6. En el mundo hay personas crueles

—Muy bien— Decía un hombre algo mayor de edad con una bata blanca puesta, mientras colocaba un aparato de ultrasonido sobre el vientre de Rin, la cual se encontraba sentada en una mesa de revisiones al lado de su prometido Len en una sala de consultas medicas dentro del consultorio privado del doctor, —Aquí esta— Dijo señalando con el dedo corazón un pequeño círculo blanco que se podía visualizar en un monitor, en el cual se mostraba el útero de Rin. Y ese pequeño círculo blanco, suponía ser lo poco que, en esa etapa del embarazo, se podía visualizar del bebé de los Kagamine.

Después de la discusión que habían tenido con el Maestro unas horas más temprano ese mismo día, los gemelos Kagamine, se habían dirigido a pie al consultorio del doctor que habían visitado hacia ya unas cuantas semanas, y con el cual, habían acordado una cierta cantidad de citas alrededor de todo el estado de gestación de la joven Kagamine, esto con tal de realizar chequeos de la condición en la que se desarrollaba el bebé.

Era claro que ese doctor no era una persona muy común, empezando por el hecho de que no era originario de Japón, sino que provenía de un país lejano, uno muy distinto pero que según él, seguía siendo asiático. El segundo lugar se encontraba su extraño gusto por la cultura pop japonesa, siendo tal vez esta la razón por la cual es residía en ese país. Y la ultima o quizá solo la tercera de las razones por las cuales ese doctor era un hombre inusual, y de la cual los gemelos conocían menos, era por su modo de vida, la cual combinaba una característica baja cantidad de horas para dormir y el consumo constante y hasta cierto punto desmedido de medicamentos que el mismo fabricaba en su laboratorio farmacéutico privado.

Pero aun con todas esta particularidades en la personalidad del médico, los Kagamine seguían confiando en el.

En primer lugar, el doctor provenía de un país muy diferente a Japón, un país en el cual el incesto, era relativamente más aceptado que en país en el que habitaban, en donde, aunque las relaciones incestuosas eran legalmente permitidas, seguían viéndose de manera reprobatoria por la sociedad en general. En segundo lugar, la admiración u obsesión de ese hombre por la cultura pop japonesa, entre lo cual entraba también la música del estilo de Vocaloid, le había convencido de una manera casi instantánea el ayudar a los artistas que él tanto admiraba. Y por último, lo que provocaba una gran cantidad de confianza en él, era su renombre, ya que la principal razón por la cual los Kagamine habían solicitado una cita con él, que el hecho de que ese doctor, tenía un record de trabajo incomparable, tanto de satisfacción de sus pacientes como de las medicinas que el mismo había desarrollado y patentado, la mayoría de ellas, suplementos vitamínicos para el periodo de gestación. En pocas palabras, un doctor ejemplar al cual recurrir, si lo que se quiere es tener los tratos necesarios para un embarazo saludable y controlado.

Además de que tenían la gran razón de que no tenían a nadie más que les quisiera atender en su caso tan delicado, ya que muy pocos doctores se atreverían a mancharse las manos por una pareja incestuosa.

Ese hombre era la última esperanza de ambos, y la confianza que le otorgaban se basaba más que en ninguna otra cosa en que ambos deseaban lo mejor para su adorado hijo. Ningún padre ni madre del mundo los culparía.

—¿Ese es mi bebé?— Pregunto Rin con interés mientras acercaba el rostro al monitor y observaba el pequeño círculo ovalado de no más de tres centímetros.

—Bueno— Dijo el médico intentando encontrar una manera de explicar, —Técnicamente es solo el feto que se desarrollara hasta llegar a ser el bebé— explico con tranquilidad, aunque realmente detestara la común confusión de las personas entre un feto en desarrollo y un bebé.

—Qué lindo— Fue todo lo que salió de la boca de Rin mientras tanteaba la mano de su hermano —Mira Len, ¿no te parece interesante?— Le pregunto a Len esperando recibir una respuesta llena de entusiasmo o alguna observación curiosa que pudiera hacer al momento.

Pero la joven Kagamine no recibió respuesta laguna, y al voltear a ver el porqué, se encontró con que Len estaba derramando lágrimas, pero no eran lágrimas de tristeza, sino más bien de felicidad o alegría.

—¿Estas llorando?— Le pregunto con un tono indiscretamente burlesco.

—Solo un poco— Respondió secándose las lagrimas, a lo cual recibió una mirada extrañada por parte de su hermana, la cual interpreto rápidamente como un "¿porqué?" —Es solo que, viendo esto me hace darme cuenta de que de verdad estás embarazada— Pero esta respuesta solo confundió más a Rin.

—Pero Len, tú ya sabias que yo estaba embarazada— Dijo un poco confundida.

—Ya lo sé pero…— Se detuvo un poco para pensar en cómo explicarse, —Es que ahora que veo esta imagen, pues me hace sentir un poco extraño el saber que de verdad hay un pequeño ser vivo dentro de ti, nutriéndose y creciendo, y que ese pequeño va a ser nuestro hijo— Acaricio el vientre de su gemela con cariño, —y eso me hace sentir feliz— Después de decir esto volvió soltar algunas lagrimas mientras le sonreía a su amada prometida y tomaba su mano con más fuerza.

—Que sentimental eres— Se rió un poco Rin mientras sostenía la mano de Len, provocando que este cambiara su expresión a una que combinaba un poco de pena y molestia, —Pero es cierto que es un sentimiento muy bonito, saber que dentro de mi está creciendo nuestro bebé, tranquilo y seguro.— acaricio su vientre por donde hace unos segundos había estado la máquina de ultrasonido, entrelazando sus dedos con los de Len —Aunque creo que el momento en el que lloraré de felicidad, será cuando tenga a mi bebe entre mis brazos y lo pueda abrazar con cariño— volvió a sonreír mientras Len se acercaba a ella y le plantaba sus labios sobre su el remolino de su cabello.

¡Pero qué pareja más encantadora!

Es decir, un hombre y una mujer unidos por amor, a punto de ser padres, y afrontándolo todo de una manera tan positiva, incluso cuando del otro lado tendrían que enfrentar tantos problemas como les fuera posible, tales como la intolerancia y el desprecio, era algo que simplemente se debería de admirar.

Pero para el doctor no era momento de pensar en tontas cursilerías, en ese momento, él debía de mantener su mente centrada en su objetivo.

—De acuerdo Rin, ahora que ya hemos revisado el desarrollo en esta etapa del feto, te agradecería que pasaras al despacho en donde te daré algunos suplementos que te ayudaran a que el bebé se desarrolle de una manera adecuada— Le pasó una toalla a Rin para que se limpiara el vientre.

—Díganos doctor, ¿todo está en orden?, ¿el bebé se está desarrollando bien?— Preguntó Len curioso con un ligero toque de preocupación en su voz.

—Sí, no se preocupen, a esta etapa se puede ver poco con el ultrasonido, pero lo suficiente como para saber que se está desarrollando a un ritmo adecuado, y normal; no ha nada de que preocuparse.— Explico con tranquilidad a lo que la pareja de gemelos soltó un pequeño respiro que expresaba despreocupación. Sin duda ellos dos, debido a su condición, necesitarían poner atención extra al desarrollo correcto de su hijo. Aunque para ser sinceros, ninguno de los dos sabría cómo reaccionar ante una mala noticia.

