22. Tonos de Gris

Pero en otro lugar, ocurrían cosas muy diferentes a una recuperación tras un terrible y doloroso cataclismo del corazón. Personas más jóvenes, cuya juventud parecía ser plena e infinita para sus propios raciocinios, y que miraba a lo mucho a un día posterior, más que a cualquiera de los cuales le siguiesen.

Era una alcoba oscura, con las paredes forradas de alfombra negruzca de tono quemado, con apenas una ventana de cristal sucio y medio quebrado, apenas con una vieja cortina arrugada y remendada. Un montón de papeles tirados por todas partes, con envolturas de plástico y cajas de cartón, todo como residuo de envoltorios y recipientes de alimentos instantáneos, recalentados, y pedidos a domicilio.

Había un sofá de color amarillo, con manchas de distintos fluidos corporales por toda su superficie, una mesita de centro repleta hasta el hartazgo de quemaduras de cigarrillos y manchas de sustancias rancias, frente a una televisión de plasma con la pantalla rota de una esquina a la otra con una rajadura que le convertía en un aparato inservible.

En el sofá, se encontraba justamente un joven de vida pasional y galante, de mente ingeniosa y artística, pero de espíritu inapresable, de cabellos rosados y piel blanca, con un gorro negro que le cubría hasta las orejas, usando solamente una camisa y unos jeans deslavados y rasgados. A su lado se recostaba una mujer de cabello rubio y excesivo maquillaje sobre la cara, además de una falda ajustada casi a la altura de sus nalgas, y una polera corta y ajustada, pero ella estaba más que fuera de su propia conciencia, y permanecería adormecida el resto de la tarde.

Del otro lado, se sentaba un muchacho de edad algo superior al otro, de cabello largo negro y de piel ligeramente morena, vestido con una chaqueta de cuero beige. Ofrecía amablemente un montón de sobres de plástico llenos de polvo blanco que tenía ocultos dentro de la misma chaqueta, a su amigo de cabellos rosados.

Hablaban de lo que les parecía mejor de aquellas sustancias, de lo difícil que era poder conseguirlas en esos días con el incremento de la seguridad en los aeropuertos, y de la demanda que tenían en los países de los cuales provenían, que a su vez incrementaba bastante los precios.

—Esta mierda es europea— le anunció el muchacho de la chaqueta, mientras que levantaba uno de los pequeños sobres y lo colocaba frente a la luz de la lámpara de techo —Espero que lo disfrutes, amigo mío, que me costó bastante conseguirlo— le dijo con voz más clara, colocando el sobre en la sea, e insinuando que aquello no podría consumirlo por mera amistad que poseían los dos.

—No te preocupes— le dijo mientras sacaba un considerablemente pesado fajo de billetes de su pantalón —Ya me han pagado, y lo mejor es que todos están distraídos como para que vean en que gasto mi dinero— después de decir esto, rió un poco junto con su amigo, para después juntar algunos cuantos billetes con una suma total de 75,000 yens y entregárselos al traficante.

—Perfecto— respondió su amigo mientras guardaba el dinero — ¿Hiciste algo que merezca celebrarse?— intuyó al verlo más decidido que de costumbre.

—Digamos que tengo un trato con alguien quien trabaja para el de arriba— dijo sin más detenimiento mientras señalaba la techo —Por primera vez en mi vida, he ayudado a un hombre de Dios en un bien mayor, y eso me traerá recompensas en esta vida, y quizá también en la otra— exclamó con un evidente tono de burla, provocando burlas similares de su amigo traficante —No más baratijas para mi, de ahora en adelante, sólo la excelencia y la calidad de un emperador— proclamó mientras abría uno de los pequeños sobres y depositaba algunas cuantas motas de polvo sobre una cuchara que se encontraba entre un montón más de deshechos provenientes de otras adicciones, después ataba un cinturón alrededor de su brazo y golpeaba su muñeca hasta hacer notar un par de líneas por debajo de la piel.

De pronto, alguien golpeó la puerta, distrayendo por completo de su atención al joven peli rosado.

—Dile que se largue a quien quiera que sea —le ordenó a su acompañante mientras que buscaba una jeringa que no estuviera usada de entre todas las cosas que se hallaban regadas en la mesa de centro. Su amigo se levantó a regañadientes, y se dirigió a la puerta, dispuesto a gritar y agredir, de ser necesario, a cualquier que estuviese interrumpiendo su horario de relajación.

Pero tan pronto como abrió la puerta, preparado para soltar cuanto aire hubiera en sus pulmones en una iracunda proclamación de privacidad, un pequeño cilindro metálico de alta densidad golpeó con certeza la parte media baja de su cuello, impactando su tráquea y causando que cayera de espaldas al suelo con la misma rapidez con la que se había suscitado el golpe.

—¡Pero qué mierda!— gritó en pleno desconcierto el peli rosado mientras dejaba caer una jeringa relativamente nueva, viendo entrar a tres sujetos vestidos de trajes completamente negros y gafas transparentes que dejaban ver claramente sus ojos.

—Deberías de tener más cuidado— dijo el que estaba al centro —Acostumbramos tumbar al primero que nos permita el acceso a la residencia, no lo olvides, eso nos facilita el trabajo— su cabello era azulado oscuro y su piel ligeramente oscurecida, junto con un par de ojos penetrantes del mismo color, y una sonrisa maquiavélica, y sosteniendo un bastón con punta metálica, misma con la que había dado el golpe — ¿Te parece si damos un paseo, mi querido Yuuma? No te preocupes por tus amigos, ellos estarán bien— dijo volteando a ver a la sexoservidora y al traficante, mientras los otros dos sujetos se acercaban por detrás a Yuuma y le hacían tirar su jeringa.

