Turno nocturno
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El Hospital se encontraba desierto. Tan solitario como era costumbre en las últimas noches festivas.
Haber tomado aquella decisión había sido sin duda una de sus mejores pruebas de valor. Después de todo, abandonar Konoha no estaba en su rango de opciones. Pero alejarse por un tiempo indeterminado con la excusa de ayudar a las naciones contiguas, parecía exactamente la mejor forma de huir lejos de casa. Tan lejos como sus pies pudieran llevar el instinto salvaje en su alma.
El aire cargado de arena azotó su rostro clavando pequeñas piedritas al rededor de sus labios. Algo a lo que claramente jamás se acostumbraría.
Cerró la ventana antes de girarse rumbo al futón. La sala de descanso era un lugar cómodo para pasar el turno cuando las camas sobraban y los pacientes descansaban plácidamente en sus habitaciones.
Suna se había convertido en un buen hogar temporal. Ya había estado en el país del rayo durante los últimos tres meses. Educando al personal, construyendo nuevos módulos, capacitando enfermeras, trabajando, luchando, gritando ahogada ante la presión en su pecho.
Ciertamente no estaba frustrada. Pero la constante duda en su mente enloquecía su razón.
¿Qué había de malo en ella?
Sus compañeras de generación ya se habían estabilizado. Ino abnegada en la florería cada vez cumplía menos misiones y turnos en el hospital. Hinata había desaparecido del radar ninja como si su poder hubiese sido parte de un pasado olvidado. Temari ya no pertenecía a su aldea, y como tal cumplía misiones simples en Konoha con tiempo suficiente para estar en casa a la hora de cenar; sus vidas parecían seguir un curso trazado por el destino. Una paz tan agobiante como un volcán a punto de estallar.
Qué debería hacer con su vida. Salir con alguien y casarse para luego abandonar todo por lo que había luchado. O continuar trabajando una vez se convirtiera en madre de niños a los que no sabia cómo criar; Arriesgar su vida y la posibilidad de morir ya no sería una opción. Cómo luchar turnos interminables con una familia a cuestas. Un esposo al que esperar, un hogar al que llegar, un hombre inexistente al que complacer.
Cerró los ojos rendida ante sus pensamientos. Había huido de Konoha para dejar atrás todo aquello. Sin embargo, el tiempo corría sigiloso entre sus manos recordando que dentro de poco debía volver a enfrentar lo florecido en el país del fuego. Y con ello, reconocer que sus aspiraciones fluían en sentido contrario pese a las miradas de reproche sobre su persona.
Demasiado tiempo con Tsunade.
Demasiado tiempo viviendo con ella y aprendiendo de su maestra como para considerar una vida simple en casa con un marido perfecto.
Ella no necesitaba de aquello. Podía existir conociendo hombres agradables y bebiendo el sake artesanal de alguna taberna, mientras sus días transcurrían salvando vidas en cada rincón del mundo. Podía ser como su mentora y aquello de alguna forma no le avergonzaba.
De cualquier modo, ya había iniciado aquel transe sin notar las reales similitudes en sus vidas.
Recordaba a su madre también, y la amaba como una mujer valiosa de la cual solo aprendió a hornear galletas y armar decoración. No por ello su valor descendía. Sin embargo, sus designios no se parecían a lo que su progenitora aspiraba en una hija. De hecho, era un completo fracaso ante los ojos de aquella mujer.
Incapaz de hornear un pastel y con dudosos deseos de convertirse en madre, temía más que todo la mirada de reprobación que sus padres lanzarían contra ella. Su apellido dependía de ella. Ahora era alguien importante y casada con cualquier hombre su clan podría permanecer grabado en sus espaldas.
Casi con cualquier hombre. Habían ciertas excepciones.
La puerta de la salita se abrió dando paso a un muchacho que conocía perfectamente desde las últimas tres semanas.
Alto, con ojos miel y la piel tostada por el sol de su aldea, ingresó dejando el fonendo sobre la mesa arrimada en una esquina del pequeño cuarto.
- el turno va lento - soltó recostandose sobre el futón.
Sakura soltó el aire en sus pulmones antes de tomar lugar junto al hombre.
- a veces es mejor así - susurró apoyando su espalda en la pared.
La luz de la media noche se colaba por el ventanal iluminando la habitación. Acostumbraban a mantener la luz artificial apaga para no ser molestados en su descanso. Aquel ambiente siempre le había recordado a los juegos de su niñez en los que se ocultaba bajo la mesa en completo hermetismo. Una intimidad particular donde reinaba el silencio complaciente.
El chico observó a Sakura durante unos minutos y en un impulso hambriento, acercó sus rostros para juntar ferozmente sus labios.
- no debes abrir las ventanas sin un Hiyab sobre tu rostro. La arena es tan fina como el vidrio... - susurró el muchacho saboreando la arena en los labios de la pelirosa.
- si a ti no te lastima, entonces a mi tampoco... pero lo tendré en cuenta- respondió acrecentando la intensidad en su unión.
