CAPITULO 53
DESICIONES
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―¿Estás bien Hinata? ―le preguntó Naruto volteando hacia ella, asegurándose de que nada malo hubiese ocurrido. En sus ojos se reflejaba la evidente preocupación que experimentaba debido a la situación que acababan de vivir―. ¿Te lastimó?
Hinata negó con el rostro, observando hacia la dirección en donde Toneri había estado suspendido momentos antes. Una sensación de vacío se acrecentaba en ella con cada segundo que pasaba.
Y entonces no supieron qué más decir, dejando que el ruido de las ramas crujiendo por la brisa hablara por ellos. Era bastante incómodo, pues a pesar de que tenían preguntas que hacer, cosas que decir y reclamos que presentar, ninguno parecía querer vociferar palabra alguna.
Hinata activó su byakugan, intentando encontrar a Toneri junto a aquellas marionetas, pero no los halló cerca de ellos. Quizás seguía ahí, escondido detrás de una de esas burbujas doradas; ella jamás lo sabría, lo cual la hizo apretar su puño en frustración. Nada antes había podido ocultarse de sus ojos y ese sujeto podía hacerlo. Saberlo la hizo sentir inútil, vulnerable y observada.
La mirada oscura de Sasuke se posó sobre la joven y en su mano que se cerraba. Silencioso, el Uchiha se dedicó a estudiar con cuidado la manera en que el cuerpo de la joven se tensaba y sus ojos se movían por el campo de visión en búsqueda de algo. Con cada segundo que pasaba, una cierta frustración se hacía más notoria en ella, lo cual lo hizo sentir bastante irritado. Deseaba preguntarle qué sucedía con ella, pero en vez de eso la fulminó con su mirada oscura y su ceño fruncido.
Hinata supo qué diría antes de que lo hiciera cuando sus ojos se encontraron. Podía adivinarlo sólo observando la manera en que la escrudiñaba, frío y distante, con cada mueca de su rostro torneándose en una clara muestra de decepción y molestia. De pronto, el aire se sintió demasiado espeso a su alrededor.
―¿Qué hacen aquí? ―preguntó en un hilo de voz, sintiendo un nudo formarse en su garganta. La expresión de Naruto cambió de inmediato de preocupación a extrañeza ante el tono de Hinata―. ¿Cómo supieron que estaba aquí?
―Sasuke y yo nos encontramos afuera de tu casa ―respondió Naruto, intentando sobrellevar la extraña sensación que le apretaba el pecho al sentir la tensión entre los tres―. Te estábamos buscando ―dijo apuntando a Sasuke con el pulgar.
―Yo no la estaba...
―Antes de que pudiésemos entrar por ti, Neji salió ―lo interrumpió Naruto―. Se extrañó de vernos pues...
―Le dijiste que entrenarías con nosotros ―continuó Sasuke―. Aquí es donde siempre entrenábamos cuando éramos niños.
―Pensamos buscarte aquí.
Nuevamente todo se tornó silencioso.
A lo lejos el viento del invierno aullaba creando una extraña melancolía en el aire. Hinata tuvo deseos de correr y no decirles más. Había tantas cosas dando vueltas en su cabeza en ese momento que sólo deseaba escapar y dejar que el viento le helara las mejillas. Quizás eso enfriara ese ardor en su estómago al pensar en Hanabi.
―Pero no tenías intención de entrenar ―dijo Sasuke, leyéndola como un libro abierto, advirtiendo que ella no iba a decirles mucho―. Le mentiste a tu familia para poder ver a ese tipo.
―¿Por qué? ―preguntó Naruto, que seguía confundido ante la expresión de Hinata y lo que acababa de escuchar sobre robos de estatuas y como ese sujeto había ido hasta Konoha por Hinata―. ¿Qué está pasando? ¿Qué es eso de que un Uchiha se robó esa estatua con el poder de los Seis Caminos? ¿Qué es eso? ―miró a Sasuke―. ¿Tú sabes de qué poder hablaba? ―Sasuke negó con el rostro―. ¿Se referiría a Itachi?
―¿Itachi? ―Sasuke frunció el ceño―. Es una posibilidad.
―Es el único Uchiha vivo aparte de ti. ¿Crees que él se robaría esa estatua de la que hablaba ese tipo?
―No lo sé ―algo ardió en el estómago de Sasuke, causándole molestia. Su cabellera negra se meció con la brisa―. No sé qué es lo que planea mi hermano o si está involucrado. La última vez que lo vimos él...
―No debieron interrumpirme ―lo cortó Hinata sin permitir que entre ellos siguieran hablando más de ese tema como si ella no estuviese ahí.
Sasuke desvió lentamente su atención desde Naruto a su compañera de equipo. Sus manos aún permanecían dentro de sus bolsillos, su rostro parcialmente cubierto por la bufanda azul que rodeaba su cuello. Había algo de nieve en su cabello azabache que hacía lucir su tez aún más pálida que de costumbre. Enarcó una ceja fijando atentamente sus ojos en Hinata, incrédulo de lo que escuchaba y la manera en que ésta les acababa de hablar.
―¿Es en serio? ―preguntó, evidentemente irritado por la forma en que ella los miraba.
―Era importante que no nos interrumpieran.
El viento volvió a aullar revoloteando el largo cabello de Hinata, empalidecida como los copos de nieve que caían a su alrededor.
Pero la joven no cedió, a pesar de la mirada que le estaba dedicando Sasuke. Había motivos de peso para que no les hubiese dicho lo que haría. No deseaba sermonearles ni reclamarles por haber intervenido en su conversación, pero una sensación de frustración se acrecentaba en su estómago por encontrarse sin las respuestas que anhelaba debido a su interrupción. Ahora que Toneri se había marchado, con él también lo hacía la esperanza de obtener más información sobre esa mujer que asechaba sus sueños y el creciente miedo que experimentaba sobre el futuro que se cerraba alrededor de ella y de todo lo que amaba.
Hanabi. Hanabi estaba en peligro.
En vez de responderle, Sasuke chasqueó la lengua en un claro gesto de molestia y se dio la vuelta. Sus pasos sobre la nieve lo alejaron de ellos, dándoles la espalda sin voltear si quiera una vez.
Hinata sintió sus pasos como una bofetada silenciosa que probablemente se merecía por hacer cosas a espaldas de ambos, por no confiar en ellos y por todos los secretos que guardaba desde el día en que su padre la había nombrado heredera del clan Hyūga. ¿Qué estaba pasando con ella? ¿Debía perder el respeto de sus amigos, su confianza y cariño para poder ser la líder que su padre deseaba? ¿En qué momento se había vuelto así de fría? A veces, no se reconocía a sí misma.
Por algún motivo, sintió deseos de llorar. Por algún motivo, deseó correr atrás de Sasuke ―olvidado que Naruto seguía allí junto a ella― tomar su brazo y suplicarle que no la dejara sola, no en ese momento que lo necesitaba tanto.
―Estás actuando de una manera muy extraña hace días, Hinata ―le dijo Naruto cuando Sasuke estuvo lo suficientemente lejos como para no escucharlos, adivinando lo que ella estaba sintiendo. Sus ojos azules se posaron sobre los de ella con tanta intensidad, que Hinata sintió paralizar. No era su gentil y cálida mirada de siempre, sino una que la hacía sentir frío―. ¿Por qué le dijiste a Neji que estabas entrenando con nosotros? Si esto involucra a tu clan, ¿Por qué mentirles? Lo que dijo ese sujeto... bueno, sonaba bastante serio.
―Era importante poder hablar con Toneri-san sin que nadie interviniera. Es algo entre él y yo. Algo que no puedo explicar con palabras. Es-es algo que nos une y no lo e-entiendo, yo...
Hinata se detuvo. No lograba comprender del todo sus propias razones para actuar de la manera en que lo había hecho, al menos no con una razón lógica.
Las venas alrededor de sus ojos le comenzaron a dolor, reflejándose en sus gestos. Puso una mano sobre su pecho, intentando soportar la sensación de que le faltaba el aire y pronto desfallecería. El detalle no pasó desapercibido para Naruto, quien se acercó rápidamente a ella y le sostuvo uno de sus brazos, creyendo que desfallecería.
―¿Hinata?
―Él... Él me necesita. Algo peligroso se acerca y nos involucra directamente ―Hinata sintió un paralizante miedo. Los ojos de madre la observaban desde las alturas haciéndola sentir su peso sobre ella, clamando por recuperar lo que era suyo. ¿Pero qué quería recuperar? ¿Y por qué sentía que había algo mucho peor que dicha sombra asechándola? La descripción que Toneri le había dado sobre el ceso de la existencia de absolutamente todo en la tierra, la aterraba. Pero era aún peor pensar que para combatir algo así tendría que sacrificar los ojos de su hermana―. Siempre, son dos... son dos... ―susurró, recordando al abuelo.
―Nunca te había visto así. Estás temblando, Hinata.
―Lo siento ―la joven miró la mano de Naruto que la afirmaba. Sólo entonces percibió que realmente estaba tiritando de susto―. Tengo un horrible presentimiento ―respiró profundo y levantó la mirada hacia Naruto―. Lo siento. No quise preocuparlos y tampoco ocultarles esto. Pero era importante que lo hiciera. Te lo diré todo Naruto-kun. Y también a Sasuke-kun, cuando los tres podamos sentarnos a conversar.
Los ojos de Hinata se habían vuelto extrañamente tristes mientras se enfocaban en la dirección en que Sasuke caminaba. Naruto lo percibió, recordando que la noche anterior sus amigos habían discutido. Pero había algo más, algo que lo hizo desear abrazarla, como si en sus ojos se reflejara un creciente desconsuelo que Naruto jamás había visto en ella.
No era sólo ese extraño sujeto, o si quiera su discusión con Sasuke. Había algo más.
No obstante, esta vez no deseaba decirle que todo estaría bien y que podrían hablar después con Sasuke y todo se arreglaría. Estaba harto de ser el intermediario entre ellos, sobre todo porque no comprendía por qué Sasuke actuaba así alrededor de Hinata. También se había cansado de intentar comprender cosas cuando ni si quiera ella lo hacía. Todo era demasiado extraño para explicarlo, pero de alguna manera también él tenía una corazonada de que algo más rondaba la cabeza de Hinata cada vez que la veía a los ojos.
