Disclaimer: La serie/manga Attack on Titan no me pertenece, Hajime Isayama es el autor

Advertencias: Posible OoC, trama fuera del canon, lenguaje vulgar.

nota1: No me esperaba actualizar justo en noche buena jajaja, pasen una bonita navidad!

nota2: Siento que este capitulo queda como un relleno de lo que realmente queria escribir, lo siento si les resulta meio aburrido :( la siguiente actualización será mejor.

nota3: cuando llegues al "*" acompañalo con My Kind of Woman (instrumental) -Mac Demarco, combina muy bonito con el escenario


CAPITULO DOS

Unos de los peores momentos del día dentro de la rutina diaria de Levi eran los anocheceres, especificamente desde las diez en punto de la noche en adelante es cuando, con o sin la presencia tuya como su cuidadora, no tenía ni una sola obligación entre sus quehaceres, ni un pendiente que quedara sin completar, ni una planificación sin organizar, ni papeleos por revisar. Aquel fatidico momento donde no tiene la cabeza enfocada en ninguna responsabilidad que correspondiese a su trabajo y lo único que le queda ese entonces es quedarse con él mismo y perderse en el insesante ruido de sus pensamientos, sus memorias, sus regresiones convertidas en pesadillas y su incapacidad para dormir la cantidad de horas que le es debido.

Ese instante en el que automáticamente cobra esa expresión horrorizada y esa mirada perdida y desenfocada, es cuando se halla involuntariamente inmerso en los surcos más profundos de sus recuerdos, casi podría parecer que estuviera reviviendo los eventos más traumáticos que podría experimentar el ser humano, eventos que suenan como cuentos de terror inventados, pero que en realidad, él los ha vivido en carne propia. Y cuando sufre de dichas regresiones a altas horas de la noche bajo ningún tipo de supervisión tiende a padecer de fuertes espasmos, que paulatinamente se hacen más intensos, violentos, incontrolables… que llegan al punto de convertirse en convulsiones. Hubo veces, en las que para su buena suerte te hallabas presente para socorrerlo, que aquellas pulsaciones se manifestaban con tal intensidad que llegaban a hacer que cayera de su silla de ruedas de un brinco ocasionado por la desmedida fuerza de la tensión muscular, y aun postrado en el piso mantenía ese rostro perturbado y su ojo desenfocado mientras seguía siendo víctima de dichos espasmos.

La primera vez que te había tocado ser partícipe de aquellas crisis causadas por las regresiones de Levi, te habías puesto a hiperventilar del pánico y a sollozar desconsoladamente luego de que todos tus intentos para que regresase en sí hayan fracasado. Ni una sola cosa parecía resultar aquella noche, le rogaste a gritos y llamaste su nombre repetidas veces sosteniendo su rostro con firmeza para lograr que reaccionara. Con la limitada fuerza que tenías trataste de sentarlo en el piso luego de caer de su silla y rodearlo con los brazos para que no se lastimara la cabeza cuando tensaba su cuello por los espasmos, pero la diferencia entre su fuerza con la tuya culminaba en tu incapacidad para contenerlo, estrellando ambos en el piso, o uno contra otro, de todos modos. En tu peor momento de desesperación y falta de ideas racionales, llegaste a cometer el descaro de plantarle un beso en los labios creyendo que este al limitarle el acceso al oxígeno a sus pulmones le haría reaccionar.

Nada de lo que intentaste aquella primera vez sirvió, por lo que finalmente la impotencia te llevó a resignarte y sostenerlo en tus brazos a esperar a que sus espasmos cesaran de forma natural. Y para hacer aun peor tu sensación de culpa al no haber sido capaz de hacerle reaccionar, cuando Levi milagrosamente salió de aquel trance, se quedó con el cuerpo flácido y preguntó si habías tratado de intervenir. Porque él perdía tanto la consciencia como la noción del tiempo y no tenía memorias de lo que le sucedía durante aquellos episodios.

Poco después de seguir buscando incesantemente por información sobre alternativas para que los espasmos nocturnos pudieran ser controlados en el menor tiempo posible, diste con la técnica correcta. Desde entonces, siempre llevas en los bolsillos una botella de etanol y bolitas de algodón para que cuando se manifestaran los episodios de Levi solo tuvieras que acercar una bolita empapada a sus fosas nasales y esperar a que su sentido del olfato lo regresara a sus cabales.

