Se había hecho tarde mientras que los gemelos viajaban en tren, solos y sin nadie que les protegiera, el Maestro había supuesto una mayor seguridad al ser ambos protegidos por nada más que el anonimato. Aprovecharon el ambiente frio para poder utilizar chamarras con gorros que les permitieran cubrir su características cabelleras, y les prometieron que la estadía sería corta, así que no viajaban con más de dos maletas ligeras.
Viajaron hasta el norte de la isla más grande de Japón, hasta la prefectura de Aomori, ahora conociendo de manera indicada el lugar al que tendría que dirigirse, y sin ninguna clase de pena, ambos accedieron a seguir el camino que les habían ordenado. Llegaron hasta la entrada de una casa vieja, situada al lado de la carretera, tras un rápido viaje en autobús desde la estación del tren y una medio hora caminando desde la última de las paradas, siendo reconocida por los dos, con un intenso valor nostálgico. Comenzaron a recorrer el camino de ida, a través de un camino empedrado.
—¿Qué crees que diga en cuanto nos vea?— preguntó Rin mientras que daba un paso tras otro entre las rocas, cuidando de no caer o en perder el equilibrio —¿Crees que reacciones mal, al verme— se escuchó ahora atemorizada, volteando ligeramente hacia abajo, mientras que intentaba no tropezar.
—No creo… es una mujer bastante comprensiva, y somos su única familia en todo el país— intentó excusar una posible acogida positiva, pero no lograba sacar el temor de la mirada de su gemela.
—¿Y si el Maestro se lo explicó? Esperaría que al menos lo hubiera hecho de manera delicada— volvió a denunciar la aberrante actitud y carencia de delicadeza del representante.
—Conociendo a nuestra abuela, probablemente no le creyó nada, si es que le ha explicado algo, pues por más alejados que estemos, apuesto a que se pondrá igual de incrédula que nuestros padres si alguien le dice que te embaracé— se burló de aquel recuerdo, como su hubiese ocurrido hace ya bastante tiempo, siendo sólo unas semanas lo que lo separaba los sucesos.
Llegaron hasta la fachada de una casa de piedra de cantera de manera ligeramente tradicional a Japón, pero de manera algo más cuadrada y con un techo de manera diferente, de una apariencia más europea y de colores ligeramente alegres, con azul claro abajo y anaranjado en la parte de arriba. En los escalones anchos de madera que daban a la entrada, se encontraba una señora mayor de edad, encorvada y de cabello completamente blanco atado en una coleta, de apariencia seca y agotada, pero de movimiento firme y de mirada atenta, barriendo débilmente la entrada, vestida con flores anaranjadas y un delantal ajustado de flores amarillas. Len y Rin se detuvieron a verla, para después dar pasos lentos y apenas moviéndose para acercarse a ella, sin alertarla ni hablarle.
—¡Niños!— gritó ella al ver a los dos jóvenes acercándose, para después comenzar a bajar lentamente las escaleras sin tropezar. Acercándose a ambos y abrazándolos de manera cariñosa, colocándose cada uno a su lado y dejando que se agacharan un poco para llegar a su altura.
Aquella era su abuela por parte materna, de unos setenta años de edad o quizá unos cuantos más, quien había tenido a la madre de los gemelos a una edad sumamente avanzada para la consideración de tener hijos, todo por culpa de algo que ella creía, era esterilidad en sus años más jóvenes, pero que el milagro de la medicina le había dado la posibilidad de usar la última fase de fertilidad de su ser para poder concebir.
Y ella, al igual que su esposo, era de ascendencia no solo japonesa, sino también escandinava, pero debido a una relación que habían tenido en sus años de juventud, los padres de ambos se habían convertido en diplomáticos que habían viajado a aquellas tierras lejanas y habían contraído matrimonio de manera separada, para después conocerse y proponer a sus hijos a que se juntaran, siendo este el origen de un apellido que se había perdido con la llegada de la herencia Kagamine, de cuyo origen no era muy conocido por los gemelos.
La abuela de ambos era una mujer excepcional, quien disfrutaba de seguir con un poco de la cultura que había llevado su padre a ese país, y que además disfrutaba de la botánica, razón por la cual poseía un jardín del cual podría hacer alarde. Tenía una relación de completo amor y admiración con sus únicos nietos, y parecía que ella era igual de amada por ellos dos.
Tan pronto como se presentaron, pasaron y tomaron asiento en la cocina de la casa, una cocina estilo europeo con sartenes y ollas colgadas en la pared al lado de una estufa de hierro y una caldera, en donde había desde antes agua calentándose. Sirvió té a ambos mientras que todos continuaban con las charlas y los cariños momentáneos, dejando sus maletas a un lado de la puerta de la entrada.
—Me alegra tanto tenerlos de visita— agradeció la mujer mayor mientras que les servía a los dos en la tetera, mirándolos con agradecimiento por la sola idea de que estuvieran allí con ella.
—A nosotros nos agrada visitarte— contestó Rin mientras taba un pequeño sorbo al té en la tasa azul marino, volteando a ver a Len, quien parecía no apreciar el té lo suficiente, pues se mantenía con las manos abajo, sin siquiera tocarlo.
—Deberían de venir más seguido, no los había visto desde su último cumpleaños, y sus padres que jamás se dan una vuelta por aquí, como si fuera imposible viajar por el país— se quejó ella mientras que buscaba algunos biscochos para que los gemelos almorzaran, siendo ya casi el medio día.
—Sí, nuestros padres son unos desconsiderados— apoyó Len mientras que recibía en mano un plato colmado de pequeños panecillos de chocolate, tomando uno y consumiéndolo rápidamente.
—Es una suerte que su vigilante me haya llamado hace unas horas para avisarme que iban a venir, de otra manera, me habrían tomado por verdadera sorpresa— aclaró de su conocimiento de su llegada mientras que buscaba toallitas desechables para que se limpiaran, pero causó un sobresalto en los dos.
—Oh… así que recibiste una llamada de él…— comenzó a decir lentamente la chica mientras miraba de manera culpable a su gemelo, quien rebajaba su mirada de la alegría que había mantenido a hasta ese instante y comenzaba a preocuparse de la misma manera.
—Si, ese sujeto…— cambió su tono de voz un poco, a uno de desprecio —No entiendo como dejan vivir aquí a todos esos bolcheviques, pensé que era una clase de mafioso cuando comenzó a hablar con ese horroroso acento comunista, hasta que mencionó sus nombres…— dijo riendo un poco, expresando su alivio.
—Si… estuvo en el ejército rojo— se burló Len mientras que comenzaba a preocuparse de darle continuidad a la plática —¿Qué más dijo, aparte de que vendríamos?— preguntó sintiéndose ansioso por saber que tan sucios los había mandado a la casa de su propia abuela.
—Bueno, me dijo que necesitaban un lugar en donde quedarse mientras que pasaban muchas cosas feas en su propio hogar, y también dijo, que buscaban un lugar en donde poder casarse— y con eso dio por aclarado que el Maestro si había actuado como todo un boquifloja.
—Bueno… estarás confundida acerca de entre quienes será la boda… ¿No?— comenzó Len a tantear el terreno, quizá de una forma un tanto precipitada, pero siempre preparado para lo peor. La mujer mayor sonrió un poco, para después comenzar a reír con suavidad.
—Niños, el que viva tan lejos de la ciudad no quiere decir que esté completamente incomunicada— comenzó a caminar hacia ellos —su noticia salió en todo el país, y por si fuera poco, mis amigas del grupo de la iglesia los reconocieron de cuando eran unos niños y vinieron a mí con el chisme antes que los diarios— mostró una sonrisa algo más difícil de lo que podría ser el recuerdo de una situación algo difícil.