Por otra parte, sabía que Hinata había obrado de una manera extraña y eso le apretaba el estómago, pero la reacción de Sasuke era igual de perpleja para él. Había algo que le molestaba de todo ese asunto, una sensación de peligro que se anidaba en sus entrañas. La voz del zorro no paraba de susurrarle que ella se iría con ese tal Toneri y aquello lo hacía sentir una desesperanza que nunca había experimentado en su vida.
Un dolor en el pecho comenzó a irritarlo. Algo en la forma en que Hinata observaba hacia la dirección en donde Sasuke se había perdido lo hizo sentir extrañamente solo.
―¿Qué está sucediendo contigo, Hinata? ―preguntó cuando logró calmarse lo suficiente para hablar. Hinata subió tímidamente la mirada para encontrarse con él―. No es característico de ti actuar así ―la joven suspiró, sin responder―. Esta vez tu silencio guarda algo más, ¿No? Algo que no tiene que ver con ese sujeto o Sasuke.
―No es nada. No te preocupes, Naruto-kun ―sonrió melancólicamente.
―Te conozco ―dijo Naruto con algo de tristeza y un toque de reclamo―. Últimamente guardas muchos secretos que me hacen creer que sabes algo que no quieres decir. Y aunque no quieras decirlo, tus ojos te delatan.
―¿Qué clase de Kunoichi es incapaz de ocultar sus sentimientos?
―Eso no importa. Eres genial precisamente porque no te pareces a otras kunoichis ―la joven lucía extrañamente triste y Naruto no pudo callar más al respecto―. La Hinata que yo conozco, no miente, no guarda secretos con sus amigos.
Las palabras de Naruto punzaron en el pecho de Hinata. Tenía razón, ¿en qué momento se había vuelto alguien que guardaba todo tipo de secretos y le mentía a las personas en que más confiaba? ¿Cuándo se había vuelto alguien así de fría y calculadora?
―Lo siento ―dijo ella, frunciendo los labios en una melancólica mueca―. De verdad lo siento. Naruto-kun, eres a quien menos deseo decepcionar o herir. Y sé que, en este momento, quizás lo hago.
―Nunca podría sentir decepción de ti ―respondió, con media sonrisa―. Pero me preocupa que estés cargando con algo tú sola, cuando Sasuke y yo podemos ayudarte. No sé qué sucede entre ustedes para que discutan cada vez más seguido, pero seguimos siendo un equipo.
―Sí, somos un equipo ―Hinata suspiró, sabiendo que también eso se terminaría pronto. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras cerraba los puños temblorosamente―. Supongo que soy egoísta.
―¿Por qué dices eso? Nunca has sido egoísta conmigo, Hinata.
―Naruto-kun... ―frunció el ceño y respiró profundo intentando darse valor―. Estos últimos días he guardado silencio cuando sé que debo hablar. Y eso me hace sentir como la peor mentirosa de todas ―confesó cabizbaja, un nudo se formaba en su garganta―. Todo lo que tiene que ver con Toneri-san es sólo una cosa más que he callado. Hay más que debo decir y no me atrevo a hacerlo.
―¿Por qué? Tú no eres así ―dijo Naruto sintiendo nerviosismo al notar la expresión de desolación en ella―. Tú y yo, siempre nos hemos dicho todo, desde que somos niños ―Naruto recordó el día en que le confesó a Hinata lo del Kyuubi―. ¿Acaso hay algo que guardaste todo este tiempo y no pudiste decirme?
Las mejillas de Hinata se tornaron suavemente rosa al saber que sí había algo que nunca se atrevió a decirle desde que era una niña; Ese profundo sentimiento que él había despertado en ella y que a veces la llenaba de tal forma que creía que sería incapaz de verlo sin que se percatara de ello.
Era un secreto que la avergonzaba por no poder explicarlo, que la llenaba de un constante deseo de ser la mejor versión de sí misma para que él la notara, para finalmente ser digna de caminar a su lado, sosteniendo su mano. Pero era una cobarde, porque la sola idea de decírselo la hacía sonrojar y perder por completo la calma, así como cualquier atisbo de valor. No sabía cómo acercarse y confesarle que desde que era una niña miraba en su dirección deseando poder estar junto a él, para siempre. Que cuando Iruka-sensei preguntó con quién pasaría su último día en la tierra, el único nombre en que pensó fue el suyo.
Pero no era ese secreto lo que le quitaba el sueño últimamente.
―Yo confío en ti, Hinata. Si callaste algo, debes tener un motivo importante, ¿no? ―Naruto le soltó el brazo y se rascó la nuca, evidentemente nervioso por la manera en que ella actuaba―. Sigo confiando en ti. Y sé que Sasuke y todos también lo hacen.
―Y yo he traicionado esa confianza ―su voz se quebró levemente―. He ocultado algunas cosas por miedo de lo que ocurrirá cuando las diga.
―¿Le has ocultado algo a tu familia? ¿A Sasuke? ¿Es por eso que estás tan triste? ―le preguntó Naruto, intentando solucionar las cosas a pesar de que sólo momentos antes había pensado en mantenerse al margen y no hacerlo. Recordó las palabras de Jiraiya, ya no eran niños y debía estar a la altura de eso―. Si es así, estoy seguro de que puedes hablar con ellos y te entenderán. Tienes que armarte de valor y hacerlo, aunque se molesten contigo. Lo sabrás enfrentar, te conozco. Creo que eres muy fuerte, Hinata. Siempre me ha gustado eso de ti ―intentó sonreírle animado, pero la triste expresión de Hinata borró su sonrisa. Pasó saliva, sintiendo que su garganta se cerraba―. Por favor, no estés triste ―pues cuando ella lucía así, algo dentro de él comenzaba a doler. Los ojos lagrimosos de Hinata comenzaban a preocuparlo de verdad―. ¿A quién le has ocultado cosas? Quizás podamos solucionarlo.
―A todos ―Hinata bajó el rostro y suspiró. El viento volvió a aullar. La joven se tomó un momento para pensar bien lo que diría a continuación, pues una vez lo hiciese ya no tendría forma de evitarlo, ni todo lo que pasaría por su momento de honestidad. Quizás era mejor callar... quizás... ¿Pero cómo podía seguir mintiéndole cuando la miraba así?―. A ti, Naruto-kun ―susurró trémula.
Naruto se mostró levemente sorprendido. Hinata y él eran bastante cercanos. Desde niños solían hablarse de forma honesta y en más de una ocasión se contaron sus miedos e inseguridades. Naruto confiaba en ella, pues sin importar lo que dijera, la joven tenía una forma amable y cálida de confortarlo. Supuso que debía hacer lo mismo por ella, darle la seguridad de saber que sin importar lo que dijera, él la escucharía e intentaría comprenderla. ¿Eso haría un adulto, no?
―Puedes decirme lo que sea. Somos amigos después de todo ―dijo Naruto, sintiendo que su nerviosismo crecía―. No deberías temer decirme las cosas. No somos niños. Puedo soportar lo que dirás, por difícil que sea. Soy un shinobi.
Hinata subió el rostro. Se encontró con una cara familiar que la observaba preocupado, pero sonriente. Sus ojos celestes hacían eso ―que él hacía desde que era un niño― en que reflejaba sus sentimientos en la mirada sin necesidad de hablar. Era una cualidad única en Naruto que el tiempo no había alterado. En su rostro siempre encontraba esa sensación hogareña de tibieza que la hacía creer que efectivamente, todo estaría bien. ¿Cómo algo podía ir mal si él estaba ahí, a su lado, observándola de tal forma que olvidaba respirar?
Sintió que su corazón latía más fuerte sólo por la manera en que se miraban en silencio con la nieve cayendo a su alrededor. Y entonces lo supo y su pecho se apretó; esos ojos ya no volverían a verla de esa manera cuando dijera lo que tenía que decir.
Se tomó un momento para despedirse de esa mirada y recordarla para siempre. Atrás quedarían los días de niñez, de juegos infantiles y tardes de entrenamiento. Cuando dijese lo que tenía que decir, rompería esa mirada inocente en Naruto.
Ya no la volvería a ver de esa manera. Lo sabía en su corazón.
―Estos días, Sasuke-kun y tú se han preguntado qué ocurre con los jonin de la aldea que están siendo enviados fuera de Konoha hasta la frontera ―Naruto asintió, sin interrumpirla―. Neji nii-san me lo dijo y yo no quise decirles nada al respecto, pues temo lo que sucederá cuando lo haga ―antes de que Naruto preguntara por qué, ella continuó, callándolo―. Y lo siento mucho. Siento no haberles dicho.
Esta vez fue Naruto quien permaneció callado, esperando que ella se decidiera a decir de una vez lo que tenía que decir. Su corazón latía fuerte, pues los gestos en ella eran serios y melancólicos. Sintió algo frío recorrerle el cuerpo y un latente nerviosismo comenzó a crecer en sus entrañas.
―¿Qué sucede Hinata? ―le preguntó finalmente cuando ella permaneció en silencio, con las cejas fruncidas y la mirada angustiada―. Comienzas a asustarme.
―Naruto-kun ―su pecho se apretó―. El país de la Tierra ha atacado las fronteras del País del Viento.
Las palabras se perdieron con la brisa invernal.
Naruto permaneció en silencio, intentando darle sentido a lo que acababa de escuchar. Pero le costaba, pues no había nada en esa oración que tuviese sentido. ¿Por qué Hinata le ocultaría que el país de Gaara estaba siendo atacado? No, eso no tenía sentido. Todos ellos habían hecho una promesa de vivir para proteger aquello por lo cual Gaara había muerto. ¿Entonces, por qué Hinata estaría callando algo así? Simplemente, no tenía sentido. Quizás era una broma y pronto Sasuke saldría de algún lado a reírse de él por la manera en que su rostro se descomponía.
Frunció las cejas, intentando comprender nuevamente lo que ella acababa de decir. Repitiendo en su mente las palabras exactas que había escuchado, dándole más y más sentido a todo.
―Naruto-kun...
―¿Cuándo? ―preguntó distante, ajeno, un tanto perdido―. ¿Cuándo ocurrió esto?
―Un par de días después de que Gaara-san fuese enterrado en Sunagakure ―respondió Hinata con calma, una gélida sensación caía por su espalda.
