LA CHICA DEL BAR

Disclaimer: Sólo la historia me pertenece.

**ASAMI**

Caminé entre las mesas del bar buscando alguna cara conocida, mientras mis manos se retorcían dentro de los bolsillos de la chaqueta, intentando en vano entrar el calor. Miré el reloj, 9 y cuarto. Sabía de sobra que Bolín no llegaría porque él se había puesto del lado de su hermano después de nuestra pelea. No entendía el alboroto, después de todo, todas las parejas pelean, ¿no? Mako podía ser tan exagerado cuando quería.

Me senté en la barra y pedí lo mismo que estaba bebiendo la chica de al lado sin preguntar qué era. Se veía delicioso, y honestamente, lo único que quería era algo de alcohol en mi sistema. Encendí un cigarrillo sabiendo muy bien lo mal que le hace a mi cuerpo; qué más da, de algo me tengo qué morir.

Después de la muerte de papá, las cosas habían cambiado mucho en mi vida. Yo no era la chica alegre de siempre y las cosas importantes ahora me daban un poco igual, incluso la gente que antes era mi mundo. Eso incluía a Mako. Era el chico más adorable de Ciudad República, y probablemente el que mejor me había tratado desde…bueno, desde siempre. No entendía cómo no podía simplemente amarlo con locura y que no me importara nada más. No entendía ese afán mío de sobre pensarlo todo, de darle vueltas y vueltas al mismo asunto hasta terminar obsesionada al respecto. Las manos dentro de mi chaqueta se seguían retorciendo, ésta vez por ansiedad. Sonreí amargamente al pensar que tal vez ésta vez Mako no había exagerado.

Horas atrás, durante una de nuestras cada vez más habituales peleas, le había sugerido que no quería casarme con él. Considerando que habíamos empezado a pelear por culpa de los preparativos de la boda, supongo que fue desconsiderado de mi parte decir eso, cuando ni siquiera era cierto, ¿o sí? Envidié profundamente a la Asami de 6 meses atrás, esa chiquilla que siempre parecía estar tan segura de todo y a la que no le daba miedo saltar al vacío cuando no lo estaba, confiando en que todo saldría bien. Esos eran buenos tiempos. Luego, papá enfermó y murió antes de que pudiera procesarlo siquiera, y yo me había vuelto una mujer solitaria a la que todo le daba igual, incluso, aparentemente, lastimar a su futuro esposo. Encendí otro cigarrillo con los restos del anterior y di una buena bocanada. Tal vez así es la vida, tal vez sólo debía acostumbrarme.

-Eso es muy malo para la salud, ¿sí sabías?
-Ya lo sé, gracias- dije sin mirar a la persona que se sentó a mi lado. Una mueca de amargura se adueñó de mi rostro al darme cuenta de que me empezaba a desagradar profundamente cualquier contacto humano.
-Pues no te veo apagándolo- dijo burlonamente
-Mira niña…- me giré hasta quedar de frente con ella para dejarle bien en claro las muchas ganas que tenía de que ella se alejara, cuando la vi.

Efectivamente, era una niña, su mueca juguetona me indicaba que tendría, a lo mucho, 20 años. Su piel era morena y relucía por la luz cálida del bar, el cabello corto oscuro caía sobre sus ojos, adormilados por el humo de su propio cigarrillo.

