Disclaimer: La serie/manga Attack on Titan no me pertenece, Hajime Isayama es el autor

Advertencias: Posible OoC, trama fuera del canon, lenguaje vulgar.

nota1: Gracias de antemano por haberme dado la oportunidad de entretenerte con este pequeño fic, que si bien tiene la intención de ser LevixLector, muy dentro mio debo confesar que es mas un self insert jeje, pero hice lo mejor posible para que no sea notorio

nota2: una pequeña recomendación mía... pero cuando te topes con el "*" casi al final de la lectura, ecuchala con la canción Congratulations - Mac Miller, le cae como anillo al dedo jijiiji


CAPITULO UNO

Tenías como cualidad predeterminada la predisposición a extenderle la mano al prójimo a ojo cerrado, a ser quién cede su turno en las filas de los mercados cuando es el día de realizar compras, a dejar limosna de más a los pobres que merodean con la mano extendida en las calles de Marley, a ayudar a los inválidos a cruzar las calles y todo lo que implicase actos de calidez humana. Tu persona no era el tipo que sucumbía ante los sesgos causados en un accidente público y esperaba a que otra persona fuese la que voluntariamente ofreciera ayuda, la que empujaba entre la multitud para socorrer a otros eras tú.

Un año después del Retumbar y la reconstrucción del continente, se instauró un centro comunitario de ayuda y alojo para los afectados del desastre. Fundado por un hombre que vivió en carne propia las atrocidades de la guerra contra los gigantes, las ideologías racistas de Eldia y Marley, el alienamiento social de una isla entera y que día tras día convive con regresiones traumáticas provocadas por los surcos más oscuros de su mente, donde almacena recuerdos imposibles de borrar. La nobleza percibida por parte tuya de aquella fundación y la iniciativa colaboradora de aquel hombre despertaron un sentimiento de fe en tus adentros más emocionales, un lugar donde se ofrecían víveres, techo, alimento y asistencia emocional para quienes necesitaran una mano la cual los ayudara a levantarse de los escombros en los que se sentían enterrados; un lugar donde se hallaba todo lo que deseabas ofrecer.

Dicha fundación, sorprendentemente recibió financiamiento por parte del gobierno a pesar de que el fundador tenia sangre Eldiana y era uno de los alienados de la isla de Paradis. Fue cuando te enteraste que aquel centro recibía ayuda voluntaria el día que decidiste ir para presentar una solicitud como enfermera, o cuidadora de inválidos, o madre sustituta, o recolectora de donaciones… o lo que sea que sea asignase a los voluntarios. Te tomaste una tarde libre y buena parte de tus ahorros para ir a la mejor imprenta del distrito para transcribir tu carta de solicitud y adjuntar tu hoja de vida. Planificaste tus mejores diálogos y tretas de labia para convencer al dueño a toda costa de que tenerte a su servicio sería la mejor decisión de su vida y mencionaste en los datos transcritos relevantes de tus experiencias previas a la fundación que durante el desastre también prestaste tus servicios en enfermería para los malheridos. Enorgullecida por lo llamativa que se vería tu carta de solicitud en comparación a otras, y la sensación de que serias la candidata perfecta te habías encaminado en dirección al centro de ayuda.

La edificación constaba de un cubículo gigante de un solo piso que se extendía a lo ancho del barrio, en la entrada se concentraba la mayor cantidad de movimiento pues había personas que ingresaban y salían a cada momento, y eran supervisadas por lo que parecían ser dos porteros. Solicitaste conversar con el dueño de la fundación y se te indicó el camino hacia su oficina. Bastó dar el primer paso dentro del ambiente para que esa excesiva seguridad que tenías en ti misma empezara a apagarse y, con cada paso, se fuera transformando en nerviosismo. Por dentro, el lugar constaba de largos pasillos con varias puertas y más personas circulando el área, cada puerta tenía un letrero en la parte de arriba y al mismo tiempo que leías atentamente cada letrero para dar con el de la oficina principal, tus nervios se transformaban en pánico, aun consciente de que solo pasarías a conversar frente a una persona tu cerebro te saboteaba insertándote la sensación de que te expondrías al peor de todos los peligros.

