12. Médico Mentiroso

La discusión entre los Kagamine había causado un efecto ligeramente negativo en los futuros progenitores de un material incestuoso.

Aun si casi no se comunicaban con sus padres, debido principalmente a su trabajo como Vocaloids, y de que habían pasado casi diez meses desde la celebración de navidad en donde los habían visto, seguía siendo una desilusión que hubieran tomado la noticia tan mal.

Quizá es que fuera algo tonto, pero quizá y solo quizá, Len y Rin se imaginaban que la reacción de sus padres podría haber sido mejor, tal vez porque fueron sus padres, aunque más exclusivamente la madre, pues hay que recordar que el padre se había ausentado durante casi diez años, quienes les habían enseñado de lo que de verdad se trataba el amor.

Quién sabe, quizá hubiera sido mejor haberles contado del embarazo hasta después de que se casaran, de esta manera, sería como si solo les quedara aceptar el hecho.

Ahora las cosas estaban en su relativa calma habitual para los gemelos, con excepción de que ahora sabían de que no contaban con el apoyo supuestamente incondicional de sus padres.

Rin estaba sentada el sofá de la casa, con Len recostado a su lado, recargando su cabeza en su regazo, acariciando con su mano izquierda la barriga algo crecida de su amada, con bastante cariño, mientras que Rin palpaba con las puntas de sus dedos los delicados mechones rubios de su hermano. Ambos parecían estar ligeramente adormilado, realizando los movimientos manuales con una ligera incercia natural.

Detrás de ellos dos, en una mesa de madera oscura y barnizada, estaba Miki, sentada al lado de Meiko, del Maestro de y del padre Thel, los tres bebiendo algo, Meiko y el Maestro con bebidas alcohólicas, la de la castaña en latada y la del Maestro en botella de vidrio y Miki y el sacerdote con simple te en pequeñas tazas de color verde.

—En serio, que me habría gustado haberles dicho una o dos cosas a los padres de Len y Rin antes de que se fueran— comentó Meiko con algo de enojo justificado en su voz —No es justo que sus padres los traten de esa manera, ¿sino para que están?— preguntó con indignación.

—A mí también me habría gustado decirles un par de cosas— intervino Miki dando un sorbo a su bebida, sin estar muy segura de lo que eran esas "cosas" que les habría podido dirigir a los señores Kagamine.

—No se preocupen, ellos dos estarán bien solos, siempre están solos— alegó el Maestro con insulsa alegría falsa, que más que nada demostraba algo de hipocresía.

—Esos no son buenos padres— concordó el sacerdote con Meiko —Los padres debería de proteger a sus hijos, de orar por ellos, ayudarlos a crecer, y de hacer hasta los más humanamente posible por su bien— argumento del comportamiento paternal.

—Dile eso a los pro—abortistas— dijo de la nada Salta, recibiendo miradas inquisitivas de las personas que estaba a su lado —¿No es verdad?— preguntó fingiendo que le importaba un carajo.

—Como sea, en realidad creo no podíamos pedir otra cosa— intentó consolar la peli rosada —El incesto aun es mal visto en el mundo entero— les recordó ese pequeño detalle.

—Pero eso no deja de hacer que sean sus padres— insistió Meiko con el tema del amor incondicional —Si yo tuviera un par de hijos que hicieran incesto, los respetaría si es su decisión mutua— sentenció sin arrepentimiento alguno dentro de sus palabras.

—¡Siempre que no los golpearas en un momento de ebriedad, serías buena madre!— le exclamó el Maestro mientras continuaba con su actitud de no importarle la conversación.

—¡Si tuviera hijos jamás los lastimaría!— protestó la castaña indignada —Si tuviera hijos, dejaría el alcohol desde antes de embarazarme— dijo la un poco más calmada, siendo esta una poco creíble predicción.

—Creo que se refería a Tobi— le intuyó Thel, recordando el caso de violencia domestica de los Kagamine hace unos años, del cual solo se conocían rumores, no solo en la vida pública del Kagamine, sino también para sus compañeros de casa.

—¿Entonces es cierto que…?— comenzó a preguntar Miki en voz alta, pero después de voltear a ver a los gemelos, bajó un poco la voz, solo para evitar incomodidades —¿Es cierto que Tobi golpeó a Len cuando era solo un niño?— le preguntó más bajo al oído al sacerdote, sintiéndose mal de solo hacer esa pregunta.

—Solo supe de un caso de violencia domestica en aquellos tiempos, cuando ellos vivían en el pueblo en donde yo he dado mis servicios, supuestamente, y según logré llegar a escuchar, fue porqué Tobi estuvo alcoholizado, y no estoy seguro, pero creo que tuvo que ver algo con que Len estuviera vestido de niña— dijo sin estar muy seguro, basándose solo en rumores que ni el mismo creía.

—¿Pero que nunca le confesaron algo de eso?— preguntó extrañada Meiko.

—Sí, de hecho si— confirmó el párroco sin mostrar inmutación en su expresión.

—Entonces usted debe de saberlo mejor que nadie— concluyó Miki con ese simple silogismo.

—Sí, pero es secreto de confesión— dijo algo molesto, por no decir insultado —No estamos en la edad media, no puedo revelarles algo que me dijeron en una confesión— y volvió a dar un sorbo a su te intentando dejar el tema de lado.

—Pero que feo— dijo Meiko un poco consternada, por el asunto del abuso, no por el voto de silencio —No sabía eso de Len, seguramente eso le trajo problemas a él y a Rin en los años siguientes— intentó adivinar de la situación emocional de Len.

—Bastantes— le aseguró el Maestro —No solo a Len, sino a Rin, el abandono de su padre les trajo una sensación de que cualquier cosa que fuera amor y que les mantuviera unidos era algo bueno— especuló, para después llevarse una mano a la barbilla—Aunque tal vez ayudó también que yo los forcé a dormir juntos después de los catorce— Rió con algo de ironía y una competa falta se simpatía.

—Es un idiota— le dijo de manera certera la castaña para su representante.

—Vamos, no hablemos del lo que hacen ellos dos como si fuera algo malo— dispuso Thel —Hay muchas cosas que lo provocaron, pero si de verdad les ayuda a esos dos a ser mejores personas y a superarse, no veo porqué debería de ser tomado como un tabú—

—Dígale eso a sus padres— dijo con la misma consternación de antes la peli rosada, aun sin poder calmar su molestia por aquella injusticia.