Los dos chicos se mantuvieron en silencio, sin volver a consumir de los biscochos de chocolate, ni en dar otra probada del té, solamente sentados en sus asientos y mirando al suelo, temerosos de conocer una cara sarcástica y cruel de su abuela que los estaría esperando desde el recibimiento.
—Tenía muchas ganas de hablar de ustedes… pero sus padres no me ayudaron a localizarlos, y menos a conseguir un solo teléfono— se quejó con bastante irritación, pero nada de enojo, solamente decepción.
—Lo lamentamos… no pensamos que te agradaría saber que nosotros…— dejó de hablar sintiendo que le podría ofender de cualquiera de las maneras posibles con una mínima explicación.
—No tienen por qué dar explicaciones— respondió volteando al suelo —Tuve mucho tiempo para pensarlo, y a lo único que he llegado, es a estar agradecida de que lo hayan dejado en paz y de que puedan ser felices— escucharon su voz en completa sinceridad, sonriendo tal y como antes lo había hecho.
—Como hermano y hermana no deberíamos de hacer esto…— comenzó Len con la ardua tarea que sería tratar de justificar sus actos —Pero lo que sentimos el uno por otro…—
—Eso es lo que ustedes quieren, y no tiene nada de malo— volvió a interrumpirles —Es algo que jamás podría haber esperado, o de alguna manera esperado, simplemente son cosas que pasan, y ustedes dos han decidido estar juntos de esa manera, no se tienen que sentir culpables— intentó hacer que dejaran de sentir ese terrible peso encima de sus hombros —Quizá lo único que me molesta, es que todo lo que hicieron ocurriera fuera del matrimonio— expresó con firmeza mientras que los gemelos se miraban agradecidos el uno al otro por las palabras que les había dado.
—No hubiera podido ser de otra manera, no hubiéramos podido decir que nos casaríamos así como así— interpuso Len rápidamente.
—Pero Len ya me había pedido matrimonio— interfirió Rin con rapidez mientras que levantaba la mano, para después darse cuenta de que se había retirado el anillo unas semanas antes.
—Bueno, la intensión es lo que cuenta— fue un mínimo consuelo saber que al menos las cosas podrían haber sido mejor de haber sido la ley más flexible —Quiero recordarles que siguen siendo mis nietos, y que los amo sin importar lo que hagan, y que sean felices de esta manera no cambiará nada— y tras dicho esto, los abrazó a ambos.
Era la primera vez que los dos sentían una verdadera clase de aceptación, ni siquiera con sus padres atestiguando a su favor habían sentido que alguien realmente los quería tras haberse enterado; y sus amigos, el sacerdote, todos ellos eran de alguna manera condicionales, o los percibían de esa manera, pero aquel abrazo les daba la esperanza de un amor que sobrepasaba la visión de prejuicio de cualquier cultura, el amor que sólo una abuela podría profesar.
—Muchas gracias, significa bastante para nosotros, y quiero que sepas que el bebé está bien, crecerá en una familia unida que lo adorará— dio Rin por seguro al separarse de la madre de su progenitora, viéndola de manera directa a los ojos.
—No podría esperar menos de ustedes dos— se alegró mientras que tocaba ligeramente el vientre cada vez más grande de Rin, para después voltear a verlos a los dos —Y debo de admitir que en cierta forma es un pequeño alivio que los dos terminaran juntos— comenzó a retomar la palabra, dejando un poco desconcertados a ambos —De esa manera, la raza se mantiene fuerte y pura— levantó la mano con orgullo mientras que sacudía con la otra el hombro de un Len ligeramente asombrado —Desgracia hubiera sido que tu terminaras juntándote con otro hombre, aunque hay que agradecer que el gobierno no deja que haya esa clase de matrimonios— y después, se giró para ir en busca de alguna otra clase de alimento para consentir a sus nietos, recordándoles que era una mujer ligeramente prejuiciosa a su manera.
Era obvio para ellos dos, que quizá había buscado lo mejor de la situación, y en todo caso, lo agradecían, y durante el resto del día pudieron comprobar su buena disposición al asunto, mientras que sus padres habían terminado huyendo del asunto, ella había reflexionado de manera intensa la relación que ellos dos tenían.
—Nacieron juntos, creo que no era tan difícil imaginar que seguirían juntos toda la vida— alegó mientras que daban un paseo por el jardín, un enorme espacio verde de una hectárea de área, con varios caminos cruzados formados por el espacio entre árboles, ella siempre tan encorvada y a paso lento, siendo seguida por los gemelos, tomados de la mano y con una lentitud similar.
—A veces pensamos que aunque no fuéramos hermanos estaríamos juntos— agregó Rin a lo que irían contando en el camino por entre plantas, árboles y flores que se extendía a su alrededor sobre la misma tierra que iban pisando y a sus techos formados por la misma vegetación, a los lados hasta donde la limitada vista alcanzaba.
—No lo dudo— corroboró la señora mayor, sintiéndose cómoda de tocar aquellos temas, tratándolo más que como una condena, como muchos otros lo tratarían —Recuerdo que fue cerca de este lugar en donde hace unos años, ustedes dos plantaron un pequeño retoño que yo había estado guardando— volteo a ver a sus alrededores —Era su árbol, y siempre lo cuidaban, entre los dos, aunque ahora no puedo recordar, pero me parece que era un árbol de melocotón— volteaba a ver varios árboles frutales que con esfuerzo bien aplicado, se habían logrado adaptar al suelo y al clima del lugar —Vine a verlo cuando me enteré de su noticia, y encontré frutos bastante maduros caídos al lado de la base— miró uno de los lados y encontró un árbol saludable de dicho tipo —Tal y como ustedes dos, maduró y ahora es tiempo de que de fruto— después de eso, se puso a recoger dichos frutos, con ayuda de los gemelos, de alguna manera, como si se tratara de una promesa que habían hecho al retoño que habían plantado, que ahora apenas podían recordar en aquellos días de su infancia.
Su estancia en aquella casa fue el periodo más tranquilo y lejos de cualquier estrés posible, sin tener que lidiar con órdenes del Maestro, el odio de Luka o de Yuuma, y de las decenas de exigencias de la fama y de lo que esto les pedía, al menos ahora podían simplemente sentarse en el cálido suelo de madera de la sala, metiendo los pies debajo de la mesita baja que su abuela tenía en el centro de la sala.
Podían reír tranquilamente, hablar más abiertamente del embarazo, y afortunadamente, la mujer mayor podía darles cualquier clase de consejo que requirieran para su alegría. Aquella tarde la pasaron sentados tranquilamente en el suelo, Len recostado tranquilamente contra una de las esquinas, usando una camisa blanca un tanto holgada debido al calor, mientras que Rin le abrazaba a la espalda.
Había consumido sus medicinas, y ahora tenían la idea de que permanecerían juntos y en tranquilidad toda la tarde. Pero debido a que ahora sentían que había una mayor paz, Rin comenzó a comentar acerca de la boda, y de la planeación que tenían.
—Me parece que Miki será una buena dama de honor…— comentó con lentitud —Además de que Miku de seguro querrá estar en medio del asunto, así que también deberá de estar allí, no me perdonaría si la dejara fuera— bromeó un poco, sin necesidad en tener que aterrarse al pensar en la verdadera reacción que tendría la peli verde si es que estuviera fuera de la ceremonia.
—¿Y Meiko u Luka?— preguntó de manera poco atenta el chico mientras que se relajaba, olvidando que esta última debería de ser omitida de cualquier clase de pregunta o de conversación debido a sus acciones pasadas.
—Meiko me incitó bastantes veces a abortar… no creo que sea agradable tenerla a mi lado en la boda…— dijo con simpleza, no queriendo introducirse en el tema demasiado.