Una vez situada a tan solo un par de pasos de distancia de la oficina que buscabas, notaste que de todos los cuartos por los que pasaste, aquel era el único con la puerta abierta, los rayos del sol salían por la entrada iluminando un pequeño espacio del pasillo, inhalaste profundamente para apaciguar las ansias que provocaron escalofríos acompañados de temblores a tu cuerpo y aceleraron tanto tu pulso que sentías el corazón rebotar con violencia dentro de tu pecho, enfrentando todo el pánico que sentías diste un paso dentro del cuarto. Aquel miedo que se extendía hasta por los huesos al cargar con el nerviosismo se esfumó el segundo que ingresaste a la oficina del dueño de la fundación. Pudo haber sido un prejuicio muy inocente tuyo el suponer y el dar por sentado que un veterano del Retumbar luciría como un ciudadano cualquiera en óptimas condiciones y con una sonrisa dibujada en su rostro; en cambio, lo que viste fue el primer balde de agua fría que la realidad dejaría caer sobre tí. Aquel hombre se hallaba sentado tras el escritorio de su oficina con la mirada inerte, perpleja y desenfocada, ambos ojos estaban ampliamente abiertos y una de sus orbes era completamente blanca, carecía tanto de iris como de pupila, a lo largo de toda la cara le recorrían largas cicatrices rosáceas y abultadas, tenía los brazos apoyados en el escritorio y las manos recargando su barbilla y notaste que le hacían falta algunos dedos en la mano izquierda.

Claro estaba que un veterano de guerra jamás podría verse pulcro y en un estado de serenidad.

Prevaleció un silencio tenebroso mientras él se mantenía en su estado de trance y tú anonadada del asombro hasta que recuperaste la conciencia, aclaraste tu garganta y diste unos pasos para aproximarte hacia el escritorio donde se encontraba el dueño de la fundación. Él parpadeó lentamente y dirigió su único ojo funcional hacía ti, su rostro deteriorado por heridas mantenía una energía intimidante, autoritaria, voraz, nuevamente regresó ese temor arrasador en cada esquina de tu cuerpo y otra vez tu intuición errática te decía que corrías extremo peligro.

– ¿E-e-es usted el señor Levi Ackerman? ¿Dueño de la fundación p-para los afectados por El Retumbar? –inhalaste profundamente al notar que tu voz parecía tiritar y luego extendiste con el brazo tembloroso hacia él tu carta de solicitud– H-he venido para ofrecerme como voluntaria de ayuda e-en… su centro, m-me informé sobre las… las dinámicas que se realizan con los refugiados en el lugar y quisiera p-p-poder participar en…

– ¿Que conocimientos tienes en salud, enfermería, cuidado de niños y ancianos, higiene, contención de pánico…? –dijo mientras observaba con desinterés los datos anotados en tu carta– Y deja de estar temblando como si fueras un perro mojado, me pones de malas.

– ¡Bueno...! ahm… si… yo, eeh… puedo… conozco sobre… –ni una sola frase podía ser correctamente vocalizada y si hubieras visto tu reflejo en algún espejo te percatarías de que estabas pálida como un cadáver; empezabas a mentalizarte fuera de la fundación, rechazada por haber sido severamente intimidada por el dueño. Él, nada más dejó huir un suspiro en expresión de disgusto por haber tú atentado contra su paciencia.

–Te mostraré las instalaciones, pero deja de comportarte como una mocosa cobarde, no eres una niña. ¿O si? –finalizando su frase volteó el papel que le habías entregado hacia ti, apuntando con el dedo al escrito donde mencionaba tu edad.

–No señor, acabo de cumplir veintidós –respondiste bajando la cabeza en señal de vergüenza.

Oíste el sonido de unos metales rechinando por el lado de Levi. Como si no fuera poco el impacto que te llevaste la primera vez que viste su rostro, los pelos de la nuca se te erizaron al verlo postrado en una silla de ruedas.

Definitivamente, te quedó más que claro que un veterano de guerra jamás podría regresar completamente saludable y ni en una sola pieza luego de haber prestado su servicio para una batalla tan sanguinaria. Y aun comprendiendo eso, no podías evitar sentirte horrorizada al verlo ¿Así acabó todo aquel que arriesgó su vida para salvar lo que quedaba de Marley? ¿O fue sólo él quien puso tanto de si mismo en la pelea que terminó destruyendo su cuerpo al punto de dejarlo casi inmóvil?

