Disclaimer: Bleach pertenece a Tite Kubo. La trama y los personajes originales son míos.
4. Con la ayuda de la mitología
Después del viaje a través de las extrañas dimensiones, finalmente Ichigo y Mauricio llegaron desarmados al Mundo de los Vivos, en las afueras de la ciudad de Guanajuato, justo por detrás de la mina de La Valenciana. La tarde estaba por caer, pues el sol ya se estaba retirando de su punto más alto y el calor no era fuerte.
—Bueno Cempa, esto haremos —habló el segador de pelo largo mientras caminaban—. Nos vamos a montar en el primer camión que veamos que vaya para allá —señaló donde la carretera se internaba más en la sierra—. Y cuando estemos pero en el mero en medio de la barranca, brincamos del camión al suelo sin que nos partamos la madre ¿Estamos?
—Sí —respondió el de pelo naranja, no muy convencido de las palabras del otro.
Ambos segadores se acercaron a la carretera que cruzaba el pueblo de Valenciana. Para incomodidad de Ichigo, había algunos jóvenes de secundaria que notaron la presencia de ambos segadores los miraban atentamente y cuchicheaban discretamente. Pero ninguno de los dos hombres pudo decirles nada, ya que no pasaron más de dos minutos de su llegada cuando un camión de carga apareció con un andar algo lento debido al gran remolque blanco que llevaba.
—¡En ese mero, Cempa! ¡Vámonos! —gritó Mauricio.
Y, sin pensarlo, el de pelo largo se impulsó hacia la caja del camión con un gran salto e Ichigo lo imitó. Ambos aterrizaron en la dura e inestable superficie, ante la asombrada mirada de los adolescentes.
—¡Ahí la ven, putos! —exclamó el legionario, levantándoles el dedo medio derecho. Cuando avanzaron algunos metros miró a Ichigo—. Bueno Cempa, ahora acuéstate o si no vamos a salir en Extranormal* —y se tendió en el techo.
—¿Qué es eso? —preguntó el de pelo naranja, también acostándose.
—Un programa de cosas "paranormales" —respondió el de pelo largo, haciendo comillas con los dedos—. Vieras la cantidad de veces que nos han captado con cámaras, y eso hace que el capitán nos cague bien culero. Una vez fui a…
El camión recorrió el pueblo, con ambos hombres acostados en su caja para evitar llamar la atención, y el legionario contándole al héroe de la Sociedad de Almas las veces que fueron filmados por el programa. A Ichigo le recordó un poco a Don Kanoji, con la diferencia de que éste intervenía en la transformación de las almas en Huecos y no mejoraba su situación.
Cuando el camión salió del pueblo, tomó un poco de velocidad y el paisaje montañoso empezó a predominar. Justo cuando se encontraban por encima de una barranca, Mauricio vio el horizonte y se levantó.
—¡Sígueme, Cempa! —gritó el de pelo largo, y se lanzó sin más hacia la barranca.
E Ichigo, nuevamente sin pensarlo, lo siguió.
El aterrizaje no fue para nada placentero, pues estaban cuesta abajo y esto hizo que ambos segadores trastabillaran y rodaran al momento del impacto. Fueron cerca de dos minutos de doloroso descenso hasta el fondo de la barranca, en donde Ichigo quedó boca arriba y el legionario besando el piso.
—¡Aj! Bonito aterrizaje —dijo Ichigo, y se incorporó rápidamente.
—Hijo de su pinche madre, si estuvieron buenos los madrazos —comentó Mauricio, y se puso de pie en un salto. Tenía algunos raspones y un moretón en el pómulo izquierdo, pero por lo demás estaba bien—. Bueno, Cempa, ¿y tú qué me cuentas? ¿Cómo te va en tu mundo? Ándale, suelta el chisme.
Ichigo tomó aire, suspiró y comenzó a hablar a la par que iniciaron su caminata.
Finalmente, después de recorrer un camino boscoso bastante considerable, llegaron a un claro, donde estaba un enorme zaguán negro de cuarenta metros de alto que daba entrada a la siniestra planta de procesamiento de Lajos Salminem. A Ichigo le llegaron malos recuerdo de cuando estuvo ahí la primera vez.
—Bueno carnal, cuando te den la entrada yo me esfumo y me mandas mensaje para venir por ti —dijo Mauricio
Ichigo avanzó con paso decidido a la puerta. Junto a ésta, había una caseta de vigilancia en donde un hombre de no más de treinta años, de piel tostada, pelo negro intenso y de un rostro delgado, largo y un poco consumido lo miraba atentamente. Podía haber sido un humano normal, pero tenía características que lo descartaban como uno, tales como lo eran sus ojos, de un color aguamarina fosforescente y una máscara ósea que le cubría la barbilla, media mandíbula y el labio inferior.
Prácticamente el hombre que estaba en la caseta era un Arrancar.
—Busco al dragón —dijo Ichigo, una vez que estuvo cerca de la caseta.
—El patrón no está, Ichigo Kurosaki —le informó el ser, con la voz opaca por la media máscara—. Las actividades del rastro acaban a las seis de la tarde, tanto las administrativas como las de línea de matanza. Si quieres venir a ver al patrón, él llega a las seis de la mañana de lunes a viernes y sábado a las ocho.
—Espera, ¿cómo sabes quién soy? —preguntó el segador.
El Arrancar soltó una carcajada: —No inventes compadre. Nadie en el mundo mitológico va a ser capaz de olvidar a los dos segadores que acabaron con la Reina Oscura —respondió—. Por lo menos entre las criaturas y los monstruos eres famoso, junto con Rukia Kuchiki.
Ichigo se sintió un poco abrumado con esa información. Ni siquiera en la Sociedad de Almas le habían dicho esas palabras, pero sí sentía las miradas de sus habitantes cada que ayudaba en los patrullajes o las misiones. Y ahora que se lo mencionaron abiertamente, era algo incómodo.
—Bueno, entonces me voy —dijo Ichigo.
—¿Quieres que te pida transporte, Kurosaki? —preguntó el Arrancar—. Para que llegues rápido a Guanajuato. ¿O quieres que le hable al hotel que está en Plaza La Llorona para que te preste un cuarto?
—No, gracias. Vengo con uno de los segadores legionarios —respondió Ichigo, un poco desconcertado—. Mañana volveré a buscar al dragón.
—Muy bien Kurosaki. Entonces mañana nos vemos. Que tengas buena noche —se despidió el Arrancar y comenzó a escribir algo en una hoja asegurada por una tabla.
Ichigo se dio la media vuelta y caminó hasta donde estaba Mauricio, quien parecía que no le había quitado el ojo.
—¿Qué te dijeron, carnal? —preguntó el legionario, un poco preocupado.
—Que el dragón no está —respondió el de pelo naranja, todavía desconcertado—. Tengo que volver mañana a las seis para verlo.
—En ese caso —habló Mauricio, y se tomó ambas manos—, vamos con el Paquito y el Gil para que nos den cabida en su chan. Es decir, que nos den alojamiento —agregó al ver la cara de incomprensión del otro.
—¿Dónde? —preguntó Ichigo.
—En la casa que visitaste hace cuatro años, güey —contestó el de pelo largo, haciendo un ademán con la mano derecha—. La que está sola en medio de un cerro. Para que no estemos vuelta y vuelta entre el Mictlán y el Mundo de los Vivos, y estés aquí temprano.
—De acuerdo. Pero ni se te ocurra beber alcohol o hacer alguna cosa rara, eh —advirtió el de pelo naranja, recordando los sucesos que vivió hace cuatro años por culpa de la bebida.
—No chingues Cempa, una caguama y ya cabrón. Tampoco seas tan pinche aguado —se quejó Mauricio, con ambas manos extendidas—. Aprovecha que no tienes aquí tu látigo y pisteamos poquito.
—¿Mi látigo? —inquirió Ichigo, muy confundido.
—Tu novia La Tecolitito, Rukia, con quien te vas a casar, güey —aclaró el legionario.
—A Rukia no le digas así —replicó el de pelo naranja molesto.
Mauricio rodó los ojos, restándole importancia: —Sí cómo sea. Ándale, ya vámonos que se nos hace tarde —apuró.
