Nota del autor: en esta historia quise darle un toque más dramático.
Irá a parte debido a que va a ser más largo de lo esperado así que les pido que me disculpen.
Quería ensayar a escribir fanfics cortos y esta es la oportunidad. La idea se me vino a la mente escuchando Sonata Arctica, banda Finesa de música rock.
Gracias a:
CBT-1996
KAYLA LINNET
ROSA TAISHO
Se acercaba la época de invierno en Japón y especialmente en los países del hemisferio norte, cierto día aquel hanyō profesor de universidad se encontraba terminando de calificar varios trabajos finales de los semestres cuarto y quinto de aquella universidad. Estando en su escritorio en sala de profesores llegó el olor a su potente olfato canino de un hombre lobo, Koga, entonces el maestro se dió la vuelta para verlo.
—Feliz navidad, bestia — Koga lo zarandeó.
—¡Deja de hacer eso! — voceó el hombre albino fingiendo enfado para luego esbozar una sonrisa —, feliz Navidad también lobo sarnoso. A propósito ¿Ayame ya dió a luz?
—Sí, es una bella niña — mencionó el lobo —. Le pusimos Sayuri, aunque realmente fue idea de mi esposa. Yo quería algo más tradicional como Ame o Aoi...
—Koga, sinceramente eres pésimo con los nombres por eso tu manga casi fracasa — el peliblanco se mofó —, aunque tenga todos los tomos publicados hasta ahora recuerda que eres un profesor y no puedes estar toda la vida siendo mangaka si nadie te lee.
—Bueno es verdad y a ti tampoco, publicaste un libro con quinientos ejemplares y se vendieron trescientos — soltó sarcástico —. ¿Qué planeas hacer estas vacaciones, Inuyasha? ¿Las vas a pasar amargado como en los últimos tres años?
Un tic en los nudillos de Inuyasha hizo que Koga frunza el ceño, conocía perfectamente las actitudes de su colega desde antaño y precisamente hoy el albino no estaba muy feliz por ello.
—Ya lo siento — Koga se disculpó —¿Quieres venir a casa y conocer a Sayuri?
—Sería bonito pero no quiero incomodar — mencionó el peliblanco —, además se acerca luna nueva...
—¡Ya deja de lado esos prejuicios! — exclamó Koga —. El que seas un hanyō no significa que no puedas pasar un tiempo con tus amigos, bestia. Ven a casa esta noche, te estaremos esperando.
Inuyasha no hizo más que encogerse de hombros sabiendo que no debía perder esa oportunidad de pasar un día de invierno con gente que quiere mucho, su medio hermano mayor Sesshomaru acababa de tener gemelas con su esposa Rin. Sango y Miroku, dos compañeros de maestría se fueron del país a uno más tranquilo y cálido, ahora se había quedado él solo.
Al terminar de calificar se fue hacia su automóvil estacionado en la parte exterior, revisó su teléfono y vio varios mensajes de Kikyo. Se llevaban bien, era cierto, charlaban mucho y ahora que ella había estado saliendo con un tal Suikotsu al tiempo que con una tal Tsubaki le hizo pensar muchas cosas, aunque ninguna de las dos relaciones era formal, le preocupaba su amiga.
Se tomó el atrevimiento de marcarle para ver si estaba bien o no.
—Hola Kikyo — saludó el albino —¿Cómo estás, casanova?
—Algo bien, ¿y tú qué tal?
—Te noto desanimada ¿pasó algo? — Inuyasha preguntó.
—Sí, Suikotsu se enlistó en el ejército y Tsubaki no me responde — murmuró ella —, cielos... y cuando fui al hospital allá estaba le había dado apendicitis y la estaban operando. Y justamente tengo un viaje a Finlandia la próxima semana.
Kikyo se notaba desesperada por Tsubaki mientras Inuyasha estaba lejos de donde estaba ella, y tampoco su horario le ayudaba demasiado porque en la noche tenía una cena con Koga y Ayame, la mirada de aquel joven se puso en la carretera mientras recorría las calles de Tokio y se preguntaba si podría pasar las fiestas con Sesshomaru, tampoco eran los más cercanos de los hermanos pero siempre estaban allí el uno para el otro.
—Inuyasha ¿te gustaría ir a Finlandia? — cuestionó Kikyo al otro lado de la línea telefónica.
—¡¿Estás demente?! Las temperaturas bajan más allá de los treinta grados bajo cero en la noche — mencionó el albino —además detesto el frío.