Aunque, siendo sincera con tus ideas más fantasiosas y poco probables, habrías preferido que ese insolente beso tuyo de aquella vez haya sido como la solución mágica, y sin explicaciones teóricas, a sus contracciones. Dado que jamás se enteró de lo que hiciste debido a la disociación que sufre por los espasmos, guardaste el recuerdo de aquella travesura para nadie más que para ti y lo mantuviste en secreto de todos los cuidadores, alojados y especialmente de Levi, quién no hacia más que mostrarse a ti con una total carencia de simpatía desde que te integraste.

Fuera de aquellos gajes del oficio que surgen solo cuando cae la noche, tu labor como cuidadora era simple, o quizá, simplificado por la necedad de aquel que se hallaba bajo tus cuidados, insistió por meses en seguir haciéndolo todo solo a sabiendas de que todas sus actividades le tomarían menos tiempo y esfuerzo de realizarse si se permitía recibir un poco de tu ayuda. Cosas como vestirse, darse un baño, servirse la comida y la limpieza, organizar el papeleo de la oficina, y la peor de todas, alcanzar objetos lejanos, se convertían en una especie de lucha de poder que consistía en demostrarte que él todavía conservaba "intacta" su autonomía y que tu servicio le resultaba innecesario. Por otro lado, la terquedad tuya por servirle siempre terminaba en alguna clase de agresión verbal por parte de él, pero con el pasar del tiempo dejabas de tomarlo personal y hasta le comentabas una que otra broma luego de que se le pasaran sus rabietas, o le proponías que ambos salieran a tomar aire en algún parque que se encontrase por la ciudad, pues te habías enterado que él se había asilado del exterior y de las personas de su entorno por cuenta propia en aquella infraestructura, y que ya llevaba poco más de un año encascarado entre las paredes de su oficina y de su habitación. Él, que a pesar de ser el director y ser conocido por todo el personal y alojados, era en realidad ajeno a todos y limitaba sus interacciones a temas laborales, nadie podía tener conversaciones que durasen más de un minuto, pues el daba indicaciones claras y respuestas cortas, se rehusaba rotundamente a involucrarse con todo ser vivo que lo rodease, a tener alguna clase de contacto humano.

Ocasionalmente una pareja de jovencitos solían visitarlo para conversar con él en la oficina o en el patio principal y podían acaparar su atención por horas, provocarle más expresiones faciales a parte de su constante ceño fruncido, sostener charlas extensas e incluso convencerlo de tomar el té con la compañía de ellos; mientras tú husmeabas desde lejos, intrigada por saber que es aquello que esos niños lograban hacer para que Levi no los desterrara de su vista de forma inmediata.

Fue en una de esas tantas visitas cuando, por descuidar de tu discreción mientras espiabas, la muchachita de aquel par se acercó a ti con una energía ferviente y los ojos radiantes, detrás suyo estaba su compañero encogido de hombros y tirándole las prendas para evitar que invadiese demasiado tu espacio.

– ¡¿Es cierto que Levi está bajo tu cuidado?! –Las aves casi salen volando a causa del grito de la jovencita, parecía que salían chispas de sus grandes ojos marrones y su sonrisa iba expandiéndose con cada palabra pronunciada– ¿Ya lo haz sacado de esta cárcel? ¿Lo haz llevado a pasear por la ciudad? ¡¿Has podido sacar sus muletas del armagghr…?! –la mano del muchachito posada en la boca de ella calló sus palabras y te observó ruborizado por el descaro del comportamiento de su amiga.

– ¡Gabi, no debemos acercarnos así a los adultos! –Reprochó y luego se giró a verte– Por favor disculpe nuestro descaro. Soy Falco Grice, mi compañera es Gabi Braun… somos conocidos cercanos del señor Levi y acabamos de enterarnos que usted cuida de él. –Ambos niños se miraron y asintieron, insinuando que habían estado planeando contactar contigo– Verá hace varios años el señor Levi…

–¡Él era un superhombre! ¡De no ser por él, nadie habría detenido el fin del mundo! –La implacable voz de Gabi interrumpió a su compañero– Levi era un asesino de élite, decapitó a miles de humanos y titanes ¡A pesar de ser tan bajito fue el soldado más fuerte de la humanidad!

