Habían pasado ya nueve meses. Si, nueve largos meses, quizá un poco menos, desde el día en el que la noticia había cambiado la vida de Len Kagamine. Aún recordaba el ansia y el terror que le provocaba la sola idea de abrir ese pequeño sobre con los resultados de la prueba de embarazo, y aún así, después de todas esas angustias, nada de lo que había hecho hasta ahora, desde la decisión de conservar a esa creatura para criarla, hasta la impresión que habría dejado en el mundo entero tras su unión con su propia hermana, le traían el más mínimo sentimiento ni de culpa, ni de arrepentimiento.
Podía verlo en sus ojos, su querida Rin, su esposa, era bastante feliz en lo que se refería a las decisiones que habían tomado. Cada día era un nuevo despertar por sentir la vida progresando en su interior, pues ahora no existía nada que le dijese que no era vida lo que llevaba dentro de sí misma, y de saber estaría sana y salva, era lo único que requería para poder continuar con una sonrisa en el rostro, y un verdadero propósito por el cual existir.
—Esta es una de las cosas más grandiosas que puede hacer un ser humano, ¿No?— preguntó Rin a Len una noche mientras que ella recargaba su cabeza en el torso desnudo de su gemelo —Es decir, cosas como conseguir fama, hacer grandes descubrimientos, crear progreso, contribuir al arte, todo eso es grandioso, y es necesario para que la humanidad entera continúe progresando, eso es obvio— miraba el techo oscuro de su cuarto mientras continuaba hablando —Pienso que cada persona debería de contribuir con su vida a alguna de estas causas, algo que lo mejorara todo, pero creo que darse el tiempo de procrear, de producir descendencia y protegerla, es también de lo más importante que uno debería de hacer, después de todo, sin dicha descendencia, no existiría a quien dejar el legado creado— seguía pensando adormilada, sabiendo que su hermano entendería aquella idea mejor que cualquier otra persona. Y claro que lo hacía, Len entendía que su hermana soltara aquellas ideas de vez en cuando, era una mente creativa en constante progreso, ese era de sus principales atributos, pero estar lejos de la farándula, de la explotación de su mente en busca de una letra para una nueva canción, le provocaban momentos como estos, que iban más en aumento conforme pasaban los meses del embarazo. Y él no podía negar que todo aquello le había cambiado la mente.
—Si, supongo que puedes decirlo de esa manera— contestó él acariciando la barriga de su esposa, elevada y con la piel estirada tras los meses de gestación —Siempre soñé con tener grandes aventuras, como aquellas en las que un viejo mago nos llevara en busca de un tesoro custodiado por un dragón— referenció vagamente, refiriéndose explícitamente de manera plural —Conforme pasó el tiempo, esas aventuras se veían más distantes… pero ahora siento que estoy en una de esas aventuras…— susurró casi de manera inaudible —Ser padre, la mayor de todas las aventuras ¿No?— preguntó inocentemente mientras miraba los orbes cerúleos de su gemela.
—La más grande de todas, y no te preocupes, será nuestra aventura— le aseguró ella mientras que tomaba su mano y la presionaba con cuidado. Luego de eso, simplemente se besaron en los labios.
Sin importar cuantas veces pudieran hacerlo, siempre les parecía tan nuevo como aquel beso que se habían dado por primera vez en el altar. Len se sentía extremadamente reconfortado al sentir que Rin era su esposa. Parecía incluso una clara muestra de egoísmo posesivo, pero ahora que ella era su esposa, de manera tanto legal, como por la iglesia, sentía como si fuera suya, realmente suya. Sólo el mismo tiempo podría saber que tan sana era esta nueva forma de pensar.
Hacía un par de días, apenas iniciando la semana, habían tenido cita con el doctor Mikhail, quien le había dicho a la pareja que el nacimiento del bebé estaba sumamente cerca, y aunque recomendó que Rin se internara en una clínica, en donde le practicarían una cesárea, ella se negó, aludiendo a que estaba lista para soportar el dolor que implicaría dar nacimiento a su hijo. Aunque ni siquiera ella misma lograba creérselo, mucho menos Len, el cual esperaba a que el cielo mismo amparara a su hermana al momento de tener que proceder con aquel rito tan antiguo para los humanos.
—No sé si tenga que decirlo, pero el proceso del parto es sumamente doloroso, casi inaguantable para el cuerpo de una joven, en especial de una que tiene en desarrollo de una quinceañera— habían sido las palabras de Mihkail, durante la cita que se había desarrollado con cierta incomodidad por las sugerencias del doctor acerca de la cesárea, que quizá, si es que se lo permitían, podría ejecutarla él.
Pero los gemelos se negaron, y por una vez, el doctor vio su control sobre ellos mermado, en especial porque después de eso, al elegir la opción de realizar un parto perfectamente natural, optaron porque fuera una amable doctora la que los atendiera, una tal Yuna, que de hecho, había sido invitada a la boda, pero que por un viaje caritativo había tenido que faltar, muy a su pesar, pero ahora les había prometido que con una sola llamada, ella les apartaría una sala de partos para atenderlos de la más cuidadosa y profesional posible.
En aquellos días, sólo les habían quedado por planear un par de cosas más. Supusieron que era muy pronto para planear un bautismo, y ya se habían asegurado de tener la cuna lista, junto con cualquier otro aditamento en el que hubieran podido pensar. Desde cortinas que protegerían de la luz del sol al niño al momento de que descansara en su cuna cerca de la ventana, hasta transmisores de radio que podrían utilizar para escucharlo desde cualquier lugar, inclusive un novedoso aparato, un sistema de detección que se colocaba sobre el colchón y que, en el peor de los casos, alertaría cualquier cambio anómalo que ocurriera en la respiración o en el pulso cardiaco del bebé.
Se notaba desde ese momento, que sería su gran tesoro, y que nada ni nadie podría cambiarles de parecer ahora.
Corría en aquellos tiempos la planeación de un concierto planeado con bastante anticipación, que tendría como temática principal el recibimiento de la primavera. Miku sería la gran estrella principal, y como tal, cantaría casi todas las canciones protagónicas del concierto, algo apoyadas por muchos de los cantantes, la mayoría con temas en dúos.
La preparación había llevado semanas, y prometía ser uno de los eventos relacionados con el grupo más grandes de toda la época, aunque eso sería decir poco en comparación del ruido que había provocado la boda. Ahora se enfrentaban a una gran cantidad de ensayos y prácticas, junto con grabaciones de canciones nuevas que darían su estreno después de la salida del concierto. Todo esto, con tal de reivindicar cierta cantidad de fama que habían perdido conforme el tiempo había transcurrido y había ocurrido una consecuente y obligatoria caída de fama.
Pero aún quedaba un pequeño detalle que arreglar con respecto al concierto. Dentro de un panorama ideal, Len y Rin habrían sido los segundos con respecto a la jerarquía del concierto, y aunque esto era lo habitual, pues su popularidad si se ubicaba sin problema en el segundo puesto, y el asunto del matrimonio los había hecho ganar una verdadera fama internacional. Sus nombres apareciendo en los tabloides de casi todos los países, como el primer gran matrimonio incestuoso completamente reconocido por la iglesia.
"Y que importa que esos se casen, cientos de primos se casan en mi país todos los días" dijeron muchos en respuesta a la polémica de la que no se dejaba de hablar todos los días durante casi un mes entero. Quizá fuera por la fama que les precedía, o por la perfección de hermanos gemelos que poseían en sus interiores, o inclusive, un cierto morbo por solo observar el resultado, quizá catastrófico en el peor de los casos, de la concepción incestuosa, pero todo el mundo había puesto sus ojos sobre el par de rubios.
Pero por mucho que Salta hubiese querido explotar en grande esta fama tan provechosa, más que mandar a producir y poner a la venta distintos productos en relación a la boda, incluyendo el DVD y el BlueRay en alta definición con comentarios de los participantes y organizadores, Mikhail le había advertido de la intensa necesidad de calma que Rin requería para el resto de los meses restantes de gestación. Y tras ser amenazado de gravedad por la doctora Yuna, Salta no había tenido más opción que obedecer.
Así que Rin había quedado excluida de los planes inmediatos de producción y de participación en el concierto de primavera, como se le había nombrado para simplificar cada vez que se le refiriera. El si esto repercutiría en Rin de manera negativa, había sido un misterio para todos, inclusive para Len, quien no perdía el tiempo en preguntar a cada momento en busca de algo que molestase a su hermana.
Finalmente se decidió, y de manera terminante, se opuso a participar en el concierto, de no ser a que su hermana fuera también, lo cual de por sí ya era algo completamente imposible, considerando que para ese día ella habría cumplido con seguridad unas 38 semanas de gestación, según los cálculos del doctor. Por tanto, la respuesta del representante fue tan justa como la misma propuesta de Len.
—De acuerdo, quedas fuera del concierto, después de todo, Rin y tu comparten el contrato, si no lo uso a uno, no usaré al otro— y Len quedó tan fuera del espectáculo como Rin. Afortunadamente, aquello aumentó los ánimos del joven matrimonio, pues pese a que continuaban encargándose de ciertas tareas de producción para trabajos aún más futuro, paralelamente a eso, se les había entregado una gran cantidad de tiempo libre que ahora les parecía completamente invaluable.
