Disclaimer: My Hero Academia y todos sus personajes son propiedad del gran Kohei Horikoshi.

El dilema del sofá

Midoriya observaba los boletos del avión con entusiasmo. Si bien no se trataba de una viaje de vacaciones, sino por trabajo, le sentaba bien regresar a Japón, hablar su lengua materna, comer los platillos de su infancia y pasar tiempo con los amigos que había hecho en U.A.; era la fórmula perfecta para esgrimir sonrisas como si estuviera en un eterno comercial de televisión sobre pasta de dientes. Estaba de tan buen humor que firmó algunos autógrafos en la sala de embarcación, haciendo a un lado la conversación animada que tenía con Uraraka e Iida por Line.

El aeropuerto Eisley no estaba concurrido y nadie lucía sospechoso, así que se permitió relajar cuando terminó su sesión improvisada de autógrafos. El viaje sería largo, pero podría soportarlo. Además, llegaría al apartamento de Todoroki para quedarse por lo tarde que arribaría y quería sorprender a su madre la mañana siguiente. Imaginaba que su mamá se echaría a llorar y, no mentiría, él también derramaría su respectivo río de lágrimas porque la extrañaba muchísimo.

Sin embargo, su corazón brincaba en una paradoja de alegría y ansiedad cada vez que una vocecita en su cabeza le recordaba que se quedaría con Todoroki. Debía ser sincero consigo mismo, a Todoroki lo extrañaba de un modo distinto. Echaba de menos las particularidades de su temperatura, cómo sus manos se rozaban cuando caminaban hombro contra hombro, la forma en la que Todoroki siempre apoyaba la mejilla sobre su coronilla cuando se quedaba dormido durante las películas, cómo curvaba los labios y la sonrisa viajaba hasta sus ojos y los hacía resplandecer, cómo lo miraba a los ojos con franqueza arrolladora y cómo estos lo reflejaban como si fuera lo más maravilloso que había tocado la tierra. Su estómago dio un vuelco al recordar cada pequeño gesto e imaginar lo que muy probablemente jamás ocurriría.

Con veintidós años, Midoriya ya no podía engañarse diciendo, como un mantra tras el cual protegerse, que lo que sentía por Todoroki era solo amistad. Estaba enamorado, y el pensamiento evocaba inseguridades, pero también lo hacía muy feliz. Eso bastaba para impregnarle una sonrisa sempiterna en los labios.

Todoroki lo esperaba en el desembarque, apenas dirigiéndole un asentimiento con la cabeza mientras Izuku corría a su encuentro y se detenía justo frente a él, queriendo abrazarlo efusivamente, pero sabiendo de antemano que sería extraño. Después de todo, y ahora que lo recapacitaba, Todoroki y él nunca habían acortado la distancia de ningún modo.

—Bienvenido —dijo Shouto, curvando apenas los labios mientras sus ojos despedían un brillo enigmático, como si hubiera urdido todo un plan secreto del que Midoriya se enteraría después.

—Ya… ¡Ya regresé! —respondió Izuku al cabo de unos segundos de anonadación, una agradable calidez expandiéndose en su pecho.

Todoroki lo ayudó con la maleta mientras Izuku le conversaba sobre los regalos que llevaba en su bolso de mano, esperando que a todos les gustara. Le conversó sobre el conjunto de invierno que en cuanto lo vio pensó que debía ser de Uraraka. También le habló sobre las bujías reforzadas que había mandado a hacer para Iida, pensando en su funcionalidad en los días de invierno. A Bakugou le consiguió un CD autografiado de su banda favorita. Y a su madre le había comprado un libro de recetas, en vista de que había tomado eso como su pasatiempos.

—¡Oh! —Midoriya le sonrió brillantemente—. A la señora Rei le compré un libro sobre arreglos florales y su lenguaje, ya que me dijiste que últimamente estaba interesada en ello.

