Corazón de bruja tenía la manía de sacar listas todos los meses. O así lo veía Ginny. Y en las listas, casualmente, siempre había algún amigo o familiar. El preferido de la editora de la revista era sin duda James, salía en las listas de jugadores de quidditch, de pelirrojos, de menores de 25, de hijos de famosos… y un sin fin de tonterías más a las que su hijo se limitaba a sonreír.

Era un lunes por la tarde, el día de descanso para los equipos de quidditch. James leía la nueva tonto-lista de Corazón riéndose entre dientes mientras merendaba con su madre.

— Resulta que en la lista de hombres pecosos menores de treinta soy solo el segundo, mamá —dijo zumbón, poniendo la revista sobre la mesa para enseñarle la lista a su madre—. Qué frustrante.

Ginny rio, tomando un sándwich.

— Es terrible, Jamie. Y yo preocupada porque llevas tres jornadas sin marcar, señor cazador. —Los ojos castaños se clavaron en los de su hijo, exactos a los suyos, poniéndose seria— ¿Qué pasa, James?

— No pasa nada mamá —contestó, con la mirada en la revista.

Los ojos sagaces examinaron los rasgos familiares. Había ligeras ojeras bajo los ojos y llevaba el pelo corto y sin brillo, nada habitual en él, siempre pendiente de su imagen.

Abrió la boca para replicar, pero le interrumpió el sonido del flu De la chimenea salió una figura rubia envuelta en una túnica rosa, seguida de una figura alta y fuerte. Por la cara de James pasaron varios sentimientos que Ginny no entendió. Observó a su hijo poner una sonrisa y levantarse a saludar a los recién llegados. Abrazó a su tía Luna con cariño, murmurándole algo al oído a lo que ella respondió con un pequeño asentimiento. Después, se acercó a su amigo y lo abrazó también. Fue un abrazo más largo, que les hizo a los dos cerrar los ojos. Ginny miró a Luna, que se sentaba junto a ella ignorando a los chicos.

— ¿Aún no se habían visto? —le murmuró.

Luna negó con la cabeza mientras se servía un té.

— El aura de James ha perdido brillo —comentó con los labios cerca de la taza—. Creo que discutieron la última vez que se vieron.

Los muchachos se sentaron a la mesa también y comenzó una conversación sobre la temporada de quidditch mientras tomaban té y comían sándwiches con la familiaridad de siempre. Con la segunda taza la conversación flotó hacia la boda.

— Le dije a papá el otro día que era posible que no llevara pareja —dejó caer James.

Ginny no entendió la mirada que Luna le echó a James en ese momento.

— Si yo tengo que buscarme una pareja, tú también —bromeó.

— ¿No salió bien la cita con Dean? —se interesó Lysander con una sonrisa un poco tensa.

— Habría ido todo bien si no le hubiera dado por comentar que Seamus estaba en la ciudad —se burló James.

Lysander miró a James un momento antes de volverse a mirar a su madrina con una sonrisa provocadora.

— Pero tía, así noooo. Estás desentrenada en esto de las citas. Primera norma: no hablar de los ex, eso mata cualquier avance.

Los cuatro rieron por el tonillo, muy cercano al de los programas de cotilleos que sonaban siempre en la radio en la Madriguera.

— Necesitas otra cita mamá. Con alguien que no tenga ex peliagudos. Y yo tengo un candidato —afirmó triunfal James.

— James.

El aludido levantó los ojos de su vaso a la puerta del salón.

— Hola, Lorcan.

El artista se sentó junto a él en el sofá, con los dedos cerrando nerviosamente su cárdigancontra su pecho.

— Tu madre y tu hermano han estado aquí esta tarde.

Lorcan asintió distraídamente, observando a James.

— ¿Qué pasa entre Lysander y tú? —soltó por fin.

A James le sorprendió la pregunta directa. Dio un sorbo al vaso que tenía en la mano mientras trataba de saber por donde iba el interrogatorio.

— Lleva tres semanas en la ciudad y hasta hoy no os habíais visto —insistió Lorcan—. Vosotros, que pasasteis siete años pegados el uno al otro.

La mítica sonrisa de Sirius apareció en el rostro de James.

— ¿Estás celoso, Lorcan?

Los ojos azules, normalmente soñadores como los de su madre, le miraron con mucha dureza.

— Eres idiota, Potter —contestó, levantandose del sofá—. Voy a ver a tu hermana.

— No está —le dijo a su espalda, antes de que saliera de la habitación—. Esta semana duerme en la academia. Tómate una copa conmigo, venga.

Volvió a dejarse caer junto a él, con los brazos cruzados sobre el pecho.

— Sé que Lys y tú discutisteis en su última visita. No quiso contarme lo que había pasado.

James dio un gran sorbo y miró a Lorcan con una intensidad y seriedad poco habitual en él.

— Si tu hermano no quiere contártelo, no seré yo el que traicione su confianza.

— Entonces sí discutisteis.

Asintió. Lorcan se inclinó hacia delante.

— ¿Quién es la chica? —le interrogó.

Las cejas anaranjadas se fruncieron mientras James daba un sorbo y se inclinaba también hacia delante.

— ¿Crees que mi amistad con tu hermano puede estropearse por una chica sin más?

— Es lo único que se me ocurre —respondió a la defensiva.

El pelirrojo negó con la cabeza. Dio un último sorbo a su vaso antes de dejarlo sobre la mesa.

— A estas alturas, Lorcan, —Se acercó un poco más— deberías saber que para Lysander solo hay dos cosas sagradas en la vida. Y te aseguro que respeto a tu madre como si fuera la mía.

Las cejas rubias se levantaron muchísimo y se echó bruscamente hacia atrás. James se levantó y salió de la habitación con las manos en los bolsillos.