Naruto bajó la mirada y permaneció en silencio, intentando que hiciera sentido lo que escuchaba. Contaba los números en su cabeza, los días que habían pasado, cuánto se había demorado en llegar a Konoha.
Desde antes que pisara la aldea, incluso con Kakashi sensei hospitalizado junto a Hinata y Sasuke... una guerra se había comenzado a desarrollar en una lejana tierra que no debió significar nada para él.
Pero significaba algo. Podía ver la espalda solitaria de Gaara, caminando en el desierto, alejándose silente hacia la oscuridad con lágrimas en sus ojos, sabiendo que aquello por lo que había muerto ahora peligraba. Saber que el sueño por el cual había dado su vida se quebraba tan lejos de Konoha le hizo difícil respirar y le acaloró fuertemente las mejillas. Apretó la mandíbula, sus puños, intentó volver a respirar, pero una mezcla de rabia y dolor le hizo empezar a perder su calma.
Gaara se había convertido en todo lo que él deseaba. Había alcanzado su sueño de ser un kage, el más fuerte de su aldea, había ganado la aprobación de todos y las personas habían sufrido su muerte. Desde la más absoluta soledad había cargado con el odio de todos durante su vida, pero había logrado el respeto y hasta el amor de los suyos. Todo lo que Gaara había sido, era lo que Naruto hubiese deseado ser. El eco de aquellos que vitoreaban cuando vieron llegar su cadáver resonó en sus memorias atormentándolo, haciéndolo sudar.
Hinata lo notó de inmediato. Sabía sin que él lo dijera exactamente cómo se estaba sintiendo.
―Los jonin de la aldea han sido enviados como apoyo en las batallas, al menos un grupo pequeño de ellos. Otou-sama dice que los ancianos del Consejo no desean involucrar a nuestro país más allá de lo estrictamente necesario. Temen que si envían más fuerzas, nuestra aldea quede vulnerable y otros países aprovechen de atacarnos para... ―la voz de Hinata interrumpió los pensamientos de Naruto―... para capturar al Kyūbi.
De inmediato su expresión cambió de confusión a molestia, alejándose de ella, retrocediendo un par de pasos. La observó como si fuese una extraña, dispuesta a lastimarlo o apoyar las tonterías del Consejo de la Aldea que tantos obstáculos ponían a su libertad, desde ordenarle a Ero-sennin que lo sacara de la Aldea a prohibirle a la abuela Tsunade que fuese enviado fuera de Konoha en una misión.
Esa cálida intimidad que había habido entre ellos hasta entonces se rompió. Hinata dio un paso en su dirección intentando alcanzarlo con su mano, pero él no se lo permitió, sacudiéndola lejos de él de una palmada.
―Naruto-kun, no quise decírtelo, porque sé lo que harás. Intentarás ir y...
―¡Claro que lo haré! ―exclamó Naruto, la forma en que la observó hizo que Hinata entendiese de inmediato el grave error que acababa de cometer al hablar con tanta honestidad, paralizándose. Era la primera vez que Naruto le hablaba así. No había en sus ojos esa calidez que tanto amaba desde que era una niña―. ¿Cómo pudiste ocultarme esto?
―L-lo siento... ―suplicó, para ser interrumpida.
―¿Qué derecho tenías?
―Tienes razón. E-estuve mal en ocultártelo p-pero...
―¿Todos lo saben excepto yo? ―preguntó dolido, sintiéndose un completo imbécil―. De seguro todos deben estar muy satisfechos de sí mismos por...
―No es así, Naruto-kun.
―¿Es por eso que Ero-sennin quiere que entrenemos fuera de la Aldea? ―preguntó intentando hacer sentido de todo―. ¿Para distraerme y evitar que me enterase que están atacando el País de Gaara?
―N-no lo sé. Yo no...
―¿Sasuke lo sabe?
―No. Él no lo sabe.
―Al menos uno de mis amigos no es un completo traidor.
―Naruto-kun, yo nunca...
―¿Nunca me traicionarías? ―la cortó en seco―. ¿Cómo crees que me hace sentir que mi mejor amiga, la única persona en quién confío completamente, no me dijera algo tan importante como esto? ―Hinata no respondió, haciendo que su silencio enalteciera aún más los ánimos de Naruto, quien desesperadamente buscaba una explicación―. ¡Gaara murió protegiendo su aldea y su país! Murió solo, en esa caverna, sabiendo que la Aldea que amaba estaba a salvo. Murió porque no llegué a tiempo para ayudarlo. Y ahora... ahora aquello por lo que murió será en vano mientras yo nuevamente...
―No hay forma en que puedas ayudar a Gaara-san ahora. Está muerto ―dijo Hinata con tristeza. Naruto la miró incrédulo de la crueldad en sus palabras. Por un momento, pensó que escuchaba a Sasuke y no a Hinata―. Y lo entristecería aún más si vas a Sunagakure y Akatsuki también logra capturarte.
―¿Entonces debería quedarme de brazos cruzados e ignorar lo que está pasando? ―Naruto sintió tanta decepción de lo que escuchaba que volvió a dar un paso atrás―. Dijiste que nosotros nos aseguraríamos de que la paz por la que murió se mantuviera ―Naruto le dio un tirón a su protector de frente y le mostró a Hinata el símbolo que ella había bordado en él―. ¿Lo olvidaste ya? ¿Acaso todo eso fue otra mentira más para hacer que siguiera quieto y tranquilo en esta Aldea? ―chasqueó la lengua, había tantas cosas que hubiese querido reclamarle, pero prefirió callarlas.
―Mantengo lo que dije, Naruto-kun ―respondió Hinata, con la voz un poco quebrada―. Cada día entreno por aquella promesa que bordé en nuestros protectores. Por ese motivo me esfuerzo en aprender sobre mi clan, cómo liderar a los Hyūga y controlar apropiadamente el byakugan. Y es por ello que guardé silencio sobre esto, ya que si sales de la Aldea y luchas contra otro País, se quebrará el balance de Konoha con los demás países.
―Porque soy la mejor arma de Konoha, ¿No? ―preguntó con la voz rota, sintiendo que algo punzaba en su corazón al escucharla referirse a él de la misma manera en que todos los demás lo hacían― Porque soy el Jinchūriki del Kyūbi, el poder de nuestra aldea. Eso es lo que soy. Naruto Uzumaki no existe, es sólo un contenedor para un poder que debe ser utilizado por Konoha.
Su voz se volvió ronca entre la decepción y rabia que sentía. No quería si quiera mirar a Hinata. Sus sentimientos estaban a flor de piel y necesitaba calmarse un poco para saber qué hacer a continuación. Lo único que tenía claro era que debía ir hasta Suna de alguna forma y ponerse al servicio de Temari. ¿Pero cómo lograrlo?
De pronto, la mano de Hinata tomando su brazo para impedir que se fuese lo sacó de sus pensamientos. Pensó en volver a retirarla, pero el pecho le dolía de tal forma, que no tuvo la energía de hacerlo.
―No dije eso, siempre has sido Naruto Uzumaki para mí ―bajó la mirada hacia la mano de la joven, tan pequeña y frágil, aferrándose temblorosamente a él―. Pero la realidad es que sí hay un Bijū sellado dentro de ti, Naruto-kun. Y el consejo de la Aldea no permitirá que vayas al País del Viento debido a eso ―su voz sonaba un tanto desesperada pero aun mantenía su característica calma―. No dejarán que nuestro equipo se movilice, considerando lo que le ocurrió a Gaara-san. Nos van a tener dentro de la aldea por mucho tiempo. Si Akatsuki llegase a...
―¡Iré de cualquier forma! ―exclamó Naruto, ahora sí retirando la mano de Hinata, haciendo que ésta lo mirada dolida también.
Entonces la joven perdió la paciencia y en su rostro se reflejó la molestia y angustia que su obstinación le causaba.
―¡Te declararán un missing-nin! ―exclamó más golpeado de lo que jamás le había hablado a Naruto―. Y tú sabes lo que significa eso.
―¿Me encerrarán? ―respondió con gracia―. ¿Me pondrán en una celda para que su preciada arma no sea robada? ―Hinata no respondió. Él sabía cómo se trataba a los Jinchūriki en otras aldeas, Jiraiya se lo había dicho. En el fondo sabía lo que pasaría―. Siempre he sido sólo eso para esta Aldea de mierda. Sólo un arma más que no pueden perder.
―No es así.
―Sí lo es. Lo sabes tanto como yo ―su mirada se volvió borrosa, estaba conteniendo lágrimas que no sabía de donde habían empezado a formarse―. Y ahora también me tratas como ellos.
―Te equivocas Naruto-kun ―dijo Hinata, sus ojos llenos de lágrimas también al ver la expresión de desconsuelo en él―. Para mí no eres un arma. Ni para nuestros amigos.
―Basta...
―Creo con todo mi corazón que debemos preservar aquello por lo cual Gaara murió, pero también hay que aceptar la realidad de la situación.
―¿Y cuál es esa realidad?
―Sasuke-kun, tú y yo, bueno, no tenemos la fuerza para pelear contra un país completo. Y-y tienes sellado un Bijū dentro de ti. Por ese motivo corres más peligro que nosotros. Hay una organización de peligrosos shinobis rango S buscándote...
―¡Eso no me importa!
―Intentarán hacer contigo lo que hicieron con Gaara-san. Si estuviésemos en medio de un campo de batalla, el riesgo de que te capturen es aún mayor ―sus labios temblaron.
―¡Ya dije que no me importa!
―¡Pero a mí me importa! ―Naruto frunció el ceño mirándola perplejo―. Me importa ―repitió más suave―. La idea de que te suceda lo mismo que a él... ―un escalofrío la recorrió, haciéndola cerrar con fuerzas los ojos. Gruesas lágrimas le mojaron las mejillas―... sólo pensé en lo que sucedería si algo malo te sucede... yo...
―¿Tú qué?
Naruto quería escuchar lo que ella tenía que decir. Por algún motivo su corazón comenzó a latir más rápido y su molestia pasó a segundo plano.
―¿Tú qué? ―insistió poniendo ambas manos en los brazos de Hinata.
La joven entreabrió los labios reflejándose en su mirada todo el amor que sentía por él pero que no podía poner en palabras. Naruto deseaba desesperadamente escuchar la respuesta a su pregunta y creyó que no dársela era muy cruel de su parte, incluso más cruel que callar lo de Gaara. Fuese lo que fuese que ella tenía que decir, necesitaba escucharlo urgentemente en ese momento, quizás desde toda su vida.