—Le agradecemos mucho toda la ayuda que no ha estado brindando doctor— Dijo Len de repente llamando la atención del médico.

—Necesitábamos a alguien que nos apoyara en esto, sabemos que para algunos el involucrarse en un caso como este les costaría trabajo, pero usted de verdad se ha empeñado en darnos ayuda, y eso se agradece bastante— Dijo después Rin, provocando que ante esas palabras el nombrado doctor se perdiera en sus pensamientos.

—Sinceramente doctor, muchas gracias— Al decir esto Len expresó una sonrisa llena de confianza y que al igual que la que Rin estaba mostrando en ese momento, estaba llena de una sincera gratitud.

—No hay de que, el ayudar a aquellas personas que me lo pidan es parte de mi trabajo, y de hecho soy yo quien debería de agradecerles a ustedes, después de todo me han brindado una confianza sin igual— Respondió aquel amable hombre. —Ahora si me siguieran a mi despacho para poder darles las vitaminas de las que les hablé.— Les instruyó con la mano derecha apuntando hacia la puerta de salida.

Rin se acomodo el vestido naranja que tenia puesto, y sentándose en la cama, Len le ofreció su mano para ayudarla a bajar de esta en un gesto de caballerosidad, la cual fue aceptada con agradecimiento por la rubia, como si se tratara de una princesa. Al entrar al despacho, tomaron asiento frente al escritorio blanco frente al médico, el cual los estaba esperando con un folder de color crema en sus manos.

—Muy bien Rin, he planeado una dieta específica para ti— Dijo mientras le entregaba el folder —Es muy importante que te apegues a esta, y que no consumas cosas dañinas, como drogas, tabaco, alcohol o medicamentos que especifiquen que no deben de ser consumidos por mujeres embarazadas, ¿Entendido?— Rin asintió energéticamente, recordando el incidente con el puro y el maestro ocurrido unas horas antes ese mismo día. —También es importante que no realices mucho esfuerzo, intenta no cansarte y no trabajes mucho— explicó de nuevo.

—No se preocupe doctor— Aseguró Len — Si de por sí ya es raro el día en el que Rin trabaja— Bromeó un poco Len acerca de las pobres costumbres laborales de su hermana, a lo cual recibió un codazo en el área de las costillas a manera de respuesta por parte de su gemela, el cual le sacó el aliento.

—De acuerdo— Entonces el doctor se inclinó un poco hasta haber alcanzado su cajón, y sacó de este un pequeño frasco de plástico color blanco con una etiqueta de varios colores y con letras en un idioma desconocido por los Kagamine, —Estas serán las vitaminas que tendrás que consumir durante los próximos meses, asegúrate de tomar una capsula después de cada comida, solo así tu cuerpo lo absorberá bien, ¿de acuerdo?— Preguntó de nuevo por una confirmación.

Rin dio una extrañada mirada al frasco. Lo que tenían escrito, no era ninguna clase de alfabeto en japonés, o en chino, no siquiera en algún idioma surgido del latín. Más bien le recordaba a una clase de… cirílico.

—Doctor, ¿De donde son estas vitaminas?— se atrevió cuestionar Rin al tomar el frasco en sus manos.

—No te preocupes, lo que tienen escrito es ruso porque fue en ese país en donde yo estudie y en donde patente muchas de mis medicinas, pero no te preocupes por eso, si yo mismo las encargo de otro país, es porque son mejores que las que se puedan conseguir aquí— Se explico de la manera más lógica posible para aclarar todas las dudas de la joven rubia.

Pero aun así, Rin continuaba mirando extrañada el recipiente de pequeñas pastillas. Y no es que quisiera hacerlo apropósito, después de todo, era del cuidado de su bebé de lo que estaban hablando, y no lo podía tomar a la ligera consumiendo cualquier medicamento que le dieran sin importarle su origen.

Volteo a ver a Len para pedirle su consejo, cosa que le había funcionado bastante bien en el pasado con temas diferentes. Pero al igual que ella, Len también estaba comenzando a perder confianza en la palabra del médico, debido a que, como se menciono antes, no se podían tomar a la ligera el cuidado prenatal de su hijo.

—¿Es que acaso comienzan a desconfiar de mi?— Adivinó el doctor, sacándolos a ambos de su dilema compartido.

—No, no es eso— Respondió apresurada Rin al darse cuenta de que su duda había ofendido al amable medico —Es solo que, no queremos correr ningún riesgo, porque como usted dijo, el bebe tiene cierto riesgo de nacer con algún mal y el que yo no me cuide por lo que tomo no ayudaría y…— se detuvo al ver que su explicación no cambiaba la expresión de descontento del doctor.

—Oigan, si lo que les preocupa es que el medicamento le pueda hacer algún daño al feto, no se preocupen, les aseguro que lo que yo les entregue, no le hará otra cosa a su hijo más que ayudarle en su desarrollo— sus palabras habían salido con tanta confianza y seguridad, que sería imposible decir que estaba falseando en algo.

— ¿Seguro?— exigió Len por una confirmación.

—No solo se los aseguro, se los prometo— Dijo de nuevo con la mirada seria, demostrando de nuevo una palabra completamente segura, la cual no daba cabida a mentira alguna.

Ambos gemelos voltearon a verse mutuamente, y como si sus cerebros estuvieran conectados en uno solo, bastó una sola mirada fue suficiente para decidir que la palabra del doctor era lo suficientemente valida.

—Pues si es una promesa— Dijo Rin con la confianza suficiente —En ese caso creo que no habrá problema ¿o si Len?— hizo esa pregunta tan solo para confirmar que Len tenía la misma opinión que ella.

—Claro que no hay problema, si usted nos promete que esto ayudara a nuestro niño, entonces podemos confiar— Len tomó el frasco y lo guardo en el bolsillo grande de su pantalón.

—O a nuestra niña, recuerda que aun no sabemos qué es lo que pueda ser— Le rectifico Rin, aunque para ella no fuera tan importante el género con el que fuera a nacer.

—Cierto, pero para mí estaría bien que fuera una niño o niña, con tal de que nazca de manera lo más saludable posible— aseguro Len con sinceridad, compartiendo el pensamiento de su hermana.

—Aunque…— Dijo Rin —Doctor, ¿es posible que sean gemelos al igual que nosotros?— Preguntó una duda que, aunque algo torpe, era perfectamente comprensible viendo su situación tan "exclusiva".

El doctor permaneció unos segundos pensando la respuesta —Pues, realmente no existe una razón por la cual ustedes dos deberían de tener gemelos por el hecho de ser gemelos, aunque… jamás se ha realizado ningún estudio que demuestre lo contrario— explico tranquilamente evitando mostrar su disgusto por este hecho.

Después de todo, apenas y se había analizado las posibilidades de la concepción de gemelos a partir de la unión de gemelos, pues al parecer, este sería un experimento tan enfermizo, que solo se había podría haber realizado por las mentes más diabólicas de toda la historia.