Veías que tenía una ligera dificultad para movilizar bien su silla de ruedas a causa de la mano que carecía de dedos pero se esmeraba en que no fuera notorio, incluso sofocaba unos pequeños gruñidos y ocultaba su ceño fruncido entre sus cabellos para que no se notara que estaba esforzándose para lograr desplazarse. Tan pronto como un reflejo natural de tu cuerpo, tras un parpadeo apareciste detrás de la silla de Levi, empujando suavemente para salir ambos de su oficina, el otro te miró por el rabillo del ojo sin una mínima intención de ocultar la mueca de bronca que, sin querer, le habías provocado, y de no ser porque las caras que hacia aquel hombre resultaban ser tan expresivas no habrías sido capaz de percatarte que la razón por la cual te miraba de tal forma fue porque se había ofendido al tener que sucumbir a tu ayuda. Limitaste tu reacción a una sonrisa que ocultase tu incomodidad y se dirigieron a los pasillos.

–Usted es el guía señor Ackerman.

–No voy a explicarte todo dos veces chiquilla, así que presta atención o empieza a tomar nota. –advirtió mientras se aproximaban a una salida que daba paso a un patio enorme con jardines bien podados, banquetas y varios acogidos de diversas edades– La fundación funciona como una comunidad pequeña de apoyo mutuo, la gente que durante el Retumbar no perdió la vida, perdió familias, el techo en el que habitaban, trabajo, partes de si mismos… –dijo para pausar un momento y llevar la mirada hacia sus piernas, delatando cierta conciencia de su situación– Hasta incluso perdieron la cordura. Este lugar no adopta vagabundos inútiles para llenarles hasta el culo de lujos, todas las personas que vez en este ambiente cumplen con sus responsabilidades, sus labores, con sus compañeros. La idea no es retener a todas estas personas aquí, sino brindar la ayuda necesaria para que puedan salir y valerse por ellos solos.

– ¿Y si hubiera personas que no fueran capaces de independizarse del centro, señor?

–Las hay, el patio principal es donde suele concentrarse la gente con más autonomía. –Con el dedo apuntó hacia una entrada amplia que daba al otro lado del patio para que dirigieras a ambos en aquella dirección– Hay personas que han sufrido daños irreversibles y que requerirán de cuidados por el resto de sus vidas.

Ingresaron a lo que parecía ser la sala principal del centro, el ambiente estaba lleno de mesas, sillones y librerías. La población era distinta de la que habías visto estando afuera, cada refugiado tenia uno o dos acompañantes que actuaban como ayuda en gran parte de las actividades. No sólo fue Levi quien había sufrido daños físicos. Si bien tú fuiste de aquellos pocos sobrevivientes y prevalecías con total consciencia de lo arrasador que había sido el desastre, tomaste en cuenta que por cuestiones de azar o una tremenda suerte lo que te había tocado enfrentar y lo que llegaste a perder aquella vez fue mucho menos desafiante que lo que otros habitantes sufrieron. Ahí la gente quedó con discapacidades permanentes, perdieron partes del cuerpo, la vista, el oído… partes de sí mismos como te explicó previamente.

–Ofrecerte como voluntaria implicaría convertirte en cuidadora de los refugiados que necesitan más apoyo. –te dijo y giró parcialmente la cabeza para verte– Y si apoyar significa que tendrás que bañar a algún viejo decrépito más vale que lo hagas.

–Tampoco esperaba que el trabajo voluntario fuera pura diversión y color de rosa…–refunfuñaste en voz baja.

Continuaron el resto del recorrido, mientras se te explicaban más de las rutinas y trabajos, que en su mayoría eran poco disfrutables, que se realizaban en los voluntariados, conociste hasta la última habitación del lugar, la última esquina, procuraste memorizar toda la información posible que te daba Levi, quien pese a haber hecho comentarios poco alentadores sobre el trabajo, con el fin de probar que tan firme era tu convicción de integrarte en la fundación, no lograron hacer que desistas de tu decisión de formar parte de aquel lugar. Llegaron al mismo sitio de donde partieron, pero antes de que puedas ingresar con Levi a la oficina el sostuvo las ruedas de su silla con la suficiente fuerza para soltarse de ti e ingresar por cuenta propia.

