¿Una charla?, ¿de chicas?
El despertar de Rukawa fue brusco, más no porque lo hubieran zarandeado, como solía suceder, sino porque le resultó impactante no ver a Sakuragi a su lado. Con el brazo estirado donde antes se encontraba él, observaba el espacio vacío que dejó en la cama. Todavía estaba caliente, el futón arrugado. Cerró los ojos, obligándose a dejar de pensar tonterías.
Porque sí, Sakuragi, a partir de ese día, había pasado a ser una tontería.
Un tipo que lo ilusionaba y luego lo tiraba a la basura como si fuera poca cosa no merecía su atención. Eso no era de hombres, era de cobarde.
—B-Buenos días, Rukawa. ¿Dormiste bien?, ¿quieres desayunar?
Levantó los ojos. Una tímida Haruko lo saludaba. Estaba de pie frente a él. Tenía las manos delante del cuerpo, las mejillas sonrojadas. Rukawa le sostuvo la mirada y bufó.
—No.
Hizo fuerza con los codos, buscando levantarse. Costaba. Le dolía el cuerpo como si un tanque lo hubiera aplastado. ¿Acaso el pelirrojo había dormido encima de él?
Se refregó la cabeza, perezoso.
No, ese tipo no se enteró de nada. Fue él quien se durmió encima del tanque, no al revés. Le dolía el cuerpo por eso. Y por el mal trago de ayer. La tristeza que sintió —y aún sentía— comenzaba a manifestarse en cada parte del cuerpo. Haciendo un esfuerzo por ignorarla, se puso de pie. Pasó la vista de un lado a otro antes de agarrar su chaqueta de la silla del comedor.
Haruko seguía cada movimiento de esos ojos que parecían estar buscando a alguien.
—Sakuragi se fue hace un rato.
Rukawa posó los ojos en ella. Helados, la congelaron.
—No te pregunté.
—Ah…, lo siento.
Rukawa veía el rostro afligido de Haruko sin una pizca de empatía.
«Todo es culpa de esta chica..., pero el idiota dijo que no estaría con ella. ¿Entonces es porque está enamorada de mí?»
Quizás el pelirrojo no era tan cobarde, después de todo. "Leal" le quedaba mejor. Él era una buena persona que respetaba los sentimientos de su amiga enamorada. Amistad, eso estaba pasando.
«¿Amistad…?»
Hm, no. Rukawa no entendía ese tipo de sentimentalismos. Tampoco tenía códigos, porque nunca tuvo un amigo como para empezar a implementarlos. Y no, no consideraba a Sakuragi un amigo.
No habiéndole roto el corazón.
Suspiró, colgándose la chaqueta en el hombro. Antes de retirarse, miró a Haruko una última vez. Seguía cabizbaja, frotándose las manos nerviosamente delante del cuerpo. Rukawa entornó los párpados. ¿Qué culpa tenía esa de chica de las decisiones estúpidas del pelirrojo?, se encontró pensando. Parecía una mosquita muerta, incapaz de dañar a nadie apropósito.
Y entonces, por primera vez, le nació tener un acto de bondad para con ella.
—Gracias por todo.
Se puso los zapatos en la entrada y cerró la puerta principal de la casa. Haruko, sonriendo triste, tomó el agradecimiento como un regalo.
Porque sabía que no obtendría nada más de él.
«Ya se fue…»
Levantó el rostro, obligándose a poner una buena cara. Aunque su amor nunca fuera correspondido, al menos Rukawa quedaría en buenas manos, pensaba.
En unas que, fervientes, rebotaban el balón a gran velocidad. Esas manos lo levantaron y lo estrellaron dentro de la canasta.
Yohei soltó un silbido, asombrado por la clavada que había hecho su amigo pelirrojo. Sentado en el suelo del gimnasio con un brazo colgado en la rodilla, lo veía entrenar. Era temprano, ¡muy temprano! Hanamichi lo había llamado para que lo acompañara, pues parecía que no había tenido una buena noche. No era la primera vez que lo hacía. Madrugar solo no tenía chiste, pero con amigos sí. Todo con amigos era mejor; esa era su filosofía de vida.
—Mejoraste mucho, Hanamichi. Y eso que arrancaste hace poco.
—Hmm, ¿será porque soy un genio? —Hanamichi giró los pies en el suelo con las manos en las caderas. Le mostraba los dientes.
Yohei soltó una carcajada fresca.
—Lo eres, lo eres. Y dime, ¿cómo salieron las cosas? ¿Hablaste con Haruko?
Las manos de Hanamichi se resbalaron por las caderas. Agarró el balón del suelo y se puso a rebotarlo en medio de la cancha. Sus ojos agridulces veían en el balón la secuencia que vivió a la mañana. Se despertó abrazado al zorro. Le fue difícil no perderse en su pacífico semblante dormido, no querer despegarse de su cuerpo calentito… Por un momento olvidó que esa historia había terminado. Hasta que Haruko apareció. Lo que vio en sus ojos, entonces, lo dejó petrificado. Una mirada amarga, una sonrisa forzosa. Salió corriendo de allí antes de darse cuenta.
—No, no hará falta. Decidí dejar las cosas como estaban.
—¿Ah? —Yohei arqueó una ceja— ¿Tuviste una crisis por nada? ¿Todo lo que hablamos fue al pedo? Hanamichi, dale una oportunidad. Haruko lo va a entender.
—¡Aunque lo entienda, igual saldrá lastimada!