Y ambos segadores se retiraron del lugar, con rumbo a la casa en donde llegaron a hospedarse hace cuatro años y la cual estaba prácticamente a varios kilómetros de ahí. Por lo que un viaje largo les aguardaba nuevamente.
Cuando llegaron a la solitaria casa justo a la hora del crepúsculo, la cual no había cambiado su aspecto de abandono en cuatro años, Mauricio se adelantó y aporreó el zaguán. Esto hizo que Ichigo se pusiera en alerta, ya que los tremendos golpes se escucharon varios metros a la redonda y habrían llamado la atención. Pero pocos segundos después el sonido de varias cerraduras destrabándose se escuchó y el zaguán se abrió.
Ante ellos, dos jóvenes casi idénticos, de unos dieciséis años, los miraban. De un metro y sesenta centímetros de altura, esbeltos, de piel morena clara, y de pelo negro y oscuro como el carbón. Ambos tenían su uniforme segador e iban desarmados. Lo único que los diferenciaban eran los ojos y el pelo, pues el de la izquierda los tenía de un oscuro verde esmeralda y su pelo corto y algo erizado, mientras que el de la derecha poseía sus orbes de un profundo azul ultramar y una melena ondulada y larga hasta las mejillas.
—Paquito —saludó Mauricio al de la izquierda—, Gil —ahora al de la derecha—. Que gusto verlos, cabrones.
—No estamos sordo, oficial pendejo —dijo Paquito, con voz suave pero firme y de tono enojado—. Toca más suavecito o ahí está el timbre, cabrón.
—O nos hubieras mandado un whats —secundó Gil, con una voz media ronca y con un dejo de enfado.
—Era para verificar si estaban adentro y sanos, mis idénticos cabrones —habló el de pelo largo—. Bueno, ya saben a qué hemos venido. Denos cabida por esta noche, si es que no van a estar de puercos al rato.
—¿Hemos? —inquirió Paquito.
—Ah, si —respondió Mauricio, y se apartó un poco dejando ver a su acompañante—. Muchachos, les presento al mismísimo Ichigo Kurosaki, el que se chingó a la Reina Oscura junto con su domadora, Rukia Kuchiki —y señaló al aludido con ambas manos.
—Hola, mucho gusto —saludó el de pelo naranja, inclinándose un poco.
Los dos legionarios abrieron mucho la boca y los ojos, miraron a Ichigo, se le acercaron y cada uno tomó una de las manos del segador de pelo naranja y la estrecharon fuertemente.
—Mucho gusto Kurosaki —saludó el de ojos verdes.
—¡Qué chingón! Una leyenda en persona —dijo el de ojos azules.
—¡Pasa, pasa! ¡Tu presencia merece una caguama, Kurosaki! —hablaron los dos mellizos al mismo tiempo.
Ambos jalaron a Ichigo al interior de la casa, y Mauricio los siguió muy sonriente y frotándose las manos.
A la mañana siguiente, Ichigo y Mauricio salieron de la solitaria casa del Cerro de San Miguel justo a las cinco. El de pelo naranja tenía un ligero dolor de cabeza por la tenue resaca, ya que los tres legionarios le picaron su orgullo y bebió cerveza de más, mientras que el de pelo largo estaba como si nada. Una vez más, emprendieron el largo camino hacia la planta de Lajos, teniendo cuidado de que no los vieran en su forma guerrera, aunque de nuevo fracasaron cuando se toparon con algunos estudiantes que los grabaron cuando subieron a otro camión de carga que los condujo de nuevo hacia el pueblo de Valenciana y de ahí a la sierra que escondía el camino al siniestro edificio.
Una vez que llegaron a la planta el panorama era muy distinto. Si bien estaba todavía algo oscuro, el zaguán estaba iluminado por tenues lámparas de luz blanca, además de que un nutrido flujo de criaturas mitológicas iba llegando para iniciar las labores del día, saludando con bastante entusiasmo a Ichigo y dirigiendo corteses gestos al legionario. Incluso un enorme camión de carga que llegó le dio una serie de pitidos al reconocer al segador de pelo naranja.
—De nuevo aquí Cempa —habló Mauricio.
—Bueno, aquí vamos —dijo Ichigo, y avanzó con paso decidido a la caseta de vigilancia.
—¡Éxito carnal! —le alentó el de pelo largo, con ambos pulgares arriba—. Aquí te espero afuera en lo que te ocupas.
Ichigo le sonrió al legionario y siguió con sus pasos hasta llegar a la caseta. Ahí se quedó observando mientras las criaturas y monstruos entraban a su lugar de trabajo y lo saludaban de paso. Una vez que ya la gran mayoría del personal de la planta ingresó, el de pelo naranja se acercó con el vigilante.
—Buenos días —saludó Ichigo.
—Buenos días Kurosaki —le devolvió el saludo el Arrancar—. Deja ver si el patrón puede recibirte.
El Arrancar tomó un radio y salió de la caseta. Ichigo se preguntó por qué no había hablado ahí mismo, quizá para parecer misterioso o alguna tontería similar. Al cabo de cinco minutos, la puesta de la caseta se abrió y el vigilante ingresó.
—Puedes pasar Ichigo Kurosaki —dijo el ser, un pitido se escuchó y la puerta junto a la caseta de seguridad se destrabó —el patrón te espera.
Inhalando profundamente, Ichigo abrió la puerta e ingresó.
Tres días después, el consejo de los Kuchiki iba rumbo al salón principal, pues Ichigo los había citado. Todos los hombres y mujeres estaban expectantes, unos esperando buenas nuevas y otros no tanto, y el líder Yokiku traía en sus manos una enorme carpeta de madera forrada en cuero negro y con bordes dorados, además de un estuche de madera mediano, lleno de pinceles, cera y tinta, los cuales esperaba usar.
—Creo que Kurosaki nos dará la noticia de que no pudo cumplir los objetivos —dijo la mujer de ojos azul claro.
—Yo creo que nos dará una sorpresa —opinó el hombre de pelo negro y mechas blancas
—¿Ah, sí? Te apuesto treinta mil yenes a que no consiguió nada —ofreció la mujer de pelo violeta.
—Te doblo la apuesta —propuso el hombre de pelo verde bandera, y tomó la manija de la puerta del salón—. Es más, ya verás que…
Pero se vio interrumpido cuando abrieron la puerta y observaron a Ichigo, quien instalaba tranquilamente un proyector y una pantalla, justo en medio de los almohadones que servirían de asiento a los Kuchiki, y a los pies de los dispositivos había una mochila. El joven de pelo naranja encendió el aparato, y pronto un rectángulo de luz azul se iluminó en la pantalla, atrayendo el interés de los nobles.
—Hola buenas noches —saludó el hombre de pelo naranja, de manera cortés.
El consejo de los Kuchiki estaba asombrado por los aparatos que había traído el segador, y no dejaron de verlos ni cuando tomaron sus respectivos lugares.
—¿Y qué son esos artilugios, Kurosaki? —preguntó la mujer pelinegra y de ojos amarillos.
—Estos artilugios sirven para probar que cumplí con su cometido, señores —respondió Ichigo.
Los miembros del consejo comenzaron a murmurar, algo nerviosos. Yokiku, por otro lado, lo miraba bastante esperanzado.
—Bueno, Ichigo, entonces demuéstranos que cumpliste tus objetivos, por favor —pidió el líder de los Kuchiki.
Ichigo sacó su teléfono y comenzó con la reproducción del video. La pantalla cambió de azul a negro para luego dar paso a un hombre como de veintitantos años, sonriente, de piel clara pero algo bronceada, y grandes y alegres ojos azul cielo, como si se estuviera grabando a sí mismo. Traía un casco obrero blanco, un overol caqui y un mandil blanco de plástico.
