Era un momento especial para Lucy, era su liberación, era el día en el que contactaba con el mundo exterior ella sola sin cadenas que dirigiesen los hilos de su propio destino. Eso era la libertad en su expresión pura.
A pesar de haber conseguido escapar, se le sumaba una cuestión preocupante que era que cuando su padre se enterase de esto. Pondría todos los medios para buscarla y llevarla de vuelta por la fuerza convirtiéndose en un escándalo nacional. Pero pensando llegó a la conclusión de que no había por qué preocuparse ya que la triste verdad era que a su padre no le importaba míseramente su propia hija. Pero a Lucy le resultaba una ventaja porque se quitaba una preocupación menos en su cabeza.
Además en este viaje se le sumaban otras dos dificultades, la primera era llegar al gremio, para ella era desconocido el concepto de gremio, posiblemente fuese rechazada por ser una novata que apenas sabía usar magia, aunque portarse las llaves para invocar a sus espíritus celestiales apenas tenía control sobre ellos y en cuanto a la posesión de llaves del zodiaco tenía solo uno, Acuario. A Lucy le daba miedo invocarla porque siempre esa bruja disfrazada de sirena la molestaban y nuestra pobre protagonista no moría ahogada de milagro. Las demás eran llaves plateadas, de menor nivel, estas y las de Acuario las había recibido por la herencia de su madre. Pero con la entrada en el gremio podría ser fuerte y conocer gente y hacer amigos, algo ausente en su vida. Quería conocer Fairy Tail, quería conocer la magia.
Y el segundo problema era que la sede del gremio se encontraba en Magnolia, al norte de Fiore lo que suponía recorrerse el país de norte a sur, no había problema la línea ferroviaria era bastante eficiente para hacer un trayecto largo en poco tiempo posible pero en su espíritu juvenil, la chica quería ir caminando conociendo todos los lugares de Fiore.
Este era su auto-regalo del decimosexto cumpleaños viajar por todo el país más entrar en el gremio de magos Fairy Tail.
Tenía calculado que el viaje duraría un año donde visitaría los lugares más emblemáticos y los alojamientos más asequible con el dinero que tenía y las guías turísticas de Fiore.
En una hora consiguió salir de las finca extensa de su familia y se dirigió al pueblo más cercano para coger un tren para llegar a la cuidad más cercana.
Diez minutos después de llegar a la estación y lo primero que se encontró fue el puesto de venta de los billetes, donde había un viejo de pelo gris con bigote del mismo color que estaba durmiendo, pegada una de los paredes de las paredes del mostrador roncando.
- Disculpe señor -dijo Lucy para suavemente para despertar al señor.
Y el anciano se despertó repentinamente que asustó a Lucy. Cuando se despertó, lo primero que vio fue los mayúsculos senos de Lucy-
- ¿Desea algo señorita? -preguntó el señor mientras observaba fijamente en el escote de la chica haciendo que se le cayera la baba.
- Quisiera un billete para el primer tren que pase por aquí ¿podría decirme adónde se dirige?
- El próximo se dirige a Fressia y llegará aquí en dos horas.
- Vale y ¿cuánto costaría el billete?
- Cincuenta jewels
- Deme uno, por favor.
Mientras ella sacaba el dinero de su cartera, el anciano hizo un gesto pervertido, del cual consistía mover los dedos haciendo referencia al deseo de agarrarle los pechos. Cuando Lucy viró la cabeza hacia él, se quedó extrañada por su comportamiento. Y se dio cuenta de lo que estaba pasando.
- ¡Deje de mirar ahí!
Cogió su billete y se fue directamente a los bancos a la espera del tren. Estaba entusiasmada con lo que iba hacer. Cuando llegara a Fairy iba hacer de todo menos decir su apellido Heartfilia para evitar problemas.
Movía las piernas de un lado a otro, esperando al tren. Debido al aburrimiento abrió la guía y empezó a mirar un poco de información sobre Fressia.