Ahora podían realizar sus actividades favoritas. Descansar de las atareadas tareas de preparación para el parto y la posterior crianza del hijo, planear dicha crianza y parto, y pasar tiempo de calidad de pareja, lo que incluía paseos por el parque y tardes, mañanas, o noches de sexo incestuoso. No lo hablaban con nadie, ni siquiera lo mencionaban, aunque cualquiera con tres dedos de frente ya lo habría percibido, pero hacer el amor se había vuelto un tanto más… interesante. Len encontraba el desarrollo físico de Rin bastante atrayente, y no era que tuviera un fetiche por su barriga casi esférica, sino por los pechos crecidos, las caderas ensanchadas e incluso el aroma corporal de su gemela, que como él juraba, se habían vuelto más penetrante que antes. Rin, por su parte y sin quedarse atrás, disfrutaba de la nueva sensibilidad de sus pezones y de su área genital, sin mencionar que ella sentía que su nuevo cuerpo, voluminoso como ahora lo era, se había vuelto mucho más sexy que antes. Ni siquiera le preocupaba ganar algunos kilos, si es que sabía que podría ubicarlos en las partes apropiadas.
Eliminar el factor del estrés había tomado bastante trabajo, pero lo habían logrado, y aparte de tomar las medicinas, el resto de asunto resultaba más relajante. Aunque esto no eliminaba las molestias comunes como dolores de espalda, hinchazón de pies, ronquidos increíblemente molestos para su gemelo y antojos acompañados de indigestiones. Pasaban unas cuantas horas de estar dormidos tranquilamente, y sin previo aviso, Rin despertaba con urgencias de ir al baño o de alimentarse de una gran cantidad de naranjas.
Aquella noche había sido bastante tranquila para los gemelos, pero solamente para ellos, pues era la fecha del concierto. Desde antes de que anocheciera, aproximadamente a las seis treinta de la tarde, todos los cantantes se habían reunido en la sala principal de la casa, junto al Maestro, mientras que este pasaba la lista y dedicaba unas últimas órdenes a todos los participantes.
—Recuerden, la gente paga por ir a verlos, así que den un espectáculo al nivel por el cual ustedes mismos pagarían, y todo estará bien— pasó a verlos a todos, acomodados por estaturas, por tanto, iniciando con Gakupo y finalizando con Yuki —Sé que ninguno de ustedes tiene los gustos verdaderos como para poder juzgar un buen espectáculo musical, así que dejémoslo, en que hagan lo que se ha practicado— les gritó ahora apuntando a todos con su dedo índice.
Seguido de esto, se dirigió de un por uno a dar los recordatorios a cada uno de los vocaloids presentes, anotando distintos recordatorios a cada uno, todos, a excepción de Piko, el cual seguía parado junto a los Kagamine. En un ligero incidente, el chico había acabado lastimándose seriamente la espalda, razón por la cual no podría volver a participar en un par de semanas en los conciertos, ni siquiera en grabaciones. Por tanto, no podía hacer más que mantenerse en pijama todo el día, ir con el médico de vez en cuando, y comer, prometiendo ayudar a los Kagamine en cualquiera de las cosas que pudieran surgir.
—Muy bien Piko, quiero que te alegres de que Yuma tomará tu lugar—volteó a señalar al chico de cabellos rosados quien caminaba con una prótesis alrededor de su rodilla, que había sido especialmente hecha no solamente para poder caminar correctamente, sino para verse apropiada con un vestuario del chico, con la intencionalidad de verse un tanto "Punk".
—No hay problema, Maestro, sé que se merece estar en el concierto después de lo que le pasó, muchas personas se alegrarán de volver a verlo en acción— dijo el chico con voz cordial mientras que movía un poco su espalda con la intensión de estirarse un poco —Además, siempre que no cante con Miki no habrá ningún problema— dijo como si tratara de amenazar al muchacho de cabello rosa, viéndolo de medio lado, como si quisiera tratar de intimidarlo. Sin lograrlo.
—Ustedes dos— le llamó a los Kagamine —Mi hermano Mikhail está en una importante reunión con unos socios de su negocio, no va a estar disponible en todo el resto de la noche, sino hasta el día de mañana, mientras que Thel está ocupado con unos cuantos asuntos relacionados a su posición en la iglesia, supongo que puede ser algo relacionado con un ascenso— sugirió sin mucho interés, contrario a lo que provocó en los gemelos con solo esa frase —Estarán por ustedes mismos, sigue habiendo policías a los alrededores, así que no esperaría a que hubiera peligros mayores, y no necesito que se metan en problemas, que pongan en riesgo sus bienestares, o peor aún, que quemen la casa, así que compórtense como los adultos casados que son— les ordenó mientras se giraba para conversar con Yuma, y pedirle que se animara antes de salir a cantar.
Después de unos minutos, todos salieron por la puerta, dejando sin nada más que esa simple orden a los gemelos, como si se fueran autómatas o algo similar. Miku dio un abrazo delicado a Rin, recordándole la importancia de que cuidara a su ahijado, y Miki, de manera similar, se despidió de ella acariciando su vientre, como si quisiera pasar todo su cariño al bebé.
—Miki es tan linda— suspiró Piko mientras veía a la última chica de cabello rosado —Es la mejor novia que cualquiera podría desear— luego volteó a ver a la pareja con algo de pena —Bueno, supongo que somos nosotros nada más— comentó mientras que rascaba la parte trasera de su cuello.
—Me parece que sí, pero no te preocupes, podemos tener una noche divertida— se animó Len mientras levantaba la mano e indicaba la sala de estar, en donde de seguro todos y cada uno de sus sistemas de entretenimiento les podrían dar un buen rato a los tres.
—Bueno… si no les molesta— comenzó Piko a dejar de incomodarse, pues de alguna manera, la enorme barriga de Rin le hacía sentir que pronto estallaría, o que de alguna manera, deberían de ser excesivamente delicados con solo estar cerca de ella.
—Claro que si, de hecho, me gustaría una buena tarde de juegos, créeme que estar embarazada no es tan divertido como parece— mencionó un tanto sarcástica comenzando a caminar en dirección del sofá más cercano para detener la tortura de sus pies.
De esta manera inició un obsesivo anochecer de videojuegos. Piko sostuvo su propio control durante casi todas las partidas en las que los gemelos tuvieron que dividir su tiempo. Desde juegos de disparo, hasta distintos juegos de carreras, pasando por alguno que otro de aventuras, hasta que llegaron a las diez treinta de la noche, cuando comenzaron a jugar uno de los más grandes favoritos de Rin, el último juego de la franquicia Super Smash Bros, un juego el cual tenía la competitividad asegurada, más aún porque Piko y Rin se consideraban ambos jugadores predilectos, ya fuera por títulos locales que ostentaran, o simplemente por el hecho de haber jugado desde el primero de los títulos.
—Rin, podemos jugar toda la noche, pero no creo que sea bueno para el bebé— comentó Len mientras miraba a su hermana sentada de piernas cruzadas con su controlador siendo presionado de manera excesiva por solo tres de sus dedos.
—Dormiremos en cuanto le dé una derrota definitiva a este chico insolente— aseguró ella mientras que provocaba que el personaje del peliblanco estuviera en riesgo de caer al vacío y de perder otra de sus vidas.
—Pues creo que ese niño nacerá teniendo como madre a una perdedora— complementó Piko mientras que contraatacaba antes de caer y lograba eliminar al personaje de Rin por segunda vez consecutiva, provocando que la chica estuviera a punto de arrojar su control al suelo por la ira.
—Rin, no te estreses demasiado— advirtió Len con más cuidado mientras que se acercaba a su hermana y acariciaba su hombro.
—Len, me estoy divirtiendo como nunca en meses enteros, mejor me dejas terminar esto, o te torturaré el resto de la noche— fue ella quien regresó la advertencia y volteó los papeles, distrayéndose rápidamente para poder girar a ver a su hermano.
—De acuerdo, pero no te excedas— dijo el chico mientras que se levantaba y estiraba un poco su espalda, mirando a su gemela un poco más mientras ella se seguía distrayendo —Iré a preparar la cama para dormir un rato— agregó él mientras que simplemente se encaminaba escaleras arriba, en dirección de su cuarto, y dejaba a su hermana jugando en la planta baja, dando solamente una última mirada para verla enojarse un poco más al fallar con la estrategia que tenía.
Supuso que faltaría un buen rato para que la chica dejara de jugar y se le bajara un poco la competitividad. Entró al cuarto y comenzó a acomodar las sábanas y las almohadas para dejarlas perfectas para que Rin durmiera sin ningún problema, luego de esto, se sacó el pantalón y la camisa, recostándose y cubriéndose la mitad del cuerpo. Pasó después a reacomodarse y a rascar un poco sus partes genitales, sabiendo que a Rin le molestaba bastante aquello y que al menos por ahora podría disfrutar de un poco de privacidad, abrumado por el cansancio, finalmente se recostó de lado volteando a ver al lugar en donde Rin dormía, cerrando sus ojos para descansar un poco, incluso sabiendo que en poco tiempo tendría que volver por ella a la planta baja para acompañarla en subir las escaleras.
Pero mientras tanto, Piko y Rin continuaban jugando la misma partida, siendo que habían iniciado con una docena de vidas, sin importarles el tiempo que tomaría acabar el juego. Pero parecía que no era el día de suerte de Rin, pues lentamente sus habilidades fueron superadas por las del peliblanco, hasta el punto de perder dolorosamente, dejando a su contrincante con dos vidas restantes.