—¡Qué pasó, banda! —saludó el hombre, haciendo una V con los dedos de su mano libre—. Aquí les habla su amigo el Link de la Sierra de Santa Rosa, transmitiendo un especial en vivo desde el jale en el rastro, en el comedor a la hora del descanso. Ya me dirán, que desde aquí no se puede filmar que porque se asustan los putos humanos, pero hoy me vale verga, y de gigante, ya que lo hago por una buena causa. La razón, Ichigo Kurosaki, el segador que se chingó a la reina vampiro y que inició el desmoronamiento del Imperio de las Sombras, vino a echar la reta del Mario Kart para ver si le puede ganar al patrón dragón y a toda la raza viciosa —y enfocó a una multitud de monstruos y criaturas, todos vestidos con mandiles blancos de plástico, overoles caqui, botas y cascos blancos, reunidos en una gran habitación con sillas y mesas de metal que tenían alimentos varios, y una enorme pantalla—, ya que se va a casar ¡A casar, raza! —gritó y agitó un poco la cámara—y quiere evidencia para que la familia de su domadora, Rukia Kuchiki, vea que nos ganó ¡Oigan carnales! —gritó, y todos vieron que estaba grabando e hicieron signos de paz— ¡Una porra pa' la familia de Rukia! —y un montón de gritos y silbidos muy obscenos se escucharon.
Pese a la entretenida presentación del hombre, los líderes tenían una cara bastante seria y el jefe una divertida, pero a la vez de estupefacción.
—No entiendo nada Kurosaki —replicó el hombre de pelo verde bandera, externando lo que todos querían decir.
Ichigo sonrió. Tenía muy en cuenta que, gracias a un Kidoh de los legionarios efectuado hace más de cuatro años, podía entender cualquier idioma, pero el consejo de los Kuchiki no comprendía ni jota de lo que era el español, y menos una de las tantas variantes latinoamericanas y lo ofensivos que podrían llegar a ser los hablantes de ésta.
—Que primero se está presentando y luego les mandaron saludos a todos ustedes —le aclaró el de pelo naranja.
—Ah, perfecto —dijo la mujer de ojos azul claro—. A pesar de ser monstruos parece que son bastante educados.
La atención de los presentes volvió al video, donde el hombre de los ojos azules se encaminó hasta donde estaba otro de ojos marrón claro y de ceño fruncido, fácilmente reconocible pese a usar el mismo uniforme.
—Y pues aquí tenemos a Ichigo Kurosaki —dijo el presentador, y colocó su brazo derecho alrededor del hombro del segador—. Dile algo a todo el público mitológico de mi canal de videos y a la familia de tu domadora.
—Todo esto no deja de ser extraño —respondió Ichigo, se separó del ser y se miró a si mismo—. Tuve que bañarme, desinfectarme y ponerme esta ropa para entrar a este horrible lugar. Pareciera como si yo les fuera a contagiar algo.
—Ichigo, son las normas de higiene y bioseguridad del rastro —le aclaró el hombre de ojos azules—. Recuerda que la primera vez que ingresaste aquí lo hiciste con plan de chingar y pasó lo que pasó. Pero bueno, como diría el Príncipe de la Canción "Ya lo pasado, pasado y no me interesa", y ahora vete a sentar con los demás pa' que empiece la reta —y le señaló un lugar, enfrente de la pantalla.
El clan vio en el video como Ichigo ocupaba un lugar entre los monstruos y le tendían el control de una consola. Y al mismo tiempo, un monstruo más entraba en el comedor. Para asombro y escepticismo de los presentes, se trataba de un dragón de piel negra vestido en el mismo overol que los demás monstruos y criaturas.
—Y entrando al comedor, el patrón Lajos Salminem, el objetivo a vencer de Kurosaki —habló el hombre de ojos azules, y se acercó al dragón—. Oiga patrón, ¿no cree que la familia de Rukia la esté haciendo mucho de jamón? —preguntó.
Lajos sonrió: —Bueno, si por mi fuera me dejaría vencer. Pero ya que la familia política de este héroe no le quiere dejar las cosas fáciles, pues vamos a hacerlo sufrir un ratito —respondió, le dio unas palmadas en el hombro al de ojos azules y fue a tomar un lugar entre los monstruos.
—Y bueno, pues ya están sentándose los jugadores que van a poner a prueba al enculado segador. Créanme, son lo más chingón que hay del mundo mitológico en esto de las carreras y videojuegos —continuó el hombre, y se dirigió a donde había algunos seres con un control de consola, al frente de la pantalla—. Aquí tenemos al Pastitos —señaló a un gnomo de no más de cincuenta centímetros de alto—, al Pocas Luces —enfocó a uno que tenía la apariencia de un hombre de largas orejas y unos gruesos lentes—, al Carita —miró a un hombre muy feo de mandíbula prominente, y piel marrón y brillante—, a La Doña—la cámara enfocó a una mujer de mediana edad—, al Changoleón —los nobles presentes notaron a un hombre de apariencia desaliñada—, a la Michoacana —apuntó hacia una mujer de apariencia asiática y de rostro muy bello—, al Mare —enfocó a un hombre de mediano tamaño de cabeza medio deforme—, al Estaca—se vio ahora un hombre de mediana estatura muy barbudo—, a La Secre —en la pantalla apreció una mujer joven con gafas—, al Cumbias —se dirigió a un troll de piel gris azulada—, al patrón —enfocó a Lajos— y por último, a Ichigo Kurosaki —la cámara tomó a Ichigo y después se enfocó en la gran pantalla del comedor—. Ahora, va a comenzar el juego.
El video mostró la pantalla de inicio de Mario Kart. Ichigo notó que Yokiku se entusiasmó cuando apareció el videojuego. De inmediato, se puso la pantalla de selección de corredor, donde había muchísimos personajes de más.
—Y ahora, raza, todos están eligiendo su corredor —habló el hombre de ojos azules, mientras los jugadores elegían—. Como podrán ver cada quien se hizo su monito para poder competir en las carreras porque ya nos habíamos pasado todo con los monitos de Nintendo y quisimos experimentar y nos gustó. Y pues toca que le hagan el suyo al Kurosaki, y en un ratito se lo hacen.
Los nobles observaron en el video cómo Ichigo se ponía de pie frente a la consola, con los brazos extendidos por unos segundos. Luego una de las criaturas le dijo que ya estaba listo y volvió a tomar su lugar.
—Ya le hicieron su monito al Kurosaki —habló de nuevo el hombre, y enfocó la pantalla donde mostraba a un corredor que tenía la misma apariencia que Ichigo montado en un go kart, sólo que en versión chibi—, y está igualito raza, con su pelillo naranja y su carita emputada. Ahora van a elegir la copa. Como nos acabamos las copas normales, un compa que es super mega cabronsísisisisimo para las compus humanas y esas chingaderas electrónicas nos hizo otras diez copas con cinco pistas cada una, y pues ahora veamos que pista eligen para poner a parir chayotes a este héroe.
El video mostró la selección de las copas, y como había muchas más para seleccionar que el juego normal. Pronto, escogieron una.
—Ah, mira, qué cliché. Eligieron la "Copa Mexicana", una de las copas que nos inventó aquel compa —siguió narrando el hombre de los ojos azules—. Bueno, veremos qué tan chingón es el Kurosaki para las carreras ¡Y empieza con la primera pista! —gritó—. Recuerden, son tres vueltas por pista. La primera pista es el Circuito Chilango, casi semejante a la pista del honguito, sólo que los carros aquí sí te quieren atropellar, hay semáforos y luego te persiguen los támaros(1). Y esto empieza en tres, dos, uno…
El video mostró como los jugadores arrancaron en múltiples acelerones, mientras que el Ichigo virtual sufrió un desperfecto y salió en último lugar. A la par que los jugadores recorrían la pista, ésta se iba mostrando ante los espectadores, y claramente era una representación de una ciudad humana con un tráfico bastante caótico y personas cruzándose a diestra y siniestra en el circuito.
—Como están viendo raza, esta pinche pista está bien cabrona —comentó el hombre—. Al Pocas Luces, al Cumbias y al patrón ya los están persiguiendo los támaros, a La Doña, a La Secre y al Changoleón ya los mandaron a volar un pesero, El Estaca se quedó atorado por una manifestación. Los demás ha tenido un poquito más de suerte, pero el Ichigo no ha podido avanzar del doceavo lugar. Va despacio el güey, pero parece que está grabándose las cosas que hay en la pista. Veamos en un ratito si puede llegar en un buen lugar.
Las palabras del hombre de ojos azules eran más que ciertas. Después de una vuelta y media, sumado a su rápida capacidad de aprender, Ichigo fue avanzando lugares de manera ágil. Al comienzo de la tercera vuelta, ocupaba el cuarto lugar, justo después que El Pastitos, La Michoacana y El Carita.