Según leía en la guía, la ciudad contaba con doscientos mil habitantes cuyo patrimonio cultural destacaba la plaza mayor y la catedral. Cuando Lucy terminó de leer apareció el tren y lo primero que vio salir fue al revisor. Se trataba de un hombre corpulento de mediana edad con el pelo castaño con algunas canas y barba.
- Buenas noches ¿desea subirse a este tren? -preguntó al revisor.
- Si -contestó la rubia.
El revisor le marcó el billete y ella entró en el tren sin más preámbulo. Todo el viaje se lo pasó durmiendo ya que no había dormido nada en todo lo que se llevaba de noche. Dormía cómodamente sentada mientras se apoyaba en el cristal de la ventana. La imagen era bastante adorable si se le añadía la manta que fue a dada a petición de Lucy. Parecía una niña que mostraba su inocencia que descansa para derrochar más. Mientras tuvo un peculiar sueño cuyo argumento era ella jugando con una casa de muñecas con una Acuario y que a diferencia de la original era muy simpática.
Cuando Lucy se despertó se lamentó de que Acuario no fuera así porque cada invocación que hacía era una riña y otra lección de natación que tenía que aprender. Pero no había por qué darle vueltas al asunto porque los sueños, sueños son.
Cuando Lucy miró a la ventana miró que había llegado a una estación que ponía "Fressia" pero cuando lo miró el tren se había puesto en marcha.
Se levantó y corrió hacia la puerta del vagón, y cuando la abrió saltó sin pensárselo sin pensarlo dos veces. El problema de aquel acto fue que al pisar tierra se dio de bruces contra el suelo y para colmo se le cayó el equipaje en la cabeza y se le levantó la falda mostrando sus bragas al público.
- ¡Bonitas bragas, guapa! -decía un chico a lo lejos.
Para cualquier pervertido que esté leyendo este relato diré que las bragas eran de color rosa.
Lucy se levantó rápidamente para no mostrar sus vergüenzas.
- Bueno hemos llegado -se decía ella misma.
Había llegado a Fressia a las siete de la mañana lo que marcaba el comienzo de su viaje.
Estaba desayunando en la cafetería de la estación cuando cogió el periódico que había en la mesa y empezó a leer los titulares: "El Gobierno busca a un Traficante de Mujeres" , "Hundimiento de un Barco Cerca de la Isla Galuna". "Fairy Tail vuelve a gestar un destrozo". Lucy se puso a leer con detenimiento esa noticia. "El gremio de magos ubicado en la ciudad de Magnolia organiza otro destrozo en la ciudad de Ársmata que implicó la destrucción de la avenida principal mientras uno de los magos realizaba un trabajo. Los daños suman por el momento catorce mil millones de jewels..."
Apenas conocía a algún miembro del miembro, solo conocía a Mirajanne Strauss, del cual ella posaba de vez en ocasiones para la revista de magia "Hechicero Semanal". Esto le hizo darse cuenta de que la gente tenía mucho potencial, esto significaba que esto de entrar era complicada pero no se preocupó porque con esfuerzo lo conseguiría.
Se levantó y pagó la cuenta por un croissant de jamón y queso y un barraquito que costó en total cincuenta jewels.
Salió de la estación y empezó a visitar la ciudad. Sobre las diez y media de la mañana visitó la iglesia considerada de alto patrimonio histórico. La arquitectura consistía en un edificio con forma de ortoedro con cuatro torres en las puntas de la figura geométrica con una campana en cada torre y que las delanteras eran más altas que las traseras con respecto a la entrada principal de la infraestructura. A Lucy le gustó que de hecho se sacó una foto y menos mal que lo hizo porque unos meses después iba ser destruida por hombre que le cambiaría su vida.
Sobre las doce de la mañana decidió ir a una tienda de ropa para asegurarse de tener siempre ropa limpia. En este caso iba comprar específicamente ropa interior, cosa que al lector masculino más resabiado le encantará esta parte de la narración.
