CHICKEN TERIYAKI
por Syb
Capítulo IV: pasado, parte dos
Mimi llegó con una sonrisa a la recepción que practicó mirándose al reflejo de los ventanales de los edificios que separan su apartamento del hotel, y esperó a que el hombre detrás del mostrador la mirara. No parecía muy convencido de su postura.
—¿Sí?
—Hola, soy Mimi Tachikawa —dijo la mujer acentuando su sonrisa aún más—. Soy una de las elegidas originales; lo sé, no fue fácil tener once años y enfrentarse a todo eso, pero ahora todos tienen un compañero y, aunque yo ya no tenga a la mía, me parece que todo es mejor en la actualidad. ¿Tienes un compañero digimon? —preguntó al recepcionista, pero él la siguió mirando en silencio como si esperara el cúlmine de su historia—. Sé que es difícil entenderlo. Una vez, una periodista me preguntó si había leído el Señor de las Moscas, pero intento no acercarme a esa clase de contenido. Pasamos hambre, sí, pero nunca se nos ocurrió comernos entre sí. Ni siquiera lastimarnos. ¿Te imaginas si hubiese pasado eso? Yo no puedo.
—¿En qué le puedo ayudar?
—Oh, sí; claro que sí… —resolvió Mimi con una sonrisa—. Me dijeron que miembros del CITD se encuentran en este hotel.
—No puedo decirle.
—No entiende —dijo Mimi con serenidad—. Soy Mimi Tachikawa, soy de las elegidas originales, y Koushiro Izumi fue mi compañero, él actualmente es el jefe del CITD y vine a verlo.
—Es confidencial.
—¿Sabes que Koushiro me salvó en un laberinto? Le gustará verme.
—No puedo decirle nada de un posible inquilino de este hotel a nadie, no importa si es Mimi Tachikawa o el señor Gennai.
—¡Sí leíste la novela de Takeru! —exclamó la chica cuando escuchó el nombre del viejo salir de la boca del recepcionista—. También lo conozco a él, ¿sabes? Puedo conseguirte una copia firmada. Sé que está erradicado en Francia actualmente, pero solo debo hacer un par de llamadas para hacerlo efectivo.
—Señorita Tachikawa, si es que realmente es su nombre, todos han leído la novela de T. I. Takaishi. Todos saben que pasaron hambre y que pasaron cosas como el laberinto, la isla helada, la Ciudad del Comienzo y la iglesia de los Bakemon.
—Sí soy Mimi Tachikawa —dijo ella alzando la voz—. Y Koushiro Izumi estará feliz de verme, algo que no salió en ese libro es que él está enamorado de mí.
El recepcionista ni siquiera se inmutó.
—Es primera vez que citan un fanfic.
Mimi perdió la paciencia.
—No seré la jefa del CITD o la primera política que habla por y para el Digimundo. Taichi me ofreció ser vocera del CITD, ¿sabes? Pero estoy feliz de ser cocinera, ¡no volveré a pasar hambre como cuando tenía once años!
—En el libro dice que Mimi Tachikawa está en la industria de modas.
—¡No está actualizado! —gritó ella y se dio la media vuelta y se fue de la recepción tan rápido como pudo.
Era tan fácil como contactar a Koushiro por teléfono, pero él estaba tan ocupado que quizás ni siquiera hubiese contestado su llamada. Tenía tanto miedo de que la ignorara como había hecho en el laberinto cuando tenían once años. Además, Miyako le había avisado que el investigador estaba en Nueva York, no él, y quizás ella también le había avisado a Michael porque ellos dos seguían comunicándose. La vez que Taichi estuvo en la ciudad, la había visitado, sí, pero solo para usar su hombro para llorar la perdida de Sora Takenouchi a manos de Yamato Ishida. ¿Es que era la elegida irrelevante?
