Cartman comía las bolitas de queso que su madre le había dado mientras miraba, aparentemente ajeno a todo lo que estaba ocurriendo, igual que si estuviera asistiendo a una obra de teatro que estuviera teniendo lugar ante sus ojos, algo que no iba con él para nada y que escapaba a su comprensión. Vio cómo Liane sentó a Stan y a Kenny sobre el sofá y les quitó las máscaras. No buscaba echarles un mero vistazo a sus caras: puso sus uniformes en su sitio, corrigió sus posturas e incluso se lamió los dedos para arreglarle el pelo a Kenny.
El colocón seguía ahí, dificultándoles todo movimiento, pero poco a poco Stan y Kenny comenzaban a recuperar el control de sus lenguas.
— ¿Qué está haciendo?—preguntó Kenny con tanta claridad como le permitió la parálisis.
Liane no contestó. Se limitó a hacerles una foto con el móvil y pasar largo tiempo escribiendo.
— Ya está. Eso debería bastar—dijo después de un momento, y por fin los miró—. Esto os interesa mucho, así que os lo voy a contar, niños: acabo de colgar vuestras identidades en Internet, para que mis cuatrocientos mil seguidores lo reblogueen. Las cadenas de televisión y la prensa pronto correrán la voz. Dentro de nada no habrá una sola persona en el planeta que no sepa que sois Herramientas y Mysterion. Todos con los que os crucéis sabrán que sois mutantes. Os dispensarán el mismo trato que a vuestro amiguito Scott. No tendréis donde esconderos...Nadie volverá a miraros de la misma forma nunca más...
¡Increíble! ¡Todo se había ido al garete, sin más! ¡Con un simple tuit y una entrada en Facebook e Instagram! La vida que habían construido con tanto esfuerzo...Sería tal y como ella había dicho...Pronto todos sabrían lo que eran, lo que habían hecho. Y además, ahora que todos sabían sus verdaderos nombres, todos esos criminales a los que habían ayudado a meter en chirona podrían usar a sus familias y amigos para hacerles daño, sabrían dónde encontrarlos...
— Mierda...—musitó Kenny.
Liane miró la pantalla de su teléfono y sonrió.
— ¡Mirad, Stan, Kenny, son vuestros amiguitos en este mismo instante! ¡Y tu novia, Stan!—dijo, enseñándoles.
Algunos estaban haciendo directos desde la calle principal...Había una gran masa vapuleando a sus amigos. ¿Por qué no se estaban defendiendo? Claro: porque la gente que les atacaba eran todos conocidos, amigos con los que habían crecido, sus propios padres, vecinos con los que siempre se paraban a conversar por la calle. Un grupo había encerrado a Wendy en un círculo y, armados con sus teléfonos, estaba...Stan y Kenny no se dieron cuenta al instante de lo que estaban haciendo, pero a Wendy le causaba tanto dolor que cayó de rodillas. Casi parecía que estaba siendo acribillada con balas invisibles.
— ¡Wendy!—un gemido tembloroso escapó de los labios de Stan.
Alzó los ojos hacia el hombre que comía aperitivos con aparente indiferencia. Pero tenía los ojos fijos sobre ellos, estaba muy interesado en todo aquel asunto, y Stan sabía que nada de esto era más que una fachada. ¡Lo conocía desde hacía suficientes años como para saber que estaba sonriendo para sus adentros!
— ¡¿Ya estás contento, Cartman, gordo malparido hijo de la gran puta?!—chilló, arrastrando las palabras. Intentó levantarse y reventarle ese culo gigantesco suyo, peor todo lo que consiguió fue levantar un poco el trasero del sillón.
Cartman lo miró y siguió masticando sus bolitas de queso con aparente tranquilidad, como si Stan no estuviera hablando con él.
— Oh, por favor, no actúes como si no supieras que esto iba a suceder un día de estos—Liane se encogió de hombros, dejando el móvil sobre la mesita que había junto al sillón—. Si yo no, algún otro lo habría hecho.