Fue levantado y llevado hasta una limusina que estaba estacionada afuera del conjunto de departamentos en uno de los barrios controlados por la mafia china y la mafia tailandesa. Las personas de las localidades cercanas únicamente observaron como lo empujaban contra su voluntad, por lo que supusieron que se trataría de algún ajuste de cuentas entre el crimen organizado.

Yuuma se contuvo durante unos instantes, una vez que estuvo sentado en el asiento frente al del sujeto que lo había ordenado capturar, mientras que este colocaba su bastón en la parte trasera del asiento.

—Padre Shihiro— dijo el peli rosado mientras se extendía en el asiento —¿Qué lo trae a interrumpir mi día libre?— preguntó sarcásticamente mientras que los otros dos sujetos, ambos de cabello corto y bastante altos, se sentaron a los lados del sacerdote, igualmente vestidos con indumentaria eclesiástica.

—Ya me he enterado del resultado del asunto— habló lentamente —¿Qué tan estúpido debes de ser para no poder matar a un adulto de cincuenta años con un corazón más débil que el de un colibrí?— regresó él sarcasmo mientras se acercaba un poco a él, moviéndose ligeramente hacia atrás al momento en el que la limusina comenzaba a avanzar.

—Me parecía que lo querías verlo muerto lo más pronto posible— respondió con lentitud, intentando razonar de manera clara con él, a la vez que apaciguaba su temperamento —El hecho de que usara todo el veneno me diste, fue para complacer tu orden directa— respondió con un tono sumiso y amable.

— ¡Tenías que distribuir el veneno de poco a poco… hacer que su corazón fuera desfalleciendo, debilitándose cada vez más y más hasta que ya no pudiera soportar su cuerpo, hasta verlo morir!— exclamó frente a él mientras lo jaloneaba de la camisa hacia adelante — ¡Ahora has advertido a todos que vamos a atentar en contra de su vida!— gritó mientras lo golpeaba en la cabeza y movía su gorro.

—¿Y qué mierda importa eso? ¡El tipo está en el hospital, va a morir de cualquier manera!— se defendió soltando un fuerte golpe con la palma y alejando la mano del sacerdote de su cuello.

—Eres un gran imbécil, ni siquiera entiendes la diferencia entre un asesinato y una muerte natural ante los ojos del mundo— tomó su cara entre sus dedos en un deje de desesperación — ¿No crees tú que alguno de los que presenció el asunto comenzará a sospechar, e indagar? Ahora tendremos pasos tras nosotros — Bajó su mano un poco, golpeándola al dejarla caer de lleno contra el sofá.

—Hubieras recurrido a uno de tus expertos— le reclamó Yuuma mientras que volteaba a ver a un lado, comenzando a sentirse realmente preocupado por su propia integridad.

—No se necesita a un experto para matar a un pobre hombre viejo y acabado ¿O sí?— se burló de él mientras que se ponía más serio, para después recargar sus codos sobre sus rodillas y acercarse a él —¿Acaso crees que la Iglesia Católica tiene gran poder?— le preguntó sarcásticamente —No, no podemos hacer casi nada en la actualidad, no podemos matar a quien queramos, desaparecer a quienes nos molestan o incluso interferir en la política, eso era en los viejos tiempos, cuando familias poderosas se adueñaban del Vaticano, ahora no tenemos nada, y menos en este país tan secular— se quejó de manera más seria mientras miraba con desprecio por la ventana, golpeándola en un movimiento con la mano.

—Entonces, supongo que tendrá que aguantarse a que Len y Rin se casen, por más repugnante que eso sea, y créame que si yo sé de eso— despreció a los gemelos mientras que el mismo se asqueaba por dicho comportamiento, al tan solo pensarlo.

—Ya creo que tú te rendirías en cuanto la primera intensión sale mal, pero por desgracia para ti, tengo otra tarea, que espero, cumplas eficientemente— y al decir aquello, pasó sus manos entre sus piernas, y sacó por debajo de un compartimiento, un maletín de cobertura negra, limpiándolo con una mano, pasando rápidamente solo la palma.

—No pienso meterme en el hospital vestido como enfermera a cambiar el intravenoso del padre— le advirtió Yuuma mientras aún no se le entregaba el maletín.

—Nos encargaremos del viejo Thel, tu objetivo es otro— le lanzó el maletín sin siquiera esperar a que lo sujetara bien —Tu objetivo es otro… no te expongas, y menos ante Salta— le advirtió él con mayor dureza mientras ordenaba que el vehículo se detuviera, y sin dar más instrucciones, podreció a que las puertas de la limusina se abrieran, para después hacer que sus ayudantes empujaran al peli rosado a las afueras, directamente sobre la poco transitada acera —No nos agradezcas el aventón— y tras eso, las puertas del vehículo se cerraron frente a la cara del joven, quien no hacía más que mantener el maletín apegado a sí mismo, como si perderlo significara su fin, mirando como se le abandonaba en medio de la nada.

Pasó a mirar a su alrededor, y se dio cuenta de que estaba cerca de su propia casa, la casa que habitaban todos los vocaloids, sin saber cómo habían atajado de manera tan precisa para reducir el tiempo de viaje a tan corto periodo. No fue sino, hasta que había hecho su camino hasta la entrada de la mansión, tras mínimos percances con la seguridad del vecindario, debido a las fachas que vestía, que su mente se percató de su siguiente "objetivo" como le habían llamado.

No iba a ser Salta, no iba a ser Thel, y estaba más que seguro de que el médico Mikhail no era de interés para esos hombres. Movió un poco el maletín, sintiendo el peso que de pronto, mediante su repentina realización, se había incrementado exponencialmente, ahora a punto de caérsele de las manos, mientras por dentro, escuchaba un objeto pesado moviéndose entre algunos otros de sonoro espacio vacío de cristal.

