N-A: ¡Hola! 🎆¡LES DESEO UNA MUY FELIZ NAVIDAD A TODOS! 🎆 🎄 Espero que disfruten de este maratón de actualizaciones que estuve preparando para estas fiestas como regalo. Durarán hasta el 7 de enero y descuiden, todas las historias serán actualizadas. 😁
¡BUENA LECTURA!
Fin de N-A.
Disclaimer: La saga de Harry Potter y el anime y manga de Blood Plus, no me pertenecen, estos son propiedad de sus respectivos creadores.
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Capítulo 2.
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Para todos los que habitaban la mansión de Nathan Mahler era clara de ver la gran felicidad que llenaba el corazón de la bella reina de los quirópteros, Diva.
Ya habían transcurrido dos días desde que la ojiazul había salido de la mansión sin supervisión y había regresado con una adorable bebé entre sus brazos y, desde entonces, el hermoso canto y las risas de la reina reverberaban por los pasillos y las habitaciones del lugar, sonando tan sinceras y cálidas, muy diferente de sus risas anteriores, solo cargadas de desdén y burla hacia quien fuese el blanco de sus crueles atenciones.
Solomon, quien cuidaba de ella y la pequeña Elizabeth en aquellos momentos no podía evitar esbozar una pequeña sonrisa al ver así a su Diva. Era un lado de ella que le gustaba mucho y todo a causa de esa pequeñita que en esos momentos reía ante las divertidas muecas que hacía su reina para ella. Él amaba a Diva, sin embargo, había sentido también cierta decepción hacia ella ante lo superficial y fría que podría llegar a ser con todos, incluso ellos, sus caballeros. Había momentos en que llegó a compadecerla por su falta de empatía y su corazón carente de amor. El atractivo rubio pensaba que el criar a Elizabeth le haría muy bien a su reina, la volvería más responsable y la ayudaría a madurar como persona, de igual forma, su Diva aprendería a dar amor genuino a los demás.
-¿Solomon? -escuchó que lo llamó dicha joven, sacándolo de sus pensamientos.
-¿Sí, mi Diva? -le preguntó éste.
-Deseo salir de compras para conseguir todo lo que ellie va a necesitar. Le falta ropa y varios artículos importantes -le dijo , girándose para mirarlo.
-Esta bien, Diva -le dijo el ojiverde, asintiendo con la cabeza-. Podemos ir hoy mismo, si quieres.
-Claro -dijo contenta.
-Yo quiero ir también, ¿puedo, querida Diva? -dijo repentinamente Nathan, quien entraba sonriénte a la habitación de la joven reina.
-Por supuesto, Nathan. ¡Será divertido! -le dijo encantada la muchacha.
-¡Excelente! Por cierto, ya que realmente has decidido quedártela, supongo que tendremos que prepararle una habitación -reflexionó el ojiazul, ya haciendo una lista mental de todo lo que comprarían.
-¡Sí, quiero que tenga la habitación más bonita de la casa! Con muchos juguetes, ropa, una bonita cuna... -decía entusiasmada la muchacha, enumerando cada cosa.
-Bueno, mi querida Diva, si eso es lo que deseas, iremos a comprar todo lo que se necesite para esta adorable princesita -dijo el excéntrico caballero, sonriendo, contagiado por la alegría de la joven azabache.
-¡Maravilloso! Solo voy a cambiar a Elizabeth y nos vamos, ¿sí? -Les dijo ésta.
-Muy bien, nuestra Diva -asintieron los dos caballeros al unísono y se retiraron, a fin de preparar todo para salir.
-Bien. Vamos a vestirte -dijo la ojiazul, tomando a Elizabeth en brazos y llevándola al baño de su habitación.
Diva eligió un vestido verde con volantes y un lazo blanco, al igual que un par de zapatitos blancos con lacitos verdes para Elizabeth y, al terminar de cambiarla y peinarla, inconforme con su propio vestido, ella misma se puso otro de color azul marino de mangas largas y escote corazón, con la falda larga y fluída. Pequeños diamantes en forma de rosas lo adornaban. También se puso unos pendientes de diamantes. Se miró al espejo y sonrió con satisfacción. Estaba preciosa, como siempre.
-¿Qué te parece, mi niña? -le preguntó Diva a la pequeña bebé después de colocarla sobre su cama. La ojiazul hizo un elegante giro, como si estuviese en una pasarela modelando y divertida, la pequeña aplaudió entre risitas-. ¡Bonita! -exclamó.