— Su hijo la está controlando, señora Cartman, ¿es que no lo ve?—Stan se enfrentó a ella—. ¡Está usándola! Vendería a cualquiera, incluso a su propia madre, para obtener beneficio, aunque sólo sea vengarse. Se merecía lo que le hicimos, pero él nunca le contó nada sobre eso, ¿verdad? Lo de usarnos como a peones en su juego de fantasía, lo de los muertos y heridos...Te saltaste esa parte, ¿verdad, Cartman? ¡No sé qué le habrá contado, pero seguro que es mentira! No tiene ni idea del monstruo que ha criado...
Liane volvió la cabeza hacia a Cartman. Luego se acercó a Stan para hablarle lentamente, de cerca.
— ...He oído que vas a ser padre...La gente está tan furiosa con vosotros que no puedo asegurarte que vayas a llegar a conocer a tu hijo...Pero si lo haces...espero que te des cuenta...de lo difícil que es ser padre...
Se dio la vuelta y caminó hacia el otro extremo de la habitación.
— Especialmente cuando estás completamente solo...—añadió en un murmullo.
Wendy...Su bebé...Sus palabras hirieron a Stan mucho más que si le hubiera apuñalado en el corazón. Wendy estaba muriéndose en esos momentos y se llevaría con ella a su hija...
¿No era eso lo que querías, Stan? ¿No querías deshacerte del bebé? ¿No querías que se esfumara y vivir tu vida?
¡No! ¡Quería a su hija! ¡La amaba! ¡Antes tenía miedo, pero ahora...! ¡No podía dejar que eso pasara! ¡No lo haría! Había algo que le daba más miedo que ser padre: perder a su hija.
Haciendo acopio de unas fuerzas que ni siquiera sabía que tenía, luchó contra el sopor y se puso en pie con piernas vacilantes, apoyándose en toda superficie a su alcance.
Liane se volteó para encontrarse con él a tan sólo unos pasos de ella, con los dientes rechinando.
No se sintió intimidada. En lugar de eso, sonrió. Tenía su taladro en las manos; se lo presentó.
— Cógelo.
Stan dudó, luego lo agarró y le apuntó con él.
— Adelante—dijo entonces Liane, sin moverse un milímetro de donde estaba.
— ¡No, Stan, eso es lo que quiere...!—dijo Kenny, tratando de levantarse.
Liane volvió los ojos hacia Kenny y sonrió, no dejando lugar a dudas.
La Cometa Humana estaba justo donde la señora Cartman dijo que lo había dejado. Sheila no se cuestionó cómo había conseguido dejarlo en ese estado, cómo había salido viva del enfrentamiento. Él estaba indefenso y eso era lo único que importaba.
El cuchillo que Gerald guardaba en la guantera del coche para cuando se fueran de acampada y para cuando pudieran necesitarlo sería perfecto. Lo cogió y salió del coche. Heidi no quería acercarse a ningún superhéroe, pero Sheila no iba a dejar que se quedara dentro.
— Tenga cuidado...—se atrevió a decir—. Podría estar fingiendo...Po-Podría salir volando o atacarnos con los láseres en cuanto nos vea...—hizo una pausa—. Lo que quiera que piense hacer, hágalo rápido...
Se estremeció con sólo pensar en lo que Sheila iba a hacer.
Su suegra no respondió de inmediato.
— ¿Pero qué sentido tiene si lo hago rápido? Merece sufrir por lo que le hizo a Ike—murmuró por fin.
Se arrodilló ante él. El pecho se le movía rápido, de su boca abierta escapó un gemido:
— Ma...Maaaa...
Parecía estar sufriendo. Sheila esperaba que así fuera.