—Está bien— cortó Len el tema, prefiriendo seguir en la tranquilidad del suelo debajo de los dos, respirando intensamente para después voltear a ver a su abuela, quien había llegado a sentarse tranquilamente en el sillón individual al diagonal de la sala, llevando en sus manos un álbum de fotografías aún cerrado, y sin siquiera mencionarlo.
—Creo que Lily y Gumi deberán de estar también… y para las chicas de las flores, creo que es obvio que deberíamos de llamar a Yuki, si es que se siente bien para hacerlo— recordó Rin que la niña seguía con el ligero trauma de Kiyoteru.
—¿No son muchas mujeres como damas de honor?— preguntó Len extrañado y sin conocimiento de la razón de esta tradición.
—Por supuesto, con cuatro estará bien, siempre que tu lleves a la misma cantidad de hombres— con solo decir aquello, parecía que había fastidiado en grande a Len.
—Supongo que Piko, Kaito y Gakupo estarán bien— bufó sin intensión de sonar complacido —Creo que el cuarto podría ser Tonio, si es que puede, de cualquier forma, no quiero que el Maestro esté allí, antes preferiría a Yuuma— continuó con la molestia.
—Lo sé, y sin un hombre que me entregue, creo que él me tendrá que llevar al altar al final— expresó Rin con similar desagrado, pero ligeramente resignada.
—Eso sería horrible— se compadeció su gemelo girándose a ella —Espero que puedas salvarte de eso— le abrazó a manera de consuelo mientras que su abuela los miraba con ternura.
—Me alegra tanto que puedan ponerse a planear su boda con comodidad, aunque más productivo sería que empezaran a planear la crianza de su hijo, que espero que les sea fácil— opinó ella mientras que estiraba un poco las piernas.
—No te preocupes, abuela, nosotros tenemos suficiente dinero para dedicarle más tiempo a nuestro hijo que a trabajar— le avisó Rin, sin dar un tono de presunción, o siquiera de orgullo, sino más bien de responsabilidad.
—Y espero que consideren tampoco malcriarlo, y enseñarle la verdadera valoración del trabajo y del esfuerzo— les recordó acomodando un poco mejor el álbum fotográfico en sus piernas, aún sin decirle nada a los gemelos.
—Nunca hemos desaprovechado nada… y hemos sabido cómo hacer para ahorrar, somos bastante responsables en saber el valor de las cosas— intentó sonar lo más sabio y previsible posible, a la vez que usaba el tono más paternal que tenía.
—Está bien, pero creo que ustedes deben de tener también un objetivo, no pueden simplemente dejar de trabajar a una edad tan joven, deben de dedicarse a algo— expresó algo de su preocupación por la clase de vida que llevaban siendo estrellas de la farándula, más que nada, por el hecho de que no le agradaba la idea de que la gente jugara con sus imágenes como lo hacía.
—Nos dedicaremos a algo, tampoco somos millonarios, y hemos estudiado bastante hasta ahora, estamos preparados para trabajar— repuso Rin cualquier posible palabra mal ubicada que Len hubiera podido decir.
—Me alegraría ver que encuentren una manera de vivir que les haga estar verdaderamente orgullosos— dijo con verdadera esperanza por los dos.
—Nos gustaría acabar en una casa como esta, vivir cerca de los árboles y alrededor de ellos— comenzó a decir lentamente Len mientras que se removía en el suelo —O cuando menos lograrlo cuando nos retiremos— habló bastante a futuro, ilusionándose en lo que abrazaba a Rin.
—Es un buen plan, retirarse a un lugar como este es el sueño de muchos— miró a su alrededor, en especial a la ventana, que seguía pintándose de verde a causa de la luz entrando reflejada desde las plantas —Su abuelo y yo trabajamos bastante tiempo para poder llegar a esto, y poder llegar a una vida en la que nos pudiéramos tranquilizar, y envejecer juntos… lástima que murió tan joven— se lamentó un poco, volteando a ver a su regazo, en donde estaba el álbum fotográfico.
Respiró con profundidad, estirándose con tranquilidad, mientras que Len y Rin se consternaba un poco por haber traído cualquiera de los posibles recuerdos nostálgicos que siguieran siendo dolorosos para la mujer viuda desde hace más de diez años.
—Les quería mostrar algunas fotos de él, tan solo por si deseaban— volvió a distraerse la señora mientras que tomaba el álbum de sus manos y provocaba que los gemelos se levantaran al instante a buscar a ver lo que su abuela llevaba.
No pudieron negarse en ver aunque fuera por un tiempo aquel álbum en donde seguramente, darían un viaje a la historia de su familia. Se sentaron sobre los brazos del sofá, como siempre hacían cuando alguien deseaba mostrarle algo a los dos. Las imágenes eran a color, o al menos la gran mayoría de ellas. Empezaban con algunas cuantas de la boda que su abuela había tenido, a la edad de veintisiete años, con cabello color rubio y piel tan clara que palidecía aún más con el sol que caía en ese momento, siendo inmediatamente obvia la similitud con los gemelos, mientras que el hombre con el que se casaba era de una estatura menor, y de cabello negro y anteojos gruesos, pero que no dejaba de tener una forma o un espíritu similar al de Len.
Encontraron una manera fácil de comprarse con sus abuelos en aquel entonces, pese a que ambos tenían rasgos más "individuales", sin agregar que pese a la similitud inicial, en realidad, los genes habían hecho su juego combinatorio, y Len y Rin habían obtenido bastantes características de su padre que los diferenciaba, eso fue hasta que llegaban al final del álbum, una parte que, pese a su contenido, su abuela no se retractó en mostrarles inclusive con cierto orgullo.
—Me parece que este es mi padre, es decir, su bisabuelo— les enseñó entonces una fotografía en blanco y negro de un hombre alto, más de lo que Len llegaría a ser alguna vez, pero que gracias al tono y a la luz, se lograba dar a ver que su cabello era rubio, al menos en la fotografía, mientras que sus ojos, uno de ellos cubierto por lo que al parecer era un parche, eran apenas visibles. Pero lo que más llamó la atención, fue que llevaba puesto un uniforme del partido Nacional Socialista Obrero Alemán, más específicamente, de las Escuadras de Defensa, y lo vestía con basto orgullo.
—No sabía…— comenzó a decir Len sintiéndose algo incómodo —Que nuestro bisabuelo había sido soldado— tosió un poco intentando no sonar grosero.
—Fue un diplomático bastante audaz, y se ganó a pulso un lugar de importancia dentro del partido político que seguía muchos de sus ideales, aunque al final los tratados internacionales fueron lo que más le llamó la atención, terminó siendo más un corresponsal, aunque nunca supe demasiado acerca de que trabajos hacía— admitió la abuela, sintiendo algo de ternura con solo ver la imagen, sin entender mucho que causaba la incomodidad en sus nietos.
—Pero en el ejército Nazi sólo se permitía… gente… como ellos, pensaba que nuestra familia tenía raíces más al norte de Alemania— se cuestionó todo aquello, comenzando a dudar de sus propios orígenes.
—Los tiene, el padre de su abuelo era noruego, y él viajó a este país después de la guerra, siendo un hombre de negocios, siempre lo escuché decir que deseaba crecer en el mundo oriental, que siempre alegaba, se convertiría en una mina de oro, pero murió bastante podre, poco antes de que su zapatería fuera cerrada en los setentas, y su casa fuera demolida para construir una bolera— intentó hacer más memoria, ahora recordando la mayor cantidad de detalles que pudiera —Mi abuelo era de Dinamarca, o quizá era finlandés, pero fue fugitivo de la ley casi toda su vida, y huyó con su hijo cuando sólo tenía cuatro años, es decir, su bisabuelo de ustedes, a Alemania, tras la primera guerra mundial, y allí, mi padre falseó su nombre, y sus orígenes para entrar como diplomático en el partido político que más creía conveniente— se silenció durante unos instantes más, pensando en lo que había sido de él.