―No es justo Hinata ―dijo con frustración―. No es justo que no puedas si quiera responder eso.
Hinata deseó bajar el rostro para ocultarse de su penetrante mirada, pero no podía dejar de mirar sus hermosos ojos azules. Las palabras estaban allí, deseando ser expresadas después de años de silencio, pero no podía decirlo. No podía apelar a él a través de una confesión de amor para evitar que se fuese de la aldea. No manipularía a la persona que amaba de esa manera. Simplemente no podía hacerlo. Hubiese sido desleal, una verdadera bajeza, manipular sus acciones a través del amor que sentía por él. ¿Pero era justo para sí misma seguir callando? ¿Acaso sería una cobarde toda su vida?
Naruto percibió que las mejillas de Hinata estaban sonrojadas, quizás por contener el llanto, quizás por otra cosa. No podía decirlo con claridad. Sólo comprendió sin que dijera nada que fuese lo que fuese que estaba callando era incluso más importante que lo que había dicho antes.
―Si algo como lo que le ocurrió a Gaara-san te llegase a suceder ―Naruto esperó la respuesta sin respirar―... s-se me rompería el corazón.
El joven se quedó callado observándola temblar. Quiso preguntarle ¿Por qué se le rompería el corazón? ¿Qué significaba eso? ¿Qué enigma había atrás de dichas palabras? ¿Por qué sentiría algo así precisamente por él? ¿Es que acaso intentaba decirle algo y no podía? Todo en él le gritaba que le exigiera que fuese clara, que dejara de hablar en acertijos. ¿Es que se suponía que él tenía que saber cómo leer entre líneas el lenguaje de las chicas? ¿Por qué precisamente usar esas palabras? ¿No pudo simplemente decir con claridad lo que fuese que deseaba decirle? ¿Qué carajos significaba que se le rompería el corazón por él? ¿Por qué lucía tan triste? ¿Por qué parecía que estaba a punto de decir algo realmente importante, más que cualquier otra cosa que hubiese salido de esos bonitos labios?
Pero no pudo. Por algún motivo, se sintió increíblemente avergonzado de hacerlo. La manera en que lo estaba observando le apretó el estómago, lo hizo sentir algo desconocido que le decía que la consolara, que la abrazara, que le dijera que no llorase por alguien tan inútil como él, que jamás la heriría y que si alguien se atrevía a hacerlo lo molería a golpes. Pero no pudo.
Entreabrió los labios, pero no salieron palabras mientras ella las esperaba, ansiosa, buscando una reacción a lo que acababa de decir.
Y no tener palabras lo hizo sentir horriblemente humillado. ¿Por qué no comprendía estas nuevas interacciones entre todos ellos? ¿Por qué todo lo que pasaba con Hinata, Sasuke y él se le hacía tan confuso últimamente? Veía a sus compañeros madurando, creciendo, volviéndose adultos... mientras que él ni si quiera podía articular una oración para preguntarle a Hinata qué era lo que le estaba intentando decir con eso. El resto siempre comprendía todo y él tenía que estar deteniéndose a preguntar si estaba comprendiendo bien lo que querían decirle, pues muchas veces, simplemente no entendía lo que sucedía, lo que sentían o lo que deseaban. Incluso con Ino y Sakura le sucedía lo mismo.
Sintió que se perdía, entre su rabia y su confusión, por lo cual retrocedió, asustado y molesto. Intentó enfocar sus pensamientos en algo más, en cualquier cosa.
Necesitaba ir hasta el país del Viento de alguna manera, entre antes mejor.
Cuando estuvo a unos buenos cinco pasos de Hinata se volteó y comenzó a correr, dejándola sola en medio de la nieve.
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Los pasos de vuelta a Konoha se le hicieron eternos. Aún dentro de la aldea, su corazón no dejaba de punzar. Se sentía terrible, como una cobarde, además de una mentirosa. La persona que amaba incluso le había llamado "traidora" y aquella palabra nunca se escuchó tan hiriente como cuando salió de la boca de Naruto y llegó a ella. Para empeorar todo, Sasuke se había marchado en silencio, dándole la espalda y alejándose una vez más. Y deseaba ir tras él, pero al mismo tiempo... no. Algo le decía que debía dejarlo ir, tal como había ocurrido con Naruto, pues tenía cosas más importantes de las cuales estarse ocupando ahora que involucraban su propio nindo, su misión y sus responsabilidades como la cabeza del clan Hyūga.
Toneri. Toneri deseaba tomar el bien más preciado del clan Hyūga. Lo que más la asustaba de todo ello, era el motivo por él que le había mencionado sus intenciones: la cosecha, ese apocalíptico evento en que nada quedaría de la tierra, de sus habitantes o su naturaleza, ni si quiera el agua, el mar, el viento o las rocas. Todo fuerza elemental o vital sería cosechada... cuando lo veía así, ella misma habría sacrificado sus ojos para dárselos a Toneri. ¿Pero y qué tal si mentía? ¿Había una posibilidad de que sólo la estuviese intentando engañar para adquirir el byakugan? Y aun si todo lo que le había dicho resultase cierto, la idea de entregar a Hanabi se le hacía imposible. Por egoísta que fuese, perder a su hermana no era una opción. Prefería que toda la aldea y el mundo pereciera antes que ver a Hanabi sufrir.
Pero Toneri no era el único de sus problemas. Había tantas cosas dando vueltas en su cabeza que difícilmente podía ponerlas en orden; el peligro que asechaba a su familia directa, una estatua que había sido robada y que amenazaba con destruir el mundo en que habitaba, una guerra lejana a la cual el chico que amaba deseaba ir, una peligrosa organización criminal reuniendo a los Bijuu e Itachi Uchiha, cuya advertencia aún rondaba su mente cuando cerraba los ojos.
Mientras caminaba entre la nieve, llena de dudas sobre sí misma y su manera de proceder, el deseo de quebrarse y llorar la embargó. ¿Qué clase de líder sería ella para los Hyūga si cada pequeña cosa que sucedía la quebraba? Tal vez su padre había estado en lo cierto todo ese tiempo y no mereciese ser su heredera. Que pudiese combatir no significaba que tenía el carácter para ser como él, fuerte e inamovible, despiadado, incluso con sus propias hijas. Ella no tenía ese temple ni la fortitud que necesitaba para guiar a los suyos. Siempre había sido una decepción para todos ellos y ahora incluso lo era para aquel que había creído en ella aunque nadie más lo había hecho.
De una manera u otra terminó de vuelta en su hogar, aquella enorme mansión en donde habitaba todo el clan Hyūga. Antes de entrar subió su mirada al cielo, preguntándose si Toneri estaría por algún sitió allí, viéndola. Cabizbaja y llena de dudas, se sentó en la entrada, retiró sus zapatos y se puso gruesos calcetines blancos creyendo que en cualquier momento podría simplemente desvanecer y nadie lo notaría. Quizás sería lo mejor para todos si algo así llegase a suceder.
Mientras caminaba descalza sobre la madera, no pudo evitar escuchar quejidos y el sonido seco de los golpes; allá en el patio exterior se encontraban Neji y Hanabi, entrenando su puño gentil. Desde las vigas de madera permaneció quieta y observando a ambos, sintiendo que la garganta se le cerraba. Sabía que ese hombre extraño deseaba los ojos de alguien de su clan y había dicho que no tomaría los suyos; la siguiente opción era su padre o Hanabi. Saberlo la hizo temblar.
Se había negado tajantemente a imponer sobre su hermana el sello maldito del clan, pero ahora... las cosas eran distintas. ¿Tenía la fuerza para defender a Hanabi? Pues si no estaba lista para combatir y luchar con él por su hermana, Hanabi podía resultar herida y perder no sólo sus ojos, sino que también su vida. No obstante, si su byakugan estaba sellado, Toneri no iría por ella.
Era una decisión difícil de tomar, pues hiciera lo que hiciera, Hanabi resultaría perjudicada.
De pronto, la niña volteó a observarla cuando sintió el peso de los ojos de Hinata sobre sí. Se paró derecha, saliendo de su posición de combate y la miró con curiosidad.
―¿Sucede algo, Nee-sama? ―le preguntó, lo cual hizo salir a Hinata de sus pensamientos―. Luces... extraña.
―No es nada, sólo un poco de cansancio ―respondió con suavidad, forzándose a sonreír en dirección a ambos―. Has estado entrenando bastante. Te estás moviendo casi tan rápido como Neji nii-san lo hacía a tu edad ―Neji asintió a aquellas palabras―. Te felicito. Aprenderás mucho de él, Hanabi-chan.
―Gracias. Ahora que no tengo que ir a esas misiones aburridas de diplomacia, podré formar parte de un equipo de genins como tú, nee-sama ―dijo Hanabi entusiasmada―. ¿Quieres unírtenos?
―N-no puedo, aunque agradezco la invitación. Debo ver al abuelo ―respondió Hinata haciendo una reverencia en dirección a ambos y siguiendo su camino por el corredor externo.
Estaba entrando al pasillo principal que se abría hacia el Dojo cuando la voz de Neji la hizo detenerse.
―Hinata-sama ―la joven se volteó, notando la seriedad en su semblante―. ¿Qué sucede?
―N-nada...
―Ha estado llorando.
―No es nada.
Neji activó su byakugan y Hinata supo que estaba perdida. Había ciertos detalles que sus ojos podían delatar en el cuerpo humano, la manera en que fluía el chakra, lugares en donde éste se acumulaba cuando sentían angustia, la manera en que el corazón palpitaba e incluso el ritmo de la respiración. El Chakra era bastante útil para saber cuando el cuerpo de una persona no reaccionaba de la forma en que se esperaba.
―No es justo que uses nuestro Dojutsu en este momento ―dijo Hinata bajando el rostro, evitando que él la mirase.
―No necesitaba hacerlo. Sólo con ver sus ojos supe que algo no estaba bien. Desde esta mañana algo ha cambiado ―Neji se acercó un paso más―. Su cabellera... la ha acomodado de una manera distinta. Huele a flores y... no suele vestir así. Luce como...
―¿Cómo qué? ―preguntó Hinata, con vergüenza.
