Lucy se dirigía hacia el siguiente pueblo. El hecho de quedarse sin blanca viaje, le obligó dirigirse hacia el pueblo de Vinum, para hacer un trabajo que había leído en un periódico. El trabajo consistía en ayudar en las fiestas del pueblo.
Fueron tres días agotadores en los que tuvo que economizar la comida, tan sólo se comió en todo el trayecto una chocolatina de la cual fue robada para no gastar nada. Tras ese viaje donde ayuno fue el principal protagonista, Lucy por fin llegó al pueblo. Era otoño y era la vendimia del vino del cual era motivo de fiesta, se trataba de unos de los principales de plantación de vid en el reino de Fiore. La razón de participar era porque daban a cada voluntario cien mil jewels y Lucy necesitaba el dinero más que nunca. El anuncio pedía que fueran voluntarias jóvenes con un cuerpo esbelto, esto le sonaba muy pervertido pero la situación era de extrema emergencia.
Llegó al pueblo sobre las ocho y media de la mañana, al primer lugar que se dirigió fue al ayuntamiento. Mientras caminaba Lucy veía las decoraciones para la fiesta y eran paupérrimas. Tan solo veía algunos banderines colgados, uno en cada calle y todos los muros llenos de pintadas que decían "Abajo el alcalde", "Alcalde chorizo" y "Queremos nuestro dinero". Esto le daba a Lucy una idea en el lugar en el que se había metido pero esperaba al menos que se tuviera un mínimo de educación.
El ayuntamiento se encontraba en la plaza mayor del pueblo y se trataba de un edificio rectangular con la torre del reloj en forma de prisma de base cuadrada en el centro de la fachada. Lucy entró en el edificio y se encontró en la recepción a una mujer de pelo revuelto buscando unos papeles y a un hombre corpulento de pelo canoso engominado para atrás con panza, apoyando un brazo sobre la mesa mirando a la secretaria.
- ¡Encuentra inmediatamente ese papel, vamos a meternos en problemas como no lo encontremos! - bramó el señor a la secretaria.
En ese momento el señor giró la cabeza y puso la mirada en Lucy.
- Vaya ¿Qué hace una chica tan guapa por aquí? Es para el voluntariado de la fiesta ¿verdad?
- ¡Aye! -contestó Lucy educadamente.
- Pues subamos un momento a mi despacho.
Lucy subió las escaleras inocentemete mientras seguía al señor que ponía una cara del maldad sin que ella lo viera. Este iba a ser uno de los múltiples episodios de humillación que iba a sufrir Lucy Heartfilia a lo largo de su vida en donde las temáticas protagonistas eran palizas y fanservice. Pero esta era especial porque iba a ser el comienzo de una sucesión que parecía no tener final.
Llegaron al despacho y el señor se apoyó su mano derecha en el escritorio mientras que con la izquierda cogía y se encendía un cigarro. El despacho era una sala cuadrangular del cual el mobiliario se situaba de la siguiente manera: Al fondo se encontraba el ventanal que daba lugar a un balcón que daba vistas a la plaza mayor del pueblo, por el lado izquierdo se encontraba una chimenea y por el derecho se encontraba un armario y un archivador de color morado por las cerraduras de oro, la primera, el la que Lucy se fijó estaba un poco abierta.
- Veo que leíste el anuncio -decía el señor mientras se fumaba el cigarro con mucha parsimonia- Soy el alcalde de este pueblo, Geretsuna Otoko ¿y usted cómo se llama?
- Lucy
- ¿Apellido?
En ese momento Lucy se quedó unos instantes pensativa ya que no podía decir su verdadero apellido porque iba a revelar su identidad.
- Deniora
- Encantado de conocerla
Ambos se dan un apretón de manos a lo que el alcalde continúa.
- Me alegra saber que una chica tan hermosa como usted trabaje de voluntaria en esta fiesta. Ya que creo que eres la única que lo he hecho.
- ¿En serio?
- Si, pero no importa porque gracias a ti se ha evitado que la fiesta se suspendiera. Para el pueblo sería un gran dama. Se lo agradezca.
- No hay de qué. Una pregunta ¿se puede saber qué tengo que hacer?
- ¿No leíste el periódico del día siguiente al primer anuncio?
- No
- Pues es muy sencillo tienes que ponerte esto -mientras hablaba se dirigía hacia al armario y cuando la abre- y bañarte en chocolate derretido -le enseña lo que hay dentro del armario, un trikini verde lima.
- ¿¡Qué!? -los ojos de Lucy se le salían de las cuencas de una manera sobrenatural- ¡Me niego hacer esto! ¿Cómo ha podido usted hacer una cosa así?
- Verás es que en los últimos años el turismo ha bajado y este pueblo a pesar de producir vino de gran calidad está el borde de la bancarrota. Y no se me ocurrió mejor idea que crear una musa perfecta para las fiestas donde asistirán miles y miles de desesperados y viejos verdes. Y tú eres la chica perfecta -mientras terminaba la última frase, acarició la mejilla izquierda de Lucy.
