¡Buenas tardes a todos! ¡Espero hayan pasado una Navidad tranquila y feliz...! Aquí les comparto un capítulo más con mucho cariño. Como saben, este es un Anthonyfic, una adaptación de mi autoría a la historia original de Candy Candy, la cual pertenece a Mizuki e Igarashi. Continuamos…

"UNA VISIÓN DE AMOR"

CAPÍTULO XX

La actividad del domingo había sido todo un éxito en la mansión Stewart, y ahora todos estaban expectantes de ser recibidos en la suntuosa mansión Andley.

Al bajar del vehículo, la imagen de una sonriente Candy en su primer vestido celeste de maternidad, y de Anthony junto a ella, en su silla de ruedas, - al frente de los Andley-, los recibió, haciéndolos sentirse bienvenidos. En especial a Annie y a Patty que, al ver a Candy, no dudaron en exclamar su nombre y correr hacia ella, rompiendo el protocolo, abrazándola contentas, recibiendo igual reacción de parte de la pecosa, que las abrazaba con lágrimas en los ojos, dándoles la bienvenida. Mientras ambas celebraban con emoción el encontrarla de encargo, luciendo su lindo vestido, diciéndoles que tenía poco más de tres meses y medio.

"¡Qué alegría verte otra vez, Candy!", dijo la joven de lentes secando delicadamente una lágrima de su emotivo rostro, por la alegría del encuentro. La salvadora de su querida tortuga Julie le sonreía viéndola de vuelta con igual cariño, sosteniendo su mano.

"¡Qué alegría también verlas, Patty! ¡Annie!", dijo la pecosa con emoción y lágrimas de felicidad.

"No llores, por favor, pecosa", le dijo una cálida voz, junto a ellas.

"¡Oh!", se sorprendió la rubia de pronto, cayendo en cuenta de su descortesía, viendo a su sonriente y abandonado esposo en su silla de ruedas, mirándola con cariño.

"¡Perdona, amor!" Candy se aproximó a él tomando su mano, sonrojada. "Patty, Annie… permítanme presentarles a Anthony Brower Andley, ahora mi esposo", sonrió orgullosa, a pesar de sus lágrimas.

"¡Enhorabuena a ambos, joven Brower!", dijo Annie contenta, acercándosele y estrechando su mano.

"¡Nos alegramos mucho por ambos!" dijo la sonriente joven O'Brien también. "Cuando Candy nos contó sobre su matrimonio nos pareció lo más natural del mundo. ¡Ambos hacen una linda pareja!", les dijo, recordando haberlos visto juntos en la fiesta de abril, y lo cómodos que se movilizaban juntos entre los invitados.

"Muchas gracias, Patricia.", dijo Anthony con familiaridad. "Candy las quiere mucho a ambas.", sonrió. El rubio menor se sentía identificado con ellas por las historias contadas a él por su pecosa durante los últimos meses.

Su tío se aproximó, "Señores Brighton, permítanme presentarles a mi sobrino Anthony Brower Andley. Anthony, permíteme presentarte al señor Michael Brighton y a su esposa Samantha Brighton, padres de Annie", dijo William Albert completando la presentación.

"Un gusto conocerlo finalmente, joven Brower", dijo el señor Brighton estrechando manos con él. "Nos alegremos mucho de que se encuentre mejor, y ¡felicidades por sus nupcias y su futuro heredero!"

"El gusto es mío, señor Brighton, y le agradecemos. Gracias, sí, Candy y yo estamos muy contentos con la noticia", dijo sonriente Anthony, tratando de ignorar el hecho de que estaba en una silla de ruedas frente a ellos. Después del susto pasado, ni la vergüenza injustificada de presentarse así le haría poner en riesgo su salud otra vez. Tenía mucho por qué vivir, y a quién proteger, pensó orgulloso, viendo a su esposa saludar y ser felicitada por los padres de Annie, apreciando su pequeña pancita.

"Anthony," continuó su tío, "te presento también a la señora Elizabeth O'Brien y a su suegra y madre del señor O'Brien, la señora Martha O'Brien."

"Un placer, señoras.", sonrió el rubio menor, estrechando levemente sus manos también con cortesía, por no poder inclinarse y besar su mano como lo haría estando de pie.

"Un gusto en conocerlo, joven Anthony.", dijo la elegante señora O'Brien.

