PASIÓN E INTRIGA: APASIONADOS

PARTE 9

Alain caminaba hacia el dormitorio de los soldados pensando en las palabras de Lucille, cuando hicieron el amor por última vez.

Si una noble sabe hacer "eso", es muy probable que haya intimado con todos los que ha podido, sirvientes, conocidos, etc. Es decir, que tiene mucha experiencia.

Vaya – pensó el soldado – Quién se imaginaria, que detrás de esa apariencia angelical, se encontraba la más experta de las diablillas

Al llegar al dormitorio, encontró a Pierre Mercier, descansando ya que era su turno libre.

¡Jefe Soisson! – Pierre, se levantó de un brinco.

Descansa Pierre. He venido a entrevistar a Smith, hay motivos.

Por favor, si es culpable, déjemelo a mí. – Pierre apretó los puños

Tranquilízate Pierre, pronto lo sabremos. Si es culpable, necesitaremos pruebas. – Alain, puso una mano en su hombro tratando de calmarlo, pero sin conseguirlo del todo.

No da la cara, Jefe Soisson, y para nosotros, eso es una confesión. –

No te adelantes, Pierre. Sabemos que fue la última persona en ver con vida a Tristán, otra cosa es que sea el asesino. –

Entonces que proclame su inocencia. No lo ha hecho hasta ahora.

Tiene cosas que cumplir. Por cierto ¿Dónde están Dresselle y Normand?- Preguntó Soisson intrigado.

Babeando como estúpidos por esa noble. – Pierre cerró los puños. – Normand es el peor, sólo habla de ella. Escuché que hoy tiene otra función de teatro por la noche y regresará dentro de dos días. Obviamente ellos la acompañarán. Se han vuelto su escolta personal. –

Ya veo. ¿Sabes cuándo puede regresar Smith? –

Se aparece cuando quiere, pero ya no se acerca por aquí. Si lo hace, es con la compañía de otros soldados….. Jefe Soisson, el esconde algo ¡Todos los sabemos! -

Lo sé, pero necesitamos pruebas. Lo esperaré. Mientras tanto, cuéntame más sobre Normand y Dresselle… -

Si, Jefe Soisson.

Pierre empezó con su relato. A medida que Alain escuchaba, un gesto de preocupación se dibujaba con mayor nitidez en su rostro varonil, nuevas sospechas nacieron en su corazón militar.

-0-

Habían pasado un par de horas, desde que hicieron el amor. Poco a poco André fue despertándose hasta abrir los hermosos ojos. A su lado, aún dormía Óscar, rastros de lágrimas estaban nítidas en su rostro, se había dormido llorando. El soldado la miró con infinita ternura. –Mi Óscar, no dudes de mí. Te amo. Siempre te he amado. - la acariciaba cuidando de no despertarla. La rubia se movió suavemente acercándose más a su cuerpo, estaba soñando con él. André la apretó dulcemente en un abrazo lleno de amor, y sin quererlo la despertó.

Mi amor… perdón por despertarte. – La acarició el rostro

André – Lo miró, aún molesta – No quiero que regreses hoy al Castillo. –

Óscar, antes de contestarte quiero que sepas algo. Te lo iba a decir hoy. – Le dio un beso corto en la frente.

¿Qué cosa? ¿Tiene que ver con lo que vi? – La rubia frunció el ceño

No, mi amor. Óscar, basta con eso. No ha pasado nada, ni pasará. Te amo y tú, lo sabes. – André le dio un beso corto en los labios.

Te escucho, entonces… - Aún lo miró con algo de desconfianza. Sin embargo, ella sabía que él decía la verdad, pero no soportaba la idea de que la Condesa haya puesto sus ojos en él.

Ayer vi que Smith, escondía un libro muy parecido a los que están confiscados en el cuartel, estaba chamuscado. En la mañana, regresé con un pedazo de glicerina y saqué un molde de la llave. Lo guardé como lo encontré y en el preciso momento en que me iba a retirar….

Salió la condesa del despacho.

Si, tenía un corte cicatrizado en el tobillo y uno más arriba reciente, me pidió que los revisara, cuando le estaba haciendo se desmayó, me acerqué para saber si estaba respirando y es ahí donde despierta y me atrapa… bueno como nos encontraron. Perdóname Óscar, fui imprudente. – André estrechó el abrazo.