—Bueno, eso no importa más, lo sabremos en un par de meses— El médico se levanto un de su asiento y rodeó el escritorio a paso lento hasta quedar detrás de los Kagamine —Eso será todo por ahora— Dijo incitando a que ambos se levantaran de sus asientos —Recuerda, Rin, que necesitas tomarte precauciones con tus actividades y controlar tu dieta incluyendo los suplementos que te he entregado—

—Entendido— respondió Rin.

—Y también es necesario que el ambiente, no solo interno sino también externo, sea confortable para el desarrollo del feto— Explicó, pero al parecer ninguno de los dos entendió —Me refiero a que, es necesario que las personas con las que conviven normalmente sepan que estas en estado de gestación para hacer las cosas más cómodas— Ambos se sorprendieron antes esto, y es que aun no le habían dicho a nadie acerca del embarazo, a excepción del Maestro, quien lo descubrió a la fuerza. Pero aparte de considerarlo a él, ningún Vocaloid conocía de la existencia del la futura descendencia de la familia Kagamine, o al menos eso pensaban ellos.

Y sería muy difícil explicarles como Rin había terminado embarazada de su propio hermano.

—Les deseo suerte— Dijo el médico notando la mirada de angustia de ambos.

—Gracias doctor— Len extendió su mano para despedir al médico con un conforme apretón de manos. Seguido de Rin, la cual también hizo lo mismo. Con el folder que contenía la dieta en mano, se dirigieron hasta la salida.

—No hay de que, cuídense mucho— Les acompaño hasta la salida del consultorio, en donde los volvió a despedir en lo que salían del edificio, —Los veré en la próxima cita en un mes— pero antes de que cerrara la puerta, esta se detuvo por alguien que empujaba del otro lado.

—Espere doctor— Se escuchó la voz de Rin del otro lado —Le quería preguntar si…— se acerco hasta el oído del hombre de bata —¿Es seguro que Len y yo sigamos teniendo relaciones sexuales?— pregunto con un poco de sonrojo en su cara.

—Claro que sí, es más, hacer eso te ayudara a liberar tensión, e incluso puede ayudar al bebé cuando ese este en los últimos meses del embarazo, siempre y cuando te sientas cómoda y no tengas ningún dolor durante el coito, todo está bien,— Le contesto enfatizando las advertencias.

—De acuerdo, gracias— le contesto alegremente —la razón por la que no se lo pregunte antes es porque a veces Len es un poco mojigato y cree que es indiscreto el hablar de esas cosas— se explicó.

—¿De verdad?— se extrañó el médico —Pero si estuvimos hablando de embarazo, ¿y le apena hablar de sexo?— pregunto de manera burlesca por la actitud de Len.

—Si lo sé, es algo raro— respondió Rin saliendo de nuevo del edificio —Nos vemos— grito mientras alcanzaba de nuevo a su prometido y caminaba a su lado de vuelta a su casa.

Tan pronto como se alejaron, el médico permaneció unos segundos escuchando atreves de la puerta lo que ocurría al otro lado, en la calle. Al dejar de escucharse los pasos simultáneos de los gemelos, corrió rápidamente a su escritorio y sacó una pequeña grabadora del mismo cajón de donde habían salido las vitaminas.

Moviéndose hasta la ventana para observar las sombras de los Kagamine alejándose por una esquina, activó el dispositivo de sus manos y comenzó con su bitácora.

—Entrada 741021— dijo con la voz más clara y seria a al pequeño aparato, para que todo lo que tenía que decir, quedara perfectamente registrado —21 de agosto del 2014—especificó la fecha volteando a ver el calendario —El día de hoy he recibido la visita de la pareja de los Kagamine Len y Rin, o como los he denominado, los sujetos experimentales numero dos cero— se movió hasta llegar de nuevo a su silla y se sentó cómodamente —El día de hoy he tenido la oportunidad de realizar un ultrasonido a la paciente para poder observar con detenimiento el estado del producto incestuoso, por el tamaño y por la forma, se pude deducir que esta alrededor de su sexta o séptima semana de desarrollo que concuerda con la primera visita de los padres a mi consultorio y al no presentar ninguna clase de anomalía fuera de lo normal, se pude decir que hasta ahora el experimento está en orden— Se detuvo unos segundos para tomar aire antes de continuar.

—Tal y como lo planee, les he entregado los suplementos alimenticios que serán necesarios para la correcta realización del experimento, recibiendo un agradecimiento por parte de ambos— se detuvo de nuevo para reír un poco.

—Cabe señalar que, en esta visita he notado un gran aumento de la confianza por parte de los sujetos experimentales para mí, hasta el punto en el que aceptaron las medicina con la mínima oposición; aunque si bien, en ningún momento mentí, jamás señale los posibles efectos secundarios que estas tendrían en la progenitora del producto incestuoso— volvió a detenerse mientras sacaba del cajón otro par de frascos con las "vitaminas" que había entregado a los Kagamine.

—Quizá muchos médicos del mundo, se detendrían por lo inhumano o lo inmoral del experimento, no solo por el concepto de estarse arriesgando al trato y a la posible alteración en el desarrollo de un producto de una unión de hermanos gemelos, sino también por la manera de aprovechar la confianza que los sujetos experimentales han brindado en mi al estar prácticamente desahuciados de apoyo médico— volvió a detenerse mientras volteaba a ver de nuevo al cajón, observando un montón de viejos archivos de otros sujetos experimentales.

—Muchos médicos del mundo, pero yo no, porque a mí no me limita la moralidad— y después de eso, volvió a guardar la grabadora.

—¿Qué le dijiste exactamente al doctor ahí atrás?— Preguntó Len curioso por el retraso de su hermana.

—Solo le pregunté cosas de embarazo— contestó alegremente mientras seguía caminando con las manos entrelazadas en su espalda adelantándose un poco al paso de su gemelo.

—¿Le preguntaste si podríamos tener intimidad?— Dedujo al instante Len, dando una mirada de desaprobación.

—Me conoces muy bien— Rio un poco Rin mientras se volteaba y encaraba a Len con una sonrisa, pero solo fue recibida por la mirada incrédula de su hermano, —¿Que tiene de malo?— preguntó fingiendo indignación —¿No te dio pena hablar de embarazo durante una hora pero si te da pena hablar de sexo? ¿O crees que él piensa que me embarazaste tomándome de la mano?— en ese momento parecía sé que la conversación se había vuelto absurda. Len solo quería que Rin tuviera pudor con los temas que se trataban, pero tampoco era un puritano. —Además— Añadió volviendo a retomar su marcha volteándose de nuevo, —Me entere que el sexo pude hacerme bien tanto a mí como al bebé—

Esto último de verdad sorprendió a Len, pues él tenía la idea de que la mujer tenía que mantener la castidad durante la temporada de embarazo.

Permaneció unos segundos más observando a Rin en lo que esta caminaba de manera tan alegre como cuando salían a una cita normal en sus tiempos de noviazgo adolecente. Se veía tan infantil como siempre, tan niña, tan dulce, y a la vez tan irresponsable como para ser una madre.

Pero en lugar de que esto preocupara a Len, le alegraba bastante. Bueno, no el hecho de no poder ser precisamente la mejor mamá del mundo.