"Joven Anthony, ¡un gusto en verdad conocerlo!", dijo la abuela Martha con una sonrisa apreciativa, "Veo que es tan apuesto y encantador como su joven tío... - ¡Tuviste suerte, querida Candy! -". La anciana de cabello corto y canoso guiñó el ojo a la rubia.

"¡Abuela…!", se apenó otra vez la señora O'Brien y también su nieta, sonrojándose.

"¡Gracias, abuela Martha!", dijo Candy feliz, sin ofenderse, ya que en el colegio había aprendido a conocer a la abuela de su amiga, la vez que se coló dentro del alumnado para saber qué se sentía estudiar como lo hacía su nieta. Candy sabía que lo decía sin mala intención.

"Gracias, señora.", respondió educadamente también el apenado y apuesto esposo.

"Espero que mi Patty tenga tanta suerte como tú...", dijo la anciana sincera, mirando de reojo a los primos Cornwell que, tras la silla de Anthony, junto a su elegante tía abuela, se preocupaban por el significado de su mirada, mientras William sonreía divertido de ver la escena.

"Porque, por lo que me he percatado, el apuesto tío de la familia ya está apartado. - ¿O me equivoco, señor Andley? -", continuó la anciana haciendo alusión a lo ocupado que se había mostrado con la señorita Stewart el día anterior, interrumpiendo de inmediato la sonrisa del joven patriarca que se le quedó viendo a la audaz señora con sorpresa, haciendo que sus tres sobrinos estallaran en carcajadas. Carcajadas acalladas de manera inmediata por una sola mirada de su tía abuela.

"Sean Bienvenidos, señores Brighton y señoras O'Brien." Saludo con perfectos modales la Matriarca del Clan. "Estimadas Annie y Patricia, bienvenidas. Señores Britter, bienvenidos también nuevamente, saben bien que esta es su casa", dijo la tía abuela con gran cordialidad. Los padres de Candy, que se habían mantenido al margen de las presentaciones le sonrieron.

"Gracias, madrina", dijo la señora Britter.

"Gracias, señora Andley".

"Buenos días, señora Andley.", dijeron los demás invitados con igual cordialidad.

Todos los visitantes ya habían departido con ella el día anterior en la tertulia realizada en la casa Stewart. "¿Por qué no pasamos ya al salón? Se servirá el desayuno de inmediato", dijo la elegante señora, volviéndose para ingresar a la mansión.

"Por favor…", dijo el alto patriarca secundándola, extendiendo su brazo en invitación para que todos siguieran a su tía, que era escoltada en ese momento por Archie. Anthony, con la ayuda de Stear, ingresó también a la mansión, pero por la rampa construida especialmente para él junto a la escalinata, acompañado por Candy.

Horas después… "Y bien, Candy, dinos…", la joven de cabello negro azabache y mirada azul profundo dijo con emoción. "¿Cómo fue?"

"¿Cómo fue qué, Annie?", se apenó la rubia, temiendo su pregunta.

Las tres amigas, luego de departir con la familia todo el día, se las habían arreglado para pasar las últimas horas de la tarde a solas, tomando el té en la sala de invierno del segundo piso, para ponerse 'al día', mientras los mayores y Anthony junto a sus primos y tío, departían en el primer nivel.

"¡Pues tu pedida de mano, claro!", explicó sonriente la pelinegra.

"Sí, Candy, ¡cuéntanos!", dijo también Patty emocionada, sentada frente a ella.

Candy sonrió sonrojada, recordando ese memorable día de agosto. "Pues… verán, un día Anthony me invitó a acompañarlo a ver un eclipse de luna en su propiedad."

"¿De noche?", dijo sorprendida Patty.

"Shhhh….", la calló Annie, interesada en escuchar la historia.

"Sí." Dijo Candy un tanto apenada. "Y pues, cuando llegamos a la colina, Anthony había preparado una carpa de las que utilizaba con su tío para cuando salían a acampar. Tenía un pequeño refrigerio, mantas por el fresco de la noche, y el telescopio que era de su padre. Y bueno… esperamos contentos el eclipse, conversando y cuando comenzó lo vimos por su telescopio. Al terminar, ya avanzada la noche, íbamos a retirarnos cuando nos sorprendió una lluvia de estrellas en el cielo. ¡Fue hermosa! Yo se lo hice ver así a Anthony, y, bueno… él entonces tomó mi mano, y me dijo que esa lluvia de estrellas en el cielo era tan inesperada y tan deslumbrante como yo misma le había parecido a él la primera noche que nos conocimos, en el baile de abril", dijo con un hermoso sonrojo en sus mejillas.

