- Vine a entregarme para pagar por las faltas que cometí en el Antiguo Reino Fuego. Utilicé mi fuego-control para atacar a otras personas a pesar de que las reglas establecían que eso estaba estrictamente prohibido.
- ¡¿De verdad esperas que te entregue a la niebla de las almas perdidas?! Jamás saldrías de ahí, tu cuerpo se echaría a perder hasta que solo tu espíritu quedara vagando de pesadilla en pesadilla por el resto de la eternidad. ¿Comprendes eso cierto? - Renegó la lechuza acercando sus obscuros ojos a los de ella.
- Rompí sus reglas ¿no es así? no quiero que cuando la humanidad recupere a los maestros-elementales mi nombre sea el pretexto usado para doblegar las reglas a favor de aquellos que se niegan a seguirlas. - Apretó la mandíbula y mantuvo la mirada del espíritu frente a ella.
- Estabas rescatando al Avatar, era un sacrificio necesario. Tal vez bastaría con quitarte el poder del fuego...
- ¡No! - Bufó. - Mi nombre no va a pasar a la historia de ese modo... - Murmuró a medida que un ligero temblor se apoderaba de sus manos, tenía miedo, más del que estaba dispuesta a admitir, sentía ganas de correr y olvidarse de sus responsabilidades, volver al lado de Korra y ocultarse entre sus brazos... Wan Shi Tong jamás entendería lo aterrada que se sentía de encontrarse atrapada en semejante situación luego de verla abogando por su culpabilidad.
- La humanidad posee espíritus débiles, si la historia guarda en ella la más mínima posibilidad de una brecha en las reglas establecidas para mantener el orden, ten por seguro que lo van a usar. Esa excepción no voy a ser yo. - Suspiró lenta y pausadamente.
- ¡No te podemos perder así! ¿Acaso piensas que el Avatar no te va a ir a seguir? ¿Qué bien nos hará entonces que las dos se pierdan ahí dentro? Te recuerdo que en estos momentos ustedes son el eslabón que necesitamos para unir el mundo de los espíritus y el mundo humano. - Presionó el espíritu.
- ¿Y empezar este nuevo capítulo de la humanidad con gente rompiendo las reglas de los espíritus sin tener que enfrentarse a las consecuencias? Toma. - Estiró la mano sosteniendo un sobre de papel que la lechuza tomó de mala gana.
- Después de haber unido sus vidas como lo hicieron el día de ayer, ¿de verdad crees que una carta bastará para calmar a Korra? - Pronunció con voz profunda y pesarosa con la mirada fija sobre el sobre.
- Lo va a entender. Su deber siempre vendrá primero que nuestra unión. - Aseguró antes de pasar saliva, el cuerpo le temblaba de la cabeza a los pies. - Intentaré volver, pero si por algún motivo no lo logro... por favor coopera con Korra, hazlo por el futuro de nuestros mundos. - Concluyó y volvió a suspirar.
Cada paso que había dado hasta llegar a la neblina le había costado un enorme esfuerzo físico, sabía que tener un espíritu fuerte no era garantía para escapar semejante castigo, había dudado sobre sus posibilidades de sobrevivir, pero no de su objetivo, esto era algo que debía ocurrir para encausar a la humanidad por el buen camino.
De este modo la fría neblina la envolvió y las horrendas imágenes de muerte y agonía inundaron su mente, una tras otra, constantes pesadillas crueles y aterradoras. Un mes pasaría antes de que la voz de Wan Shi Tong le ayudara a salir de ahí.
¿De verdad había logrado salir? O las pesadillas se habían vuelto más largas y por lo tanto, más crueles al hacerle creer que había logrado escapar cuando en realidad solo había ido a dar a una ilusión más larga y elaborada que las anteriores, porque de ser así, terminaría por perder la cabeza, sucumbiendo así al castigo de la prisión espiritual.
Hecha un ovillo contra una de las paredes de la choza, se abrazaba las piernas contra el pecho intentando controlar su respiración y el temblor que le invadía el cuerpo, mantenía la mirada fija sobre el hueco en su mano derecha como si quisiera asegurarse de que los dos dedos faltantes no fueran a aparecer de un instante a otro como evidencia de la presencia de una ilusión. Las marcas y el dolor dejado por sus heridas de guerra eran las únicas pruebas que tenía sobre lo que había vivido después de salir de la neblina.