Tragó bastante aire, su mente se quería desvanecer en el acto, abandonar todo lo que ocurría, y la situación en la que se había metido. Su moral ya no daba para más, su ética, que pensaba quemada desde hace tiempo, se levantaba y lloraba, y le pedía que dejara ese maletín, que dijera que lo había encontrado caminando pero que lo había soltado en la entrada, al desconocer su paradero. Pero un orgullo, más espeso que cualquiera de las sustancias que en su sangre había, le hizo mantenerse de pie, y de cómo si se tratase de un autómata, abrir la puerta para entrar a paso lento a la casa, aún cargando el tal maldecido contenedor en el que el destino de más de uno se encontraría.

Desafortunadamente, la noche anterior no había pasado sin dejar aunque fuera un par de secuelas, y de estas una estirpe que afectaría a ambos hermanos si no se decidían a hablar de ello. Fue allí cuando Rin acudió a buscar algo de ayuda, con la pura y total intención de no alertar a Len acerca de lo mucho que sus pesadillas le habían afectado, y evitar así cargarle más peso en la espalda.

De esta manera, en poco tiempo, se encontraba recostada en un largo sillón reclinado, digno de cualquier psicólogo, con las manos colocadas a la altura de su vientre, sintiéndose consternada por estar a las espaldas de su hermano, pero a la vez aliviada, pensando en que aquello sería lo mejor para ambos. Decidió contarle su problema a una persona en quien podría confiar que jamás le diría nada a Len, y que quizá le lograría ayudar, pero a un pequeño costo, el de exponer su vulnerabilidad.

—No soy capaz de verme a mí misma como una buena esposa— le explicaba al Maestro, quien estaba sentado en un sillón común y corriente, alfombrado de terciopelo rojo, y cruzado de piernas con una pequeña libreta en las manos —Pero siempre pensé que estando al lado de Len sería capaz de afrontar cualquier clase de desafío que se nos pusiera enfrente— miró de nuevo hacia la pared blanca que quedaba al otro lado de ella. Pasaron unos instantes en los que Salta comenzaba a escribir en su libreta de anotaciones, pues la presentación del problema ya había ocurrido desde hacía un largo rato.

—¿Hay alguna razón por la cual de pronto ya no sean capaces de superar esos "desafíos"?— interrogó una vez que dejó de escribir, sin siquiera levantar la mirada de su libreta de anotaciones.

—Me parece que no he sido lo suficiente para él— contestó ella lentamente —Lo he notado en su mirada, en la forma en la que me habla, han sido tan solo unos días, pero aún así, es suficiente para mí como para reconocerlo, después de todo, hemos vivido juntos desde siempre— comenzó a mencionar con claridad, como si intentara detallar la forma en la que de pronto, el rubio quien era su compañero de toda la vida, cambiara radicalmente.

—Parece ser que tus eres una experta en Len, y todo lo referente a él, entonces no te serviría de nada la atención de alguien quien jamás se ha interesado en conocerlo profundamente— opinó volteando a verla con incredulidad por su errónea decisión.

—Porque de pronto me siento impotente ante esto, es algo que jamás había imaginado, algo desconocido— continuó ella diciendo, comenzando a sentirse cada vez más decaída.

—Continúa— dijo el Maestro, con su atención siendo absorbida lentamente por lo que decía la chica rubia.

—Fue después de la situación del juicio, desde ese día me siento que no he podido comprender lo que hay en su cabeza— se mostró consternada —Como si ni siquiera quisiera hablarme, o como si estuviera evitándome, y no digo que Len nunca hubiera hecho eso, el siempre se enojaba un poco conmigo y teníamos nuestras peleas…— se detuvo unos instantes diciendo esa oración —Y luego su pesadilla… jamás me había preocupado así— colocó su cara entre sus manos, ahora recordando su primera impresión cuando lo miró con esa preocupación.

—La pesadilla fue de él, no tuya, y te muestras tan consternada como si su recuerdo estuviera en tu mente— comentó con algo de desagrado —Jamás he creído en esas tonterías de la telepatía de gemelos— le advirtió con severidad.

—No necesité ver su sueño de primera mano, pude sentir el miedo que tenía cuando me lo describió— se entristeció de manera evidente, sin importarle lo que el Maestro decía del asunto —Len no se asusta con los sueños, él era el que me consolaba a mi siempre, y de pronto, cuando me cuenta que me vio morir a mí y a nuestro bebé… me di cuenta de que él lo mira como algo más probable de lo que pensaba— no pudo evitar sentir sus ojos humedecerse ligeramente al formar esa imagen en su mente.

—No debería de ser, es solamente paranoia, saben muy bien que están siendo protegidos por mi hermano, en cualquiera de las cuestiones médicas, y por mi autoridad, en caso de alguna cuestión jurídica— le aseguró apenas y desviando un poco la mirada para distraerse.

—Se trata más de lo que Len siente ahora y no de lo que de verdad puede pasar— respondió ella —Lo siento perdiendo lo que teníamos, perdiendo la esperanza que nos mantenía juntos en esto, y la idea de la familia feliz que queríamos formar—

—Era obvio que nunca podrían llegar a formar la familia perfecta, no cuando la inician con problemas como estos, con una base… incestuosa— fue la asertiva palabra que entregó Salta, sintiéndose ligeramente harto por el hecho de que no hubiesen abandonado ese concepto tiempo atrás.

—Lo sé… era imposible pedirlo, y eso es lo que más me tortura de todo— se levantó más molesta que antes, girándose a la ventana que estaba al lado del sofá en el que se había recostado —Ni siquiera el juicio me dio un golpe tan fuerte como este— permaneció mirando a la ventana con los ojos llorosos pero sin cerrarlos.