—No seas tan quisquilloso, puedes quedarte en una cabaña en Laponia. Será conexión Tokio a Helsinki y Helsinki a Ivalo — dijo la mujer —, fue un regalo que me dió la compañía de tu hermano mayor y te lo quiero dar a ti, Inu, es por navidad.
Inuyasha se detuvo en un semáforo y se lo quedó pensando varios segundos mientras la luz roja pasaba a verde, era muy lejos, demasiado lejos. Claro, ya había salido del país y por eso no tendría que preocuparse por los malditos y tediosos trámites del pasaporte.
—Bueno, iré.
—Te dejo, me están llamando para contarme cómo está Tsubaki.
Se detuvo en un centro comercial, aquellos adornos navideños le daban un aire de nostalgia, no celebraba la navidad desde que su madre falleció por una grave neumonía ocasionada por un virus proveniente de China ya tres años atrás. Se acercó a los aparadores en una tienda y encontró una bella camiseta blanca con un lobo gris estampado en ella, luego de comprar la camiseta también se llevó una cálida chaqueta blanca con un pequeño lobo en su parte trasera.
Al rato, cuando ya empezaba a anochecer él se volvió a subir a su automóvil conduciendo hasta la casa de Koga, en la radio del vehículo podía escuchar música que no era precisamente la más gustada por la gente de su edad.
Bajó del auto y tan sólo dar un paso un pequeño niño le lanzó una bola de nieve sin querer, era el mayor de los dos hijos de Koga; Shigeru. Inuyasha se limpió la cara y entró a la casa simulando estar enojado.
—Koga — llamó el hanyō
—Ya llegaste — Ayame lo saludó mientras preparaba la cena.
—¿Qué no deberías estar acostada? — cuestionó Inuyasha confundido.
—En la tribu de los hombres lobo es importante que una hembra se recupere lo antes posible después de dar a luz — Koga le pasó unas sandalias a sui amigo —. Me gusta que pases más tiempo fuera de la universidad, no siempre se trata de trabajos.
Durante la cena, Inuyasha no habló mucho en cambio Shigeru se la pasaba correteando de un lado al otro llegando incluso a tirar dos veces el árbol de Navidad.
—Te ves distinto hoy, Inuyasha — Ayame terminó su cena —¿Te pintaste el cabello?
—Es luna nueva — el aludido respondió con calma —. La verdad es que siempre tengo este cambio cuando es estas épocas, Ayame.
—Es cierto lo había olvidado — mencionó ella —, Koga, cariño ven a cenar.
Koga maldecía por lo bajo reorganizando el árbol y dejaba entretenido a Shigeru con la televisión, en sí ya había pasado muchas veces por eso y es que el chiquillo era una cosa de locos, tenía demasiada energía y es entendible dado a qué era un Youkai lobo completo.
—Ya, ya voy, caramba — Koga masculló entre dientes —. Shigeru, apaga la televisión.
—¡Pero papá!
—Nada de peros, a cenar — el lobo mayor apagó la tv con el control.
Al sentarse a la mesa la mirada de Koga se fue directo hacia Inuyasha quien en sus pensamientos se hallaba perdido y sin rumbo alguno, Ayame inmediatamente notó el cambio de humor que tuvo el hanyō el silencio de Inuyasha era precisamente lo que más aterraba a Koga. Lo conocía bien, y hacía tres años en aquella pandemia mundial vio a su amigo y colega perder a su madre.
Inuyasha terminó su comida y continuó viendo en su teléfono las notas que ya subió a una plataforma web, luego vio los boletos virtuales que Kikyo le había regalado, no sólo eso la reservación de una cabaña en la Laponia durante lo que restaba del mes de diciembre e incluso inicios de enero.
—Ayame y Koga — Inuyasha habló con calma —me iré de viaje — informó y los dos esposos se quedaron en shock —. Iré a Finlandia.
—¿Estás demente? Hace demasiado frío allá, está cerca del círculo polar Ártico. Te vas a congelar, bestia albina — Koga exclamó preocupado.
—Qué fue un regalo de Kikyo. Además no soy tan idiota como para no comprar ropa térmica — mencionó el albino.