— Algún día, espero—dijo a Heidi sin mirarla—, tú y Kyle tendréis hijos. Puede que pienses que estoy loca...Pero cuando llegue el día en que lleves en tus entrañas a tus hijos y renuncies a tus proyectos, tus sueños, tu salud, tu tiempo, tu juventud, tu vida entera por ellos; cuando los veas crecer en un mundo malvado, rodeados de peligros y de depravación, y uno de los monstruos que pueblan el mundo intente hacerles daño...Te acordarás este día y verás que sólo hice lo que haría cualquier madre digna de ese nombre...
Se quedó callada y pensó. ¿Cuál era la mejor forma de proceder?
— Quizás será mejor que le deje ciego antes de que se le ocurra pensar en usar sus láseres contra nosotras—dijo luego.
Estaba tan impaciente por comenzar que apenas sabía lo que hacía; deseaba matarlo sin pensarlo.
Kyle consiguió levantar una mano hacia ella, y luego su cuerpo, en un intento de levantarse. Sentía que le agarraban por detrás, como si la gravedad de la tierra se hubiera convertido en un poder imposible de vencer. Estaba siendo un esfuerzo titánico, pero tenía que hacer algo, ¡debía decirles que...!
— ¿Te acuerdas de mí, Cometa Humana? Soy la madre de Ike—dijo Sheila.
Había tantas cosas que quería decirle, pero ¿para qué perder el tiempo? No hacía ninguna falta. Seguro que la recordaba. Y si no era así, haría que lo hiciera.
— Mamáááá...Espera...
Sheila puso en orden sus ideas.
— Primero le sacaré los ojos para neutralizar el peligro. Luego le despellejaré vivo, y lo haré despacio. Cualquier madre del mundo haría eso a quien le hiciera a sus hijos lo que esta escoria hizo al mío...
— ¡Mamá...!
¿Había dicho Mamá? ¿Estaba llamando a su madre, como un niñito asustado? Aquello dejó impactada a Heidi; Sheila no podía decir que no le hiciera sentir una cruel satisfacción.
Basta de remoloneos. Basta de pensar.
— Agárralo bien.
Heidi estaba tan nerviosa que temblaba. La Cometa Humana podría matarlas a las dos tan rápida y fácilmente...Aun así, asintió y obedeció.
Respiró hondo y le quitó sus gafas de cíclope.
Sheila quería hacer las cosas rápido, no darle la oportunidad de atacar, pero la mano de Kye consiguió agarrar la suya.
— ¡Mamá! ¡Espera...! No...Soy yo...Espera, Mamá...¡No lo hagas!—los ojos marrones que encontraron y que los miraban con desesperación no dispararon ningún rayo. Todo lo que él hizo fue suplicar y agarrar con fuerza la mano de Sheila.
Sheila estaba tan obsesionada con su objetivo que hizo falta un poco de tiempo para que el descubrimiento calara en ella. Le llevó unos segundos darse cuenta de que conocía esos ojos y esa voz temblorosa.
...Era un truco...¡Tenía que ser un truco! Heidi tuvo la mente más abierta. Tenía que asegurarse de que el sentimiento que la estaba invadiendo no era más que su imaginación...Se quedó petrificada y luego le quitó la capucha gris, dejando al descubierto una melena roja y rizada, una cabellera muy difícil de peinar. Sheila lo sabía porque la suya era igual, porque ella se la había legado a...
Kyle consiguió que soltara el cuchillo cuando lo miró como si fuera a caerse muerta. Heidi dejó escapar un grito y se cubrió la boca.
— Soy yo, Mamá...Por favor...—repitió Kyle, con ambas manos sobre las de su madre.
— ¡¿K...Kyle?!—por un segundo, Sheila no supo qué hacer, su cuerpo sufrió espasmos, sus palabras fueron incoherentes—. ¡¿Qué...Tú...?! ¡¿Qué significa esto?! ¡¿Qué estás haciendo aquí?! ¡¿Q-Quién te ha vestido como la Cometa Humana?!