—Pues el Ichigo ya le agarró el pedo a esto —comentó el hombre de ojos azules—. Ya va en cuarto lugar y está pasando por los ítems. Y parece que en los ítems le salió el trío de conchas rojas, va a hacer un desmadre con eso. Y lanza la primera, y se chingó al Carita ¡Mamaste, pinche Carita! La segunda va contra El Pastitos ¡Mamaste también, pinche Pastitos! Parece que La Doña quiere aprovecharse del tumulto, pero… ¡Ni mergas, pinche Doña! ¡Te tocó el tercero! Pero el patrón si aprovechó el desmadrillo que se hizo y va por el primer lugar…
En pocos minutos ya iba a acabar la tercera vuelta, e Ichigo estaba a punto de quedar en tercer lugar, después de Lajos y La Michoacana, pero un transporte colectivo mandó a volar al reptil y un oficial de tránsito detuvo a la otra jugadora. Así, el corredor de pelo naranja cruzó tranquilamente la meta, embolsándose la primera victoria y llevándose bastantes gritos de apoyo por parte del resto de las criaturas y monstruos presentes.
—¡No me chingues! ¡No mames! —exclamó con asombro el hombre de los ojos azules— ¡El Kurosaki quedó en primer lugar en el Circuito Chilango! —se enfocó a sí mismo y agitó la cámara— ¡Y a la primera! ¡Qué chingón! Ahorita se están dando los puntos, y pues Kurosaki sacó los más altos.
En el video mostró a un Ichigo bastante complacido de su victoria, mientras que sus contrincantes no parecían muy felices con la suerte de principiante del segador.
—¡Chingas a tu madre, pinche cabeza de cempasúchil! —gritó Pocas Luces, apuntando con el índice derecho a Ichigo.
—¡Tuviste suerte, cabrón! Ya verás que en la siguiente pista mamas —exclamó El Cumbias.
Pese a los insultos de las criaturas, el video mostró que Ichigo estaba impasible, con la vista fija en la pantalla, la cual ahora mostraba una pequeña introducción de lo que sería el siguiente circuito.
—La siguiente pista es la Rivera Maya —comentó el hombre de ojos azules—. Una pista de playa, sol, arena, mar, algunos turistas imprudentes, delfines que te quieren tumbar del carrito, monos que te arrojan cocos. Un pequeño caos tropical. Veamos como maneja nuestro segador de anaranjada greña esta situación.
La carrera dio inicio, esta vez con todos los corredores acelerando. La pista era un recorrido a través de una playa con blanca arena, unas ruinas mayas, un parque acuático con delfines y un tramo de selva tropical. Parecía que iba a ser un recorrido tranquilo, pero pronto se vieron sus obstáculos.
—Y un delfín golpeó al Ichigo, casi tirándolo al mar. Pero no la está pasando tan mal como los otros —seguía narrando el hombre de ojos azules—. El patrón atropelló a unos turistas, el Pastitos y el Mare fueron agarrados a cocazos por los monos, el Cumbias y la Secre se les cayeron encima unas ruinas. Parece que el Ichigo está implementado la misma técnica que en la otra pista, primero estudiarla poquito y luego ya aplicarse para ganar.
Y efectivamente, tal como lo hizo en la primera pista, el video mostraba a Ichigo yendo despacio en la primera vuelta, aunque con algunos problemas como el golpe de un delfín, pero a comienzos de la segunda, y gracias a los honguitos de aceleración y conchas rojas, fue escalando lugares. Pero el resto de los jugadores no se la estaban dejando nada fácil. Muchas veces las cáscaras de plátano y algunas conchas verdes errantes atrasaban a Ichigo, pero con los ítems antes mencionados, el segador de pelo naranja también daba pelea.
—Híjole, parece ser que a nuestro amigo de anaranjada cabellera se le está complicando la cosa —comentaba el ser—. Ya están en la tercera vuelta, esto está a punto de… Pero, algo está pasando… ¡Ah, no inventes! El Mare lanzó un rayo, y hubo una carambola donde todos se aplastaron menos el Ichigo y el patrón, y éste va por delante de Ichigo, y ahora si parece que este compa de anaranjada greña quedará en segundo lugar…
Tal como lo estaba describiendo el de los ojos azules, Ichigo iba a quedar en segundo lugar, pero La Doña lanzó un rayo, encogiendo a todos los corredores. Y, en un inesperado momento, Changoleón le dio alcance a Lajos, por lo que ambos corredores quedaron aplastados y un diminuto competidor de pelo naranja cruzó la meta, consiguiendo la victoria. Y una vez más, el video mostró a los mitológicos espectadores eufóricos por el segador.
—No me chingues, el Kurosaki quedó en primer lugar —dijo el hombre, y se llevó la mano libre al rostro—. No sé si sea la suerte de principiante, o a que este cabrón aprende rápido, o el destino quiere que gane, o todas juntas. Pero de que parece que Ichigo lo logra, lo va a lograr. Y contra los más cabrones de nosotros, me cae.
—Estás teniendo mucha suerte, cabroncito —comentó La Secre, ajustándose sus gafas.
—Ya verás que te ganamos en la siguiente, lindo —dijo El Mare.
—Mejor sigamos jugando —dijo Ichigo, sin alterarse.
Mientras el video mostraba las puntuaciones al momento, los nobles estaban estupefactos con lo que les estaban mostrando, incluso algunos con algo de enojo. A excepción de Yokiku, quien estaba muy feliz y entusiasmado por lo que pudiera seguir. Y el video siguió con el próximo circuito.
—Bueno, raza. Ahora la tercera pista es la Ruta Serrana —habló el hombre de los ojos azules—. Un bonito paisaje en medio del bosque, donde cruzas varias montañas y valles. Ya verán que parece muy tranquilo, pero créanme, es una bonita fachada.
Los corredores, sin perder tiempo arrancaron en medio de un verde bosque. Tal como había descrito el presentador, la pista era bastante agradable a la vista con su boscoso panorama, con subidas y bajadas pronunciadas incluidas. Pero pronto surgieron los obstáculos, pues los pumas abundaban y no dejaban de emboscar a los corredores, y pronto se dieron cuenta de que eran los menores de los males.
—Como ya vieron raza, los pumas les empezaron a brincar. Y ahora, los humanos talamontes están haciendo su desmadre, dejando caer árboles en el camino y… —narró el presentador, pero se interrumpió para soltar una carcajada— ¡Pero qué pendejos están todos! ¡Les cayeron los troncos a todos! Y bueno banda, como verán todos se atrasaron, todos valieron verga en este momento, pero como ven, se están recuperando gracias a los pinches ítems.
Y tal como comentó el hombre de ojos azules, los corredores pronto fueron tomando el sendero, gracias a su pericia y los honguitos. Y justo cuando pensaron que los troncos y los pumas eran los únicos obstáculos, el video mostró como los humanos virtuales eran atacados por grupos de criaturas mitológicas, y muchas veces en esos enfrentamientos los corredores quedaban en medio, por lo que eran mandados a volar o retrasando su recorrido.
Sin embargo, y a diferencia de las otras carreras, todos los participantes se fueron en contra de Ichigo. Por un lapso de unos tres minutos, el corredor del segador sufrió de todo tipo de golpes y retrasos que lo hicieron quedar en último lugar, y sumado a las burlas de los demás jugadores, el ceño de Ichigo estaba bastante fruncido y por primera vez parecía un poco frustrado.
—Chale banda. Parece que los demás le están haciendo la carrera de cuadritos al Ichigo —siguió hablando el presentador—. Pero hay un karma, culeros —y alzó la voz—. Les va a pasar como la otra vez con el Juan Diego, que le hicieron bola y les ganó la copa, bola de gachos.
—¡Cállate, pinche Lucrecio! ¡Que sigo siendo más chingón que tú! —le gritó Pocas Luces al hombre que grababa.
—¡No mames, puto! ¡Dime que soy el Link de la Sierra de Santa Rosa! —se quejó el presentador del video.
—Así te puso tu mamá. No podemos hacer mucho —se metió El Estaca.