—¡La comida está lista!— se escuchó el gritó desde la cocina de la querida Miku, quien sostenía un cuchillo grande en la mano derecha y que traía puesto un delantal de color amarillo.

De esta manera la conversación se vio interrumpida, pero para pasar a algo mejor.

—¡Comida!— gritaron simultáneamente Len y Rin, saliendo de su sueño ligero corriendo, levantándose como locos del sillón y comenzando a correr a la cocina, pero Len detuvo rápidamente a Rin al ver quien se encontraba en la puerta y con qué.

Miku, más un cuchillo, más una mujer embarazada corriendo contra ella, solo podía ser la fórmula para una tragedia de la cual Len estaba dispuesto a evitar.

Así que después de darle una mirada acusadora a la peli verde, esta colocó el cuchillo con el filo hacía abajo, y con una simple risita algo irritante, entró a la cocina de nuevo para evitar cortar a alguien.

Después de ella, los gemelos se dispusieron a entrar, tomandose de las manos al caminar por la puerta, seguidos por el Maestro, Meiko y Miki, pero no por Thel.

—Padre, ¿No le gustaría comer con nosotros?— preguntó amablemente Meiko, esperando una obvia respuesta positiva.

—No me gustaría molestar— dijo él con similar amabilidad aunque con tono más sumiso—Preferiría salir a buscar un restaurante, dicen que hay mucha comida exótica en esta ciudad— y tras esto se dio la vuelta en dirección de la puerta, aunque con algo de culpabilidad por declinar a la invitación.

—¿Y a usted le gusta la comida exótica?— preguntó la castaña con una sonrisa, prediciendo de nuevo la respuesta.

—No realmente— admitió el párroco, quedando en evidencia.

—Venga— le incitó a entra en la cocina, una vez que la cortina de amabilidad del sacerdote dejó de importarle —Que ya le enseñamos a Miku como no matar con la comida— bromeó un poco mientras jalaba al sacerdote un poco confundido por esa frase, directamente a la entrada de la cocina.

Miku había preparado sushi, una gran cantidad de rollos de distintos tipos de peces y de distintos tipos de anchos y largos, estaban sobre un plato de porcelana blanca, en el centro de una mesa circular con un gran sillón rojo de forma de media luna, en donde cabían hasta diez personas. En el sillón solo estaban sentadas Lily y Gumi, aparte de Miku quien ya había tomado lugar.

Todos se sentaron en el sillón sin hacer mucho ruido, con excepción de las palabras de los habitantes que agradecían a Miku y elogiaban el aspecto de su comida. No pasó más de un minuto en lo que Kaito y Gakupo bajaron las escaleras corriendo, después de haber estado jugando en el cuarto del azulado, y se sentaron en los extremos de las mesas, siendo Kaito quien quedó al lado del sacerdote.

—Lo hiciste muy bien Miku— le alabó una vez más el peli azul por sus crecientes habilidades culinarias, dándole un pequeño y compensativo beso en los labios a su novia, teniendo que subirse prácticamente a la mesa para esto.

—Aunque hice mucho atún— se dijo a sí misma la diva —Olvidé que Luka no estaba— dijo provocando que el vocaloid samurái se consternara un poco y frunciera el seño al recordatorio de que su novia no estaba presente desde hace semanas.

—Maestro— dijo el peli morado, llamando la atención del representante quien estaba a punto de llevarse el primer trozo de carne de pez a la boca —¿Cuándo va a regresar Luka?— preguntó con ligero grosor en su voz, como si estuviera preocupado, aunque esto sería poco decir en comparación a como se sentía.

—¿O mejor dicho donde está?— intervino Meiko —Solo dijo que tenía un viaje y ya— se quejó un poco de la seria actitud de la peli rosa.

—Luka está de vacaciones en estados unidos para el cumpleaños de su padre— dijo él con seriedad —Y regresará, me imagino, cuando ella misma lo considere conveniente— explicó restándole mucha importancia al hecho de que una de las cantantes hubiera estado fuera por casi dos meses.

—Bueno, en lo que llega, podré comer más atún, ella siempre se lo lleva todo— dijo Rin en un tono de euforia, mientras comenzaba a cargar algunos rollos alargados a su plato, pero tan pronto como tomó el primero, con los palillos de madera, otro para de palillos salió de repente y se lo arrebató del agarre que tenía.

—No tan rápido Rin— expresó retador Gakupo, tomando toda la carne de atún —Este sabor es la única cosa que me recuerda a MI Luka— y comenzó a poner rollo tras rollo de pescado en su plato servido frente a él, tomando el más grande en donde la comida estaba servida, para así evitar que la rubia lo agarrara.

—¡No te lo lleves!— gritó enojada mientras intentaba recuperar su merecido alimento, pero simplemente no alcanzó con la rapidez con la que lo hacía el peli morado, dejando su plato al otro lado de la mesa, más larga de lo que medía el torso de la rubia.

—Lo siento Rinny— se burlo el mayor con una sonrisa triunfante, mientras que Rin solo comenzaba a formar el enojo, mientras que Len se molestaba de una manera similar, aunque esto era tal vez porque detestaba que alguien más le llamara Rinny a su hermana.

—Ya no importa Rin, hay más cosas…— comenzó a tranquilizar el rubio a su hermana, antes de que esta lanzara su plato directamente a la cabeza de Gakupo, provocando un grito algo agudo por parte del morado —¡Rin!— Gritó Len asustado mientras la tomaba de los brazos para evitar que lanzara algo más.

—¡Len, controla a tu hermana!— le gritó Gakupo sobando con ambas manos su ojo derecho, en donde había dado el golpe.

—Te lo mereces por idiota— le dijo Meiko intentando tranquilizar las cosas, pues era molesto que nadie más pudiera haber tomado la comida, o que hubieran comenzado a interrumpir la plática tranquila.

—Lo siento— tuvo una disculpa aparente la chica Kagamine, pero segía con el pensamiento de que el samurái era el culpable.