—Aunque no debiste molestarte, te lo agradezco —dijo, mirándolo de soslayo con un sentimiento al que Izuku no consiguió ponerle nombre—. Mamá se pondrá feliz.

Midoriya dejó que la calidez se expandiera por todo su pecho al son de su corazón acelerado. Jugó con las asas del equipaje de mano y añadió:

—Pero no te traje nada, Todoroki. No... No encontraba nada lo suficientemente bueno para ti.

—Me basta con que estés aquí —dijo sin más, dedicándole un discreta sonrisa.

Midoriya sintió su corazón brincar mientras el arrebol se asentaba en sus mejillas y se obligaba a desviar la mirada. Todoroki siempre soltaba comentarios así, por lo que debería estar acostumbrado o al menos no dejar que le afectara tanto, pero lo cierto era que todo su interior se volvía un estropicio, exteriorizándose en su piel y en cómo la mirada se le volvía errática.

Para su sorpresa, afuera no había nadie esperándolos con carteles ni cámaras. Por su puesto, ya casi era media noche y su secretario siempre se las ingeniaba para modificar su horario de modo que casi nadie supiera dónde estaría. A veces le daba miedo la habilidad de ciertas personas para encontrarse el itinerario de sus actividades, y agradecía que ese no fuera el caso puesto que odiaría arruinar la sorpresa de su mamá.

Aunque, por supuesto, algunas personas los reconocieron y se limitaron a saludarlos, cada uno demasiado ocupados con llegar a un nuevo país o dejar este. Todoroki lo guio por entre los carros aparcados en el estacionamiento, ante su mirada intrigada, hasta que le abrió la puerta de uno con un gesto sumamente caballeroso. No era por nada que, entre sus fans, decían que tenía cierto aire dignificado principesco. Por su parte, tuvo que controlar su corazón desenfrenado y esgrimir una sonrisa, impresionado.

—¿Compraste un carro?

—Aún estoy pagándolo. —Se encogió de hombros—. La idea de verme como Endeavor, dependiendo de un chófer, me sentaba mal. Y no sabía en qué más gastar el dinero que tenía ahorrado.

—Bueno... —Midoriya rio—. Prefiero quedarme como Endeavor y dejar que me lleves a todos lados. Manejar me pone los nervios de punta.

—Tú solo dímelo, y te llevaré a donde sea.

Midoriya sintió cientos de mariposas revolotear en su estómago, agradeciendo tener un poco de privacidad para sonrojarse cuando Todoroki cerró la puerta y rodeó el auto para auparse. Izuku apreció que Shouto apagara la radio cuando sonó en cuanto encendió el carro.

Lo escuchó hablar hasta por los codos, de cómo era Estados Unidos y de su visita a Perú y a Colombia, presumió sus mejoras en el inglés y dijo un par de frases en español que impresionaron a Todoroki. Le contó cómo era el trabajo de héroes en el extranjero, sobre la historia de los koseis afuera de Japón y de su manifestación tardía en varios países, también mencionó a sus compañeros de trabajo y cuánto le gustaba el ambiente, aunque no podía equipararse a Musutafu. Se impresionó por el más mínimo de los cambios en la ciudad y le preguntó cómo estaban sus amigos del instituto.

Cuando subieron por el ascensor del edificio donde vivía Todoroki, Midoriya no paró de repetirle lo bonita que era la decoración y cómo le parecía increíble que fuera capaz de encontrar un sitio que se apegara tanto a la estética tradicional japonesa cuando estaban tan influenciados por culturas extranjeras.

—Me hacía falta escucharte hablar. —Todoroki le sonrió mientras ingresaba la clave a su apartamento, sin importarle que Midoriya la estuviera viendo, pese a fingir no hacerlo.

—¡Lo siento! Casi no te he dejado decir nada —exclamó, azorado.

—Me gusta escucharte hablar. —Se encogió de hombros y lo dejó pasar—. Sabes que no me molesta, así que no tienes que disculparte cada vez por eso.