Suspiró para componer sus desordenados pensamientos y lentamente comenzó a abrir y cerrar el puño derecho, el incómodo dolor que le bajaba por los dedos y le subía por el brazo trajo consigo una sensación de alivio, exhalando lentamente se alegró al ver que no tenía el poder del fuego y al alzar la mirada notó que la habitación no se había evaporado... esta debía ser la realidad.
¿Quién podría culparla por dudar de semejante realidad? Islas que se mueven, gente que parecía sacada de de los libros de historia de la biblioteca de Wan Shi Tong, una sociedad con costumbres y una cultura más antigua que los días del Avatar oscuro, miembros del Loto Rojo rescatando a al Avatar... y la persona que más amaba en el mundo no era capaz de reconocerla. Bien podría tratarse de un sueño.
Cerró los ojos por un instante disfrutando el sentir como la tensión de sus hombros comenzaba a desaparecer, de nada servía quedarse temblando en una esquina. Sonrió recordando la severa mirada de Kuvira quien no le había permitido sumirse en su depresión luego de la guerra. Resultaba gracioso que, de todas las personas que conocía, ella hubiera sido quien terminara asegurándose de que su recuperación evolucionara satisfactoriamente. No podía defraudarla... Kuvira no se habría dejado intimidar por miedos de su pasado, ella seguiría adelante con tal de traer a Korra de vuelta, incluso si existiera la posibilidad de que aquello fuera una ilusión, seguro viviría la experiencia intensamente hasta que esta se desvaneciera frente a sus ojos.
Si todo aquello era real, entonces Korra estaba bien. Vivía y se encontraba saludable, un tanto aprensiva por culpa de su discapacidad y falta de memoria, pero bien en términos generales. Sonrió.
¿Cuánto tiempo había perdido en aquella espiral de dudas y miedos? A juzgar por la posición de la luna, era probable que hubieran pasado un par de horas desde que Korra se había despedido de ella. Necesitaba soluciones, pensó con determinación y lo primero que se le vino a la mente fue registrar la experiencia en papel. En sus pesadillas jamás había sido capaz de volver a las notas de sus bitácoras así que esa era una buena manera de empezar a establecer las bases para una realidad más palpable.
Volteando a ver la vieja mochila de cuero recordó que por culpa de la impresión generada por la supervivencia de Korra, había olvidado revisar sus pertenencias para asegurarse de que nada se hubiera perdido durante su tropezada travesía a través del mar. Preocupada se puso de pie y se apresuró a vaciar todo sobre el suelo. Los monjes le explicaron, poco después de despertar, que sus cosas fueron puestas al sol con la intención de secarlas y que luego lo habían acomodado todo de vuelta en la mochila. Algo muy considerado de su parte, pero eso no garantizaba que no hubiera objetos faltantes.
Uno a uno comenzó a repasar los objetos haciendo un inventario mental, ropa, comida, su libreta, el guante, un estuche de madera, una roca luminosa de las tierras Frías del Norte, un libro, una figura de obsidiana y el viejo collar de plata con el emblema de industrias futuro tallado en una de sus caras, exhalo lentamente apretando la medalla dentro de su puño izquierdo, no se había perdido, pensó aliviada antes de colocarse el collar alrededor del cuello y guardarlo debajo de su blusa.
- Bueno, veamos. - Dijo levantando la libreta para inspeccionar su estado.
Las hojas mostraban señales de haber sido cuidadosamente manipuladas para recuperar su textura lisa y plana. Alguien se había dado a la no tan sencilla tarea de sacarlas una por una, secarlas, aplanarlas y volverlas a coser en orden junto a la pasta de cuero. A pesar de las buenas condiciones del papel era obvio que las notas en su interior no iban a tener tanta suerte. La tinta y el carboncillo se había corrido o deslavado demasiado en algunas hojas volviéndolas imposibles de leer. Nada de valor. Pensó recordando que no eran más que las notas de su corta expedición a través de los territorios del Antiguo Reino fuego.
Las páginas en blanco eran perfectas para lo que necesitaba, iniciar un registro de lo que ocurría en la isla, así que sin más tomo uno de los carboncillos que guardaba en el estuche de madera y comenzó a escribir vaciando sus pensamientos por completo sobre el papel hasta lograr apaciguar su mente lo suficiente para considerar descansar. ¿Cuánto tiempo llevaba viviendo ahí?
"Isla de Yangchen día 6". Plasmó el título y la fecha con la esperanza de que al día siguiente sus notas siguieran ahí.