―Preferiría no decirlo porque no es de mi incumbencia, pero está arreglada como si hubiese ido en una cita. No es asunto mío lo que haga en su tiempo libre, pero si alguien la ha hecho llorar yo... ―Neji se detuvo―. Mis ojos están para protegerla. Si necesito usarlos ahora para saber qué sucede, lo haré. Y encontraré al responsable de ello ―el joven jonin esperó una respuesta a su pregunta inicial, silencioso, más alto de lo que Hinata recordaba.
―Luzco así porque tuve una reunión importante hoy. Y... Debo tomar una difícil decisión. Y tengo otros problemas, con mi equipo.
―Entiendo ―Neji permaneció en silencio algunos segundos, haciendo que Hinata deseara correr. No decirle lo que estaba sucediendo era tortuoso, pero necesita resolver qué haría sobre Hanabi antes de decirle al resto del clan lo que ocurría con Toneri. El joven Hyūga pareció notar su angustia―. No cargue con todo usted sola. Puede pedir consejo y ayuda cuando algo le abrume. No todas las decisiones del clan Hyūga las toma su padre por su cuenta, muchas veces tiene reuniones del consejo. A lo que me refiero es que, a veces, dos cabezas piensan mejor que una. Resuelva las cosas, una a la vez. Desde el problema más serio al más sencillo ―Neji hizo un esbozo por sonreírle―. Todo tiene solución, Hinata-sama. Sólo afronte el problema y coteje sus alternativas. Ha sido educada para tomar la mejor elección. Es lo que hace un líder.
―Tienes razón ―susurró Hinata, como si una idea hubiese aparecido en su cabeza, dando rápidos pasos en la dirección contraria a la que estaba yendo antes―. Gracias Nii-san. Ya sé qué es lo que debo hacer ―dijo mientras se alejaba.
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Sasuke estaba molesto. Incluso más de lo que lo había estado la noche anterior.
Hacía mucho que no se sentía de la forma en que lo hacía en ese instante, como un imbécil, como alguien que estaba avergonzándose a sí mismo actuando de la manera en que lo venía haciendo, persiguiendo a una chica tonta que ni si quiera lo tomaba en cuenta. Venía soportando esa sensación de frustración hacía tanto que en ese momento creía ya no poder sobrellevarla más.
¿En qué estaba pensando cuando decidí quedarme en Konoha en vez de unirme a la guardia de Honor del daimyō? ―pensó mientras bufaba―. ¿Qué me hizo creer que de verdad podría...?
Ni si quiera quiso seguir pensando en el asunto. Si lo hacía, su rabia pasaría a tristeza. Y se negaba a sentir triste precisamente en ese momento. Sin embargo, no podía negar que se hundía cada vez más en una profunda desdicha, ya que sin importar cuanto lo había intentado, no había encontrado una forma, un momento o si quiera las palabras para acercársele y decirle qué era lo que estaba sintiendo por ella. Peor aún, ni si quiera deseaba hacerlo. Ella no se merecía escuchar nada al respecto.
Sólo recordar la mirada que Hinata le había dado le provocaba deseos de romper algo, gritar y correr lejos de allí. En vez de eso, mantenía la calma, practicando su propio autocontrol, respirando lentamente para soportar la rabia que se acrecentaba en su estómago.
¿En qué estaba pensando cuando había ido tras Hinata con Naruto? ¿Realmente le había dicho que no debió estar ahí? ¿Se había atrevido a mirarlo al rostro con severidad para decirle aquello cuando lo único que había hecho todo ese tiempo era preocuparse por ella? Pensarlo hizo que apretara la mandíbula.
Las calles de Konoha le parecieron increíblemente ruidosas mientras intentaba ignorar a las personas que caminaban felizmente hablando sobre la nieve, lo bonito que todo lucía y el frío que hacía. En su cabeza siempre había sido invierno de cualquier forma, al menos desde que Itachi se había encargado de arruinar sus primaveras.
No supo realmente por qué caminaba en la dirección en que lo hacía, no obstante, sus pies allí lo llevaban.
Por años había evitado caminar por esas calles sólo por la posibilidad de encontrarse con Sakura Haruno. Desde que era un niño le había molestado increíblemente su presencia, su exagerada forma de ser, la manera en que hablaba, lo horrible que sonaba su propio nombre cuando le gritaba "¡Sasuke-kun!" y lo mucho que le disgustaba cuando se le colgaba encima y traspasaba su espacio personal. Le había dicho en todas las formas posibles que le parecía una niña molesta y eso no había evitado que ella lo siguiera mirando con ojos soñadores y sus mejillas se sonrojaran tan pronto él se encontraba cerca de ella.
De la misma manera en que Hinata observa a Naruto ―pensó Sasuke con cierto amargor.
No obstante, Sakura ya no le parecía una chica estúpida. Tampoco una inútil sin talento alguno. De hecho, había empezado a respetarla desde que vio todo lo que ella conocía sobre medicina que él ignoraba y que muy probablemente nunca hubiese podido si quiera aprender. Estaba muy seguro de que, si no hubiese sido por sus cuidados y los de la Quinta, Hinata hubiese muerto ya que había recibido el mismo veneno que había terminado con la vida de Kakuro en Sunagakure. Además, Sakura ya no era una chica tan molesta; no se le colgaba cuando estaba cerca, no gritaba todo el tiempo y estaba formándose una gran reputación como la mejor aprendiz de Tsunade. De hecho, le parecía que Sakura Haruno había cambiado bastante desde que pasaba más tiempo en el hospital que entrenando con Kiba y Shino. Quizás había dejado sus días de niñez atrás adoptando una manera más digna de conducirse, aunque no estaba del todo seguro de ello. De lo que sí estaba seguro es que tenía una deuda con ella que no sabía realmente cómo pagar y creyó que enviándole flores bastaría. Al haberse arruinado su gesto amable, pensó que era correcto dar las excusas pertinentes allí, por mucho que lo encrespara tener que hacerlo.
Cuando llegó a la casa en que vivía Sakura Haruno, permaneció frente a ésta decidiendo qué hacer ahora que estaba ahí.
La casa lucía bastante normal. No había nada en su entrada que evidenciara que vivía una familia shinobi en lugar; de hecho, el único detalle que llamó su atención fue el tapete frente a la puerta que decía "bienvenido". En ese momento, no estaba muy seguro de qué tan bienvenido sería allí.
Tomando algo de valor, tocó la puerta. Permanecer ahí, quieto y expectante lo hizo sentir algo de nerviosismo. No era como si él fuese un niño idiota de 12 años. Entendía perfectamente que golpear la puerta de la casa de una chica podía tomarse como más que una simple visita social y además, que debía mantener cierto comportamiento para que dicha visita fuese considerada como algo apropiado de hacer. Después de todo, los padres de Sakura vivían allí.
De pronto, la puerta se abrió. Una mujer de cabello color miel y ojos llamativos lo recibió asomándose al exterior. Llevaba encima un delantal blanco atado a la cintura, manchado con restos de comida. Tenía las manos mojadas y aprovechó su delantal para secárselas. Sasuke recordó a su propia madre al verle y paralizó. No era que la mujer luciera como Mikoto Uchiha, sino, que esa actitud, el gesto en sus ojos, la manera en que parecía ansiosa por deshacerse de él para volver a las labores... todo eso se le hizo tan maternal que comprendió de inmediato cuanto extrañaba a su propia madre. Sobre todo en ese momento que realmente hubiese deseado preguntarle qué hacer.
―¿Sí? ―le preguntó quien asumió que era la señora Haruno, observándolo con algo de impaciencia―. ¿A quién buscas?
―¿Se encuentra Sakura...san, Sakura-san? ―preguntó Sasuke intentando ser educado.
―No. Ella está en el hospital.
―Oh. Gracias ―iba a darse la vuelta cuando la mujer lo detuvo, saliendo sólo un poco hacia la calle y entrecerrando la puerta tras ella, como si no hubiese deseado que nadie más escuchara.
―¿Puedo saber quién la busca? ―preguntó.
―Sasuke Uchiha.
―Oh, con que tú eres el joven Uchiha del que tanto habla ―una sonrisa astuta apareció en sus labios―. El que nos mandó las flores ayer ―Sasuke sintió algo de vergüenza cuando ella lo puso así.
―Es por ello que vine. Deseaba excusarme con ella y también con su familia. Hubo un mal entendido en la tienda y enviaron más de las que compré. Pensaron que era para algo médico.
―Eso explica las cosas. Una explicación completamente razonable y que exonera al joven Uchiha de cualquier culpa en este percance. Estoy segura que no tuviste malas intenciones.
―Sólo deseaba agradecer a Sakura-san todo lo que hizo por mí en el Hospital ―algo incómodo por tener que ponerlo en palabras, Sasuke hizo una pequeña reverencia. Su madre hubiese esperado que tuviese ese tipo de modales―. Si la ve, ¿Puede decírselo? No fue mi intención causar un problema para ustedes.
―Creo que... Tú deberías decírselo ―de pronto la mujer abrió más ala puerta y Sasuke se encontró con Sakura junto a ella.
La joven lucía extraña, sus ojos más grandes de lo común, algo vidriosos. Su nariz estaba roja, sus mejillas también, incluso levemente púrpuras en los pómulos. No sabía cuanto tiempo había estado expuesta al polen de las orquídeas, pero los vestigios de una reacción alérgica estaban allí, impresos en todo su rostro. Por primera vez en su vida, sintió culpa sobre algún acto suyo en contra de Sakura. Observarla ahí, mirándolo con ese patético gesto de tristeza, lo hizo recordar cada una de las cosas que había hecho durante aquellos años que pudieron herir sus sentimientos... desde llamarla inútil, molesta, irritante, evitar saludarla, arrojar sus regalos al tacho de basura e ignorarla cuando le hablaba. Nunca pensó, hasta ese momento, todo lo que él había herido a esa pobre chica que lo único malo que había hecho en toda su vida había sido fijarse en alguien como él.
―Los dejaré solos, o se quemará mi comida ―dijo la señora Haruno, volviendo a entrar a la casa.
Sasuke se quedó en silencio un momento sin saber qué decir. Sakura permaneció en el umbral de la puerta, bajando la mirada hasta sus pies. No había demasiadas intenciones de su parte de salir a recibirlo o lanzársele encima como lo hacía cuando era una niña. Sólo estaba ahí, luciendo tan triste, que hasta Sasuke comenzó a preocuparse de sus afligidos gestos.