—Vaya… no pensé que hubiera un pasado como ese en nuestra familia…— pensó Len en voz alta —Cuando menos se arrepintió al final de sus días… o eso creo…— no alcanzó a contener ninguna de sus palabras, ni el desprecio que soltaba con ellas.
—¡Claro que se arrepintió! Pero jamás de algo que hizo, sino de todo lo que no logró— exclamó en defensa la anciana —Cambió su nombre y su pasado porque se convenció de que el partido Nazi era lo que le llevaría justicia al mundo, pero cambió de convicciones cuando se percató de que costo tendría cualquier clase de justicia que esos hombres quisieran aplicar, por muy fuertes que fueran sus ideales— recordó al pie de la letra lo que él decía mientras que miraba otra fotografía en donde estaba ella misma a su lado, como una niña, ahora él vestido con ropas vacacionales a la orilla de un río —Fue un diplomático, no un soldado, pero incluso con el alto rango que logró alcanzar, comenzaba a contradecir a sus oficiales, a inferir un cambio de tácticas, o incluso la rendición, y decidieron deshacerse de él mandándolo como corresponsal con los aliados, y sobrevivió porque jamás tuvo un solo crimen en su haber—
—Puedo imaginarlo como un buen sujeto— dijo Rin mientras que miraba otra de las fotos, en donde se podía ver él durante la boda, solamente al lado de su hija, ahora dándose cuenta de que había estado al fondo desde la fotografía inicial, pudiendo notar ahora que el único ojo que le quedaba era azul cerúleo.
—Lo fue, el día de mi boda, le contó todo lo que les dije a su abuelo, y creía que era importante que lo supieran, no fue una mala persona, no mató a nadie en su vida, y el ojo lo perdió siendo un bebé, viviendo en la pobreza huyendo con su padre y buscando un mejor camino, pero fue un padre amoroso conmigo y un esposo como ningún otro con mi madre, todo después de la guerra— dio a entender todas aquellas ideas que tenía, y de pronto, el anciano quien sostenía a una pequeña bebé de pelos ligeros y rubios en la última foto, tenía la clase de resemblase que Len deseaba obtener.
—Abuela… ¿Cuál era su nombre, el de nuestro bisabuelo?— preguntó intrigada Rin, como encontrando algo que había buscado desde hace mucho tiempo.
—Bueno… el nombre de su padre lo recuerdo bien, era Gillis, pero a él siempre lo llamé papá— rió un poco para luego pensar un poco más —El nombre se puso, con el que falseó su casta, era Adler, pero si mal no recuerdo, su verdadero nombre, y siempre lo recordaré como el único que él usaba con orgullo, era Viggo— remarcó la manera en la que lo pronunció —Me dijo que su padre se lo puso, porque tenía la ilusión de que pelearía por la justicia, ya que significa "Guerrero"— aclaró con bastante orgullo.
—Viggo…— repitió Rin mientras que miraba a su hermano sentado al otro lado del sofá —Me gusta ese nombre, hay que ponerle así a nuestro hijo— propuso de inmediato con una sonrisa de oreja a oreja.
—Rin, ni siquiera lo has pensado… y no te ha gustado ningún otro nombre, ¿Qué tal si mañana ya no te gusta este?— se puso a demandar respuestas, pero Rin le miró como se miraría a un ridículo.
—Es el mejor nombre con significado, y serviría para continuar una tradición… así que me quedo con ese— dio último aviso a su hermano mientras que su abuela reía con alegría.
—Sería una honra que le pusieras así… me gustaría que su hijo viviera tranquilo toda su vida, pero para el pobre, el solo hecho de estar aquí es ya una batalla— miró con ternura a la chica, para después pasar a su hermano de la misma manera.
—Supongo que está bien— se convenció Len finalmente de ese nombre —Espero que le dé convicción y fuerza, saber que su nombre tiene un significado así— cerró finalmente la decisión mientras que se estiraba y repetía lentamente el nombre que se compondría con el apellido Kagamine, ya fuera antes o después, agradándole el resultado sonoro.
De manera similar, el día terminó mientras que se conversaba acerca de las distintas cosas que iban a hacer una vez casados, ahora con una perspectiva maternal que su abuela se complacía en aprobar o reprobar de manera pasiva y elocuente. Luego, se prepararon para la cena, mientras que contaban a su abuela los detalles con sus amigos que iban a ser invitados a la boda. Le contaron de la enemistad que habían tenido con años con Miku, lo materna que se ponía muchas veces Meiko pero lo insoportable que era también cuando bebía en exceso. Casi no mencionaron a Luka, les desagradaba solamente decir su nombre, solamente Rin agregó, que era una mala persona, y que era una suerte que la alejaran cada vez más de sí mismos, aunque eso a Len lo intrigó bastante, sin saber claramente porque.
Así, fueron recorriendo a todos sus compañeros en aspectos y en apariencia, de tal manera que su abuela iba haciendo notables comparativas con personas que habían sido especiales para ella y para su esposo, el que se había dedicado durante treinta años a la venta de automóviles y había hecho una docena de amigos distintos, pero que no había alcanzado a ver a los gemelos convertirse en estrellas.
Finalmente, conversaron acerca de los tres hermanos que les habían estado apoyando, destrozando al Maestro son sus opiniones negativas, y extremadamente burlescas, que se complementaban con la visión completamente negativa que la mujer mayor tenía con todos a los que ella llamaba bolcheviques y que los gemelos entendían simplemente como comunistas, aunque el Maestro fuera sumamente capitalista y explotador.
Luego, al tratar el tema del médico, mencionaron que él era quien les había dado las medicinas de Rin, y pese a la alegría de la abuela porque ambos tuvieran apoyo médico profesional, les pidió que tuvieran cuidado con lo que cualquier persona les diera, más aún, si desconocían para que era cada medicamento.
Y finalmente, al llegar al padre Thel, a quien ellos cordialmente habían dejado hasta el final, describiéndolo como un hombre amable, y caritativo, simplemente, un hombre de Dios.
—Me alegra mucho que un sacerdote les ayude de esa manera, me gustaría mucho conocer a un hombre tan grande que es capaz de recibir a una pareja que ha entendido las consecuencias de sus actos y decide continuar porque es lo correcto— expresó ella con agradecimiento, y alegre de que sus nietos retomaran su religión.
Sin importan lo incorrectas que pudieran verse sus puntos de opiniones desde un punto de vista secular, los gemelos entendían que esa era la manera en la que ella pensaba, y no podían hacer nada para cambiarla, preferían hacer las paces con ella, y dejando salir todo lo que tenían que decir con ella, era una suma complacencia para ellos, casi un descanso a sus conciencias.
Llegaron hasta la cama tras un día lleno de conversación, y todas las conversaciones de alguna manera positiva, al igual que un aluzado ambiente en el cual podían convivir, pero Rin parecía no quedarse quieta de hablar más y más, siguiendo con esto mientras que se metía debajo de las sábanas de la cama que su abuela había preparado para ellos.
—Deberemos de evitar que Mikuo demuestre mucho su homosexualidad, no queremos que nuestra abuela tenga un ataque por enterarse de que tiene "ese" estilo de vida, pero creo que a Miku le complacerá controlar a su hermano para que se comporte lo más heterosexual posible— dijo Rin a la ligera, como si fuera un asunto a tomar inclusive como una broma.
—Espero que sí, y creo que así serían todas las personas que queremos en la fiesta— agregó Len con tranquilidad, acomodándose en la sábana a su lado y abrazándola un poco.
