9 de agosto del 48 a.C., al noroeste de Grecia las fuerzas de César y Pompeyo se desplegaban una frente a la otra en vista a entablar batalla inminentemente. Tras comenzar la batalla, y tras el primer choque entre las primeras líneas de tropas, la caballería de Pompeyo se lanza sobre el flanco derecho, donde se encontraba César. De tal modo actuó la fortuna en ese día, que un jinete desbocado, alimentado por el efímero deseo de ira que punza el corazón de los hombres, golpea a César con su gladius y le mata en el acto.

El caos se apodera del lado de César, el mayor mando que se encontraba más cercano a él, Publio Sila, recibida la fatídica noticia, decide comunicársela cuanto antes se pueda a Marco Antonio, que se encontraba en el flanco izquierdo.

Mientras tanto, Publio con sumo esfuerzo consigue rechazar a la caballería, aunque con grandes bajas. La noticia de la muerte de César se expande rápidamente por todo el ejército de su difunto general, el terror invade todas las formaciones, incluso las que se encuentran combatiendo.

Informado Marco Antonio de este asunto, correo por su ejército y les arenga:

"Legionarios romanos, ciudadanos, no podemos. dejar que la muerte de nuestro general nos amedrente a cumplir su misión…" dice eufóricamente, "tenemos que luchar hasta el final, como si él mismo siguiese vivo combatiendo junto a nosotros. Si la fortuna nos ha dado este revés nosotros le plantaremos cara hasta las últimas consecuencias."

Dicho esto Marco Antonio carga contra las líneas enemigas. Las legiones le siguen con un vigor nunca antes visto.

La batalla se convierte en una carnicería. Pompeyo y Escipión se encuentran codo con codo presenciando la masacre.

Pomp.- Nunca había visto una batalla tal desde hacía ya décadas.

Escp.- Es increíble como pueden combatir tantos hombres romanos por semejante bastardo.

Pomp.- Así es. Aun tras haber muerto, sus legiones parecen querer seguir más allá.

Escp.- Crees que la batalla evolucionara favorablemente?

Pomp.- Sin un general que les guíe, las legiones romanas son un caballo desbocado que se estrella contra un muro, podrán hacer retroceder a los nuestros, pero nunca vencerán, pues carecen de estrategia.

Dicho esto, Pompeyo ordena que las legiones que se encontraban en segunda día envuelvan al impetuoso ejército cesariano. Marco Antonio, viendo esto desde la misma batalla, ordena a sus legiones de segunda línea que les plante batalla.

Así se produce una batalla campal. El mismo Marco Antonio, en vista de que no se puede ganar, es nublado su juicio por el mayor miedo a la muerte que a la deshonra, por lo que huye montado en su caballo sin que nadie pueda ni perseguirlo ni seguirlo.

Escp.- Mira como huye ese bastardo, dándole la espalda a sus compañeros y a sus legiones.

Pomp.- Sin él como mando, las legiones cesarianas caerán una tras otra.

Y esto fue lo que pasó, poco a poco, tras horas de batallar, el combate se fue declinando hacia el lado pompeyano, y las legiones cesarianas poco a poco fueron cayendo. La última en resistir fue la Legión XIII, cuyos soldados lucharon hasta el final, cayendo en combate.