Había pasado ya tres meses desde que Lucy salió de su casa y la verdad es que no podía quejarse de aburrimiento como en casa.

Se encontraba por el oeste de Fiore, a diez minutos de un pueblo costero situado en un valle. El acceso al pueblo era un tanto complicado, la única manera de llegar era por una serie de caminos que se encontraba en las montañas que formaban el valle y que poseían muchas curvas.

La caminata se hizo eterna para Lucy, tanta vuelta de un lado para otro en todas las montañas con el equipaje en la mano y caminando sobre unos senderos poco preparados se le hacía tortuoso.

Cuando llegó estaba sudando y jadeando. El sudor provocó que la camisa se le pegara el cuerpo y se marcasen los pezones. Para no estar llamando la atención decidió cambiar la camiseta detrás de una pared de una casa abandonada.

Tras cambiarse la camiseta avistó el cartel que avistaba el pueblo. "Bienvenidos a Picconia" eso era lo que leía. En verdad el pueblo no era nada espacial pero Lucy pasó por ahí para comer ya que no había algún sitio más cercano. En ese lugar habitaban 2000 habitantes cuya ocupación general era la agricultura donde cultivaban en unas terrazas situadas en las laderas de la montaña. Aquí lo que se plantaba eran cereales, papas y tomates.

Lucy bajaba por las escaleras de piedra que llevaba a la plaza del pueblo. Durante la bajaba vio aun hombre mayor de sesenta años gordo en una de las terrazas de cultivo con un rastrillo en la mano.

- Señor ¿Se puede saber por qué está disfrazado de vampiro? -preguntó Lucy sorprendida.

- Es para sembrar el pánico -le contestó el señor.

Y Lucy se puso la mano en la cara en reacción a la respuesta ridícula que expresó el señor.

Ya en la plaza mayor no vio un alma tan solo a un gato negro que le faltaba el ojo derecho y que tenía una infección por debajo de su boca. Lucy se apenaba con solo verlo y no poder hacer nada. Y de repente una de las puertas de unas de las casa se abrió y apareció una señora gorda mayor con una pala en la pala.

- ¡Muérete puto gato de mierda! -gritó la señora y a su vez le golpeó con la pala como si fuera una pelota de golf provocando que volara hasta el barranco.

Lucy se quedó perpleja ante aquel acto de crueldad, entonces la señora volvió a entrar pero salió una niña de doce años de pelo largo castaño con ojos marrones y Lucy fue hacia ella educadamente para preguntarlo lo ocurrido.

- ¿Puedo hacerte una pregunta? -expresó Lucy.

- Por supuesto -contestó la niña.

- ¿Por qué tu abuela trata de esa manera al gato?

- Porque ella lo odia y dice que siempre la persigue aunque lo adaptamos pero nadie lo quiere porque ella no lo quiere pero a pesar de ello siempre vuelve. Una vez mi hermano mayor intentó meterlo en el horno.

Lucy se quedó perpleja ante el comentario de la niña pero prsiguió la conversación.

- ¿Cuál es el nombre del gato?

- No tiene nombre se quedó como "puto gato de mierda" porque mi abuela lo quiso así.

Lucy se puso la man otra vez en la cara. Se dió cuenta de que estaba en un pueblo de raros.

Media hora después de aquella conversación tan kafkiana llegó a la costa y lo primero que hizo fue bañarse en una piscina natural del cual se puso un bikini rojo del cual llamaba la atención.

De hecho en lo alto de del paseo marítimo unos niños pre-adolescentes espiándola y sacándole fotos pero a ella le daba igual ya que eso correspondía la edad y mientras no fueran adultos pervertidos no había de qué preocuparse.

Sobre las doce del mediodía almorzó, el restaurante era pequeño y tenía también la función de bar. En la barra había un hombre de pelo corto moreno llevaba bata, mascarilla y suero conectado. Lucy intuía que tendría algún problema de salud grave pero las acciones de ese hombre le desconcertó. El hombre estaba bebiendo ron y fumando como si no hubiera un mañana. Lucy no se creía lo que veía pero parecía ser que ese hombre quería morir.

Lucy comió choco con mojo verde, era la primera vez que lo probaba y le gustaba. Después para irse, pidió la cuenta y se lamentó de haberlo hecho.

- ¡Setenta mil jewels! -le entraron hasta las ganas de llorar hasta la semejante estafa que sufría.

- La vida aquí no es fácil por algún sitio se debe sacar el dinero ¿no crees? -decía la dueña del local.

Tras esa costosa comida la rubia se fue a una playa nudista que estaba a cinco minutos del pueblo aunque no ella no lo sabía. Cuando llegó vio tanta carne suelta que tuvo hasta que salir corriendo del miedo que tenía aunque tampoco sabía que cuando llegase a Fairy Tail tendría que convivir con uno de ellos. Esto provocó que se le cayera el equipaje. Tuvo que dar la vuelta porque se había dado cuenta de ello y cuando llegó la vio intacta. Pero la revisó y no lo estaba. Miró la cartera y se dio cuenta de que le habían robado, esto y la comida desorbitada la dejó con quinientos jewels. Lucy pegó un grito que se notó su desesperación al saber que estaba en la ruina.