Al mismo tiempo que revelaron el nombre del presentador y éste seguía quejándose, los obstáculos comenzaron a retrasar a los otros participantes como si estuvieran pagando sus malas acciones, a excepción de Ichigo y La Michoacana, quienes estaban bastante cerca el uno de la otra y gracias a los honguitos y los caparazones rojos se mantenían muy cerca. Ahora, el segador de pelo naranja no pudo estudiar muy bien la pista, pues estaba muy concentrado en pasar a su contrincante.
—Y como en la otra pista, ya se sabe quién va a hacer de los primeros lugares —siguió comentando Lucrecio—. Los pumas y las peleas por el bosque están haciendo quedar como pendejos al resto, pero el Ichigo y La Michoacana se están dando un tiro de los buenos. Ya están para la tercera vuelta y nada de que alguno asegure el primer lugar.
El video mostraba la feroz competencia entre Ichigo y el ser con apariencia de mujer asiática en la tercera vuelta. Ya estaban a nada de concluir la vuelta y parecía que iba a decretarse el empate, pero al pasar por los ítems, el corredor de pelo naranja obtuvo un fantasma e Ichigo pudo robar una concha roja del Pastitos, y con eso rematar a la corredora de La Michoacana, consiguiendo cruzar de manera rápida la meta y así tener la tercera victoria en primer lugar. Los monstruos y criaturas que estaban de espectadores volvieron a gritar el triunfo del segador.
Esta vez ninguno de los jugadores dijo nada, pero la expresión de insatisfacción en su rostro lo decía todo. Irónicamente, los nobles que contemplaban el video tenían el mismo rictus sin contar a su líder, quien parecía muy contento con lo que le estaban mostrando.
—Y la cuarta pista son las Grutas de Cacahuamilpa —narró Lucrecio, mientras los corredores se acomodaban en la salida—. Es una serie de cavernas que hay que atravesar. Pero tampoco hicieron fácil esta otra pinche pista, ya verán a lo que me estoy refiriendo.
Los corredores volvieron a arrancar de manera acelerada y la carrera dio inicio. Tal cual como lo dijo Lucrecio, el circuito era una enorme caverna con múltiples cuevas y tenía un detalle que la hacía muy complicada, ya que estaba llena de caminos que formaban un auténtico laberinto, además de que las luces iban y venían, por lo que era muy fácil tomar el camino equivocado y dar vueltas sin sentidos. Y parecía ser que la experiencia no garantizaba siempre estar en lo correcto.
—Y no importa cuantas veces hayamos jugado en esta pinche pista, siempre nos perdemos y tardamos un chingo en avanzar las vueltas —comentó el presentador—. Veamos que tanto tardan estos güeyes para completar la primera vuelta. Pero una cosa si es segura —y bajó la voz—, el Ichigo se la va a re contra pelar en esta pista.
Después de cinco minutos, El Pastitos, La Secre y El Cumbias lograron completar la primera vuelta, y paulatinamente los demás corredores fueron encontrando su camino. Y tal como comentó Lucrecio, Ichigo no podía avanzar en la pista, pues cada vez que tomaba un camino daba vueltas en círculos y retornaba al mismo punto, y sumado a la intermitente iluminación, le estaba costando encontrar una ruta. Hasta que después de casi diez minutos, por fin encontró uno, pero bastante largo y le tomó muchos minutos en completar la primera vuelta, mientras que el corredor más adelantado, El Changoleón, estaba a punto de terminar la segunda vuelta.
—Híjole, me cae que ahora sí el Ichigo se la va a pelar en esta pista —siguió hablando el hombre de los ojos azules—. Pero haciendo cálculos, todavía tiene esperanzas de quedar en el primer lugar de la copa. Pero con el camino que eligió, pues veamos en qué lugar queda. Recuerden raza, que debe quedar en primer lugar de todos los cabrones.
Esta vez, los jugadores no tuvieron necesidad de presionar ni atacar a Ichigo. La pista se estaba encargando de que éste no pudiera avanzar con sus problemas de iluminación y revoltosos caminos, sin que los rayos o las estrellas fueran de gran ayuda. El video mostró como la frustración comenzaba a apoderarse del segador de pelo naranja, cosa que le agrado a los demás jugadores, pero no al resto de criaturas de la sala.
—¡Ándale, Kurosaki! ¡Deja de hacerte pendejo! —le gritó una de las espectadoras.
—¡Vamos, Ichigo gánale a esa pinche bola de presumidos! —animó otro espectador.
Y los demás monstruos y criaturas se unieron en animar al segador de pelo naranja, incluso su rostro reflejó un poco las buenas vibras, y esto le hizo encontrar fácilmente un camino más corto, por lo que pronto se encontró al inicio de la segunda vuelta.
Pero fue demasiado tarde. El video mostró como el resto de los corredores cruzaron la meta con Lajos a la cabeza, e Ichigo quedó el último lugar, sin lograr completar la segunda vuelta. Los espectadores, otrora eufóricos, estaban silenciosos mientras que el resto de los jugadores finalmente soltaron burlonas carcajadas hacia el segador.
—¡Ya era hora de que mamaras en una pista, Kurosaki! —dijo El Cumbias.
—¡Pa' que veas que no todo es victoria, güey! —exclamó El Carita, sonriente.
—¡Ya cállense! ¡Que aun así voy en primer lugar y no pienso rendirme! —dijo Ichigo sin mirarlos y con el ceño muy fruncido.
El video mostró los puntos por jugador. Para sorpresa de todos, Ichigo junto con Lajos iban de líderes con cuarenta y cinco puntos, y en tercer lugar La Michoacana con treinta y ocho puntos. Esto significaba que Ichigo tenía que quedar en primer lugar forzosamente en la próxima pista, si no, el dragón lo rebasaría y no tendría posibilidad de ganar la copa ni cumplir su objetivo.
—La quinta y última pista va a ser Caminos de Guanajuato —dijo Lucrecio, mientras el videojuego mostraba como se acomodaban los corredores—. Es la pista más larga de la copa, pues inicias en Dolores Hidalgo, pasas por la sierra de Santa Rosa, luego por la ciudad de Guanajuato, después en la contaminada Salamanca, pasas por León y vuelves a Dolores Hidalgo. Esta pinche pista se completa en cuarenta minutos y creo que… —apuntó la cámara hacia un reloj que marcaban las diez y cuarenta y cinco— ¡Ah, que chingón! Todavía tengo tiempo de grabar esto y ver si el Ichigo gana o mama.
Pronto, los jugadores arrancaron aceleradamente en medio de un pueblo, con sus casas de estilo colonial y cantera rosa, una iglesia de color amarillo y un jardín central grande. Y tal como mencionó Lucrecio, poco a poco iban pasando por una sierra boscosa, una ciudad enclavada en un valle, una ciudad muy contaminada, una gran metrópoli y finalmente volvían al pueblito. Todas esas localizaciones estaban separadas por grandes extensiones de pradera, siendo el único lugar donde podían agarrar ítems para atacarse. A su vez, los espectadores bostezaban un poco o se estiraban, pues para ellos era un poco pesado el observar una pista tan larga.
—Como están viendo, banda, esta pista es enorme —comentó el hombre de ojos azules—. Apenas van a completar la primera vuelta y ya llevan como quince minutos. De hecho —bajó su tono de voz—, el que hizo la pista la hizo así de larga para ver quien se desesperaba y se rindiera, por lo que el que la juegue tiene que concentrarse bien cabrón para no desesperarse.
Esta vez no había ningún obstáculo que atrasara o sacara volando a los jugadores. Sin embargo, los rayos, las estrellas, las bombas y las conchas rojas y azules mantenían a los corredores muy juntos, y siempre con la mira en atrasar todo lo posible a Ichigo, el cual iba en el último lugar, aunque no tan lejos de los punteros y eso le daba tiempo de seguir estudiando la pista.
—Ahorita todos están muy juntitos. Pero ya verán que tarde o temprano alguien va a hacer una chingadera. Siempre nos pasa, siempre nos pasa —dijo el presentador.
Tal cual la describió Lucrecio, sólo fue cuestión de tiempo para que ocurriera un percance. Justo cuando iban a la mitad de la segunda vuelta, La Doña lanzó un rayo, lo cual provocó una carambola entre los jugadores aplastándose entre ellos. Y sólo dos, Ichigo y el dragón se libraron del accidente y se adelantaron varios metros. Poco a poco, los dos contrincantes se separaron del resto.