Midoriya apretó los labios, aturullado por su franqueza. Se cuestionó si él alguna vez sería capaz de mirarlo a los ojos y susurrarle todo aquello que sentía por él con la misma transparencia.

Cayó en un mutismo que Todoroki interpretó como timidez por cómo jugaba con sus dedos cuando no tenía las manos ocupadas. Lo ayudó a llevar las maletas a la sala y le indicó el camino al baño para que se acicalara y relajara. Era el tiempo fuera que ambos necesitaban para poner en orden sus pensamientos.

Midoriya no podría controlar por más tiempo el martilleo de su corazón, y mucho menos mantener a raya el sonrojo que quería espolvorearse por sus mejillas. De por sí, agradecía no haber trastabillado al hablar, creía que se había dejado llevar demasiado por el entusiasmo que le generaba estar de nuevo con Todoroki y no había podido controlar su verborrea creciente. Dejó que el agua cálida lo calmara, a pesar de que no lo ayudó demasiado el hecho de haberse colocado el champú de Todoroki y que ahora su aroma se hubiera impregnado en su cuerpo.

Se quiso golpear por la sucesión de sandeces en las que estaba pensando, por lo menos había tenido la precaución de llevarse la ropa que se pondría al baño. No soportaría seguir haciendo el ridículo frente a Todoroki por culpa de todo lo que lo había anhelado durante esos años de distancia y videollamadas.

Cuando dejó el refugio del baño, el rubor de sus mejillas al fin bajando mientras su corazón se calmaba, descubrió que Todoroki había colocado varias almohadas y cobijas sobre el mueble. Si bien estaban por empezar el invierno, pensó que exageraba con todo lo que le ofrecía para arroparse.

—Hice un poco de té y tengo dorayakis en el gabinete de arriba por si tienes hambre. Siéntete libre de usar y comer lo que quieras —dijo Shouto, depositando una taza con motivo de All Might sobre la mesa baja—. Yo voy a bañarme.

—Ah, sí, gracias. Ten cuidado.

Shouto se detuvo unos segundos e inclinó el rostro a un lado. Midoriya parpadeó unos segundos, sin entender si había dicho algo raro hasta que su mejor amigo le dedicó una de sus sonrisas suaves, sonrisas que había olvidado el estrago que despertaban en las mariposas de su estómago.

—Tendré cuidado en mi misión en la ducha.

Midoriya reconocería en cualquier lado el brillo burlón al fondo de sus pupilas, a pesar de que su rostro no revelaba ninguna emoción en particular. El sonrojo que había logrado aplacar regresó a su rostro sin piedad y tuvo que voltearse para no ponerse más en evidencia.

Cuando se aseguró de que Todoroki estaba en el baño, siguió su consejo y buscó un par de dorayakis preenvasados. Melissa le había preparado comida suficiente para el viaje de regreso y las personas, al percatarse de quién era, casi siempre le convidaban algo, así que no tenía demasiada hambre; sin embargo, extrañaba los sabores de Japón y halló confort en el té caro, que de seguro había sido obsequio de Yaoyorozu, y en los dulces.

Cuando Todoroki, ataviado en un pijama azul, salió con una toalla sobre los hombros para secarse el cabello, se encontró con Midoriya sentado en el suelo frente al ventanal de su apartamento, viendo toda la actividad de Musutafu. Se distrajo por el reflejo de Shouto y echó la cabeza para atrás.

—Extrañaba Musutafu, Japón, la comida… Fue un poco difícil los primeros meses, a pesar de que Melissa y el señor Shield son muy hospitalarios.

—Te adaptas rápido, así que imagino que pudiste sobrellevarlo. —Todoroki se sentó a su lado, sus hombros tocándose de nuevo como antaño, así fuera con los pijamas de por medio.