-Tú también eres muy bonita, mi princesa -arrulló Diva, besándola en la frente.
Ella tomó nuevamente a Elizabeth en brazos y salió con la bebé de su habitación, encontrándose con Solomon y Nathan en el camino.
-Todo está listo, ya podemos irnos, Diva -le informó Nathan, sonriendo.
-¡Qué bien! -celebró la bella reina, emocionada.
-Vamos, entonces -dijo Solomon.
Los cuatro salieron de la mansión y se subieron a una elegante limusina que los esperaba en la puerta. El chofer los saludó con respeto y les preguntó a dónde querían ir.
-Al centro de Londres, por favor -le indicó Nathan.
-Como usted diga, señor -dijo el chofer, arrancando el motor.
La limusina se puso en marcha, y los cuatro se acomodaron en los asientos. Diva tenía planeado visitar las mejores tiendas y boutiques. Estaba emocionada, y no dejaba de hablar con Elizabeth, contándole todo lo que iban a hacer y comprar.
Finalmente llegaron a su destino y comenzaron con las compras, tras entrar a un gran centro comercial. Primero entraron a una enorme boutique en donde Diva y Nathan se dedicaron a comprar hermosos vestidos, camisas, faldas, abrigos y mucho más; todos de la más fina calidad para Elizabeth.
Solomon solo se dedicaba a pagar las cuentas y a dar su opinión de vez en cuando, contento con seguir a su reina y a su entuciasta hermano mayor por cada boutique que visitaban.
Cuando terminaron de comprar la ropa de bebé, siguieron con las jugueterías.
Hermosas muñecas, sonajas, y adorables animales de peluche fueron adquiridos por Diva. La azabache y sus dos caballeros se extrañaron cuando la pequeña Elizabeth vio el peluche de un ciervo y otro de un perro negro y los pidió con mucha insistencia, cuando anteriormente no había hecho lo mismo con ningún otro juguete, únicamente riéndo y aplaudiendo al verlos señalando uno que otro que llamaba su atención.
Sin pensárselo tanto, se los compraron de todos modos, aunque Solomon hizo una nota mental de averiguar más sobre la vida de la niña, antes de que Diva la encontrara. Los dos animales de peluche debían significar algo para la bebé, pues los abrazaba con mucho cariño y no los soltaba por nada del mundo.
Satisfecha con los juguetes para su princesita, Diva y sus dos caballeros luego visitaron la tienda de artículos para bebé. Ahí compraron pañales, toallitas, biberones, chupetes, etc; todos con lindas imágenes de todo tipo de dibujos animados infantiles.
Por último fueron a las mueblerías, en donde compraron una gran cuna de color marfil con hermosos lirios dibujados en ella, estanterías, una cómoda, una mecedora, un cambiador... En conclusión, Elizabeth tendría una habitación digna de una princesita, tal y como su nueva madre quería.
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Regresaron a la mansión casi al anochecer. Al entrar se encontraron con Amshel y James, quienes habían terminado con sus deberes de ese día.
-Bienvenida, querida Diva -la saludó el líder de los caballeros, haciendo una pequeña reverencia-. Espero que sus compras salieran de maravilla -le dijo éste, de forma cortés, sin mostrar el disgusto que en verdad sentía al ver a su Diva tan apegada a aquella mocosa humana.
-Gracias, lo fueron, Amshel -le respondió la joven, con una pequeña sonrisa, controlando la aprensión que sentía hacia su primer caballero, escondiendo inconscientemente a la bebé de la mirada de éste.
-Me alivia escuchar eso, Diva -asintió el hombre, sin notar la acción de ésta.
-Mis señores, joven dama, la cena está lista -anunció una de las sirvientas de la mansión.
-Perfecto, Gracias Ema -asintió Nathan-. Puedes retirarte.
La joven hizo una reverencia y se retiró en silencio.
-Bueno, ¿pasamos al comedor? -dijo Nathan, con su característica sonrisa juguetona.
-¡Por supuesto! -Dijo la joven reina de los quirópteros, sonriéndole genuinamente a su caballero.
Todos se dirigieron al comedor y tomaron sus respectivos asientos. Aunque los caballeros no necesitaban comer realmente, lo hacían para cubrir las apariencias ante los sirvientes humanos que trabajaban en la mansión.
La cena transcurrió en relativa calma. Diva no tuvo problemas en darle de comer a Ellie, pues la pequeña era una niña muy obediente y bien portada.