El grito del pelirrojo hizo eco en el gimnasio. Yohei lo miraba con el labio inferior desprendido.
—Lo vi… Vi su rostro triste cuando hablaba del zorro. Cuando nos vio… juntos. —Hanamichi cerró los puños—. No quiero lastimarla.
—Pero… ¿no estás lastimando a Rukawa así?
—¡Bah! Él es un tipo, se recuperará. ¿O acaso yo no me recuperé de cincuenta rechazos? Cuando ella apareció… me recuperé. —agregó, volviendo la voz risueña.
Yohei tenía una comisura levantada.
—Oye, ¿seguro de que no sigues enamorado de Haruko?
—¿Pero qué tonterías dices, Yohei? ¡Claro que siempre estaré enamorado de ella! ¿Quién no lo estaría? —Hanamichi le lanzó el balón con una media sonrisa. Yohei lo recibió con otra.
—El problema es que quieres más al zorro, ¿entonces?
—…
—Ya veo… Entiendo. —Yohei se puso de pie con el balón. Afinó la vista en el tablero y lo arrojó. Pegó en el borde—. Ahhh, casi.
—Sé que hice todo mal antes, me apresuré. —Hanamichi se acercaba con las manos metidas dentro del short blanco. Su tono de voz era calmado. Solo con Yohei podía hablar como un ser humano normal y no a los gritos—. Pero ahora…, ¿crees que estoy haciendo lo correcto?
—Hm… Creo que estás haciendo justamente eso.
Hanamichi recibió el balón que le lanzó, curioso. Yohei tenía esa expresión en la cara que conocía bien. Confiada y traviesa, como si supiera todas sus verdades ocultas.
—Hacer lo correcto y seguir al corazón no es lo mismo, Hanamichi. Tú decidiste tomar el camino difícil. Nadie dice que esté mal. Pero no te engañes, no es lo que tu corazón quiere.
—Entonces…
—Entonces sentirás un vacío toda tu vida, eso es lo que pasará.
Hanamichi tragó pesado.
—¿T-Tanto tiempo voy a tardar en recuperarme? ¡Tengo las nacionales pisándome los talones!
Yohei estalló en una carcajada por su cara de espanto.
—Nah, es joda. Supongo que solo un tiempo vas a estar así. El Básquet te ayudará a recuperarte.
Hanamichi no parecía muy convencido. Picaba el balón, lo pasaba de mano en mano con letargo. Levantó el rostro, aflojó las rodillas y pegó un salto lanzándolo al aro. Rebotó en el tablero. Demasiado largo. Arrugó la frente. Por estar pendiente del zorro había descuidado sus entrenamientos. Corrió para atrapar el balón.
«Pasado mañana tengo el partido con Ryonan. Ahí estará Sendoh»
Sus ojos adquirieron un brillo furioso. Los dedos se cerraban fuerte en el balón.
«Voy a derrotarlo… ¡Voy a derrotarlos a todos!»
Era hora de volver a enfocarse, de dejar atrás cualquier sentimiento que actuara como obstáculo. Ya no podía permitirse soñar como una princesa. Él había decidido una vida dedicada al Básquetbol.
Él era un basquetbolista.
—Voy a ser el mejor jugador del mundo, Yohei. Recuérdalo.
Yohei metió una mano en el bolsillo, aflojando la cadera. Sonreía cómplice.
—Acuérdate de nosotros cuando estés en el salón de la fama, pelirrojo.
—Ja. Siempre.
Lanzó el balón a la canasta.
Encestó.
La tarde llegó, anunciando lo que sería un duro entrenamiento. Sakuragi ya estaba en la cancha practicando pases con los demás cuando Rukawa se hizo presente con su cara de nada. Y ni lo miró. Un sentimiento amargo le cerró la garganta, distrayéndolo en un crucial segundo. El pase que le dio Miyagi terminó en su cara.
—¡Baja de las nubes, Hanamichi!
El nombrado se refregaba la cara, gruñendo.
«¡No puedo dejar que ese zorro me siga distrayendo!»
Se propuso jugar lejos de él para no distraerse. Por suerte, Rukawa tenía el mismo plan.
Los demás ya no sabían qué pensar de la conducta de los chicos problema. Aunque estaban en un partido de práctica, Rukawa y Sakuragi no se hablaban, ni siquiera se puteaban, también evitaban competir entre ellos. Era como si dedicarse un solo vistazo los pudiera matar.
Pero entonces Akagi llegó para cambiar eso.
—¡Marca a Rukawa, Sakuragi!
Se sorprendió por la orden directa. Nunca le había pedido aquello, seguro porque no confiaba en sus habilidades de talentoso. Sakuragi había estado esperando ese momento de reconocimiento, pero justo hoy le era difícil hacerle frente al zorro que dejó atrás.
A un paso algo torpe, se puso frente a Rukawa con los brazos estirados. Culpa. Solo sentía culpa al verlo. En cambio, Rukawa, olvidando su meta de ignorarlo, inmediatamente fijó la vista en él. Sakuragi se estremeció ante esa mirada tan helada pero ferviente a la vez. Ese zorro no lo estaba mirando a él, estaba mirando a la competencia. Había vuelvo a ser el Superloki. Lejos parecían haber quedado aquellos ojos que antes lo observaban con profundidad. Frunció el ceño. Si así serían las cosas, él también lo daría todo. No había tiempo para sentir culpa.
Y entonces la cancha se prendió fuego.
—¡Levanta las manos! ¡Las manos, Sakuragi!