—Había mucho trabajo y mucho que aprender, así que no tenía tiempo para deprimirme. —Rio entre dientes, disfrutando del calor que irradiaba su lado derecho—. Por cierto, esta taza no la había visto, ¿es mercancía nueva de All Might? ¡Está muy genial! Tiene el diseño de su traje de héroe de la edad de plata y…

—Es que cada vez que veía algo de All Might, me acordaba de ti y terminaba comprándolo. Te extrañaba y quería sentirme más cerca de ti —interrumpió con suavidad Shouto, abrazándose las rodillas.

—¿Eh? No tenías por qué, quiero decir, siempre podías pedirme que habláramos, ¿no?

—No es lo mismo —Shouto lo observó de soslayo y soltó el aire—, pero podemos hablar luego. Debes estar cansado del largo viaje.

—Un poco —Izuku se rascó la mejilla y Shouto se percató de que tenía unas cuentas pecas más, por lo que tendría que reanudar su contaje de nuevo—, aunque creo que verte de nuevo hizo que me olvidara del cansancio.

Midoriya respingó cuando Shouto giró la cabeza en su dirección, escudriñándolo. ¿Acaso había dicho algo malo?

—P-pero tienes razón —se apresuró a agregar—. Debería ir a dormir para estar presentable con mamá.

Shouto asintió y ambos se pararon. Todoroki le dijo que dejara la taza en la cocina, que mañana la lavarían, pero Midoriya no le hizo caso y la lavó, secó y guardó, sin querer abusar de la amabilidad de su mejor amigo. Luego, Todoroki peleó con el sofá doble para abrirlo y revelar un sofá cama. Entre los dos tendieron las sábanas, aunque Midoriya empezó a cuestionarse por qué Shouto estaba arreglando todo como si fueran a dormir dos personas.

—No necesito tantas sábanas ni almohadas… —dijo Izuku, palpando la superficie mullida.

—Ah, es que yo también voy a dormir aquí —respondió con simpleza Shouto.

—¿Qué? —chilló Izuku, empezando a jugar con sus dedos, nervioso—. Quiero decir, ¿y tu cama?

—Tuve un accidente —Shouto sonrió de lado—, sin querer congelé el colchón y tuve que ordenar uno nuevo después de ver que no tenía solución.

—¿Pero no preferías dormir en futón?

—Le he tomado el gusto a las camas —repuso Shouto, preparado—. Y mi futón se quemó.

—¡¿Qué?! —Midoriya se cubrió la boca—. ¿Qué pasó? ¿Estás bien?

—Uhm… Estoy bien. —Hizo una pausa y se encogió de hombros—. Tuve pesadillas y pasó eso —mintió.

—Deberías buscar algún material resistente al frío y al fuego para evitar que vuelva a ocurrir algo similar… —Midoriya se estrujó los dedos y alzó la mirada hacia la se Shouto, siempre tan apacible—. Bueno, pero no quiero que te sientas incómodo, debiste haberme dicho y…

—No pensé que tendrías problema con dormir juntos. Lo hemos hecho antes.

—No es lo mismo.

—¿Por qué?

—Porque antes lo hacíamos con varios de nuestros amigos —resolló Midoriya, azorado—. ¿Podemos colocar algunas sábanas en el suelo y…?

—¿Te molesta dormir juntos? —atajó Shouto, notando que Izuku rehuyó su mirada.

—No es eso.

—A mí no me molesta, así que no veo por qué estamos teniendo esta conversación.

Midoriya hizo un puchero y exhaló, dándole una sonrisa conciliadora mientras Shouto sonreía, satisfecho por ganar la discusión. Sin dudarlo, Todoroki apagó las luces y se acomodó del lado izquierdo del sofá.

—Es como una pijamada —bromeó Midoriya, aunque se lo estaba repitiendo en la cabeza para no darse falsas esperanzas, mientras se metía bajo las sábanas; al menos Todoroki había tenido la delicadeza de poner juegos distintos para ambos—. No sabes lo mucho que eché en falta tus diferentes temperaturas.

—¿Solo eso?