―Lo lamento ―dijo con seriedad―. El padre de Ino se equivocó en la cantidad de flores que debían ser entregadas. No fue mi intención causarte un mal rato ni hacerte enfermar. De hecho, sólo deseaba agradecerte por todo lo que hiciste en el Hospital.
―No tenías por qué venir hasta acá a decírmelo. Ino y el señor Yamanaka vinieron hace poco a explicar lo que ocurrió ―Sasuke asintió, sin saber qué más decirle―. Gracias, Sasuke-kun. Por venir y... por las flores también ―dijo Sakura tímidamente, con un hilo de voz―. Lamento haber ido a tu casa, y gritarte.
―Descuida.
Sasuke no tenía más que decir. Ya se había disculpado, era suficiente. No mantenía una relación muy estrecha con Sakura como para haber prolongado dicha conversación más, por lo que metió las manos en los bolsillos, listo para marcharse.
Cuando ella lo notó, dio un par de pasos adelante.
―Se que nunca hemos hablado realmente, pero comprendo que quizás algunas de las cosas que he hecho y dicho te hagan sentir incómodo. No fue mi intención ser una molestia para ti. Sólo deseaba conocerte. Aún lo deseo.
―No hay necesidad de...
―Desde que éramos niños siempre quise acercarme a ti ―Sakura subió la mirada. Había un ruego silencioso en sus ojos verdes.
―¿Por qué? ―preguntó Sasuke confundido.
¿Qué podría motivar a alguien a tener el desear conocerle? Desde que estaban en la Academia había sido la persona más desagradable de la clase. El mejor, sí, pero también en más huraño entre todos los niños. No comprendía por qué en vez de odiarlo, las niñas lo habían perseguido. De acuerdo con Naruto, tenía que ver con su aspecto misterioso. Pero Sasuke pensaba que eran tonterías. ¿Por qué el aspecto de una persona hubiese sido más importante que su forma de actuar a la hora de atraer al resto? Las personas eran extrañas. Pero más extraña era Sakura Haruno, deseando conocer a una persona que constantemente la había tratado de mala forma.
―Siempre creí que eras un buen chico.
―¿Un buen chico? ―Sasuke bufó―. No. Ese no soy yo. No he sido amable contigo.
―Pero lo eras. Recuerdo que lo eras, antes de...
―Debo irme.
Sasuke no quiso seguir escuchando ni continuar esa conversación. Sabía el rumbo que estaba tomando y se negaba a participar de una discusión así con Sakura Haruno. No quería que abriera una ventana a ese pasado en que era una persona muy distinta, llena de sueños estúpidos, de ilusiones, que tenía un hermano al que amaba y admiraba. No quería recordar que alguna vez tuvo una familia, un numeroso clan, un padre al que hacer sentir orgulloso.
No atendió las súplicas de Sakura para que se detuviera, sólo siguió caminando rápido y ella no lo siguió. Pensó que después de hablar se sentiría un poco mejor respecto a todo lo demás, que podría organizar sus ideas y empezar a estudiar aquello que el tal Toneri les había dicho sobre un Uchiha robando una peligrosa estatua. En vez de eso, su frustración sólo creció.
No podía dejar de pensar en Hinata dándole esa mirada, luciendo de la forma en que la había visto; femenina, delicada... hermosa. Simplemente hermosa. Pero esos ojos fríos, molestos con él, reclamándole por haberse preocupado por ella y haberle ido a buscar. ¿De verdad se había atrevido a reclamar por su consideración?
Se sentía como si la hubiese descubierto en medio de una cita y no podía dejar de sentirse indignado. Durante los últimos años había atrasado su propio progreso como Shinobi por estar pendiente del de ella, se había dedicado a acompañarla en todas las tonterías que le pedía, habían pasado la mayor parte del tiempo juntos e incluso había estado en el hospital semanas junto a ella, apenas durmiendo o comiendo, esperando que abriera los ojos y pudiese verlos nuevamente.
Él había estado allí. Él. Él había estado pendiente de ella todo el tiempo, cuidándola, consolándola cuando le contaba sus estúpidos problemas, soportando cada vez que la veía soñar despierta con Naruto sin perder la esperanza que un día, ella sonaría con él. Y aún así, ¿Se iba a encontrar con un tipo a las afueras de la aldea, a solas y luciendo así?
Se tomó la cien apretando la mandíbula, completamente frustrado consigo mismo. Sabía que su cabeza debió estar enfocada en las advertencias de ese hombre sobre el robo de una cierta estatua por parte de un Uchiha, pero su mayor preocupación era Hinata. Y se odiaba a sí mismo por ello. Podía aceptar que se había enamorado inevitablemente de Hinata Hyūga, con pesar y vergüenza, pero podía aceptarlo. No obstante, se negaba a caer tan bajo como para que esa estúpida sensación nublase su capacidad de razonar sobre todo lo demás. Le parecía indignante que sólo pudiese pensar en ella últimamente.
Entró rápidamente a su casa y subió por las escaleras, encerrándose en su habitación. No se molestó en ver si había alguien más en casa, sólo se sacó la bufanda y la lanzó sobre una silla. Se sentó un momento sobre la cama que había allí, observó el techo y se recostó cerrando los ojos.
Había muchos pensamientos girando en su cabeza. Tantos, que creía que iba a tener una migraña en cualquier momento. La luz apenas se filtraba por la ventana y afuera escuchaba que silbaba el viento trayendo consigo noticias de que pronto habría una nevazón. Pero no le importaba. Realmente nada le importaba. Quería dormir, olvidarse un momento de aquel dolor en su pecho y el deseo de gritar que se acrecentaba con cada segundo que pasaba.
Ya no podía más con todo ello.
De pronto, escuchó el sonido metálico de la ventana siendo abierta y el aullido del viento con intensidad, moviendo las cortinas y desordenando un poco los papeles en su escritorio. Se sentó en la cama, para encontrarse con la persona que menos deseaba ver en ese momento, como si sus pensamientos la hubiesen invocado allí.
―¿Qué haces aquí? ―le preguntó con molestia.
Hinata pareció perder las palabras que había practicado decirle tan pronto vio su rostro. La joven pensó que un aura sombría y deprimente rodeaba a Sasuke, como si estuviese a punto de romper a llorar o romper algo. Cualquier cosa que rompiese, la posibilidad que terminara rompiéndola a ella le impidió hablar.
―Yo...
―¿Y por qué carajos entras por la ventana? ―la cuestionó poniéndose de pie de golpe y caminando hacia la puerta―. ¿No puedes tocar, como alguien normal?
―Estaba esperándote afuera, pero al parecer no me viste. Entraste tan rápido que yo... ―bajó la mirada, jugando con sus dedos mientras Sasuke, en el umbral de la puerta, la abría―... bueno, yo entré por acá. N-no podía esperar para hablarte, Sasuke-kun.
―No quiero hablar ahora ―su mirada se volvió fría mientras le mostraba la salida de su habitación―. Vete ―si bien no llegó a gritar, su voz sonó impositiva.
―Me iré, pero antes, ¿Podrías por favor escucharme? ―le pidió Hinata, encogiéndose entre sus hombros―. Es importante.
―Ahora estoy ocupado ―algo quemaba en el estómago de Sasuke. No podía controlar las palabras que decía cuando la veía con esa expresión culpable y arrepentida en sus ojos. Sabía que estaba ahí para disculparse y no quería escucharlo―. ¿Por qué no vas a buscar a tu primo Toneri y hablas con él? ―la miró de pies a cabeza, parada frente a su cama, con una expresión burlesca en su rostro―. De seguro él querrá escucharte.
¿Y quién en su sano juicio no lo haría? Ni si quiera podía culpar al otro tipo por buscarla. Hinata era preciosa. Ahí mismo, despeinada y con las mejillas rojas por el frío lucía tan hermosa que le dolía verla sin poder decírselo. El tiempo la había convertido en una mujer. No había en ella nada infantil, ni un rasgo de la niña que había sido, excepto esa maldita costumbre que tenía de jugar con sus dedos cuando estaba nerviosa. Y lo peor era que verla hacerlo sólo le provocó el deseo de acercarse a ella, sujetarle el rostro y besarla.
―Y-yo, lo lamento, y-yo...
―¿Lo lamentas? ¿Qué es precisamente lo que lamentas, Hinata? ―quizás lamentaba lucir así, haberse arreglado de tal manera para un sujeto que ni si quiera la conocía. Ni si quiera estaba usando su ropa de siempre, sino algo ajustado y muy femenino. ¿Por qué lo irritaba tanto que su ropa le revelara al resto esas curvas que él había notado hacía bastante ya?―. Sabes, me preocupé cuando te vi con ese tipo allí. No sólo por la forma en que se acercó a ti, sino porque no vi en él buenas intenciones. ¿Y qué obtengo? ¿Las gracias? No, Hinata-hime reclama por mi intervención. Pues no te preocupes Hyūga, no lo volveré a hacer. Tú y todo tu clan se pueden ir al mismísimo carajo. Que Naruto y Neji se encarguen de cuidarte de ahora en adelante.
―¿Es que acaso no entiendes la gravedad de lo que está sucediendo? ―le preguntó Hinata yendo hacia la puerta. En vez de irse de la habitación, la cerró―. Si aquellos del clan Ōtsutsuki vienen hasta nuestro planeta...
―Es en serio Hinata, no quiero hablarte. Necesito que salgas de mi habitación y me dejes en paz. No puedo con esta conversación ahora ―le dijo Sasuke, evitando seguir mirándola. Estaba completamente alterado y que ella estuviese ahí no lo ayudaba en nada.
Su perfume cosquilleaba en sus fosas nasales, aquel del cual se sentía tan orgullosa por haber cultivado ella misma los jazmines que eran la base del aroma. Nunca empleaba ese perfume cuando estaba con él o Naruto, ¿Pero para ver a ese tipo sí? Era indignante. ¿Y ese peinado, con el moño alto? ¿Es que acaso deseaba que cualquier pudiese verle así? Lo peor es que sabía que su cabeza debió enfocarse en lo que ella decía pero no podía. Todo en Hinata le parecía embriagante y lo atontaba al punto de sentir una frustración insoportable por no poder controlarse más.