Satisfecha volvió a guardar todo en la mochila, era momento de dormir, se dijo con determinación. Las pesadillas no le robarían el sueño, intentó convencerse.
Con cuidado se retiró las ropas que le habían prestado, una blusa en tonos verdes y pantalones color amarillo claro. Mientras se desvestía se preguntaba si podría pedirle a Gyatso un juego de las ropas con distintos tonos de rojo, no llevaba mucho tiempo en el lugar por lo que no quería mostrarse como una persona demasiado demandante y sentía que molestar al monje con el problema de encontrar las islas del Antiguo Reino Fuego ya era demasiado pedir.
Con una blusa de tirantes y su ropa interior se sentía lo suficientemente fresca para descansar. La noche anterior le había resultado imposible dormir por lo que no fue extraño que a penas su cabeza tocara el suelo su mente se perdiera en un profundo sueño.
Cuatro de la mañana. Asami abrió los ojos sintiendo el corazón acelerado y el rostro empapado en sudor. Una pesadilla, dedujo a medida que su mente volvía en sí. Lentamente comenzó a controlar su respiración, no lograría volver a dormirse, eso era un hecho. Hacía tiempo que sus malos sueños no la despertaban antes del amanecer, pero consideraba que aquello era algo normal debido al estrés que había pasado en el último par de días.
- Buenos días. - Saludo al pequeño zorro que la observaba con especial atención. - Mal sueño. - Explico brevemente.
Poniéndose de pie se encamino a la pequeña mesa de madera en donde había una jarra de barro llena de agua. Con calma se sirvió el agua en un vaso y bebió hasta quitarse la sensación de resequedad que le había quedado en la boca. Manteniendo los ojos cerrados comenzó a notar el canto de los insectos en el exterior y el agradable sonido que emitía el viento al acariciar la copa de los árboles. Seguía en la isla, aquello no podía ser un sueño.
Con la mente llena de determinación Asami se sentó con las piernas cruzadas y la espalda recta apoyada contra el poste central de la choza. Era momento de continuar investigando, lamentar las horas de sueño perdidas no la iba a llevar a ninguna parte, por otra parte, el conocimiento de la biblioteca de Wan Shi Tong había demostrado ser de mucha utilidad en más de una ocasión.
En el mundo espiritual Wan Shi Tong Esperaba a la pelinegra con una pila de libros sobre una larga mesa en lo que alguna vez había sido una sala de lectura en su vieja biblioteca.
- Te llevará mucho tiempo leer todo esto. - Comentó la lechuza quién permanecía sentada al lado de la obstinada ojiverde.
- No importa el tiempo que me tome. Tengo que ayudarla a ella como Jinora me ayudó a mí. - Respondió convencida de su misión.
- Yo mismo he estado leyendo desde ayer. - Pausó contemplando la concentración de la joven humana. - Es increíble lo frágiles que pueden llegar a ser los humanos. - Asami asintió con la cabeza sin apartar la mirada de las páginas del libro que sostenía entre sus manos.
- Frágiles... pero resistentes a la vez. Ni Korra ni yo deberíamos seguir con vida. - Meditó en voz alta bajando la mirada hacia su mano derecha contemplando los cinco dedos que ahí era capaz de abrir y cerrar sin sentir dolor alguno. Resultaba irónico que ahora la visión de una mano completa le resultara extraña, a pesar de que su proyección espiritual fuera capaz de mostrar un cuerpo completo, la forma de su cuerpo físico le resultaba más familiar sin importar cuantas cicatrices, dolencias o amputaciones pudiera llegar a tener.
- Es bueno que hayan sobrevivido, un nuevo y poco experimentado Avatar tardaría años en poder reasumir el avance que el Avatar Korra lleva hasta el momento. - Comentó. - Y dudo que exista alguien capaz de llenar tus zapatos en el asentamiento de Ciudad República.
Asami suspiró al recordar el rostro confundido de su amada morena. - ¿Podré ayudarle? todos estos libros hablan de recuperaciones parciales... a veces nulas. - Dijo preocupada.
- Te lo dije desde ayer, tráela al mundo espiritual, aquí deberá conectar con el árbol del tiempo. - Aseguró. - La tecnología humana jamás podrá competir contra el poder espiritual. - Pronunció con orgullo.
