Capítulo 1: La llamada

Si el suelo no hubiese estado reforzado mágicamente para evitar los destrozos que una bebe hiperactiva de un año y medio en plena explosión de ansia exploradora pudiese crear, es de seguro que el agujero que Hermione Weasley hubiese creado caminando sobre sus propios pasos una y otra vez, hubiese alcanzado el centro de la tierra. Solamente el consuelo que le daba sostener entre sus brazos a la pequeña Rose, impedía que ella entrase en una estado de pánico total. De momento, la situación no superaba la marca de terror moderado.

De alguna manera, los ruidos que Rose balbuceaba entre sus brazos parecían mantener su miedo a ralla. Es verdad que a Hermione se le dibujaba una pequeña sonrisa cuando la pequeña balbuceaba monosílabos que sonaban como ma-ma, pero su corazón comenzaba una danza arrítmica, si por el contrario, lo que salía de sus pequeños labios sonaba sospechosamente parecido a... "¿pa-pa?"

Su infierno personal había comenzado doce horas antes.

Fue en uno de sus viajes durante su noviazgo cuando descubrieron una tradición española que de alguna manera habían adaptado. Si bien el almuerzo de navidad se celebraba en La Madriguera, y era un pandemónium por la presencia de todos los Weasley, los Potter, los Grangers y cualquier otro grupo que hubiese sido invitado de alguna u otra manera al tradicional almuerzo navideño familiar, en la nochebuena, Ron y Hermione habían encontrado sentido a tener una cena íntima para ellos solos. Primero como novios, después como prometidos y finalmente como familia cuando después de casarse, les llego el pequeño paquete de felicidad que ella ahora sostenía entre sus brazos.

Estaban en los preliminares de la cena adornando la mesa, preparando las viandas para tres y con ella cortando el pan a la manera muggle sobre la encimera de la cocina, cuando Ron se había posicionado casualmente detrás de ella presionando su cuerpo contra la espalda de ella, al tiempo que sus manos se habían deslizado sobre sus caderas y en unas caricias ascendentes, terminaron con las manos de Ron sobres sus tetas, mientras él le susurraba sugerentemente al oído, las maravillas que "un buen amasado" podían tener sobre el "sabor" del pan recién hecho.

Aunque Hermione adoraba sus manifestaciones de afecto y deseo y "el amasado" estaba surgiendo su magia, la premura de saber que la preparación de la celebración y atender a una niña pequeña, limitaban sus posibilidades de dejarse llevar, consideró tomar su varita y retribuirle un hechizo punzante para frenar su fogosidad y de paso divertirse un poco viendo su cara, pero esa opción se vio pronto descartada cuando los ojos color chocolate de Hermione vieron que su varita se encontraba en ese momento al otro lado de la cocina y que un cuerpo masculino, duro como la roca estaba "casualmente" situado entre ambos.

«Ese maldito estratega que lleva dentro. Siempre con un paso por delante...»

Deleitada en el pensamiento y en los estragos que ya estaba causando en su sistema, ella tomó las manos de Ron de sus pechos y al tiempo que ella giraba sobre sí misma para enfrentarlo, ellas las volvió a colocar esta vez sobre su estrecha cintura, mientras agitaba lentamente el cuchillo del pan ante la vista de su esposo.

–Así que ahora das lecciones de horneado, ¿no, Querido? –Ella levanto una ceja inquisitivamente–. Pues espero que tengas algo serio que meter en este horno ardiente o me sentiré realmente decepcionada con el pastelero –dijo con voz ronca y sugerente, mientras dejaba caer el cuchillo al piso y en un movimiento posterior, atrapaba el culo de su marido con ambas manos y lo presionaba contra sus propias caderas al tiempo que apretaba fuertemente sus nalgas.

Hermione lo vio, lo sintió y se abrumó todo al mismo tiempo.

Vio los ojos de Ron arder en el cían más oscuro del deseo más feroz.

Sintió en su pelvis la propia presión de Ron contra ella y su dureza incipiente desatándose.