Una sonrisa socarrona terminó por acalorar los ánimos mientras las manos sobre su cintura recorrieron la piel bajo su uniforme.
En un instante, se encontraba acorralada contra las almohadas en una prisión de la cual no deseaba escapar.
Aquellos encuentros fortuitos cada vez se repetían con más intensidad. Y cada vez parecían transgredir su consciencia en fragmentos de todo lo vivido hasta ese momento.
No le importaba. Había estado haciendo lo mismo con otro médico en el País del Rayo. Y con otro muchacho en el País de la niebla.
Tsunade lo hacia de igual forma. O al menos en su juventud. Ella lo sabía. No había nada malo en el amor propio. Parte de ello era satisfacer sus propias necesidades. Permitirse ser deseada, permitirse pertenecer con la ferviente consciencia de que todo sería un instante efímero. Sólo eran compañeros de trabajo, parte de un equipo médico que normalmente caía en enredos con más frecuencia de la debida. El estrés, la presión, la carencia de tiempo y el alto índice de adrenalina acumulada. Todo fluía y estallaba en un remolino de hormonas y pasión poco decorosa de la que nadie hablaba pero todos eran parte al menos una vez en sus vidas.
Menos en Konoha.
Su aldea era sin duda el lugar más puritano del mundo conocido.
En Konoha las buenas mujeres debían casarse lo antes posible.
Cada instante se cuestionaba como volvería a su vida rutinaria en un pais donde el deseo era sancionado. Ahora entendía las razones de su maestra para abandonar todo durante tantos años.
La libertad es un tesoro obsesivo.
No había tiempo para ceremonias ni momentos de intimidad. Entre suspiros silenciosos intentó recorrer el espacio bajo el uniforme en su compañero, sin embargo justo cuando había decidido incursionar en la profundidad bajo su ombligo, la puerta resonó en un golpe de puño envuelto en ansiedad.
- Akihiro- san ha llegado una urgencia en su área. Por favor. Lo necesitamos.
La voz tras la puerta repitió aquella frase dos veces antes de irrumpir en el cuarto.
Para ese entonces el muchacho se hallaba junto al lavabo con el rostro mojado y el fonendo nuevamente en su cuello.
La luz fue encendida lastimando sus ojos.
- vamos, estaba durmiendo... ya he despertado. Lo siento.
Sakura se reincorporó sacudiendo su uniforme tan casual como siempre. Bostezo falsamente y de un salto se recostó nuevamente sobre el futón.
- ¿todo en orden en mi área? - cuestionó suavemente.
- todo en orden Sakura- san. Puede seguir descansando.
La chica asintió y los presentes se retiraron sin voltear un segundo la mirada.
Lo ocurrido con Akihiro sería una historia que ninguno contaría. Un insignificante encuentro inconcluso que no daba para ser retomado. Tan vago e innecesario que únicamente había logrado satisfacer una porción de su entretenimiento nocturno.
A veces constaba demasiado conciliar el sueño.
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Ya había olvidado como se sentía recostar su espalda en una cama real. Últimamente su vida transcurría en turnos eternos y futones en salas de descanso ideadas para tantos otros médicos como ella.
Una vida bastante más satisfactoria de lo que sonaba. Casi una excusa para aquellos que no deseaban regresar a una casa solitaria o a las responsabilidades del día a día. Allí en aquella construcción, ellos mandaban y decidían sobre vidas ajenas. Encargarse de lo propio era ambicionar demasiado.
Sus ojos se cerraban cuando la puerta se removió junto a la voz de Akihiro.
- Sakura despierta, debes venir. - el sonido llegó a sus oídos en lo que pareció una ilusión dentro de su propio sueño- Sakura, es alguien de Konoha, encontramos su protector frontal entre sus pertenencias
Sus ojos se abrieron sobresaltado ante aquella última frase. Konoha se encontraba a kilómetros.
- bien, bien. Vamos - pronunció corriendo rumbo a la sala de urgencias.
Abrió el biombo y si la opción hubiese sido describir su impacto podría haber declarado que su corazón dejó de latir durante un segundo. Sin embargo, más bien ocurrió todo lo contrario. Los latidos frenéticos elevaron su pulso al extremo y en un pestañeo ya se encontraba sobre la camilla midiendo los signos vitales de su nuevo paciente.
No cualquier paciente.
- ¿que ha pasado? - cuestionó en un hilo de voz- ¿quien lo ha traído?
Intentó vanamente despertar al muchacho mientras el halo verde surgió de sus manos explorando el torso desnudo.
- maldita sea - refunfuñó agitada.
- ¿lo conoces? - cuestionó Akihiro revisando los medicamentos drenados en el brazo del paciente.
- claro que lo conozco. Este hombre es Sasuke Uchiha.
El silencio a su al rededor no perturbó su quehacer.
- pregunté quién lo ha traído. Está inconsciente ¿como llegó hasta aquí? - repitió severa.
- lo encontraron en la frontera. Lo ha traído la guardia nocturna.
