MIDGARD: LIZZIE Y SU VIEJA AMIGA

Lizzie estaba sucia, llena de tierra por todo su cuerpo y no sabía porque, se levantó y vio a su alrededor tan solo arboles viejos y secos, con sus ramas podridas a punto de caerse. Podía sentir el viento frio y cuando miro a su alrededor, vio que estaba en un lugar diferente al que la habían matado.

¿Dónde estoy? ¿¡mama!? — grito en voz alta—¿¡Hope!?

Pero nadie le contestaba, siguió caminando y entre mas se adentraba en el bosque, la neblina se hacía cada vez más densa, haciendo que los árboles se observaran como sombras oscuras e intimidantes. El camino por donde seguía estaba dañado por el deslizamiento de tierra. Quedando solo una vereda pequeña, donde Lizzie siguió caminando, tratando de no caerse.

Y cuando finalmente vio algo de luz, se detuvo cuando miro frente a ella, una escultura de una mujer, Lizzie la miraba con curiosidad y le parecía familiar. Esta estaba cuarteada y se encorvaba mientras se abrazaba a sí misma con facies de dolor. Lizzie por alguna razón que no entendía le entraba un miedo atroz e irrazonable que se fuera a romper y de la nada, se despertó en su cama sobresaltada. Cuando miro a su alrededor, empapada de sudor, respiro aliviada al ver que se encontraba en la oficina de su madre.

Lizzie…Lizzie tranquila— dijo caroline pasándole una bolsa de sangre

Lizzie a duras penas pudo tragar bocado, no podía dejar de pensar que esa sangre pertenecía aquel hombre en la carretera y le dio asco, dejo la bolsa de lado, y sin mirar a su madre, pregunto avergonzada.

¿Está muerto? — sin apartar la mirada de la bolsa que estaba a su lado

Caroline no contesto, y cuando sintió sus delicadas manos sobre ella, supo que lo había matado.

No tienes por qué atormentarte con eso Lizzie

Han pasado meses madre y no habido mejoría, sigo sintió la misma sed de sangre, el mismo deseo de… de

Ni siquiera pudo terminar la frase cuando rápidamente se paró del sillón sintiendo nauseas al ver la sangre

¿Qué te sucede Lizzie? Se que no es solo el muchacho, es algo mas ¿verdad?

Lizzie camino hacia la ventana, donde miro el sol ocultarse en el horizonte. Quería tranquilizarse, antes de poder seguir hablando y por primera vez en su vida como vampira, sintió un escalofrió recorrer su cuerpo. No se explicaba porque, se supone que no debía sentir nada, solo el placer por la sangre humana y los deseos mundanos.

¿Cuánto tiempo estuve muerta? — llevando sus manos sobre su pecho.

Un día entero…Lizzie ¿Qué sucede?

Madre tengo miedo— dijo sin siquiera voltearse a verla, su mirada seguía perdida viendo más allá de las tierras de la escuela— cada vez… que… muero despierto en un lugar que no conozco, es aterrador, frio…y sin vida.

Lizzie es tu alma transitando el abismo— dijo caroline tratando de disminuir el miedo de su hija— todo vampiro lo hace cuando lo matan

No, esto es diferente mama—Lizzie camino hasta su madre, sentándose frente a ella, encendiendo la luz en cuanto la luz de sol se oculto por completo— son pesadillas…horribles pesadillas que se hacen mas claras cada vez que regreso a la vida

Muéstrame— dijo caroline extendiendo su mano— y pase lo que pase, no sueltes la conexión.

Lizzie tomo la mano de su madre y trato de concentrarse, por muy aterrador que fuera, quería compartir con alguien el miedo que sentía. Y con suerte caroline con sus años de experiencia, sabría lo que le pasaba

Caroline de un momento a otro, paso de la completa oscuridad a un paraje desconocido, caminando entre las sombras, sin voluntad alguna. Fue cuando caroline se dio cuenta, que en ese momento estaba ahí como su hija, Lizzie, que caminaba con firmeza por una pequeña vereda y por alguna razón que desconocía Lizzie sabia donde se dirigía, pero también sabía que no debía ir ahí.

Así que se adentró de nuevo en aquella oscuridad, donde podía observar figuras inanimadas que aparentaban ser algo vagamente humano, pero indefinidas y sin sexo, sin embargo, sabia que eran personas que podía tomar y adquirir sin ningún precio, pero le repugno la idea y continúo caminando. Siguió hasta encontrar aquella temida y deseada puerta. Esta se abrió lentamente y aunque caroline sintió en carne propia el miedo que a Lizzie le provocaba, no podía perder la oportunidad y siguió adelante a pesar del peligro que representaba.

Caroline no dejaba de tener terror, al tener que descender a lo mas profundo del bosque, sin embargo, una neblina espesa no le permitía ver nada mas que el camino por el cual transitaba. Y cuando por fin llego hasta la cima, se detuvo sintiendo un profundo pánico al saber que había llegado a la morada de aquel ser, que Lizzie había intentado de mil maneras evitar.

Y así caroline toco por fin el suelo y frente a ella, estaba una escultura de una mujer. Esta estaba cuarteada, casi rota, vio cómo se encorvaba mientras se abrazaba a sí misma. Cuando Caroline se acercó más, observo que se trataba de su propia hija, que estaba tratando de unir los pedazos que poco a poco se le caían.

Cuando Lizzie la miro, esta termino por romperse para dar paso a la risa de una mujer que reía a carcajadas, una y otra vez. Burlándose de sus patéticos intentos por unir aquellos pedazos ya rotos. De las cenizas de las piezas, se engendró otra persona, y en ese mismo instante caroline supo que cuando aquella cosa había nacido, Lizzie había perdido su alma. Este monstruo vago por aquella oscuridad y poco a poco empezó a destruir aquellas figuras. Esa cosa no le causaba asco, esa cosa no sentía culpa por echar abajo aquellas esculturas que destruía a golpes.

Caroline podía escuchar gritos lamentables cuando estas esculturas caían al suelo. Lizzie se armo de valor y persiguió aquel ser que se perdió por aquella vereda, desapareciendo en las profundidades del bosque. Sin embargo, Lizzie corrió tras de ella, quería saber quién era ella. Quería saber quien era el ser por el cual estaba tan aterrado.

¿Quién eres? — grito Lizzie— ¿¡Qué quieres!? — buscando entre la oscuridad

Y fue cuando entre una tenue luz, se formó una silueta. Cuando Lizzie se acercó más, se le helo la sangre, al ver que era la mujer deformada. Una mujer pálida, pero con partes del rostro mal pegados, ojos oscuros, sin fondo y con una sed de sangre infinita.

A ti Lizzie— dijo ella misma sonriéndole, mientras le mostraba la sangre que estaban sobre sus colmillos— te quiero a ti

Esa locura, a quien ella misma le había dado la libertad. Por la que tanto tiempo había tratado de controlar, a la que tontamente pensó que había superado y con cada muerte, venía a reclamarla, acercándose cada vez más.