La atención de todos se centró en el segador y el dragón, tanto de los mitológicos espectadores del video como algunos nobles en la sala. Tanto Ichigo como Lajos tenían una intensa competencia, donde el resto de los corredores la apremiaba con los ítems que les lanzaban, unas veces pegándole al de pelo naranja y otras al reptil logrando así que ninguno se separara mucho del otro. Hasta que, ya a casi acabar la tercera vuelta, una concha azul le dio a Ichigo, mandándolo a volar del camino principal y con eso Lajos tomó más ventaja y otros corredores se acercaran más.
—¡Y el patrón se va a chingar a Kurosaki por nada! ¡Oh, pero que hicieron! ¡El Mare lanzó una concha azul! —gritó Lucrecio, y los espectadores, otrora sentados, se pusieron de pie—. Si le da al patrón, el Ichigo puede tomar la ventaja ¡No mames! ¡Esto está medio cabrón y cardiaco!
El video mostró como una concha azul cruzó en tres segundos tres cuartas partes del mapa y mandó a volar al corredor del dragón muy lejos del camino principal y lo dejó hasta el cuarto lugar, mientras que Ichigo aprovechó eso y con la ayuda de un honguito cruzó rápidamente la meta, justo antes de La Michoacana, El Carita y Pocas Luces.
El resto de las criaturas y monstruos presentes comenzaron a gritar eufóricos, otros se pusieron a dar de brincos, mientras que los jugadores se llevaron las manos a la cara y se encogían de hombros. Finalmente, la pantalla mostró la copa dorada, en forma de un águila con ambas alas abiertas y una serpiente en el pico, y la tabla, donde Ichigo logró sesenta puntos y se colocó a la cabeza de la tabla.
—¡Kurosaki! ¡Kurosaki! ¡Ya chingaste! ¡Ya chingaste! —gritaban los espectadores a viva voz.
Un troll tomó a Ichigo de la cintura, se lo colocó en su hombro y comenzó a dar vueltas por el comedor, mientras que todos gritaban el nombre del segador.
—Y así acaba la transmisión, banda —habló Lucrecio, y enfocó a las criaturas y monstruos felicitando a Ichigo de manera bastante escandalosa, mientras que los contrincantes de las carreras se acercaban al segador para saludarlo y reconocerlo—. Pos el Ichigo le ganó a toda la raza más cabrona, hasta se llevó al patrón entre las patas. Y la neta —se pegó en el pecho con el puño derecho—, eso sólo un vato bien enamorado, enculado y algo pendejo puede hacer, pues porque por amor se cometen pendejadas y de las buenas. Sale banda, ahí nos vemos, se me cuidan mucho. Se despide el Link de la Sierra de Santa Rosa. Y recuerden, que chinguen su madre los humanos, el América y el Cruz Azul. Chao —e hizo una V con su mano libre.
El video paró de reproducirse y el proyector volvió a mostrar la luz azul, señal de que ya no tenía ninguna actividad. Ichigo apagó el aparato y miró a los nobles.
—Y bueno, aquí está la evidencia de que vencí al dragón —dijo el de pelo naranja—. Quizá haya sido en un videojuego, pero cuenta como una victoria contra él.
El consejo Kuchiki estaba petrificado y estupefacto por lo que acababan de ver y por las palabras de Ichigo. A excepción de una persona entre ellos, pues él estaba muy contento de que el legendario segador técnicamente cumplió su palabra.
—¡Genial Ichigo! —exclamó Yokiku, y se levantó de su asiento muy rápido— ¡Venciste al dragón y a otro montón de monstruos en Mario Kart! ¡Y en pistas que ellos mismos crearon! ¡Felicidades! —y se acercó hacia el de pelo naranja para estrecharle la mano.
Pero mientras el jefe del clan parecía muy complacido con el actuar de Ichigo ante los monstruos, el resto de los líderes estaban muy, pero que muy desconcertados y enfadados.
—¿En qué estabas pensando? —preguntó la mujer de ojos azules, desencajada.
—Ustedes me dijeron que derrotara al monstruo que mató a Byakuya —respondió Ichigo—. Y bueno, ya les mostré que pude derrotarlo en algo.
—Entendiste mal, hijo —replicó el hombre de pelo verde bandera—. Queríamos que te enfrentaras a él en un combate de espadas, no que pasaras un rato agradable jugando videojuegos.
—Puedo decir entonces que ustedes tampoco especificaron en qué vencerlo —objetó Ichigo, sin alterarse—. Ustedes mencionaron que debía vencerlo, y pues así lo hice. Quizá mencionaron que en un duelo, pero tampoco mencionaron qué duelo. Pero lo enfrenté y lo vencí, quizá no de manera convencional, pero lo vencí.
Los nobles se pusieron a murmurar entre sí. Algunos parecían estar de acuerdo en que Ichigo aprovechó esa falta de claridad y se salió con la suya, pero cumplió con el objetivo de vencer al monstruo. Otros estaban bastante ofendidos porque el segador de pelo naranja parecía que se había burlado de ellos y no logró su cometido de manera satisfactoria.
—Bueno, en ese caso, no te podemos dar todavía nuestro consentimiento para que te cases con Rukia —intervino rápidamente la mujer de ojos azules—. Falta el que hayas obtenido la firma de Byakuya para eso.
Entonces Ichigo sacó su teléfono móvil, buscó algo y se conectó al proyector. La pantalla azul pasó a ser negra de nuevo y mostró algo que nadie esperaba.
El consejo Kuchiki se quedó atónito al ver quien estaba en la pantalla, ya que no era otro que el mismísimo Byakuya. Incluso a algunos se les fue el color de su piel, pues estaban convencidos de que su antiguo líder se encontraba descansando en paz y verlo vestido de pantalón y camisa, sentado en lo que parecía ser una humilde sala de estar moderna les era bastante perturbador.
—¿Ya está Kurosaki? —preguntó el hombre.
—Un momento, Byakuya —respondió la voz de Ichigo, mientras el video temblaba un poco—. Deja centrar el teléfono y —dejó de temblar—… listo. Puedes hablar.
—Honorable consejo Kuchiki —comenzó Byakuya, tranquilamente—. Me dirijo hacia ustedes para expresar mi total consentimiento de que el segador Ichigo Kurosaki contraiga matrimonio con nuestra hermana Rukia Kuchiki. Kurosaki me comentó que le asignaron una tarea muy especial para que ustedes dieran su visto bueno para su unión, y comunico que él la desempeñó de manera muy satisfactoria —respiró—. Quizá no de una manera muy ortodoxa, pero deben saber que no hay nada común en este segador. Por lo tanto, espero que le puedan otorgar el permiso y la bendición del clan, ya que por mi parte Kurosaki, pese a que él no lo crea, obtuvo mi bendición desde que me enteré de su compromiso —respiró—. ¿Fui lo suficientemente formal?
—Sonaste tan estirado como siempre —respondió Ichigo.
—Entonces es una buena señal —dijo el hombre pelinegro—. Para finalizar este mensaje, que reciban un gran saludo de mi parte y espero que el líder actual, Yokiku, hijo de mi hermana Yokumitsu, haga un papel mejor que yo a la cabeza del clan. Hasta pronto —e hizo un pequeño movimiento con la cabeza en señal de despedida.
El video acabó y los nobles no salían de su trance, ya que lo visto anteriormente todavía les tenía conmocionados. Entonces, Ichigo aplaudió y los presentes se sobresaltaron, pero volvieron en sí, varios de ellos enfadados.
—Aun así, deberías tener la firma física del actual líder —dijo el hombre de pelo verde bandera.
—Por eso no se preocupen, también tuve la precaución de obtenerlo —habló Ichigo, tranquilo.
De la mochila sacó un fólder color manila y se lo tendió a Yokiku. Éste lo abrió y tenía una carta redactada a computadora y firmada a mano, la cual decía:
Mictlán, a 22 de octubre de 2027
Miembros del Consejo Kuchiki
Por medio de la presente expreso mi total consentimiento para que Ichigo Kurosaki contraiga matrimonio con mi hermana Rukia Kuchiki.