Es cierto, Rin podía ser infantil, podía ser irresponsable, testaruda, maleducada, molesta y mil y un mas adjetivos los cuales, Len había conocido y memorizado alrededor de su vida a al lado de ella. Pero eso era lo que más le encantaba de ella, que siguiera siendo su princesa, su pequeña hermanita, su adorable niña hermosa. Adoraba el hecho de que siguiera siendo Rin, incluso después de haberse decidido a ser madre.

¡Y que si no estaban preparados para ejercer el importante cargo de padres de familia!

Con el amor que ambos se tenían podían llegar a superar cualquier adversidad sin importar si fuera la más pequeña o la más grande del mundo. Ellos dos se tenían más confianza que cualquier otra pareja en el mundo, eran más unidos por ser hermanos que si fueran un par de extraños enamorados. Eran prácticamente la misma persona, compartían pensamientos, sueños, esperanzas, alegrías y tristezas. Y trabajando juntos podrían llegar a darle la vida llena de amor y cariño que su futuro niño se merecería.

Caminó un poco más hasta alcanzar a Rin y abrazarla por el cuello, para después darle un beso en la mejilla derecha muy cerca del ojo.

—¡Len!— Gritó la chica rubia cerrando su ojo debido a la sorpresa.

—¿Qué pasa? ¿Qué ya no puedo besar a mi novia?— Le susurro tiernamente al oído alegrándole el momento a la rubia. Ella adoraba que le llamara así, como si estuvieran en una relación romántica normal, ya que de hecho, detestaba el concepto de "amor prohibido" porque este se llegaba a tornar molesto cuando lo único que querías era amar a otra persona sin molestar a nadie.

Rin colocó sus brazos alrededor de los de Len, respondiendo de esta manera el bien recibido abrazo.

Ambos caminaron en esa misma posición, dando pasos cortos para evitar tropezarse y caer. Durante los siguientes minutos, una docena de personas fueron testigos de aquella dulce pareja que se movía con tranquilidad por las calles de la ciudad, ninguno de ellos sabiendo de sus identidades o de su supuesto crimen en contra de la moralidad.

Su plan original, era el de ir a visitar al doctor, y después de eso, regresar a la casa de los vocaloids, en donde esperarían a la hora de la cena preparada por alguno de los habitantes del lugar elegido por medio de un turno. Pero sus planes cambiaron un poco cuando, al girar en una esquina, se encontraron prácticamente frente a una bella y muy pulcra construcción de estilo moderno, de forma ovalada, poco común en el lugar, sin duda con la intención de sobresalir, adornada con varios cientos de cruces doradas por todo el perímetro de su enrejado oscuro y con un gran hombre metálico crucificado violentamente en la parte frontal, recibiendo a todos los que visitaban su casa. Una iglesia, de la religión Católica Romana, a la cual los Kagamine suponían pertenecer desde el momento en el que ambos fueron bautizados.

Y es que la razón por la que solo "suponían" pertenecer, es porque desde hacía ya mucho tiempo, ninguno de los dos, se había atrevido a acercarse a una iglesia a tomar parte de las celebraciones eucarísticas. Y no es que ambos fueran ateos, o agnósticos, o que se hubieran "convertido" a otra religión.

Simplemente que llegaron a sentir que no tenían el derecho o el privilegio de entrar a la santísima casa del señor, cuando la noche pasada se la habían pasado entre actos lujuriosos incestuosos con el objetivo de provocarse orgasmos mutuamente. Actos que en la pasada historia de la iglesia, habrían llegado a ser castigados con cosas tales como el destierro, la tortura o la muerte. Les parecía demasiado hipócrita o excesivamente sínico el presentarse en la casa de Dios con un sentimiento tan repugnante y reprobable como el amor incestuoso.

Habían decidido, en su lugar, vivir sus vidas juntas, de la manera más plena posible, siendo buenas personas, y esperando a que algún día, las personas entendieran su amor y cambiaran la manera en la que se veía su relación, que la aceptaran, aun cuando sabían que en el cielo jamás cambiarían las reglas. Y que el día del juicio final, cuando se encontraran frente a Dios, este les tuviera piedad y tomara en cuenta que su amor era más puro que el de muchas otras personas del mundo, en lugar de castigarlos por los "crímenes" por los cuales la gente los había acusado en vida.

Pero si bien, ambos estaban dispuestos a tener ese destino de rechazo a las puertas del cielo frente a ellos, era muy diferente con respecto a lo que querían para su futuro hijo, querían que él tuviera una educación basada en la doctrina católica, igual a la que sus padre les inculcaron a ellos, además de que querían que creciera en una familia, en donde el padre y la madre están casados, y solo lo podían hacer mediante el matrimonio de unión religiosa, debido a la prohibición de casamientos incestuosos, en prácticamente todo el mundo.

Solo por eso, se habían atrevido a entrar en una iglesia católica y pedirle a un sacerdote que los casara, esperando un muy cruel y severo rechazo, tal como el que imaginaban que tendrían que enfrentar al inicio de la otra vida. Pero en contra de toda estadística, el sacerdote únicamente les atribuyó el pecado de la fornicación, no del incesto, pues para él, el amor no podía ser algo malo.

Al domingo siguiente de la plática con el bondadoso padre, ambos regresaron a la iglesia de ese mismo pueblo, a la misa de la mañana, tal y como lo hicieron años atrás cuando aun residían en ese lugar.

El problema, es que cuando regresaron a Tokio, no se atrevieron a volver a entrar a la iglesia a la que solían asistir cuando aun se consideraban de esa religión. Y esa iglesia, era frente a la cual se encontraban en ese momento.

—Oye Len— le llamo Rin a su hermano —¿Esta no es la iglesia a la que veníamos?— Le preguntó sin soltar el agarre.

—Si así es, veníamos aquí, hasta que decidimos… dejar de pretender— le contesto con lo que había ocurrido según él.

—Supongo que fue mejor así— Dijo con melancolía.

No fue un día alegre, aquel cuando se dieron la media vuelta cuando iba en camino a esa misma iglesia, negándose la enseñanza divina y por lo tanto el cielo.

—¿Te parece si entramos?— Le preguntó de nuevo, esta vez soltándose y comenzando a caminar al edificio.

—Pues, si quieres— contesto sin oportunidad de oponerse, pues Rin ya se había adelantado bastante.

Pasaron rápidamente por el rejado entre abierto, y pasaron el gran patio de concreto en cuestión de segundos, caminando a paso acelerado.

Al entrar al enorme edificio, pudieron visualizar rápidamente el altar a unos veinticinco metros de distancia, casi al centro de la parroquia, arriba de una par de escalones que hacían que este se viera por sobre el resto de suelo. El altar estaba rodeado por una gran cantidad de bancas para más de ocho personas, colocadas de manera circular. Con las paredes pintadas de blanco adornadas con enormes tiras de tela con escrituras en latín, colocadas de manera alternada a una docena de vitrales con las imágenes de santos. Y sobre las la parte alta del techo, una gran cantidad de hermosas y antiguas pinturas de los momentos más importantes de la pasión de Cristo, desde su juicio frente a Poncio Pilato, hasta el momento en el que resucito y subió al cielo, todas ellas con un estilo oscuro y, hasta cierto punto, lúgubre.