— Soy la Cometa Humana, Mamá...—dijo Kyle.
— ¡No!
— Es verdad, Mamá...
— ¡No, no puede ser! ¡Es imposible! ¡No puedes ser tú!
Para convencerla, Kyle volteó la cabeza y disparó sus rayos láser sobre la acera, creando un agujero. Sheila dio un salto hacia atrás y Heidi soltó un alarido.
— No os asustéis, por favor...—dijo a su madre y a su novia.
— ¡Kyle...! ¿Eso significa...? ¡¿He-Heriste a tu hermano?! ¡¿Intentaste matar a tu propio hermano?!—preguntó Sheila, horrorizada.
— ¡No, Mamá, yo no lo hice! Es...Es un poco largo de explicar, ¿vale? Pero no fui yo...Yo sólo quería ayudar a Ike...¡Por el amor de Dios, Mamá, sabes que yo nunca haría daño a Ike!
— ¡Yo...Yo ya no sé en qué pensar!—exclamó Sheila, con los ojos llenándose de lágrimas—. ¡Eres la Cometa Humana! Eres...¡Ni siquiera sé qué eres!
— ¡Soy tu hijo! ¡Sigo siendo tu hijo!—Kyle hizo un enorme esfuerzo por caminar a gatas hacia ella y tomar sus manos, y volvió la cabeza hacia Heidi—. ¡Sigo siendo yo! Sólo que...ahora puedo hacer cosas que no podía hacer hace dos años...Pero sigo siendo yo, Kyle Broflovski, tu hijo, tu novio, ¿entendéis?
— ¿No quisiste...hacerle daño a Ike?—preguntó Sheila, retrocediendo un poco, aunque sin soltarle las manos.
— Claro que no...
— ¿Y la señora Cartman? Ella dijo que...
— ¡Era todo un engaño! ¡Sabía que estabas furiosa conmigo y querías matarme!
Sheila no entendía nada. Sacudió la cabeza, extremadamente confusa.
— ¿Por qué estás haciendo esto, Kyle? ¿Es verdad lo que Ike dijo antes de salir corriendo? ¿Tan insoportable soy? ¿Me estás castigando de algún modo por...?
— ¡No! ¡Por supuesto que no! Solamente hago esto porque...porque quiero dejar huella en South Park a mi manera...
— ¡Yo quería que crecieras a salvo, que tuvieras una buena vida y aquí estás, con esas pintas, dando palizas a criminales, luchando contra el mundo...!
— Lo sé, y siempre te querré por eso, pero Mamá, ya soy mayor para decidir que clase de vida quiero vivir. No quiero que me tengan entre algodones toda mi vida. Quiero proteger a otros. Si tengo que jugarme el cuello por alguien que esté en peligro..., lo haré. No quiero faltarte. No quiero que pienses que no valoro tu esfuerzo. Tan sólo...Es algo que llevo dentro...Una voz que no puedo ignorar, ¿comprendes? Necesito volar. No quiero ser otro asistente judicial. Quiero cambiar la vida de la gente de verdad. Quiero que estés orgullosa de mí...
Sheila dejó escapar un suspiro y posó sus manos en su cara para llenarla de besos.
— Yo siempre he estado orgullosa de ti, bubbe...No necesitas ni disfraces ni superpoderes...Quizás...Si no os hubiera atosigado a ti y a tu hermano, no habríais...
— Simplemente ocurrió, Mamá...No es culpa tuya...—dijo Kyle, y la abrazó.
Volvió los ojos hacia Heidi. Ella evitó mirarle.
— Dios mío, tienes un aspecto y hueles como si...¿has estado fumando?—exclamó Sheila.
— No, fue...
Se acordó de Stan y Kenny. Seguían en poder de Liane. ¡Debía encontrarlos!
— Debo irme...—dijo Kyle, poniéndose en pie con dificultad.
— ¡Pero si apenas te puedes mover! ¿Qué pretendes?—dijo Sheila, ayudándolo.