- Lo sé. - La ojiverde suspiró. - Pero la isla viaja a la deriva, yo misma no soy capaz de avisarle a mis guardias que me encuentro bien, y, hasta dónde he escuchado, Korra no es buena con la meditación... - Comenzó a frotarse las sienes. - Incluso me temo que Korra no está al tanto de que ella es el Avatar. - Suspiró. - Me atrevería a decir que hasta el momento no es capaz de dominar ningún elemento. - Confesó sintiéndose abatida por sus propias palabras.
- Patético. - Dijo el espíritu de la sabiduría lo que al fin mereció una mirada desaprobatoria por parte de la ojiverde. - Solo bromeaba. - Comenzó a reír y Asami sonrió negando con la cabeza.
- Lo que aprendiste de la isla de Yangchen suena interesante. - Wan Shi Tong se mostró curioso. - Los pobladores de esa isla interactúan con su entorno de una manera armoniosa. - Señaló con especial interés. - Podría ayudarte a avisarle a tu gente de tu ubicación, pero temo que la integridad de la isla y su comunidad se pueda ver comprometida si comienzan a recibir la influencia de otras personas... - Pausó. - No es que no confíe en tu gente, pero, así como lo describes, incluso tu gente tiene la capacidad de corromper la pureza de los pobladores de la isla. - Decretó manteniendo la mirada fija hacia el frente.
Asami asintió con la cabeza, lo que decía el espíritu eral algo que ya le había pasado por la mente. La gente de la isla representaba el ideal de lo que la humanidad debía ser con tal de existir en armonía con el planeta y los espíritus. Si aquello era más que una ilusión, entonces la isla debía ser protegida a como diera lugar y de eso no le cabía la menor duda. Lo mismo aplicaba para Korra, había muchas cosas que debía resolver y no estaba segura por dónde empezar.
- No quisiera sacar a Korra de la isla antes de que sea capaz de defenderse un poco. El mundo afuera es demasiado peligroso y si algo o alguien llega a ella en el estado en el que se encuentra ahora... - Guardó silencio. - En la isla no ha conocido otra cosa que no sea la paz. - Concluyó con pesar al darse cuenta de que el resto del mundo podría con seguridad causar un fuerte impacto en cualquier persona que viviera en la isla.
- Además necesitas que domine un nivel alto de meditación antes de intentar hacerla conectar con el árbol del tiempo.
- Por todos los espíritus. - Se llevó las manos a la cabeza y respiró hondo. La meditación había sido la habilidad más difícil de dominar para Korra de joven y "Eclipse" había hecho un comentario similar, "los monjes meditan todo el día, yo simplemente me quedo dormida".
- Necesita una rehabilitación física, espiritual y mental. - Asintió la lechuza.
- Va a llevar tiempo. - Asami concordó y guardó silencio mientras intentaba darle pies y cabeza al plan que necesitaría para llevar todo a cabo.
- Quiero ayudarte en tu investigación médica. Le pediré ayuda a algunos espíritus interesados en la lectura, tal vez logremos resumir la información que necesitas. - Wan Shi Tong pretendió decirlo de forma desinteresada pero la pelinegra no dudó en mostrarse profundamente agradecida por aquel gesto de amabilidad.
- ¡Gracias! Eso me ayudaría mucho. - Dijo poniéndose de pie y haciendo una pequeña reverencia. El viejo espíritu de la sabiduría, indiferente y apático hacia la humanidad se había vuelto uno de sus mejores amigos. De alguna extraña manera habían desarrollado un fuerte vínculo que en varias ocasiones la había sacado de serios aprietos. - Jamás alcanzaré a pagarte todos los favores que me has hecho. - Le dijo luego de enderezarse.
- Por poco causé tu muerte durante la guerra. - Respondió él.
- Y también me salvaste en la niebla de las almas perdidas. - Añadió sin quedarse atrás.
- Solo te ayudé a espabilar, jamás habría entrado a sacarte por mano propia. - Objetó el viejo espíritu.
- Nos salvaste en guerra al otorgarnos el control sobre los elementos. - Sonrió.
- Esa decisión fue tomada entre varios espíritus y los leones tortuga. No solo yo. - Gruñó él y Asami rio ligeramente.
- Acepta que somos amigos vieja lechuza testaruda.
Wan Shi Tong guardó silencio por un momento antes de echarse a reír abiertamente. Ciertamente, Asami Sato era lo más cercano que había estado a desarrollar una amistad con un humano desde hacía más de medio milenio.
- Wan Shi Tong... - La ojiverde pronunció de manera ausente mientras repasaba mentalmente las últimas palabras que había dicho el espíritu.
- ¿Sí? - Respondió la lechuza.