El Maestro se mantuvo callado durante unos instantes, mirándola llorar, pero sin siquiera mostrar la mínima conmoción, sino más bien quedándose estático, sabiendo que Rin habría ido con él más por un desquite que por un consejo, y que tan sólo debería de dejarla hablar.

—Me habría conformado con tener a mi bebé en las manos, al lado de Len, incluso si tuviéramos que haber seguido con el trabajo en la disquera y viviendo apretujados los tres… ni siquiera me importaba el matrimonio— dijo con voz algo quebrada —Pero ahora creo que eso sería mucho pedir.

—Pero es muy poco probable, y me refiero a algo realmente poco probable, que el bebé muera mientras está en gestación, eso es tan sólo por el hecho de que quieres tenerlo— le recordó —Y es un completo hecho que Len jamás te abandonaría, lo sabes hasta los huesos—

—De eso último no estoy tan segura— se atrevió ella a contradecir la última asunción del Maestro —Siento que… no tengo merecido que se quede a mi lado— admitió con un dolor hasta el fondo de su pecho.

—Háblame más del incidente, de lo que pasó con Len, y su cambio tan repentino, ¿Qué fue lo que viste, que te dio ese golpe?— se sintió él invitado a continuar con la conversación que iban realizando, ahora ligeramente interesado por lo que iba diciendo, quizá más por morbo que por otra cosa.

—Hace mucho tiempo, antes de que Len y yo iniciáramos nuestra relación, o antes siquiera de que supiéramos que nos gustábamos— empezó a relatar, colocando el periodo en el que el evento de relevancia había ocurrido —A Len le gustaba mucho Luka, pero de verdad le gustaba mucho, de una forma bastante obsesiva, y si tengo que atreverme a decirlo, no siempre con pensamientos muy "puros" que digamos— recordó con asco más que con cualquier otro sentimiento.

—¡Oh si!— exclamó el Maestro —Te refieres a los tiempos en los que ella apenas había llegado, como a un año de eso— comenzó él a recordar de igual manera —Recuerdo que en aquellos tiempos tenía que ir a sacar a Len del baño para que no se masturbara todo el tiempo— se burló mientras que Rin le miraba con seriedad y repudio.

—El siempre decía que se sentía culpable por hacerlo cuando yo lo confrontaba, y estoy más que segura que su fuente de "inspiración" era Luka— mencionó con total deseo de vomitar aquellas palabras —Pero era un niño, y yo sólo una niña, y lo humillaba todo el tiempo por eso, hasta que llegó un momento en el que comenzó a comportarse más seriamente, y me prometió, por el bien de nuestra fraternidad, que dejaría de hacer esas cosas, pero que tendría que conquistar a Luka a cambio de eso, hacerla su novia— se puso más seria al terminar de decir aquello.

—Luka tenía veinte años, si no me equivoco, y Len tendría sólo catorce, si no me equivoco dos veces ¿Pensó que de verdad tendría una sola oportunidad?— contempló con incredulidad lo que de seguro habría sido una hilarante anécdota que ya casi terminaba de retratar en su propia mente, por el sólo hecho de saber cómo eran las cosas ahora, a excepción de un pequeño hecho que le faltaba por conocer.

—Nuestro lema fraterno siempre ha sido de la ayuda mutua, el hecho de que Len me hubiera confiado y revelado sus sentimientos acerca de Luka, y el hecho de que yo hubiera dejado de reírme de su situación de hormonas alborotadas, provocó que nuestros lazos se afianzaran— sonrió un poco sin darse cuenta —Me empezaba a dar cuenta de lo mucho que lo necesitaba, más aún, porque me confió a mí, la tarea de ayudarle a confesársele a su interés romántico— el Maestro se rio un poco más que antes, comenzando a comprender el drama entero que se habían enredado entre ellos mismos.

—Supongo que… ocurrió algo, que te hizo entender que deseabas a Len como algo más que un simple hermano, pero lo único que puedo pensar, es que Luka lo rechazó de tal manera que tú te viste forzada a tomar el papel de su nuevo enamoramiento platónico, que dejó de ser simple enamoramiento platónico con el tiempo— supuso mientras que continuaba escribiendo en su pequeña libreta.

—No precisamente, cuando llegué con Luka, comencé a plantearle la idea de que Len pudiese estar enamorado de ella— respiró profundamente mientras que observaba que el Maestro se silenciaba y volvía a mostrarse completamente serio —Y su respuesta fue positiva, a ella le gustaba Len— vio como dejaba de escribir —Dijo que le parecía un chico sumamente simpático, tierno y maduro para su edad… y que no le molestaría esperar unos años a que fuera "permitido" lo que pudiera pasar…— vio en el Maestro una fase inicial de incredulidad, para después verle asombrarse de manera genuina y hasta asimilarlo.

—Ya veo… así que a Luka nunca le llenó el samurái, todo lo que deseaba, era un simple shota— se rio con ligereza mientras miraba hacia abajo —Ustedes nunca dejan de sorprenderme— aclaró mientras que continuaba con risas ligeras.

—Quiero que entienda de manera clara, la situación que estaba observando, y la posición en la que todo aquello me ponía— protestó casi sin elevar al voz, pidiendo por comprensión —En ese instante, comenzaba a contemplar como mi hermano podría haber sido inducido a una relación pedófila por culpa de Luka— se detuvo al decir aquello, sabiendo que el Maestro no le concedería el derecho de reclamar en contra de una relación pedófila.

—Y pese a cualquier ilegalidad existente en esa relación… tú te atreviste a iniciar una relación incestuosa con tu hermano— lo había visto venir desde que planeaba contarlo —Pero digamos que en ese instante desconocías que ibas a realizar semejantes actos pecaminosos, que aún eras una creatura "pura"— se burló un poco de la situación en la que ella se veía interiorizada —Tuviste que romper dos corazones en un solo día, mintiéndole a Luka, y más aún, a tu hermano ¿No?— dedujo.