—No solo eso, pero es en lo que puedo pensar ahorita. Fue un golpe duro pasar de verte, verlos —se corrigió rápidamente— todos los días a hacerlo un par de veces al mes y por videollamada.

—Es cierto. Me acostumbré a estar con todos nuestros compañeros y a que, con solo recorrer un par de pisos, podía llegar hasta ti.

Izuku se cubrió el rostro, temiendo que aún en la oscuridad, Todoroki pudiera ver el arrebol floreciendo en sus mejillas. Soltó una suave carcajada y dijo:

—¿Recuerdas cómo te costaba hacer las videollamadas?

—Tuve que pedirles ayuda a nuestros amigos en incontables ocasiones. —Shouto asintió y curvó los labios—. Hasta que Sero se apiadó de mí y me dejó las indicaciones por escrito. Es que no iba a poder vivir si no hablaba contigo.

—No seas exagerado.

—Lo digo en serio, Midoriya. Eres mi primer amigo y tienes un sitio especial en…

—¿En…?

—En mi corazón —suspiró Shouto.

—Tú… Tú también —musitó Midoriya, sin querer rebuscar significados al estamento de Shouto—. Deberíamos ir a dormir.

—Sí. Buenas noches.

A Izuku le hubiera gustado admitir que no había podido dormir por el manojo de nervios que era, pero al cabo de unos minutos en los que su corazón logró calmarse, cayó rendido. No recordaba la última vez que había dormido así de profundo, sin sueños, sin pesadillas, sin recuerdos del pasado y de las atrocidades que había experimentado, sin que una alarma lo despertara.

Cuando abrió los párpados, sus pies estirándose y sobrepasando el borde las sábanas, se percató de que debía ser media mañana por cómo los rayos del sol bañaban la sala y debía levantarse, pero estaba tan cómodo, tan cálido, que no le dieron ganas. Se arrebujó contra el lateral del sofá y se dispuso a robarse unos minutos más en el mundo onírico; sin embargo, abrió los ojos de par en par cuando el sofá empezó a moverse y a enredarse con su cuerpo, cálido y frío a partes iguales.

No tardó en entender lo que ocurría y sus mejillas tampoco tardaron en hacer combustión. La tenue respiración de Shouto cosquilleaba sobre su coronilla, pasaba uno de sus brazos por encima de su cintura mientras que Midoriya tenía una de sus piernas sobre las de él. ¿En qué momento habían quedado en una posición tan comprometedora? ¿Cómo, sintiéndose como lo hacía por su mejor amigo desde hacía tantos años, podría justificar todo lo que estaba experimentando sin que se sintiera fuera de lugar, como si se estuviera aprovechando de él?

—Buenos días, Midoriya —suspiró Shouto sobre su coronilla, su voz pastosa.

—¡Todoroki! —chilló él en respuesta, creyendo que su amigo lo empujaría o buscaría alejarlo, pero solo lo envolvió un poco más entre sus brazos.

—No sabes las ganas que tenía de abrazarte —susurró—. Es como un sueño.

—¿Eh?

—¿Dormiste bien? —Todoroki lo soltó apenas para que pudieran verse a la cara—. Ah —movió el brazo que lo rodeaba y acarició la comisura del labio de Midoriya, que estaba demasiado perplejo como para reaccionar—, estabas babeando, imagino que dormiste muy bien.

Midoriya parpadeó dos veces y sus neuronas hicieron sinapsis para desenredarse del cuerpo de su mejor amigo y soltar un grito de pánico. Moriría de vergüenza, ya estaba dicho, hasta ahí llegaría el legado de One For All y correrían las noticias de que el héroe Deku había muerto por la causa de muerte más patética después de resbalarse en la ducha. Ni siquiera podía creerse la impasibilidad de Shouto.

—¡Lo siento! —gritó Midoriya, intentado buscar algún mecanismo que lo ayudara a lidiar con la situación, pero creía que era justo perder la cabeza un poco, y más al percatarse de que había sido él quien se había pasado al lado de Todoroki.