-Tú también estás fumando- arqueé una ceja en su dirección- Si quieres llamar mi atención, hay otras formas.
-Eso es porque yo no tengo remedio- dijo simplemente, un gesto con sus hombros me hizo darme cuenta de que no podría importarle menos. No tener remedio me parecía algo tan grave, que por un momento me desconcertó que no lo entendiera- tú, en cambio…
-¿Yo?
-S í p - recalcó cada letra de la palabra- alguien como tú debe tener gente esperándola en casa.
-No me conoces, niña. Nadie espera por mí- miré hacia otro lado, no sé por qué discutía de esto con un extraña
-Eso no parece ser verdad- un silbido bajo y un recorrido de arriba abajo, examinando mi apariencia, me hicieron sentir incómoda- Ok, tal vez fue un mal día, tal vez te peleaste con… ¿tu hermana? ¿papá? ¿el novio? –Me removí incómoda en mi asiento- ¡Lo sabía! El novio. Pero te aseguro que ahora mismo está dando vueltas como león enjaulado, contando los minutos que faltan para que llegues a casa. Así que haz el favor de apagar el cigarrillo.
-¿Y a ti por qué te importa?- mi voz para este punto, sonaba completamente amarga
-Tengo un problema personal con eso, ¿sabes? No es de tu incumbencia
-Así que tú te puedes meter en mi vida, pero yo en la tuya no. Muy maduro
-Deja de decir eso, ¿quieres?- dijo acercando el banco en mi dirección y apagando su cigarrillo directamente sobre la barra- En primera, eres taaal vez un par de años mayor que yo, no te emociones, y en segunda, si de verdad te urge saber qué pasa en las vidas ajenas, aquí va- una sombra de tristeza nubló profundamente sus ojos azules, haciendo que su vista se perdiera en no sé dónde. Un algo que no sé describir se volvió pequeño dentro de mi pecho- Papá murió de cáncer cuando yo tenía 6. Apenas lo recuerdo, pero esto- agitó la caja de cigarrillos entre nuestros rostros- es lo único que todavía compartimos. A veces creo que debería dejarlo, pero qué más da. Nadie espera por mí al volver a casa, si así puedo llamarle al lugar en donde vivo. Créeme cuando te digo que me importa una mierda lo que haga la gente con su vida, pero cuando veo a alguien así- me señaló- desperdiciando sus pulmones, no puedo simplemente dejarlo pasar. Pero haz lo que quieras- hizo un intento por levantarse, pero se lo impedí.
-Disculpa, ¿quieres?- dije suavizando la voz. Después de todo, ella no tenía la culpa de lo que me pasaba- Entiendo que tienes buenas intenciones, y no quise desquitarme contigo después de un mal día. Tienes razón, debería dejarlo, pero a veces siento que me ayuda a pensar, y… supongo que ayuda a que me sienta menos sola- una media sonrisa apareció en su cara, enmarcando un adorable hoyuelo - ¿Te importaría… hacerme compañía un rato?- No podía creer que le estuviera pidiendo esto a alguien que no conozco, pero de alguna manera estar con ella parecía mejor que estar sola.
-Uy chica, no lo sé. La noche ha estado tranquila y necesito seguir trabajando para pagar el alquiler del mes. Otro día, quizá- Y tras un guiño juguetón, se fue. Ahí lo entendí. Me rompió el alma ver a una chica tan joven y dulce condenada a trabajar de noche en un bar junto a la carretera. Algo en mí quería ir tras ella y retenerla un poco de tiempo más conmigo, de protegerla de alguna manera, de abrazarla y decirle que todo iba a estar bien. Algo me decía que intentar arreglarla iba a ser como arreglar cosas de mi vida que no sabía cómo arreglar.