Rin volvió a mirar al suelo, y sin pronunciar palabra alguna, simplemente asintió, pero el Maestro no dijo una sola palabra hasta que sus miradas volvieron a encontrarse, y decidió explicar un poco más —Le dije a Luka… que Len la despreciaba, que la consideraba una persona aburrida y molesta a más no poder, y amargada de la vida, si no se me olvida— comenzó a decir mientras que presionaba el puente de su nariz —Además, que el olor a atún le hacía vomitar cada vez que ella comía—

Soltó tan solo una pequeña carcajada, tan solo una pequeña, al remembrar cómo había sido la reacción de la mayor al sentir el desprecio de su joven enamoramiento.

—Pero Len no dejaba de decir que se había acostumbrado al aroma del pescado, hasta el punto de amarlo— volvió a borrar cualquier trazo de alguna posible risa en su rostro —Luego le dije a él, que Luka se burlaba a sus espaldas, que lo consideraba un pobre shota sin mayor talento más que el de travestirse, y que lo consideraba odioso, molesto, y un nerd aburrido sin gracia— se mantuvo esperando a que el Maestro hablara, pero este no decía palabra alguna —Luego le dije, que yo lo quería como era, y que…—

—Y es por eso… que sabes que Len jamás habría estado contigo, si no hubieras mentido como una perra miserable— le interrumpió Salta.

—Si… así es…— afirmó mientras volvía a bajar la mirada, demostrando más pena que cualquier clase de arrepentimiento —Unos meses después… Len empezó a salir con Miku, después de que usted le dio el aviso de que la gente lo empezaba a considerar homosexual por no tener ninguna pareja en años— Le recordó la culpa que tenía en eso.

—Y aún así, mientras comenzabas tu relación, puedo asegurar, sin preguntar tu opinión, que jamás consideraste peor tu relación con Len, que la posible relación que él pudo haber tenido con la traga atunes— le miró con algo de reproche —No sé si debo de llamare ironía, o simplemente cinismo—

—Pensé en eso un par de veces… pero cada vez me daba un terrible sensación el sólo imaginar a Len saliendo con ella… tal y como lo hacía conmigo— se angustió aún más, sin encontrar explicación verdadera a su disgusto.

—Hubiera sido, sabiendo todo esto, tan fácil el haberte destrozado sobre el estrado, demostrar que el deseo por incesto te había convertido en una arpía mentirosa y manipuladora, a la cual ni siquiera le importaban los sentimientos de su hermano, con tal de someterlo a su lado— no reparó en ahorrar el disgusto al verla mientras le dedicaba aquellas palabras.

—Jamás mentí realmente… sólo quería lo mejor para mi hermano… nada más— se intentó justificar.

—Y tú sabías a la perfección que era lo mejor para él, aunque jamás hubiera preguntado su opinión ¿No?— en su voz no se notaba ninguna clase de odio, pero más bien una burla, un sentimiento de superioridad que le otorgaba la ventaja de aprovechar la situación —Y en el camino, al decidir por él, engañaste a Luka, le rompiste el corazón a Miku, traicionaste a Neru, y humillaste a Haku, todo por mantener el control sobre él, como una digna…— pero fue interrumpida al ver como la rubia reaccionaba fuertemente ante una ancada, soltando una gran cantidad de saliva en la alfombra.

—Lo siento… me siento… algo…— volvió a sentir una ancada, estando a punto de vomitar.

—¡Oye, ni se te ocurra manchar la alfombra!— le gritó enojada mientras sacaba una bolsa de plástico de su bolsillo y se la lanzaba, en donde Rin alcanzó a soltar todo su vómito.

Rin intentó contenerse lo más posible, pero terminó devolviendo todo su desayuno dentro de la bolsa a la vez que se sentaba recargada contra la pared. Asqueada de la misma peste de lo devuelto por su sistema, continuó sintiéndose más y más enferma.

—Eso mismo hubieras hecho en el juicio, lo sé— comentó el Maestro mientras se giraba para no ver lo que había arrojado en la bolsa —Aunque pensé que tu siempre controlabas las nauseas, incluso estando en este estado— se quejó al ver la suciedad causada por lo que se había alcanzado a derramar.

—Hoy no me he sentido bien… no ayuda de nada que mis ánimos estén por los suelos…— dijo mientras respiraba con dificultad —Y para empeorar todo, usted no hace más que arrojarme más porquería encima ¿Qué clase de maldito psicólogo es usted?— le reclamó con toda la molestia justa.

—Yo no soy psicólogo— le reveló —El título lo compre para poder impresionar a los directivos que me contrataron— se excusó mientras señalaba a uno de sus muchos títulos colgados en la pared, de los cuales debía de obviarse su falsedad.

—Es todo un miserable…— respondió Rin sintiéndose engañada y vulnerable, al haber revelado tan importante información de su persona —Sólo… prometa que no revelará nada de lo que he dicho— le pidió casi de forma piadosa, sin saber más que decir.

—Claro, cualquier cosa que se diga aquí mismo, dentro de mi consultorio, no saldrá nunca, similar a como lo haría un sacerdote— dijo con completa ironía mientras que se volvía sentar en su sofá de antes.

—Habría ido con el padre Thel… si es que usted nos permitiera visitarlo…— volvió a reclamarle con molestia, disgustada por la forma en la que les habían privado de la presencia del sacerdote.

—Él está bien, no necesita que ustedes lo visiten, sólo lo pondrían más incómodo— si giró con deseo de fumar un puto que estaba guardado en su saco desde hacía ya un rato, pero sabría que Rin no lo soportaría, por lo que prefirió simplemente quedarse sentado y sin presentar molestias, continuando con lo que se supone que sería una especie de consulta psicológica falsa.