—¡Ya lo sé, gorila!
Rukawa arrasaba con Sakuragi con sus siempre atractivas técnicas. Sakuragi se defendía con su siempre agresividad y potencia en los saltos. Le robó más de un balón en los rebotes. Rukawa estacionaba los pies en el suelo luego de saltar, sorprendido por la manera de elevarse del pelirrojo. Era como si volara, hoy más que nunca. ¿Había mejorado desde su último encuentro? ¡Pero si ni habían pasado dos días! Ese tipo mejoraba rápidamente. Tanto, que daba miedo. No podía descuidarse. Si lo hacía, Hanamichi algún día lo alcanzaría. Podía sentir muchas cosas por él, pero eso no significaba que la flama competitiva debiera apagarse.
Seguía siendo su rival eterno.
Las zapatillas chirriaban en el suelo, Rukawa le robaba el balón de la mano, luego encestaba con una clavada. Sakuragi lo recuperaba rápido, le daba un pase a Mitsui al grito de "¡encesta, Mitchi!".
Mitsui arrojó uno de sus elegantes tiros de tres puntos. Encestó. Sakuragi cerró un puño con una gran sonrisa. Rukawa lo espiaba de soslayo, agitado. Comenzó a caminar hacia él, quedando detrás de su espalda.
—¿Qué pasa? ¿No puedes vencerme por ti mismo? Cagón.
Sakuragi giró el rostro hacia él con los dientes apretados. Rukawa se alejaba, secándose el sudor de la cara con la playera.
«Ya verás»
Para Sakuragi, que lo animara a desafiarlo a un uno a uno era motivo de festejo. Rukawa creía que estaba a su altura para ser llamado rival, por eso lo motivaba. Lo estaba reconociendo como tal. No es como si necesitara de su reconocimiento, pero… Al carajo, sí lo necesitaba. Así es siempre con los rivales; los odias, los amas y los necesitas para crecer. Eso significaba el zorro para él.
Porque no tenía permitido que significara nada más.
Se apoyó contra la pared del gimnasio, jadeante. Se secaba con una toalla el sudor de la cara. El partido de práctica había terminado. Rukawa, para variar, le cerró la boca con sus habilidades. Algún día, se repetía por dentro, lo derrotaría.
El ganador se acercaba con una toalla blanca en los hombros. Ni se fijó en él cuando pasó al lado para salir del gimnasio. Hanamichi lo seguía con la mirada.
«Estúpido zorro…, ahora ni siquiera me mira»
—¡Hm! Allá él.
Despegó la espalda de la pared. Estiró un poco las piernas, los brazos y siguió entrenando. La buena noticia era que podía sacar todo el dolor y el enojo de esa manera. Yohei tenía razón, el Básquet era un gran remedio contra el mal de amores.
Pero tampoco hacía magia.
Rukawa lo entendió antes que él cuando, luego de terminar de entrenar, estampó las manos en el lavatorio del baño. Agitado, veía su reflejo en el espejo. La misma angustia del día de ayer lo atacó al ver el rostro del pelirrojo a lo lejos. Allí, sentado contra la pared, lo veía irse con las cejas arqueadas.
Se sacudió el cabello.
«Por qué me miras así…, si todo es tu culpa»
Fuera de la competencia, el recuerdo del rechazo volvía para lastimarlo. Mala noticia era que no podía seguir jugando para olvidarlo un rato más, puesto que ahora Sakuragi se había apropiado de la cancha. Últimamente se quedaba hasta tarde.
Bufó.
¿La única persona que le gustaba en el mundo tenía que ser un idiota?, ¿en serio? ¿No se pudo fijar en alguien más adecuado?
—Deber ser que yo también soy un idiota.
Se insultaba, caminando hacia el estacionamiento de las bicicletas. Su nuevo campo de entrenamiento sería el parque del barrio, allí donde había un aro de Básquet. Y donde encontró a Hanamichi varias veces practicando tiros. Con suerte no habría gente, ya era tarde. Agarró su bici rosa. Miró hacia atrás antes de montarla. Nadie. Esta vez el pelirrojo no iba a pedirle que lo lleve. Quizás nunca más lo haría. Volvió el rostro adelante, suspirando. Puso el bolso en el canasto, clavó un pie en el pedal y arrancó el camino hacia el parque. Bueno, hacia un auto primero. Se lo llevó puesto cuando se quedó dormido.
Y así pasaron los días ambos, sufriendo en silencio y a la vez dándolo todo en los entrenamientos hasta que el partido con Ryonan llegó. Fue el más difícil de todos. Sin embargo, luego de una ardua lucha, la victoria les dio la mano cuando, por primera vez, todos actuaron como un verdadero equipo. Incluso Rukawa y Sakuragi, que ni querían verse las caras, olvidaron por un momento el resentimiento para trabajar juntos. Se dieron pases; un milagro. Aunque no diría que los pases fueron pensados, más bien fue un acto desesperado de ambos.
El equipo de Shohoku, oficialmente, se encontraba en las nacionales. El sueño se cumplió.