La semana siguiente Inuyasha estaba en el aeropuerto con su maleta para casi todo un mes entero en un país distante en un nuevo continente para él. Eran cerca de las cuatro de la mañana y él estaba allí desde la noche previa y estaba acostado en las incómodas sillas de espera, finalmente el vuelo salió mediadas las cinco de la mañana. Agradeció estar en un asiento cerca de la ventana así podría ver todo el paisaje de las nubes que el avión cruzaba.
Iba para largo, Inuyasha aprovechó para quedarse dormido, sobre sus ojos puso un antifaz que impedía que la luz del sol, se sentía más tranquilo y liviano en el avión que en tierra. En sueños se imaginaba como sería la Laponia finesa y en especial cómo serían las auroras boreales, agradeció traer su cámara fotográfica aunque también podría capturar las imágenes de las auroras con su celular aunque la verdad no era lo mismo.
Casi a las siete de la noche, hora finesa, el vuelo arribó al aeropuerto internacional de Helsinki pero esa solo sería una pequeña parada ya que debía abordar otro vuelo para ir a Ivalo. Debido a una breve tormenta de nievez, el vuelo se retrasó dos horas.
Finalmente Inuyasha llegó a Ivalo y simplemente bajó su equipaje para luego montarse en un taxi, sacó de su abrigo una dirección pero su pobre comprensión del finés no le permitía hablar con los nativos de aquella ciudad, fue mejor que optó por entregarle el papel donde estaba la ubicación del hotel al taxista.
Él observó con calma las calles nevadas hasta que finalmente llegó a un conjunto de cabañas a las afueras de la ciudad. No vio a nadie conocido por allí así que mejor decidió irse a su cabaña, vaya que afuera hacía mucho frío, pero dentro de la cabaña el clima polar era más fácil de soportar.
—Es un sitio agradable — murmuró el hanyō —. No sé qué hacer.
Sacó su celular, se conectó al wi-fi del hotel y entonces descubrió varias de las actividades en aquella helada región de Europa del norte; motos de nieve, esquí y hasta ver las auroras boreales le llamaron poderosamente la atención.
En el día siguiente, cuando el cielo aclaró un poco, Inuyasha se acercó a un puesto de motos de nieve. Había poca gente en el lugar así que él pagó el precio que debía ser y se subió a una moto de nieve para hacer un tour por las zonas heladas de Laponia. Al volver a caer la noche, la luna estaba oculta y no se veía; era luna nueva y todas sus habilidades como semidemonio se esfumaron quedando a merced de los lobos que habitaban Finlandia.
La espesa bruma le impedía ver más allá de su nariz y el frío calaba hasta los huesos, fácilmente estarían veinte grados bajo cero y gracias a la pobre visibilidad por culpa del clima Inuyasha perdió el control de la moto de nieve chocando contra un árbol. Él, ahora como humano, caminó por el bosque tratando de salir del bosque de pinos pero fue en vano. La tenue luz de la linterna de su celular no ayudaba, se sentía perdido en un lugar desconocido.
Quién sabe cuánto tiempo había estado caminando Inuyasha pero ya su cabello negro estaba siendo congelado por las bajas temperaturas del ambiente. Pronto su celular se quedó sin batería y no pudo ver más ya que estaba oscuro y con la bruma fácilmente estaría perdido. Bueno, más de lo que ha estaba.
Se sentó en un tronco caído mientras pasos se oían en el suelo nevado, sintió su corazón dar un vuelco tremendo; se levantó del palo y sintió que el sudor caía por su frente al mismo tiempo que algo lo observaba.
Cada segundo que pasaba su respiración se hacía pesada, la noche polar le hizo dar miedo. Jamás había experimentado ese sentimiento, pronto de entre la nieve un lobo gris saltó y se lanzó encima de Inuyasha y cuando estaba a punto de morderlo una voz femenina lo detuvo.
—Lopeta, hän on turisti (detente, es un turista) — habló aquella mujer —Oletko hukassa? Mikä sinun nimesi on? (¿Estás perdido? ¿cómo te llamas?)
—No te entiendo, no hablo finés — exclamó Inuyasha retrocediendo —. Pero necesito tu ayuda.
—Tuoksusi... Se on erilainen (Tu aroma... Es distinto) — aquella fémina sonrió —Llamarme Kagome.
Inuyasha entendió, en ese pobre idioma español aunque por fin se podía comunicar con esa nativa. Pero el frío no daba tregua, e Inuyasha terminó casi teniendo hipotermia y entonces, la tal Kagome, cargó al chico humano y corrió adentrándose en el bosque.