¿y el molde? - La rubia aún seguía algo molesta

Lo tengo en el saco. - André la miró directo a los ojos

Bien, vamos a sacar la llave, entonces. –

Antes Óscar, lavémonos. Te ayudará a que te pase del todo la borrachera. –

Está bien.

Se levantaron despacio. El soldado recogió toda la ropa del suelo y la puso con cuidado en la cama. Se vistió para bajar y regresar con una palangana llena. Mojó una toalla que Lucille le había dado y remojándola un poco, limpió suavemente el bellísimo rostro de Óscar.

La rubia lo miraba en silencio, él la abrazó, y con delicadeza posó sus labios sobre los de ella besándola despacio. En un inicio, la comandante no respondió, pero poco fue cediendo al calor de ese beso, repleto de amor y pasión por ella. Totalmente enamorada, rodeó el cuello masculino con sus brazos y lo besó con la misma pasión y entrega. Recordó las palabras de esa mujer y casi instintivamente, mordió el labio inferior masculino.

¡Óscar, no es necesario que me marques!

No es una marca, es una advertencia para condesas mañosas. – La rubia frunció nuevamente el ceño.

No soy un caballo - André volteó el rostro con los brazos cruzados.

No quiero que regreses hoy al Castillo. Emitiré un informe personal. -

¡Cómo usted ordene, Comandante!. Aunque no es bueno tener un trato diferenciado mi amor – El soldado recordó a Pierre – Hay compañeros que odian estar ahí, Mercier, la pasa mal desde la muerte de Tristán. –

Es cierto, pero todo esto es para esclarecer el caso … "y porque no soporto a la Condesa cerca de ti.."..

Camino a sacar la llave, Óscar ponía al corriente a André acerca de los informes y como Alain había caído a los encantos de la Condesa. Intrigado, André se quedó pensando.

Óscar, estoy seguro que no eran las manos de Alain, ni de Smith, las del hombre que estaba con la Condesa cuando la vi intimando. Voy a tratar de descubrir esas manos.

Por lo visto, quedó grabado en tu memoria. – Lo miró seria otra vez.

Basta Óscar. Esto se está poniendo más serio. No me sorprendería que fuese Normand o Dresselle. Empezaré por ver las manos de ellos.

Está bien. Apresurémonos para tener la llave.

Bien.

Ya en la mansión Jarjayes, y con la llave en sus manos, subieron a sus habitaciones, no sin antes beber una buena taza de chocolate preparada por la Nany, quien los regañó por no ir más seguido a la Mansión. Una media hora más tarde, como ya era costumbre, André se escabullía hacia la habitación de Óscar. Esa noche durmieron abrazados, en medio de juramentos y palabras de amor. Soñaron el uno con el otro e imperceptiblemente se llamaban entre sueños. Ninguno se imaginaba que al día siguiente descubrirían algo más grave, que sólo un lote de libros pecaminosos.

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En el Castillo, Alain ya se había cansado de esperar, almorzó con los demás excepto los acompañantes de la Condesa que desde hacía una semana almorzaban con ella. Después de repartir algunas instrucciones se dirigió a las barracas, se sentía intranquilo, había algo que faltaba hacer que podía ayudar a esclarecer, aunque se un poco, este caso que se enredaba cada vez más.

Cuando llegó a su destino, se encaminó hacia el almacén donde se encontraba confiscado el lote de libros, al entrar, buscó afanosamente aquellos que tenía dos líneas, para su suerte, estaban entreverados con los de una. Contó en total unos 100 de dos líneas y 150 de una línea. Cada vez más intrigado, Alain abrió un ejemplar de cada tipo y los comparó página por página, sin encontrar nada que saltase a la vista, hasta que llegó a la última, donde pudo ver claramente un sello que contenía una flor de lis, símbolo de la nobleza.

A partir de ahí, la preocupación y las interrogantes del Jefe Soisson se volvieron realmente serias, llegaría al fondo de esto, como sea. Salió del almacén, cenó rápidamente y se fue a descansar, no preguntó por Óscar ya que se imaginaba que estaba con André - haciendo las paces - Pensó sonriendo.

Al día siguiente, se encaminó a la taberna en busca de noticias del viejo Claude, y de pasada, para, visitar a Lucille. Sin quererlo, había comenzado a pensar en ella y en su hijo, sonrió al saber que los vería. Luego de unos minutos, llegó contento al local.