Pero Gakupo no respondió con una misma disculpa ni nada por el estilo, solamente permaneció serio, sin siquiera darle la mirada a la chica o a su hermano, y solo centrándose de nuevo en comer el botín de atún robado, aunque antes de comenzar a comer sacó su lengua en desprecio a la disculpa de la rubia, como si se tratara de un niño pequeño después de que su mamá le negara un dulce, por lo que Rin volvió a lanzar otro plato, esta vez el de su hermano, directamente a su otro ojo.

—¡Rin!— Gritó asustado Len mientras la volvía a sostener de los brazos, pero esta solo se quedó quita en su lugar.

—Estás loca— le dijo Gakupo mientras se cubría los dos ojos, ahora casi tan morados como su cabello.

—Ya basta— les dijo la castaña, trayendo dos platos más —No se vuelven a lanzar cosas o a ser maleducados o se van los dos a sus cuartos sin comer— Exclamó mientras los volteaba a ver a todos enojada, por algo era como la madre para la mayoría de ellos.

Y sin decir una sola palabra más, ni de volver a mostrar nada de desprecio, solamente se callaron los tres, aunque Len ni siquiera tenía culpa de nada. Así todos comenzaron a comer con tranquilidad, aunque Thel se contenía un poco al momento de seleccionar lo que deseaba del gran plato del centro, pues aun viviendo en Japón durante casi veinte años, le costaba trabajo diferenciar entre los tipos de pescado y sus sabores, habría comido aquello máximo una o dos veces en su vida, y Salta, solo consumía todo lo que podía, metiéndose hasta tres rollos en la boca y masticándolos hasta hacerlos una masa fácil de tragar, parecía más una trituradora de alimentos.

Así continuaron comiendo durante un rato, de manera bastante silenciosa, y es que en el pasado los momentos en la comida era uno de los ratos en los cuales todos los que estuvieran presentes para se podían aligerar su día, charlando, platicando de cualquier cosa, y poder tratarse como seres humanos, muy diferente a como eran tratados por el Maestro.

Pero en los últimos días, muchas cosas habían pasado, no solo el embarazo de Rin y la proposición de matrimonio de Len a su propia hermana y de todo lo que esto conllevó. Sino también ciertas cosas entre los habitantes, por ejemplo que Meiko ya nunca le dirigía la palabra a Kaito con algo que no fueran insultos o regaños, hasta el punto en el que ya no parecían amigos, como hacía diez años.

Por otro lado, Kiyoteru ya no se comunicaba con quienes antes pasaba más tiempo, con Lily y con Gumi, ahora solo era el par de chicas juntas sin invitar al mayor, quien ahora pasaba mas su tiempo en tutela de Yuki.

Piko estaba entrando en la edad de la pubertad, difícil por donde se le viera, entre tantos cambios físicos y emocionales, casi igual que Ryuuto, quien comenzaba a responder de manera agresiva a las órdenes del Maestro y de los productores, quizá a causa de la misma edad que estaba atravesando de manera casi simultánea con Piko, y los cambios emocionales de Yuki empeoraban cada vez mas desde que había tenido su primer periodo y se había convertido en toda una mujer.

Al mismo tiempo de todo eso, la misma Miku comenzaba a desear casarse con Kaito, no por una razón en particular, pero su deseo se extendía mas allá de que Rin se fuera a casar con alguien, se extendía desde hacía año y medio, cuando Kaito se había realizado pruebas de fertilidad y había descubierto que tenía un alto grado de esterilidad, que no era nada alentador para el plan de vida de la peli verde, pero que seguía sin ser razón para no pasar el resto de su vida a su lado.

Así sentían que la casa de Vocaloid, estaba medio muerta en los ánimos, pero bueno eso no quitaba que pudieran seguir disfrutando de una buena comida con la familia disfuncional que no habían elegido.

—Y dígame padre— comenzó a abrir la conversación Miki —¿De dónde vienen usted y el Maestro?— preguntó con algo de curiosidad, pues ese era un tema que jamás se había contado en esa casa.

—Somos de un viejo país de Europa del este— se metió Salta —Pero no tengo idea de cuál era, o si tan siquiera sigue existiendo, ni de donde estaba— explicó con simpleza, como siempre, restando importancia al tema.

—De verdad, que hay que ser más tonto que Miku para no saber en dónde queda tu propio país natal— dijo Rin decepcionada de la inteligencia del representante, ofendiendo también a la de cabello verdoso.

—Yo si se donde está Japón— susurró ofendida Miku sin que nadie le pudiera prestar atención.

—¿Dónde era?— preguntó el Maestro a su hermano — ¿Era en Checoslovaquia?— intentó recordar el primer país del que dijo que era durante alguna pregunta importante, o solicitud necesaria.

—No, no era el Checoslovaquia— le corrigió el sacerdote, sin mostrar lo apenado que estaba, mientras el resto de los habitantes solo volteaban la mirada apenados.

—¿Entonces era en Bielorrusia o en Prusia? — comenzó a lanzar lugares que recordara como si fuera a atinar.

—Era en la Republica Socialista Soviética de Ucrania— contestó comenzando a molestarse —Que pasó a ser llamada solamente Ucrania después del final de la guerra fría— le explicó, dejando al hombre mayor algo extrañado.

—Como sea, según mis papeles en este país, vengo de la Rusia y listo, daría lo mismo poner "sovietico" en mi identificación— intentó finalizar la conversación con ese hecho.

—¿Significa que es residente ilegal?— preguntó algo espantada Miki, pues un residente ilegal era lo único que faltaba para volver más imperfecta esa casa con una pareja incestuosa embarazada.

—Ilegal tiene muchos significados— se burló el hombre, restando con eso el valor a cualquier método legal que existiera en el mundo —Tan ilegal como cuando Kaito tuvo sexo con una Miku menor de edad— reveló sin pesar alguno, dejando sin palabras a todos los presentes, en especial a la pareja verde—azul —Y creo que sería superfluo mencionar a los gemelos incestuoso— volvió a burlarse mientras palpaba una botella de bebida alcohólica que llevaba desde la sala y con la cual acompañaba el sushi.

De repente Rin comenzó a taparse la boca con la mano en lo que comenzaba a ser una gran cantidad de asco recorriéndole todo el cuerpo.