Y sintió la magia familiar envolverla en el ancestral y primario deseo de hacerla su bruja en forma carnal. Una magia que ella devolvió, cuando sin poder resistirse un segundo más, ella rodeo con su pierna su cadera mientras su lengua arrasaba su boca en un beso abrasador...

¡ESTA ES UNA LLAMADA GENERAL A TODOS LOS AURORES EN ACTIVO! ¡PRESÉNTENSE EN SU PUNTO DE REUNIÓN ALFA!

¡ACCIÓN INMEDIATA!

¡NO ES UN SIMULACRO!

Sumergida en su felicidad lúbrica, Hermione bien hubiese podido permanecer ajena al estridente sonido que se desencadenó desde el anillo que Ron portaba en su mano izquierda, de no haber sido porque apenas sonó la alarma, el reflejo condicionado por años de instrucción y entrenamiento hizo que Ron rompiese el beso mientras su espalda se tensaba como la cuerda en el arco.

Cuando por fin la realidad se filtro en su mente, Ron ya estaba recogiendo su túnica de combate y se enfilaba hacia el zapatero de la entrada para ponerse sus botas de reglamento.

–¿Ron...? –Su voz tembló y la pregunta no expresada, quedó entre ellos por un momento que pareció eterno.

Después del nacimiento de Rose, Ron solicitó abandonar las misiones de campo. El amaba ser Auror y Hermione jamás le dirigió un reproche ni una palabra de desaliento a pesar de que ella sentía que le arrancaban de cuajo el corazón del pecho, cada vez que él salía de misión con la incertidumbre de si no sería aquella su última imagen, su ultimo olor, su ultimo sabor en el beso antes de partir. Pero Ron había entendido que ahora ya no sólo era esposo, sino que también era padre y por ello solicitó una permuta entre sus funciones de operativo de campo a cambio de ser director de planificación de operaciones, encargarse de la formación y evaluación de los nuevos reclutas y dar clases de estrategia y planificación. Nunca los Aurores estuvieron mejor preparados y con mayores medidas de respaldo en sus acciones.

Hermione siempre pensó que ella no podía estar más orgullosa de él de lo que lo estaba en cualquier momento de su relación y sin embargo, de alguna manera, él siempre conseguía que ella lo estuviese aún más cada vez.

–Tengo que ir Hermione –El dolor de dejarla sólo era comparable a la determinación de su rostro.

–Lo sé –suspiro, mientras ella hacía esfuerzos por mantener la compostura y que las lagrimas no desbordasen sus ojos–. Pero yo de alguna forma esperaba…

«Acción inmediata» ella repetía en su cabeza… «Acción inmediata». La pesadilla del cónyuge de cualquier Auror. La señal de que algo acababa de salir terriblemente mal y que se necesitaba la presencia de cualquier Auror que estuviese en activo independientemente de su condición. Llegándose al punto de que en algunos casos previos, Aurores retirados, habían atendido a la llamada presentándose en las oficinas del ministerio por si pudiesen ser útiles de alguna manera.

Ron se abalanzó sobre ella abrazándola tan fuerte como si de alguna manera mágica pudiese trasmitirle todo el amor que él sentía por ella, todo su necesidad por ella y su deseo de volver con ella y su hija.

–Prométeme que tendrás cuidado, Ron –Ella le agarró de la túnica mientras ella le rogaba con sus ojos chocolate que le hacían temblar de deseo y amor cuando ella le miraba.

–Eres toda mi vida Hermione. Juro por Merlín que lo haré. Cuida de Rose.

–No. Su padre lo hará –Y ella le beso con tanta desesperación como con deseo ella le había besado unos instantes antes, en una promesa de lo habría de ser a su regreso.

Con todo el autocontrol que fue capaz después de devolverle el beso, Ron se separó de ella activando el traslador de emergencia.

Y cuando el estallido de desaparición se llevo a su esposo, de la garganta de Hermione escapó un gemido similar a como si a ella le estuviesen arrancando la vida misma mientras caía hecha un ovillo sobre el suelo cuando el llanto se apoderó de todo su ser.

Habían pasado doce horas desde aquel momento y desde entonces, ni una palabra.