Continuaron en silencio durante unos instantes, para después permitir que Rin aclarara un poco su mente y preguntara —Para su consideración, ¿De verdad hubiera permitido que Len tuviera una relación con Luka? Y lo digo desde el punto de vista que usted habría adoptado hace seis años— inquirió con curiosidad respetuosa.

—Te diré la verdad…— raspó un poco su garganta para hacer notar más su voz —Len habría sido la envidia de todos, en especial porque a los catorce ya tiene la perfecta capacidad jurídica para tener relaciones consensuadas, y aún si esta fuera mayor, su relación sería eventualmente permisible, con el paso del tiempo, algo que jamás ocurriría con el incesto— esto provocó que Rin soltara un bufido de molestia.

—supongo que la edad es sólo un número que se desvanece, pero la sangré permanece como está, el inicio al final— agregó la rubia mientras se mostraba decaída y sin consuelo, intentando cerrar los ojos un instante para que la nausea se le pasar. El Maestro no pudo hacer más que darle la razón en lo que dijo, pero le quedaba una cosa más que preguntar.

—No quiero intentar entender lo que pensabas al instante de iniciar tu relación con Len, sabiendo que probablemente, te comportaste completamente ignorante a todas tus propias mentiras— comenzó a decir con lentitud —Lo que quisiera saber es… ¿Qué rayos pasaba por tu cabeza al momento en el que mirabas a tu propio hermano, entregando completamente a ti, sabiendo que en el fondo, le habías mentido y engañado, negándole lo que lo podría haber hecho aún más feliz, que estar atado a una relación sin un futuro posible?— le preguntó con verdadera curiosidad, levantándose y parándose a su lado.

Rin le miró con enfado, sosteniendo más su respiración para después inhalar con profundidad —Usted no tiene idea de lo que es, vivir cada día levantándose tan solo para complacer a un grupo de cerdos consumistas y explotadores, y saber que sólo queda la opción de seguir hundiéndose en la misma porquería, rodeado de gente hipócrita— soltó con ira, sabiendo que desde antes, el Maestro ya sabía que ella y Len detestaban el estrellato en el que se habían metido —Sólo me levantaba con ánimo de seguir, sabiendo que yo significaba algo para alguien, que yo le importaba a alguien, que era especial… para Len, y a la vez saber que yo podría tratarlo igual, que él correspondería mi amor porque él también se lo necesitaba recibirlo— sonrió de medio lado —Len es mi alma, para mí, hacer todo aquello valía la pena con tal de que los dos fuéramos felices—

—Pero te das cuenta de que él podría haber sido, y que de hecho, podría ser ahora, feliz sin tenerte a su lado— contraatacó el Maestro de manera certera.

—Siempre supuse que él lo sabía, de una manera u otra, ya fuera porque en algún punto logró ver el dolor en los ojos de Luka cada vez que le miraba, o quizá porque se lo confesé hablando dormida, como siempre dice que yo hacía, y pensé que él tenía la idea de que yo también valía la pena— admitió, sintiéndose algo avergonzada —Aunque quizá nunca lo sepa…— sintió el riesgo que corría al decir aquello.

—Te voy a dejar ir, con la seguridad de que no le diré yo a nadie, lo que has confesado en esta sesión— dijo mientras se alejaba de ella y volvía a sentarse —Pero en a cambio, necesito que seas tú quien le confiese lo que ocurrió a Len— antes de que Rin pudiera protestar, él agregó —Es lo justo—por lo que la rubia se silenció, únicamente asintiendo lentamente.

—Supongo que sí, sólo deseo que, incluso si Len no vuelve a hablarme por lo que hice, mi bebé pueda nacer sano y salvo, es la única esperanza que tengo— respiró profundamente, habiendo pasado ya por la parte del vómito más intenso.

—Ese es otro punto que quería tratar en nuestra sesión de hoy— le llamó la atención de manera rudimentaria.

—¿No decía que no era un psicólogo de verdad?— preguntó Rin molestándose nuevamente con las ridículas pretensiones de su representante.

—Lo sé, pero esto es algo que Meiko me informó hace un tiempo, y tenía que atenderlo de manera tranquila— se mantuvo sentado un instante, acomodándose más en su lugar —Me ha dicho que tienes una intensa fobia por el aborto, y eso es algo tan terrible, o peor aún que el incesto— se explicó lentamente, a lo que Rin únicamente giró los ojos en desesperación.

—Solamente son opiniones personales, y el hecho de que yo no concuerde con la "ética" de la vida que tiene esa alcohólica, no quiere decir que esté yo esté errada— protestó en contra de lo que tenía que explicarle, o de cualquier clase de convencimiento que fuera a arrojarle.

—Eso es lo que quería decirte, normalmente, mi propia ética, alimentada por los ideales de un dictador megalómano de hace más de medio siglo, me dicen que el aborto es algo que no va con la naturaleza, y mi visión gnóstica del mundo lo avalan, jamás le pondría un dedo encima, ni lastimaría a un ser humano inocente de todo pecado, contrario a uno que posea conciencia e inteligencia propia— comenzó dando su propio punto de vista —Pero la legalidad, y eventualmente, Meiko, me tienen obligado a decirte, que el aborto es algo perfectamente permisible, y que por lo tanto, sería apreciable que lo reconsideraras, en caso de que tu feto resultase con anormalidades— dio su punto de manera clara y veloz.

—¿Por qué me dice esto?— protestó Rin irritada —¿Acaso no he dejado de manera clara mi punto de vista acerca de la posibilidad de que mi hijo naciera con alguna desventaja física?— comenzó a subir la voz conforme se levantaba y le reclamaba.