—¡Muy bien, ya basta!— gritó Rin levantándose mientras que soltaba su control y este rebotaba el sueño —De seguro es culpa del controlador, esa porquería ya se descompuso— comenzó a caminar a gatas en dirección de la consola para intentar cambiar su controlador por otro.
—Claro que si, ese siempre es el problema— se burló Piko, justamente antes de ver una gran mancha húmeda en el suelo sobre el que Rin había estado sentada —Oye… Rin, creo que te…— se quedó viéndola un poco antes de darse cuenta de que ella misma se había detenido y se había levantado, y que ahora chorreaba un montón de agua de manera bastante frecuente, como si estuviera orinando un líquido algo espeso y claro.
—Bueno… me parece que ya se me rompió la fuente…— dijo ella mientras sentía un ligero movimiento en la parte baja de su vientre —Será mejor que terminemos la revancha cuanto antes— exclamó desafiante mientras se seguía moviendo a gatas y lograba tomar otro de los controles, presionando el pequeño botón para poder encenderlo y programarlo para jugar con él.
—Pero… creo que tenemos que ir a la clínica…— insistió Piko levantándose de un solo salto y comenzando a caminar en dirección a las escaleras, en donde estaba Len.
—Si te retiras, perderás, y por lo tanto seré la única ganadora— se burló de él mientras lo veía subir las escaleras, mientras ella simplemente se levantaba y se dirigía a la sentarse en el sillón —Creo que necesito sentarse…— susurró para sí misma mientras volvía a sentir otra contracción, ahora un poco más fuerte, provocando que la rubia soltara un pequeño lamento ante aquella desconocida sensación.
—¡Len, Len!— comenzó a gritar Piko mientras corría por el pasillo, buscando al chico rubio —¡El bebé va a nacer, el bebé viene!— gritó de nuevo mientras llegaba hasta a la puerta y la abría, encontrando al Kagamine recostado con tranquilidad —¡Len, ¿Cómo puedes dormir en este momento?!— se lanzó enojado mientras que sujetaba al chico del hombro del lado opuesto de él y lo jalaba, provocando que el chico se volteara y lo encarara.
—¡Piko!— gritó él enojado de manera inmediata, pero al entender como era que se mostraba él asustado, entendió que algo estaba ocurriendo —¿Qué pasa, que ocurre?— exigió saber moviéndole los hombros violentamente.
—¡Viene el bebé, viene el bebé!— gritó de vuelta Piko mientras lo jaloneaba ahora al chico y lo hacía caer de lado —Necesitamos tu ayuda…— volvió pedirle mientras que encontraba la ropa tirada en el suelo y se la lanzaba en la cara al chico con un tanto de ira por encontrarlo en ese estado y no completamente al tanto de su hermana.
—Bien, comienza a llamar al Maestro y al médico y al padre— le ordenó mientras se colocaba la camisa —Yo iré con Rin, la llevaré a la clínica, pero tu vienes con nosotros— le pidió con amabilidad mientras que se lanzaba al suelo y se ponía el pantalón casi de un solo salto.
—Bien…— buscó su teléfono de celular y comenzó a correr a la salida a la par de Len. Ambos corrieron y bajaron las escaleras, en cusa de la chica rubia, quien de seguro estaría en el sofá, pero al llegar no había nadie sentado en el sofá.
—¡Rin!— gritó Len mientras se asustaba y comenzaba a voltear a ver a todos lados, quizá puesto tan alerta por un repentino despertar e incremento de su adrenalina —¡¿Dónde estás?!— gritó al aire mientras se giraba a todas partes en busca de la chica, tan solo para escuchar una puerta abrirse, saliendo al chica con tranquilidad, pues al parecer había ido al baño a limpiarse y a hacer algunas cuantas de sus necesidades.
—Aquí estoy Len, no te preocupes, solamente se me rompió la fuente de repente, no te preocupes— eludió ella el asunto como si nada en lo que se aproximaba a la consola de videojuegos de nuevo.
—¿Cómo es eso posible?— le exigió saber Len mientras se paraba a su lado con mirada acusadora y la detenía —El doctor dijo que comenzarías a sentir contracciones, y que en cuanto ocurrieran, te lleváramos a la clínica a que te rompieran el saco amniótico— sintió que comenzaba a explicar demasiado, pero esperaba a que su gemela le detuviera en algún momento — ¿No sentiste contracciones? ¿O se te rompió así nomas?— comenzó a preocuparse de manera más seria conforme ninguna de sus preguntas llegaban a su hermana.
—Sentía algo raro en el vientre, pensé que fue la comida picante de la otra noche… además de que he tenido un poco de malestar estomacal— prefirió guardarse la información de su diarrea —Nunca he tenido un hijo, como iba a saber que esas eran las contracciones leves que me decía el médico— se intentó justificar ella mientras comenzaba a alterarse un poco.
—Está bien, sólo intentemos llevarte a la clínica lo antes posible, no quiero ponerte en ninguna clase de riesgo— se decidió Len mientras que le golpeaba a Piko el codo levantado y le indicaba que caminara con ellos dos mientras que él sujetaba a Rin del hombro y de la cintura para darle algo de apoyo extra — ¿Ya has sentido contracciones?— preguntó intentando saber qué hacer en ese instante.
—Creo que si… pero eso era desde ayer…— se sintió algo culpable por no haber tomado eso más en cuenta, pero ya se lo había avisado a Len, al menos podía compartir la culpa en dos. Pero lo cierto era que ella misma había guardado cierta parte de la información acerca de sus contracciones, y que ocultaba el dolor, incluso el ligero sentimiento de cuando se le había roto la fuente, pues más que nada, se sentía aterrada del momento del parto.
—Bueno, supongo que no valía la pena alertarse demasiado a no ser que fuera algo de verdad— comentó en voz baja mientras que se iban aproximando a la salida, siendo seguidos por Piko, quien anunciaba con una mano que había logrado comunicarse con el Maestro —Piko, avisa que las contracciones empezaron, y que estaremos en unos quince minutos en el hospital— le indicó al chico mientras este temblaba un poco.
Se encargó de comunicarse con él Maestro, quien estaba tras bastidores en el segundo más grande estadio del país, viendo como la multitud aclamaba a Miku y a Luka tras un intenso dueto de ambas.
—Perfecto, ahora vayan a cambiarse en lo que Yuma hace su aparición— dijo atraves de un comunicador mientras que sostenía al chico de cabellos rosas del hombro, estando este ligeramente alterado y tomando agua de una pequeña botella en su mano —Esta es tu gran oportunidad, enciéndete como la estrella que se supone que eres, o yo me encargaré de encenderte— le advirtió solamente a él, refiriéndose al concierto como si fuera suyo, aunque se refería más a su gestión.
—Está más emocionado que de costumbre— respondió Yuma tras mojar un poco su rostro —Pensé que esto casi no le importaba… ¿Tiene acaso alguna razón por la cual quiera todo esto "perfecto"?— preguntó inquiriendo alguna clase de acción oscura por parte de su representante.
—Hablamos de una comisión para la creación de un tercer periodo de vocaloids— le contestó directamente en la oreja mientras lo sostenía de esta con rudeza —Mi retiro y mi caja de ahorro crecerá exponencialmente si logro hacer que este usado concepto se explote aún más, ¿Entendido?— le levantó tan solo jaloneándolo, pero su movimiento fue perfectamente seguido por el joven.
—Debió de haberse preocupado por eso hace mucho tiempo… ¿No cree?— agregó sarcásticamente Yuma antes de ser soltado por el Maestro.
—Debí de hacerlo, y ahora acelerar las cosas es tanto mi problema, como su problema— observó que Mizki ya se preparaba para ir al escenario.
—Vámonos Yuma, es hora de brillar— dijo ella de manera confidencial mientras que los dos se miraban de manera poco intencional.
—Salgan y tengan suerte— complementó el Maestro a las amenazas, siendo entendida solamente por un movimiento rápido de cabeza por la chica, mientras se volvía al peli rosado y le dedicaba otras más palabras de apoyo al oído —Hazlo bien, o irás a otra noche de póker rusa como la que tuvimos, ¿Te parece?— y tras decir esto, solamente le empujó del hombro para que siguiera a su prima.
La multitud aclamó a su entrada al escenario tras haber estado en silencio por unos segundos tras la salida de Miku, la cual ahora caminaba con una toalla en sus hombros y una bebida fría en la mano.
—¿Qué tal estuve, Maestro?— preguntó la peli verde animadamente mientras daba saltitos y se movía con toda la energía del mundo.
—Tan perfecto como se esperaría de la mejor Ídolo juvenil de Japón— saludó él mientras la tomaba de las manos y le daba una felicitación tan preferencial como siempre —Ahora, ve a cambiarte, que tienes que interpretar Hato dentro de dos canciones más— le ordenó de manera amable mientras la hacía dirigirse a los camerinos.
—Luka, cuenta mil y luego sal de nuevo al escenario— le ordenó con el pulgar mientras la empujaba de manera casi indiferente a los bastidores.
Fue justamente en ese instante que recibió la llamada de Piko. Fue recibió tan pronto como comenzó la llamada con un estruendoso grito del chico, sin siquiera sorprenderle al representante, tomó la bocina y comenzó a dialogar.