Cuando ella no supo qué responder, Sasuke tomó nuevamente la palabra.
―Sé que quizás lo que deseas hablar conmigo es importante, pero no puedo hacerlo ahora ―dijo, su mirada fija en sus pies.
―Sasuke-kun por favor, sólo escúchame un momento. Después me iré ―suplicó Hinata.
―¿Qué parte de no...?
―Sasuke-kun...
―No quiero tener esta conversación ahora ―le habló más golpeado, esperando que se fuera. Le tomó el brazo y empezó a guiarla hasta la puerta de la habitación cuando ésta plantó los pies con firmeza contra el suelo, haciendo palanca, liberándose de su agarre―. ¿Por qué haces esto tan difícil? No quiero...
―¡Tenías razón! ¿Está bien? Estabas en lo cierto ―los labios de Hinata se fruncieron, temblorosos―. ¿Debía decirlo así para que me escuches? Pues está bien. Una vez más, tú estás en lo cierto y yo no.
Sasuke subió la mirada y la observó fijamente. Era común que ella le dijera que tenía razón para evitar pelear, pero esta vez, no estaba del todo seguro en qué ella le estaba concediendo la razón. Además, la forma en que lo hacía, casi conteniendo el llanto, sólo conseguía irritarlo aún más.
―¿Sobre? ―preguntó Sasuke cuando Hinata dejó de hablar.
―Confío demasiado en todos ―tan pronto lo dijo, Sasuke notó que había sido como sacarse una carga de encima. Sus ojos se volvieron llorosos y sus mejillas enrojecieron―. Siempre espero lo mejor y mi forma de ser los ha puesto a ti y Naruto-kun en peligro más de una vez. Y tenías razón, mi exceso de confianza casi termina con mi vida y aunque antes no me hubiese importado morir por mis convicciones... ahora, no puedo morir. No antes de... de detener la cosecha.
―¿A qué te refieres con la cosecha? ¿Ese sujeto te advirtió sobre ello? ―le preguntó Sasuke a lo cual Hinata asintió.
―Dijo que ha-hay un peligro que se acerca con cada día que pasa y... y necesito prepararme para enfrentarlo, porque es probable que sea la única capaz de hacerlo junto a él ―bajó la mirada con tristeza, pasando saliva, sus manos temblorosas aun jugando una con la otra―. Era importante que nadie me interrumpiera mientras hablaba con Toneri Ōtsutsuki a solas, pues él tiene información que necesito y está dispuesto a enseñarme técnicas que pueden cambiar el curso de la batalla que él dice tendremos que presentar. Y tengo miedo de que mi confianza en que él nos ayude... nos vuelva a poner en riesgo o que quizás me esté mintiendo. No confío en él, pero no tengo más remedio que hacerlo en este momento ―Sasuke frunció las cejas al escucharlo―. Y-Yo... Yo sé que mi exceso de confianza no es correcto y deseo... de verdad deseo cambiar y ver el mundo de la misma manera en que tú lo haces, Sasuke-kun, por cruel que sea.
No.
No lo deseaba.
No quería que viese el mundo a través de sus ojos, porque el mundo para él era un lugar terrible, oscuro, lleno de maldad, en donde el más fuerte se aprovechaba del más débil por dinero o poder. El mundo estaba hecho para que sobrevivieran los más hábiles mientras que le resto perecía. En ese lugar gris que habitaba no había esperanza, ni bondad y mucho menos amor. Era un constante abismo en el que se caía y caía, aferrándose sólo al odio para poder sobrevivir.
En ese lugar miserable, Hinata era la única luz que aún lo hacía creer que no todo podía ser tan malo si había personas así deambulando cerca de su soledad.
No, definitivamente no quería que ella fuese diferente a la dulce y gentil persona que era, alguien que había logrado que un bastardo como él sintiese consuelo sólo por estar en su presencia.
Que todo el mundo se fuese al carajo y se destruyera si tenía que destruirse, pero no dejaría que nadie, ni si quiera él, cambiase la esencia de Hinata.
―No cambies ―dijo finalmente, su corazón latía rápido intentando controlarse―. No necesitas hacerlo.
―Pero, yo... yo no soy como ustedes ―continuó la heredera de los Hyūga―. No soy tan fuerte y mi carácter es débil. Intento ser distinta, no permitir que las dudas me sobrepasen, pero no puedo. Y lamento que eso te haya sido difícil de sobrellevar todo este tiempo. Si no fuese por ti, Sasuke-kun... yo jamás me habría convertido en una kunoichi.
Escucharla decir algo así lo dejó helado. ¿Acaso le estaba agradeciendo a su manera por todo lo que había hecho por ella? Pensaba que sí. Y vaya que era tiempo de que algo del crédito de su crecimiento fuese para él y no sólo en esa infantil idea de que necesitaba hacerlo para que Naruto la notara.
Por un momento sintió algo de esperanza, de que finalmente no estaba frente a una causa perdida sino que ella podía notarlo. De que pudiese entender lo que sentía por ella y que quizás, sus sentimientos pudiesen algún día incluso ser correspondidos.
Pero aquello era muy bueno para ser verdad. Él vivía en el mundo real, no en uno de fantasías. Hinata nunca le hubiese dicho todo eso sin un motivo de por medio y planeaba averiguarlo.
―¿Por qué me dices todo esto ahora? ―le preguntó escudriñándola con la mirada.
Le era confuso que Hinata, en un arranque de confianza, le estuviese presentando sus miedos e inseguridades. No era común en ella hacerlo, pues era una chica muy formal, introvertida y correcta. En su educación tradicional, no le cargaba sus problemas al resto sino que los sobrellevaba a puertas cerradas, a solas. Así disimulaba Hinata sus asuntos. Por ello, Sasuke supo de inmediato que algo debía haberle ocurrido lo suficientemente grave como para estar intentando resolverlo junto a él. Y todo aquello no podía ser sólo por el tal Toneri.
De pronto, los ojos de Hinata se volvieron tan tristes que Sasuke supo sin que dijera una sola palabra que era una de esas conversaciones que tanto conocía: algo sobre Naruto.
―Oh, ya veo. Hiciste algo estúpido que involucra al perdedor ―bufó, una sensación amarga lo envolvió al ver sus esperanzas romperse en pequeños fragmentos de desilusión que digirió con frustración, intentando pretender que no le importa, que estaba bien, que todo ese asunto le era indiferente―. ¿Y bien? ¿Qué hiciste que quieres que arregle por ti? ― se cruzó de brazos, reclinándose contra la pared.
―¿Por qué crees que yo...?
―Porque te conozco más de lo que te conoces a ti misma, Hinata.
La joven permaneció callada, buscando el valor para seguir hablando lo que había ido a decir. Sasuke esperó con paciencia, sabiendo que algo se estaba arremolinando también dentro de Hinata. Había cosas que todos ellos debían hacer en sus vidas y el asunto con Toneri parecía ser algo que sólo le correspondía a ella por ahora. No obstante, no había ido a hablarle de eso precisamente, la conocía demasiado bien. Había algo que necesitaba y que sólo él podía hacer, algo que ella había arruinado y que él tendría que solucionar. De haberlo podido hacer por su cuenta, Hinata nunca se habría atrevido a molestarle con sus problemas.
―Le dije a Naruto-kun que el País del Viento está en guerra contra el País de la Tierra.
―Ah. Era eso.
―¿Lo sabías?
―Lo supuse por la cantidad de correspondencia que llega en la halconería proviniente de Suna y por la ausencia de los jonin de élite en la Aldea ―Sasuke suspiró, como si todo ese tema fuese realmente cansador de escuchar―. ¿Qué arranque de estupidez te hizo decirle algo así cuando sabes perfectamente lo que hará?
―No lo sé ―Hinata respondió, claramente reprochándose lo mismo―. Creí que estaba mal seguir mintiéndole al respecto.
―Guardar silencio no es mentir. Es ser precavido. Lo que se supone que todo shinobi debería ser ―Sasuke la observó luchar consigo misma, sabía que había más que quería decirle. Algo en él disfrutaba que lo buscara para solucionar sus problemas, que lo necesitara, que viniese a buscar su ayuda y la de nadie más―. Pero eso no importa ahora. No viniste precisamente a que te de lecciones sobre cómo ser la kunoichi perfecta que has intentado ser desde que tu padre te lo impuso. Lo que realmente importa es lo que vienes a pedirme.
Hinata lo observó fijamente, con un silencioso ruego. Sasuke devolvió su mirada, sin quebrarse ante lo patética que lucía en ese momento.
―Eres el único que puede detenerlo ―dijo finalmente Hinata.
Sí, era probable que lo que Hinata decía fuese cierto. Podía buscar a Naruto en ese momento, sentarse con él en Ichiraku ―donde tenía certeza que se encontraba― y conversar sobre sus opciones. Podía convencerlo racionalmente de que ir hasta Sunagakure era una locura, y también una estupidez, que lo capturarían y que además probablemente pudiesen matarlo. Hinata no estaba errada en tener miedo, muchos países tendrían interés en capturar un arma tan poderosa como el Zorro de Nueve colas. Y si hablar fallaba, bueno, siempre lo podía moler a puñetazos.
Sin embargo, aunque tenía la posibilidad de ser el salvador que Hinata necesitaba y ponerse en una mejor posición para finalmente decirle lo que sentía, Sasuke pensó en Naruto.
No le importaba lo que Naruto fuese o lo que hubiese en su interior. Le importaba Naruto y cómo él se sentiría en ese momento al escuchar lo que sucedía en Sunagakure. Podía comprender lo que estaba pasando en ese momento por su cabeza y cómo lo debía estar carcomiendo la imperiosa necesidad de abandonar esa Aldea y unirse al combate. Podía entenderlo, porque así se había sentido él más de una vez.
En ese momento, los sentimientos de Naruto se le hicieron mucho más importantes que los suyos o los de Hinata.
Naruto tenía derecho de hacer lo que le diera la gana.
―Sasuke-kun, sólo tú puedes impedir que cometa una locura yendo hasta Sunagakure. Fallé en hacerlo entrar en razón. Sólo tú puedes lograrlo ―dijo Hinata, implorándole su ayuda.
―¿Y debería? ―Sasuke subió levemente los hombros.
―¿Qué? ―preguntó Hinata, confundida con su respuesta.