"Ahhhh…", suspiraron sus dos amigas, llevando sus manos a su propio pecho, emocionadas.

"Luego...", continuó Candy con mirada soñadora, "Anthony me acercó a él y mirándome a los ojos, me dijo que me amaba y que, aunque llevábamos solo unos meses siendo novios, sabía perfectamente que no podría vivir ya sin mí…. Y que…. Lo disculpara por su impetuosidad, pero que él debía saberlo…" ella sonrió de manera esplendorosa, "Y fue cuando se hincó frente a mí en el llano."

Patty y Annie hicieron una exclamaron en sorpresa y júbilo al escucharla, emocionadas junto con ella.

"Y entonces… me preguntó con las palabras más hermosas que he escuchado en mi vida, si quería ser su esposa." Concluyó la pecosa con total ensoñación.

"¿Y qué le respondiste?", dijo Patty, embebida en la historia, ante la mirada incrédula de Annie, quien sacudía su cabeza al escucharla decir tan inverosímil pregunta.

Candy sonrió sonrojada, resaltándosele sus pequeñas pecas. "Pues… ¡Le dije que sí!", dijo totalmente feliz, entre risas de su feliz grupo de amigas, obviando contarles, claro, el detalle de que inmediatamente después ella se le había ido encima a Anthony para abrazarlo y que trastraviando ambos hacia atrás, habían caído de vuelta dentro de la carpa, comenzando a reír ambos por lo inesperado de su caída y, tras mirarse enamorados, aún abrazados sobre las mantas, Anthony comenzó un sentido y emocionado beso de celebración entre ambos que, con el paso de los minutos, y de la alegría que embargaba en aquel momento sus jóvenes corazones, se fue convirtiendo en algo más serio y apasionado, entre palabras tiernas, promesas y caricias que jamás se habían permitido experimentar antes, y que, sin que los jóvenes inexpertos supieran cómo, terminaron convirtiéndose en el comienzo de una nueva vida nacida de su amor, sin siquiera sospecharlo.

"Sé que les dije que mes y medio después sucedió el accidente de Anthony, y bueno, nuestra boda fue una boda in extremis.", dijo la pecosa más seria. "Gracias a Dios, a pesar de lo difícil que fue todo salió bien y Anthony logró recuperarse." Lo resumió todo la pecosa en pocas palabras, aunque el dolor y temor de esos terribles momentos logró reflejarse en su joven rostro, siendo apreciado por sus amigas.

Annie y Patty se quedaron calladas, viendo a su amiga silenciosa, tras recordarlo.

"Lo bueno es que todo salió bien, como dices, Candy, y que ahora están los dos juntos y muy felices esperando su primer hijo." La animó la joven Brighton con una sonrisa sincera.

Candy sonrió otra vez, al mirarla. "Es verdad. Gracias, Annie.", se animó la rubia.

La pecosa sabía bien que, entre líneas, se leía el desliz de ambos y lo difícil de la situación al Anthony haber estado tan grave, estando ella ya esperando. - Lo de su compromiso con William no se los mencionó. Nadie en la familia lo mencionó nuevamente a nadie luego de ocurrido el accidente. - Y su matrimonio hecho de inmediato con el joven Brower había evitado las habladurías de la sociedad, al resultar casada casi en secreto, sin dar explicaciones la familia de la fecha exacta de su boda, atribuyéndolo los demás a lo excéntrica y cerrada que la familia Andley podía llegar a ser cuando se trataba de sus miembros más importantes, siendo Anthony el segundo de ellos en la línea de sucesión.

"Les agradezco mucho su amistad", dijo la pecosa, sintiéndose agradecida por solo percibir su cariño y su empatía, sin juzgarla. "No saben lo que su cariño ahora significa para mí.", les dijo con lágrimas en los ojos. "Y lo feliz que estoy de que hayan podido venir a verme."

"Candy," dijo Patty, sonriéndole con ternura, "Tú siempre has sido un ángel para todos lo que te conocimos. Te queremos mucho, y sabes que siempre estaremos también para ti." Le dijo la joven O'Brien poniéndose de pie levemente y extendiendo su mano hacia ella sobre la gran mesa. La pecosa sonrió e hizo lo mismo tomándola, y Annie contenta, también se puso de medio pie y unió su mano a las de ellas, riendo las tres felices de sentir que su amistad había perdurado a través de la distancia y de los años, luego de conocerse en el San Pablo.