Está de más informar que Kurosaki ha hecho los suficientes méritos para pedir la mano de Rukia en matrimonio. Tan sólo hay que recordar su rescate y demás aventuras protagonizadas por Rukia y él.
Además, he accedido a la petición de que su descendencia no esté atada a la Casa de los Kuchiki por apellido ni herencia. Sólo les será dada su correspondiente dote matrimonial, para que puedan seguir su propio camino sin la intervención de la familia.
Sin más por atender, me despido con un cordial saludo
Byakuya Kuchiki, ex líder del Clan Kuchiki
Yokiku fue pasando la carta al resto de los líderes, quienes la fueron leyendo. Algunos seguían asombrados, pero otros estaban consternados y enojados. Ichigo les había mostrado pruebas de que había vencido al dragón, aunque fuera en un videojuego, y el haber obtenido el consentimiento por escrito y de voz de Byakuya Kuchiki para que se casase con Rukia los había dejado simplemente estupefactos.
—Bueno Kurosaki, creo que nos estás poniendo la situación un poco difícil —dijo el hombre de fleco grande.
—No, no es difícil. Está más que claro que Ichigo cumplió la petición del clan —intervino Yokiku.
—Esto no puede proceder —se metió la mujer de ojos azules—. Kurosaki no cumplió con lo establecido y punto. No podemos darle el permiso matrimonial.
—Entonces ustedes deberían ser más claros con sus peticiones —habló una voz grave—. Siempre dejan muchos huecos en ellas y ustedes se aprovechan. Pero ahora, les voltearon la jugada y no les parece, ¿o me equivoco?
Todos voltearon hacia la puerta de la sala. Ahí, Zoshuwai Kuchiki los observaba muy detenidamente. Ichigo respiró aliviado, ya que el siniestro noble podría ser de ayuda en esos momentos.
—¿No tenías un trabajo que hacer? —preguntó la mujer de pelo violeta.
Una desagradable sonrisa se formó en el rostro de Zoshuwai mientras avanzaba hacia el centro del salón. Los nobles se incomodaban cuando el hermano de Byakuya pasaba muy cerca de ellos.
—Por supuesto, ya acabé el trabajo para el cual fui mandado. En diez minutos vendrá el líder de los Aotamashi a negociar —dijo el hombre del monóculo, y tomó lugar junto a Ichigo—. Por lo mientras, creo que ustedes tienen que aprobar la futura boda de Ichigo y Rukia, ¿no creen?
—Bueno, entonces no queda más que dar el consentimiento para que Ichigo se pueda casar con mi tía Rukia —declaró Yokiku, y abrió la gran y elegante carpeta para luego tomar un pincel de la caja de madera, cargarlo de tinta, y comenzar a escribir. Los demás presentes comenzaron a conversar en voz baja entre ellos.
—¡No es posible! ¡Kurosaki no cumplió el objetivo! —gritó el hombre de pelo verde bandera.
—Ichigo cumplió con el objetivo que le dieron —habló Zoshuwai con calma. El resto de los nobles seguían murmurando.
—Señor Yokiku, diga algo —pidió la mujer de pelo violeta.
—Ichigo hizo lo que le pidió el consejo, no hay más remedio que otorgarle el consentimiento firmado por todos nosotros —habló el líder, apartando el pincel y tomando un sello lleno de cera roja para estampar el escudo de los Kuchiki en el papel
—¡Pero es una gran majadería a nuestra palabra! —gritó la mujer de ojos azules, sobresaltando a todos.
—No, no lo es. Kurosaki cumplió con el objetivo que le impusimos —opinó tranquilamente el hombre de pelo negro con mechas blancas, y se levantó de su asiento—. Vimos cómo le ganó en su propio juego a un montón de monstruos e incluso hizo algo que creímos imposible al traer la firma y un testimonio de voz del difunto señor Byakuya.
—Kurosaki ha demostrado que no hay nada imposible para él, y creo que con lo que vimos hoy fue una clara prueba de ello —dijo una mujer de cabello cobrizo y muy liso—. No importa que prueba le impongamos, él hará todo por Rukia. Está más que claro que es una pérdida de tiempo el negarnos a firmar la autorización matrimonial.
—Pero no se batió a duelo con el monstruo —protestó la mujer de pelo violeta—. Esto no debe contar en lo más mínimo.
—Entonces debimos haberle de forma puntual la cabeza del dragón, ¿no? —opinó irónica la mujer de ojos amarillos.
—¡Esa habría sido una buena opción! —se soliviantó la mujer de ojos azules.
—¡Lo que tu querías es velar a Kurosaki! —exclamó el hombre de pelo azul marino, apuntándole con el índice derecho.
Los nobles empezaron a discutir acaloradamente, claramente divididos. Parecía que unos se habían dado cuenta del error en su petición y querían terminar, pero otros estaban obstinados en que ofendieron su palabra. Y el segador de pelo naranja no sabía si quedarse o retirarse.
Entonces, el hombre del fleco grande se acercó a Ichigo: —Déjanos unos minutos a solas, Kurosaki. En un momento te llamamos —dijo y le palmeó el hombro izquierdo.
Ichigo asintió y salió del salón, junto con Zoshuwai. Los dos se encontraban en el pasillo, cuyo silencio era roto por las amortiguadas voces del interior del salón.
—Bueno, Ichigo. Creo que estabas a punto de presenciar una discusión familiar —habló el del monóculo, y miró a ambos lados —. Y creo que no te la puedes perder. Sígueme.
El noble caminó un par de pasos, y le indicó a Ichigo con señas de que pusiera la oreja en la pared. El de pelo naranja lo hizo y pudo escuchar con claridad lo que ocurría en la sala muy claramente.
—¡Kurosaki no puede tener nuestro permiso! —escuchó la voz del hombre de pelo verde bandera.
—¡Ya hay que dejar todo esto aparte! ¡Parecemos niños! —dijo la voz de la mujer de pelo negro y ojos amarillos—. Tenemos que admitir que Kurosaki nos ganó y cumplió el objetivo.
—¡Pero no cumplió con lo dicho! —gritó la mujer de ojos azules demasiado agudo.
—Nosotros tampoco fuimos muy claros con el objetivo —reconoció la mujer de pelo cobre, más tranquila—. No supimos que pedirle a Kurosaki y él aprovechó nuestras ambiguas palabras para cumplir con su objetivo.
—Si alguien tuvo la culpa aquí fuimos nosotros, no Kurosaki —habló el hombre de pelo negro y mechas blancas.
—Resolvamos esto de manera inteligente y civilizada —intervino Yokiku, sonando por primera vez como el jefe—. Ichigo nos demostró que puede hacer lo que sea por mi tía Rukia. Derrotó al dragón y demás monstruos en su propio juego, nos trajo en papel la firma de mi difunto tío Byakuya y un video donde daba su bendición a Ichigo —pausó—. Como bien menciona mi tía Kiko, Ichigo sería capaz de hacer todo lo que le impongamos. Así que no tiene caso seguir invirtiendo más tiempo en cosas simples.
Hubo un silencio reconciliador en el salón, de una tensa calma. El corazón de Ichigo palpitaba lenta pero fuertemente.
—Pasaré la autorización de matrimonio que he redactado —habló Yokiku, con toda la potestad que le fue posible—. Tendrán que escribir si están de acuerdo o no. Si hay alguna mayoría, entonces esa será la decisión del clan. Aquí está, tía Himaki, usted primero por favor…
Hubo otro silencio, en el cual los líderes se estaban pasando la hoja. Y mientras transcurría la afonía, Ichigo sintió que le palmeaban la espalda.
—Hay que movernos Ichigo —sugirió Zoshuwai—. No tardarán mucho en tomar la decisión y no quiero que te encuentren en esta posición.
Tanto el del monóculo como el del pelo naranja se apartaron y caminaron hasta estar enfrente de la puerta. No pasaron ni diez segundos cuando se abrió y salió por ella el hombre de fleco grande.
—Puedes pasar Kurosaki —dijo el hombre.
Ichigo respiró profundamente y siguió al hombre al interior, seguido de Zoshuwai. Ahí, los dieciséis nobles y Yokiku se encontraban de pie. Algunos estaban sonrientes, y otros no tanto. El jefe sostenía la enorme carpeta de madera con las manos ligeramente temblorosas.