—Espero que todo salga bien… creo que en cuanto podamos hacer la boda Miki esté lista para ejecutar todo como se debe, de seguro ya estará ansiosa— se rió un poco mientras que colocaba sus manos alrededor de la cintura de su gemelo.
—Me gustaría que todo esté en paz para esos días— comentó Len intentando estirarse sin desacomodar mucho a su hermana —Quizá podrías hacer las paces con ella… con Luka— agregó de la nada, sintiendo que era de alguna forma su deber el lograr paz entre ambas, que habían sido tan buenas amigas en el pasado.
—No creo que ella importe para nada— susurró Rin sin intención de ser escuchada por completo —Si no quiere hablarme, a menos de que aborte, que no lo haga— sentenció severamente y de manera definitiva.
—No sería malo que intentaran hablarse, ella es una muy buena persona, y es una amiga tuya de hace mucho tiempo, de seguro sería flexible si es que intentas razonar y demostrarle lo importante que todo esto es para nosotros— intentó convencerle más y más de algo que de antemano sabría que no funcionaría, pese a que antes sentía que ya había funcionado.
Y fue precisamente por esa causa, de intentar forzar las cosas, que terminó hartando de manera poco graciosa a su hermana, como si la falta de intensión no fuera suficiente; resultaba que Len ahora estaba demasiado interesado en su antiguo amor para el gusto de su hermana, y eso era razón suficiente como para arruinar lo que sería el final de un día tan "iluminado".
—¿Por qué rayos te importa ella?—Preguntó con toda la intensión de sonar ofendida — ¿Por qué tienes que pensar que a mi tan siquiera me importa? ¡¿Por qué a ti te tiene que importar?!— le reclamó ahora a gritos mientras que se levantaba un poco y se cubría con la sábana, como si esta pudiera darle alguna clase de defensa aparte de no mostrar su cuerpo por completo.
—No… no lo dije porque ella me importe… sólo quiero que se paguen los platos rotos— intentó él justificar de alguna manera su preocupación por el asunto.
—¿Y yo tengo que ser la que los pague esos platos? ¿Crees que yo cometí el error?— volvió a gritar sumamente molesta, dejando que las hormonas de su embarazo el hicieran efecto y le hicieran sobreactuar un tanto.
—No, pero ella no se disculpará, y deberías de entenderla un poco cuando crees que está completamente equivocada…— dejo salir sin siquiera fijarse demasiado cómo es que la estaba defendiendo, y sin siquiera una idea clara de por qué lo hacía —Sólo tiene ideas distintas… no por eso deberías de detestarla…— continuó hablando sin saber mucho más que agregar, dándose cuenta de que quizá ya había lastimado a su gemela.
Y por supuesto que lo hizo, pues sin que pudiera decir ninguna otra palabra, la chica comenzó a llorar de manera leve y lenta —Sólo dices eso porque deseas tenerla cerca de ti mismo… desearías que ella te hubiera correspondido— le reclamó con un obvio sinsentido, pero de alguna manera, logró calar a su hermano.
—Rin, por favor, no tiene sentido que siquiera lo menciones, es algo que jamás pasó y que jamás hubiera podido pasar— reclamó él por la inutilidad de la sola mención de aquello, pretendiendo ganar algo de territorio en esa discusión, siendo que trató él de sonar como si le doliera recordar el asunto.
—¡Por supuesto que sí pudo haber pasado!— gritó como si el desconocimiento fuera su culpa, dándose cuenta después de que no podría seguir ocultando el asunto de Luka por mucho más tiempo —Ella te hubiera correspondido a todo… ella te hubiera adorado y te habría amado como tú te lo merecías… si no hubieras recurrido a una estúpida mediadora— con aquello terminó derramando toda la culpa sobre sí misma, cubriéndose la cara de la intensa vergüenza que sentía al admitirlo.
Len no supo que decir, pues para él, aquello era un extraño acertijo que merecía alguna clase de razonamiento del que no era merecedor, y no se equivocaba tanto, pues el destino, si es que había alguno, le había preparado a un camino completamente distinto de aquel con el que ilusionaba a la peli rosada hasta un punto imposible, pero era más la falta de comprensión de la palabra "traición" dentro de todo aquello, lo que más lo hacía perderte.
—Ella podría haberte amado— admitió Rin finalmente —podrían haber hecho lo que quisieran desde el inicio, ni siquiera la edad los detenía, y podrían haber tenido el futuro que ustedes dos decidieran— se remordió y tragó saliva con aspereza de tan solo pensar en aquello, en cómo le dolía imaginarlo ahora, en ese momento, pero con Luka a su lado, como debería de haber sido —Pero una maldita mediadora… que ni siquiera entendía sus propios sentimientos, los puso uno contra otro… al inicio sólo por un placer morboso… pero después, por un deseo amoroso que… al final no haría nada más que resultar en suicidio— se detuvo al momento en el que un reflejo a causa del llanto le contaría la garganta.
Len se mantuvo quiero, intentando mentalizarse un escenario en donde todo aquello ocurriría, y en donde todo sería causa de Rin, y su mirada se ensombreció al momento en el que todo tuvo sentido, desde el inicio, desde el día en el que su corazón se había roto por primera vez, pero de alguna manera, quedaba espacio en su corazón para el remordimiento.
—Lo siento… lo siento mucho Len— comenzó a gemir en mitad del llanto, exclamando a voz baja al principio, pero luego sin poder contenerlo, soltando saliva al intentar articular alguna palabra —Lo siento de verdad…— se sentó en su mismo lugar, sintiéndose incapaz de poder dar un solo paso con aquel pesar en su corazón.
—Rin… tu no…— dijo él tratando de mantener algo de incredulidad, para después levantar la mirada de manera desesperada, atándose al último hilo de esperanza de que su hermana estuviera mintiendo, dando un minuto de silencio a que ella se arrepintiera, o que surgiera con una pesada broma de su lado, pero no ocurrió, y en lo que volteó de nuevo a verla, a encararla de una buena vez, ella estaba con su cara entre las rodillas, lloriqueando en el mayor silencio posible.
No le costó razonar mucho las cosas, pues en primer lugar, tenía que procesar en su mente el cómo aquello afectaba la imagen que mantenía de su gemela, intentando demonizarla al mínimo, arrepentirse de haberle confiado una tarea tan simple como esa, y dando por decidido que no se arrepentiría por lo que puestamente se había perdido, por lo que ella le había arrebatado. Y finalmente, en la plenitud de toda su realización, recordó filosamente el sueño que le había hecho derramar tantas lágrimas noches atrás y disipó todo su junta de odio, al que había recurrido en la búsqueda de hasta del más mínimo defecto de su hermana.
—Creo que ya lo sabía…— musitó débilmente tan solo para llamar su atención, iniciando de esa manera su apología, y la eliminación de todo su odio. Y tal y como lo quiso, ella levantó la mirada —Creo que ya sospechaba desde hace mucho que Luka no me odiaba de la manera en la que tu lo dijiste, incluso desde antes de que lo dijeras— comenzó dando una explicación de la cual jamás se había convencido a sí mismo.
—No es cierto, si lo hubieras sabido antes, me lo hubieras reclamado, y habrías hecho lo posible por hablar con ella tu mismo— se negó Rin a creerlo —E incluso si lo hubieras sabido después de que iniciáramos nuestra relación, me hubieras dejado por ella— le acusó fríamente, pero sin detestarlo en sus palabras, sino creyendo en que una verdadera justicia habría sido aquella —Y si ahora inventas que lo sabías, pero no eres capaz de abandonarme, es por el embarazo— chilló con remordimiento mientras se despreciaba con la mirada a sí misma y a su barriga apenas crecida.