Nathan disfrutaba gratamente de todo, a sabiendas de la frustración de amshel y James. No le importaba en lo más mínimo como esos dos se estuviesen sintiendo, su único interés era el bienestar de su reina. No obstante, mantendría un ojo sobre esos dos. No permitiría que interfirieran en la felicidad de Diva.
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-Bueno, yo y mi bebé nos retiramos por la noche -anunció repentinamente la ojiazul, luego de jugar un buen rato en la segunda sala de estar de la mansión con Ellie, tras concluir la cena-. Mi pequeña ya tiene sueño y aún debo darle un baño antes de acostarla.
-Adelante querida, dulces sueños para ambas -les deseó alegremente Nathan.
-Gracias, Nathan. Hasta mañana -le dijo.
Los demás caballeros le desearon también una buena noche y Diva se marchó con Elizabeth, dejando a los cuatro hombres en la sala de estar, en un tenso silencio.
-No puedo creer que estén alentando esto -les replicó el soldado, rompiendo el silencio-. Nuestra Diva está perdiendo el tiempo con esa niña. Debería concentrarse en su objetivo: destruir a Saya y al Escudo Rojo, no jugando a las casitas.
-No hemos hecho nada malo, James. Solo hemos apoyado a Diva en su decisión como todo buen caballero lo haría por su reina -alegó Nathan, con voz gélida.
-Una decisión que respeto y comparto -repuso Solomon, completamente impasible.
-Es claro que la pequeña Ellie hace feliz a Diva, y la mantiene tranquila y entretenida dentro de la mansión. En verdad no veo cual es el problema -argumentó Nathan-. Y si nos disculpan, iremos a preparar la habitación para la bebé. Nos vemos, queridos -se despidió el caballero con un gesto elegante de su mano-. Vamos, Solomon.
-Sí. -Y con ello, los dos igual se retiraron ignorando las miradas de molestia que les lanzaron Amshel y James a sus espaldas.
-No me gusta esto -dijo James, cruzándose de brazos.
-Estoy de acuerdo -dijo Amshel, con voz fría-. Esa chiquilla es una distracción y un obstáculo. Debemos hacer algo para separarla de Diva.
-¿Qué tienes en mente? -preguntó James.
-Todavía no lo sé, pero ten por seguro que pronto se me ocurrirá algo -le respondió serio-. La chiquilla podría ser un excelente sujeto para experimentos, más con ese poder suyo. Cabe la posibilidad de que podamos crear un nuevo tipo de quirópteros o que nosotros mismos podamos fortalecernos usando su sangre.
-Comprendo -dijo James, pensativo-. Mantenme informado, hermano. Con gusto te ayudaré.
-Lo haré -le dijo éste-. Me alivia saber que por lo menos uno de ustedes no se ha unido a toda esta estupidez.
-Jamás lo haría, hermano -alegó James, con firmeza-. Sostengo lo que dije. Esa niña no es más que una molestia que debe ser alejada de nuestra Diva cuanto antes.
-Y lo será, James. Lo será -sentenció Amshel, con una dura mirada dirigida hacia la ubicación de la habitación de Diva..
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Ajena a la división entre sus caballeros, y los planes de dos de ellos, Diva jugaba con su linda hija con las burbujas que se habían formado en la enorme tina de su baño privado. Quince minutos más tarde, tras dejarla jugar un tiempo con sus juguetes de baño, la ojiazul sacó a su princesita de la tina, envuelta en una mullida toalla .
Le puso un pijama de color rosa con estampado de flores, cepilló su revelde cabello y le lavó los dientes. Luego la acostó en su cuna, la cual los sirvientes de la mansión habían instalado en su habitación por el momento y le dio un beso en la frente.
Con su dulce voz, le cantó una nana que había aprendido en su anterior despertar, que decía así:
"Duerme, duerme, mi niña bella,
que la luna te cuida desde el cielo.
Duerme, duerme, mi niña hermosa,
que tu madre te ama con todo el alma".
Elizabeth se quedó dormida escuchando la voz de Diva, que le transmitía paz y seguridad, abrazando sus dos peluches favoritos. La bella reina la observó con amor y le acarició el rostro. Luego se levantó y se preparó ella misma para irse a la cama.
Después de una hora, la bella reina de los quirópteros se unía a Elizabeth en el mundo de los sueños, acostada en su propia cama, con una pequeña sonrisa posada en sus labios.
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Fin del capítulo.