-No me dijiste tu nombre- después de una breve búsqueda en el bar, la encontré hablando con un hombre mucho más grande que ella en tamaño y edad. Tras mi interrupción, el hombre nos miró mal y se fue.
-Genial, ahuyentaste a un potencial cliente, ¿qué quieres?
-Te salvé, más bien- dije lo más heroicamente que pude- No podías ir con él, no lo conoces
-¿Y eso te importa?- chilló- Ya sé qué es lo que las chicas como tú piensan de las chicas como yo, y créeme, no va por ahí, primor- el apodo me desagradó profundamente- Yo hago mis negocios y sé cuidarme sola, y si me acerqué contigo fue para intentar ayudarte, no para buscar ayuda. No soy un perrito al que puedas rescatar, tú tienes tus propios problemas, arréglalos. Y mi nombre es Korra. Ahora, si me disculpas, estoy ocupada.
-Soy Asami, mucho gusto- solté al tiempo que pasó a mi lado, de regreso a la masa de gente que se apilaba buscando algo de calor. Ella detuvo su carrera para verme incrédula
-Mucho gusto Asami, mantente fuera de mi camino por favor
-Quiero contratarte- dije casi en un grito, mientras veía cómo ella se quedaba congelada en su sitio- q…quiero, que vayamos a algún sitio. Tú y yo
Hasta yo me sorprendí con lo que acababa de decir, ¿qué me pasaba? Pero bueno, nadie dijo que íbamos a tener sexo, sólo quería compañía. Ella tenía razón, yo tenía muchos problemas, y esa noche, lo único que necesitaba era un abrazo tibio dónde dormir. Ella podía hacer eso, ¿no?
-No lo sé, primor
-¿No te van las chicas? Lo siento si…- intenté explicarme, pero me interrumpió
-Oh, no me malentiendas, las chicas me encantan. Sólo que para nada me lo imaginé de ti, ¿noche de chicas entonces?- asentí- ¿no hay novio hoy?- negué – Hay un motel enfrente, vamos.

El camino hacia el hotel me pareció larguísimo, a pesar de que se encontraba a escasos metros. Una mujer de dedos huesudos murmuró algo y le entregó una llave a Korra. Ella tomó mi mano en silencio y me guió a la habitación marcada con el número 6.

Al entrar, me senté en la cama y la miré mientras se quitaba el largo saco que la protegía del frío de afuera. Usaba una camiseta sin mangas que dejaba a la vista sus tonificados brazos y sus fuertes hombros, que resaltaban magníficamente con su piel color avellana. Estaba tan perdida en la vista que no escuché cuando comenzó a hablar.

-Sí andas bien lejos- soltó
-Perdón- dije bajito y ella soltó una carcajada
-Te decía que ya sé que no vamos a hacer nada, bonita
-Y…yo… ¿cómo?- pregunté ingenua
-Porque no has dicho nada desde el bar, yo seré una puta y lo que quieras, pero cosas por la fuerza no hago- me volvió a mirar de arriba abajo- yo conozco a las chicas como tú, darían muchas cosas por un buen polvo con una chica antes de amarrarse a un hombre de por vida. Y lo haría gustosa, pero algo me dice que hoy no es un buen día para ti, así que tranquila, nada va a pasar.
-¿Nada?- mi voz sonó mucho más inocente de lo que pretendí, ganándome una murada tierna de su parte.
-Bueno, mañana vas a pagarme, eso es lo que va a pasar- y soltó otra carcajada
Normalmente, que la gente se burle de mí de esa manera me resulta muy incómodo, pero esa vez fue diferente. Ella no parecía estar fingiendo, y por alguna razón, me sentía muy cómoda a su lado, como si nos hubiéramos conocido tiempo atrás, y aquella noche fuera un simple reencuentro. Miré alrededor. Contrario a lo que hubiera pensado en esa situación, la habitación era muy linda. Las paredes eran de un color crema claro, casi blanco, y toda la decoración iba y venía por la gama de los ocres. Del techo colgaba una lámpara con varios focos que simulaban ser velas, llenando el ambiente de una suave luz cálida que lo volvía todo mucho más agradable.
-Ok, me estoy dando cuenta de que encerrarte en tus pensamientos es una costumbre tuya y no lo tomaré personal- dijo divertida a mi lado. Ni siquiera me había dado cuenta cuando se sentó en la cama ni si me había estado hablando- Ahora, si me disculpas, me voy a dar un baño. Ese maldito clima de afuera me va a matar un día de estos, te lo juro- y sin decir más, se perdió tras una puerta de madera oscura que debía conducir al baño.
Cuando Korra estuvo fuera de mi vista, me dirigí hacia el teléfono y lo levanté. Tenía que avisarle a Mako que no iba a llegar a dormir, podía ser una desgraciada que insinúa que no se quiere casar con su prometido un mes antes de la boda, pero jamás desaparecí sin avisar. Me quedé un rato con la bocina pegada a la oreja, pensando en si debía marcar y qué se supone que debía decir, porque un "hola Mako, no voy a llegar a dormir porque estoy en un hotel con una sexoservidora" no sonaba muy considerado de mi parte.
-El agua está perfecta, deberías… oh, perdón, ¿interrumpo?- Korra dejó de hablar al verme sosteniendo el teléfono, pero yo lo colgué de golpe. No, no tenía nada qué decir.
-No interrumpes nada, y sí, también me voy a dar una ducha