—No, no es cierto, no sabes aún lo que pienso…— le calló con algo de fiereza —Era obvio que no me odiaba, eso es lo que ya sabía, pero hubo más de una vez en la que pude verla y hablar de cerca, y ver que su aversión a mi era por una mentira… solo por ver cómo me trataba, como si no me conociera, como si viera un falso retrato, o el reflejo de un espejo pero que no era yo— su hermana volvió a inclinar su cabeza por la ironía usada, y hasta ese punto, Len pensó que lo tenía bien merecido.
—Sé que no importará que lo diga… pero me remordía la conciencia cada vez que decías que yo era la única que podía amarte, cuando sabía de sobra que no era verdad— expresó con el mismo dolor de antes, sin disminuir sus lágrimas, pues no sentía que se le pudiera perdonar.
—Pero hay algo de lo que me di cuenta de cuando tuve aquel sueño tan tortuoso— replicó él, tratando de tranquilizarla, al final tomándola de los hombros y hablándole tan claro como podía, dándose a entender rápidamente a cual sueño se refería —Me di cuenta de que realmente, mi vida no tendría sentido, incluso si tu y yo nunca nos hubiéramos enamorado, si solamente hubiéramos sido hermanos— aquello pareció ser un tanto obvio para Rin, pero no se percataba de lo que querían decir realmente aquellas palabras —Me di cuenta también, que te he amado desde hace mucho más tiempo del que podía recordar, de que eres lo más importante para mi desde antes de que me enamorara de Luka, y antes de haber iniciado nuestra relación— su voz comenzaba a ponerse cada vez más y más ronca, intentando no contagiarse del llanto de su hermana.
—Si… puedo imaginármelo… pero sabes que aunque sólo hubiéramos sido hermanos, yo debí de haber aceptado tus sentimientos, y todo hubiera quedado bien— ahora repuso sus palabras, asegurando aquello mientras que Len solamente negaba —No lo negarías si es que no tuviéramos esta relación, si te hubieras quedado con Luka… sólo me apreciarías como hermana— continuó hablando, pero finalmente Len la silenció colocando su dedo sobre sus labios.
—No entiendes, de verdad… no sé qué habría pasado si no hubieras mentido, pero ya no me importa, ¿Ok?— intentó convencerla mientras abría sus ojos de la mayor exigencia posible —Incluso en esa situación, jamás habría sido tan afortunado como lo soy ahora, porque tú eres la única que tiene el amor en el que necesito estar involucrado…— dijo en casi un grito que intentaba dejar fuera de duda su intención —Ese amor es el que tanto quiero… porque es lo más especial que puede existir, y es que te amo no porque seas mi hermana, o mi futura esposa, o la madre de mis hijos, sino porque quiero que seas todo eso, mi única mujer— la abrazó con fuerza tras terminar de decir aquello, intentando con todas sus esperanzas convencerla —Si no eres capaz de creerme, tan solo observa, que nuestro amor tuvo que vencer esa barrera del incesto que creíamos que sería imposible de confrontar—
—Dios mío, Len…— rió Rin un poco, recibiendo el abrazo —Puedes ser tan cursi y tan tierno cuando te lo propones— y recibió ella el abrazo de lleno.
—Tú me provocaste, tenía que decirte todo esto desde hace mucho tiempo, y no pensé que no me creerías— acarició su cabello para después pasar sus manos a su espalda y acariciarla con algo de fuerza, con la intensión de juntarla más a sí mismo.
—Quiero tener este amor contigo porque eres lo mejor que podría haberme pasado— continuó ella —Y quiero ser lo mejor que te ha pasado a ti— dejó salir un fuerte respiro, finalmente dejando la tensión de lado.
—Lo eres, solamente te pido por favor… que no vuelvas a mentirme— dijo en un susurro claro y agradable, dando a entender que no estaba enojado, no más, pero que lo estaría si es que volvía a sentirse traicionado de esa manera.
—Ya no lo hago, no te preocupes— y tras aquellas palabras, volvieron a besarse de nuevo. La noche terminó de nuevo como había sido aquel día, reafirmando de alguna manera la unión al sacar la última esquiarla de suciedad que podría haberles hecho daño, sin saber si es que podría haber destruido todo o en unos años, o haberse convertido solamente en una anécdota de picardía más en las memorias de Rin. Pero fue cómo tenía que ser, y para los dos, no podría haber terminado mejor.
La última cosa que ocurrió durante su estancia en aquel lugar, fue la llegada de una visita bastante inesperada, alguien que alegraría a más no poder sus expectativas, y que despejaría cualquier nube en los días consiguientes.
Temprano en la llegada del sol, un sujeto alto, de cabellos blancos alargados y traje formal con corbata de apariencia vieja, como de los cincuentas, caminaba por el típico y adorado camino de piedras de la casa, por el cual Len y Rin habían decidido caminar y desviarse un tanto en los alrededores, en busca de un trayecto alternativo. El sujeto llevaba un maletín el su mano derecha y un sombrero acorde a su apariencia en general. Se detuvo cerca de la fachada, y colocando el maletín en el suelo, esperó a que la mujer mayor le diera un poco de su atención.
—Muy buenas tardes— pronunció con su remarcado acento de Europa del este —Aprecio la permisividad al momento de abrir las puertas de su propiedad, y agradezco aún más su presencia en persona ahora que he logrado llegar a su vivienda— pronunció con cuidado de no trabar las palabras.
—Cualquier buen hombre y intenciones honorables es recibido— contestó la abuela de los gemelos, apoyándose en su escoba vieja, mirando al hombre con detenimiento, notándole quizá más carga de la que su edad debería de haberle llevado, y a la vez una energía positiva en el esplendor de su mirada.
—Vengo a buscar a Len y Rin Kagamine, me imagino que usted es una relativa de ellos, necesito encontrarlos para atender asuntos de suma importancia— aclaró mientras que se retiraba el sombrero.
—Ellos dos regresarán en unos minutos, hasta ese entonces puede esperar aquí afuera— la mujer percibió algo extraño en su tono de voz que de pronto le sonó reconocible, y de inmediato, se apresuró a confirmar la identidad del sujeto — ¿Usted es ese que se hace decir su "Maestro"?— preguntó como un tanto molesta, teniendo que elevar la voz, al recordar la actitud tras el teléfono en la llamada que había recibido.
—No, en realidad soy su hermano, y veo que se ha hecho su fama— lo supo por la sola manera en la que la anciana lo miraba —Soy su hermano, sus nietos me reconocer como Padre Thel— dijo admitiendo que aquella no podría ser otra que abuela. Al instante, la mujer levantó las manos en sorpresa y algo de vergüenza.
—Santo Dios, es usted ese sacerdote que ha ayudado tanto a mis nietos— exclamó mientras que bajaba las escaleras e iba a ayudarle con su equipaje —Lo lamento mucho, no estaba preparada para ninguna visita el día de hoy, y discúlpeme lo de su hermano— comenzó a retractarse mientras que él se alegraba y cargaba la maleta por sí mismo.
—No hay problema, lo conozco lo suficiente para saber cómo es con la gente— rio mientras que se encaminaba con ella a la entrada de la casa.
—Mis nietos regresarán en unos minutos, mientras tanto, usted puede pasar y sentirse como en su casa— dijo con una insistencia de hacer sentir bien a su invitado —Muchísimas gracias de nuevo por lo que hizo por ellos, necesitaban a Dios y usted no dudó en apoyarlos a que se acercaran a él— volvió a mostrarse sumamente agradecida, incluso haciendo una reverencia.
—Señora, ningún otro sacerdote, en pleno deber de servir como pastor de su rebaño, habría hecho ni más ni menos, que guiarlos de vuelta con el señor— afirmó sin desear sonar pretensioso, sino todo lo contrario, queriéndose colocar al mismo nivel que cualquiera de sus colegas. Después de esto, entró a la casa, y se sentó en uno de los sillones extensos, alegrándose de encontrar una casa de tan familiar apariencia interior, que le resultaba pintoresca y cómoda.