Len y Rin, caminaron por el pasillo central y se sentaron él una de las bancas en rente del altar. El lugar estaba casi vacío, a excepción de un par de personas que se encontraban sentadas en el extremo derecho del lugar, cerca del confesionario, esperando su turno para poder revelarle sus pecados al sacerdote de turno, para después encontrar el arrepentimiento por estos, y poder recibir el cuerpo y la sangre de Cristo.

Permanecieron sentados unos momentos, rezando, con los ojos cerrados y con las manos juntas. Aun cuando ambos querían concentrarse en recordar las líneas de rezos que habían aprendido en el catecismo, sus mentes realmente se centraban en una sola "petición" a Dios: el perdón. Mas por haberle tratado como un cruel ser castigador, a un ser misericordioso.

Cuando unos minutos pasaron, los gemelos levantaron la mirada para observar la figura del santísimo que se encontraba sobre el altar, una tenue e inusual luz dorada se filtro por el vitral principal que quedaba en la parte trasera de la parroquia, permitiendo que el altar entero quedara iluminado por una luz casi celestial. Sumando esto a la profunda paz que se sentía en el templo, esa era una imagen más que perfecta para una señal divina dirigida a todos los presentes. Y los Kagamine, recibieron esa señal y la interpretaron como el momento en el que tenían que pedir el perdón divino. Mas por sus pecados de la lujuria y la fornicación, que por el supuesto pecado del incesto, ya que de este no se arrepentirían en ningún instante.

—Rin— Le llamó Len a su hermana sin apartar la vista de la manifestación celestial que ocurría frente a ellos. —¿Recuerdas que el padre Thel nos dijo que teníamos que confesarnos antes del día de la boda?— Preguntó haciendo mención al momento cuando el amable sacerdote Thel les había dicho que sería necesario que ambos comulgaran durante la ceremonia de la boda y que por lo tanto, tendrían que confesarse algunos días antes.

—Si— Contestó —¿Quieres que nos confesemos ahora?— Preguntó adivinando la proposición a la que se acercaba su hermano.

—Claro que sí. Aunque no he hecho un examen de conciencia, así que no estoy muy seguro de que confesar— rectificó mientras hablaba al darse cuenta de que no tenía idea de que decirle al sacerdote, si todos sus pecados o solo de una manera genera, e incluso dudaba de si tendría que mencionar el incesto como parte de sus pecados.

—No te preocupes Len, eres un niño bueno, de seguro no tendrás muchas cosas que decirle, solo será cuestión de que te acuerdes de lo que te mortifica y listo— le razonó de manera simple de lo que se trataba un examen de conciencia y luego se levanto del asiento llevando a su hermano de la mano hasta donde se encontraba el confesionario.

Cuando llegaron hasta las bancas en frente del confesionario pudieron ver que ya casi no había gente esperando, solamente un par de mujeres mayores sentadas a sus espaldas y un chico de apariencia pulcra hincado en las bancas de adelante rezando su penitencia. La puerta del compartimiento en el que el sacerdote se tenía que colocar para escuchar la confesión estaba cerrada, pero del otro lado se podían escuchar murmullos en un idioma parecido al español, pero más extraño, algo así como latín.

Rin pensaba seriamente en lo que iba a decir, en las maldades que le había hecho a sus conocidos por diversión aunque en realidad ocultaba el sentimiento de la envidia, en la ira cuando se comportaba de mala manera con las chicas que se trataban de acercar a su Len, la gula de cuando comía sin tener hambre, el orgullo de cuando presumía su escultural cuerpo o su preciosa voz, la pereza cuando decidía fingir estar enferma con tal de no ir a la escuela o a grabar un video, o la avaricia cuando le pedía Len que le comprara algo, aun cuando su cuenta bancaria superaba a la de su hermano. Pero sobre todo, pensaba en la lujuria, de cuando, por solo no tener nada mejor que hacer, terminaba convenciendo a Len de acostarse con ella.

Pero de entre todas estas cosas, el incesto jamás pasó por su cabeza, pues para ella, cuando tenía relaciones con Len, era más como si pasara de ser su familiar a ser su novio.

La puerta finalmente se abrió, dejando ver a un hombre con capucha sentado en cuclillas frente al padre, hablándole directamente al oído. Parecía ser que ambos estaban teniendo una conversación muy acalorada, pues el sujeto replicaba constantemente al sacerdote, pero este solo se negaba a tomarle atención a su caso. Finalmente, el sujeto pareció desistir a sus intentos por comprensión y se detuvo de hablar.

Cuando ese sujeto por fin se levanto, se giró, y comenzó a caminar para salir del compartimiento, al momento en el que dio un par de pasos hacia afuera, permaneció parado unos segundos, dirigiendo una extraña mirada a los Kagamine, la cual solamente Rin notó, y reaccionó correspondiendo el contacto visual. Durante los segundos en los que ambos hicieron contacto, Rin pudo sentir su pecho oprimiéndose por un extraño pesar, similar a la culpa, pero algo menos intenso, como si le debiera algo a ese desconocido sujeto.

Era una mirada oscura, tal como el color de sus ojos, los cuales apenas se podían ver por la capucha, y de alguna manera, ese sujeto parecía serle familiar. De repente el sacerdote, quien estaba sentado a sus espaldas se levanto, y pronunciando unas desconocidas palabras en latín a su oído, despidió a su, aparentemente estimado amigo.

El sujeto caminó en dirección a la salida sin mirar atrás. Solamente Rin y el mismo sacerdote notaron su extraña presencia, pues ninguna de las demás personas, entre ellas Len, se inmutaron por el sonido de sus pasos. La joven chica rubia colocó una mano sobre su vientre de manera protectora, pues había sentido algo que despertó de repente su instinto protector maternal.

Volteó a ver de nuevo al compartimiento, y pudo ver de nuevo al padre, sentado con las piernas cerradas y los brazos a los lados, mirándola con una mirada muy poco amable. Era un sacerdote que nunca antes había visto, aunque después de haberse ausentado durante más de tres años, no sería extraño que no reconociera a la nueva administración. Su cabello era corto, llegaba hasta sus orejas, de una tonalidad oscura pero muy opaca, y de ojos de un color similar pero más intenso.

—¿Necesitas algo?— Le preguntó con una voz ronca pero ligeramente aguda, bastante molesta, tanto que llamó la atención de quienes se encontraban alrededor, entre ellos Len.

—Pues sí, necesito confesarme— Contestó Rin sin darse tiempo de reaccionar.

—¿Y que estas esperando? Ven rápido, que no tengo tiempo que perder— Le dijo con su extraña voz en un tono ahora más agresivo que antes, logrando un ligero sentimiento de molestia en Len, pues para él, no importaba si fuera un vagabundo cualquiera o un sacerdote, nadie se atrevía a levantarle la voz a su hermana.

Rin se levantó, y caminó en silencio hasta el lado derecho del confesionario, mientras el padre serraba la puerta y se preparaba para atender a la rubia.

"El incesto no es pecado, el incesto no es pecado, el incesto no es pecado" Se repetía mentalmente la joven Kagamine mientras se preparaba con la suficiente seguridad para confesarse después de tantos años.