—Piko, ¿Puedes callarte un poco y comenzar a pasar tu queja como su fueras alguien sensato?— preguntó sintiéndose desesperado de no poder entender el japonés que hacía el peliblanco al intentar hablar.
—Maestro, el bebé viene en camino…— dijo finalmente tras unos instantes, provocando que el Maestro levantara ambas cejas en impresión —Rin está teniendo las contracciones… ahora mismo, y Len… nosotros la llevamos a la clínica— hablaba de manera entrecortada mientras que el ruido de su voz se ensuciaba por el de cientos de bocinas de autos y de motores acelerándose.
—Bien, creo entender, sé donde es la clínica, gracias— fue todo lo que dijo antes de colgar el teléfono celular, sabiendo que no habría nada realmente útil que aquel chico pudiera decir y por tanto no habría que extender la llamada.
—Maestro, estoy lista para cantar— llegó Miku entre saltos de nuevo, moviendo sus brazos al ritmo de su próxima canción que ya rondaba en su mente —Solamente ordene y saldré— comenzó de nuevo a caminar a pasos amplios como en una caminata de preescolar.
—Perfecto, te has cambiado en un completo en un nuevo record de tiempo— le felicitó mientras que permitía que ella misma girara y mostrara su cuerpo —Bueno, ahora es la primera canción de Yuma y Mizki, espera a la segunda, y a la tercera entras con ambos— le indicó con las manos, a lo que ella asentía con un estilo militar —Y Piko acaba de llamar, al parecer Rin está en labor de parto, pero continuemos con lo del concierto— intentó no dejar fuera de la noticia a la ídolo, sabiendo que ella había pedido estar al tanto hasta del último suceso en caso de que se diera el infortunio de que el parto iniciase sin ella. Y tal y como lo había temido, la mente de la joven Hatsune no captó la necesidad de progresión del tema, y permaneció donde mismo, en la noticia del parto.
—¡¿Cómo es eso posible!?— fue su primera reacción, entendiendo la noticia como su se tratase de una traición —Es mi ahijado, tengo que estar con él— se giró rápidamente en lo que el Maestro trataba de detenerla —¡Kaito!— llamó a su prometido, viendo que este seguía consumiendo helado, pero ahora en su quita copa —Es hora de irnos, tenemos que llegar a la clínica cuanto antes— le ordenó sin siquiera pedir su opinión o de siquiera permitirle cambiarse, pues seguía en bata de baño.
—De acuerdo, pero creía que nos faltaban tres canciones… al menos a mi— intentó detener su novia, pero la veía más que decidida o al menos lo suficiente como para, por primera vez en si vida como estrella, desobedecer a su Maestro. Curiosamente, no siendo ni la primera, ni la ultima de las veces que abandonaría en pleno concierto.
—Eso no me importa, vamos a apoyar a Len y a Rin en esto aunque nos cueste la vida— siguió insistiendo en el inmediato abandono del espectáculo, caminando en el sentido contrario al escenario.
—Miku, si tú te vas, no sólo no podría reemplazar tus canciones, sino que aparte de todo, los duetos que tienes con Kaito, Luka, y Meiko se arruinaría— respondió Salta por primera vez, tratando de controlar sus nervios ante el posible abandono.
—Pues entonces reemplácenos a todos— buscó entonces a Luka, Gakupo y Meiko, quienes estaban metidos dentro de un camerino grupal, consistente en una sala espaciosa, con varios vestidores y armarios enormes llenos de todos los atuendos, y que era compartido por todos los vocaloids, siendo Miku la única con un trato absolutamente preferencial —Chicos, es hora de irnos, Rin está en labor de parto— les anunció tan pronto como entró, viendo que de hecho, estaban en medio de una pequeña merienda, aún con distintas batas que se ponían sobre ropas más simples para andar en el frio y no enfriarse antes de sus canciones.
—Bueno, ya era hora— respondió Meiko de manera rápida mientras que se levantaba y dejaba su cerveza de lado —Creo que sería bueno darle un poco de apoyo a esa niña malcriada— se burló mientras que se encaminaba al lado de Miku un tanto presurosa.
—Miku, no creo que hacer que todos abandonemos sea lo que se necesita para que el concierto deje de funcionar— insistió Luka de manera premeditada tras unos segundos de observar a los otros tres cantantes ya parados al lado de la puerta, como esperándoles a ella y a su novio.
—No te preocupes, el Maestro acomodará a los demás vocaloids de tal manera que nos reemplacen, a la gente les encantarán los cambios— se tranquilizó la peli verde mientras que intentaba incitar con su alegría a que la peli rosada se levantara y le siguiera, siendo a su vez todos ellos observados por un muy meticuloso Maestro, quien no veía el momento de intervenir de una buena vez para volver a tomar las cosas en su control.
—Si eso es lo que deseas… supongo que está bien, después de todo, has hecho bastante por la compañía— contestó Salta después de un rato de meditar y de observar el silencio de Luka —Haré que el helicóptero los lleve hasta allá, pero Luka también tiene que ir, así no habrá posibilidades de números incompletos en el show— habló en voz clara mientras que Miku no dejaba de interrumpir su oración con gritillos de emoción.
—Muy bien, sólo faltas tu, Luka— le llamó la peli verde a su confiable amiga, de la cual dependía la salida de todos, incluido su novio Gakupo.
—De acuerdo… vamos a ver a esos dos— contestó ella tras unos segundos de mirada insistente de cachorrito por parte de la Hatsune, quien se lanzó al instante en dirección de la salida del camerino y en búsqueda del helipuerto más cercano —Espero que disfrute de los abucheos— susurró Luka antes de salir por la puerta al oído del Maestro mientras que su novio la llevaba de la mano como para evitar que se retractaba.
—Yo espero que disfrutes de los gritos y los llantos de las contracciones— fue todo lo que contestó a ella, sin necesidad de agregar nada más para darle una premonición de su sufrimiento futuro. Después de esto, el Maestro simplemente se decidió a salir al escenario entre un par de canciones y anunciar el nacimiento próximo del hijo de Len y Rin, de lo que estaba seguro, la mayoría de la audiencia estaría al tanto y que quizá entenderían la ausencia de alguno que otro cantante y el consecuente reemplazo de estos. No dejaría que esta repentina noticia arruinara sus planes, antes de eso, haría un circo mediático del asunto, si es que hacerlo podría darle lo que le faltaría tras el abandono de la Hatsune.
El viaje fue rápido y seguro, he inclusive antes de alejarse del estadio por aire, pudieron escuchar una elevada ovación, la que entendieron en muestra de apoyo a Len y Rin. El helicóptero descendió sobre el helipuerto de la clínica, que por coincidencia, estaba desocupado en ese mismo momento, y tras bajar al grupo rápidamente, se retiró, dejándolos a todos a su suerte en busca de encontrar a sus amigos.
Caminaron tan solo por un cuarto de hora antes de que pudieran indicarles de manera correcta el lugar en donde se encontraba Rin, pero les advirtieron, de manera un tanto tajante, que la doctora Yuna había prohibido que cualquier persona lejana a la familia ingresara a la sala en donde estaba la joven rubia. Tan claro les quedó aquello, que lograron encontrar a Piko usando un cubre bocas y unos guantes de látex, sentado en una silla amueblada asegurada a la puerta.
—Piko— le llamó Miku mientras que veía como él se mantenía viendo en dirección contraria a donde venían ellos. El chico los vio un poco antes de fruncir el seño y cruzar sus brazos.
—Oigan, ¿En dónde está Miki?— usó un todo de voz casi violento, volteando a ver por detrás de Kaito y de Gakupo.
—No pudo venir, tenía que quedarse a darle vida al espectáculo— argumentó Miku mientras que lo pasaba y se asomaba a la gran ventana que había en contra de donde el chico estaba sentado —¿Rin está aquí?— preguntó ella al instante al no recibir respuesta, suponiendo que su amiga debí de estar muy ocupada en la tarea de dar a Luz.
—Tú eres la principal de las cantantes, eres la que se debería de quedar, pero de seguro querías de ser la única que entrara a ver al bebé en cuanto naciera— comentó con resentimiento, viendo que aquello si irritaba a la chica de pelo verde, quizá por la verdad que tenían sus palabras.
—Piko, ¿Cómo está Rin, que le ha pasado?— le llamó ahora Meiko con interés mientras se sentaba a su lado.
—Tal parece que empezó a sentir algunas cuantas contracciones desde ayer, pero no le llamó la atención hasta que se le rompió la fuente en la alfombra, hace como una hora— explicó al mayor detalle posible —Escuché a la doctora decir que si dentro de un par de horas la dilatación continuaba progresivamente, mañana en la madrigada nacería el bebé— se giró a ver a ambos lados y a la impresión que tenían sus amigos, pues ahora se enteraban de una mayor realidad del asunto —Eso fue lo que le dijeron a Len antes de dejarlo entrar, yo quise pasar, pero se dieron cuenta de que no era hermano o algún otro familia, pero me dejaron quedarme con esto— señaló al cubre bocas y los guantes en sus manos.
—Entonces supongo que fue un completo desperdicio venir hasta aquí, si es que ni siquiera podemos entrar a ver a la pequeña Rin— concluyó Luka mientras se sentaba al lado de su otra amiga mayor.
—No me importa, aunque tenga que ser a la distancia, le daremos apoyo moral a Rin— declaró Miku sentándose en la banca contraria a ellos que estaba más cerca de la puerta y viendo como Kaito corría apresurado a sentarse junto a ella.