—Rinny, ¿Estás bien?— preguntó Len comenzando a alarmarse desde lo poco, viendo como a su hermana le daban ancadas que le provocaban tener que inclinarse sobre la mesa.

—Estoy bien, solo creo que tengo que ir al baño— dijo en lo que se empezaba a pasar entre el Maestro, Miki y el sacerdote para caminar al baño que estaba al lado de la cocina, pero no alcanzó a dar un solo paso antes de que sus tripas le traicionara y vomitara en el suelo de la cocina todo lo que recién acababa de comer.

—¡Qué asco!— gritó Kaito mientras se hundía más en su asiento, intentando no ver lo que pasaba por la garganta de la rubia y caía al suelo.

Len corrió alarmado a auxiliar a su hermana en lo que esta comenzaba a sentirse mareada, siendo sostenida por el padre y por la peli rosada para evitar que cayera al suelo.

—¡Rin!— gritó el otro rubio intentando levantarla, para después ver como pasaba y se desmayaba en sus brazos.

—Miku ¿Acaso ese pescado estaba intoxicado o qué?— preguntó igualmente alarmada Meiko, de manera directa a la peli verde.

—No sé, yo solo lo limpié y lo preparé— se intentó defender la peli verde mientras comenzaba soltar unas cuantas lagrimas de arrepentimiento por haber cocinado ese día.

—Hay que llamar al doctor— dijo Len apresurado —Esperemos que no le esté pasando nada malo al bebé— se lamentó mas a si mismo que alguien más, pero los demás lo habían escuchado bien, sobretodo Miku, quien se lamentaba por poder convertirse en una infanticida.

Tan solo unas horas después, un sujeto de cabeza rapada, estaba parado frente a la puerta de la casa, vistiendo una bata blanca sobre un traje oscuro con una gran maleta color crema en las manos y una gran sonrisa en su rostro.

Tocó el timbre, dejando que se escuchara la melodía de tono medieval que caracterizaba a esa casa. Sería necesario, para el mejor entendimiento de la psique de este hombre parado frente a la puerta, mencionar que por dentro, se sentía como un niño pobre a punto de entrar en la fábrica de dulces más grande del mundo.

La puerta de metal se abrió con una inusual rapidez en lo que se dejaba ver a Meiko vestida con su típico traje rojo.

—¡Oh por Dios, tu eres sakine Meiko!— gritó el hombre emocionado, dejando su maleta en el suelo, casi lanzándose directamente encima de la chica castaña, pero se detuvo y solamente le tomó de la mano de manera obsesiva. Al ver la bata, Meiko identificó al sujeto como el posible médico de los Kagamine o como un violador potencial.

—¿Es usted el médico de embarazos de Rin?— le preguntó mientras este seguía moviendo su mano de arriba hacía debajo de manera tortuosa, hasta el punto en el que Meiko casi sentía que el hombro se le iba a zafar de su lugar.

—Medico de prenatal— confirmó el sujeto volviendo a tomar su maleta —Mucho gusto, usted puede llamarme Mikhail— se presentó con ella de una forma ligeramente más educada —Y tu eres Sakine Meiko, la primera Vocaloid de origen japonés en haber prestado sus servicios musicales— le dijo él con alegría como si estuviera conociendo a su estrella favorita.

—Sí, lo soy— aunque la chica se sintió algo alagada de que alguien la recordara como la primera Vocaloid, en verdad, en ese momento le interesaba más que atendiera a Rin —Pero creo que será mejor que pase y que revise a Rin— le recomendó mientras se movía de lado y le dejaba entrar.

—Muchas gracias— el sujeto entró a la casa —en realidad tu eres una de mis Vocaloids favoritas, amo tu voz profunda— le confesó, provocando que la Sakine adquiriera un pequeño sonrojo ante ese complemento —Aunque también Miku es bastante excelente— le soltó de repente y adiós al sentimiento de alago, era obvio que le gustaba más Miku, al igual que a casi todos sus fanáticos cuando la peli verde se presentó por primera vez.

—Meiko, ya llegó el médico— le preguntó Kaito bajando rápido de las escaleras, intentando no mirar directamente a la chica.

—¡Kaito!— gritó el médico como si lo conociera desde hace años, terminando el azulado algo confundido por el llamado, únicamente respondiendo con un apretón de manos al saludo frontal del médico —Eres el mejor vocaloid mayor de edad que hay, y adoro tu voz tan profunda— le alabó con bastante respeto de su parte, algo difícil de encontrar entre muchos de sus fanáticos.

—Es el médico de Rin— le aclaró Meiko al Shion para que este saliera de toda confusión provocada por la repentina aparición del sujeto, aunque le pareció extraño que no lo reconociera como médico en cuanto viera la bata.

—Me alegra que haya llegado— le comentó Kaito mientras le seguía saludando.

—De acuerdo, necesito ir a revisar a Rin— les dijo a los dos Vocaloids de la primera generación en lo que estos comenzaban a guiarlo al cuarto de arriba —Saben, siempre pensé que ustedes dos se verían muy bien si estuvieran juntos como pareja— les comentó sin una razón especifica, provocando que los dos se incomodaran un poco con ese comentario. Si solo supiera lo que pasó entre ellos dos…

Rin estaba recostada en su cama, con un pañuelo en la frente mientras mantenía los ojos cerrados, aunque se hubiera despertado desde antes, no tenía deseos de levantarse, ni siquiera de hablar. A su lado estaban parados el padre Thel, el Maestro, Miku, y Lily sentada junto con Gumi sobre el escritorio, Len estaba de rodillas a su lado, sosteniendo su mano.

—¿Alguien llamó a un medico?— preguntó alegre el hombre de cabeza rapada mientras entraba a la habitación, sorprendiendo a todos los presentes.

—Doctor— dijo Len apresurado, parándose al lado de Rin —Que bueno que pudo venir— agradeció con una reverencia respetuosa.

—¡Hatsune Miku!— gritó el hombre emocionado, corriendo hacia la diva más famosa, ignorando a ambos Kagamine —¡Soy un gran admirador tuyo, tengo todos tus discos y he ido a casi todos tus conciertos!— le dijo sin poder contener la emoción de verla, sujetando sus dos manos con ánimo.