- Además del león tortuga que mandaste a las costas de mi pueblo. ¿Cabe la posibilidad de que haya más de ellos en el mundo humano? - Concretó la pregunta que podría traer de la mano la solución a uno de los misterios de la isla de Yangchen.
- La mayoría de ellos escaparon del mundo humano antes de que el Avatar oscuro iniciara la guerra. - Meditó en voz alta. - A decir verdad, no podría asegurar que todos hayan escapado o que alguno se haya quedado atrás. - Concluyó observando como el brillo en los ojos de la ojiverde parecía aumentar de intensidad.
- ¡Eso tiene que ser! la isla se mueve porque no es una isla en sí. - Celebró. - ¿Cómo no lo pensé antes? - Rodó los ojos como si la respuesta hubiera sido demasiado obvia. Las implicaciones de aquella declaración eran importantes, si la isla resultaba ser un león tortuga eso significaba que no era una ilusión. Era la prueba que necesitaba.
- ¿Vas a seguir leyendo? - El espíritu señaló el libro que yacía abierto sobre la mesa mientras la ojiverde comenzaba a encaminarse hacia el exterior de la biblioteca.
- Volveré más tarde. Tengo que ir a aclarar esto con Gyatso. - Se despidió y volvió a abrir los ojos en el mundo físico.
Con renovadas energías Asami comenzó a asearse haciendo uso del agua que le quedaba y un retazo de tela. Una vez lista decidió vestir su ropa en vez de la que le habían prestado los aldeanos. Vistiendo una blusa de tirantes blanca, un pantalón color vino y sus botas cafés, solo le quedaba colocarse el guante de cuero que había confeccionado especialmente para cubrir el espacio vacío en donde sus dedos anular y meñique solían estar. Si bien desconocía las reglas sobre portar armas en el pueblo, Asami supuso que los monjes no se habían percatado de la navaja escondida en el guante, Gyatso no le había dicho nada al respecto así que concluyó que portar su guante estaría bien siempre y cuando no usara la navaja de forma inapropiada.
- Buenos días. - La saludaron los monjes a medida que subía la colina. El sol estaba por salir sobre el horizonte y la gente del pueblo ya estaba lista para iniciar el día con una meditación. Algo que sin duda valdría la pena anotar en el registro para Wan Shi Tong. Pensó sin dejar de avanzar.
- Asami Sato. - La saludó Gyatso con una de sus cálidas sonrisas.
- Lamento llegar tan temprano. Tuve problemas para conciliar el sueño. - Admitió con la esperanza de que eso fuera escusa suficiente para interrumpir al ocupado monje en sus actividades diarias.
- Acostarse con pensamientos inquietantes genera sueños angustiosos que impiden el descanso adecuado. - Declaró él mostrándose seguro de sus palabras. - Anoche te fuiste pensando en la manera de no preocupar a tus seres queridos por culpa de tu ausencia. - Decidió explicar luego de ver el rostro sorprendido de la ojiverde.
- Si... - Confirmó ella. - Pero había algo más que también me intrigaba. - Añadió.
- ¿Quieres meditar con nosotros? Te ayudará a liberar tensiones y a recuperar la energía de las horas de sueño que te hicieron falta. - Sonrió. - Luego podemos ir a desayunar y a intentar aclarar lo que haya que aclararse. - Añadió sin dejar de lado el motivo de la visita de la ojiverde.
- ¿Cómo podría resistirme a eso? - Asami sonrió de vuelta y siguió al monje hasta el patio del monasterio en la cima de la colina en dónde vio un círculo de meditación colocado alrededor del hexágono que marcaba el centro en la cima de la isla. Esa era la prueba que buscaba. No era la primera vez que se encontraba en presencia de un hexágono así. Al fin las cosas comenzaban a tener sentido.
La meditación con los monjes resultó ser una experiencia única pues ellos no solo te guiaban por medio de sus voces, sino que también implementaban rezos que cantaban mientras unos tocaban instrumentos especializados y otros se encargaban de quemar un incienso hecho a base de hierbas aromáticas. Asami se permitió relajarse y disfrutar del momento hasta que los treinta minutos de la meditación terminaron y Gyatso comenzó a presentarla con otros monjes.
- Ellos son Laghima y Pathik. - Se detuvo frente al par de monjes que terminaban de despedir al pequeño grupo de pobladores que habían asistido a la primera sesión de meditación del día. Laghima era joven, alto y delgado, de tez blanca y un rostro serio pero sereno.