Salió del hotel tan abatida que cualquier habría pensado que estaba a punto de derrumbarse en el suelo para llorar amargamente. Mimi sabía que, si alguien pasaba a empujarla por error en la calle, seguramente sería el catalizador para que sí lo hiciera. Nadie parecía interesarse en la chica de la Pureza, las revistas rosas solo habían cubierto brevemente el triángulo entre el Valor, Amor y Amistad, y cuestionado la coherencia de este último emblema, ya que la actualidad de los originales elegidos era bien sabida, pero las historias de la infancia desconocidas de la novela hablaban de Taichi y Sora como algo una pareja de ensueño. Nada más había ocurrido luego de la única novela de Takeru, la cual había quedado con el cliffhanger del señor Gennai que avisó del continente Server.
La novela no había sido un fracaso tampoco, ella sí había recibido un cheque firmado por el representante del escritor por usar las horas y horas de conversación que había tenido con cada uno de los elegidos originales, solo para evitarse demandas futuras. Y cifra de aquel cheque había sido importante, si era repartido entre seis: Taichi, Sora, Yamato, Joe, Koushiro y ella. Hikari no saldría hasta el final de la segunda parte de la trilogía, y por los años que habían pasado (y su reciente embarazo), pareciera que no pasaría pronto.
Y si era completamente sincera, Taichi nunca le había ofrecido ser la vocera del CITD, eso sí era un fanfic. Si alguna vez quisieran hacer ese puesto realidad, Taichi pondría a Catherine de Francia porque su acento era lo que más gustaba y también era guapa. Lejos habían quedado los tiempos en que era conocida como la guapa de las elegidas originales.
Entró a una tienda de conveniencia con la idea de comprarse una botella de Chardonnay y llevársela a su apartamento para llorar amargamente por su irrelevancia. No había querido fama cuando Takeru se les acercó individualmente con la idea de escribir una trilogía, no pensó mucho más en lo divertido que había sido recordar con el rubio menor lo de los huevos con azúcar. Sin embargo, quedar en el completo olvido luego hablar del miedo que sintió lo del laberinto y todo lo demás le pareció injusto.
Era injusto ser la guapa de las elegidas que nadie reconocía y no poder usar su poder imaginario de ingresar al hotel, pasado sector del buffet, ni poder acceder a Koushiro Izumi a través de la recepción. ¿A quién engañaba? Eso nadie lo podía hacer, ni siquiera Takeru.
—Al menos el recepcionista sí lo reconocería —bufó mientras caminaba por la pequeña tienda en búsqueda del alcohol.
Frente a los vinos, Mimi revisó su celular para ver si Koushiro le había escrito, pero la ventana de conversación de chat con él seguía vacía. Odiaba haber sido tan impulsiva y borrar sus mensajes, en algún momento había sido buena idea, pero solo extrañaba leer sus pensamientos con respecto al cheque del representante Takeru. Él sí se había preocupado por la fama que la trilogía podría traerle.
Los ojos de Mimi dieron con su reflejo en un frigorífico repleto de botellas de té Oolong y se preguntó por el sabor que tendría si lo mezclaba con Chardonnay.
—Soy la guapa de las elegidas —se dijo Mimi, mientras arreglaba su cabello gracias al reflejo en el frigorífico—. ¡Soy la guapa de las elegidas!
Luego de gritar y asustar al dueño de la tienda de conveniencia, abrió la puerta del frigorífico y sacó de allí una botella grande de té Oolong y corrió a pagar por ella. En unos segundos salió disparada de la tienda en dirección al hotel. Sin embargo, el recepcionista no estaba.
—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla? —le dijo una recepcionista nueva.
—Sí, tengo entendido que el equipo del CITD se aloja en este hotel.
—Efectivamente.
El trato de esta recepcionista hizo que no supiera cómo responderle. En el camino había pensado en largos discursos llenos de líneas argumentativas, a pesar de que solo había pocos segundos que la separaban del hotel desde la tienda de conveniencia. Todo había sido en vano si ahora tenía que volver a empezar.