Pero a diferencia de Rin, Len no estaba casi nada seguro de lo que iba decir, pues consideraba que, aun con todo lo que Thel les había dicho, había sacerdotes los cuales consideraban el incesto consensuado como una abominación. Solo tenía que recordar no mencionar nada de su relación con Rin, o si lo hacía, solo de una manera superficial. Solo tenía que omitir el pequeño detalle de haberse "apareado" con su hermana. Así de simple.

Pero y si era tan simple, ¿Por qué se sentía como si estuviera a punto de venderle mentiras al sacerdote que pronto confrontaría? Quizá porque omitir es lo mismo que mentir, pero más silencioso.

Este pensamiento le había provocado a Len una pérdida total de la confianza. Quizá fuera mejor confesarse con alguien más, quizá esperar al que el padre Thel estuviera disponible para eso, pues era el único con la garantía de que no los trataría como leprosos solo por su decisión de amarse como mas que hermanos.

Es una real lástima que Len no le pudiera siquiera proponer a su propio cuerpo el levantarse y esperar a Rin para salir de ese lugar y poder pensar mejor en sus pecados, pues en ese momento se escucho como su hermana se levantaba y salía caminando del compartimiento en el cual estaba hincada.

Caminó hasta llegar al lado de Len, y luego de pasarlo, se sentó a su lado manteniendo una expresión de frustración.

—Ten cuidado con ese sacerdote, está un poco loco— le comentó si voltearle a ver.

—¿Vas a pasar tu también?— Escucho al dichoso padre hablando a sus espaldas, abriendo de nuevo la puerta de su compartimiento para ver a pequeño e inofensivo Kagamine, el cual, decir una sola palabra asintió, y comenzó a caminar hasta donde su hermana había salido hace unos momentos.

Muy bien, ahora sí que estaba jodido, aunque esa palabra sonara mal en una iglesia, era la única que podía expresar su situación. No solo estaba increíblemente inseguro por estar entrando a la boca del lobo por cuenta propia, sino que además, Rin había denominado a ese párroco como un "loco", y eso era muy malo, considerando que su querida hermana no estaba precisamente cuerda, si incluso ella lo consideraba un "loco", debía de tener mucha precaución con sus palabras.

Se hincó lentamente sobre el cojín para las rodillas, y recargo sus codos sobre el otro cojín de la parte superior, quedando con la cara enfrente de una tela negra muy fina, pensada para mantener el anonimato entre los fieles y el sacerdote.

Esperó unos segundos hasta que al fin escuchó como una pequeña puerta se abría enfrente de él, dejándole ver de manera vaga el rostro acabado del padre.

—Santa María madre de Dios— Dijo el padre esperando la contestación de Len.

—¿Ma-mande?— Fue lo único que pudo contestar tartamudeando, dándose cuenta de que habia olvidado que decir en ese momento.

Escuchó como el padre resoplaba con fuerza mostrando una evidente decepción. "Otro hijo prodigo" pensó el párroco tocando el puente de su nariz.

—Dime desde cuando no te has confesado hijo mío— le exigió a Len.

—Bueno, vendrían siendo casi cuatro años— contesto arrepintiéndose al instante al escuchar el tono de padre.

—Sabes que es pecado mortal el no confesarse en más de un año ¿cierto?— preguntó.

—Sí, si lo sé padre, es solo que…— pero se quedo callado al no encontrar una manera clara de decírselo. El quedarse callado fue un permiso para el padre de continuar.

—Dime tus pecados hijo mío— esta vez cambio su tono a uno de decepción, pues esperaba una gran lista de pecados cometidos en tantos años de ausencia en el templo de Dios.

—Está bien…— Dijo Len fingiendo seguridad, pero esta le había abandonado ya —He sido una persona muy narcisista— comenzó por decir el primer de sus pecados, el orgullo —Es decir, he expuesto mi cuerpo de manera indebida en público y aparte de eso, cuido demasiado mi apariencia física— aun cuando sabía que no era su culpa ninguna de estas dos cosas, pues el solo quería dedicarse a cantar, y eran los productores quienes explotaban su apariencia.

Esperó unos segundos a que el padre le diera una contestación, a que lo regañara o a que le diera algún consejo o parábola por su error, pero no, —Continua— Fue lo único que dijo.

—Si…— La voz de Len comenzaba a llenarse de nerviosismo, tuvo que respirar un par de veces para asegurarse de que su voz era fuerte y estable, —También he mentido mucho, quizá demasiado y solo por beneficio propio— menciono con un poco de culpa, esta vez recordando todas las veces que había negado el tener una relación con Rin, tanto a los medios, como a sus conocidos, e incluso a sus padres.

Esperó otra vez, pero el sacerdote ni siquiera se movió, así que decidió continuar.

—Además de eso, últimamente me he comportado muy irrespetuoso con la autoridades— hizo referencia a los momentos en los que llegaba a discutir fuertemente con el Maestro y con los productores de Vocaloid por culpa de estos le pedían hacer algo a lo cual no estaba dispuesto, pero que al final siempre terminaba haciendo.

—No es muy difícil de entender— Esta vez el sacerdote se dignó a contestarle, —Eres bastante joven y me imagino que toda tu vida has estado bajo órdenes y órdenes, y solo necesitas un respiro, solo intenta controlarte— aun cuando era un buen consejo, Len no pudo evitar sentí que había sido un regaño, quizá por el hecho de haber pensado que eso era un pecado en primer lugar.

¿Y ahora qué? Se preguntó Len internamente, pues se había quedado sin pecados, o al menos sin los que estaba dispuesto a confesar. El no asistir a la iglesia era una cosa, así como el narcisismo sin intención y las mentiras para protegerse a él y a Rin, pero además de esto, no encontraba nada más. Podría haber nombrado las veces que se comportaba de mala manera con los niños de la casa de Vocaloid, pero en esos casos, el siempre procuraba ser compresivo, incluso cuando era culpa de ellos. Por otra parte pensaba en las veces que se había peleado con alguno de los otros hombres de la casa, como con Kaito o Gackuopo, pero esas eran solo riñas pequeñas y ocasionales que terminaban con una disculpa y un abrazo, y no solo estas, sino también todas las demás peleas que tenía con cualquier otro miembro de la casa.

Pensó entonces en algo que hubiera robado, pero todo lo que tomaba lo devolvía. Pensó en algo que no hubiera hecho por pereza, pero al contrario de eso, recordó las veces en las que el mismo forzaba a Rin a moverse para ir a la escuela o a alguna grabación. Pensó en las veces en las que se aventuraba a comer más de lo que su cuerpo le pedía, pero esto casi nunca ocurría, pues como se dijo antes, el necesitaba mantener su figura. Intentaba recordar algún problema que tuviera en su vida diaria, pero él era la clase de personas que prefería pedir una disculpa o arreglar algo a tener que cargar con ese problema.

Aun cuando Rin se lo había mencionado miles de veces antes, no fue hasta ese momento en el que se dio cuenta de que de verdad, era un niño bueno.

Pero si esto era cierto, ¿Qué es lo que le provocaba tanta culpa en ese momento?

Pues al responderse esa pregunta, solo encontraba una respuesta: el incesto.