- ¡Ni hablar! ¡Jamás aceptaré un trabajo tan denigrante como este por mucho que necesite el dinero! ¡Es usted perverso! -en ese mismo instante a Lucy le crujieron las tripas, esto demostraba lo que poco que había comido a causa del poco dinero del que disponía. Con esto se puso las manos en la barriga para que no le sonora- Seguro que alguien está luchando por que esto no suceda -le vuelve a crujir la tripa con más fuerza- Vale acepto, necesito comer algo.
- Perfecto, cuando termine la fiesta vuelve aquí y te daré lo que te debo. Ahora póntelo para ver como te queda.
Lucy se lo probó en la habitación de al lado y se vio delante del espejo. Se le marcaba todo sobre todo la parte de los senos del cual prácticamente se le salían tres cuartas partes por no decir que no se le salían los pezones a los que se marcaban mucho.
"¿Por qué a mí?" Se decía Lucy ante la escena lamentable que sufría mientras se veía en el espejo. En ese mismo instante apareció el alcalde, lo cual le asustó su presencia.
- Vaya vaya -decía el alcalde que le tocaba el culo como viejo verde que era, lo cual repugnó a Lucy y le golpeó en la mano ante el descaro del señor- A las dos de la tarde comienza el espectáculo, no me defraudes -y con una sonrisa malévola se fue.
Eran las dos, la plaza mayor estaba abarrotada de hombres de mediana y envejecida edad que en su totalidad eran divorciados o viudos. Aunque era un poco extraño que no estuviese el maestro de Fairy Tail pero tenía asuntos pendientes, como por ejemplo educar a los suyos para que los suyos no fueran autores de un cataclismo global.
Apareció el alcalde como presentador del pueblo, cogió el micro y dijo:
- ¡Caballeros de Fiore o del extranjero, tengo la gratitud de presentaros a la primera musa de las fiestas de la vendimia! ¡Lucy Deniora!
Y Lucy apareció saliendo de un baño portátil. Nunca había sentido tanta vergüenza en su vida. Se dirigió hacia la piscina de plástico que estaba llena de chocolate líquido hasta la mitad acompañado de un tanque lleno con una manguera incluida. Caminaba con unos tacones de aguja que le obligaba a caminar de tal forma que parecía una stripper, además de la multitud de monos en celo que no paraban de fotografiarla lo cual hacía que fuera una situación más denigrante de lo que pensaba.
Llegó a la piscina, se quitó los tacones y se puso de rodillas.
- ¡Hoy la señorita Deniora nos dará un hermoso espectáculo de usos alternativos del chocolate!
Todos los hombres espectadores gritaban al unísono como puercos en celo ante el comienzo del espectáculo. Lucy para poder hacer su trabajo utilizó el siguiente truco: imaginarse que nadie estuviera en el lugar. Cogió con las manos un poco de chocolate y se lo untó en los pechos como si fuera pan con mantequilla. Los espectadores masculinos gritaban como locos pero ella hacía oídos sordos. Después decidió revolcarse como un cerdo en la piscina, haciendo que todo su cuerpo pareciese una tarta dulce y preparada para comérsela.
El alcalde abrió la manguera y Lucy abrió la boca para recibir más chocolate, le gustaba su saber, dulce como ella le gustaba. Este manguerazo provocó que su cuerpo se embadurnara en su totalidad de chocolate, incluido su pelo. Tras acabar con esa acción, la chica decidió remover también las zonas que cubría el trikini. Mientras lo hacía, parecía que la prenda se iba a rajar por algún lado, especialmente por la zona de los especialmente por la zona de la delantera donde quedaba más ajustada la prenda.
Y llegó la guinda del pastel, el alcalde le dio un bote de nata montada.
- ¡Y para terminar, un poco de nata montada en los pechos!
Los espectadores estaban eufóricos ante lo que iban a ver pero Lucy se hizo la sorda. Sin pensárselo enseñó los pezones, se puso nata sobre los dos y se los empezó a lamer hasta no dejar nada. Y ya para finalizar cogió un poco de chocolate con el dedo índice derecho y se lo chupó.
Una hora después de eso mientras se lavaba Lucy se empezó a pensar como pudo denigrarse de esa manera por una monedas de plata. Mientras se lavaba el pelo, apareció de nuevo el alcalde, persona a la cual se había ganado toda su repulsión a pulso.
- Muchas gracias por tu colaboración, espero que sea lo mismo para el próximo, aquí tienes tu recompensa -dijo el alcalde mientras le daba el dinero pero eran dos jewels mucho menos de lo que le habían prometido.
- ¿Pero no eran cien mil jewels? -preguntó Lucy extrañada.
- Ya pero verás es que no puedo darte lo anunciado en el periódico porque las ganancias no han sido las esperadas.
- Pero me dijo que eran cien jewels.
- Lo siento pero el presupuesto del ayuntamiento no da para rameras baratas.