— ¡Mis amigos están en peligro! Te lo contaré todo cuando acabe todo esto, ¿de acuerdo? ¡Pero tengo que irme ahora! ¡Os quiero a las dos!
No había nada que Sheila ni Heidi pudieran hacer. En cuanto Kyle ganó cierta estabilidad, salió disparado. Las mujeres se taparon la cara para protegerse de la nube de polvo que se levantó, y luego vieron cómo Kyle volaba como un misil, Sheila con la mano en el pecho y Heidi aún demasiado tocada como para decir esta boca es mía.
Stan tenía el dedo en el gatillo, pero no se decidía a apretarlo. Liane seguía mirándolo desafiante.
Al final bajó el taladro.
— No tengo nada contra usted, señora. No es más que una marioneta en las manos de su hijo—terminó diciendo, y se volvió hacia Cartman.
Cartman, viendo cómo lo miraba, dejó caer las bolitas de queso y retrocedió hacia la cocina. Stan caminó hacia él.
El puño de Liane le dio en la mejilla y le hizo tambalearse.
— Quizás no me haya explicado con claridad...¡Te he dicho que te alejes de Eric!—gritó, interponiéndose.
— Apártese de en medio. Último aviso—gruñó Stan, amenazándola con el taladro.
— ¡No, Stan! Eso es lo que quiere...Eso es lo que le hizo a Tweek...Esta gente...cuando uno pierde el control...lo usan contra él...—Kenny se puso en pie y fue hacia ellos, teniendo que apoyarse en todo cuanto encontraba. Stan seguía amenazándola, así que tuvo que insistir—. ¡Sólo les darás argumentos, Stan!
— ¿Y qué hacemos? ¿Dejar que se salga con la suya?—se quejó Stan, dándole la espalda.
— Haremos que lo confiese todo. Sacaremos sus mentiras a la luz—respondió Kenny tras meditarlo un segundo.
Liane soltó una risita.
— Cielín...Tú sabes que eso no cambiará nada. ¿Acaso ayudó a Jimmy? Lo que se ha hecho no se puede deshacer. Mentira o verdad, todo lo que se ha dicho de vosotros se ha convertido en vuestra realidad. No podéis escapar de ello. Os perseguirá toda la vida.
Stan y Kenny intercambiaron una mirada. Sabían que tenía razón. No había nada que ni ella ni ellos pudieran hacer para resolver las cosas.
...Lo único que podían hacer era castigar a Cartman por ello...
...Pero sólo podría empeorarlo todo.
— Como ya he dicho, os quiero lo suficiente para tener un detalle con vosotros—dijo Liane—. Justo lo que vuestras familias nunca hicieron con Eric y conmigo. Ahora os dejaré marchar. Sois libres de salir de South Park y esconderos de todo el mundo. Empezad una nueva vida lejos de todo esto. O id a rescatar a vuestros amigos, si queréis y si alguno ha sobrevivido al linchamiento. Será nuestro pequeño secreto. No le pondréis la mano encima a Eric, porque si lo hacéis mandaré al gobierno, a la OTAN si es necesario para que os dé caza y os destruya...Creo que estoy siendo generosa.
Apenas había pronunciado estas palabras cuando la ventana reventó en un millón de añicos y Kyle apareció en el salón.
— ¡Kyle! ¡Oh, gracias al cielo!—exclamó Stan al verlo aterrizar a su lado.
— ¿Estáis bien, chicos?—preguntó Kyle a sus amigos.
— No, los otros Colegas están en un buen lío. Necesitan toda la ayuda posible.
— Entonces acabemos con esto rápido.
— Kyle...Estás vivo...¿Cómo te atreves? ¡Se suponía que tu madre debía matarte!—Liane frunció el ceño—. ¡Sabía que no podía confiar en esa zorra!