—Creo que tiene un trabajo que hacer, Doctor— le llamó Salta mientras lo sujetaba del hombro, mirándolo con un repentino desprecio, algo usual en ese hombre.

—¿El bebé se va a salvar?— preguntó una preocupada Miku acercándose más al hombre, provocando que este recordara de inmediato su deber en ese lugar.

—No se preocupen, no debe de ser nada grave si solo comió algo en mal estado— dijo con seguridad mientras habría su maletín y desde donde se alcanzaban a ver varios tubos de vidrio y algunos otros instrumentos de plástico —solo necesito algo de privacidad con el paciente y con su hermano— es avisó a todos, quienes comenzaron a salir por la puerta, a excepción de Len, quien se quedó estático, observando como el médico comenzaba a sacar un par de objetos pequeños similares a termómetros.

—Váyanse, no retrasen al médico— les pidió Len algo preocupado por el estado de su hermana, tomándola con más fuerza de la mano mientras esta comenzaba a abrir los ojos poco a poco por el sonido de los pasos.

—Espero que termine rápido— comentó Meiko de la nada, una vez que todos estuvieron afuera del cuarto —La verdad ese tipo no me trae nada de confianza— se atrevió a compartir con los demás presentes, su primera impresión del sujeto.

—No le veo ninguna razón para desconfiar de una persona quien ha prestado su apoyo a un caso como este— protestó ligeramente Thel ante la acusación de desconfianza hacía el médico, después de todo, de verdad les ayudaba.

—No importa eso— terminó diciendo la castaña —Miki me comentó algo acerca de las pastillas que le dio ese nombre a Rin, y de lo sospechosas que se veía— les dijo a el resto de los vocaloids, quienes solo se incomodaron ante aquel hecho.. No soportarían que le hicieran algo malo a Rin ni a Len, ni mucho menos a la creatura inocente que venía en camino.

—No se preocupen— les tranquilizó el Maestro, sentándose en el suelo del pasillo, al lado de donde estaba recargado su hermano —Lo tenemos muy bien vigilado— les aseguró a los dos mientras comenzaba a sacar un puro para encenderlo y fumarlo unos segundos después.

—Y recuerda, que te tienes que tomar tu medicina antes de comer— se escuchó decir al médico del otro lado de la puerta tras unos minutos de la consulta médica, en la que los demás habitantes se quedaron expectantes.

La puerta se abrió de repente en lo que el hombre de la bata salía finalmente con una sonrisa de satisfacción en la cara, sosteniendo si maletín con ambas manos. Por dentro del cuarto, se podía ver a una Rin bastante alegre que se sentaba en su cama tranquila, mientras que Len le acompañaba estando sentado del otro lado de la cama.

—Muchas gracias Doctor— hablaron Len y Rin simultáneamente antes de que la puerta se cerrara y después comenzaran a escucharse los sonidos de besos y movimientos bruscos de la tela, provocados por la caricias que se estaban otorgando mutuamente.

—Ya todo está terminado— les avisó a todos quienes esperaban fuera del cuarto, logrando muchas sonrisas, aunque Mieko seguía algo seria, al igual que el Maestro y el padre Thel.

—¿Qué era lo que tenía?— se atrevió a preguntar la castaña.

—Eso que importa, solo importa que Len y Rin están a salvo— le dijo Miku acercándose al médico, bastante aliviada por saber que no se iba a convertir en una infanticida.

—¿Qué tenía?— volvió a preguntar, ignorando a la peli verde con algo de desprecio.

—Solamente que su estomago comenzó a hacer la digestión sin tener las pastillas que yo le había dicho que tomara antes de cada comida— le explicó, dejándola un poco anonadada.

—¿Solo por no tomar la pastilla antes de comer, se estaba desmayando?— preguntó sin salir de su asombro —¿Qué tan fuerte es ese medicamento?— preguntó algo asustada.

—No, uhm, bueno, lo que pasa es que a Rin se le olvidó tomarla en otra comida anterior, por eso sintió el malestar al olvidarla otra vez— justificó de una manera poco creíble para la castaña.

—Bueno, dejemos las explicaciones medicas para otro momento— dijo Salta levantándose y acerándose al doctor —Miku, debido a que nuestro doctor ha sido tan útil últimamente, no sería mala idea que lo llevaras al estudio de la casa a firmarle alguna foto— sugirió de la nada con un especial interés en pagar esa deuda.

—Claro, sería buena idea— se alegró la diva —Siempre que al doctor le parezca buena idea— volteó a ver al hombre de la bata, quien no dejaba de sonreír como un yonki a punto de recibir la dosis más grande de heroína de su vida.

—¡Claro que me gustaría un autógrafo de los Vocaloids!— exclamó entusiasmado mientras sacaba de su saco por debajo de su bata un CD de Miku en su estuche, el disco de Miku más famoso de todos —Siempre traigo este conmigo— les informó a todos, aunque a Miku no le extrañaba que sus fanáticos fueran capaces de cargar sus discos a todas partes.

—Venga para acá— le indicó mientras tomándole de la mano, comenzaba a caminar a las escaleras, siendo seguida por Lily, Gumi, Gakupo, y Kaito.

—Tú también ve Meiko— le ordenó el Maestro a la rojiza mientras los demás seguían al hombre alegre y feliz por poder darle la mano a su diva favorita.

Un poco dudosa, la castaña comenzó a caminar en fila con el resto de los Vocaloids, preguntándose por qué salta le habría sugerido algo así a Miku, siendo que él detestaba que la peli verde diera autógrafos gratis. Y sabía que había algo más que solo un cobro de 20,000 yens detrás de eso.

Unos minutos después, la reunión en el estudio de grabación se había acabado, siendo el médico el único beneficiado tras lanzar cientos de halagos a muchos de sus artistas favoritos, en fin había sido como asistir a una convención de nuevo, solo que esta vez fue más personal.

Ahora el hombre, que continuaba usando su bata, se disponía a salir de la casa, tras subir las escaleras del sótano en donde se encontraba el estudio de grabación.

—Muchísimas gracias por todo— les gritaba el médico llamado Mikhail mientras caminaba por la sala, siendo observado por los cantantes desde una puerta péquela que daba a la parte baja de la casa.