Buenos días, Antoine. - Alain le tendió la mano

Buenos días Monseiur Alain. ¿Va a querer lo mismo de ayer? -

Si, Antoine. ¿Está tu mamá?

Ha salido, ahora regresa.

Está bien. Dime. ¿dónde está tu papá?

Falleció de una enfermedad, yo era muy chico, no lo recuerdo señor. Pero mi abuelita, me contó que desde que ocurrió, mi mamá vino a trabajar de camarera a este lugar.

Entiendo. – Alain se quedó en silencio, era una historia muy triste, al igual que las de mucha gente en París. – Bien

me sentaré y esperaré a tu mamá tomando el chocolate.-

Ahora lo traigo señor. – Antoine corrió hacia la cocina, luego de un rato, regresó con el chocolate.

Que lo disfrute. –

Gracias Antoine –

Al poco rato, llegó Lucille acompañada de otra cortesana, con muchas cosas. Alain se levantó al verla y las ayudó a llevar las cosas a la cocina, luego ambos se sentaron en la mesa

Es grato verte Alain –

Lo sé hermosa, lo mismo digo de ti. – Sonrió al escucharla

Te tengo buenas noticias. -

A ver –

El viejo Claude escribió, viene mañana. Talvez en la noche, y quiere conversar contigo. Me pidió que te lo diga. Por favor ven mañana.

Bien preciosa, por supuesto que mañana vendré a almorzar y de ahí lo espero. –

Perfecto.

Dime ¿subiremos de nuevo, cuando Antoine este con su abuela? – Alain la miró pícaro, aunque esas palabras salieron espontáneas, el corazón del militar empezaba a sentir ansias por encontrarse con ella entre las sábanas; otra vez.

Lucille sonrió ante sus palabras, no lo admitía, pero desde hacía un tiempo sentía paz y seguridad al estar cerca de Alain, sentimientos que alguna vez tuvo entre brazos masculinos protectores. – No te enamoras de un cliente … - pensó la hermosa cortesana.

Por supuesto, gigantón. Tu comprenderás que mientras Antoine… - Lo miró con ternura al decir esas palabras. La mano de Soisson tomó la suya y al sentir esa piel cálida y masculina, tembló.

Cálmate Lucille, sé que todo esto es por él. Puedo esperar a tan hermosa mujer, el tiempo que sea necesario - Le guiñó un ojo y sonrió contento. No se había dado cuenta, que seguía con las manos de ella entre las de él.

Estamos de acuerdo Alain. – Con delicadeza, retiró sus manos.

Alain se sonrojó, casi no pudo disimularlo, pero el trato entre ellos era demasiado natural, como para no ser genuino. – ¿Qué te pasa? Estúpido, contrólate – pensó.

Lo siento preciosa, tienes manos hermosas ¿sabías? – Se puso nervioso, al decir estas palabras, se rascó un poco la cabeza, gesto que hacía involuntariamente. – Me tengo que ir, regreso mañana. No me extrañes. – Alain, le dejó un beso en los labios

Trataré de no hacerlo. – Sonrió Lucille – Pero sé que no lo lograré, ya te extraño

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Óscar y André, desayunaron temprano, no sin antes de haberse separado en la madrugada para no levantar sospechas. Después de despedirse de la Nany, partieron hacia las barracas.

André sacaría el libro, esa misma mañana y regresaría a las barracas para revisarlo junto a la comandante. No había tiempo que perder, debía ser antes del regreso de la condesa y además contaban con la presencia de Smith, por lo tanto; todo tenía que estar fríamente calculado.

El ojiverde llegó al Castillo, algo preocupado. Entró a los dormitorios y conversó con Ólivier, para saber dónde se encontraban Normand y Dresselle y como se lo imaginaba, aún no habían regresado, recién lo harían al día siguiente. Para su suerte, tampoco se encontraba Smith, le avisaron que había salido muy temprano hacia Provenza, lo que resultó sospechoso para André, ya que en ese lugar había ocurrido el incendio en una de sus tabernas.

Cuidando que nadie lo haya visto entrar, André abrió el escritorio de Smith, ubicado frente al que él usaba, y con mucho cuidado sacó el libro chamuscado, y lo guardo rápidamente en un morral. Cerró con cautela y se retiró para buscar su caballo y galopar hacia las barracas.