Gabi se aproximaba a ti con cada frase terminada, hasta que ambas chocaban sus narices de lo cerca que estaba de ti. –Pero ahora… Él se ha vuelto una persona distinta, no quiere levantarse de su silla, ni salir, ni conversar… incluso parece que odia que tan siquiera lo miren. No hace más que estar solo. – entonó con una voz deprimida haciendo cierto énfasis en su última oración dicha.

–Es cierto, hemos tratado de animarlo todo este tiempo cada vez que venimos a visitarlo, pero no obtuvimos ningún progreso… siempre termina echándonos del centro luego de unas horas. – Añadió el niño, cabizbajo y con una tonalidad igual de entristecida.

Te habías sentido identificada tras entender que el objetivo de ambos niños y el tuyo sólo eran el de ver por el bien de Levi, aun cuando este parecía querer desterrarlos de la faz de la tierra para no tenerlos cerca ni verlos más.

Fue así como los tres, sentados en una banqueta del patio principal, conversaron extensamente sobre aquel hombre al que querían ayudar. Toda la información que él te privó por meses sobre su historia la recibiste por parte de Gabi y Falco. Sus hazañas, su antigua vida, su fuerza, sus pérdidas… lo que alguna vez fue antes de llegar al estado en el que se encuentra, fue como si te hubieran contado una fábula de fantasía épica en la cual el héroe se había quedado sin aventuras luego de que su vida se haya tratado de nada más que adrenalina. En ese punto pensaste quizá, que Levi se sentía vacío al no ser capaz de volver a arriesgarse nunca más, al ser el único miembro vivo de cuyo equipo formaba.

Al haberlo perdido todo.

Llegaste a sentir cierta impotencia luego de que aquella ardua conversación con Falco y Gabi no haya llegado a ninguna conclusión que los convenciera para reavivar los ánimos de Levi. Un mínimo detalle que los niños no fueron capaces de comprender fue que, sin importar cuan elaborado, perfeccionado o meticulosamente calculado fuera un plan para "curarle" de su melancolía a alguien, la probabilidad de éxito seria nula si aquel que sufre de melancolía, cómo Levi, se opone rotundamente a recibir las buenas intenciones del otro.

Sabias que meterse en la piel de él seria una tarea que hasta resultaría dolorosa, los propios niños debieron experimentar aquel rechazo inminente mucho antes de que tú llegaras a cumplir tu labor como su cuidadora. Y en ti debieron ver a una aliada que les sería de gran ayuda para apaciguar el mal genio de Levi.

Para no desalentar al dúo de menores que acudió a ti, les aseguraste que serias tan insistente como ellos al momento de acercarte a él. A pesar de que dentro tuyo, no tenias ni la más remota idea de que seria aquello con lo que insistirías para adentrarte al hermético corazón de aquel hombre tan arisco.

Lo último que te había dicho Gabi antes de que el anochecer llegase para marcar la retirada de ambos niños, fue que Levi pasó gran parte de su vida sin conocer el mar, y que este, consiente o no de ello, parece quedarse inmerso en él cuando lo ve a través de las ventanas de su oficina.

De forma inmediata se generó en tu mente una alucinación en la cual ambos se iban de paseo a observar el mar desde un muelle durante el atardecer.

¿Qué clase de fortuna o suerte tendrías que poseer para que aconteciese ese momento en la vida real? ¿Cuánto de tu esfuerzo valdría lo suficiente para que aquello sucediera?

Gran parte de tus pensamientos se perdieron en esa fantasía con el mar y el muelle por el resto de la noche, a la par que tu cuerpo funcionaba en automático para cumplir con tus quehaceres. Te encontrabas llevando una tacita con una infusión de hierbas hacia la habitación de Levi. Lo único que hizo que regresaras a tu órbita fue la voz de él, tan seria como de costumbre y acompañada de su cara de pocos amigos.

–Hoy no has estado hostigándome todo el día como es de costumbre ¿Quién te autorizó para que te dieras el día libre? –Se pronunció Levi mientras se aproximaba a un cajón para sacar un camisón blanco para dormir, tú dejaste la tacita en el velador al lado de su cama. – ¿O has decidido que vas a acosar a algún otro inválido? ¿Decidiste que quieres un paciente ridículo y sumiso que este a tu merced todo el tiempo?