—¡Doctor!— escuchó gritar desde la parte de arriba de las escaleras a Rin, al lado de Len.

—¿Qué pasa?— les preguntó con interés mientras comenzaba a subir las escaleras, viendo que los dos habían cambiado sus ropas habituales de Vocaloids por una ropa más ligera de verano, pero que aun era similares la una con la otra, como la ropa que usaría unos gemelos que les hacían parecer la misma persona solo de diferente genero.

—El Maestro dijo que quería darle su pago— le informó Len una vez que lo tuvo de frente.

—¿Mi pago?— preguntó un tanto extrañado, pues habían acordado que cualquier clase de transición monetaria seria arreglado al final del periodo de gestación de Rin.

—Lo sabemos, pero él dijo que un servicio a casa merecía un pago especial— completó Rin —Su oficina está en la primera puerta del tercer piso, llegando por las escaleras al final del pasillo— indicó. El médico pareció algo extrañado ante esto, más de lo normal, como si se tratara de algo grave. Fuera lo que fuera, permaneció fuera del conocimiento de los Kagamine.

—Nosotros iremos a dar un paseo— sacó el chico rubio de repente —¿No hay ningún problema?— le preguntó al doctor. Pero este no reaccionó al instante, sino después de unos cuantos segundos de mirar al fondo del pasillo de la segunda planta.

—No, no hay nada malo en eso— contestó el hombre al fin —Supongo que iré a reunirme con su representante— les dijo para después despedirse con un simple apretón de manos e irse caminando, mientras que los gemelos bajaban las escaleras y se dirigían a la salida, no sin que antes Rin buscara un sombrero de paja en el armario para que no el sol no le lastimara la epidermis.

El médico comenzó a caminar con cierta incertidumbre de lo que querría decir el aviso de los Kagamine, pasó por la puerta de cuarto de Luka, de Len y Rin, de Miku, de Kaito y finalmente por el de Meiko, ellos eran los únicos que dormían en la parte de ese piso, los demás dormían en alguna otra ala o en otro piso, pues pertenecían a distintas compañías.

Subió las escaleras con lentitud, esperando encontrarse con Salta en cuanto llegara al frente de la oficina, pasó por enfrente del largo pasillo de color verdos, sin siquiera darle importancia. Pero ese fue su error, pues antes de poder dar otro paso más, una mano lo jaló desde la parte frontal de su camisa, para llevarlo dentro de una habitación oculta.

—Es hora de que hablemos, pedazo de basura— escuchó decir a alguien dentro del pequeño cuarto oscuro, pudo ver solo una luz pequeña desde arriba, antes de que la fuerza que lo jalaba se detuviera y lo dejara pegado contra la pared.

A su alrededor solo se alcanzaban a divisar unos cuantos muebles que salían por fuera del haz de luz que lo cubría a él y a otras dos personas con cabello largo, una de ella con una cola de caballo, mientras el otro tenía el peli lacio.

—¡Salta!— gritó asustado al encontrase cara a cara con el llamado Maestro, vio a su lado a un hombre albino de similar edad, mirándolo con desaprobación —¡Thel!— gritó con similar sorpresa, pero con menor susto que antes —¡Pero qué alegría verlos a ustedes dos aquí…!— comenzó a hablar mientras que el Maestro lo sujetaba con más fuerza, para después tirarle un fuerte golpe en la cara, tirando al suelo al médico.

—No te atrevas a hablarnos de esa forma— comenzó a decirle al doctor con algo de desprecio, soltando algo de saliva encima de él al terminar su frase. El hombre trató de levantarse con ayuda de sus piernas y brazos pero el Maestro volvió a tomarlo con fuerza de la bata para levantarlo de nuevo a su altura.

—¿Puedo saber qué es lo que hice para merecer eso?— preguntó el doctor con creciente enojo, aunque con más que nada, temor de que fuera asesinado con el siguiente golpe.

—Sabes muy bien lo que hiciste ahora— le dijo Thel con voz indignada y ligeramente furiosa, pues al parecer se encontraba en un modo de pocos amigos.

—No me digas que en tu religión es malo que se ayude a una pareja incestuosa— recriminó de cierta manera contra el sacerdote, sin tener mucho sentido de hecho —Eso es todo lo que yo he estado haciendo, ayudar a una simple pareja de hermanos que se aman— intentó defenderse con ese argumento, sonando completamente fuera de si.

—Deja de decir estupideces— le molestó Salta mientras lo dejaba caer al suelo de nuevo y sacaba de su saco un pequeño frasco de plástico blanco con una etiqueta de varios colores con escrituras en cirílico y se la restregaba en la cara —¿Sabes lo que es esto?— le preguntó con obvia retorica, pues sabía que solo había una respuesta real.

—Alguna de tus drogas— respondió con bastante desprecio en su voz, a lo que recibió otro golpe en la cara, esta vez de la bota del Maestro.

— "Hormonas para el crecimiento de ganado bobino"— comenzó a leer el frasco mientras que mantenía su pie en el pecho de su invitado — "Colocar solo una dosis molida por ración de alimento al rebaño. No consumible para los humanos"— presionó con más fuerza su pecho, con lo que sacó el resto de aire de sus pulmones.

Thel lo miraba con un enojo similar, al parecer el también entendía las letras que estaba escritas en el frasco y las había leído antes, de la importancia que tenían en ese momento para ellos dos. El Maestro levantó al sujeto con una mano y lo pegó contra la pared.

—Este es el frasco que encontré en el cuarto de Rin, y las medicinas que contiene con las que esa niña tonta ha estado colocando día a día en su comida— le miró con mas enfado mientras volvía a guardar el frasco pequeño en su saco —Quiero pensar que no eres tan estúpido como para haberle dado un fármaco ilegal en casi todo el mundo a una mujer embarazada— le recriminó con el enojo justo.

—¿Por qué hiciste eso?— le preguntó directamente el padre, poniendo todo su corazón en su puño para afrontar la horrible realidad que podía tener frente a él.

—Ustedes dos no entienden la magnitud de este asunto, y de lo que conlleva para toda la humanidad— les respondió furioso e intentando zafarse del agarre.

—Creo que tendrás mucho tiempo para explicarlo— le respondió Salta, sacando de su costado un arma de 9 milímetros para colocársela por debajo de la barbilla.