—Nos alegra tanto que esté vivo— exclamó Rin mientras que se sentaban ambos gemelos enfrente del sacerdote, tomando una taza de té como la que estaba consumiendo el sacerdote desde hacía unos quince minutos.
—Sin duda debe de compartirnos su historia de supervivencia, nos parece extraordinario que le tomara menos de una semana recuperarse de un envenenamiento casi mortal— compartió Len mientras que se encontraba a un lado de su hermana, igualmente consumiendo los bísquets que se le habían servido.
—No voy a dar muchos detalles, sólo diré que mis hermanos me ayudaron bastante—mencionó con algo de alegría —Mikhail me apoyó con un tratamiento continuo y Salta me ayudó a tener la tranquilidad que necesitaba— volvió a dar un sorbo de té.
—En todo caso, ha sido impresionante que ahora esté aquí mismo, no pensamos que esta visita se podría volver mejor— compartió Rin aquella alegría que continuaba presente en ambos jóvenes —Creo que seguiremos aquí por un tiempo— aseguró mientras que miraba a su hermano, y aparte a su abuela, con una sonrisa que aseguraba su decisión.
—De hecho, he venido aquí por pedido de mi hermano, para comunicarse con ustedes por medio de mí, me ha pedido que les avise que ya no hay peligro, que ahora están seguros, y que es hora de que la boda se realice en la casa— dio su información con poca seriedad, más que nada, con una vistosa alegría por la forma en la que todo había salido.
—Oh… ya veo… creo que, deberíamos de decir que… queremos que la boda sea aquí mismo— propuso Len de manera sumamente dispuesta, tomando la mano de su hermana, levantándola para demostrar la seguridad que tenían los dos, para luego ver a su abuela y al padre, de los cuales ninguno de los dos se mostraba bastante complacidos.
—No me parecería mala proposición— comenzó a responderle el sacerdote —Pero aunque a Salta no le interese demasiado en donde sea la boda, debo de decir que Miki ha hecho toda una protesta en contra de que se cambie aunque sea el más mínimo de los detalles posibles acerca de la boda de la que ya tiene hasta el último milímetro planeado— dijo mientras que tragaba un poco de aire, sintiéndose algo incómodo por recordar la manera en la que la peli rosada peleaba a gritos en contra del cambio de cualquiera de sus planes —Además, no creo que a su abuela le agrade la idea de que cientos de personas pisen la tierra fértil y remuevan plantas para hacer espacio para la boda, ¿O sí?— interrogó intentando ganar el apoyo de la mujer mayor.
—Es cierto, no me gustaría que aquellos quienes no saben apreciar mi jardín, se dieran vueltas y destrozaran todo, lo siento mucho— se disculpó la anciana, inclinándose un poco a sus nietos.
—Está bien…— dijo un poco decepcionada la rubia —Miki hace muy bien las cosas, creo que podemos llevarte hasta la ciudad, si es que deseas ir a la boda— le propuso a la mayor.
—Por supuesto que si iré, no me perdería la boda por nada— afirmó ella mientras que giraba a ver al sacerdote y le sonreía por la ayuda en librarse de la presión de la boda y de la posible destrucción de sus amadas plantas, que aunque por supuesto, no superaran en amor a sus nietos, prefería mantenerlas intactas de ser posible.
Pasaron un par de horas más, y continuaron conversando, ahora siendo el padre el que guiaba la conversación, dando anécdotas distintos acerca de la forma en la que se había convertido en sacerdote y en los ideales que ya había tomado desde hacía años, y cómo estos iban a favor de Len y Rin y de la situación en la que se encontraban. Pasaron un par de momentos en los que las diferencias culturales hacían chocar un poco a las dos personas mayores de la conversación, pero el catolicismo era algo que al final y al cabo, los unía más que cualquier separación nacional.
Una vez que el sol se había metido detrás de las colinas, y que la luz que entraba por las ventanas fueran insuficientes, la abuela de los gemelos Kagamine tuvo que irse a la cama, a descansar un poco, antes de la cena, dejando solos al sacerdote y a los gemelos, quienes hablaron acerca de lo mucho que extrañaban a los gemelos en la casa.
—Piko y Miki se alegraron de que regresara, y escuché a Miku y a Kaito diciendo algunas cuantas cosas alegres acerca de mi, al lado de su otro hermano Mikuo, a quien no conocía— rio el peli blanco mientras que se acomodaba en el sofá, recordando la curiosa manera en la que se había presentado el peli verde mayor con él —En cambio otros no se pusieron tan amables, Luka por ejemplo, no sé qué tantas cosas musitó en voz baja, aunque su hermano Luki estaba feliz… o al menos eso me parecía pero ni hablar de ese chico Yuuma— se puso dudoso en continuar contando de él.
—Me parece que ellos pueden hacer lo que quieran, de todos modos, ni está invitados— se puso a reír la Kagamine mientras que su hermano solamente sonreía de manera similar, aunque con menos de intensión de sonar como un miserable o algo así.
—Cuando hablaron de ustedes, la mayoría estaba alegre de que ustedes estuvieran bien, pero decían que hacían falta por allí— se puso a pensar un poco más —Recuerdo que Meiko dijo que había poco incesto por la casa, y describía esto como un verdadero problema— comentó con una forma un tanto hilarante.
—A veces puede ser muy desagradable, lo entendemos— agregó Rin mientras que se mostraba algo intolerante ante cualquier clase de palabras de Meiko.
—Sé que muchas personas piensan cosas distintas, acerca de todo el asunto del incesto, pero es bueno entonces, que logren llegar a un punto en el que todos lo toleran— se recostó con tranquilidad en el sofá y se recostó un poco —Ese es el punto importante, eso es a lo que se tiene que llegar, a esa clase de tolerancia— miró al suelo y sonrió un poco —No tienen idea de la intolerancia de las personas…— intentó seguir hablando, pero Rin le detuvo un poco en sus comentarios.
—Padre… quería preguntarle algo— se dispuso a satisfacer su duda —Usted sabe, que esa clase de cosas son decisión de cada uno, pero… ¿Qué hubiera pensado usted si hubiéramos recurrido al aborto, al saber del bebé?— su pregunta sonó bastante seria, y es que intentaba satisfacer su curiosidad, surgida desde la plática con el Maestro.
Aquello dejó en silencio al padre, quien cruzó sus piernas mientras que acariciaba su mentón, simplemente pensando en aquella respuesta, mirando a los dos gemelos, a una Rin consternada, y a un Len quien no salía de la impresión causada por esa pregunta.
—Por supuesto, no me refiero sólo al caso de que hubiera sido una necesidad médica— agregó ella como queriendo negarse a decirlo por completo.
—Entiendo a que te refieres, y mi única respuesta, es que yo simplemente no habría entendido su decisión— contestó firmemente —Es decir, lo entiendo plenamente, y sé que me cuestionas acerca de lo que pienso del aborto— intentó ser lo más comprensivo posible.
—¿Y qué es lo que piensa?— Rin dejó de ir por rodeos, intentando buscar una opinión alternativa a lo que le había dicho el Maestro.
—Ya lo he dicho, simplemente no lo entiendo— volvió a contestar de manera un poco autoritaria —Para mí, la opción del aborto es una a la cual sólo se debería de recurrir como última alternativa, en todo caso, para salvar la vida de la madre— respiró con fuerza —Y como verán, las mujeres abortan por casi cualquier causa, casi hasta el punto de hacerlo por moda— se quejó bajando un poco la voz, intentando no sonar bastante sarcástico.
Estaban observando una cara que no habían visto nunca del Padre, una en donde se podía entender dolor e impotencia, conforme más se introducía a sí mismo en el asunto.