—No es como si pudiéramos hacer otra cosa, no hay como contactar a otro helicóptero, y regresar al espectáculo no sería conveniente— continuó diciendo Gakupo mientras miraba a todos un tanto más decepcionados y tomaba lugar junto a su novia peli rosada.
—A las personas negativas, se les pide que pasen a otro pasillo distinto, de preferencia de piso— dijo Piko un tanto molesto y sonando con una voz sarcástica, intentando imitar un llamado por intercomunicador, a lo que los demás voltearon a verlo un poco ofendidos, pero dispuestos a olvidarlo rápidamente, pero el muchacho siguió mirándolos de la misma forma —Honestamente, no entiendo nada de ustedes, sólo por ser adultos creen que pueden juzgar a Len y Rin, y peor aún, creen que todo lo que hacen está mal— se expresó con un poco de libertad.
—Len y Rin son adultos, y tenemos el derecho de expresarnos de ellos como nos plazca, si se han metido en esto, es por su culpa— respondió Meiko sin siquiera desear levantar un poco su voz.
—Pues no necesitan sus opiniones ahora, ellos saben lo que hicieron y saben que cualquier cosa les puede salir mal ahora— continuó reclamando el peli blanco, como si se tratara de un berrinche, pero sintiéndose harto de tener que tener cerca aquellas opiniones —Les vendría bien no tener su ofensiva negatividad de cerca— y dicho esto, se levantó y se dio la vuelta, buscando un lugar en el cual poder hablar por su teléfono.
Desde este momento, pasaron algunas cuantas horas imposibles de contar con claridad, ante el terrible aburrimiento de aquella sala de espera. Se levantaban para ir al baño, para comprar un poco de comida, pero finalmente no podían hacer más que esperar más y más. Eventualmente podían ver algún doctor saliendo o entrando, pero no respondían nada.
Después de varias horas, vieron llegar al Maestro, caminando de lado con el médico Mikhail y con Thel, quienes a su vez eran seguidos por Piko y por Miki.
—¡Maestro!— gritó Miku, a lo cual fue inmediatamente silenciada por el doctor.
—Preferiríamos que hubiera calma cerca de la sala de partos— pidió Mikhail con toda la posible amabilidad.
—Me alegra ver que han gastado bien su tiempo aquí— comentó en medio susurro el Maestro —No se preocupen, el concierto fue un éxito, Miki te sustituyó en el último cuarto— señaló a la joven peli rosada detrás de él.
—Entiendo lo que hacen usted y el médico aquí, ¿Pero que hace ese otro acompañándolos? No me digan que quiere bautizar al bebé en cuanto nazca— señaló a Thel, quien estaba frente a Piko, con cierta condescendencia.
—No seas tonta, Piko no puede bautizar a nadie— fingió confusión el Maestro, pasando todos los asientos —Todos estamos aquí por un motivo, yo vengo a cuidar mi "inversión" en estos dos, y Mikhail quiere ver de primera mano los resultados de sus medicinas constantes, y Thel, supongo que a ver su es que la voluntad de Dios es medida por rezos— explicó por ellos mientras que intentaba abrir un poco la puerta de la sala de partos, pero pese a la presión que estaba haciendo, la puerta se abrió en motivo de la salida de la doctora Yuna, con su bata de operaciones, y su equipo de higiene necesario.
—Disculpe, no se permite pasar a nadie que no sea familiar— intervino la Doctora, empujando un poco al maestro mientras bajaba su mano con la cual trataba de empujar la puerta.
—Disculpe usted, yo soy su representante, soy básicamente el dueño de ambos— contestó Salta tratando de quitarse de encima a la doctora, pero sin poder pasarla.
—No tengo interés en sus ridículas jerarquías empresariales, tengo a una paciente con ciertas delicadezas, nada fuera de lo normal— se apresuró a reponer para no alertar a nadie —Por lo cual necesito un ambiente de entera tranquilidad y paz aquí afuera— volteó a ver ahora a todos, incluyendo a quienes ya estaban allí.
—Bueno, me gustaría entrara a revisar a la paciente… quizá le puedan servir un poco mis años de experiencia— insistió con algo de pena el médico, pero al ver que la doctora fruncía el seño con solo verlo, decidió bajar un poco la voz hasta dejar de hablar.
—La única razón por la cual le permitiré pasar, Mikhail— le contestó sin siquiera referirse a él como un colega —Es para poder mantenerlo cerca en caso de cualquier complicación— dio un par de pasos en su dirección con una mirada acusadora —El resto podrá entrar en poco tiempo, pero solo por un instante, y en orden de llegada, de dos en dos— mencionó mirando ahora a Piko y a Miki con una sonrisa.
Así, después de un rato, Miki y Piko lograron entrar. El asunto era más calmado de lo que podrían haber imaginado. Solamente estaba Yuna, un par más de doctores que se encargaban de ayudar a que Rin se relajara y a limpiarla, Mikhail, quien se encargaba de revisar los medicamentos que se suministraban como la anestesia, y Len, quien le sostenía la mano a Rin, la cual estaba recostada en una cama con ambas piernas siendo levantadas por soportes.
—Otra contracción, me parece que se vuelven más constantes— comentó uno de los jóvenes practicantes mientras que revisaba la respiración de Rin.
—Y mucho más fuertes— agregó Len viendo como su hermana cerraba los ojos, entendiendo de alguna manera como el dolor aumentaba en ella.
—Rin… ¿Cómo va todo?— saludó Piko mientras que los gemelos lo volteaban a ver a él y a Miki.
—Muy bien, tenemos ya seis centímetros de dilatación, me parece que en un rato más podrá llegar la fase final— comentó con alegría Yuna mientras que miraba la intimidad de Rin, ahora contrayéndose constantemente con tal de abrirse cuanto fuera suficiente.
—Ya te han contestado— dijo la Kagamine mientras giraba su cabeza y empujaba una almohada de su espalda para quitarla —Siento demasiado calor…— comentó mientras que acercaba a Len a sí misma y le sostenía el otro hombro.
—De acuerdo, le pediremos que te refresquen en un momento— intentó su esposo tranquilizarle, acariciando su frente y limpiando un poco el sudor.
—¿Y qué tal se siente?— preguntó inocentemente Miki mientras que se acercaba a Rin y le acariciaba el otro hombro.
—Como tener cien fajas al mismo tiempo que te aprietan el abdomen— lloriqueó un poco mientras intentaba levantarse —Además, creo que ese niño me está golpeando la columna…— se quejó de nuevo mientras que se recostaba.
—Le pusieron algo de anestesia epidural, al parecer es algo que le ponen allí en la parte baja de la espalda— volteó a ver a su hermana mientras que esta parecía sufrir un poco más con la sola mención de aquel método anestésico.
—Si… me dijeron que sin eso no soportaría el dolor, pero de todos modos… es algo intenso— cerró de nuevo los ojos mientras sentía otra muy fuerte contracción.
—Esperamos que todo salga bien, los demás ya llegaron… quieren pasar a verlos— informó Piko tras el final de la contracción, a lo que los gemelos no se lamentaron demasiado, pero se mostraron ciertamente indiferentes.
—No quiero ser grosera, pero asesinaré a quien deje pasar a Miku, al menos mientras tenga las contracciones— fue ahora ella quien le informó aquello al peli blanco —De los demás… no quiero que nadie entre aquí a molestarme… menos si son Luka o Meiko— expresó con un poco de malestar mientras que se giraba a ver a su hermano.
—Y creo que no es necesario decir que no queremos ni a Kaito ni a Gakupo… no los necesitamos— se portó Len un poco insistente, pero no tuvo que dar más explicaciones, siendo que Piko entendía sus motivos de excluir al segundo de los mencionados.
—Bueno… espero que de verdad las cosas vayan bien, y que el bebé esté a salvo— dijo con toda esperanza Miki, quien aprovechó para tomar la mano de Rin y acariciarla, en transmisión de la empatía que trataba de sentir.
Después de eso, los dos más jóvenes siguieron rondando por el lado de Rin, sin atreverse a mirar a lo que mantenía entretenida a la doctora Yuna, viendo que ella lo tomaba de manera extremadamente relajada.
—He atendido cientos y cientos de partos, y en mi experiencia, la cosa va bien, creo que ni siquiera será necesario desgarrarla— comentó la doctora cuando le preguntaron acerca de cómo sentía que fuera el asunto entero.
Tras unos instantes de extrañarse con aquella respuesta y preferir ignorar las proporciones que tenía, decidieron simplemente salir, y avisar a todos los demás que Rin estaba comportándose de buena manera, pero que tenían completamente prohibido entrar a verla, al menos hasta que tuviera al bebé.
Fueron horas extenuantes, más incluso que las de antes, pues según la doctora, se entraba en la fase final de las contracciones, mucho más intensas, y con las cuales el bebé eventualmente sería empujado a la parte baja del útero, listo para salir. La noticia fue tanto de emoción por una parte, como de intensa preocupación, pues ya para ese momento, Rin podía sentir con claridad casi todo, y juraría que de pronto la anestesia dejaba de hacer efecto, aunque seguía sintiendo adormecidas las piernas, las podía seguir moviendo, no podía más que aterrarse al imaginar el dolor que de verdad le provocaría la salida del bebé.