- Un gusto señorita Sato. - La saludó con una pequeña reverencia.
- Lamento el tiempo que tuvimos que mantenerla dentro de la choza. - Añadió Pathik. El hombre era de menor estatura, complexión delgada pero musculosa, piel morena, con tupidas cejas blancas y una barba larga y abundante del mismo color.
- Entiendo sus motivos. - Asami respondió devolviendo el mismo gesto de reverencia hacia ellos.
- Laghima es un excelente guía espiritual, es probable que tome mi lugar cuándo llegue mi momento de partir. - Explicó Gyatso. - Puedes contar con él, aunque parezca serio es muy servicial. - Dijo con tono divertido a lo que el joven monje se limitó a sonreír. - Pathik es el más viejo de todos en la isla. Conoce la isla como la palma de su mano. Estará a tus servicios para lo que necesites.
- Gracias. - Asami sonrió. - Tal vez haya algo con lo que Pathik pueda ayudarme. - Se apresuró a hablar antes de que los monjes se retiraran. - Es una duda sobre la isla. - Guardó silencio al no saber si los monjes estaban relacionados con el significado de lo que era un león tortuga.
- Un lugar fascinante en verdad. - Pathik asintió con la cabeza.
- La isla es un ser vivo ¿Cierto? - Prefirió iniciar de esta manera en vez de nombrar al legendario animal, pero aquella simple mención bastó para iluminar el rostro de los tres monjes presentes como si hubiera dicho algo de suma importancia.
- Ah ¿Te diste cuenta? No todos los forasteros prestan tanta atención. - Pathik sonrió. - Si tienes tiempo ven a buscarme un día para contarte nuestra historia con las pinturas que hay dentro del templo, estoy seguro de que apreciarás la belleza de cada pieza. - Propuso algo que la ojiverde se habría apresurado a experimentar de no ser porque tenía otras cosas más importantes que resolver primero.
- Bueno. Una isla que se mueve de un lado a otro no es algo que se pueda llegar a ignorar. - Aclaró ella arqueando una de sus cejas. - Cualquiera notaría eso. - Señaló algo que debiera ser demasiado obvio.
- Ah sí. Claro. Pero nadie nunca llega a suponer que la isla es en realidad un animal gigante. - Se rio él. - No es algo que la gente se suela imaginar. - Suspiró satisfecho. - Estoy seguro de que escuchar la historia completa será de tu agrado. - Hizo una pequeña reverencia y partió con Laghima caminando detrás de él dejándola bajo la hospitalidad de Gyatso.
Mientras comían, Asami aprendió que los monjes, como parte de sus prácticas espirituales, se negaban a consumir animales y limitaban su dieta a plantas, granos y hongos que se daban en la isla. Una práctica extraña de la que jamás había escuchado a lo largo de su vida pues más allá de la isla la gente peleaba por los alimentos y debía consumir lo que sea que tuvieran a la mano con tal de sobrevivir.
Sentados en la plaza del pueblo Asami observaba a los pobladores abandonar sus casas y dirigirse a hacer sus labores mientras ellos comían tranquilamente a la sombra de un árbol.
- Estuve pensando toda la noche sobre el problema de devolverte a tus amigos... - Pronunció Gyatso antes de liberar un profundo suspiro.
- No te preocupes. Supongo que no es sencillo hacer que el león tortuga vuelva a dónde estaba aquel día. - Asami teorizó. La verdad era que no quería presionar al gentil monje con cosas que estaban fuera de su control.
- No. - Negó con la cabeza. - Él nos lleva a distintos lugares en las partes remotas del océano en dónde el agua está limpia y es seguro pescar. Rara vez se acerca a las playas para evitar ser visto. - Explicó con pesar. - Aunque es probable que volvamos al punto en dónde te encontramos dentro de un par de meses, tal vez sea más tiempo, tal vez menos. - Pensó en voz alta. - Deberemos pedirles a los astrólogos que se mantengan atentos y busquen los patrones que había en el cielo hace siete días. - Concluyó.
Asami asintió con la cabeza comenzando a imaginarse el revuelo que habría cuándo sus guardias volvieran sin ella. El primer rostro que le vino a la mente fue el de Kuvira, la mujer se mostraría molesta con la noticia, pero se preocuparía sin decirle nada a nadie. Después de tantos meses a su lado apoyándola e impulsándola hacia su recuperación ambas se habían vuelto buenas amigas, y no solo eso, en caso de su desaparición era probable que tanto las poblaciones de Ba Sing Se y Ciudad República voltearan a ver a Kuvira en busca de un líder confiable, luego le seguirían las Tierras Frías del Norte y del Sur dando como resultado una enorme carga de responsabilidad recayendo sobre sus hombros.