Latrell ¿está la comandante en su oficina? -

Si, semental – El soldado contestó automáticamente, pero al levantar la mirada se asustó cuando vio molesto al ojiverde - digo… André –

Bien –

André entró presuroso, no sin antes tocar despacio.

Mi amor ¿tienes el libro?

Si. – André lo sacó y lo colocó en la mesa

Bien, fíjate en el lomo cuantas líneas en alto relieve tiene – Óscar sacó del cajón de abajo, el libro que le había dado Alain

Tiene dos, en la base –

Mira este sólo tiene uno – La comandante le pasó el libro al soldado.

A ver, si tienes razón…. ¿Será la única diferencia? Busquemos el sello ¿lo recuerdas?

Si, estaba al final, yo abro este, tú el otro-

Bien. Aquí está. Óscar otra vez la flor de Lis, la nobleza…

No es el sello de la Condesa de Fourtabant, es otro noble. Me parece haberlo visto antes. No recuerdo bien.

No encuentro más diferencias entre los dos, sólo las líneas en el lomo – André lo colocó de nuevo sobre la mesa, un pequeño destello de una de las tapas, se dejó ver ligeramente.

Espera, André. Levántalo de nuevo y ponlo en la mesa otra vez, de la misma forma que lo has hecho. –

El soldado obedeció, la rubia le dijo – Si, algo brillante está debajo de la contraportada. Ponlo en la mesa ¿tienes un cuchillo? –

Si, toma – El ojiverde se lo alcanzó rápidamente.

Óscar, abrió la contraportada cortándola de lado a lado, al terminar un gran brillo asombró a ambos.

¡Es oro! Lo fundieron y lo han hecho láminas. Los libros son una fachada. Abre la portada. -

Bien, parece que también, si también tiene una lámina de oro. – La rubia se cruzó de brazos – André pásame el otro libro - Hizo la misma técnica del libro anterior. – Este no tiene –

Las dos líneas, son una marca. Es contrabando -

André, contabiliza y haz un informe de cuantos libros con dos líneas y una línea hay en el almacén. Que nadie te vea. – La rubia se acercó a él y le dio un beso en los labios.

De inmediato, Óscar. – André se encaminó hacia los almacenes de las barracas.

La rubia se acercó a la puerta y llamó al guardia – Latrell, llama a Dagout, es urgente –

Si comandante. –

Minutos más tarde, se presentó Dagout.

Me llamaba comandante.

Si, prepare lo necesario para un arresto –

¿De quién se trata comandante?

De Joseph Smith

¿El asistente de la Condesa de Fourtabant? ¿La Condesa tiene conocimiento de esto?

No, por eso pedirás a Bouillé, una orden especial, de inmediato.

¿Cuál es el cargo?

Por el momento, contrabando de oro y sospecha de asesinato.

Bien, comandante, adjuntaré la lista de pruebas y testigos.

Si, te las nombro, coge lápiz y papel.

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Dreselle Lasalle y Normand Levallois, conversaban en la entrada del dormitorio de la Condesa de Fourtabant, en el Palacio Real, mientras hacían guardia nocturna..

Dreselle, creo que voy a renunciar al ejército.

¿Qué? ¿Porqué?

Me han ofrecido otro trabajo.

¿La condesa te ofreció, otro trabajo?

Si, como ayudante de su asistente. Me dijo que era muy necesario. Creo que voy a aceptar.

Piénsalo bien, tendrías que estar viajando a todas partes. ¿Cuándo verías a tu familia?

Por ellos lo haría. No nos alcanza lo que ganamos.

¿Por ellos? Todos saben que estás enamorado… -

No es cierto. Es hermosa, si, pero de ahí a enamorarme, no.

¿ah no?

Normand iba a contestar, cuando la puerta del dormitorio se abrió y apareció más bella que nunca, Arlette de Fourtabant.

Normand, necesito hablar con usted, venga por favor. – Un brillo inexplicable apareció en su mirada.

Cómo usted desee, condesa.

Al cabo de 5 minutos, el soldado salió de la pieza y le dijo a Dreselle.

Tengo que encontrarme con Smith para un asunto.

¿Llegó hoy?