Severamente y opacando los festejos de los muchachos, Akagi resaltó que lo más difícil se vendría ahora. No podían descansar. Para superar sus habilidades presentes y estar preparados para la competencia, el equipo se fue a un campamento. Allí entrenarían con un equipo de otra prefectura que también estaría en las nacionales. Sakuragi, a regañadientes, tuvo que quedarse a pedido del profesor Anzai. Pero no se quedó por nada. Resultó ser que el profesor tenía un plan de entrenamiento aún más duro para él: realizar veinte mil tiros a la canasta desde la línea de tiro libre. Sí, era momento de aprender a tirar como todo un profesional. Sakuragi estuvo en contra al principio, pues quería divertirse con los demás en el campamento, hasta que el sabio profesor, siempre con las palabras correctas, lo convenció al recitar:
—Si perfeccionas este tiro, tú serás el arma secreta del equipo, Sakuragi.
Listo, convencido. El ego del pelirrojo se elevó hasta el techo. Al igual que sus tiros las primeras veces. No pegaba una. Pero poco a poco, con perseverancia, lo estaba consiguiendo.
Tanto Haruko como sus amigos le ayudaban en esas arduas mañanas y tardes donde se la pasaba practicando. Pronto el equipo de Shohoku volvería del campamento. Sakuragi no podía esperar para mostrarles su nueva técnica. Y refregárselas en la cara.
—Y ahora… ¡Tiro de práctica!
Flexionó las rodillas, levantó los brazos y saltó para lanzar el balón. Sonrió antes de tiempo. Pegó en el borde de la canasta.
—¡Ugh! Mierda… Tengo los brazos cansados. —Se los refregaba, virando los pies hacia la puerta del gimnasio. Bostezó—. Ahh… Ya es muy tarde. Mejor descanso un poco.
El atardecer se asomaba, ya todos se habían retirado. Al menos eso creía.
—¡Sakuragi!
Se pegó el susto de su vida cuando abrió la puerta del gimnasio y se chocó con la gran sonrisa de Haruko.
—¡Ha-Haruko! ¿Qué haces aquí? Pensé que te habías ido. —tartamudeó con una mano en el pecho. El alma no volvía. Más allá del susto, ver a Haruko en ropa casual, con un jardinero azul y una playera rosa, siempre le sacudía el corazón.
Ella hizo un puchero.
—¿No estás feliz de verme?
Hanamichi se sonrojó.
«¿E-E-E-E-Eso fue un coqueteo?»
—¿Feliz? ¡Soy el hombre más feliz del mundo! —Se lanzó a ella con los brazos abiertos. Haruko se movió al costado, esquivándolo.
—Era broma.
Hanamichi cayó de cabeza al suelo. Se quedó riendo ahí con una lágrima en el ojo.
—Oye, Sakuragi… ¿Tienes un momento? Quisiera hablar contigo.
—¿Conmigo?, ¿sobre qué? —inquirió él, levantándose del suelo.
Haruko le sonrió con las manos detrás de la espalda.
—Sobre el chico que nos gusta.
Hanamichi ensanchó tanto los ojos que casi se los desgarra. Iba sintiendo el ataque de pánico acercándose. Frío se esparcía por la nuca, las palpitaciones aumentaban. Se pegó a la pared como si estuvieran apuntándole con un revólver. Haruko se acercaba a paso lento.
—¿N-Nos?
—Eso dije. Nos.
—¿D-De qué estás hablando, Haruko?
Haruko afiló la sonrisa y estampó una mano en la pared al costado de su cintura, pues no llegaba a más. Hanamichi pegó un gritito de animadora por el avance.
—¡E-Espera, Haruko! ¡Aún no estoy lis-
—De Rukawa, de él estoy hablando.
Se mordió la lengua. Deslizó las pupilas a ella con una gota de sudor resbalándose por la sien. Haruko lo miraba con travesura. Lentamente iba colocando la otra mano al costado de su cadera. El pelirrojo se pegó a la pared lo más que pudo, levantando el mentón. Cerraba los ojos con fuerza, le hervían los cachetes como la primera vez que la conoció.
—Acompáñame, Sakuragi.
—S-Sí, Haruko.
Bautizó a ese momento como el más incómodo de su vida.
Sentados uno al lado del otro en un banco del patio de la escuela, Hanamichi no era capaz de mirarla. Mantenía la espalda recta y los ojos fijos en un árbol como si lo hubieran petrificado.
«Oh dios, llegó el momento. ¡Tendré que decirle todo! ¿Pero cómo carajo se enteró?»
Haruko, con el mentón apoyado en una de sus manos, lo observaba con una sonrisita. Se veía hermosa con esa soltura poco mostrada antes.
—Lamento haber interrumpido tu entrenamiento, pero como mañana ya vuelven los demás pensé en aprovechar para hablar contigo. Ya sabes, como estamos solos. No lo hice antes porque te veías muy enfocado en el entrenamiento.
—¿E-E-Es así?
Él no dejaba de sudar. Haruko lo veía gotear como un helado derritiéndose en pleno verano. Sacó un pañuelo del bolsillo del jardinero y le secó la frente.
—No te aflijas, Sakuragi. Quiero comentarte lo que siento porque eres un muchacho muy flexible. Siempre me gustó hablar contigo.
—¡A-A mí también! —Sakuragi dobló el cuello hacia ella. Tronó de tan tenso que estaba. Haruko soltó una risita encantadora que le calentó la cara. Sí, más de lo que ya estaba.
«¡Carajo!, ¡¿por qué se tiene que ver tan linda justo ahora?!»
—¿Sabes? Mis amigas creen que soy muy despistada, pero yo no creo que sea tan así —comenzó a decir ella con un aire melancólico. El viento meneaba sus cabellos con suavidad, sus ojos brillaban profundos. Una imagen encandilante para el pobre pelirrojo—. Ellas siempre me dicen que tú estás interesado en mí.