—¿No serías capaz de abortar a tu hijo si naciera con alguna deformidad, o algún impedimento?— preguntó más seriamente.

—No, sería incapaz— respondió tajante la joven.

—¿Ni siquiera aunque con algo así, le evitaras todo el dolor que en su vida tendría como un discapacitado más de la población?— volvió a interrogarle con la misma expresión.

—¿Acaso tenemos que matar a todos los discapacitados y gente pobre del país y del mundo sólo porque son una carga para la economía y para los gobiernos?— respondió ahora con una pregunta simplemente retórica, sin esperar respuesta obvia.

—Mi experiencia me dice que sí, que sería lo más apropiado—

Con aquella respuesta, sólo logró que a la chica se le deformara su expresión de enfado, a una de incredulidad, y de expectación, ahora entendiendo que entraba al terreno de algo que se expresaría como inhumanidad.

— De mis recuerdos, mantengo una anécdota en particular durante mis tiempos como un simple soldado soviético, teníamos que realizar guardias en poblados sumamente pobres, lugares en donde incluso la mierda era cara de conseguir, y donde hasta el más mínimo centímetro de tierra era miserable— comenzó a contar —Una noche en la que fumaba con tranquilidad, cerca de un viejo puente que cruzaba sobre un rio, vi a una mujer que no me percibió a la lejanía, que llevaba cargando a un pequeño bulto en sus brazos, visiblemente, un bebé poco cubierto— suspiró un poco irritado al recordar su anhelado tabaco, más que cualquier otra cosa —No le puse mucha atención, como ella no me la ponía a mí, pero una parte de mi atención se centraba más que nada en el bebé que llevaba, como una forma en la que mi ideal humano se centraba en mantener la mirada en la protección y cuidado del inocente—

Vio como Rin caminaba hacia la puerta, mirándolo todavía, como si deseara escapar de aquel escenario de pronto tan vivo de esa anécdota.

—De pronto, y sin que me diera cuenta, vi como soltaba al niño de sus brazos y lo dejaba caer al agua corriendo por debajo de nosotros, deshaciendo su vida en un corto instante— fue ese el punto que Rin sentía llegar —Por supuesto, mi salida de las sobras fue acelerada, y sin dudarlo, arremetí contra la mujer, a punto de arrojarla de ese puente, igual que como ella había hecho con lo que yo había entendido como su propia descendencia, pero al interrogarla con fiereza, encontré a una mujer fría, que me contaba cómo debido a la pobreza, y a ciertos grupos corruptos que habían saqueado los hospitales de la cercanía, no le había sido posible abortar y no se había arriesgado a hacerlo por su cuenta— dejó salir el aire de sus pulmones, como recordando el humo que los había llenado en antaño —Me dio a entender que, lo que había hecho, el asesinar a su bebé, había sido un acto de piedad y de humanidad, con tal de evitar que muriera de la hambruna de aquellos tiempos, además de que aquel niño había nacido con deformidades en sus patas, tal y como me lo dijo—

—Pero ella cometió un asesinato… mató a un ser humano vivo… a un niño ¿No es eso lo que argumentan siempre los que apoyan el aborto, el eliminar sólo lo que todavía es un humano?— comenzó a formular ella aquellas formas inconclusas, y dudosas ante el horror que había escuchado.

—Para ella no hubiera habido diferencia, y para mí tampoco la hubo, por eso mismo la dejé ir en ese mismo momento, a que siguiera con el destino que deseara— aquello anudó la garganta de la rubia —Para mí, cada que un niño pobre que vive en la calle, o uno discapacitado muere, no se hace más que el trabajo que el médico debió de haber realizado meses antes de su nacimiento— sus palabras fueron no tan frías ni tan tajantes como podrían haberse escuchado —es un tema con un millar de tonos grises, y mi opinión, al ser un hombre, nunca importará, no cuando es el cuerpo ajeno, por lo que lo único por lo que me puedo ver satisfecho en este tema, es en decir que yo no soy un hipócrita como el resto, para mí, el aborto es un asesinato, pero no tengo ningún problema, porque es un asesinato legal—

Vio como Rin salía lentamente del aire de incredulidad que tenía antes, ahora observándola entendida en el asunto, y de alguna manera, creyó encontrar cierta comprensión en ella.

—No tengo problema con una ejecución por parte del estado… yo mismo las he realizado, y el punto es, que teniendo en cuenta la legalidad de tus actos tienes la libertad de deshacerte del parásito que ahora llevas en el vientre, sin atarte a ninguna moralidad de la vida, o consideración intelectual, tal y como Meiko lo hizo con todo y una sonrisa, y un apodo para el pequeño bastardo no nato— dijo con cierta gracia aquel recuerdo de la chica castaña, y de lo que habría derivado del asunto.

Pero en lugar de una respuesta por parte de la rubia, esta solamente miró al suelo, y sin advertir más que eso, vomitó de nuevo, esta vez sobre la alfombra.

—Carajo— fue todo lo que el Maestro reclamó.

Unas horas más tarde, Len se encontraba recostado en la cama al lado de su hermana, acariciando su rostro con bastante consuelo, pasando sus dedos por los labios de ella para después dejar un simple beso de manera leve. A su lado se encontraba el médico, sentado en su silla con una pequeña caja banca llena de medicinas apoyada en sus piernas, viendo como los dos se consolaban mutuamente sin hacer más que esperar a que terminaran de, para así poder retirarse de una vez por todas. Los dos continuaron hablando de manera privada, sin que el médico pudiese entenderles debido a la baja voz que usaban.

Esperaron a que el médico se fuera, rindiéndose de entender cualquier cosa, y prefiriendo mantener su distancia de la intimidad de los chicos. Len se dio cuenta de esto, y con una simple indicación de la mano, le ordenó que cerrara la puerta detrás de su espalda, obteniendo la soledad con su hermana que tanto quería.