Llegará al palacio, en la tarde. Tengo que recogerlo. La Condesa dice que entres que tiene una diligencia para ti. Mandaré dos guardias para que nos reemplacen.

Bien. – Contento, Dresselle entro a la lujosísima pieza.

Dresselle, pase y siéntese. – Arlette se acercó a la mesa de noche y cogió una botella de vino para servir dos vasos. – Brinde conmigo, soldado. – La condesa le acercó, el vaso, Lasalle lo recibió nervioso.

Gracias Condesa. ¿En qué puedo servirla? -

Antes de decirte, quisiera conocerte aún más. Dime ¿hay alguna mujer en tu vida?

Una vez tuve una novia, pero se acabó porque ella se fue a Marsella.

Oh, es una pena. –

No importa, fue hace mucho tiempo Condesa.

Llámeme Arlette. – La Condesa lo miró coqueta

Lasalle se puso de pie nervioso. – No creo que sea apropiado, Condesa. Usted es noble. –

Por favor Dresselle, quiero escucharlo.

Lo que usted quiera, Arlette.

Me gusta escuchar mi nombre de sus labios, Dreselle. – La mujer se acercó a paso seguro hacia el soldado-

¿qué?

Perdón … Arlette. – Lasalle se ruborizó hasta los pies, la cercanía de la bellísima noble, lo puso a temblar.

Desde que te vi, quise escuchar mi nombre de tu boca, mientras me miras con esos ojos que tienen el azul más bello que he visto. – Se acercó más al joven que no cabía en sí de la emoción

A..Ar.. Arlette ¿que está diciendo? -

Digo que me gustas, quiero hundirme en tus ojos y sentir tus labios, bésame Dreselle.

Lasalle, no podía creer lo que escuchaba, ni lo que miraba. La copa se le cayó de la mano y se rompió al impactar el suelo, cuando la Condesa terminó de hablar, algo en su mente se detuvo, para dar paso a una fuerza natural que lo incapacitó de reaccionar.

Era la primera vez en su vida que una mujer tan hermosa le pedía que lo besara. Se dejó besar por ella, esos labios deliciosos, esa lengua maravillosa, lo dominaron por completo, era un títere de la pasión, pero aún nervioso, no se atrevía a desnudarla ni a dar la iniciativa siquiera Sonriendo y muy consciente de ello, Arlette, lo volvió a besar y suavemente desabrochó su chaqueta. Se detuvo y coqueta le mostró su bellísima espalda levantando su cabello.

Ayúdame a desabrocharme el vestido. –

Ss..si si Arlette – estiró sus manos temblorosas y con mucho cuidado abrió cada uno, mientras lo hacía aparecía la áurea piel de la bellísima condesa, dispuesta a ser explorada…

La mujer se volteó delicadamente y mirándolo a los ojos, le dijo.

Desnúdame Dresselle –

Lentamente el soldado obedeció, su anatomía ya estaba totalmente erguida. La condesa le ordenó impaciente

Quiero ver toda tu piel, ¡quítate todo!

Mientras él, la obedecía, ella se sacó el vestido con mucha agilidad, dejándose las hermosas medias que llegaban hasta la mitad de sus muslos, no había marcha atrás, el joven se entregó totalmente a los deseos de la bellísima Condesa.

Arlette de Fourtabant probó la vigorosidad de un joven soldado, le encantaba esa masculinidad juvenil incansable, esa piel suave y gruesa, esos músculos bien torneados se deleitó con cada pose y embestida, no fueron ni una ni dos, en todas las veces él se movía frenéticamente, la levantó, la acostó, le separó las piernas, ingresó con fuerza una y otra vez, hizo todo lo que ella le decía. Se derramó en ella más de una vez y aún le quedaba fuerza. La condesa recibía extasiada su virilidad vibrante y caliente, era una loba cuando el militar frotaba con su lengua, su punto más sensible, vibró y se derramó en cada orgasmo. Se colocó de rodillas, con las caderas levantadas, su rostro estaba pegado a la cama. Se separó las nalgas y balbuceó maravillada..

Quiere tenerte aquí-

Dresselle simplemente obedeció, era un títere del placer, se movió dentro hasta que su esencia bañó ese canal rectal estrecho. Arlette, recibió todo, su rostro se transfiguró a medida que experimentaba el éxtasis, su voz alcanzó las tonalidades más altas, se derramó junto con él. El soldado sólo podía mencionar su nombre.

