Había pasado una semana desde que Lucy estuvo en Verqua y llegaba a la cuidad de Furie. Una ciudad situaba en el centro de Fiore ubicado concretamente a las orillas de un río. Se trataba de una cuidad de tamaño medio construida artificialmente cincuenta años atrás pesada solo para el ocio. Por lo tanto el lugar estaba lleno de hoteles, spas, casinos y toda clase de infraestructuras destinadas para ese fin.
Y nuestra protagonista, Lucy Heartfilia llegaba a esa ciudad. Decidió tomarse un descanso tras haber hecho un trabajo que podría haber acabado en desgracia, y ese descanso iba a ser en un balneario. Eran las nueve de la mañana cuando llegó y lo primero que hizo fue a ir a un quiosco para ver la actualidad ya que pensó que llevaba tiempo desconectada de la realidad global. Se encontró dos titulares bastantes interesantes que le afectaban: el primero era que detuvieron a los secuestradores de Wiria y el segundo era que el ex-alcalde de Vinum iba a ser juzgado el próximo mes. Esto fue una alegría para ella ya que unos hombres que la habían hecho pasar canutas iban a recibir su castigo.
Se dirigía al hotel donde iba a dejar el equipaje cuando en la recepción del hotel se encontró con alguien especial. Se trataba del príncipe Maxwell, heredero al trono de Surnaria. Era un chico alto, atlético, rubio de ojos azules y tenía dos años más que Lucy. Era ese típico príncipe azul sacado de los cuentos tradicionales. Lo conoció cuando tenía cinco años, la razón fue que los servicios de su padre Jude fueron contratado para la construcción de una línea ferroviaria que conectaba el norte y sur del país. Durante la época de negociación y construcción Lucy se había hecho amigo de él, de hecho compartía dos misma pasiones, la lectura y la escritura, a la que a su vez que en uno de esos múltiples sueños infantiles pensaron juntos en crear una revista literaria. Lucy se enamoró de él siendo una niña ya que ya como sabemos, no tenía amigos y esto era lo único que conocía. Pero todo se quedó en nada cuando ella y su familia se fueron tras finalizar las obras de más no supo de él hasta el año anterior en el que él y su padre fueron invitados a la boda de Maxwell y su esposa en la que apenas se vieron, tan solo una efímera mirada cara a cara.
Maxwell se encontraba en esos precisos instantes en unos de los sillones hablando seguramente con amigos o conocidos. Lucy se quedó fija mirándoles a los ojos a ver si la reconocía. En cuestión de diez segundos el príncipe desvió la mirada hacia ella.
- ¡Lucy! -exclamó su nombre mientras se levantaba y se acercaba a ella.
- ¡Maxwell! -dijo Lucy llena de felicidad que cuando llegó él a su posición posición y se dieron dos besos en cada señal de saludo.
- Hacía un año que no nos veíamos ¿qué haces en un lugar como este?
- Esto... -no podía decirle la verdad de su fuga lógicamente porque seguramente llamaría a su padre obligándola a volver- Simplemente venía a hacer un recado para mi padre... Tenía que recoger un dinero de una persona que le debía.
- Normalmente tu padre viene siempre en persona ante este tipo de circunstancias, que extraño -esta afirmación que hizo Lucy temblara.
- Bueno... es que... ahora no podía... tenía mucho papeleo ahora -dijo ella con una excusa improvisada.
- Bueno eso se entiende -Lucy suspiró por dentro- Por cierto ¿te apetecería venir esta noche a un club que se encuentra a diez minutos aquí? La entrada es gratis.
- Por supuesto pero ¿se podría saber que se hace que se hace en ese sitio?
- Simplemente se charla y se disfruta de una buena comida, y vino. Deberás ir de etiqueta ya que se trata de un club selecto.
- Pues yo no tengo traje -dice Lucy triste.
- No te preocupes que yo tengo uno en la habitación aunque es de mi esposa así ten cuidado en no estropearlo.
- Por supuesto -dijo ella con una sonrisa.
El traje era de color salmón adorna de unos estampados de líneas verdes en los bordes, le encantó cuando se lo robó en la habitación del príncipe.
Eran las nueve de la noche, la hora acordada, Lucy y él solían juntos a la calle sin cogerse de la mano por razones obvias. La ciudad estaba en su momento de belleza, no había ningún rincón en el que estuviese apagado lo cual daba la sensación de un paisaje diurno en vez de una nocturno.
Caminaban sobre el puente con el que se podía cruzar el río cuando Maxwell se paró en seco en medio de lugar para decir una cosa importante a Lucy.
- Espera que disfrute del regalo que te vamos hacer.
- ¿A qué te refieres con "regalo"?
- Cuando llegues lo verás.
Y continuaron como si nada. Llegaron al club que cuyo logo mostraba su nombre "Club Lucky" se trataba de una especie de templo de estilo clásico de dos plantas con cinco ventanas, tres arribas y dos abajo, acompañado de una gran puerta que estaba abiertos en aquellos precisos instantes estaba abierta adornada de dos esfinges a cada lado y el techo era triangular donde se ponía un ojo brillante que cubría la parte superior de la fachada.
El lugar era bastante siniestro para Lucy pero teniendo a Maxwell de compañía no había de que preocuparse o eso creía. Entrando ya en el recinto daba una apariencia todavía más misteriosa, el suelo estaba completa por baldosas blancas y negras como si fuera un tablón de ajedrez, iluminada con unas lámparas de araña con una decoración minimalista, y en la esquina izquierda casi al lado de la puerta se encontraba una barra en la que te atendía un señor de mediana edad alto, delgado y con una cara inexpresiva. En el fondo de la sala se hallaba unas escaleras que daban lugar a una puerta de la que probablemente daba lugar a una sala.