- ya veo. Esta deshidratado y parece tener daño interno.
Su energía recorrió el cuerpo del pelinegro y sin demoras se posicionó en el centro de su abdomen.
- hay algo en su interior. Necesito un quirofano.
El equipo se movió intranquilo haciendo las llamadas necesarias mientras la intranquilidad calaba en su mente.
Sasuke no era la clase de ninja que terminaba tirado en la frontera de una aldea.
De pronto fue consciente de un cambio drástico en la energía vital del Uchiha. Y tan pronto como el alza subió al extremo, descendió a la nulidad.
- ¡rápido! Está haciendo un paro.
Los enfermeros arrastraron la camilla al quirofano mientras Sakura intentaba vanamente una reanimación poco prolija. No podía estar ocurriendo algo como ello. No podía estar ocurriendo ni en su más extraña pesadilla.
Saltó sobre la camilla posicionándose sobre las caderas del muchacho, y tal como había hecho en el pasado con Naruto, trazó camino hacia el corazón del pelinegro.
Apretó y soltó tanto como sus esfuerzos se mezclaron con la locura hasta que de pronto sintió un latido fluir dentro de su puño. Retiró su mano petrificada observando por un segundo el rostro de Akihiro sudar consternado junto a ella. La camilla continuaba en movimiento y la sangre fluía por su brazo cual cascada carmín.
Intentó bajar pero su cuerpo no se movía, la sangre en su brazo ardía quemante.
- Este hombre es importante, quiero todos los equipos disponibles - Akihiro elevó su voz y el personal corrió a preparar el quirofano al que se dirigían.
En su vida había visto una reanimación tan impactante. La impresión se elevó a su rostro comprendiendo que aquella mujer había estado entre sus brazos hace tan solo unos minutos. Sakura no parecía ser la clase de ninja médico que realmente era. Aquello lo descolocó obligándose avergonzado a esquivar la mirada tanto como fuese posible.
De pronto el cuerpo bajo los muslos de Sakura se removió torpemente.
El Uchiha se alzó peligroso con el sharingan oculto y los músculos en tensión. Lanzó a Sakura contra el suelo y los enfermeros junto a la camilla se alejaron por instinto.
El muchacho se reincorporó con su cuerpo inclinado en dolor. La mirada vidriosa parecía confundida.
La chica se repuso tan rápido como pudo posicionándose agilmente frente a su ex compañero.
- ¡Sasuke soy yo! - exclamó con las manos elevadas.
El Uchiha la observó dudoso anonadado por la sangre goteando desde la mano derecha de la mujer.
- ... cómo? - agitó su cabeza aclarando sus interrogantes. Aquella no era la pregunta adecuada - ¿cuánto tiempo ha pasado?
El médico junto a Sakura respondió por ella.
- te han encontrado en la frontera hace tal vez 30 minutos.
Sasuke maldijo por lo bajo apretando su puño en frustración.
El portal frente a los presentes apareció tan fugaz como un pestañeo.
- ¡espera! No te puedes marchar así - expresó Sakura con la preocupación protagonizando su descontrol.
Y en un segundo, el pelinegro atravesó el portal hacia un lugar desconocido.
El instinto es irracional. Tan insensato como animal. Y aquello fue precisamente lo que incitó a Sakura a lanzarse de lleno tras el pelinegro.
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La sala lúgubre la arrimó contra el suelo junto a un escalofríos tenebroso. El frió azotó sus huesos cuando fue capaz de adecuarse al nuevo salón.
Oscuro, desprolijo, con camillas y ventanales rotos. Aquello era sin duda un hospital abandonado.
Aún con la noche reinando en el exterior, siguió al muchacho rápidamente hacia una habitación a penas lo observó girarse tambalente. Nisiquiera se había detenido a reprender su irrupción; lo observó buscar entre los cajones con el hombro apoyado en la pared y la respiración entre cortada.
Deseó ayudarlo pero se sintió paralizada.
Fue recién cuando descubrió lo que Sasuke poseía entre sus dedos que fue capaz de emitir palabra alguna.
- has sufrido un paro cardiorespirstorio. Si te inyectas morfina puede que no despiertes. - habló adelantándose. Sin embargo, el Uchiha alzó la jeringa contra su muslo y sin preámbulos la enterró liberando todo su contenido- ¡Sasuke! ¡no!
El hombre se desplomó contra los estantes lanzando al suelo cajones y botiquines.
Las telarañas a su al rededor brillaron con la luna mientras el viento congelado se colaba impertinente.
Sakura se arrodillo atinando a golpear suavemente el pecho del pelinegro para evitar que se duerma. Inútilmente sucumbió a la derrota cuando lo observó plácidamente desmoronado frente a sus ojos.
Hola Hola
que tal?
Esta historia tendrá sólo 2 capítulos ya que es una idea cortita que se me ocurrió
No olviden comentar, saludar, opinar, etc. se acepta todo todito.
si les interesa subo la continuacion
saludos!!!