Muchos minutos después, descansaban sobre el lecho noble y elegante.

Me encantó Lasalle, nunca he sentido lo que ahora y quiero esto de nuevo, quiero que te quedes a mi lado. -

Arlette… yo.. te quiero.. haré lo que tu digas.. pero y ¿Normand?.

Normand es un excelente soldado, lo necesito para que apoye a Smith, Joseph tiene que tener ayuda..

Si tu deseas, lo haré yo. ¿Qué hay que hacer?

Te explicaré todo mi amor - La hermosa Condesa sonrió, todo estaba saliendo como lo había planeado.

-0-

André regresó a la oficina de Óscar llevando un informe con la nueva contabilidad de los libros, al llegar Dagout se había marchado.

Óscar este es el informe que me pediste.

Bien, son menos de la mitad. ¿Sabes cuándo regresa Smith al castillo?

Es probable que aparezca cuando llegue la condesa. - André se percató que la militar fruncía el ceño nuevamente.

Óscar – se acercó a ella y la abrazó – basta –

La rubia estaba a punto de contestar, cuando se oyeron unos golpes. Adelante.

Alain de Soisson reportándose, comandante. André.

Descanse.

Hola Alain.

Óscar, mañana en la noche me entrevistaré con el viejo Claude y le preguntaré por los libros que guarda en su almacén.

Bien, es necesario. Sabes con exactitud ¿cuándo regresa la Condesa?

Dentro de dos días. Pero puede adelantarse.

Alain, es necesario que estés al tanto de los últimos acontecimientos, se va a emitir una orden de arresto contra Joseph Smith.

¿qué? ¿Hallaron pruebas?

Así es Alain, no sólo son libros. André te pondrá al tanto. Tengo que conversar con Dagout. Regresen después de almuerzo.

¿Tú no almuerzas? – El ojiverde preguntó preocupado.

Lo haré con Dagout mientras resolvemos lo del arresto.

Bien. Con su permiso comandante. – Hablaron ambos soldados al salir.

André comentó con detalle acerca de los libros y el oro que se encontraron.

Ya no puedes regresar al Castillo, Smith se dará cuenta que le sacaste ese ejemplar.

Así es, tendré quedarme con Óscar.

Bien. Debemos también de contabilizar los libros que están en la taberna del viejo Claude, antes que él regrese.

¿Dijiste que el incendio en Provenza fue en una taberna? ¿Qué era amigo de Claude? Es muy probable que estén relacionados. Todo es una fachada para esconder el oro.

Necesitamos pruebas, presentaremos los informes.

La Condesa también está implicada. ¿No hay problema con eso? - André lo miró a los ojos.

Claro que no. Sólo fue de momento. Tu entiendes.

El ojiverde sonrió, conocía el carácter voluble de Alain, pero también sabía que era capaz de amar sin condiciones.

Bueno si tú lo dices. ¿Cuándo la conoceré?

Jajajajaja, no te pases. Vamos a almorzar a la taberna ahí contabilizamos.

¿No llevaremos una orden?

No es necesario, tengo una conocida. Después se lo pedimos a Óscar.

Vamos.

Al llegar a la taberna, dos bellas meretrices lo recibieron, pero Alain les pidió ver a Lucille. La hermosa cortesana se acercó sonriendo.

Hola preciosa, queremos almorzar.

Hola Alain, por supuesto siéntense. Aquí nadie los molestará. ¿O quizás quieren compañía? – La hermosa cortesana sonrió tristemente. Mientras acomodaba el mantel dándoles la espalda a los soldados.

Si no es la tuya, no la quiero. – Alain se sorprendió de la espontaneidad de sus palabras. Pero disimuló sonriendo, otra vez su mano la llevó a su cabeza para rascarse suavemente.

Tenemos mucha hambre ahora. – André se sentó impaciente.

Claro, ya regreso. – su mirada se cruzó con la de Alain, cuando se marchaba a traer la comida. Sus ojos se enternecían al verlo, se asustó al sentirse envuelta por un sentimiento irrefrenable, tuvo ganas de quedarse y abrazarlo para sentirlo, pero se contuvo. Una lágrima se asomó a sus hermosos ojos. – diablos! Justo ahora! -

Luego de unos cuantos minutos, regresó con la comida y ambos amigos almorzaron contentos.