―¿Por qué debería hacerlo entrar en razón o incluso detenerlo?
―Si él sale de la Aldea sin autorización, lo declararán un missing-nin y mandarán equipos tras él, podrían encerrarlo en la prisión y...
―Y si se queda, será peor que vivir en una prisión. Será peor que morir. Será peor que estar huyendo ¿Acaso no lo conoces? ¿Sabes lo que le haría a Naruto saber que el sueño de Gaara está siendo destruido mientras él esta forzado a quedarse aquí en tareas estúpidas? ¿Amas a Naruto, no? Pues, considerando que dices amarlo, estas siendo bastante egoísta sólo pensando en lo que tú sientes y no en lo que él siente ―por mucho que tuviese esos sentimientos por Hinata, su lealtad a Naruto tomó partido por él en ese debate. Eran hermanos, y comprendía perfectamente lo que estaría pasando por la cabeza de su mejor amigo en ese momento―. Creo que Naruto preferiría morir luchando que quedarse aquí. Puedo entenderlo. Lo respeto por ello.
Los ojos de Hinata mostraron su confusión. Las palabras que Sasuke le había dicho dolían porque tenía razón. Ella misma se lo había dicho a Naruto, que estaba siendo egoísta, porque no deseaba que su corazón se rompiese al verlo marchar a tal peligro. Pero que Sasuke se lo dijera de esa manera la hizo sentir como alguien completamente indigna de amar a Naruto Uzumaki.
―No me ayudarás ―dijo quietamente, llevando una mano a su pecho.
―No, Hinata. No le diré que se quede ―y entonces Sasuke vio esa tristeza en ella, esa manera en que se estaba quebrando frente a él, tan vulnerable. No podía ver esa expresión. Lo desesperaba, prefería cualquier cosa que ver esa expresión―. Pero iré con él. Sé que puedes cuidar por ti misma los asuntos con Toneri Ōtsutsuki, al menos hasta que volvamos a ayudarte ―dijo de pronto, sin saber por qué una simple mirada de esa mujer lo ponía a su merced―. Cambia la cara, ¿quieres? ―le dio un golpecito en el mentón para que dejara de mirar el piso de esa manera desconsoladora―. Cuidaré de que no lo capturen. O lo maten. ¿Dónde está ahora? ―Hinata activó su byakugan.
―Ichiraku Ramen ―lo miró con el ceño fruncido mientras su byakugan se relajaba―. Irán a una guerra. Será peligroso ―una innegable preocupación marcó sus facciones―. ¿Te cuidarás, verdad? ―Sasuke la observó algo confundido. ¿Le estaba preguntando sobre él y no Naruto?―. Tus ojos son algo que muchos shinobis desearían. No vayas a perderlos.
―Tendrían que matarme antes. Descuida, volveré cuando todo se calmé en Sunagakure. Porque seamos sinceros, estarías bastante perdida sin mí por acá ―dijo Sasuke con media sonrisa, en un tono más ligero para bajar la gravedad de la situación―. ¿Quién podrá evitar que tropieces con tus lindos kimonos cuando asumas la posición de hereda si no estoy pendiente de ti, Hinata-hime? ―Hinata rio suave ante la manera en que Sasuke se burlaba de ella. Él también lo hizo. La tensión que había sentido hasta entonces pareció esfumarse, así como el enojo del Uchiha―. Además, no quiero perderme la expresión en el rostro de Neji cuando tu padre lo anuncie a todos.
―Desearía ir con ustedes ―dijo melancólica―, pero hay algo que debo resolver aquí antes ―la sonrisa de Sasuke desapareció. El asunto de Toneri era un tema importante que no podían ignorar, a pesar de que sólo momentos antes ni si quiera lograba pensar en ello sin querer romper algo―. Sasuke-kun... Él quiere el byakugan.
―Lo sé. Tú y tu padre pueden cuidar de sus ojos, no tengo dudas de ello ―Hinata se sintió conmovida al escuchar que alguien creía tan ciegamente en ella como para no preocuparse si quiera de que fuese un objetivo para Toneri, pero también comprendía lo que Sasuke le estaba diciendo entre líneas―. Sabes lo que debes hacer.
―Sí.
―¿Tienes miedo, no?
―Sí ―Hinata suspiró dejando caer levemente los hombros, Sasuke lo notó. Era algo que no sabía cómo afrontar pero que debía hacer―. Me gustaría parecerme un poco más a ti, Sasuke-kun. No dejas que tus propias emociones se lleven lo mejor de ti a la hora de ser un gran shinobi. Es algo que realmente admiro de ti.
―No es malo vivir de emociones, Hinata ―la joven subió la mirada y se encontró con algo en los ojos de Sasuke. Había un anhelo en ellos, como cuando se mira el cielo en el invierno y se espera por la primavera―. El odio y el amor, son emociones que pueden volvernos muy fuertes. El amor por tu hermana puede convertirte en la persona que deseas ser para tu clan. Amar es lo que te ha hecho fuerte para poder proteger a las personas importantes para ti en este momento. Es lo que te ha ayudado a dar un paso atrás del otro. Es por ello que no deberías avergonzarte de ello o desear cambiar quién eres. Creo que... no deberías cambiar. Me gusta... me gusta eso en ti.
―¿Te gusta? ―preguntó Hinata sorprendida. Sasuke asintió.
El silencio se hizo difícil de soportar. Hinata podía escuchar su propio corazón palpitando en sus oídos. Por un momento, tuvo la impresión que había algo más que Sasuke deseaba decir y al no encontrar, su compostura cambio por completo a una fachada de ligereza.
―Aunque, descuida. Planeo siempre estar aquí para que nadie se aproveche de tu exceso de confianza, porque eres realmente estúpida con esas cosas Hyūga. No vaya a ser que termines regalando la mitad de las riquezas de tu clan al primer embustero que se presente en tu puerta ―aunque lo decía un poco en broma, algo en sus palabras hicieron que Hinata se cuestionara por qué hablaba así.
Algo sucedía con él, como si estuviese callando algo que se le estaba volviendo más difícil mantener en silencio con cada segundo. Lo notaba, pues era difícil esconder las emociones frente al Byakugan cuando éste se dedicaba cuidadosamente a escudriñar a una persona.
Notó que a pesar de que Sasuke estaba manteniendo un tono casual y que incluso bromeaba, su mano se había cerrado en un puño, su respiración había aumentado, su corazón latía más fuerte, sus pupilas se habían dilatado y hasta la temperatura de su cuerpo había aumentado. Algo se estaba agitando en su interior y Hinata se preguntó si estaba conteniendo el enojo que sentía hacia ella por lo sucedido con Toneri, si estaba nervioso por su desliz con Naruto o si había algo más.
Se acercó a él, sin dejar de verle a los ojos, lo cual hizo que Sasuke paralizara. Ninguno de los dos se movió, incluso, Hinata tuvo la impresión que Sasuke dejó de respirar con su cercanía.
―¿Hay algo que te preocupa, verdad? ―Sasuke bajó la mirada, escapando de sus ojos―. Puedes decírmelo. Lo entenderé.
―No es nada, debería ir por Naruto para...
―Sasuke-kun ―cuando lo llamó seriamente por su nombre, Sasuke subió la mirada―. ¿Qué sucede? ―el Uchiha despegó los labios, aunque no salieron palabras de éstos―. Hemos compartido tanto desde que somos niños. Sea lo que sea, puedes decírmelo. Intentaré ayudarte.
Sasuke suspiró, desviando su mirada, quizás buscando en la habitación un modo de escapar. No obstante, de pronto se paró derecho y Hinata tuvo la impresión de que había crecido diez centímetros. ¿En qué momento se había vuelto alguien tan alto y varonil? No lo comprendía del todo, pero podía notar que mientras ella y Naruto luchaban con esa transición hacia la adultez... Sasuke ya había encontrado su rumbo. Su mirada era determinada, seria, capaz de hacerle cuestionar incluso sus más firmes convicciones.
―Que sea una persona racional, no impide que mis emociones estén ahí ―Hinata escuchó atenta―. Quedarme este tiempo en Konoha requirió que dejara de lado el odio que siento por mi hermano. Y-Y... No ha sido fácil dejar ir ese sentimiento. No soy una persona paciente y he tenido que aprender a esperar para obtener justicia para mi clan. Y-Yo, me he enfocado en otras cosas durante este tiempo, en otras metas. A pesar de que odio a Itachi, he sabido esperar el momento para hacerle pagar lo que hizo con nuestros padres y mi clan ―Hinata sabía lo difícil que le era abrirse así, decirle algo así debió requerir de cada fibra de su cuerpo confiando en ella. Sasuke no solía hablar de esas cosas. No obstante, lo que dijo a continuación, le quitó el aliento―. Hice eso por ti.
―¿Por mí? ―repitió incrédula. Él asintió.
La mirada de Sasuke era tan intensa que Hinata sintió empequeñecer. La forma en que la miraba la hizo sentir nerviosismo. ¿Por qué? No comprendía del todo qué era esa sensación en su estómago que le estaba acalorando las mejillas.
―Todo este tiempo he permanecido en la aldea para estar contigo.
―¿Para entrenar? ―preguntó, algo confundida por no poder comprender lo que él deseaba decirle. Y deseaba desesperadamente entenderlo.
Sasuke parecía nervioso, ofuscado, buscando palabras que se estaban enredando en la punta de su lengua.
―Sí. También para entrenar contigo, pero más que nada, yo... Yo hice eso porque... ―titubeó un momento mirándola fijo a los ojos.
Hinata tuvo la impresión que era la primera vez que lo veía así, como si alguien desconocido estuviese presentándose con una fuerza tan descomunal que podría haberle convencido de que era capaz de cualquier cosa.
Y aunque notaba en él algo removerse, luchar y rogar por salir de sus labios... estos sólo sonrieron, sus ojos se suavizaron y sus hombros cayeron levemente.
―No me mires así. Sólo... sólo lo hice porque se lo prometí a Naruto. Que te cuidaría ―Hinata bajó la mirada, pues sabía en su interior que esas no eran las palabras que él estaba buscando decirle. Y, curiosamente, fue ella en ese momento la que creyó no querer escucharlas tampoco.
―Y ahora ―dijo Sasuke, abnegado y con una melancolía casi palpable por mentirle así―. Ahora cuidaré a Naruto, por ti.
