Carlisle rápidamente, como si la idea de discutir el tema jamás hubiera cruzado su mente.
―. Me pondré en eso mañana, bien temprano.
―Entonces, Bella, si tú ya estás planeado tener un bebé con mi hijo… Edward se atragantó y tosió.
―… y si tu hijo pronto será adoptado por el mío…
Jasper rió desde un rincón de la cocina.
―… y como pareces no estar casada en este momento… La risa explotó en el pecho de Bella.
―El próximo sábado, Elizabeth. Me casaré con tu hijo el próximo sábado. Elizabeth rió cautelosamente.
―Llamaré al Padre Divven. Te casará en un santiamén, tan solo para evitar que sigas viviendo en pecado.
Ethan, ven conmigo. Tengo una vaca que asar y aquí Jasper aun no empezó a prender el fuego en la parrilla.
―Síp. ―Ethan miró por sobre su hombro, la tristeza había desaparecido de sus ojos, aunque sea por el momento. Sonrió, una pequeña mueca de su boca, pero era suficiente. Por ahora.
Uno a uno, cada hermano fue dejando la cocina, dando besos y abrazos de felicitaciones a
Bella y a Edward mientras iban saliendo. Finalmente, solo quedó Jasper.
Jasper dudó, y luego habló seriamente.
―Estabas equivocado en una cosa, Edward. Edward alzó una ceja.
―¿Y cuál sería esa?
Jasper miró hacia otro lado, pero no antes de que Bella notara el brillo de las lágrimas en sus ojos.
―Papá era una rareza, eso es cierto, pero no era único. Tú eres su hijo, y sé que hoy él estaría tan orgulloso de ti como lo estoy yo. ―Dejó la habitación rápidamente, sin decir otra palabra.
Bella dejó escapar un suspiro y miró a Edward, que estaba visiblemente conmovido.
―Eso fue lindo, Edward. Él tragó.
―Sí, lo fue. ―La miró y sonrió, recuperando la compostura―. ¿El próximo sábado? Pensé que habíamos acordado en esperar hasta que pudieras armar la boda que querías, con un elegante vestido y una torta con dos personitas en la cubierta que no se parecerían a nosotros.
Bella se puso en puntas de pie y plantó un beso en su barbilla.
―La vida es demasiado corta como para pensar tanto, Edward. Cathy puede hacer una torta de mezcla y no necesito un vestido que demoren dos semanas en confeccionar. Tu madre tenía razón. Es tiempo de que empecemos nuestra vida, ¿no lo crees?
Edward miró dentro de sus ojos, sus hermosos,marron y expresivos ojos que habían capturado su corazón desde el primer momento en que se conocieron, y fue superado por una ola de amor tan intensa que debilitó sus rodillas. La rápida respuesta que tenía en la punta de la lengua, voló de su mente, reemplazada por las tres palabras que él quería ser capaz de decir cada día por el resto de sus vidas.
―Te amo, Bella ―le susurró fieramente con la voz temblorosa y vio la expresión de Bella suavizarse, los ojos llenándose de lágrimas―. Prometo que solo te haré feliz. Te prometo que jamás volverás a tener miedo.
Bella tragó y alzó una temblorosa mano a su mentón.
―Te amo, Edward. Prometo ser tu esposa. Prometo hacer una familia contigo.
Edward atrajo su mano a los labios y besó su palma, besó cada uno de sus dedos. Luego la atrajo a sus brazos y besó sus labios, larga y profundamente, dejándola suspirando y derritiéndose contra él.
―¿Podemos comenzar ahora? ―murmuró Edward contra su cabello. Bella alzó la mirada, sus labios curvándose en una sonrisa.
―¿Comenzar qué? ―preguntó, aun cuando sus ojos decían que ya sabía. Él le sonrió.
―Comenzar a hacer esa familia ―le dijo, y contó para sí mismo, uno, dos, tres. Las mejillas de Bella enrojecieron y miró por sobre el hombro.
―Tu madre está aquí, Edward.
―Mi madre hizo nueve niños. Mi madre sabe cómo se hacen. La risa de Bella llenó la habitación. Llenó el corazón de Edward.
―La madre de tu hijo puede esperar hasta después de almorzar ―bromeó ella.
―¿Lo prometes? ―preguntó Edward, esperando el resto de su vida con feliz anticipación. Los ojos de Bella se suavizaron nuevamente, acariciándolo.
―Lo prometo, Edward.
FIN.
CHICAS MUCHAS GRACIAS POR TODOS SUS REVIEWS Y POR LEER ESTA ADAPTACION
Les deseo una Feliz Navidad Y Mis mejores deseos para un Año Nuevo lleno de salud y felicidad.
Feliz Navidad! Y Prospero Año Nuevo!