—Ah…
«¡Mieeerrrrda!»
—Siempre les digo que no es así, que tú solo eres un gran amigo. Al final tenía razón yo, ¿no? —Inclinó el rostro con aquella sonrisa coqueta que, por mucho tiempo, lo volvió loco—. Porque tú estás interesado en el mismo chico que yo.
—E-Eso…
Hanamichi no sabía cómo contarle el enredo amoroso en dónde estaba metido. Por un lado, ya no le veía sentido decirle. Por el otro, se sentía en la obligación de serle sincero, incluso aunque la corta historia con Rukawa hubiera terminado.
—B-Bueno, por un lado es así, por el otro no. Ya sabes, ¡la vida es una montaña rusa!
—¿No me contaste porque a mí también me gusta o porque temías que te juzgara? —Haruko puso una mano en su pierna. Hanamichi enderezó la espalda como un soldado.
«¡Ahhh, me está tocando! ¡Me está tocando!»
—Sakuragi, te voy a ser sincera… No entiendo muy bien cómo funciona este tema entre hombres, pero supongo que es igual que con un hombre y una mujer. No me gusta juzgar lo que no entiendo, no soy nadie para hacerlo. Simplemente lo acepto. ¿Estoy diciendo tonterías…? Seguro lo estoy. —Haruko se rascaba la cabeza con la lengua afuera—. Si estoy equivocada, solo corrígeme.
Hanamichi la escuchaba con la garganta seca. Le temblaban las manos. Estaba a punto de romperse las rodillas de tanto que las apretaba. Nunca había estado tan nervioso en su vida.
—A lo que voy es que no me importa que te gusten los hombres. Puedes confiar en mí.
—¡Eso no es así! —Tomó sus manos entre las suyas. Haruko se sobresaltó—. E-Es decir, sí, el zorro es un hombre además de un animal apestoso. Pero antes de eso…, antes de que mi cabeza fuera un desastre… —Cerró los ojos con fuerza— ¡A mí me gustabas mucho, Haruko!
Los ojos de implicada se abrieron hasta quedar duros. Hanamichi reforzaba el agarre en sus manos, sonrojado.
—Me gustas, Haruko. No importa lo que pase, siempre me gustarás.
—Yo…
—Por fin pude decirlo…, pero mira todo lo que tuvo que pasar. —Hanamichi reía por lo bajo, lamentándose de su suerte. En serio, ¿quién lo había mandado a fijarse en un zorro?, ¿a alterar toda su entera realidad? ¿Por qué no pudo seguir enamorado platónicamente de la chica hermosa que tenía enfrente? Eso habría sido más simple, incluso aunque fuese rechazado.
«¿Por qué todo es tan difícil?»
Un chico simple como él, se preguntaba.
Tuvieron que pasar largos segundos hasta que Haruko pudo volver en sí. La confesión la tomó desprevenida. Aunque también, muy dentro de sí, activó una sospecha —muy menor— que venía teniendo sobre él. De pronto los vistazos que Sakuragi le regaló en el pasado, los saludos en los partidos, la felicidad de verla, tomaban otra forma en su supuesta amistad formada. Bajó el rostro, tragando saliva.
«Es la primera vez que se me confiesa un chico… No sé qué hacer»
De verdad no sabía. Haruko, para el pesar del pelirrojo, pocas veces lo vio como un "hombre". Esas veces, contadas con los dedos de una mano, sucedían cuando se sentía deslumbrada por sus avances, por los impresionantes rebotes y clavadas que hacía. En esos momentos, Sakuragi brillaba como una estrella. Arqueó las cejas, enojándose consigo misma. Al final, todo recaía en lo mismo. Era una atracción superficial. El patrón se repetía. Lo que le sucedía con Rukawa, también aplicaba a Sakuragi, aunque en menor medida.
—Entonces…, ¿mis amigas tenían razón?
Hanamichi le soltó las manos para rascarse la mejilla con un dedo. Miraba hacia arriba como quien no quiere la cosa.
—Bueno…, digamos que tus amigas "A" y "B" son muy intuitivas. Por un largo tiempo fue así. Me metí en el Básquet porque quería impresionarte, pero ahora… Ahora… —Sus ojos se iban llenando de lágrimas, guiados por todo lo acontecido en tan poco tiempo. No aguantaba más los sentimientos encontrados. Se los tapó con las manos— ¡Lo siento! Odio llorar por todo, ¡soy tan maricón!
Y nunca mejor dicho.
—Sakuragi… —Haruko le acariciaba la espalda para tranquilizarlo—. Cuéntame todo, por favor. Sin mentiras de ahora en más, ¿de acuerdo?
Hanamichi la miró con un moco colgando.
—¿No te vas a enojar?
—¿Cómo podría enojarme por algo que te hace llorar así? —Haruko le sonrió suave, limpiándole una lágrima de la mejilla con el pulgar—. Cuéntame.
El pelirrojo aspiró el llanto, secándose la nariz. Era imposible no verse arrasado por un impulso de sinceridad si ella lo contenía de tal forma. A moco tendido, trabándose en muchas partes, decidió exponerse. Le contó todo sobre él y Rukawa. Menos que hicieron… Bueno, la chanchada. Solo aclaró que tuvieron un momento medio "intenso".
Haruko lo miraba con la mandíbula por el piso. Desde que empezó a contarle su historia que ella no cerraba la boca. Una vaquita de San Antonio se había posado en su labio y ella no reaccionaba.
