Un Chico Malo Para Navidad
Arthur había decidido ser un chico malo en cuanto conoció a Alfred,y había reafirmado su decisión en cuanto se dio cuenta de que el muchacho compartía el mismo deseo que él. Con la única diferencia de que el al ser mayor se controlaba más de lo que él prefería, el chico de acento gringo no daba señales de que sintiera la misma urgencia que él; y eso, como si fuera un premio que nadie más podría obtener, lo animaba más que nunca.
Quería tener sexo con él, y solo con él, pero también estaba consciente de que Alfred no era fácil de convencer. Además estaba el pequeño asunto de que aún era menor de edad, y como ante la ley eso era un delito, la abstinencia era un enemigo con el que no planeaba perder… por ningún motivo estaba dispuesto a esperar otro año. ¡Por Dios! Incluso existían países en donde casarse y el sexo era completamente legales a la edad de 16.
El adolescente no le perdía de vista, estaba al pendiente de cada actividad. Cada parpadeo, cada movimiento de esos escandalosos y carnosos labios, cada mirada desviada y sobre todo, cada balbuceo. Sus verdes ojos lo seguían a todos lados, incluso cuando Alfred se daba cuenta de que lo observaba.
—¿Ya sabes que le pedirás a santa este año Arthur?— preguntaba el rubio de lentes al joven que se situaba en el sillón junto a la chimenea. El estadounidense sabía que esa pregunta molestaría al chico de ojos verdes. Pensó que la manera más rápida de deshacerse de esa intensa mirada era molestándolo, solo para hacer que se concentrara en otra cosa que no fuera él. Y como lo predijo para sí mismo, el joven no tardo en rodarle los ojos. Un claro ejemplo en el cual no solo le decía (más bien gritaba) que era muy mayor para esas creencias infantiles.
Los ojos esmeraldas no se despegaban de su objetivo, Alfred solo atinó a desviar con rapidez la mirada y concentrarla en algo, lo que sea. Pero los nervios lo invadían, se apoderaban de él de una manera que no podía controlar con facilidad, y aunque en el exterior pareciera sereno, por dentro no era más que un amasijo de nervios y pensamientos revueltos sin un propósito fijo.
—Tal vez santa no quiera darme un regalo para navidad este año—Respondió con una tranquilidad que sorprendió incluso al propio Arthur. Esta vez no dejaría que un tonto berrinche sobre su edad le hiciera perder de vista el objetivo que se había fijado esa noche.
—¿Has sido un chico malo?—pregunto de manera muy inocente Alfred, sin imaginar que su acompañante aprovecharía el doble sentido de esa declaración.
—Aún no. — Arthur se levantó decidido, era su oportunidad. Al fin el rubio había bajado la guardia, y aprovecharía eso para desarmarlo y seducirlo lo mejor que podía. El chico se acercó a Alfred con mucho cuidado tal como una leona tratando de cazar. Sus pasos eran delicados, casi no se podían escuchar las pisadas en la alfombra. Una vez que estuvo cara a cara con el americano se inclinó hacia su oído izquierdo— ¿quieres ser malo conmigo?—le susurro e inmediatamente después deposito un pequeño beso en el lóbulo de la oreja.
Alfred respingó al escuchar las provocaciones del joven Arthur. Un escalofrió quiso nacer pero lo corto mucho antes de que pudiera manifestarse en su piel. Alejó con cuidado al menor y lo miro directamente a los ojos.
Desde que había llegado a esa casa en inglaterra con su host family, y había puesto los ojos en el quinto hijo de esa familia sabía que su viaje se iba a tornar un poco difícil, no porque no fuese listo y no pudiera con el sistema y reglas de ese país, sino por el hecho que de que cierto chiquillo se tomaba como una meta personal provocarlo en cada instante y estaba seguro que no tomaría mucho tiempo para que el cayera en esa red de trampas que el menor tejía sin descanso.
—No hagas eso.
—¿Por qué no? Tú quieres, sé que quieres… y yo también quiero. —esta vez Arthur no se detuvo y se lanzó a besar en los labios a Alfred. Se hizo sonar un quejido, pero este le comunicaba al chico de ojos esmeralda que su pareja se rendía. Por fin se rendía.
El inicio del beso fue inocente, rayando incluso en lo dulce. Era como si ambos fueran inexpertos y solo esperaban no echarlo a perder, sin chocar los dientes el uno con el otro. Un beso rosado y virginal en toda su extensión. Un beso de alguien propio de la edad de Arturo.
