El día que Tom Riddle dejó la casa de los Dursley fue tan mundano, que dolió.

Había ido al colegio, como siempre

Había estado en clase, como siempre

Había escapado de Dudley Dursley y su pandilla, como siempre

Había aparecido en el techo de un edificio, y no le iba a contar a nadie, como siempre

En realidad lo único memorable había sido cuando Dudley cayó al suelo de cara, luego de no poder esquivar el guijarro que Tom pateó en su camino, mientras regresaban del colegio. Por lo tanto, Tom estaba aburrido cuando llegó al número cuatro de Privet Drive, hasta que se encontró a un mago en la sala tomando té, junto a una rígida Petunia Dursley

Tan mundano

Tom sabía que era un (fenómeno-) mago, y que la (la palabra con m-) magia existía. También sabía que se quedaba con los Dursley como protección (inservible, en un rincón, si solo hubiéramos tenido opción-), o al menos eso había escuchado de las diatribas entre dientes que Petunia había tenido alguna vez con su esposo, Vernon, durante las noches cuando creían que Tom no estaba escuchando (como si el armario debajo de las escaleras estuviera tan lejos de la cocina-)

Pero ninguna prueba había sido tan tangible (no como el cabello que crece de la noche a la mañana o que cambia de color a azul, las serpientes parlantes, aparecer en lugares seguros-) como James Potter

─Hey, Tom. Hola─ son sus primeras palabras al verlo llegar a la sala, tan mundano

Había dejado a Dudley atrás en su prisa por llegar a su armario y evitar las consecuencias de atacar indirectamente al niño en retribución por la ronda de cazar a Tom . James, aunque en ese momento no sabía su nombre, dejó la taza de porcelana blanca (solo para gente importante, lustrar bien, chico, por que de lo contrario-) en la mesita de la sala. Una tentativa sonrisa tirando de sus labios ─¿te acuerdas de mi?

Tom tuvo una respuesta mordaz en la punta de la lengua (compórtate, muchacho-) , pero cuando vio a Petunia mirarlo con dureza, bajó los ojos y se encogió de hombros, jugando el papel de niño avergonzado y sumiso que Petunia y Vernon habían acuñado en él para las raras, muy raras, ocasiones en las que era visto en el número 4 ─No, señor

Pero de todos modos miro, el cabello negro alborotado, la piel morena, los lentes de alambre dorado y los ojos avellana, en busca de alguna pista que repentinamente encendiera el recuerdo adecuado en su cabeza. Pero no consiguió nada. Incluso la extraña bata roja que nunca había visto y era una anomalía en sí misma no le parecía familiar. Su respuesta seguía siendo la misma.

No reconoció quién era este hombre (Importante, la porcelana fina) . Pero contrario a sus expectativas (Te enseñare a respetar, muchacho-) , el desconocido giró en redondo a Petunia, dedicando la ira y frustración a la mujer en lugar de Tom

Si no estuviera demasiado extrañado con la situación, tal vez Tom hubiera disfrutado de no ser el que fuera regañado por primera vez en esa casa

─¿No le dijiste, Petunia?─ La tensión fue palpable cuando los dos adultos cruzaron miradas. Pero Tom había vivido en el número 4 por 8 años, y si algo había aprendido (No hagas preguntas. ¡El desayuno, muchacho! El aseo de la casa. Sin opciones, no nos dejaron elegir- ) era que el orgullo de Petunia era tan grande como la gorda hermana de Vernon, así que no hubo sorpresa cuando la mujer levantó la nariz en el aire y contestó, lo más condescendiente posible sin dejar de parecer educada, una habilidad en sí misma que Tom había deseado aprender y aplicar, hasta ahora sin éxito

─Lo acogimos como ustedes quisieron aunque no teníamos que hacerlo. Si querían que el chico supiera-

Pero Petunia no terminó antes de que el hombre interviniera, notablemente furioso

─No fue eso lo que acordaste con Albus, Petunia─ Tom no sabe quién es este llamado Albus, pero su mención hace que la fea cara de caballo de Petunia empeore y su gesto de desdén pase a marcado desprecio, mucho peor del que le dedica a él

─Entonces llévatelo, Potter. No ha sido más que un estorbo y una carga, una sucia mancha en mi casa─ Tom aprieta las manos en puños cuidadosamente escondidos detrás de su espalda.

Ha sabido, desde siempre, que no era querido ni bienvenido en la casa de los Dursley, el maltrato era una señal muy obvia, pero aún había algo dentro de él, una pequeña cosa minúscula en su pecho que lloró al escuchar a Petunia

James Potter frunce el ceño mientras se levanta ─Tienes suerte de que viniera precisamente a eso, Petunia─ y con un movimiento demasiado rápido que Tom se pierde, un palo aparece en su mano que apunta directamente al rostro de la mujer caballo. Si no fuera porque Tom lo está viendo, no creería que alguna vez Petunia pudiera verse tan asustada de un palo como en ese momento ─Tom, recoge tus cosas, vendrás a vivir con nosotros

Tom no sabe quienes son estos "nosotros", pero su cuerpo se mueve ante la perspectiva de dejar a los Dursley antes de darse cuenta que no conoce a este hombre, no sabe a dónde va, ni porque va con él, la autopreservación que lo ha mantenido con vida todo este tiempo se opone a la idea

Sin embargo, la perspectiva de dejar a los Dursley…

Son menos de cinco minutos después, donde recogió las pocas cosas suyas del armario debajo de las escaleras que Tom se para junto a James Potter en la puerta del número 4 de Privet Drive. El hombre tiene los labios fruncidos y todavía apunta a Petunia, que no ha hecho ningún gesto para defenderse o detener a Tom

—Espero nunca volver a verte Petunia— Parece ser la despedida de James

—Ya lo dijiste una vez, Potter, solo puedo rezar para que esta vez se cumpla— es la despedida de Petunia

Ninguno de los dos sabe que se cumpliran dichas palabras

Y entonces en un para nada mundano método, Tom deja a los Dursley tomando un trasladador que lo lleva al mundo mágico. Devuelta a su hogar.