Pues, aun cuando el mismo se hubiera prometido que jamás se avergonzaría ni se retractaría de sus sentimientos por Rin, e incluso había sentido la seguridad de afirmar esos mismos sentimientos frente a otro sacerdote anteriormente, sentía que le estaba mintiendo a ese padre al no omitirle ese supuesto pecado.

Y se seguiría sintiendo como un pecador incestuoso hasta que ese mismo sacerdote frente al que estaba le dijera que su amor no estaba mal, que su sentimiento no era incorrecto, y que su relación con Rin no era una repugnante aberración ante los ojos de Dios.

Así pues, se atrevió a averiguar qué tan "tolerante" podía llegar a ser ese sacerdote, con tal de obtener la aceptación que tanto deseaba de manera inconsciente, intentando a su vez no hacer que el incesto sonara como su arrepentimiento, sino mas bien el pecado de la fornicación en sí. ¿Un error?

—Hay otra cosa— Comenzó a hablar suavemente, —He tenido relaciones sexuales fuera del matrimonio…— Dijo algo rápido, atropellando un poco sus palabras, pero lo suficientemente comprensible.

"Lo sabía" Pensó el sacerdote, pues Rin, durante su confesión, reveló que había tenido sexo con su 'novio' fuera del matrimonio; siendo que él los había observado sentados juntos, era fácil deducir que el tal "novio" al que la joven rubia se había referido, era justamente quien le acompañaba, y quien ahora estaba revelando lo mismo que ella, pero desde un punto distinto. "Niños tontos" pensó de nuevo, "No pueden mantener sus cuerpos controlados y después vienen con su cobarde arrepentimiento" el confesar a una pareja como esa, le había ocurrido tantas veces en el pasado, tanto que podría asegurar casi por completo que la razón por la que estaban en ese lugar, era porque ella había terminado embarazada, y que las familias de ambos le habían forzado a casarse. ¡Todo un clásico de la decadente sociedad moderna!

—Con mi hermana gemela— Terminó su oración después de unos segundos de haberla iniciado.

El sacerdote congeló sus pensamientos al instante.

¿Qué acababa de decir esta criatura del señor?

—Pero de verdad nos amamos— Agregó rápidamente, dejando al descubierto su inseguridad con respecto al incesto.

Pasaron unos segundos mientras el padre continuaba en silencio, dejando al joven Len con la expectación del resultado de su repentina confesión.

—¿Quieres decir que tienes una hermana gemela, la cual ha pasado a tomar mayor importancia en tu vida?— Le preguntó el padre de una manera suave que Len no lo creyó capaz de pronunciar.

—Si— Respondió el rubio comenzando a detectar un poco de lastima en ese tono de voz tan peculiar.

—¿Es decir que tú has sido cometedor/víctima del* incesto?— volvió a usar ese mismo tono tan desesperante.

—Sí, así es— respondió de nuevo de una manera pasiva, aun cuando su pregunta le había ofendido en cierto modo.

Volvió el silencio incomodo en el lugar. En las cercanías solo se lograba captar los difusos murmullos del joven de apariencia pulcra, así como los de Rin, que suponían ser rezos en idioma japonés, los cuales apenas y eran compresibles para el oído humano por su bajo tono de voz.

Unos segundos más pasaron mientras lentamente el rubio comenzaba a arrepentirse de su decisión de confesar aquello. Quizá hubiera sido mejor solo haber dicho lo de las relaciones fuera del matrimonio, dándole más importancia al "Que" y no al "Con quien"

Fue tanto el tiempo de espera que incluso las mujeres que se encontraban sentadas detrás de ellos se estaban impacientando en la espera de su turno por la confesión, pues ya antes se los habían arrebatado la pareja de rubios.

El silencio se extendió durante tanto tiempo mas, que la paciencia de Len se agotó.

—Padre…— pronuncio nerviosamente sin saber realmente que decir.

—Hijo mío— le respondió —Por favor acércate a mi— le pidió sin voltea a verlo, con la mirada clavada en el suelo—

Len obedeció al instante y acercó su rostro a la ventanilla desde donde veía al sacerdote.

—No digo de esa manera, ven a mi lado— le dijo con la misma tranquilidad, para después abrir la puerta del compartimiento en el que se encontraba.

Len se levantó lentamente y salió de su respectivo espacio, caminó lentamente rodeando el confesionario hasta llegar frente a donde se encontraba el padre, dando en el camino una mirada nerviosa a Rin, quien solo respondió arqueando la ceja a manera de cuestionamiento.

—Acércate— Le dijo el sacerdote a rubio una vez que este se encontraba frente a él. Len obedeció al instante hincándose frente al sacerdote apoyando sus rodillas en el escalón el que el padre tenía sus pies. —Necesito que te acerques mas— Le exigió al ver la lejanía que se mantenía, y por supuesto Len volvió a obedecer, quedando esta vez con la cabeza al lado izquierdo de la del padre.

Parecía ser que el sacerdote tenía algo sumamente importante que contarle, algo tan importante que solamente podía ser dicho directamente al oído. Len se preparo para escuchar de la manera más atenta. El padre tomó aire, pero en lugar de pronunciar cualquier cosa, apretó su mano hasta forma de un puño y con un movimiento rápido soltó un fuerte y brutal golpe en la mejilla izquierda de Len, empujándolo con tal fuerza que el joven Kagamine no pudo hacer nada más que caer al suelo.

—¡Len!— Gritó Rin exaltada y sorprendida, al ver a su hermano golpeándose la espalda contra el suelo.

Rin corrió con rapidez hasta donde se encontraba Len para auxiliarlo, sobando su nuca a la vez que con la otra mano tocaba el enorme moretón rojizo que se había formado al instante después del golpe. —Len, Len, ¿Qué te pasó?— le pregunto apurada mientras Len solo permanecía en silencio, demasiado exaltado para hablar por la escena que se encontraba frente a él.

El párroco, el mismo que minutos atrás se había presentado de una manera un poco agresiva pero a la vez perezosa, se había levantado de su asiento y ahora les miraba a los dos con una mirada llena de asco y de odio, como si ambos no fueran más que un par de basuras condenadas al infierno.

En las cercanías, todas las personas que se encontraban cerca, habían desviado su atención a la pareja que se encontraba en el suelo, incluyendo entre ellas a una mujer con sus dos hijos hombres, que para volver más perfecta la situación, resultaron ser gemelos. Y ahora que ya todo estaba colocado en su lugar, era turno del padre de hablar.

—Quieren decirme…— Comenzó diciendo bajando la mirada —¿Qué es lo que se necesita para que un par de personas, no, para que un par de engendros como ustedes tengan el descaro y el cinismo de venir a la casa de Dios y confesarse, fingiendo estar arrepentidos de sus pecados, pero que en realidad han cometido el imperdonable pecado del incesto?— su tono de voz se fue intensificando hasta que termino gritando las últimas palabras, dejando atónitos a el resto de los presentes.

— ¡¿Le contaste del incesto?— Le gritó Rin a Len.

— ¿Tu no?— le respondió a manera de respuesta, de una manera no solo extrañada, sino también ofendida.