El joven se dio cuenta de lo que su pareja trataba de hacer o mejor dicho estaba haciendo. Alfred solo lo mantenía ocupado para no pasar a asuntos mayores, pretendía que le daba lo que quería pero sin darle especialmente lo que de verdad quería. Molesto, Arturo se separó lentamente de los labios del mayor, la suspicacia se mostraba implacable en sus ojos. No retrocedería. No se daría por vencido tan fácilmente.
—No me digas que esto es lo mejor que puedes hacer. —lo provocó un poco. Si el amor no funcionaba, los celos lo harían mejor. —Tuve besos más profundos con mi ex novia. Y mucho más eróticos. Quien diría que el ser mayor no te garantiza experiencia. —hablo con petulancia, queriendo sonar mucho más desinteresado de lo que en verdad se sentía. Sonrió de lado. Era una sonrisa sarcástica que tenía toda la intención de hacer sentir al americano como un adolescente inexperto o peor aún, como alguien que no mereciera su tiempo.
Eso caló hondo en Alfred, el pequeño sin vergüenza estaba insinuando algo que no le agradaba para nada, estaba, por decirlo de alguna manera, atentando hacia su propia hombría. No lo pensó más, si tanto deseaba tenerlo entonces le daría lo que quería de una vez por todas ¿Qué podría salir mal? ¿Qué castigo podrían impartirle si le descubrían cogiendo con el hijo de su host? ¿Echarlo de la casa? ¿Del país? Al menos se iría con el dulce recuerdo de sus labios probando cada centímetro del cuerpo acanelado del menor.
Alfred empujó con fuerza en el sofá al chico de ojos verdes, el autocontrol se estaba despidiendo de él, Arturo por el otro lado solo sonrió de lado, había conseguido que el gringo por fin bajara todas sus defensas, su táctica de celos había sido un éxito rotundo.
Los besos se profundizaron cada vez más, la saliva escapaba de las comisuras de la boca de Arthur en un hilillo, las manos de Alfred acariciaban las piernas del menor con lujuria mientras subía hacia su entrepierna. Un gemido escapo de los labios de Arturo al sentir la mano del chico.
—será mejor que pretendas terminar lo que estas iniciando—le reto. Un suspiro separando cada palabra que pronunciaba.
La mirada de ambos detonaba lujuria pura, deseo y desesperación. Pronto la camisa de Arthur comenzó a estorbar y con rapidez Alfred se deshizo de ella. La boca del rubio se separó de los labios de Arthur y los dirigió a su pecho, los pezones del muchacho que comenzaron, a ponerse duros con el contacto de su boca. La respiración de ambos se volvió entrecortada, era difícil seguir un ritmo tranquilo. Ambos habían aguantado desde hacía mucho tiempo aquella urgencia que les demandaba estar juntos.
Alfred jugaba con el bulto que se formaba en el pantalón de Arthur, lo acariciaba por sobre la ropa con movimientos circulares. Entre quejidos el chico de ojos verdes lo detuvo.
-tú también desvístete—reclamo Arthur, no quería ser el único sin ropa en la habitación.
Rápidamente Alfred se deshizo de su suéter y desabrocho la bragueta del pantalón de mezclilla, le hecho una mirada a su pequeño amante y le sonrió con complicidad.
—¿feliz?—su compañero asintió al tiempo que lo atraía a el de nueva cuenta.
—no sabes cuánto.
Comenzaron a toquetearse otra vez, esta vez las manos habilidosas de Alfred arrebataron a Arturo de su última prenda. El pantalón salió volando hacia un rincón de la sala frete a los ojos del chico de ojos verdes. Los labios del chico estadounidense viajaron por el pecho de Arthur, saboreando con su lengua cada parte de su pecho.
Las ansias lo estaban carcomiendo, Alfred quería tomarlo, quería hacerlo suyo en ese preciso momento, quería hacerlo gemir y gritar de placer. Un pensamiento cruzo en su cabeza, si deseaba detenerse y marcar limites este era el momento, pero Alfred estaba tan embriagado con el deseo que sacudió su cabeza rápidamente eliminado esa absurda idea que rondaba en su cabeza.
—¿Puedo?—le miro antes de poder bajar los bóxer. Arthur con la respiración entrecortada y le respondió asintiendo marcadamente –Dilo en voz alta, quiero escucharte decir que me quieres y que deseas esto tanto como yo.