Entré al baño, que aún tenía vapor por todos lados producto de la ducha calientísima que de seguro se había dado Korra, y comencé a desnudarme. Me duché rápidamente, casi sin pensar, y cuando salí me miré en el espejo. Siempre evitaba ese momento del día porque últimamente no me gustaba la imagen. Siempre me había sentido orgullosa de mi cuerpo, de la piel perfecta y las piernas largas, de los brazos trabajados, del torso esbelto. Me gustaba mucho mi rostro y mi cabello, en el que invertía varias horas al día. Pero no me gustaba verme en el espejo. Se sentía como ver a otra persona, una persona por la que no podía sentir ya nada, a quien cada vez amaba menos, y esa persona era yo. Verme en el espejo me partía el corazón todos los días. ¿Desde cuándo pasaba eso? ¿Fue antes de morir papá?

Recordé una de las últimas veces que reí a carcajada abierta, había sido en la universidad. Hace años, en compañía de una chica llamada Opal, había conocido lo mejor de la vida, hasta que mi padre se enteró. Me prohibió volver a verla, amenazándome con usas sus influencias para que al padre de ella lo despidieran del trabajo y tuvieran que mudarse de ciudad. Lo odié por eso.

Luego, me metí de lleno en mis estudios, y me concentré tanto en números y fórmulas, que había olvidado lo que se sentía querer.
¿Quería a Mako? Eso ni yo misma podía decirlo. Me parecía interesante, agradable…conveniente. Había sido la mano derecha de papá por años, y habían desarrollado una relación muy cercana. Fue ida de papá el casarme con él, yo acepté, claro… ¿Pero lo amaba?
Me enojaba no poder contestar ni siquiera esa simple pregunta. Vi de nuevo la imagen del espejo y me dolió el darme cuenta de que ni siquiera sabía si me quería a mí. Nunca había sido de llorar, pero esa idea terminó de romper mi corazón y una lágrima salada rodó por mi mejilla.

Mi drama fue interrumpido por una risotada. Después de ponerme la bata y abrir parcialmente la puerta, vi a la dueña: una Korra sentada en la cama se estaba partiendo de risa mientras veía un comercial en la TV. La sola imagen hizo saltar algo en mi pecho y alejó la tristeza de momentos atrás.

-Deberías ver esto, es comiquísimo- dijo tratando de alcanzar un poco de aire, limpiándose las lágrimas que le habían salido por la risa
-Korra- mi tono, aún serio, la hizo voltear en seguida
-¿Sí, Asami?
-¿Te importa si te beso?- la frase salió por mi boca antes de pasar por mi cerebro, estaba claro que a ella no le importaba, pero ¿y a mí? ¿yo quería besarla? Podría hacerlo, ¿por qué no? Después de todo, tal vez ella tenía razón, tal vez yo sólo quería un buen polvo con una chica antes de amarrarme a un hombre para siempre. La vi levantarse de la cama, la bata que usaba se levantó levemente y alcancé a ver dos torneadas piernas que hicieron despertar mi bajo vientre. Estaba claro que besarla no iba a solucionar mis problemas, pero bueno, no besarla tampoco, ¿qué más daba?
-¿Estás segura?- dijo caminando en mi dirección y deteniéndose frente a mí. Una mirada incrédula adornaba su cara- porque antes de bañarte dijimos que…

Y no la dejé continuar. Di un paso al frente y rodeé su cintura, acercándola a mí. Su cuerpo reaccionó al instante y enredó ambos brazos fuertemente alrededor de mi cuello, alcanzando mis labios con ese aliento que sabor a menta. No esperé más y la besé. Su suavidad me envolvió desde el primer momento, una suavidad que nunca, jamás había sentido con nadie. Sus movimientos empezaron siendo lentos, pero cuando mordí levemente su labio inferior, su lengua entró sin timidez en mi boca, haciéndome gemir audiblemente.