Todo el mundo estaba hablando con alguien, en los instantes de después entrar en el lugar, el príncipe se encontró con un grupo de amigos y amigas que le dieron la bienvenida a Lucy. Terminados los saludos apareció una supuesta pareja de hombre y mujer por las escaleras.
- ¡Que comience la fiesta! -clamaron los dos a la vez.
Y las luces se apagaron y fueron sustituidas por luces de neón de color rojo y verde, la puerta se cerró y empezó a sonar la música suave de estas en las que cierras los ojos y no te despierta hasta pasadas unas horas.
Todos los amigos y ellos se sentaron en una esquina, y empezaron a beber alcohol descontroladamente pero a Lucy no le gustaba ya que lo encontraba asqueroso pero la presión social era exacerbada lo cual hizo que se tentara.
- Venga, Lucy, bebe -le animó el príncipe Maxwell.
Y Lucy cogió una ligera copa y se puso un dedo de vino. Se le bebió y le gustó.
- Uuuuunnnh que rico -expresó Lucy.
- Aquí se sirven las mejores bebidas alcohólicas de Isghar y Arakistasi -explicó Maxwell.
Pasaron las horas y Lucy se bebió hasta el agua de los floreros quedándose como es evidente borracha. Le empezaba a costar ver el entorno que le rodeaba solo veía distorciones. Cogió un puro de opio que estaba en la mesa, pidió fuego y empezó a fumar. Pero tres caladas provocaron que la dejaran inconsciente pero a su vez empezó a tener una serie de sueños o alucinaciones muy extrañas.
Se despertó en una habitación gris en medio de una escena erótica gay. Se encontraba un chaval de quince años de ojos verdes a atado a la cama junto con un chico de ojos rasgados y pelo negro de pie con una fusta en la mano. Ambos estaban desnudos.
- ¡Pégame como aquella vez en el juicio! -decía el chico atado con una vez con carga sexual. Y el chico de ojos rasgados le dio con la fusta en el vientre repetidamente provocando el placer del chico atado.
Esto provocó tanto miedo a Lucy que salió corriendo en la habitación pero al salir se quedó en suspensión sobre la nada. Al instante empezaron a crearse una escena de lo más extraña. Se creó una bóveda como si fuera una manta llena de harapos con piezas iguales descocidas, con un suelo compuesto de un mar amarillo muy revuelto y al centro de la escena una isla de acero, donde se encontraba un ser largado con una cara inexistente que emitían risas chirriantes que desafiaban los tímpanos. Este ser estaba rodeado a su de unos esbirros de un diseño minimalista que sujetaban pantallas que mostraban visiones del futuro aunque ella no lo sabía. La primera visión se trataba de ella vestida de sirvienta, luego se alternó a otra de ella vestida de gatita, la siguiente de ella en bikini y luego la última de ella desnudada por un dragón. Eran visiones donde le mostraban como el fanservice le perseguiría hasta el final de los días aunque no hiciera caso omiso de ellas. Entonces tras terminar aquella ssucesión de escenas la bruja cogió a Lucy y se la comió.
Se volvió a despertar se encontró en el suelo en medio de un ejército rocoso. Iba a levantarse pero una extraña fuerza hizo empujarla de nuevo contra el suelo. La presión era tan fuerte que a Lucy le dolía. En esa escena aparecieron dos hombres con una espada luchando llevaban una túnica negra ambos.
- Veamos quién es el shinigami más fuerte -decía uno de ellos. Y un nuev choque de espadas provocó una fueret explosión que mandó a la rubia volar.
Lucy se despertó y de repente vio un monstruo de apariencia humanoide que la cogió y se la comió.
Lucy volvió otra vez a despertar y esta vez sí que de verdad. Estaba con una venda en los ojos, desnuda con todo el cuerpo rodeados de vendajes que también que le hacía estar adherida a una barra fría de metal por la espalada.
- ¿Dónde estoy? -preguntó Lucy incómoda.
- Querida estás en el Club Lucky, en la sala de los fetiches -decía Maxwell mientras le quitaba la venda.
Ya cuando vio la claridad se encontró a él y a todos los demás de la sala llevando una máscara blanca. Todos la estaban contemplando salvo otro sector del otro lado de la sala que observaba a dos chicas desnudas, una peliazul con un mechón rojo y a una morena de pelo largo, besarse apasionadamente.
- ¿Sala de los fetiches? -preguntó Lucy con miedo.
- Verás esta sala es para después de la fiesta y disfrutar de la fantasía de los clientes, y la verdad es que hice bien en traerte aquí porque parece que todo el mundo le gusta tu cuerpo -dijo él mientras le estaba manoseando el seno derecho.
Esto provocó la tal indignación de Lucy que rompió los vendaje, que a decir verdad no estaban muy bien sujetos, le metió una patada en la cara a Maxwell y salió corriendo desnuda para no ver esa escena desagradable. Incluso entró en hotel desnuda, cogió su equipaje y salió cagando leches de la cuidad. No podía creerse que de ese príncipe azul apuesto se encontrase un depravado.
Meses después fue detenido él y todos los miembros de ese club por tráfico de drogas y explotación sexual. Este escándalo y muchos otros llevaron a la monarquía de Surnania caer y proclamarse la República.