Ese comentario fue tan ofensivo para Lucy que provocó una cólera tan violenta en ella que era comparable con una una erupción pliniana. En ese momento abrió su equipaje y cogió su látigo que le regaló su madre y lo desenrolló.
- Repita eso última que acaba de decir -le ordenó Lucy con el cejo fruncido y con el látigo en la mano.
El alcalde se cagó de miedo y salió corriendo para esconderse en su despacho pero Lucy lo persiguió. En el momento que el alcalde iba a cerrar la puerta, la rubia con toda la fuerza de su pie consiguió frustrar su plan.
- ¿¡Como ha podido humillarme de esa manera, pagándome menos de la mitad y tener la desfachatez de llamarme ramera!? -insistió Lucy dando latigazos en el suelo.
- Es que... -intentó excusarse el alcalde
- ¡Pónagse a cuatro patas!
Y el alcalde se puso como un perro sin rechistar.
- Ten piedad por favor
- Claro que la tendré... pero como yo quiera.
Entonces Lucy se fue para el archivador, cogió el cajón que estaba estaba abierto y lo puso encima del escritorio.
-¿¡Se puede saber que está haciendo!?
- Intuyo que usted tiene algo escondido en ese archivador.
Lucy empezó a coger papeles para leerlos.
- Vamos a ver que tenemos aquí. ¡Oh vaya! ¡Una cuenta bancaria de tres mil millones de jewels en el principado de Verónica evitando toda clase de impuestos! -pasa al siguiente otro- ¡Sobornos a todos a todos los activistas! -pasa a otra- ¡Sobresueldos a sus consejales! -para de leer- Es usted aparte de ser un cerdo machista, es también un cacique corrupto responsable de la quiebra del pueblo que lo único que ha hecho es vivir a costa del pueblo. ¿Y se puede saber que era ese papel que quería que buscara su secretaria?
- El... papel... reve... laba infor... mación... sobre una expropapiación injustificada de las tierras de un pobre campesino para construir un casino -contestaba el alcalde temeroso.
-Alguien como usted no merece ninguna piedad.
Lucy empezó a darle latigazos en la espalda a la vez que le pisoteaba el trasero. Luego le cogió por el cuello y le metió un par de puñetazos haciendo que sangrara por la nariz. Enrolló su látigo en el cuello y le tiró del pelo.
Abrió la puerta el ventanal y salió al balcón agarrando al alcalde con toda la mala leche del mundo.
- ¡Gente de Vinum! ¡Tengo que deciros una cosa! -dijo Lucy gritando desde el balcón en ese momento mucha gente salió y de las puertas de sus casas o abrió las ventanas para escucharla- ¿¡No estáis hartos de que este alcalde siga arruinado vuestro pueblo con el fin de enriquecerse!?
- ¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! -gritó todo el pueblo a la vez.
- ¡Pues entonces es vuestra hora de rebelarse y demostrarle que el pueblo siempre manda y que no se deja de pisotear tan fácilmente por burócratas! ¡Entrad para acá y dadle su merecido!
Y todo el pueblo fue hacia al ayuntamiento como una estampida de búfalos lo que hizo que Lucy que tuviera que salir a trompicones al dejar en el suelo alcalde y coger el equipaje. De hecho terminó por tirarse desde el balcón con el trikini puesto y todavía sucia. Salió ilesa ya que no había mucha altura entre el balcón y el suelo. Cuando se levantó vio como los habitantes del pueblo ataban al alcalde a un palo. En un momento pensó si se había excedido pero comprendió lo que el pueblo había sufrido.
Decidió alejarse del foco hostil, tocó la puerta de una casa aislada con respecto al resto que se encontraba ubicada en la montaña de la zona.
- A ver ¿quién es? -preguntó la persona que abrió la puerta, una señora bajita de pelo liso y con dos colores, negro y canoso- Vale eres la pobre chica a la que el cochino de nuestro alcalde la humillado. Seguramente querrás ducharte y cambiarte. Ya que el centro del pueblo está un poco revuelto hoy por lo que oigo. Puedes entrar.
- Muchísimas gracias -agradeció Lucy con una sonrisa.
- ¿Quién es Bertila? -preguntó la voz de un señor mayor que era probablemente su marido.
- ¡Una chica joven! ¡Muy guapa, por cierto! ¡Ni se te ocurra ponerle las manos encima que te conozco! ¡Todavía me pregunto como no te he echado de casa después de todas las veces que me has engañado!
Lucy entró con un poco de miedo pero no pasó nada más ya que el matrimonio mayor no se hablaba. Se vistió y se duchó en una hora, y sobre las cuatro y media salió del pueblo.
Meses más tarde, curiosamente, en la plaza mayor del pueblo se levantó una estatua en su honor de un metro en la que ponía la inscripción "Lucy, la revolucionaria del pueblo" con la vestimenta de aquel trikini verde lima que no tuvo otra opción que llevárselo. Años después lo vería y se moriría de vergüenza.