—Soy una de las elegidas originales —dijo ella—. Y Koushiro Izumi fue mi compañero en el primer viaje al Digimundo.
—¡Sora Takenouchi! —gritó la recepcionista.
—No.
—¿Hikari Yagami? —dijo ella con la mano en el pecho, como si estuviese a punto de decir algo que la llenaba de un sentimiento de agobio y ternura—. Amo a Tailmon.
—Tampoco —dijo ella sin querer enojarse con la recepcionista, así que se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja en un movimiento coqueto para darle una pista—. Soy guapa.
—¡Catherine!
—Ella no es parte de los originales —resopló decepcionada de su fandom.
—¿Mimi Tachikawa? —llamó una voz masculina a sus espaldas.
Mimi se volteó y encontró a un hombre alto de anteojos que tardó un poco en reconocer: era Shuu Kido, el primero en entrar en contacto con Koushiro cuando empezó a planear el CITD con Taichi.
—¿Mimi Tachikawa? —repitió la recepcionista, esta vez cubriendo su boca con ambas manos de la impresión.
—¿Shuu? —preguntó la guapa de las elegidas originales y él se le acercó apenas escuchó su nombre—. ¿Qué haces aquí?
La recepcionista puso mala cara, claro que la mujer sabía qué hacía un miembro del CITD en ese hotel, era lo primero que había dicho. Sin embargo, prensó sus labios para escuchar lo más que pudo de la conversación entre una elegida original y un miembro del CITD.
—Vinimos a Nueva York por trabajo —resumió él—. Según me comentó mi hermano, tú volviste a trabajar acá luego de graduarte. ¿Cómo es vivir en Nueva York?
—¿Hablas mucho de mí con Joe?
Ahora Mimi se dedicaría a decir todos los nombres de los elegidos en medio de la recepción para que a nadie le quedaran dudas de quién era ella.
—No es eso —rió Shuu—. Me comenta de todo un poco cuando lo veo. Supe que Yamato y Sora se casaron hace poco y que Hikari ya trabaja en el jardín de niños.
—¿Supiste que está embarazada? —le comentó con susurros, a lo que la recepcionista ahogó un grito—. Y no es de Takeru.
Shuu pareció sorprenderse, pero mucho menos que la recepcionista.
—¿Koushiro está en el hotel?
—Ya no, tuvo que tomar un avión de vuelta de improvisto. El último que lo vio fue Michael Barton. Mina lo acompañó, pero yo me quedé con el señor Haruiko a terminar con las reuniones pendientes. Koushiro es el que apaga los fuegos de todo, nosotros nos encargamos de hacerlo por los incendios de él.
Shuu parecía ser el poeta de los hermanos Kido. Solo por saber, se preguntó si tenía una novia por ahí, ya que ella nunca podría salir con un artista o un poeta.
—Qué decepcionante —dijo Mimi—. Esperaba verlo hoy. Le traje su bebida favorita.
A Mimi le llevaría horas entender por qué Shuu Kido la miró extrañado. La recepcionista lo supo inmediatamente y negó con su cabeza. La guapa de las elegidas no era consciente que mentir una vez era un compromiso y ella no había respetado esa relación al pie de la letra. Fingir demencia cuando vio a Shuu en la recepción del hotel fue su error.
—¿Quieres que se lo lleve?
—¿No hay té Oolong en Japón? —rió ella y Shuu la imitó.
—Claro que sí, pero sé que le gustará el té Oolong que tú le regales. Después de todo, eres Mimi Tachikawa, la guapa de las elegidas originales. —La recepcionista sufrió el mismo agobio y ternura de cuando habló de Tailmon.
Sí, se dijo ella, por los viejos tiempos, cuando ella le llevaba té Oolong a la oficina sin que él se lo pidiera. Le entregó la botella de té en la bolsa genérica de la tienda de conveniencia y se despidió de Shuu.