Esperaba que volver con Korra de la mano bastara para compensar a la poderosa líder rebelde por el susto y todos los problemas que seguro iba a tener que superar por su culpa.
- Gracias. - Se limitó a responder con una pequeña sonrisa. Debía hacer lo posible por que sus problemas no se transmitieran a sus anfitriones o a la gente de la isla, ellos no tenían la culpa de lo que estaba pasando.
- Por cierto. Necesito hablar con Piandao. - Recordó.
- Piandao no es un hombre demasiado conversador. - Gyatso hizo una mueca que evidenciaba su incomodidad, una expresión que no solía verse en su rostro con frecuencia.
- Es sobre Eclipse. - Añadió ella.
- Naturalmente.
- No sé si vaya a haber problemas entre nosotros... - Murmuró recordando la llamarada que Piandao le había disparado. El tema de los miembros del Loto Rojo la hacía sentir incómoda, aún les guardaba resentimiento por culpa de la guerra y era algo que no se sentía capaz de olvidar. Korra estaba de vuelta, pero durante un año y medio pensó que la había perdido, y Hiroshi había muerto intentando defender el pueblo que con tanto esfuerzo logró desarrollar solo para que el Loto Rojo lo redujera a cenizas en cuestión de minutos.
- Quisiera entender qué es lo que impulsa el odio que hay entre ustedes. - Gyatso la observó con intriga, sus ojos intentando absorber cualquier reacción que su pregunta pudiera llegar a provocar.
- ¿Ustedes no se enteraron de la guerra? - Pausó mientras meditaba las condiciones de vida que llevaban en la isla. El león tortuga navegaba por el mar sin acercarse a tierra volviendo improbable que sus habitantes se enteraran de cualquier cosa ocurriendo en el resto del planeta.
- Hemos estado desconectados del resto del mundo por más de seiscientos años. - Gyatso explicó. - Las únicas noticias que han llegado a nosotros parecen la narración de una historia triste que no termina de empeorar cada vez que un nuevo forastero llega a nuestras playas. - Suspiró pesaroso. - El último forastero que llegó aquí lo hizo hace más de cuarenta años. El hombre recién había observado a su familia morir de forma atroz a manos de algunos maleantes y había intentado quitarse la vida arrojándose al mar desde un peñasco. - Pausó negando con la cabeza.
- Su maltratado cuerpo sufrió múltiples fracturas y lesiones, pero sobrevivió lo suficiente para ser arrastrado por el mar hasta nuestras playas. Intentamos ayudarlo a seguir adelante, logramos sanar su cuerpo, pero jamás alcanzamos a aliviar su destrozado espíritu. - Guardó silencio mientras el viento les acariciaba el rostro y movía las ramas del árbol encima de ellos. - Murió dos años después de su rescate. Cometió suicido y esta vez no pudimos traerlo de vuelta. - Concluyó.
Asami asintió con la cabeza sin decir nada. Sonaba como que la familia de aquel desdichado hombre había sido víctima del Loto Rojo o de algún grupo rebelde bajo el mando de la misma organización. Era fácil explicar porque los detestaba, pero no estaba segura de poder justificar su resentimiento hacia ellos frente al viejo monje pues Piandao pertenecía al Loto Rojo y aun así le había salvado la vida a Korra.
- Sabemos que existió un Avatar responsable de causar el derrumbe de la civilización humana y que desde entonces la gente lucha por sobrevivir... pero no entiendo, ¿cómo es que pertenecer a dos grupos distintos puede ser suficiente para que dos personas se ataquen a primera vista sin la necesidad de conocerse primero? - Volvió a elevar la vista hacia la ojiverde.
- ¿Piandao no les ha contado nada? - Asami bufó con incredulidad, pero claro ¿cómo les iba a decir que pertenecía a un grupo de gente que buscaba perseguir y asesinar al Avatar cuándo la gente de la isla adoraba al maestro de los cuatro elementos?
- Piandao no ha hablado sobre su vida o la de sus aprendices.
- Korra no es su aprendiz. - Se apresuró a aclarar con tono defensivo.