—Baja esa arma— le respondió le doctor Mikhail, comenzando a entrar en pánico —¡Que bajes esa puta arma!— le gritó con fuerza, tomando su mano con fuerza e intentando rasguñar su mano con sus cortas uñas.

—Grita todo lo que quieras, estás en un cuarto de pánico, no podrían escuchar ni la explosión de una granada en el exterior— se burló de él mientras presionaba el cañón contra su piel, permitiendo que su invitado oliera toda la pólvora quemada del cañón.

—Thel, dile a tu perro que deje de andar bromeando— le pidió al clérigo con clemencia, intentando no dejar su dignidad.

—No es mi perro, es un ser humano, y creo que es hora de que comiences a ver a todos los humanos como lo que son— le regañó una vez más.

Finalmente, Salta lo dejó caer de nuevo al suelo, para que comenzara a hablar, así sabría que su vida corría peligro y de lo que podía pasar si no hablaba.

—¿Saben lo raro, que es encontrar a una pareja de gemelos que procedan de un solo cigoto, que sean de diferente sexo y que no tengan problemas cromosómicos?— preguntó sabiendo que ninguno de los dos, ni por suerte, atinarían la respuesta.

—¿Una de cada tres parejas de gemelos?— probó suerte el Maestro, cuando sabía que el numero ni se acercaba.

—Una de cada cien mil al menos— le corrigió con energía el hombre de cabeza rapada —¿Y saben que tan raro es que en una de estas parejas se haya producido una inseminación natural?— preguntó comenzando a exaltarse —Ellos dos son genéticamente idénticos, debido a que proceden del mismo esperma y del mismo ovulo, y no han tenido casi ninguna alteración, debido a que se alimentan de lo mismo y conviven de la misma manera, lo que hace de su caso de embarazo una cosa única, algo que debe de ser observado y registrado para las generaciones actuales y futuras— les comenzó a explicar con euforia.

—Ya lo sé, son un par de fenómenos anormales, y ¿eso qué?— le intentó ignorar el Maestro ante sus exigencias de comprensión —Eso no te da derecho de querer destruirlo, solo para ver los efectos— le recriminó.

—¡Yo no lo quiero destruir!— se defendió el doctor —Esa medicina es para ayudar a ese bebé a desarrollarse de manera correcta, para evitar muchos de los posibles efectos del incesto— intentó justificar.

—¿Entonces que es todo lo que decía el frasco?— preguntó asertivo Thel.

—Era una escritura de trampa, por si a alguien se le ocurría trasladarlo de ruso a japonés, leyera solo un montón de patrañas relacionadas con hormonas— explicó —No era tan mentiroso después de todo— intentó compensar algo de lo que decía.

—¿Entonces son hormonas?— entendió de una vez el Maestro, al igual que el sacerdote.

—Sí— contestó admitiéndolo —Son muy necesarias— intentó justificar —Aunque Rin tenga cerca de veinte años, su metabolismo y desarrollo está por debajo de eso, como si solo tuviera catorce años— contestó temeroso —No sé porqué de esto, pero si se que esas pastillas iban a ayudarle en ese aspecto, para que su cuerpo pudiera desarrollar al bebé de manera correcta— esa era la causa de su supuesta traición.

—¿Y arriesgar el cuerpo de Rin en el proceso, para que ella muera después de dar a luz?— preguntó enojado Thel, aunque se empezaba a notar cierto dolor en su voz.

—Ella estuvo de acuerdo en que si el medicamento era bueno para el bebé, lo tomaría— dijo sin siquiera mostrar arrepentimiento por ese mísero engaño.

—Y no le dijiste nada a Len ni a ella del riesgo que corren, con tal de que él bebé incestuoso pudiera nacer como tú lo deseas— Terminó de deducir Salta —Cuando me llamaste, diciendo que ellos dos habían ido a tu oficina, buscando apoyo, y yo te di el permiso de ayudarlos, no pensé que los fueras a tratar como perros de laboratorio— le reclamó de lo asqueroso que era.

—¡Ustedes habrían hecho lo mismo!— les acusó sin saber muy bien a que mas recurrir —Si tan solo tuvieran el hambre de conocimiento que yo poseo— insistió en aquello del conocimiento a favor de la humanidad, restando importancia al aspecto moral.

—No Mikhail, el deber de un médico es el de cuidar a sus pacientes, protegerlos, y extender sus vidas de una manera mejor— le reclamó el sacerdote —Lo que tú haces es inhumano, y va en contra de toda moral— le sentenció —Ahora repara lo que has hecho— le ordenó mirándolo mientras que seguía tirado en el suelo.

—No creo que se a buena idea— intervino el Maestro —Ya has visto lo que le ocurrió a Rin al dejar de tomar las pastillas un solo día, imagina lo que le pasará si las deja de tomar permanentemente— le hizo crearse una idea, provocando un nuevo temor en la mente del sacerdote.

—¿Qué pasará si Rin deja de tomar sus pastillas?— preguntó a punto de enfurecer el hombre albino.

—Puede pasar cualquier cosa— contestó sin saberlo el médico —Es algo experimental, no puedo saberlo— aun cuando fuera un riesgo, el solo lo consideraba una opción más al experimento, nada que realmente le importara.

—¿Pero puedes hacer algo para evitar que el medicamento sea tan dañino para Rin y aun así ayude?— le cuestionó el Maestro, comenzando a tomar una iniciativa.

—¡Que estás diciendo!— Exclamó Thel sin comprender lo que su hermano decía —¿Vas a permitir que le sigan dando esas cosas a Rin?— simplemente, el padre ya no sabía de qué lugar estaba el hombre mayor de los tres.

—Si les decimos a Len y Rin que sus medicamentos son veneno ilegal, se alterarán, y comenzarán a preocuparse, así que lo mejor es evitar cualquier clase de tensión por sobre la que ya tienen— le explicó al albino, dándole a entender lo que tenía planeado.

Con esto, Thel comprendió que aquello que tanto pensaba desde antes, de que su hermano realmente se preocupaba por los Kagamine, era más verdadero de lo que pensaba. Aun así, sentía que era demasiado riesgoso jugar con la salud de Rin, sobretodo porque a Mikhail parecía no importarle la salud de la chica.