Volvió a su edificio cabizbaja, saludó de nuevo al conserje y, al llegar a su puerta, vio que Daisuke había dejado una nota pegada a la mirilla. "Me fui por la carreta" decía el pedazo de papel, firmado con una carita feliz mal dibujada como punto final. Al reverso, Daisuke también había escrito que Michael no estaba permitido en su sofá, utilizando jerga que podía atribuírsele a un yakuza. Mimi rodó los ojos, por supuesto que no iría a dejar entrar a Michael si su inquilino lo comparaba con un buitre.
—No es un buitre —murmuró para sí cuando abrió la puerta y volvió a entrar en su apartamento.
"¿Koushiro te recibió?" escribió Michael como si la hubiese oído murmurar en su nombre y ella volvió a rodar los ojos. Ella solo quería llenar la tina, colmarla de burbujas y aceites aromáticos para darse un baño estéticamente dramático y romántico para así sentirse mal consigo misma, tal cual una artista de cine haría en los glamorosos sesenta en Nueva York. Por supuesto que Koushiro no había esperado para verla.
"Se tuvo que ir" escribió de vuelta Mimi, al segundo Michael le contestó con una carita triste. "¿Quieres ir a Mid-Town Manhattan para olvidarlo?" resolvió luego el rubio, ¿olvidarlo? Sonaba como si intentara olvidar a un exnovio, aunque Koushiro no lo fuese. "Claro, ¿por qué no?"
A la mañana siguiente despertó sin memoria ni ropa en el pent-house lujoso del padre de Michael. Su cráneo parecía haber sido aplastado por un Monochromon y su boca estaba tan seca y asquerosa que parecía haber dormido con una docena de monedas adentro. Lo que Daisuke había predicho que pasaría pasó, y volando bajo, aceptó a Michael Barton como pareja de apareamiento cuando esperaba haber despertado en el hotel cercano a su casa.
—Esto no debió pasar —se dijo cuando vio que Michael estaba a su lado, durmiendo todavía la resaca de la noche anterior.
Intentó recordar a duras penas lo que sucedió entre su apartamento y el distrito de la vida nocturna. Había salido inmediatamente y Michael pasó por ella en un taxi amarillo y rápidamente fueron a tomar negronis como si la vida dependiera de ello. Si salía con Michael, ella no pagaba. De negroni pasó a gin-tonic, aperol spritz, luego unos shots de tequila y siguió tomando Chardonnay mientras intentaba convencer al bartender de mezclarle la copa de vino con té Oolong, pero el tipo no sabía qué era ese té. Lloró amargamente con una desconocida en un baño porque Koushiro no pasó a verla y la desconocida le dijo que, si Mimi no iba por Michael, la desconocida lo haría.
—Es millonario y está loco por ti, ¿qué importa si no es pelirrojo e inteligente? —la desconocida arengó por Michael.
—Tampoco me ignora —siguió Mimi.
—¡Cásate con Barton y olvida a Izumi!
Sin embargo, la mañana brillante que dañaba sus ojos y su cerebro con resaca, también le brindó claridad que le faltó en ese baño en Manhattan. Ella no quería estar con Michael, ella quería besar a Koushiro en la boca y preguntarle por qué la ignoraba tanto si ella estaba enamorada de él desde que le diseñó la tiendita online. Odiaba que Koushiro representara la estabilidad que sus padres tenían y le brindaba lo que a ella le faltaba: calma y seguridad. Ella solo era un cúmulo de ansiedad con extremidades.
Le daba miedo transformarse en esposa y madre de los hijos de Koushiro, ya que pensaba ciegamente que sería una aburrida mujer de un científico sin tiempo y terminaría engañándolo con alguien como Michael.
Al llegar al apartamento con la máscara de pestañas corrida, Daisuke se rió.
—¿Cómo está Koushiro? —ella no respondió y él entrecerró los ojos y se cruzó de brazos—. Solo me fui una tarde.