—Falta poco, Rin, el bebé ya viene— dijo Len con suma emoción al escuchar lo que la doctora decía, a la vez que observaba la siguiente contracción, intentando calmar a su hermana, como si le diera una pequeña luz de esperanza para la llegada del fin.
—No creo poder hacerlo, de verdad, debimos de haber elegido cesárea— se lamentó Rin mientras la presión en su vientre aumentaba más y más —De verdad, tengo miedo, mucho miedo de que el bebé salga lastimado— terminó por admitir mientras rompía a llorar entre respiraciones alocadas y tomando con ambas manos el brazo de su hermano.
—Rin, todo va a ir bien… tienes doctores y toda la cosa aquí… no te preocupes por el bebé— le besó la frente con ternura, pero ella parecía seguir demasiado adolorida, hasta el momento en el que finalmente se calmó la contracción —Voy a seguir a tu lado pase lo que pase— se acercó a ella y juntó sus narices por unos instantes, sintiendo como ella respiraba con más fuerza que antes, recibiendo su cálido aliento sobre los labios.
—Tenemos doce centímetros, creo que ya es hora de que salga— anunció la doctora con cierto ánimo mientras se daban los últimos preparativos para el nacimiento —Muy bien, en cuanto sientas que debes hacerlo, comienza a pujar, pero no te agotes demasiado— le pidió la doctora a la paciente, a lo que ella afirmó mientras que sostenía la sábana a sus lados con ambas manos y comenzaba a pujar.
—Hemos pasado por mucho para esto, con cuidado— le indicó su hermano de manera delicada, viendo como hacía toda la fuerza posible.
—Está bajando en buena posición, pero con cuidado— le advirtió ahora la doctora, viendo la fuerza abdominal que imprimía la chica en cada instante, coincidiendo un poco cuando las contracciones alcanzaban su mayor punto.
—Rin, recuerda que esto no es una competencia, ni un ejercicio de entrenamiento, así que no te esfuerces tanto— le pidió con dedicación su hermano.
—No voy a dejar que esto me sobrepase… no me voy a dejar, voy a sacarlo cuanto antes, no seré débil ahora— exclamó entre la voz débil que lograba sacar por entre el dolor y la presión que ejercía cada vez más.
—Veo la cabecita— se escuchó gritar a una de las enfermeras quienes limpiaban el líquido con unos cuantos paños, a la vez que apoyaban unas toallas con las cuales preparar la salida. Al instante de haber escuchado esto, Len se distrajo, voleando la mirada con rapidez a su hermana, como pidiéndole permiso que fue confirmado al instante, con el cual salió de su posición mantenida por horas y se aproximo a ver por primera vez con sus propios ojos a su hijo.
—¡Estamos listos para recibirlo, un último esfuerzo!— gritó Yuna con emoción mientras que Rin sentía una última vez la necesidad de pujar. Siendo visto ahora por Len, este pudo ver como de su interior, demasiado diferente a como podría haberlo recordado antes, algo redondo comenzaba a salir. Yuna le indicó que se pusiera a su lado, y en un último grito desesperado, una pequeña cabecita salió de manera rápida, espontanea y casi violenta de la entrada de su hermana, provocando un ligero desgarro, pero tan pronto como ocurrió esto, el resto salió con rapidez, la cabeza junto con el resto de un pequeño cuerpo, húmedo y lleno de quien sabe cuántos fluidos, y unido a un cordón grisáceo por el lado medio que aún conectaba desde donde había salido, hizo un descenso rápido en las manos cubiertas por toallas de la doctora.
Aquel pequeño despojo comenzó a lloriquear casi al instante el que cayó y se deslizó en la toalla que mantenía la doctora, comenzando a mover sus pequeñas extremidades en desesperación e incomodidad, tras pasados unos segundos, mientras que a su lado Rin seguía gritando de dolor. Finalmente la doctora lo sostuvo delicadamente, mientras que otro de los ayudantes se encargaba de cortar el cordón umbilical.
—Felicidades… es un niño— dijo de manera sumamente simple la doctora mientras que levantaba un poco al pequeño y se lo ofrecía en las manos a Len.
Era sin duda la cosa más intrigante que hubiera visto en su vida. Ahora lo sentía tan surrealista el solo hecho de haberlo visto salir de su hermana, y sin darse cuenta ahora tenía a un diminuto humano en sus manos, uno que había sido creado por ellos dos. Pesaba un poco más de tres kilos, aunque para Len, cada gramo era más preciado que el oro, su piel era tan pálida y tal sensible que parecía que parecía papel, pero lograba sentir la vida a través de ella, en su cabecita tenía algunos cuantos cabellos rubios casi transparentes que se seguían demasiado pegados a él, y mantenía sus ojos cerrados con fuerza mientras seguía llorando incesantemente.
—Len… ¿Me dejas verlo?— le llamó Rin mientras extendía débilmente sus manos, a lo que Len acató inmediatamente, pero no sin quitar la mirada de aquella pequeña creatura aún chillando y moviendo tanto sus brazos y sus piernas, como si estuviera estirándose después de una siesta de meses enteros en la cama más cómoda del mundo. Len se acercó a su hermana por un lado, y mientras ella elevaba las manos aún con el cuerpo entero agotado, el chico puso el bulto entero en sus manos, siendo visto de manera cercana por Rin por primera vez.
—Hola pequeñito— susurró ella la finalmente abrazarlo con intenso cuidado, intentando tranquilizarlo al moverlo un poco, viendo como se calmaba lentamente, como si de pronto se hubiera cansado bastante, comenzando a dormirse pacíficamente. Len lo miró con ternura, y por primera vez, tras haber nacido, comenzó a abrir sus ojos mientras daba un suspiro extenso, casi como un bostezo pero más rápido.
—Es tan pequeño… y lindo— dejó salir Len mientras que se deshacía de cualquier clase de orgullo masculino, aprovechando la cercanía para besar a su bebé en la frente, sujetándolo con cuidado de no tocar parte de la placenta que seguía adherida a su piel.
Pero fue en ese mismo instante que fueron interrumpidos por el médico.
—Disculpen, pero tenemos que llevarnos al niño cuanto antes— las palabras del médico fueron apenas entendidas, siendo visto por los hermanos como si hubiese dicho la más terrible de las injurias para su bebé —Crep que han de entender que tenemos que realizar ciertos procedimientos médicos y de revisiones… que se tienen que hacer a los recién nacidos— pero sin importar que tratara de usar una voz lenta y tranquila, los gemelos no dejaban de mostrarse como antes.
—Chicos, es algo normal… solamente tenemos que limpiarlo, y… revisarlo para ver que todo esté en orden— habló dando toda la razón al médico, acercándose a sostener el bebé en sus manos.
Rin lo miró de nuevo mientras que este comenzaba a quedarse tranquilamente dormido en sus brazos, sintiendo como respiraba de manera tan sensible que lo resentía en todo su cuerpo —De acuerdo— contestó mientras que le entregaba al pequeño a las manos de la doctora. Uno de los asistentes entró con una pequeña camilla en donde pusieron al bebé, que a la lejanía se veía ahora más débil y desprotegido que antes.
—Lo cuidaremos… te lo prometo— dedicó estas últimas palabras la doctora, sabiendo lo importante que era un recién nacido para su madre. Y de esta forma, sin decir nada más, salieron de la sala de partos, dejando que después de unos minutos de silencio, uno de los enfermeros asistentes ofreciera llevar a Rin una habitación distinta. Pasaron unos minutos, y finalmente Len se quitó el equipo médico que llevaba para la higiene, sentándose al lado de su gemela mientras que ella se limitaba a voltear la mirada con melancolía en dirección vaga a su hermano.
—No te preocupes, todo saldrá bien…— susurró Len diciéndole a su hermana mientras alcanzaba su mano, como tantas muchas veces le habría dicho esa noche —Ya somos padres, Rin, es nuestro hijo— continuó diciendo alegre mientras que no miraba a su hermana mejorar en su expresión —Hemos pasado por mucho… ni siquiera pensábamos que llegaríamos a este punto… creo que todo saldrá bien de ahora en adelante— trató de decir sin perder la voz, ya fuera a causa de la fuerza de las emociones que sentía en ese instante.
—Eso no lo sabemos…— contestó ella lentamente, esta vez enfocando a su hermano con algo de dolor —Ya hemos hecho lo fácil… hemos hecho que naciera… pero ahora sigue lo difícil— dijo ahora comenzando a sentirse más afligida, sabiendo lo terrible que era la verdad que tenía que comenzar a decirle a Len, pero que sabía bien que ahora él también lo sabía —Ahora vamos a ver cuáles son las verdaderas consecuencias de lo que hicimos… de nuestra relación—
Len se mantuvo en silencio al escuchar aquello, no era necesario decir nada más después de eso. Ambos sabían que cosas tan terribles producía una relación incestuosa, como el compartir la sangre por parte de los padres podría provocar que los hijos sufrieran enfermedades genéticas al nacer.
—Quisiera no pensar en eso… quisiera no ver que era tan obvio desde el inicio… e incluso a veces sentía que si hacíamos todo bien, lo de conseguir casarnos, y lograr que todos lo aceptaran, al final nuestro hijo nacería bien— se sintió mal consigo mismo, recordando la verdadera esperanza y seguridad que sentía con su hijo desde el momento de la boda hasta el nacimiento, al verlo entero.