— ¡No insulte a mi madre!—replicó Kyle, dando un paso hacia ella, con los ojos brillándole, preparados para disparar.
Adivinando sus intenciones, Liane se puso en medio, evitando que hiriera a Cartman.
— Estamos jodidos. Hagamos lo que hagamos, cometeremos un error—masculló Stan.
— Entonces tendremos que elegir la opción menos mala...—dijo Kenny, poniéndose en posición de ataque.
— No voy a salir de esta casa sin haber visto muerto a ese gordinflón—declaró Kyle.
— ¡No tocaréis a mi niño! ¡¿Es que no le habéis hecho bastante daño?!—exclamó Liane.
Sus opciones, tal y como ellos lo veían, eran aceptar el consejo de la señora Cartman y marcharse, dejando a Cartman y a su madre sin castigo; matar a esa asquerosa bola de grasa, lo cual significaba que debían matar primero a su madre, y eso era algo que ninguno de ellos quería...O...
Kyle se lanzó sobre Liane a alta velocidad. Eran tres hombres con superpoderes contra una mujer corriente. Debían ser capaces de neutralizarla.
Pero no sabían lo que la maternidad le hacía a una mujer.
Liane dio un rodillazo a Kyle en la boca del estómago y saltó sobre Kenny antes de que éste pensara siquiera en tocar a su hijo. Forcejearon, rodaron por el suelo, tiraron algunos objetos a su alrededor, rompieron cristales. Kyle y Stan trataron de quitársela de encima, y ella los golpeó, los arañó como una tigresa, los mordió. Nunca se habían encontrado con una civil que peleara con tanta ferocidad. Los tres juntos no podían con ella.
Liane se escurrió de los brazos de Stan. El impulso le hizo caer de espaldas, rompiendo la mesa del comedor con su cuerpo. Después de la caída, su pierna se quedó en un ángulo extremadamente doloroso, pero ella no se quejó.
No hubo más pelea. Ni un movimiento más. Ni un sonido.
— ¿...Señora Cartman?—la llamó Kyle, y dio un paso prudente hacia ella.
Kenny se acercó y tomó a Liane en sus brazos para tocarle el cuello, para comprobar su pulso. Se encontró con otra cosa.
— ...Se ha roto el cuello...—anunció a sus amigos.
— Oh, joder...—Stan puso ambas manos sobre su cabeza y se volteó.
— N-No quería que muriera...No tenía por qué...—murmuró Kyle.
Pero ya no podían hacer nada para salvarla...
Los tres se quedaron muy callados, mirando el cadáver de la señora Cartman, deseando poder dar marcha atrás en el tiempo y evitar todo esto...Ella no tenía por qué morir, no querían matarla. Era a Cartman a quien buscaban, no a ella.
Un sonido inesperado les devolvió a la realidad. Los pasos pesados de Cartman, acercándose. Sus ojos estaban en su madre, que yacía sin vida sobre la alfombra.
— ...Habéis...matado a mi...madre...
Ya no tenía una sonrisa lasciva, ni hacía sugerencias guarras. Su expresión era de absoluta seriedad.
— Habéis matado a mi madre...
Era el último empujón del que había hablado su madre.
Volvió los ojos hacia ellos y pudieron ver cómo recobraba el juicio (si es que alguna vez había estado cuerdo), mientras tomaba aire profundamente para gritar:
— ¡HABÉIS-MATADO-A-MI-MADRE!
Una pausa. Cartman los miró con odio.
— Ahora yo os mataré a todos vosotros...
— Esto era lo que querías desde el principio, ¿no es verdad, puto psicópata? Una excusa para matarnos...—dijo Stan—. Eras la clase de niño que siempre recurría a su madre para salvar el pellejo...La has usado como escudo...
— No tienes perdón...—gruñó Kenny.
— Debió haberte abortado. Alguien debió haber librado al mundo de alguien como tú hace muchos años—Kyle flotó en el aire—. Nosotros lo haremos.