— ¡Por supuesto que no!— Le contesto gritando de nuevo — ¡Porque confesaría algo de lo cual no me arrepiento!— esta oración solo provoco mas asco en la mirada del sacerdote.

— ¿Qué… no te arrepientes?— preguntó indignado el sacerdote, — ¿Cómo es posible, que ni siquiera estando en la casa del señor, seas capaz de siquiera sentir un poco de piedad por tu alma?—

Rin permaneció unos segundos en silencio, pensando en responder esa pregunta de la única manera en la que podía ser respondida.

—Pues… ¡Porque el incesto no es un pecado!— Gritó provocando que su voz resonara por toda la iglesia, llegando incluso a ser escuchada por los ayudantes de la parroquia que se encontraban en la parte trasera del edificio —Al menos no si es consensuado— Agregó rápidamente para que sus palabras no transmitieran la intención equivocada.

Len se había puesto de pie y observaba las miradas de los demás fieles que se encontraban alrededor de ellos, las mujeres los miraban con una expresión de desaprobación total, condenándolos al infierno con esta, el chico se cubría la boca en una clara expresión de asco, y la mujer, madre de gemelos, se horrorizaba ante lo que escuchaba, intentando cubrir los oídos de sus hijos de la palabra con "I", mientras estos solo se preguntaban "¿Qué es incesto?"

—Lo que nosotros dos tenemos es amor— Dijo Len confrontando al sacerdote de una buena vez, —y no hay nada de malo en el amor— y con esta frase, desafió al sacerdote, en su propia iglesia.

Durante los siguientes segundos, la capacidad de razonamiento del padre llegó a ser desafiada hasta un punto que él creía imposible. No solo estaba frente a una pareja que realizaba incesto sin el más mínimo de los arrepentimientos, sino que lo consideraban como algo bueno, algo normal, como si se tratara de una relación amorosa común y corriente. ¿Cómo era posible que estuvieran tan enfermos? ¿Qué clase de extraño demonio se habría infiltrado en sus mentes hasta dejarlas tan retorcidas como para pensar de una manera tan, tan errónea?

Enfermizo, simplemente, enfermizo.

Y ese sacerdote, quien en esos momentos tenia la sangre hirviendo como nunca antes en su vida, no deseaba quemarse la cabeza pensando en lo perdidas que estaban sus almas. No, no en ese momento. Quizá en otro en el cual no deseara tanto el retorcerles el pescuezo con tal de que dejaran de arrojar blasfemias a diestra y siniestra por toda la locación sagrada en la que se encontraban.

Por ahora, ellos dos solo eran un par más de condenados a pasar la eternidad pudriéndose en el infierno. Y a él no le deberían de importar que un par de niños tontos quienes tomaran el camino del pecado.

—Muy bien…— comenzó diciendo con la voz pasiva de nuevo —Si a ustedes dos le apetece condenarse al infierno, pues al infierno les dejare ir— Dijo comenzando a caminar hacia los dos —Pero no les permitiré que sigan blasfemando de esa manera en mi iglesia, ¡así que lárguense!— Gritó señalando la salida del templo.

¿Estaban expulsándolos de una iglesia? ¿De verdad?

—¡No tiene derecho a largarnos de aquí!— Le replicó la rubia —Para mí, es usted quien debería de salir de aquí si es un sacerdote que no es capaz de reconocer el verdadero amor— Ese sí que había sido un golpe bajo.

—Rin— Len llamó la atención mientras le tomaba de la mano y comenzaba a avanzar en dirección de la salida —Mejor vámonos, no hay que buscar problemas, por favor— le exigió al darse cuenta del inconveniente que supondría comenzar un pleito con ese padre, pues seguramente terminaría excomulgándolos a los dos.

Rin volteó a ver los ojos de su hermano durante unos segundos, y fue que comprendió la angustia por la que estaba pasando, pues en ningún momento había sido su deseo provocar ese golpe ni esa discusión. Ese padre era un cabeza dura, pero no le podían decir nada, no en ese lugar, no habría sido propio de un fiel católico.

—De acuerdo, vámonos— fue lo único que dijo Rin como respuesta, pues para ella, dejar a ese padre con la razón de que lo que ellos dos hacían estaba mal, era lo equivalente a "dejarlo ganar", Lo cual la hacía sentir, hasta cierto punto, humillada.

—¡Si, lárguense cerdos pecaminosos!— gritó el chico que se encontraba sentado delante de ellos, con una aparente valentía, la cual se disolvió al instante cuando ambos gemelos le dirigieron una mirada mordaz, y prefirió esconderse del otro lado de la banca. Más le valía a ese sujeto cuidarse el cuello.

—Entonces creo que esa confesión no fue valida, ¿verdad?— Comentó Rin con curiosidad.

—No te preocupes, esperaremos a que el padre Thel venga a la ciudad para comentarle esto, y seguramente el nos dará la confesión— Le aseguró Len una vez que salieron del templo, dándole la espalda de nuevo a Jesucristo, pero esta vez, con un deseo mayor de redención, pues al fin habían enfrentado, mas no superado, a uno de sus temores desde que habían iniciado su relación prohibida: Un sacerdote enojado.

Y así, ambos continuaron su camino en dirección a su hogar, con el deseo de una próxima y justa confesión, con la cual pudieran volver a sentirse cómodos en una iglesia, sin necesidad de sentir que le debían algo a alguien, aunque tal vez fuera mejor idea detenerse a descansar, pues Len comenzaba a sentirse mareado por el fuerte golpe que había impactado en su rostro.

Pero adentro del templo, la mente de ese cruel sacerdote seguía procesando lo que acababa de ocurrir, pero esta vez, intentando racionalizar un nuevo horror que había llegado a su cerebro, mientras continuaba sentado en el compartimiento del confesionario fingiendo escuchar las confesiones de una de las mujeres que se encontraban en ese lugar durante la escena ocurrida.

Si bien, ellos dos estaban en ese lugar para buscar el arrepentimiento, este debió de haber sido provocado por un tercer factor entre los dos, algo que les hubiera provocado un cambio en la manera de pensar y que muy probablemente les había dado la suficiente razón como para arrepentirse y tragarse su incestuoso orgullo. Y según su razonamiento y experiencia, este factor no podía ser otra cosa más que un hijo, un hijo de su repulsiva unión.

Eso quería decir, que si ellos dos estaban ahí, era porque estaban buscando lo mismo que él había supuesto antes de que el chico le revelara su incesto, la confesión para poder consumar su unión y casarse.

¡NO, NO, NO Y NO!

No podían estar pensando en casarse por medio de la iglesia católica, no podían pensar en tener un hijo incestuoso bendecido por Dios, no podían ser una pareja incestuosa bendecida por la unión matrimonial, y sobre todo, no podía existir un sacerdote tan cínico e hipócrita como para unirlos aun sabiendo de su pecado.

Tenía que pensar de manera positiva, esperar a que estuviera equivocado, a que algo mas les hubiera provocado el deseo de redención, y que jamás llegaran a casarse, ni a tener hijos, sino todo lo contrario, que se separaran y que tuvieran relaciones normales respectivas.

Seguramente, esos dos solo eran un par de locos que querían llamar la atención, y lo mejor sería olvidarse de ellos.

Fin del capítulo 6