–Espera aquí afuera mientras busco las hojas de contrato. Si no tienes ninguna duda al respecto… ponte a desempolvar o algo entretanto. –dio un portazo sin esperar por respuesta alguna.

Quedaste con una mirada perpleja y fija en la puerta, sin ser capaz de comprender porque te impediría el ingreso a la oficina si en un inicio habías entrado sin restricción alguna. Miraste a los lados del pasillo en busca de la presencia de alguna otra persona con la intención de saber si alguien más a parte de ti había presenciando aquella reacción tan confusa, pero el sitio se encontraba vacío. Aproximaste tu oído a la puerta para lograr escuchar a través de ella para saciar tu curiosidad. Del otro lado sonaban quejidos en una aparente señal de esfuerzo físico, el golpe de un objeto sólido contra uno de madera hueca. Tratando de deducir lo que pasaba, imaginaste que era Levi poniendo un excesivo esfuerzo queriendo alcanzar algo que se hallaba un poco demasiado lejos de su alcance.

Victima de la curiosidad y la pena al oír al pobre hombre queriendo hacer las cosas por sí solo a la fuerza, presionaste con los dedos el pomo de la puerta y muy lentamente lo giraste para poder destrabar el seguro. Tenías en la cara esa expresión que hace la gente cuando come algo demasiado agrio o está realizando algo con muchísima concentración, cejas fruncidas, parpados apretados y los dientes mordiendo el labio inferior de tu boca. Ante la posibilidad de meterte en problemas y experimentar el peor abuso verbal de tu vida por parte de Levi te arriesgaste a abrir la puerta con sigilo y lentitud una vez que habías desbloqueado por completo el seguro del pomo. Una micra de segundo fue el tiempo que pasó cuando la puerta soltó un rechinado estruendoso y seguido de ello, al otro lado, el golpe seco de varios objetos cayendo al piso.

Todo el show que hiciste para ingresar desapercibida pasó a segundo plano cuando entraste a la oficina casi azotando la puerta sabiendo, casi por ese instinto que te alerta de peligro, que alguien se había herido.

En aquel afán de actuar neciamente Levi había tratado de alcanzar los papeles para que firmases el contrato de voluntaria, aquellos estaban almacenados en el último cajón de un mueble alto, y queriendo valerse de la pierna que aún le funcionaba, pues la otra había quedado paralítica, maniobró para ponerse de pie aferrándose del mismo mueble, al mismo tiempo que tironeaba del cajón atascado por la madera hinchada se tambaleaba para mantener el equilibrio poniendo todo su peso en una pierna.

De seguro se habría ahorrado todo el bochorno de haber cedido un poco a tu ayuda.

El cajón estaba al tope del mueble y bastaría un mínimo toque para que cayera, precisamente lo que pasó, Levi sosteniendo el cajón no tenia donde apoyarse, la silla de ruedas no tenia seguro por lo que perdido el equilibrio se fue para atrás, empujando la silla y lanzando accidentalmente el cajón lleno de papeles que se esparcieron por el piso.

En tu pecho, algo más que la pena se estaban haciendo presentes, empatía, melancolía… deseo de rescate quizá. ¿Qué tan terco y reacio a la ayuda se debe ser para obligarse a realizar tareas que obviamente ya no eres capaz de realizar solo?

Sin una sola emisión de palabras y con un semblante que casi denotaba tristeza por parte tuya, te inclinaste a la altura de Levi, que yacía sentado en el piso y ocultando nuevamente su cara entre sus cabellos por la impotencia de ser visto en un estado de fragilidad, para acomodar su brazo alrededor de tu hombro, sacando fuerza de donde no tenías te pusiste de pie aun sosteniéndolo y dejando salir un gruñido adolorido luego de que sonara un "clic" seguido de que un dolor punzante y agudo se escabullera por tus lumbares, incluso siendo un par de centímetros más bajito que tú, sentías que pesaba con facilidad el doble de lo que aparentaba con su complexión achatada, y necio como sólo el demostraba serlo te dificultó aún más el trabajo de llevarlo de regreso a su silla de ruedas poniendo floja su pierna útil a propósito. A duras penas lo habías logrado y él no había emanado ni un solo sonido, ni un solo intento de establecer contacto visual, acabaste exhausta rápidamente y de rodillas mientras te sobabas la espalda frente a él, estabas a la espera de algún apodo indignante o un reproche por desobedecer la orden que te había dado, incluso un destierro inmediato de la fundación, pero el silencio permanencia intacto, tenias debidamente mentalizado que lo que sea que fuera a decirte el hombre que tenías frente a ti seria un comentario guiado desde un ego que había sido herido sin intención.