-Primor, haz eso de nuevo y no va a ser solamente un inocente beso
-¿Y qué me vas a hacer?- me separé lo justo para hablar. Mi voz sonaba más ronca que nunca
-Lo que me pidas, preciosa- y atacó mis labios nuevamente, dejando suaves mordiscos en ellos mientras mis ojos se ponían en blanco por la sensación. De pronto caímos las dos en la cama, no sabía quién había empujado a la otra hacía ahí y tampoco me importaba. Me senté a horcajadas sobre ella, sosteniendo fuertemente ambas manos por encima de su cabeza.
-¿Así que esto es lo que te pone?- esta vez su voz también sonaba ronca- algo me dice que lo disfrutaremos bastante.
Ésta vez fue mi turno de atacar, me apoderé de su cálido cuello, besando y lamiendo todo lo que tenía al alcance, podía sentir su pulso cada vez más rápido por las venas bajo su piel. Korra se retorcía bajo el peso de mi cuerpo, gimiendo más que audiblemente, y cuando soltó una de sus manos para enterrarla en mi cabello y tirar de él, yo sentí que me iba a morir. Giramos sobre la cama, deshaciéndonos de nuestras batas de baño en el camino, quedando expuestas una ante la otra. Ésta vez fue su turno de quedar arriba. Su cuerpo dorado resplandecía bajo la luz de la lámpara, su pecho agitado subía y bajaba al compás de su respiración. Sus muslos fuertes aprisionaban mi cadera en un agarre cálido, su sexo se sentía ardiendo sobre mi vientre.
-Sí, yo también creo que lo vamos a disfrutar- dije coquetamente mientras la jalaba para besarla una vez más.

Desperté cuando el sol resplandecía alto en el cielo, ¿cuánto tiempo había dormido? Un leve dolor de cabeza apareció cuando abrí mis ojos. No había tomado tanto, pero con la edad, incluso un par de tragos te pasan factura. De pronto, recordé lo que había pasado la noche anterior. Me senté de golpe. Todo en la habitación seguía igual: los cojines color ocre en el suelo, las batas a los pies de la cama, la luz cálida aún prendida… pero ella no estaba ahí. Había pasado, no podía ser un sueño, no lo era... abrecé mis propios brazos desnudos buscando un poco de confort mientras recorría el cuarto en su búsqueda, pero era inútil. Ella ya se había marchado.
Sobre la mesita de noche había una nota, escrita sobre la hoja prestada de una guía telefónica.

"Primor, dormías tan dulcemente que no me atreví a despertarte. Me tomé la libertad de cobrarme del dinero que encontré en tu bolso, así que por nuestros negocios no te preocupes. La habitación es tuya hasta las 12. Besos, Korra.

P.D. Por favor ya deja el cigarro"

Me tiré perezosamente sobre la desordenada cama, sonriendo ante el cliché de la nota en un motel y el caballero desaparecido. Sólo que no era un caballero, era una chica de ojos profundamente azules y cuerpo ardiente como el sol. Lentamente me vestí, lista para enfrentar mi vida de nuevo.

Hoy me senté queriendo aventajar Epílogo y salió esto. He estado medio ausente últimamente, y es por eso que el fic salió un poco triste al principio, una disculpa. Todavía me agüita un poquito lo solitario que está Fanfic y me sigo preguntando si debo mudarme a Wattpad, pero la app no me gusta nadita. Mientras tanto, dejo esta historia chiquita aquí, por si alguien la lee. Un review será muy bien recibido, por cierto. Besitos.