Al terminar, Alain conversó a solas con Lucille para que les permitiera contabilizar los libros del almacén. Para sorpresa de ambos, el almacén estaba en el tercer piso. Dos habitaciones al lado de donde descansaba Antoine cuando se quedaba con su madre.

André entró primero, para darles espacio de conversar, al entrar escuchaba bromas y risas entre ellos. Realmente se llevaban bien. El ojiverde sonrió contento. - Si se quieren, todo se podría superar – Pensó para sí, aunque se angustió por Óscar y él, - ¿Qué ocurrirá cuando todos se enteren? Te amo Óscar y me amas, encontraremos la manera, me enfrentaré a toda Europa si es preciso. Estaremos juntos siempre. – Cerró los puños, respiró profundo y comenzó a clasificar los libros.

Después de contabilizar todo y redactar un informe de improviso, André se dirigió a las barracas, mientras que Alain se quedó con Lucille.

Preciosa, parece que Antoine está con su abuela ¿no?

Pues sí, en la noche hay muchos clientes. Tu entiendes

¿tienes alguno? – No pudo evitar sentir celos al imaginarla con otro hombre. Pero se controló, era impensable que llegara a ese punto y él lo sabía muy bien.

Pues, desde que se fue el viejo. He estado ocupada con las cuentas. Casi no he tenido tiempo para atender a uno. –

¿Tendrías tiempo para un amigo? – La voz de Alain se enterneció sin que se diera cuenta

No lo sé, quizás si ese amigo, después no diga que es un negocio. – Lucille se sonrojó

Un amigo que quiere compartir contigo… - Alain se acercó, y su gesto cambió. Ya no era sólo deseo, necesitaba sentirla, tocarla otra vez… - ¿qué me está pasando? ¡estúpido! ella es una meretriz… ¿y eso que importa? Lo hace por su hijo. Probablemente también por su madre ¿quién eres tú para juzgarla? –

Lucille lo tomó de la mano y juntos bajaron al segundo piso, para entrar a un cuarto con una bañera con agua limpia. Le pidió a Alain que lo esperara, iba a dejar dicho que no la molestaran en dos horas.

Ambos entraron, Alain cerró la puerta e inmediatamente se acercó a ella y la besó apasionadamente, ella abrazó su cuello con sus brazos y respondió con el mismo fuego, sus lenguas se entrelazaron, mientras que Lucille mordía sus labios sin lastimarlo.

Alain la desnudó con rapidez, pero con delicadeza, ella hizo lo mismo con él, se recostaron juntos en la cama, besándose.

Hasta mañana, ya no tengas más clientes… te lo pido. – hasta él se sorprendió de sus palabras.

Alain… lo que tú quieras… - Una lágrima cayó por la hermosa mejilla de la meretriz.

Se abrazaron, y se mantuvieron así, por unos minutos. En ese momento, sólo eran ellos dos en el mundo, nunca se lo propusieron, nunca se lo imaginaron, nunca lo buscaron, pero la naturaleza siguió su rumbo juntando esos corazones maltratados y solitarios. Se habían enamorado y sin embargo, ninguno se atrevía a confesarlo al otro.

Alain descendió haciendo un camino de besos, hasta llegar a los generosos pechos de Lucille, y empezó una faena deliciosa para ambos, ella gemía sin fingir, disfrutaba de las caricias de aquel hombre fornido que se había robado su corazón, después de años… volvía a hacer el amor.

Por primera vez en mucho tiempo el amor y la pasión se juntaron en esos cuerpos que tocaron sus almas, la esencia, caliente y cremosa de Soisson, salió imparable, mientras gemía su nombre, algo que, en ninguno de sus encuentros en tabernas, había pasado

Lucille cayó rendida de cansancio y placer sobre el cuerpo de Alain, satisfecha, deseosa de más, y sobretodo, enamorada.

Soisson la abrazó, la colocó a su costado y la besó en los labios. Acariciando su rostro, la miró a los ojos y sin haberlo pensado, una petición salió de sus labios.

Se sólo mía Lucille, hasta que resolvamos todo, después me iré y no te pediré nada más. -

La cortesana enmudeció, sus ojos se llenaron de lágrimas, besó las manos del soldado.

¡Ya soy tuya Alain! Ya soy tuya.