- Korra. Es un lindo nombre. - Piandao sonrió y Asami agachó la mirada. Los monjes no tenían la culpa de que el traidor del Loto Rojo hubiera decidido guardar silencio sobre sus identidades.
- Lo siento. - Suspiró. - Supongo entonces que yo también tengo una historia interesante para contarles. - Dijo componiendo el tono de su voz a uno más animado y menos agresivo.
- Ya habrá tiempo para eso. - Gyatso sonrió. - Solo hay algo que quisiera aclarar.
Esta vez fue Asami quien guardó silencio mientras el monje parecía escoger sus palabras con cuidado. - Eclipse es el Avatar ¿cierto? - La observó con expectativa.
- Si. - Confirmó con una expresión triste en el rostro. Aún no era capaz de sacudirse de encima la terrible sensación de vivir en un mundo sin Avatar, por poco la habían perdido y durante un tiempo se había pensado que el ciclo del Avatar se había roto, desde entonces Asami se había convencido de que su deber era volverse lo suficientemente fuerte para guiar a la alianza a aceptar dicha realidad.
- Pude sentir la presencia de Raava en su interior desde el primer día en el que llegó a la isla, simplemente necesitaba que me confirmaran su identidad. - Meditó Gyatso. - Me alegra entonces que la isla también se haya abierto para una de las amistades del Avatar. - Sonrió lleno de satisfacción. - Te acompañaré para que hables con Piandao. - Declaró el monje poniéndose de pie como si la relación compartida entre las dos bastara para ganarse la completa confianza del viejo líder.
- Gracias. - Suspiró aliviada. La verdad era que no temía enfrentarse al maestro fuego, sin la fiebre mermando sus movimientos sabía que Piandao no volvería a tener tanta suerte en un enfrentamiento contra ella. Lo que en verdad temía era llegar a perder el control ante algúna provocación.
Asami Sato era una persona compuesta y centrada, pero Carmín, la líder que ayudó a la Guerrera del Sur a mantener la unión de la alianza rebelde en Ba Sing Se, era una asesina que había aprendido a deshacerse de sus enemigos si la situación así lo requería.
Por eso Carmín había peleado en la guerra en lugar de la hija de Hiroshi, y aunque el resultado fue el deseado, no estaba segura de que los instintos de Carmín se hubieran extinguido aquella madrugada cuándo los hombres de P'li tomaron venganza por la muerte de su líder. La navaja escondida en el guante de cuero que llevaba puesto le daba la capacidad de terminar con la vida de Piandao en un par de movimientos y dudaba poder descartar la idea si el hombre decidía provocarla lo suficiente.
El Loto Rojo era la fuente de todo lo que estaba mal en el mundo, pero después de la guerra, sabía que ellos no eran los únicos con monstruos entre sus filas. Sus manos eran más peligrosas que las de muchos de los prisioneros de guerra del Loto Rojo, Kuvira y los rebeldes la respetaban por ello.
Asami Sato era la guerrera sin poderes elementales más temida en toda la alianza, y aunque siempre se limitaba a ignorar dichas declaraciones, muy en el fondo sabía que la gente tenía motivos para hablar así de la mujer que había dado vida a una leyenda luego de matar a sangre fría a treinta personas y mutilar a quince más con el fin de alcanzar a la líder del Loto Rojo y arrancarle la vida con un par de puñaladas y una severa descarga eléctrica en el rostro.
Maestros y no maestros, todos perecieron bajo el filo de las navajas de Carmín, ese era uno de sus más grandes temores. Muchas sus pesadillas la transportaban de vuelta a la guerra y se volvía a ver empapada de la sangre de sus víctimas a quienes continuaba rebanando frenéticamente hasta el punto de perder la capacidad de distinguir entre amigos y enemigos.
En Ba Sing Se le había prometido a Korra que los actos drásticos desaparecerían cuándo la guerra terminara, no volvería a matar... pero eso no significaba que el pensamiento no le cruzara por la mente cuando veía los ojos de un guerrero del Loto Rojo. Así lo había sentido al visitar a los prisioneros de guerra en su pueblo y así lo sintió en la isla de Yangchen al ver a Piandao.
- Detestaría romper la paz que ha reinado en la isla por tantos años. - Murmuró para sí misma siguiendo de cerca los pasos del monje.
¡Les dejo regalo de Navidad! Jo, jo, jo. Para las familias que lo celebran en noche buena aquí está, y para los que celebran el 25 pues también xD Y los que no celebran, igual, aquí a nadie se le deja fuera.
Espero les guste. Saludos!