—Ya está… estamos solos…— le dijo lentamente el rubio a su gemela, abrazándola más, aprovechando para pasar su mano por la cintura, viéndola directamente a sus ojos entrecerrados —Quería decirte, que el maestro ya nos ha dicho que vamos a irnos de aquí— sonrió mientras que su tono de voz se elevaba un poco —Estaremos más seguros— le aseguró mientras que ponía su cabeza entre el hombro y la mandíbula de la chica.

—¿De verdad piensas que estamos en peligro?— preguntó algo atemorizada la chica mientras que se removía incómodamente en su lugar.

—Pues… sabes que hay gente violenta y que no entiende a razonamientos— comenzó él argumentando lentamente —Y ya viste qué le pasó al padre Thel… — se silenció un poco más, de pronto, era incapaz de continuar hablando.

—¿De verdad tienes miedo de que nos pase algo malo…?— preguntó ella ahora simplemente sintiendo sus ojos comenzando a sentirse llorosos.

—No es eso… sólo te quiero proteger… mucho…— susurró Len, comenzando a sentirse perturbado, compartiendo el sentimiento de su hermana, volviendo a abrazarle, ahora con mayor posesión.

—Fue por tu sueño… ¿Verdad?— le preguntó sintiendo como su hermano comenzaba a mojar su hombro, a lo que solamente sintió como él asentía contra ella —Ya sabes que no fue real… ¿Por qué te da tanto miedo?— deseó conocer más acerca de aquel sueño.

—Porque… sin importar cuantas cosas han pasado… jamás me he atrevido a pensar de verdad en qué es lo que pasaría su tu… murieras…— dejó salir aquello último en una voz chillante, que apenas y pudo entenderse.

—Yo tampoco he pensado en eso… en cómo sería si tú te fueras de mi lado— habló ella de manera similar, sosteniéndole con cariño, más que con cualquier sentimiento posesivo —Sabes que no quisiera nada más que estar a tu lado… y sentir que tú me aceptas… sin importar nada— se limitó a no decir nada más que eso, atemorizada por revelarle su secreto —Pero… no quiero atarte a mi lado…—

—Ya…— le detuvo él —Ya estoy contigo… y te he prometido que jamás te dejaré… hemos pasado por mucho para poder estar tranquilos como lo estamos ahora…— respiró y se tranquilizó mucho más que antes —Créeme que me haría más daño a mí el dejarte, de lo que puedes imaginar— aseguró colocando su frente contra la de ella —Y aunque no lo creas… me gusta estar atado a ti… es el lugar en el que más me gusta estar— soltó una ligera risa, mientras que Rin lo hacía de igual manera.

—De verdad… el bebé no debe de detenerte… puedes ser su padre y no ser mi esposo— continuó insistiendo, sin dejar de respirar de manera algo rápida, pensando en lo mucho que sus palabras develarían su confesión.

—Eso es lo que quiero…— comenzó a jugar mientras que sonreía con una expresión maliciosa, olvidando lentamente las lágrimas —Quiero que seas mi esposa y madre de mis hijos, y atarme a ti toda tu vida… porque eres la única mujer que deseo, y eso no va a cambiar— sintió la necesidad de agregar, al ver a su hermana siendo tan insegura de su relación.

—¿Me lo puedes prometer?— le preguntó sintiendo más y más calma. Buscando, como siempre, su pequeña área de confort, lo que le diría que todo está bien.

—Lo haré en el altar…— la volvió a abrazar y sonando más meloso de lo que podría haber pensado sonar alguna vez, incluso siendo un novio cariñoso y amable con su pareja.

—Hablando de la boda… ¿En dónde va a ser, si es que tenemos que huir y escondernos?— preguntó ligeramente inquisitiva ante la obvia confusión que había surgido del asunto a causa de la poca información y de las pocas preguntas hechas.

—No te preocupes, el Maestro dijo que nos alertará en cuanto sea seguro proceder para casarnos— dijo sin molestarse en atemorizarse en lo más mínimo, deseando mantener ese estado de seguridad —Te gustará a dónde iremos, aunque no puedo decirte a donde será, arruinaría la sorpresa…—

—No tienes idea de a dónde iremos, ¿verdad?— infirió en base a lo mucho que le conocía.

—Ni la menor idea— respiró mientras que se mantenía apegado a ella, sintiéndose con el repentino deseo de dormir y permanecer así al lado de su gemela, pero a donde quiera que vayamos, estaremos sanos y salvos… te lo prometo— Y después de esto, Rin se sintió que podría comenzar a relajar su cuerpo, compartiendo la somnolencia de su gemelo, olvidándose ambos de cualquier clase de pesadilla que pudiera existir en el mundo de lo intocable.

No había podido decirle de manera directa lo que tuvo que decirle, pero le bastaba ese sentimiento que le prometía que Len jamás la abandonaría, pues él la necesitaba tanto como ella a él. Pero muy en su interior, quizá por parte de su conciencia, o por parte de una fuerza mayor, existía aún la promesa que dictaminaba que las cosas se pondrían peor, y esa promesa era imposible de ignorar, pese estar a punto de dormirse.

Para cuando los dos se quedaron dormidos, fue con la misma tranquilidad de siempre, como si hubieran estado juntos toda su vida, sin otra persona aparte que los pudiera separar, por más ambos pudieran temer a esto. Todos esos miedos, irracionales e inexistentes que podían traicionarlos, y que habían sido tan externos a su incesto, ahora eran parte de sus preocupaciones más grandes, no eran más que una muestra de cómo su relación había madurado, y la superación de todos estos, les enseñaría que tan real era su amor.