Se compró un hilo rojo, un tanga transparente y un encaje azul con un lazo rosa por la parte del escote. Ante esta compra tan singular la dependienta, una señora de cuarenta años con pelo negro y rizado, se quedó perpleja. Mirando a aquella chica alegre, se le vino a la cabeza de que se trataba de una meretriz pero luego concluyó con que se iba a esperar con las chicas de hoy en día y su mentalidad liberal. Pero le cobró al instante y fueron doscientos jewels.
Por la noche, Lucy reservó una habitación de hotel de la cual se hospedó a partir de las cinco de la tarde ya que en la ciudad no había mucho que ver.
Empezó a escribir una de sus múltiples novelas, de las cuales les daba vergüenza mostrarlas al público por su posible mala calidad. Aunque si pudiera ella venir a nuestro mundo y conociera libros como Crepúsculo o Cincuenta Sombras de Grey, se sentiría orgullosa.
Se acostó a las nueve ya que quería madrugar para seguir con su viaje. En cuestión de diez minutos consiguió conciliar el sueño. Dormía como una niña. Una clase de niña clase que no quería que la sacaran de su propio cuento de hadas y princesas. Pero había crecido y era una joven con el cuerpo de Venus en el que florecía un cabello rubio como la cerveza, unos ojos marrones como el café y unos senos grandes que se podía confundir con melones.
Sobre la media noche se despertó y vio una silueta de una persona que se dirigía hacia ella. Esto le hizo que su corazón se empezara a acelerar ante lo que podía pasar.
Seguía acercándose y el corazón se le aceleraba aún más a cada paso que daba. El miedo le hizo sentarse sobre la cama y apoyarse en la pared. Vio un extraño brillo sobre la silueta, mostraba una mezcla de colores que componen el arco iris y cuando se acercó a Lucy mostró. Era una mujer con el rostro idéntico al de ella, era su madre Layla.
- Perdona que entré sin llamar, sé que no es esta la hora y menos el lugar -decía el espíritu de su madre.
- ¿Qué haces aquí? -preguntó Lucy.
- Tenía que contarte que en el cielo no se está tan mal-
Lucy sonrió y su madre hizo lo mismo.
- Nunca imaginé que ibas a volver a verme.
- Mañana ni te acordarás, tan sólo es un sueño.
- Pues para serlo, volver a verte es una alegría -dijo Lucy mientras la abrazaba.
- Cuando me marche mi vida estará en paz en la Tierra. Yo solo quería despedirme, darte un beso y verte una vez más. Prométeme que serás feliz en esta nueva etapa de tu vida, Lucy.
- Claro que sí, mamá.
- Te pones tan guapa al sonreír desde eras niña hasta ahora -le devuelve el mismo gesto de abrazo- Así quiero recordarte, hija mía mejor que en el mundo real.
- ¿Cómo que estás aquí?
- Pedí permiso y sólo me dejan venir a través de tus sueños.
- Me alegra que estés aquí conmigo -decía Lucy sonriendo y derramando alguna lágrima por la emoción.
- Lo siento si en aquel día triste no te dije un adiós al partir.
- No te preocupes, nadie decide cuando morir.
- Me siento muy orgullosa de haber criado a una niña tan buena como tú.
- Gracias mamá, nota que no eres como papá.
- Entiende que tu padre no volvió a ser el mismo cuando me fui.
- No sé yo.
- Algún día lo comprenderás. Se está haciendo, debo marcharme, ahora te toca a ti seguir forjando tu propio destino.
- Por supuesto que lo haré mamá.
- Ahora debes descansar, deja que te arrope como años atrás.
Lucy se acostó de nuevo y su madre le puso la manta encima hasta lo hombros, y recibió un beso en la frente como gesto propio de una madre hacia su hija.
- En unos segundos vas a despertar -afirmaba su madre.
- Adiós, mamá.
- Adiós, Lucy.
Y la chica cerró los ojos y los volvió abrir. Era de día y la ventana que estaba en frente de la cama, le iluminaba la cara lo cual era molesto y se tapó los ojos.
Se levantó de la cama y no se acordaba de nada sobre lo que había pasado pero sabía que era algo importante para ella.