La ausencia de palabras se había tornado incomoda, por lo que antes de hablar suspiraste y tragaste saliva.

–Señor Ackerman, ¿usted no tiene un cuidador al igual que todos los demás alojados con discapacidad, cierto? –tu pésima elección de palabras, pese a que al momento de hablar no sabias que lo era, de inmediato te cobraron una mirada equivalente a un corte hecho en seco, filosa y profunda por parte de Levi, quien tenia el ceño fruncido con tal fuerza que el inicio de sus cejas estaba despeinado y las arrugas de su entrecejo formaban otras arrugas más menudas.

– ¿Acaso me ves como a aquellos inútiles que dependen de un maldito niñero para hacer las cosas? –un ego totalmente herido, tal como habías deducido, estaba tomando control de sus respuestas– ¡No necesito la ayuda de nadie mocosa tonta, a diferencia de todos estos jodidos discapacitados, yo puedo hacer todo por mi mismo! –Te tomó por el cuello de la camisa súbitamente y aproximó su rostro hacia el tuyo– ¡Créeme que desde que llegaste estaba aguantándome las ganas de no romperte la cara a trompadas por tu ridícula actitud de niña estúpida y de no ser por esta jodida silla d-…! –se puso el freno en el momento justo antes de decir aquello que descartaría todo lo que había ladrado.

*Todo tu cuerpo estaba congelado del susto, inclusive tus manos habían empezado a echar sudor frio, pasado un segundo a otro estabas temblando con tanto miedo que parecía que habías visto un fantasma, pero también tenías los ojos llorosos dado el hecho de que Levi te había herido con sus palabras. Estabas perdida en los pensamientos de tu mente sobre todo lo que acababa de suceder y con la mirada fija en los ojos del hombre que tenías frente a ti, lo suficientemente cerca como para que te distrajeras analizando todos los rasgos de su rostro. El color de sus ojos, bueno de su ojo… era realmente bonito, a lo lejos creías que lucía de un color gris casi negruzco pero viéndolo de tan cerca captaste un matiz azulado y oscuro como el cielo cuando está en transición al anochecer. Y su piel, aun con las cicatrices y a pesar de que él era un hombre de avanzada edad, no tenía más que unas cuantas marcas de expresión apenas visibles, ni un solo poro abierto, ni una sola imperfección. Su mentón marcado, su nariz respingada, la forma de sus ojos, su mirada… todo lucia tan afilado, tan bien perfilado.

Que mal momento habías escogido para darte cuenta que Levi, quien fácilmente te duplicada en edad, era realmente atractivo.

Y sin un sólo ápice de conciencia de lo que hacías, dirigiste tu mano cubierta con la manga de tu camisa hacia su labio inferior partido por haber recibido un impacto tras su caída y cuya herida abierta había dejado salir una gota de sangre que rodaba lentamente de su boca, frotaste con suavidad la tela de tu prenda con su piel dejando una manchita difuminada de color rojo en su mentón.

La mirada fiera de Levi se había desvanecido por el desconcierto luego de limpiarle la herida en el labio.

–Puede negarlo… pero usted precisa de un cuidador, señor Ackerman. Y esa será mi responsabilidad a partir de este momento.

Que extrañeza sintió al pensar que se lo sentencie a tener una compañía permanente…

Que osadía sentías tú luego de cobrar conciencia sobre tus palabras. Autoproclamarte la cuidadora del dueño de la fundación para los afectados del Retumbar.

Que emoción tan irracional se apoderó de ti con tal solo hacerte la idea…

De que él no necesitaría de nadie más que de ti.


nota final: gracias por leer hasta el final, no tengo una idea muy clara que vaya del rumbo que vaya a tomar la continuidad de la historia así que actualizare de acuerdo surjan mis ideas

Jimurroh se despide... Hasta la próxima!