El adolescente de piel acanelada acaricio el rostro de su compañero, y con voz firme sin ningún atisbo de duda le respondió.
—si, te quiero. Te quiero ahora. Por favor. Hazlo ya—el deseo y la lujuria dominaban al adolescente.
Las manos de Alfred, quitaron con rapidez el bóxer del menor y dejo al descubierto el exquisito miembro de su pareja. Se relamio los labios, miro fijamente al chico menor y atrapo su hombría.
—Hmm Aah… Aaah, Aaalfred—dijo extasiado.
Los movimientos que Alfred hacía con su boca casi volvieron loco a Arthur. El subir y bajar estaban dándole descargas eléctricas, un placer que sentía por primera vez invadía todo su cuerpo. Alfred le dio un pequeño descanso, su rostro podría estar serio pero por dentro no dejaba de pensar que lo único que deseaba en ese momento era que necesitaba estar dentro de el. Solo necesitaba buscar un reemplazo algo que pudiera servir de lubricarte para que Arthur no sintiera tanto dolor al recibirlo. A unos cuantos pasos en un estante divisó una crema, no era lo ideal pero podría servir. Se encamino por ella rápidamente y en un instante ya estaba de vuelta, no quería dejar pasar el calor del momento.
—abre las piernas amor—le susurro al oído haciendo al menor de edad estremecer. Arthur no sabia si el estremecimiento había sido una reacción al contacto físico o al hecho de que Alfred se había dirigido a el como ´´su amor´´, sin mucha vacilación le obedeció, estaba tan ansioso por sentirlo dentro de el. Por fin lo tendría dentro.
El americano puso un poco de crema en su mano y la dirigio hacia el trasero del ingles, el cual dio un pequeño brinco al sentir el contacto de la fría crema y los dedos de Alfred acariciar lentamente toda el área circundante a su ano. Lo estaba prepárando lentamente acarisiando e introduciendo el dedo a ritmo lento.
—Dime si duele
Los gemidos empezaron a brotar uno a uno de la boca del britanico mientras los movimientos de los dedos de Alfred se aceleraban cada vez un poco mas, se aventuro a añadir otro dedo al notar que su pareja no interponía queja alguna mas que la del placer . ojos azules y verdes se miraban fijamente, respiraciones agitadas hacia que el pecho de ambos subiera y bajara, la temperatura de los cuerpos aumentaba.
El mayor se dio cuenta que dejaba sin atender el área sensible del adolescente, pronto se dio a la tarea de masajear su pene, su mano viajaba de arriba abajo en un ritmo que solo volvia loco a su pareja, se detuvo especialmente en la cabeza, utilizando su pulgar para acariciarla con movimientos circulares arrancando de la boca de su dueño un gemido de placer.
—Ah mmmh Ah Aaaah Aaaaaaah—no podía formular palabras de lo tan bien que se sentía.
—te gusta—sonrio con orgullo Alfred, se daba cuenta que estaba haciendo un buen trabajo. Arthur solo pudo asentir.
En ese momento el americano pudo sentir que su compañero estaba listo, la cavidad. No podía esperar mas, pero seria paciente por que lo que menos quería era lastimarlo.
—voy a entrar ¿estas listo?.
Arthur asintió con la cabeza dándole a entender que podía proseguir.
—Hazlo
El joven americano vertio un poco de crema en su propio miembro para poder ayudar a que resvalara facilmente dentro de pareja, lo tomo delicadamente de las caderas y comenzo a entrar a el de forma lenta. La estrechez del menor lo hacía perder la cabeza del joven rubio y el delicado momento de cadera del ingles lo incitaba a entrar mas profundo y embestirlo de manera desenfrenada. Pero en lugar de eso incio un vaivén de manera lenta, dulce y delicada.
Entraba y salía con ritmo, como si danzaran una melodía que solo ellos pudieran reconocer. Las embestidas hacían que Arthur quisiera gritar, al principio de dolor, luego mientras se iba acostumbrando a la sensación de tener algo invadiéndolo, tocando cada fibra nerviosa con cada estocada, sintió el placer que las embestidas le proporcionaban. La danza se volvió repetitiva, con embestidas acompañadas con los gemidos de ambos.