—Supongo que le hecho de ser un sacerdote me coloca automáticamente en la posición errada de la discusión, en donde creer en Dios equivale a que uno odia a las mujeres y desprecia la libertad de cualquiera de ellas— expresó con pesadez, pero con una mirada neutral —Pero he dicho mi opinión millón de veces más y casi desde el principio, yo he entendido que no se trata de un hecho relacionado con Dios, o con lo que crea uno de él, se trata del valor que, como seres humanos, le damos a la vida en sí, tanto como protegemos la vida del enfermo, de la victima de guerra, o de hambruna, ese intención por ayudar al prójimo que deberíamos de dar hasta por el ser no desarrollado— se esforzó por intentar tener la mayor cantidad de congruencia —Es decir, muchas personas hablan de que aquello no es un asesinato, pero son solo esas quienes no pueden ver la valía que puede tener lo más pequeño, no se dan cuenta del valor como nutriente que tiene una semilla enterrada, ni de lo que esta puede producir— dio a entender con rapidez, sabiendo que podían dar un centenar de distintos argumentos en su contra, pero conociendo la manera en la que aquello se discutía.
Rin recordó aquello que el Maestro le había dicho, no muy diferente, pero con un enfoque por completo distinto.
—Es realmente terrible, que muchas de esas personas se pongan a argumentar que aquella sería una solución a la sobrepoblación, en lugar de sugerir simplemente una mejor planificación para la producción y distribución de alimentos, proponen la eliminación del "sobrante"—rió con simpleza como si aquello fuese algo a lo cual tomar con delicadeza —Se resta por completo lo que era la valía de la vida, como ya lo dije, algo que antes se defendía, que se apreciaba, se convierte en un sinónimo de plaga, como una especie de cáncer para la humanidad, eso es lo que realmente me lamento cuando se habla así de este tema— los miró a los dos mientras que observaba la manera en la que Rin comenzaba a proteger su vientre.
—Hay muchas personas… quienes no tienen opciones para apoyarse… y no pueden tener hijos por distintas cuestiones— argumentó Len, sintiendo que aquello era solo necesario para ayudar al sacerdote a darse cuenta de un punto en el que podría haber errado.
—Bien podría el gobierno dar ese apoyo, en lugar de fingir que todo se solucionará con solo prohibirlo, pero de nuevo, ellos no tienen la intensión clara en apoyar un nacimiento, no cuando ni siquiera una madre querría defender a su propio hijo, aunque en primer lugar, bien ayudaría dando educación sexual— tocó de nuevo una fibra sensible de todo aquello, más que nada a su posición —En todo caso, en el peor de los casos, no podríamos forzar a una mujer a vivir con el recuerdo de una violación en sus adentros, no cuando fue algo tan doloroso— habló con verdadero pesar por el tema, intentando mantenerse centrado —Lo único que puedo agregar a esto, no es una amenaza, no es insistir en que una madre no es dueña de lo que hay en su interior, por más que esto es ya en composición otro ser, sino simplemente pedir porque se considere la valía que cualquiera le daría la vida, y asegurarse uno, personalmente, que esa vida tendrá el mejor de todo el aprovechamiento, sea o no lo que un gobierno quiere, sino porque se tararía de otro ser humano—
Aspiró un poco más de aire, volteando a ver a las tasas vacías que ya hacían allí desde hace buen rato, pensando claramente en lo que había dicho, o más que nada, cómo lo había expresado ante los gemelos.
—Tolero lo que las personas hacen, y entiendo porque pueden considerarlo lo mejor, independientemente de quien tenga la razón al momento de trazar la línea de la vida, pero para mí, un mundo ideal sería en el que nadie fuera abortado, por más imposible que fuera para su madre mantenerlo, u ocuparse de él, pero desgraciadamente, ese mundo ideal no existe, y lo único que puedo hacer yo como hombre, sin voz ni voto en la situación ajena, es intentar avanzar más hacia ese sueño imposible de la defensa del inocente— entonces, vio como los gemelos crecían en incredulidad ante eso último —Yo mismo me encargo de cuidar y supervisar un orfanato, en donde nos llegan decenas de bebés al año, quizá más; los ponemos a trabajar en cosas simples desde corta edad, como un chico de campo, les damos educación, y les damos tiempo para jugar, pero no es seguro que saldrán de la pobreza, pero sí que nosotros hacemos nuestro mejor trabajo— afirmó con algo de notable compromiso por sus propias palabras —Es una vida difícil, lo admito y lo entiendo, así viví yo mis primeros años, una vida de algo de pobreza, y de trabajo constante, pero salí adelante, y he visto a miles más hacerlo… amigos míos que quizá fueron el producto de una violación— habló con voz profunda —pero cuando una persona, quien apoya la causa del aborto, se me aproxima y me pregunta "¿Es acaso justo que lleven una vida de trabajo y dificultades?" lo único que puedo contestar, y con sinceridad, es: "¿Acaso preferirías simplemente borrar su existencia?"— y dicho eso, terminó lo que era su opinión del asunto, su discurso acerca del tema.
Len lo miró con algo de seriedad, pero entendiendo claramente de lo que era su opinión, sintiendo que acababa de dejar una gran cantidad de información del asunto de una manera bastante apresurada, se daba cuenta de la dificultad que era para él el hecho de tomar ese tema de frente, sintiendo que muy probablemente había pasado por un centenar de esa clase de discusiones, y probablemente no le complacía tanto discutir con levedad de aquello.
—Entonces, culpa del gobierno, y de la falta de conciencia de las personas, eso es lo que provoca todo el problema— dijo Len con lentitud, intentando reflexionar un poco las cosas que había dicho.
—Si, lo sé, sé que eso no les dirá mucho, y que no será la opinión más perfecta ni mucho menos la más apropiada de todas para alguna persona quien ha sufrido de eso, pero es nada más mi opinión, y tal y como algunas de esas personas pueden hacer lo que les plazca y opinar lo que deseen, yo puedo intentar todo lo que esté a mi alcance para hacer valer mi ideal, siempre que no lastime a nadie— aseguró sin ningún temor.
—De acuerdo…— comenzó a decir Rin —Creo que su punto de vista es bastante respetable, y creo que tiene razón cuando habla de ese mundo ideal— se puso lo más sincera posible —Creo que… podemos asegurar que, cuando menos, Len y yo lo apoyamos en eso, sabe que seríamos incapaces de abortar…— intentó continuar explicando su apoyo, pero fue detenida por el sacerdote.
—Está bien, sé que ninguno de ustedes lo haría, y agradezco que den esa clase de oportunidad a su hijo— soltó una sonrisa completamente sincera —Esas son la clase de cosas que cambia al mundo, en pequeñas medidas, muy pequeñas, pero lo hacen—
Después de esto, se continuó hablando de algunos otros temas, pero dejando de lado todo aquel tema del aborto, nuevamente, se evadió de alguna manera lo que había traído también en ese instante el tema, el hecho de si Meiko había abortado. No sabían acerca de eso, pero prefirieron dejarlo en el olvido, por el bien del respeto a ella.
Al siguiente día, tras que el sacerdote hubiera dormido con tranquilidad en el sofá, propuso que se comenzaran el retorno a la casa de Tokyo, a lo cual los gemelos se sintieron algo entristecidos, pero mantuvieron una actitud positiva, llevando a su abuela con ellos.
—Te encantará la casa, abuela, y nuestros compañeros…— se contuvo Rin de describirlos más a profundad, temiendo que de alguna manera no fueran del agrado de ella —Bueno… sólo ten cuidado con el Maestro— fue todo lo que dijo mientras que ambos continuaban caminando en dirección de la parada de autobús, para después dirigirse a la estación de tren y finalmente, de vuelta a su hogar.