—Um, Haruko, tienes una…
—¡Eres un insensible!
Se fue hacia atrás cuando trató de quitársela. Los ojos de Haruko enrojecían, su frente se arrugaba. Pensó lo peor. Era todo, lo odiaba. Lo detestaba. Debería cometer Seppuku.
—¡¿Por qué lo rechazaste?! ¡Tonto, tonto, tonto! —exclamaba, golpeándole el pecho. Sakuragi se sentía morir recibiendo esos débiles golpes. Dolían más que cualquier paliza—. Debe estar pasándola tan mal, ¡pobrecito!
—P-Pero es que a ti te gusta, no quería lastimar tus sentimientos.
Haruko se llevó las manos a la cintura. Sus cejas apuntaban hacia abajo en una completa desaprobación.
—Sakuragi, ¿por quién me tomas? No soy tan frágil. Además, ya me di por vencida con Rukawa. En realidad, nunca tuve esperanzas con él. Te lo dije desde el principio: no soy correspondida —deletreó, agitando el dedo para que le entrara bien en la cabecita—. Lo que siento es más una admiración. De eso me di cuenta hace poco. Y por eso… decidí dejarlo ir.
Su voz se quebró al final, quebrando por igual al corazón del pelirrojo. Pensó que iba a ser tildado de traidor, pero no. Ahí estaba Haruko, preocupada por los sentimientos del zorro y no por los de ella misma.
—¿Por eso te cortaste el cabello? Dicen que las mujeres se lo cortan cuando dejan una etapa atrás, o un amor. —Le agarró las puntas del cabello con los dedos. Eran suaves y olían bien; frutal—. Te queda bien. Todo te queda bien, Haruko.
Haruko levantó una ceja.
—¿Ahora que estás enamorado de otro te es más fácil ligar conmigo?
Eso fue una relevación para su mente atontada. Sí, le era más fácil. Haruko ya no lo intimidaba. Antes hasta le costaba verla a los ojos de lo nervioso que se ponía con ella. Todos sus sentimientos más tímidos, aquellos que le costaba expresar, ahora estaban reservados para el zorro. Frunció el ceño. La humillación e impaciencia que venía acumulando por ese traspase de sentimientos volvían con fuerza, haciéndole desear estrujar el cuello de ese zorro malicioso, así como también de besar sus labios desaforadamente. Tenía más poder en él que Haruko, y aquello lo creía casi un pecado.
—Yo… lamento todo —murmuró, bajando la cabeza—. De verdad no vi venir esto. Es decir, ¡ese idiota no se merece que un talentoso como yo me fije en él! Pero igual… no pude evitarlo.
Haruko reía bajito por cada reacción del pelirrojo. Era tan orgulloso como le decían sus amigos. Sin embargo, ella veía algo más detrás del orgullo: dolor. Hanamichi estaba sufriendo y no sabía cómo expresarlo.
—Sakuragi, solo ve a buscarlo.
—¡Jamás! Ya le dejé todo claro.
—Después de ilusionarlo. Eso no se hace. —Haruko sacudía la cabeza como una madre reprimiendo a su hijo. Sakuragi se encogía de hombros—. Entiendo que el tema se te fue de las manos, pero aún estás a tiempo de enmendarlo. El amor no se va de un día para el otro. Rukawa, seguramente, aún siente cosas por ti.
—… ¿Cómo lo sabes?
Haruko entornó los párpados, recordando a su pasado amor. La imagen de él durmiendo con Sakuragi le venía a la mente. Lo abrazaba fuerte, tan fuerte…, como si nunca quisiera separarse. Y sus ojos al despertar y no encontrarlo…
—Solo lo sé. Hazme caso, sé de lo que hablo. Aún hay esperanza.
—¿Por qué…? ¿Por qué nos quieres juntos? ¿Acaso eres de esas chicas raras que les gusta ver a dos tipos juntos? —La señaló Hanamichi.
Haruko cambió de dirección la vista, entonando una risita.
—Cómo crees…
—¿Entonces por qué?
Ella se quedó mirando a un gatito negro en la rama de un árbol. Solía rondar por el patio de la escuela. Le recordaba a Rukawa. Solitario, distante…
Sonrió.
—Porque quiero lo mejor para los dos. Porque los quiero mucho a los dos… —agregó en un murmullo, volviendo los ojos a él—. Y si lo mejor para los dos es estar juntos, que así sea. Yo los apoyaré.
La sonrisa de ella era tan sincera, tan hermosa, que las lágrimas afloraron nuevamente en los ojos del sentimental pelirrojo. Achinó los ojos con la nariz goteando. En un impulso, la tomó por los hombros.
—No es justo que seas así… Yo también te quiero, Haruko. ¡Te quiero mucho! —Lloriqueaba, abrazándose a ella.
Haruko agrandó los ojos. Calor, ese chico emanaba mucho calor. Reforzaba el abrazo, mojándole el cuello con sus lágrimas tibias. Era la primera vez que un chico la abrazaba. Se sonrojó entre sus brazos, animándose a subir las manos por esa espalda ancha. Era grande. Su espalda era muy grande. Podía sentirle los omóplatos. Rogaba que la situación no la confundiera. Porque solo eso sería, una confusión nacida por la emoción de tener su primer contacto íntimo. No. Se negaba a volver a caer en un sentimiento falso.
—M-Me estás asfixiando, Sakuragi. —Le dio unas palmaditas en la espalda, riendo nerviosa.