—No me molesta.

—No sé en qué estaba pensando. Seguro no pudiste descansar y tienes el cuerpo adolorido. ¡Y también te babeé! Debes estar asqueado, no te culpo si quisieras que me vaya. Además, no sé qué estaba pensando como para cruzarme a tu lado y…

Midoriya se calló cuando escuchó una de las suaves y rarísimas carcajadas de Shouto, que se había sentado y apoyaba la espalda del respaldo del mueble, observándolo con una emoción que Izuku se negaba a catalogar como cariño.

—Si estás molesto, puedes decírmelo. Mi comportamiento fue totalmente inadmisible.

—Ya te dije que no me molesta. Además, yo también tengo parte de culpa.

—¿Eh?

—Lo de la cama y el futón lo hice adrede.

—¿Qué?

—… Se supone que yo soy el denso, Midoriya. —Todoroki le sonrió y Midoriya creyó que debía estar soñando—. Es solo que no podía quedarme quieto por más tiempo. Llevo años queriéndote de un modo distinto al que quiero a el resto de nuestros amigos, de un modo que es difícil de cuantificar, de comprender y que, en ocasiones, duele cuando no estoy contigo el tiempo suficiente.

—¿Qué? Pero, Todoroki, eso… Yo… —Izuku bajó la mirada, ruborizado, sus ojos escociéndole por las emociones que querían estallar en su pecho, pero quería arrojarse, a ciegas y con desespero, a la oportunidad que se presentaba frente a él—. A mí también… Te extrañé más que a los demás, pero nunca quise decirte nada porque temo más tu rechazo e indiferencia que cualquier otra cosa.

—Jamás podría rechazarte —se apresuró a decir Todoroki—, por eso planeé algún modo de acortar la distancia cuando me pediste que fuera por ti al aeropuerto y que te hospedara por unos días.

—No puedo creer que realmente te haya creído todo eso sobre el colchón congelado y el futón quemado. Debí haberme cerciorado.

—Ah, es que sí lo hice de verdad. Te conozco, así que mi plan no podía tener fallas, debía cubrir cualquier hueco que pudiera darte una excusa para negarte.

Midoriya se rio y se cubrió el rostro. No podía lidiar con la forma en la que Shouto lo observaba ahora, comprendiendo al fin que todo ese afecto calaba más profundo de lo que él creía.

—Eso no justifica que te haya babeado y que tú lo hayas limpiado así… ¡Qué vergüenza!

Shouto volvió a reírse, incapaz de controlar la alegría que brotaba de su pecho. Lo cierto era que no se arrepentía ni un poco de haber ideado todo ese plan absurdo para buscarles una oportunidad para ser honestos con sus sentimientos. Porque se lo había dicho a Midoriya, lo conocía tan bien como para saber que ambos valoraban su amistad por sobre muchas cosas, y ninguno quería arruinar eso por querer llevar la relación más allá. Pero como Bakugou le había gritado que eran insufriblemente obvios, Todoroki quiso confiar y dar el salto de fe.

—Midoriya, ¿puedo abrazarte?

Todoroki supo que todo iría bien cuando Izuku se arrojó a sus brazos y lo estrechó. Shouto lo apretujó contra su cuerpo cuando se percató de que estaba llorando mientras le aseguraba que eran lágrimas de felicidad. No sabía qué harían a partir de ese momento, pero quería creer que podrían ir a su ritmo, buscando aquello que mejor se ajustara a sus necesidades. Sin embargo, hasta averiguar cuál era el siguiente paso, Shouto se conformaría con embriagarse de la presencia de Midoriya, que le había sido negada por tantos años.


¡Muchas gracias por leer!

Tenía mucho tiempo sin escribir TodoDeku y hacerlo me hizo feliz, así que quería compartir el resultado.

Espero que pasen bien las festividades. Cuídense mucho.

¡Plus Ultra!