Alfred sentía un calor que se expandia por todo su cuerpo, se estaba poniendo caliente, y no solo era el hecho de que estaba dentro de arthut, era la incredulidad de que el británico lo quería a el. Se sentía con una suerte endemoniada, llevaba meses deseando poder tocar ese delicado cuerpo. Y el mero pensamiento de que Arthur se siniera de la misma manera no hacia mas que volverlo loco.
—Ah Aah Aaafred—los quejidos del joven británico le sonaban angelicales—ahí …mas… mas fuerte.
—como tu lo ordenes.
Y procedio a penetrarlo con mas fuerza, iba a jugar con el, quería volverlo tan desquisiado que le rogara por mas. esta vez disminuyo la velocidad y fue extremadamente lentro entre cada estocada. 1,2,3 embestida. 1, 2, 3 embestida. Esperaba unos cuantos segundos antes de empujarse por completo. Arthur solto un grito, se dio cuenta de que estaba presionando algun punto sensible.
—¿Aquí?- y procedio a empujar—te gusta aquí.
—Mas…Mas rápido y fuerte.
Alfred sonrio de lado, traviezo.
—¿Es una orden o una suplica?—pregunto con picardía.
—una orden—sintió una embestida fuerte—una suplica—cambio de parecer cuando no noto variación en velocidad—AMBAS—esta vez la desesperación se notaba en su voz.
Una risita salio de los labios del mayor, le gustaba pensar que provocaba esa confusión en Arthur aunque fuera solo algo pasajero. Incremento el vaivén de sus caderas, fuerte, marcado cada penetración, presionaba una y otra vez ese punto que sabia volveria loco a su pareja.
El cuerpo de Arthur se balanceba con cada estocada en un subir y bajar de sensaciones, el placer esta tan grande que no soportaba como su cuerpo se calentaba, sentía un increíble fuerza viajar por cada una de sus fibras nerviosos ¿era esa la sensación que describia la gente como ''sentirse electrificado''? era como si la electricidad naciera de su vientre y se desplegara por todo su cuerpo, hasta la particula mas pequeña se sentía quemada cada vez que su próstata era atacada con cada embestida. Amaba esa sensación.
—Va a salir mmmh Aaah—exclamó.—estoy a punto de correrme.
—solo hazlo cariño.
Y se liberó, dejo salir cada gota de semen que guardaba al tiempo que empapaba su abdomen con el liquido.
Alfred salio de el para poder dejarlo asimilar cada sensación mientras el mismo atendia a su miembro que aun permanecia viril y listo para otra ronda. Arthur vio que su compañero no había llegado aun al climax asi que se apresuro a devolverle el favor, haría por el lo mismo el le hizo. Se levanto y toco el pene del americano mientras le lanzaba una mirada. Alfred respondio con un solo asentimiento de cabeza y el menor procedio a ponerse entre sus piernas. No se lo pensó mucho ycomenzo a lamer cada centímetro de el, jugando con astucia mientras masajeaba sus bolas. Se notaba que no tenia mucha practica pero eso no quería decir que no era bueno en lo que hacia, los movimientos del ingles lo hicieron perderse en un orgasmo que se sintió como el cielo ¿Cómo era posible que ese chiquillo tuviera esa reacción en el?
El acto termino con ambos agitados, pero con una enorme sonrisa marcada en los labios de Arthur y un sentimiento de satisfacción por parte de ambos.
—Sabia que tu también querías—le reprocho el pequeño ingles con una gran sonrisa triunfal, todo mientras formaba un camino de besos desde el cuello hasta llegar a su boca. Alfred solo lo dejo ser, mentiría si dijera que no estaba disfrutando eso.
—si, lo quería, pero también quiero seguir quedando me en esta casa. Sabes que una relación así entre nosotros pone en riesgo mi beca en la universidad—me expulsarían del país si se enteraran.
—pues no le digas a nadie—hablo al oído del americano mientras le seguía regalando pequeños besos.—yo no lo hare.—le prometió- Quiero que te portes mal conmigo, no solo hoy… quiero que estemos juntos en la lista negra de santa. Hay que ser chicos malos hasta navidad.
Alfred lo empuja ligeramente hacia atrás, quería verlo a la cara. No podía crecer el cinismo que brotaba de las palabras del menor.
—¿Que tal si extendemos el tiempo un poco mas? Seamos malos hasta que el año termine.
Se sonrieron mutuamente, la complicidad se mostraba en sus juguetones ojos hasta que sellaron el trato con un profundo beso.