—Muy bien —dijo Yokiku, e inhaló profundamente—. Ichigo Kurosaki —elevó un poco el tono, dirigiéndose hacia el de pelo naranja, con toda la seriedad característica de los Kuchiki—, te hago entrega de este documento en donde encontrarás la decisión definitiva del clan. Puedes abrirlo para que te enteres —y le tendió la elegante carpeta al segador.
Ichigo tomó y abrió la carpeta y echó un vistazo. Con la respiración algo agitada, fue leyendo poco a poco el único, grueso y elegante papel que contenía, el cual tenía escrito con una elegante caligrafía un texto corto que decía:
Ichigo Kurosaki, segador heroico de la Sociedad de Almas
Este documento te autoriza el contraer matrimonio con Rukia, miembro notable de la familia Kuchiki, si la mayoría de los líderes están de acuerdo. En caso de que haya un fallo favorable, tienes todo el permiso y bendición de la familia Kuchiki. En caso contrario, tendrás que comunicarte con el clan nuevamente para resolver este asunto por la vía más adecuada.
Después del texto, Ichigo vio dos columnas de firmas, donde las de la izquierda estaban de acuerdo y las de la derecha no lo estaban. Con el corazón palpitando fuertemente las fue contando, y para su consternación, había ocho nobles de acuerdo y ocho en desacuerdo. Esto hizo que la respiración se le paralizara un poco, pues no sabía que iba a proceder en una decisión pareja.
Pero una solitaria firma, al fondo de todas, hizo que volviera a respirar. Pues era la de Yokiku, el cual estaba de acuerdo. Así, los nobles que estaban a favor eran mayoría e Ichigo tenía el permiso de los Kuchiki en casarse con Rukia.
Ichigo miró a Yokiku a los ojos, y éste le sonrió.
—Muchas gracias —susurró el de pelo naranja, cerrando la carpeta e inclinándose.
—No hay de que Ichigo —dijo Yokiku, y también se inclinó al igual que algunos nobles—. Es una pena que quieras apartar a tus hijos, o mejor dicho a mis futuros sobrinos, de los asuntos del clan. Pero siempre serán bienvenidos, y no dudes en buscar nuestra ayuda si los tiempos se ponen difíciles para mi tía Rukia y para ti.
—Entendido —dijo Ichigo, moviendo la cabeza afirmativamente.
—Ahora, ve a darle la buena noticia a mi tía —sugirió el jefe de los Kuchiki—. Damas, caballeros, la reunión de hoy ha concluido. Podemos retirarnos.
Mientras Ichigo seguía con la enorme carpeta en sus manos, los nobles se dirigieron a la salida. Algunos pasaron de largo, sin mirar al de pelo naranja, pero otros más amables se acercaron a felicitarlo, ya sea estrechando sus manos como Yokiku o palmeándole repetidamente el hombro. Luego de unos segundos, los únicos en el salón eran Ichigo y Zoshuwai. Éste se aproximó al segador.
—Bueno Ichigo —comenzó el del monóculo—, le ganaste a los monstruos en su propio juego, y también a los Kuchiki. Además de que también los asustaste mucho con Byakuya. ¿Cómo te sientes? —preguntó.
—Nunca creí que algo así me pasaría en la vida —respondió Ichigo, y sonrió encaminándose a la salida—. Ahora quiero ver la cara de la enana cuando le muestre esto.
—Estará mas que encantada con lo que lograste —dijo Zoshuwai, siguiéndolo—. Por cierto —sacó su reloj de entre sus ropas y lo miró—, debes estar hambriento por todo lo que pasaste y ya es hora de cenar. ¿Te apetece algo? Yo invito para Rukia y para ti —ofreció.
—Quizá un buen tazón de ramen —respondió el de pelo naranja—. Pero el mío que tenga auténtico picante mexicano —y salió del salón, rumbo al pasillo.
Con una grave risa, Zoshuwai también salió del salón y apagó la luz.
La noche ya estaba avanzada en la Sociedad de Almas, y en una habitación de la Mansión Kuchiki, Rukia iba y venía lentamente, claramente preocupada por la reunión que tuvo su prometido con el consejo de líderes. Y aun no tenía noticias de él, aumentando más su preocupación.
—Enana, abre —habló una voz perfectamente conocida, la cual le cortó de tajo todas las preocupaciones.
Rukia fue a la puerta y la deslizó. Entonces vio a Ichigo, quien sostenía una bolsa con dos recipientes como de a litro y una enorme carpeta de madera. Lucía cansado, pero a la vez muy contento.
—¿Cómo te fue con el consejo? —preguntó Rukia, algo preocupada y lo abrazó fuertemente, dándole un beso en la mejilla.
—Ya lo verás enana, ya lo verás —respondió Ichigo, correspondiendo el abrazo y el beso y soltándola poco a poco—. En lo mientras, vamos a cenar. Zoshuwai nos compró estos rámenes, dice que son lo mejor que ha probado en siglos.
—¿Y esa cosa, Ichigo? —preguntó la pelinegra, viendo la carpeta.
—En su momento te mostraré lo que tiene —respondió el de pelo naranja, restándole importancia—. Vamos a cenar enana, tengo un hambre atroz y la reunión me agotó bastante.
Los dos se acomodaron en el suelo e Ichigo le dio uno de los recipientes, el cual contenía un ramen de pescado, y un par de palillos, y él tomó su ramen y palillos. Dando las gracias, los dos comenzaron a comer. Y mientras que degustaban sus alimentos, Rukia pudo observar cómo Ichigo hacía algunas caras algo graciosas.
—Oye, ¿me das un poco? —pidió Rukia
—Tiene chile habanero asado, enana —le advirtió Ichigo, y sacó la lengua—. Es muy picante.
—El wasabi es picante. No creo que haya problema. Así que dame —dijo la pelinegra.
Encogiéndose de hombros, Ichigo le tendió su recipiente, y ella le dio un sorbo. Pero inmediatamente se lo dio a Ichigo, pues la ardiente sensación la invadió y le dio otro sorbo a su ramen. Ichigo soltó una carcajada, pero Rukia le soltó una patada que le dio en la espinilla derecha, haciéndolo callar de dolor.
La cena transcurrió tranquilamente, con ocasionales incidentes con el habanero por parte de Rukia. Una vez que los dos terminaron se recostaron en el suelo, con la vista al techo y reposando el ramen en su estómago.
—Oye enana, ¿ya llenamos la lista de invitados? —preguntó Ichigo.
—No, todavía faltan bastantes lugares —respondió Rukia— ¿Por qué?
Ichigo se levantó, tomó la carpeta y se la tendió a Rukia. Ella se incorporó y la leyó. Y mientras sus ojos iban por las palabras del documento, se iban llenando de lágrimas de felicidad. Cuando terminó, vio a Ichigo, quien estaba muy sonriente.
—Creo que tu sobrino, el hermano de Byakuya, algunos Kuchiki y los monstruos que viven en México se han ganado un lugar en la boda, enana —dijo Ichigo.
Rukia cerró la carpeta, y saltó sobre Ichigo para plantarle un intenso beso en los labios. Y él no dudó en corresponderle, dándole a entender que todo esto estaba siendo real. Había sido difícil, pero era real lo que consiguió. Lo que le pareció imposible en primera vista pero que esa carpeta de madera le demostraba que era real.
Había obtenido el permiso de los Kuchiki para casarse con ella, a pesar de lo que tuvo que pasar por todo ella. Pero lo más importante, es que ahora iban a poder estar felices sin que ningún clan noble los molestase por el resto de lo que les quedaba de existencia.
Notas del autor
*Hola buen día. Aquí les traigo el penúltimo capítulo de este fanfic.
*El programa Extranormal es como lo describe Mauricio, un programa de televisión dedicado a fantasmas y espíritus. A mi me gusta mucho, aunque creo que de existir los segadores legionarios, éstos jugarían mucho con la gente y se burlarían de él.
*Y les tengo una pequeña sorpresa: El último capítulo espero subirlo el día de la boda de Ichigo y Rukia.
*Los comentarios y opiniones son bien recibidos.
Glosario:
(1) Támaro: En México, así se les dice a los oficiales de tránsito, debido al color de su uniforme. Ya que es un color semejante a los tamarindos.
Gracias por leer