—Lo siento, pero… —Hanamichi movió la nariz por su cuello. Respiró su perfume frutal allí—. Ah…, hueles bien.
Haruko levantó otra ceja. Lo apartó por los hombros.
—No te desvíes, muchachito. Yo no soy a quien tienes que conquistar.
—… Lo sé. Perdón. —Hanamichi bajó la cabeza como un cachorro—. No puedo evitarlo. Me sigues gustando, Haruko.
—Pero Rukawa te gusta más, ¿cierto?
—¿Alguien más me lo quiere resaltar hoy? —inquirió de mala gana, recordando la charla que tuvo con Yohei. Suspiró—. La verdad…, no sé qué pasa conmigo. Por ese motivo estuve tan confuso. E-Es decir, ya que nos estamos sincerando…, nunca me dejaron de gustar las mujeres, pero ese zorro también me gusta. A pesar de que lo odie. —agregó en un gruñido.
Haruko se llevó un dedo al mentón, pensativa.
—¿Puede ser que seas… bisexual?
—¿Bise qué?
—Bisexual —resaltó, poniendo un dedo en su pecho—. Significa que te gustan ambos sexos.
Una lamparita se encendió en el cerebro del pelirrojo.
—Ohh… No sabía que existía eso. Ahora todo tiene sentido —murmuraba, refregándose el mentón con la mano. Asomó los dientes en una sonrisa—. Eso es, ¡este genio es bisexual! —exclamó, haciéndole reír— ¡El talentoso Sakuragi es tan compasivo que no discrimina a nadie!
—Eso es, eso es. —Asentía ella.
—¡Ajá! Conque eso era… Ya me parecía raro que le siguiera mirando las tetas a las chicas.
Haruko frunció el ceño en una total desaprobación por el comentario de mal gusto. Hanamichi se puso blanco.
—¡E-Es decir, admirar! Admirar respetuosamente el cuerpo de una mujer, a eso me refería. —corrigió entre risas nerviosas.
Haruko respingó con una sonrisa.
—¿Y Rukawa? ¿Él también será bisexual? —le preguntó.
Hanamichi sacudió la mano.
—Nah, ese tipo es completamente maricón. Nunca lo vi interesado en una mujer.
—Tampoco lo vi interesado en ningún hombre, excepto tú. Quizás solo es…
—¿Geniosexual? Que se ve atraído por los genios. —El pelirrojo se señaló con el pulgar.
Haruko reía por su sonrisa payasa.
—Seguramente lo sea. Pero entonces debes cuidarte, Sakuragi. Hay mucha gente talentosa en el mundo.
—¡No más que yo! Nadie podrá ganarle a este talentoso. ¡Cuando menos lo esperes, llegaré a las grandes ligas!
—¿Las grandes ligas? ¡Eso lo quiero ver!
—¡Y lo verás! Lo verás... Por cierto, veo que sabes mucho del tema, Haruko. ¿Acaso alguna vez te gustó una mujer? —le preguntó Hanamichi, llevado por la curiosidad. Se sentía tan en confianza con ella en ese momento que las palabras salían antes de pensarlas.
Haruko se llevó una mano al pecho.
—¡Claro que no! Creo… —agregó, subiendo los ojos—. Nunca miré a una mujer así, tampoco a mis amigas.
—Es que tus amigas no son exactamente… —Hanamichi frenó la lengua al verla con una cara disconforme— ¡E-Es decir…! ¿Qué tal Ayako? Es una mujer hermosa, aunque ya tiene dueño. —agregó por lo bajo.
—Hm… Ahora que lo dices, sí que lo es. —Haruko se rio, como si hubiera fantaseado por un instante con la idea— ¿Qué tratas de hacer, Sakuragi?, ¿conseguir una cómplice?
—¡N-No es eso! Solo…
Era justamente eso. Sin darse cuenta, buscaba a alguien que lo entendiera en profundidad dentro de ese mundo nuevo que estaba descubriendo. No tenía amigos gays, y parecía estar necesitándolos.
—¿Crees que haríamos buena pareja? Ayako y yo. —Y Haruko le seguía el juego como si nada, guiñándole un ojo.
Las fantasías del pelirrojo se descarrilaron al imaginarlas juntas. De pronto le venían a la mente fotos de las revistas porno que le mostraban sus amigos. Dos mujeres desnudas, abrazadas y muy coquetas entre ellas, no tenían problema de tocarse en sus zonas más íntimas.
Se le calentó la cabeza.
—¡N-No, olvídalo! Eso sería una traición a mi amigo Ryota.
—¡Qué! ¿Ryota está enamorado de Ayako? —Haruko se inclinó hacia él como toda amiga chismosa— ¡Cuéntamelo todo!
Hanamichi se tapó la boca.
—¡Oh, no! ¡Mandé al frente a un amigo!
Las risas hacían eco en el patio de la escuela. Hanamichi había pasado de casi sudar sangre a sentirse más tranquilo que nunca. Fue allí esperando una tormenta y al final se presentó ante él un día soleado y cálido: Haruko. Era un disfrute el poder hablar así, sin sentimientos enroscados en el medio, solo como unos buenos amigos. La visión de Haruko respecto a su tema era más apasionada, femenina. Y persuasiva, para variar. Era más fácil confiar en ella que en cualquier otra persona. Descubrió rápido que tener una amiga mujer tenía muchos beneficios. El mayor era que le decía las cosas sin vacilar. Si tenía que ser firme, lo era. Si tenía que enojarse, también. Pero a la vez conservaba una empatía que, la verdad, a los muchachos de su edad —sin contar a Yohei— le faltaba. En resumidas cuentas, era una gran consejera. La sabiduría que emanaba esa mujer solo la había encontrado en otra muchos años atrás.