—Sé lo que dices… sentía lo mismo desde el inicio…— comenzó a dejar salir algunas cuantas lágrimas por un lado de su ojo —Pero ahora todo es distinto, me doy cuenta de que tener esa buena voluntad no vale nada en la vida real— se sintió derrotada diciendo eso.
—No digas eso Rinny— le silenció Len acercando su frente contra la de ella —Lo que buscábamos no era que nuestro hijo se curara de todos los males con solo ser buenos padres, sino tratar de ser los mejores padres para darle lo que necesitara, sin importa como naciera— intentó recordarle este pensamiento mientras que él mismo trataba de mantener un poco más la compostura y no caer en la misma espiral de tristeza.
—¿Pero qué es lo mejor que le podríamos dar, si es que hemos fallado en darle salud y una vida normal?— preguntó comenzando ya romper en lágrimas —Puede que hayamos arruinado su vida desde el inicio, y lo peor de todo, es que lo habríamos hecho sabiendo las consecuencias de nuestros actos— le volteó a ver realmente dolida, cargando toda la culpa realmente inexistente, hasta ese instante, del asunto.
—No habría otra forma de haberlo hecho, sabes que nuestro amor no nos habría permitido hacerlo de otra forma— repitió Len comenzando a desesperarse por el temor que sentía —Y la única otra forma de evitarlo, sería habiéndonos separado y entregado a otras personas, en lugar de entre nosotros mismos— rompió melancólicamente al haber pensado en esa vaga posibilidad —O quizá simplemente habiéndolo evitado a toda costa, aunque estoy más que seguro de que eventualmente esto habría ocurrido— y ahora su mirada fue de lástima como de aquel quien no puede, por más que fuera su intensión, de ser una persona distinta, y permaneciera condenada a sufrir por su origen, o por su propio destino.
—No importa como lo veamos, hemos concebido una vida que quizá no sea del todo perfecta… que otra cosa no habríamos querido más que darle una vida ideal, una que de verdad mereciera— se lamentó más y más, simplemente acurrucándose y contrayendo sus rodillas hasta su cintura.
—Te equivocas… tendrá la vida que merece, haremos todo lo que podamos y ni un solo día le faltará nuestro amor… te lo primero, nunca lo decepcionaremos— hizo aquel juramento mientras que se terminaba de recostar en esa pequeña cama al lado de ella y la abrazaba con delicadeza, para después sucumbir por la tristeza y el cansancio y quedar dormido al lado de su hermana gemela.
Pasaron unas horas más, y ya era la clara mañana de ese día cuando Yuna se encontró con la escena de los hermanos Kagamine dormidos juntos en la cama de la habitación de descanso destinada para Rin, y con ella llevaba al pequeño retoño de ellos, junto con las noticias de sus observaciones, las que daría sin retorcer ni embellecer.
—Muy buenos días, chicos— les saludó en cuanto ambos comenzaron a levantarse, despertando un poco e incluso bostezar.
—¿Cómo le ha ido? ¿Está bien mi bebé?— preguntó alarmada Rin al ver que llevaban la camilla a un pequeño niño dormido, alertándose pero manteniéndose sentada a esperar a que la doctora les diera las noticias.
—Su hijo está bien, no le hemos hecho nada, pero sigue algo agotado, está dormido— susurró con lentitud mientras que se movía un poco y señalaba a los gemelos al pequeño niño cubierto con una toalla.
—¿Cómo ha nacido? Díganos que complicaciones ha provocado nuestro incesto— decidió ir a tacar directamente el punto de mayor importancia de todos.
—Primero que nada, déjenme decirles que normalmente los bebés se dejan en una sala de espera antes de hacer los exámenes necesarios, e incluso pasan algunos cuantos días desde el nacimiento para poder realizarlos, pero el doctor Mikhail ha insistido en apresurar los procesos, y debido a que le debemos un gran favor, hemos tenido que hacerle caso— a los Kagamines les dio mala espina el haber escuchado eso —No se preocupen, su hijo nació bien… está saludable, y hasta donde hemos concluido, sus cinco sentidos le funcionan correctamente, no hay debilidad ósea atípica, y reacciona adecuadamente a todos los estímulos, tampoco no hay malformaciones cardiacas o de otro tipo, ni síndrome de down— sonrió mientras que se giraba para cargar de nuevo al diminuto bulto y dárselo en las manos a los padres, quienes seguían con la mitad del cuerpo recostado —Es un niño saludable… hicieron un buen trabajo— concluyó la doctora mientras que ambos rubios se inclinaban sobre el bebé y no dejaban de contemplarlo como el más invaluable de los regalos.
—Muchas gracias doctora… muchísimas gracias por todo— fue lo único que Rin pudo decir mientras que volvía a besar a su bebé con tranquilidad, dejándose abrazar por Len, quien a su vez los juntaba a los tres en lo que debía de ser su primer abrazo familiar.
—Es solamente mi trabajo, agradezcan a quien quieran— rió la doctora al pensar que seguramente tendrían bastante que agradecer a Dios, siendo algo que ella entendía, tras años y años de haberlo observado en padres , aunque en aquel país en particular, esa clase de reacciones eran un tanto más difíciles de ver, no dejaba de excluirse.
—Es verdad doctora, a usted y a Mikhail, se los agradecemos como no tiene idea— fue a ahora Len quien intervino —Nuestro mayor temor era que él sufriera… que sufriera por lo nuestro, por el incesto—comenzó a sentir las lágrimas salir de nuevo a la par de su hermana, recordando el temor que les había provocado todo esto hasta hace algunas horas.
—Lo entiendo correctamente, y puedo decirles que no eran los únicos que se preocupaban de eso— habló la doctora con un poco más de empatía por el asunto, pero sin dejarse llevar demasiado, recordando cierto profesionalismo que debida de tener —El incesto… lo que muchos dicen de la aniquilación por la endogamia en las especies, requiere de muchos factores, y en este caso, el resultado fue dependiente de muchas variables, no podría decir mucho, sólo que de verdad existía la posibilidad de una malformación… pero no superaba la probabilidad de que naciera sin una de estas— sintió que decía suficiente, pero se preocupada de poder asustarlos, o de inferir en lo incorrecto, por lo que prefirió cerrar su habla en ese instante.
—Muchas gracias, doctora, en caso de que surgiera cualquier cosa…— siguió hablando Rin mientras que Len se concentraba más en jugar con las manitas del recién nacido.
—Cualquier cosa que ocurra… pueden llamarme, a mi o a Mikhail, y haremos todo lo que esté a nuestro alcance— aseguró Yuna mientras que asentía, dando una mirada al bebé y a la recién formada familia, la cual ahora debía de estar acostumbrándose a su formación —Me tengo que ir, que tengan mucha suerte— y luego de eso salió por la puerta, dejándose en ese mismo lugar la camilla.
Saliendo del cuarto, la doctora respiró con profundidad mientras que se encaminaba a otro pasillo, viendo en su paso a los demás vocaloids, como Miku, Luka y Miki, sentados y dormidos en las sillas laterales, inclusive siendo ya las diez de la mañana. Se encaminó a su oficina, pero antes desviándose a otro pasillo alterno, en donde encontró a Salta, Mikhail y Thel sentados en orden, algo agotados pero habiendo permanecido toda la noche a la espera de las noticias.
—Lo hicieron bastante bien— llegó ella como si les diera el anuncio con toda sutileza —Debo de admitir que tuve mis dudas, pero todo resultó de maravilla— se sintió libre de compartir toda su más pura y animada satisfacción.
—Me alegra mucho, aunque no dudo que Len y Rin habrían amado a su hijo como cualquier otro padre— comenzó a hablar Thel, pero se detuvo al perder el hilo de sus propias palabras al sentirse agotado —No tienes que agradecernos a nosotros, no somos la fuerza mayor que ayudó en esto, ni siquiera Mikhail— sintió la necesidad de indicar eso para su hermano quien estaba correctamente despierto en todo momento.
—Sé que tus intenciones no fueron buenas— se dirigió la doctora al médico —Aún así no estará de más agradecerte tu esfuerzo… dio los frutos que esperabas— siguió mostrando una mirada conmovida y alegre a la vez.
Pero Mikhail no contestó nada, siendo que realmente seguí dormido, pero aparentando estar plenamente despierto, a lo cual Yuna solamente le ignoró.
—Y tú, Salta, debo de agradecerte de manera especial, debería de darte puntos extras por haber dado esa protección a Len y Rin— suspiró tras decir aquello, sentándose y cruzando sus piernas —Pero fue el esfuerzo de todos ustedes lo que logró que el embarazo saliera bien—
—Si hubieras querido, tú podrías haberte hecho cargo de todo eso, y que hubiera salido bien— bostezó mientras que estiraba sus brazos.
—Podría haber sido hecho todo yo, o haberlo pedido a mi padre, pero no fue necesario— se estiró sobre la propia silla y se sintió lo suficientemente cómoda durante algunos cuantos segundos, antes de levantarse —De acuerdo, voy a hablarme a mi esposo, voy a tomarme el resto del día con él, le daré sus saludos— y después de eso, se fue caminando del pasillo hasta dar la vuelta y perderse por la mirada.
Mientras tanto, Len y Rin estaban todavía recostados viendo al pequeño bebé en sus brazos, Len sosteniéndolo por completo mientras que Rin comenzaba a abrir la bata, descubriendo sus pechos.
