Otro día más, y aburrido como siempre. Así era en la vida de Lucy Heartfilia.
A pesar de vivir en lo más alto de la cúspide de la pirámide social del Reino de Fiore, ella no era feliz. La familia Heartfilia era dirigente de la empresa Konzern Heartfilia, responsable de las tres cuartas partes de la red ferroviaria del país del cual ella iba ser la heredera pero en el fondo de su corazón no le importaba ni el más mínimo interés.
La brecha que marcó su vida fue el día 7 de julio del año X- 777. Ese día fue la muerte de su madre, Layla la única que para Lucy que le entendía.
Desde ese tétrico acontecimiento, la soledad se apoderó en todos los marcos de Lucy. Debemos afirmar que ella nunca tuvo una buena relación con el padre ya que él sólo se preocupa por los negocios y veía a su hija como un objeto vacío que no significaba absolutamente nada. Un ejemplo que demuestra semejante afirmación fue la del undécimo cumpleaños de la chica donde su padre, Rude no se acordaba de ello, Lucy como niña inocente que era, intentó recordárselo con un pastel de arroz que ella hizo para dárselo y esperar al menos una simple felicitación por muy fría que fuera. Al final la situación terminó violentamente, el padre arrojó el pastel por el suelo y terminó espantándola de su despacho. Esto fue quizás uno de los hechos más traumáticos de su vida y una de las muchas razones que justificó el odio hacia su padre.
El día que volvemos a retornar en la narración es el día 1 de Julio del año X-783. Este día significaba el decimosexto cumpleaños de Lucy Heartfilia.
Aquel día se lo pegó en el noventa y nueve por ciento de él, tirada en su cama. Tan solo salió en las comidas: desayuno, almuerzo y cena. Donde múltiples criados múltiples criados la felicitaron principalmente los que más confiaban que lo hicieron de manera más efusiva, que eran la Señora Suppetto, el Abuelo Belo, Libor y Eido. Y como de costumbre su padre no lo había hecho y lo que peor es que ni le había visto la cara.
Pero a Lucy no le importaba ni lo más mínimo y es que hasta lo deseaba porque para ella su padre era como un etherias. Imaginando su rostro se le venía al cuerpo una fuerte sensación de terror y nauseas mezcladas con el vacío, la soledad y el trauma cuyo supuesto artista era el rostro de un padre frío, arrogante, egoísta, déspota y poseído por el dinero como si la cosa se tratase de adicción a la cocaína.
Todo aquello llevó a ese día en el que Lucy tomaría la decisión más importante de su vida. La había meditado desde hacía tiempo, pero ese día marcó el veredicto a favor de emprenderla. Su sueño y decisión era unirse al miembros de magos Fairy Tail.
Ciertamente debemos reconocer que dicho gremio no poseía una muy positiva fama que digamos ya que solía protagonizar varios actos que desembocaban en el destrozo de infraestructuras a la hora de hacer los trabajos por todo el país pero a ella no le importaba. Le debía a una maga perteneciente a dicho gremio a la que nunca conoció su rostro, solo su mano derecha con la insignia, cuando le salvó de un incidente en el que el carruaje se movió sin el piloto montado por cerca de Magnolia.
Para cumplir ese sueño había que pagar un precio, renunciar a esa vida de lujos que tenía y emprender otra más sencilla. Lo prefería. Antes una vida de pordiosera llena de amigos que a una vida de niña pija sin ningún afecto.
Aunque se le añadía otro problema, su padre. Seguramente este lo rechazaría sin importarle lo que pensaba su hija. Y es que Lucy tampoco tenía el valor para mirarle a la cara, así que decidió fugarse de casa por la noche.
-La decisión está tomada -se decía ella misma- Es hora de ser libre, de ser lo que yo decida.
Eran sobre las once o doce de la noche cuando empezó de su plan de escape. Sabía desde el minuto uno que ese plan era una cuestión peliaguda, y que para llegar a la Cuidad de Magnolia, donde se encontraba el gremio, tenía que recorrer medio país para llegar allí. Pero le era indiferente porque otra razón para emprender este viaje, aparte de cumplir su sueño, era conocer el mundo exterior con sus gentes y sus paisajes.
En diez minutos cogió todo lo que necesitaba: ropa, dinero, y las llaves -fundamentales ya que era una maga de espíritus y era el pilar básico de dicha magia-. Cogió la maleta, se puso el kit de llaves y abrió la puerta minuciosamente. De esa misma manera la cerró y su habitación se cerró sin levantar sospechas. Tras dar el primer paso el siguiente objetivo consistía en salir del exterior de forma desapercibida.
Pues era fácil, bajando por las escaleras que comunicaban con la entrada de la mansión, en ese momento encendió su lámpara con un mechero encendió una lámpara para empezar a caminar lentamente para que nadie se despertarse. Cuando bajó, llegó al último escalón y dejó la lámpara en el suelo. Empujó hasta dar un giro de noventa grados lo cual implicó el mismo tiempo para abrirla.
El pasadizo al que aparecía al abrir la puerta se trataba de una salida de emergencia en caso de incendio y conectaba los jardines del exterior. El lugar estaba polvoriento y lleno de telarañas lo cual no le hacía ninguna gracia a Lucy.
Se rozó con una y le dio tembleques de la grima que le producía dicha sustancia pero lo peor venía por llegar, empezó a oír ruidos que parecían chillidos y muy agudos. El cuerpo se le paralizó, pensaba que era una criada, lo cual significaba que todo su plan se iría al garete. El chillido se acercaba aún más y el terror la hacía palpitar hasta que llegó la hora, apareció de la sombra y era una rata. Entonces Lucy dio un grito y se cayó de espaldas del susto, poco después la rata desapareció.
¿¡Pero qué haces estúpida!? -se gritaba ella misma tapándose la boca-.
Se levantó en un instante y siguió caminando. En cinco minutos, encontró las escaleras pero se añadía otro problema, las escaleras eran de estilo alcantarilla lo cual se dificultaba subirlas ya que ella llevaba equipaje en el hombro pero si lo tenía que hacerlo lo haría, todo para poder escapar de esta jaula y volar como un pájaro libre.
Subió cada peldaño de forma decidida. Diez peldaños eran lo que separaban entre los mundos de la esclavitud, soledad y ambición con el del amor, compañerismo y felicidad.
Cuando llegó al último peldaño empujó la puerta con la mano derecha ya que con el brazo izquierdo portaba el equipaje. Consiguió abrirla relativamente fácil y subió rápidamente. Había salido del recinto sin ningún problema pero antes de salir de la mansión fue a visitar la tumba de su difunta madre.
-Mamá, lo siento si tengo que abandonarte, lo hago por mi felicidad, sé que tú lo entenderías pero papá no, nunca me olvidaré de ti. Te quiero -se arrodilló y acarició la lápida- Adiós.
Se levantó y cogió la maleta, llegó a la puerta y la abrió con la llave suavemente, para no hacer ruido y después salir, la cerró como la abrió es decir, suave como una pluma.
Ese insignificante instante era una enjundia para Lucy. Significaba la libertad.