«Mamá…»
Los ojos se le pusieron llorosos, preocupando a Haruko. Ella puso una mano en su hombro.
—¿Sakuragi?
Hanamichi sacudió la cabeza.
«¿Qué estoy haciendo comparándola con mi vieja? ¡¿Cuántos complejos tengo?!»
—Perdóname, Haruko. Aún estoy un poco revolucionado —dijo, secándose las lágrimas—. Um…, volviendo al tema, ¿qué pasará contigo? Ver a Rukawa con alguien más, ¿eso no te-
—Prefiero que sea contigo que con cualquier otro idiota. Sé que tú lo cuidarás bien. Me da gusto, Sakugari. En serio. —Ella sonrió suave, dándole unas palmaditas en los hombros—. Además, lo sospechaba.
Sakuragi se fue hacia atrás.
—¡¿Cuándo yo dije algo?!
—No por ti, tontito. Por él. Rukawa nunca le habla a nadie, pero te habla a ti. Te llama por tu nombre, te busca, —comenzó a contar con los dedos—, bromea contigo, te abraza cuando duerme.
—¡¿Me abrazó?! Ese maldito zorro, siempre está violándome. —masculló Hanamichi con un puño cerrado.
—Desde el principio él solo tuvo ojos para ti, incluso aunque lo demostrara peleándose contigo —continuaba Haruko, dejando caer los hombros—. Aunque me da vergüenza admitirlo, siempre estoy mirándolo, así que no me resultó difícil notar que Rukawa tenía interés en ti. Seré despistada, pero no tanto.
—Haruko…
La voz culposa del pelirrojo no le agradó a su confidente. Ella estiró las manos para tomar sus mejillas con fuerza. Hanamichi se sonrojaba entre sus manos pequeñas y calentitas.
—Deja de compadecerme y ve por él, Sakuragi. Si lo haces llorar, nunca te lo perdonaré.
—Ja, ese zorro no puede llo- —Cerró el pico. Haruko lo observaba con seriedad. Él también se puso serio—. De acuerdo, si es lo que quieres, lo haré. Por ti, Haruko, me casaré con el zorro. Y tú serás mi dama de honor.
Haruko se echó a reír.
—¡Estaré honrada! Haremos vaquita para pagarles un viaje a un país de occidente. Ahí se podrán casar. —bromeó, haciéndole reír.
—Haruko…, gracias. Yo… no sé qué decir.
—"Voy a reconquistar a Rukawa", intenta con eso. —Haruko le guiñó un ojo— ¿Y si le llevas flores? ¡Ah! Acá cerca hay una florería, ¡vamos a comprar unas! Así ya las tendrás preparadas para mañana. ¿Le gustarán las rosas? Quizás unos lirios…
Hanamichi levantaba las manos con una sonrisa tirante.
—Me pides mucho, Haruko. Vamos despacito, ¿sí?
—¡Qué despacito! —Haruko lo agarró del brazo para levantarlo—. No hay tiempo que perder. A partir de hoy queda accionado el plan "Recuperar a Rukawa".
—Al zorro, quieres decir.
Haruko soltó una risita, deslizando la mano por su brazo. Entrelazó sus dedos.
—Vamos, Sakuragi.
Hanamichi suavizó la sonrisa, reforzando el agarre.
—Sí, Haruko. Vamos.
«Y gracias. Gracias por todo»
Continuará…
Bueenas bueeenas! Apareció Mamá noel con un regalito de navidad *se rie en otaku*.
Les dejo este capítulo como regalito! ¡Espero que pasen una lindas fiestas, gente linda! Tómense todo, rompan todo (en el buen sentido, no se vayan al pasto!), bailense la vida y disfruten, que el mundo necesita más risas!
Les deseo que este año que se viene sea mejor que el anterior :)
BellMunT: Hooli! Muchas gracias por leer! Todxs tenemos fé de que las cosas van a salir bien entre ellos. NECESITO QUE SALGAN BIEN. LOS AMO NFJKASFKSAF a Haruko también, es muy dulce *shora*. Siento que es re importante en la historia aunque no sea necesariamente un personaje principal. Es quien siempre le dio ánimos a Hanamichi y creyó en él, por eso y más HARUKO TE AMAMOS. Pasada la histeria, espero que pases unas muy lindas fiestas! Te leo prontito, un beso!
MadeInJapan87: Muchas gracias por seguir por acá! Me alegra que te siga gustando la historia! Haruko es un amor. Para mí es un gran personaje aunque sea secundario. Es quien le presento el básquet a Hanamichi. Sin ella, no habría historia. Y Rukawa, aaay mi lindo y anti Rukawa jaja Qué bueno que notes que hago todo lo posible para que no se vaya de personaje, igual que con Hanamichi. Es que si se van de personaje la cosa no tiene gracia (al menos para mí). Te entiendo el tema de no tener tiempo para leer, me pasa sieeempre! Y tambien para escribir jajaj Lo hago cuando puedo, en general los fines de semana. En la semana, imposeeeble. Te leo en el próximo capítulo, entonces. Qué pases unas hermosas fiestas! Un beso! :D
Ahora sí, nos leémos en el próximo capítulo, gente linda! Felices fiestas! :)