—Muy bien, es hora de empezar a amamantarlo— comentó Rin mientras que aceraba al bebé a su pecho y pegaba su cabecita contra su pezón, siendo esto como un indicativo para el pequeño para comenzar a mamar con su pequeña boca. A Len le parecía sumamente tierno ver a su hermana de aquella manera, encantándole verla como toda una madre, cuidando a su bebé. Quizá desde algún punto algo oscuro pero de todos modos existente de su mente, podía verse a sí mismo experimentando con aquello en los momentos que tendrían más tarde en la cama, pero decidió guardar mejor esos pensamientos para cuando tuviera más tiempo.
—Se siente algo raro…— agregó Rin mientras que veía como el pequeño dejaba de amamantarse para después seguir despierto, moviendo un poco sus manos como queriendo alcanzar a sus padres, a lo cual Rin simplemente lo abrazó, dejando que el pequeño se abrazara a ella, sin poder recibir por completo aquel abrazo, siendo que el pequeño desconocía la manera en la que se hacía.
—De alguna forma, creo que se ve bastante como nosotros dos…— comentó Len mirando los ojos azules del pequeño, un tanto más de cerca, notando que de hecho, había un tono ligeramente más profundo que el de ellos dos, el cual era un tanto más celeste en su comparación, pero podía ver desde un inicio un parecido en la forma del rostro, y en los cabellos, que ahora estando secos se levantaban algo desafiantes de la gravedad, pero tan solo lo poco que esas delgadas hebras podían.
—Sí, lo sé, pero no sé qué era lo que esperabas, no le dimos mucha variación que digamos— se dio la libertad de aplicar un tono sarcástico, sabiendo que ahora todo estaba a salvo.
—Lo sé, pero creo que en el mejor de los casos, obtendrá el atractivo de su padre— respondió Len con carencia completa de modestia, tocando la naricita de su hijo con cariño, sintiendo la suavidad de su piel, encantándole sentirá.
—Supongo que tienes razón, pero creo que será muy distinto a nosotros dos en comportamiento— supuso sin miedo mientras que acercaba veía a su hermana con cierta mirada cómplice —Hay que darle su nombre ahora… quiero que lo tenga desde ahora— le pidió a su hermano, hablando con seriedad pero a la vez con el tono de cariño que quería dedicar en especial para su hijo.
—De acuerdo— Len volteó a ver a su hijo al igual que Rin, ambos juntando sus caras una a la otra mientras lo miraban —Hola, pequeñito— volvió a saludarle como si esa fuera la manera en la que tendrían que referirse a él antes de darle un nombre —Nosotros dos somos tus papás— dio un inicio a sus palabras, como si tuviera que identificarse.
—Mi nombres Rin, soy tu madre, y él es Len, es tu padre— explicó como si aquella denominación básica fuera necesaria para alguien quien desconocía todo en un mundo nuevo —No vamos a darle rodeos al asunto, los dos somos hermanos…— dijo para la sorpresa de Len, quien pese a que no se esperaba aquello, no se sintió realmente incómodo.
—Esto será algo que quizá te traiga problemas después, pero esperamos que entiendas el porqué tu mamá y yo nos amamos así como lo mucho que te amamos a ti— acarició el cabello de Rin por un lado —También esperamos que seas muy fuerte, que crezcas seguro, y que vivas en confianza sabiendo que fuiste hecho con amor— para cuando dijo esa frase, Rin le dio un pequeño golpe en la costilla, incitándolo a que dijera lo que tenía que decir —Hijo mío— ahora se mostró más serio que nunca, incluso usando un tono que, esperaba, fuera paternal —desde ahora en adelante te damos el nombre de un viejo ancestro tuyo, un hombre que nació en un mundo muy distinto al tuyo, quien cometió errores, pero que sin duda fue un buen hombre— miró a Rin con agrado —Desde ahora en adelante, por nosotros dos, te llamarás Vigo, Kagamine Vigo—
—Kagamine Vigo, y espero que te guste tu nombre, porque nos costó trabajo encontrarlo, y no te dejaremos cambiarlo— agregó Rin saliendo del mismo tono de Len, queriendo mostrar el lado amable de su maternidad.
—Esperamos que nos soportes, y que nos quieras de igual manera en la que te queremos a ti, y esperamos nunca defraudarte como padres… ni a ti ni a cualquier hermano que tengas— se atrevió a decir tras unos segundos, sabiendo que proponer eso a Rin sería demasiado raro aún.
—Si… y no te preocupes, entendemos que hay sentimientos entre hermanos, así que no temas a cualquier sentimiento por tus hermanos… sólo ten cuidado con ellos— fue ella ahora quien trató de incomodar por completo a su gemelo con aquello, un tema que no había sido para nada comentado, y menos ideado.
Horas después de eso, la mayoría de sus amigos habían pasado a ver al nuevo miembro de la familia, casi todos remarcando el parentesco de ellos mismos con el bebé, pero sin dejar de lado lo adorable o lo tierno que se veía o lo atractivo que se podría ver en el futuro. Miku y Meiko se sintieron libres de llamarlo "sobrino", aunque la primera era ya su madrina, y como tal se sintió orgullosa de decirlo múltiples veces, alegando que podría buscarla a ella en caso de que sus padres le fallaran. Pero lejos de enojarse, Rin tomó aquello como palabra de honor.
En cambio, Miki fue la única que fue referida por los gemelos como la tía del pequeño, y a Piko como su tío, lo que llenó de nervios al peli blanco. Fuera de eso, Luka pasó a verlo al lado de Miku, y no hizo ningún comentario, más que uno en forma ligeramente sarcástica, al menos para la paranoia de los gemelos, agradeciendo que el bebé hubiera nacido sano y salvo.
Así pasaron varias horas mientras que los dos seguían entretenidos con el bebé como si se tratase de un nuevo juguete de posibilidades infinitas, y tan sensible que requería toda la atención y todo el cuidado posible. Fue en ese momento cuando entró el padre de los gemelos, ahora abuelo.
—¡Papá!— gritó alegre Rin mientras que veía al adulto caminando en su dirección desde la puerta.
—Hola hijos… me alegra que estén sanos y salvos… supe que todo salió bien— se alegró bastante al acercarse a los gemelos, viendo al pequeño descansando tras varias horas, quizá siendo el momento de que fuera llevado a la sala de descansos.
—Mucho gusto, padre— le saludó Len sintiéndose mejor al hablarle de manera normal —¿Cómo ha estado mamá?— preguntó interesado por su madre, pues ese día no habían podido visitarla, y menos enterarse de cómo estaba, ya que lo último que había podido hacer era intentar comunicarse con ellos, fallando después del décimo intento.
—Está bien, ya la han dejado ver a las niñas, después de dos semanas de que estuvieran en la incubadora, su madre está estable, y ya puede caminar de nuevo— dio las noticias mientras que los miraba a los dos con cariño y admiración.
—Nos alegra bastante— fue la respuesta de Rin ante esas alegres noticias —¿Y qué te parece tu nieto?— preguntó ahora alegre mientras lo levantaba un poco —Diría que nos quedó bastante bien— se atrevió a bromear sabiendo que quizá era un tema delicado —Se llama Vigo, Kagamine Vigo— volvió a anunciar con orgullo Rin.
—Lo sé, me alegra bastante que todos los temores se hayan acabado— se acercó a ver al pequeño bebé, observando sus ojos mientras que parpadeaba un par de veces —Es idéntico a ustedes dos cuando nacieron— soltó una pequeña risa, siendo esto quizá lo que ponía el vaso al límite para los hermanos —Vigo… mucho gusto, soy tu abuelo— dijo en un tono como el de Len.
—Espero que mamá pueda verlo pronto…— expresó con algo de tristeza Len mientras que veía a su hijo ahora dormido —Ya quiero que nuestro bebé conozca a las gemelas… quienes serían sus tías— trató de no hacerlo sonar demasiado incómodo, pero después retomando la alegría, pensando en lo fácil que sería para él entender que sus tías tenían tan solo eran 18 días mayores a él.
Pasaron unos cuantos minutos más en lo que conversaban con su padre, de temas relacionados a los nacimientos, a las dificultades del parto, y al miedo que estos producían. Al final, quedaron de nuevo los gemelos al lado del bebé, para después ser este llevado a la sala de descanso.
—¿Qué te parece?— preguntó Len una vez que el bebé fue llevado con el cuidado necesario para calmar a la madre primeriza, —¿Te gusta nuestra nueva familia?— quiso saberlo con toda sinceridad.
—La amo, así de simple— contestó Rin sintiéndose de nuevo agotada tras las horas enteras sin descansar —Al fin y al cabo, fue gracias a ti que obtuve lo que más habría querido en toda esta vida— susurró sin detenerse un solo instante.
—Bueno… no sé si haya sido la suerte, o si es así como las cosas ocurren cuando las cosas se hacen con amor…— intentó Len ocultar su sonrojo por las palabras de su hermana —Quiero que seamos nosotros dos como si fuéramos uno solo, como siempre, en esta nueva… aventura— recordó aquello que habían dicho antes del nacimiento del bebé.
—Si, seremos los dos juntos, vamos a tener nuestra alegre y feliz familia— y después de ese corto dialogo, ambos volvieron a dormir en la misma cama, esperando despertar para tener de vuelta a su bebé, para poder llevarlo de nuevo a su casa, y empezar el nuevo camino que les esperaba.