–Sería un alivio para usted que se me asignara a otra persona para consentirla, ¿no es así, señor Ackerman? –Sonreíste disimuladamente tras percibir que sus últimas palabras se oían como un reclamo de posesividad. Mientras te dirigías a él, te arrodillaste para soltar las agujetas de sus zapatos y retirárselos– Por cierto, hoy he conversado con los niños que vienen a saludarlo y me han contado mucho sobre usted.

Él momentáneamente se privó de responder, incluso cuando se le vino un destello de curiosidad al pensar en que tanto habrían hablado aquellos niños contigo. Sabiendo que él jamás había te compartido una sola anécdota hasta la fecha. Tampoco te contó sobre sus intereses, sobre el hombre que era antes de postrarse en su silla de ruedas. Recordar sus antecedentes era irrelevante para él, hablar de los viejos tiempos era irrelevante para él, hablar era irrelevante para él… todo era irrelevante para él. Pero que disgusto tan incómodo le invadió cuando se dio cuenta de que otras personas que no eran él difundían su vida a los demás como si fueran cuentos para todo el público, cuentos que, contados por bocas ajenas, podrían ser fácilmente modificados y alejados de la verdad.

Quizá…

Pero un Quizá muy chiquito.

Quizá si sería algo prudente que Levi le contase a su cuidadora una que otra cosilla sobre él.

Tras razonar para él mismo, se aproximó a la tacita con infusiones que habías dejado en su velador y coincidió con tu mirada.

–Seguramente aquellos dos se inventaron partes de todo lo que te contaron, son mocosos después de todo. –Dijo ladeando la cabeza– Si… realmente eres tan fanática de saber sobre mi… puedes preguntarme directamente.

Lo último lo había dicho con un tono tan bajito y tembleque que parecía un niñito avergonzado que había sido acorralado tras ser descubierto haciendo una travesura, y, si tan solo le hubieras visto el rostro más de cerca habrías sido capaz de notar que el color siempre uniforme de su piel, se sonrosaba muy suavemente en la zona de sus pómulos.

*Levi se hallaba arrinconado y ligeramente cabizbajo en su silla al lado de su velador, con la tacita entre sus manos. Tú tomaste asiento en la orilla de su cama acercándote tímidamente hacía él, aunque estando a la espera de que en cualquier momento siseara algún comentario desagradable para que te retiraras, guardaste silencio por unos segundos extra para asegurarte que Levi no soltaría ninguna grosería como era habitual, presionaste tus labios sin tener una idea clara de cuales palabras articularías.

– ¿Cuál es su bebida favorita? –preguntaste aleatoriamente. El arqueó la ceja confundido y decepcionado de que tu primera pregunta fuera una trivialidad tan irrelevante, justo cuando había accedido a abrirse mínimamente contigo.

Pero de todas formas respondió.

–El té negro…

Intercambió información de puras banalidades contigo y tu insistías con seguir haciéndolas como si de un juego de tratase. Fue así como juntos desperdiciaron las horas de la noche preguntando y respondiendo aleatoriedades. Como cual color le gustaba a Levi, sus comidas favoritas, que pasatiempos tiene, si su pierna inmóvil tiene sensibilidad, de qué lado duerme…

Cuando lo pensó más detenidamente, se dio cuenta de que era más cómodo responder a preguntas irrelevantes que a otras más delicadas y personales. Aquellas que podían ser respondidas rápidamente, que no tenían que ser escarbadas en la profundidad de su memoria. Aquellas que no le oscurecían la vista ni le perturbaban la mente cuando se ponía a pensar en ellas.

Por un segundo se congeló en media conversación al darse cuenta que ya había llegado la medianoche y que por primera vez en meses no estaba siendo invadido por sus regresiones ni sufriendo espasmos nocturnos.

Tú, por otro lado, te diste cuenta que habías olvidado llevar bolitas de algodón y etanol en tus bolsillos.

Y, decidiendo ignorar aquellos detalles, siguieron conversando sobre irrelevancias.


nota final: gracias por leer hasta el final, se que estuvo aburrido pero vendran cositas mejores ajaaj, y ya que estamos en festividades espero que todos la pasen fenomenal!

Jimurroh se despide... Hasta la próxima!