—Supongo que si hago pruebas más constantes…— se quedó pensando el médico de la posibilidad de revisión mas continua.

—Hazlo, o de otra manera, te acusaré con las autoridades y veras lo rápido que puedes perder todo lo que has ganado desde que llegaste aquí— le amenazó de manera directa, no con la libertad, sino con el honor.

—Supongo que no tengo otra opción— contestó el doctor, levantándose con algo de cara de decepción —Pero tendría que hacer bastantes cambios, y no podía empezar de manera rápida— le advirtió.

—De eso no hay problema, te tengo un área de trabajo para ti solo— le aseguró el hombre canoso mientras ayudaba a levantarse al de la cabeza rapada —Por ahora necesito que te cambies los pantalones— volteó a ver a la entrepierna del sujeto de la bata, que comenzaba a oler amargo mientras se notaba una mancha enorme entre las piernas.

—De acuerdo, evitaré que me vea alguien— anunció mientras comenzaba a caminar a la salida del cuarto de pánico, aun algo tembloroso, abriendo mas el arco de sus piernas para evitar que su piel se lastimara y se irritara con la tela sucia del pantalón. Y después de eso, salió.

—¿Estás seguro de eso?— le preguntó el sacerdote a su hermano — ¿Estas seguro de permitir que Mikhail haga eso?— le preguntó con incredulidad.

—No veo por qué no, tu lo dijiste, el médico es para cuidar al paciente, si no hacemos algo, ese médico no cuidará a nadie— le dio la vuelta a su asunto.

—¡Pero es una vida!— exclamó con enojo —No puedes jugar así con la vida, es maltratar al más débil, manipularlo— insistió en la gravedad del pecado —Tu de verdad no eres así— dijo con decepción en su voz y sensación de abandono como la de hacía casi cuarenta años.

—Thel, hermano mío— comenzó a decir con una voz sincera pero con una sonrisa en la boca —Créeme, que viéndolo desde el punto más lógico, esto es lo mejor que se puede hacer— le tomó de los hombros con algo de fuerza —Es cierto, tal vez no tenga mucha conciencia, pero créeme que no por eso soy estúpido, porque por si no lo sabes, esto me interesa— terminó de decirle para después darse la vuelta y caminar a la salida.

Al fin y al cabo, Thel no consiguió nada de esa conversación entera, solo que se iba a permitir que el doctor hiciera lo que considerara mejor para la salud de Rin y del bebé. Era algo que le traía impotencia y dolor, pero no alcanzaba a llegar a la ira, ni siquiera el odio, el no se permitía odiar, evitaba eso en toda forma.

—Por cierto Thel— le habló de nuevo Salta, antes de salir del cuarto —tu y yo tenemos algo en común con Mikhail, y es que los tres tenemos el ansia de conocimiento, está en nuestra sangre, por culpa de que tenemos el mismo origen, y créeme que se que tu también quieres ver que es lo que ocurrirá con esa medicina— después de eso, el sacerdote únicamente permaneció mirándolo, con bastante incredulidad.

—Estas equivocado si piensas que pondría en riesgo la vida de alguien solo para ver el resultado de un experimento— le habló con algo de desprecio, pero también con tranquilidad, con su misma sumisión, que podría ser una virtud o un vicio —No se trata de conocimiento, se trata de moral— sentenció por una última vez.

—Como digas, pero recuerda lo que te digo, está en la sangre, no solo de nuestro país o de nuestro pueblo, sino en la naturaleza de cada ser humano, desear conocer más, y eso te incluye a ti— finalizó en lo que volteaba a verlo con una sonrisa una última vez —Que duermas bien, hermano mío— se despidió mirando al pasillo por el que salía la puerta, dejando al clérigo solo con sus pensamientos.

Una horas después, y habiendo limpiado ya sus pantalones, el doctor caminaba al lado del Maestro, sin expresión alguna, saliendo de la habitación que realmente era la oficina del representante, en la planta baja, al lado de la sala, una ubicación desconocida para los nuevos.

—Muy bien, de ahora en adelante, estarás viviendo aquí, en el tercer piso al lado del cuarto de Thel— le avisó mientras caminaba por fuera y llegaban por fuera del cuarto al lado del de Thel, en donde Mikhail se hospedaría —Me encargaré de que traigan tus cosas necesarias de tu laboratorio al sótano dos de la casa, ese espacio está prácticamente desocupado— le indicó con la mano el camino a la parte de debajo de la casa.

—Esto es injusto— le reclamó — ¿Sabes que tengo otras cosas que hacer?— le preguntó con enojo.

—¿Cómo evitar ir a la cárcel?— le contestó con cierta burla —No temas, te pagaré de manera apropiada, y te dejaré entrar a los cuartos de los Vocaloids cuando no estén— le propuso para que el trato fuera equivalente en lo que hacía por lo que recibía.

—Hecho— le dio la mano al representante, sin dudarlo ni un par de segundos, sin siquiera poder procesar lo que pensaba o todo lo que presumiría con sus amigos de los foros de internet acerca de que vivía al lado de los Vocaloids.

—Bien, eso es todo, mañana avisaremos a todos en la casa, se lo tomaran bien, sobre todo Len y Rin, se sentirán más seguros así, nos veremos después— se despidió de él, a punto de irse caminando a su cuarto a través de las escaleras —Te encantará vivir aquí— le dijo una última vez, antes de asegurarse que entrara a su habitación.

El médico miró por última vez las escaleras, antes de entrar al cuarto, exactamente igual al de al lado, pensando en su próximo movimiento para su experimento, sacando rápidamente su bitácora auditiva para dar las anotaciones de ese día.

—Entrada 741081, el día de hoy, nos hemos vuelto a encontrar los tres hermanos del pecado— dijo al aparato una vez sentandose en su cama —Esto puede resultar ventajoso en el experimento, pero— se detuvo un poco antes de hablar mas —No puedo evitar sentir incomodidad ante la situación, será una mera superstición, pero nada bueno ha pasado cuando los tres estamos juntos…— Quizá tuviera algo de real aquello a lo que le temía, pero no lo sabría hasta después.

Ahora todas las piezas estaban en su lugar, solo faltaba que se detonara la catástrofe.