BIENVENIDOS A UNA NUEVA HISTORIA NARRADA MÁS, DEL MARAVILLOSO UNIVERSO LITERARIO DE LWA
¡ABRO TELÓN!
I
Ocurrió luego de la explosión. Como una ola de polvo que se levanta sobre los edificios y cubre el cielo de un desdeñoso color grisáceo, para después desplomarse sobre el suelo recorriendo cada esquina y rincón de las profundas y alargadas calles de la ciudad de Blytonbury, al mismo tiempo en que, detrás de ésta, avanza un grupo de soldados con su fusil en el hombro, vestidos con esplendidas chaquetas grises y pantalones negros y la mirada siempre en el frente. Con ojos oscuros, faltos de brillo. Excepto por los de la oficial a cargo, quien todavía conserva algo de color en sus iris; semejantes al color de un témpano de hielo que resguarda del exterior su forma más prominente debajo del agua; agudizando su vista en medio del caos. Ella, montada sobre su caballo de pelo rojizo, se protege escasamente de la polvareda, agachando el ala de su gorra militar, y desplaza al animal en un movimiento semicircular con un solo tirón de riendas. Posteriormente, levanta su mano enguantada de blanco y toca su silbato brevemente para anunciarle a su tropa que debe detener la marcha, pues a través del polvo puede ver a su pueblo, alzando astas sin banderas, así como palos y piedras que no tardan en llegar cerca de ellos.
Aparentemente, claman libertad a través de gritos iracundos que disparan fragmentos de saliva, al mismo tiempo en que sus puños se agitan con violencia de cara al cielo. Sucios, sudorosos, harapientos. Y uno de ellos, enceguecido por la llama de la rebelión, proyecta con suma puntería un grueso pedazo de escombro que logra impactar el suelo donde la oficial se mantiene inmóvil, al igual que su impertérrito semblante, observando como éste se parte en pequeños pedazos que rebotan hasta chocar con uno de sus botines militares, sin lograr hacerle ningún tipo de daño.
Claramente esto le parece una pelea injusta, pero no tiene la fuerza para renunciar. Por lo que, apesadumbrada, aprieta sus dedos con fuerza y da como siguiente señal: "la avanzada". El grupo a su izquierda se despliega rápidamente, equipa sus fusiles y exclaman con voz grave que cesen el conflicto porque de lo contrario se verán obligados a disparar. El grupo de la derecha se adelanta sin mediar ni una sola palabra y simplemente se encargan de reducir a la mayor parte de incitantes al caos. Mientras que, de un segundo a otro, se escucha el primer disparo.
¡Pam!
El eco producido por la bala al salir del cañón deja a todos paralizados, envueltos en una conmoción difícil de procesar. Muchos se observan ojipláticos entre ellos. Otros, buscan desesperados al perpetrador y la víctima. Y sólo uno de ellos cae en condición de bulto, azotando su cabeza contra el pavimento mientras éste se tiñe lentamente de rojo.
- ¡Asesinos! ¡Asesinos!
Un joven, de al menos unos dieciocho años, corre entremedio del gentío, apartando a todos con fuerza bruta. Se agacha frente al cuerpo del que reconoce es su amigo y se precipita instantáneamente sobre el militar, golpeando su mandíbula. Los dos caen en el acto. Se golpean sin cesar. Sus manos y brazos se manchan con hilos de sangre. Y nadie hace nada, simplemente observan, hasta que otro chico aparece para detenerlos.
- ¡Thomas! ¡Thomas! – Él grita, casi a punto de llegar donde el muchacho. Pero éste no cesa su ataque y propina dos golpes más sobre el rostro del militar, antes de ser contraatacado y noqueado de un solo revés.
Su cuerpo cae hacia atrás, el otro chico en cuestión logra sostenerlo y el militar es nuevamente asediado por un grupo de manifestantes, quienes le conectan una patada sobre su ceja derecha que forma una herida longitudinal sobre su párpado. Sangra, pero no más que el espíritu del pueblo. Y en conjunto, linchan al susodicho asesino hasta su deceso, al mismo tiempo en que todo vuelve a ser un caos. La muchedumbre corre, los militares se defienden. Hay golpes, empujones y groserías. Palos, escudos, piedras y culatazos. Un local ubicado en el primer piso de un edificio comienza a incendiarse; y luego otro y luego otro. Se caen los semáforos. Se abren los grifos contra incendio. Ningún equipo de emergencia llega, sino que esperan pacientemente a que todo termine para poder realizar sus tareas en paz.
Simplemente, una guerra civil desatada por las razones equivocadas. Enfrentando a hombres contra hombres. Sin misericordia. Ambas partes odiándose tan sólo por no ser como ellos. Y mientras todo parecía sucumbir ante un frenesí de ira humana, algo logra llamar la atención de la oficial al mando, logrando que descienda de su caballo y trote rápidamente hasta llegar donde uno de sus comandados. Ésta detiene al cabo, sosteniéndolo del brazo con fuerza y le propina un pequeño empujón para después dictarle una nueva orden.
- Sigue con los demás. Yo me encargo de ella.
La severidad con la que pronuncia estas palabras preocupa al hombre, pero como no puede oponerse a ellas, únicamente asiente con su mano en la frente y sigue su camino. Es entonces que la oficial se permite bajar la guardia y respirar con tranquilidad, mientras extiende su mano para que la joven, quien todavía se encuentra en el piso, se pueda apoyar en ella. Sin embargo, es fríamente rechazada, como siempre.
- ¡Lárgate de aquí! ¡Nunca pedí tu ayuda, Diana! – Dice ella, colocándose de pie por sus propios medios y sacudiendo su ropa. Pretende salir corriendo, pero Diana la jala del brazo y la atrae nuevamente a su posición.
- No estoy aquí para ayudarte, Akko, estoy aquí para corregirte. Vete a tu casa inmediatamente. Este no es un lugar seguro… Dos personas han muerto ¿Cuántas más crees que lo harán también?
- ¿Y de quién crees que es la culpa?
Atsuko Kagari, también así llamada: Akko, por quienes lograron conocerla a profundidad, le dedicó a Diana una mirada fiera a través de sus ojos color marrón que, con un pequeño destello de luz, brillaron en tonos color rojo. Y no siendo suficiente esto, sacudió su brazo con tal violencia que logró desatarse del agarre de la oficial, sonriendo socarrona. Diana simplemente suspiró ante su acción.
- Sólo evita que te hagan daño. No quisiera ser yo quien deba darle malas noticias a tu padre…
Como siempre, cualquier falta de ortografía: ¡UN HECHICERO LO HIZO!
¡CIERRO TELÓN!