"Bueno, señoritas,", dijo Stear muy digno tras hacer subir a la señorita Brighton a su vehículo, luego de concluida la cena formal. "Siguiente parada, la mansión Britter.", dijo sonriente, lo cual le pareció un detalle encantador de su parte a la joven O'Brien, sentada ya en el vehículo junto a Annie. Archie abrió la portezuela del copiloto y subió también al vehículo, mientras su hermano, tras cerrar la portezuela de atrás, se dirigía al lado del piloto.

Tras despedirse con un cálido abrazo de sus padres que iban en el primer vehículo, Candy se aproximó a la ventanilla de la portezuela del vehículo donde viajaban sus amigas. Los demás invitados ya estaban terminando de subir también a los otros vehículos.

"Entonces, chicas, nos veremos pasado mañana para ir al pueblo", les dijo la pecosa ilusionada. "Como a eso de las 10:00".

"Sí, Candy", dijo Annie sonriente. "¡Tengo muchas ganas de probar los hot dogs que me mencionaste!"

"¡Los mejores del país, puedo asegurarte, Annie! ¡Y mira que he comido muchos en Nueva York! Pero ese puesto en el pueblo, que le enseñé a Anthony durante uno de nuestros paseos, no tiene comparación", rió la rubia feliz, a quien se le hacía agua la boca de solo recordarlos.

Anthony ahora de pie, con su bastón, junto a su tía abuela, al inicio de las escalinatas, - tras despedirse de las visitas -, miraba con total amor a su esposa despedirse de las jóvenes. Le encantaba verla tan animada y feliz, como antes, sin que las penas por su recuperación la distrajeran de su jovial ánimo.

"…¿Tú que dices, Anthony?", preguntó su tía abuela distrayéndolo de su abstraída apreciación.

"¡¿Eh?! - ¿Sobre qué, tía abuela? -", se volvió el alto rubio hacia la anciana.

La señora Elroy rió bajito, mirándolo hacia arriba. "Sigues igual de enamorado que siempre de tu esposa, ¿no es cierto? Te estaba comentando sobre la amistad de tus primos y las amigas de Candy, que parecen congeniar muy bien. Que ¿qué piensas de ello?", le dijo, aprovechando la privacidad que les daba estar retirados de los demás.

Anthony rió. "¡Ah, perdone, tía! ¡No la escuché!" sonrió apenado. "Pues, respecto a lo primero, en realidad pienso que la verdad es que cada día estoy más enamorado de mi esposa que antes." Le dijo, ganándose una sonrisa amplia de la señora Elroy. "Y en cuanto a lo de mis primos, sí, en efecto, parecen ser muy cordiales con ellas… pero de eso a buscar esposa…, queda un largo trecho aún por caminar, tía abuela.", le dijo sincero.

"Pues… ya veremos." Dijo la dama, optimista, mirando cómo se marchaban los tres vehículos finalmente, y giraban en la rotonda, y luego tomaban el largo camino hacia el portal, para salir de la mansión. Candy regresaba en ese momento junto a su esposo y a la tía abuela, tomando la mano del rubio de inmediato con una sonrisa, la cual fue ampliamente correspondida por su alto esposo. William Albert venía caminando atrás de ella también y tras asentir a los presentes, los cuatro miembros de los Andley ingresaron de vuelta al acogedor interior de la mansión, permitiendo que uno de los mayordomos cerrase las puertas tras de sí.

Al llegar a la primera sala, William Albert fue alcanzado por el mayordomo principal que le habló con discreción al oído, y tras disculparse con los presentes, el joven patriarca se dirigió hacia el despacho con una expresión sonriente.

"Bien, muchachos.", dijo la matriarca, viéndolo marchar con complacencia y luego viendo aproximarse a su mucama de confianza, que se detenía junto a la escalinata principal, fuera de la sala, para acompañarla, "Yo me retiro."

Candy se aproximó a darle un beso de buenas noches.

"Buenas noches, tía abuela. Que descanse.", dijeron los rubios al mismo tiempo, sin planearlo, sonriéndose entre sí.

"Hasta mañana, niños", les dijo. "Lo mismo para ustedes. Que descansen." Se volvió la Matriarca, caminando hacia la escalinata, su mucama la encontró a medio camino, ayudándola con su chalina de lana que ella se quitara y que había usado para salir a despedir a las visitas en el frío de la noche.

"¿Qué te parece si pasamos unos minutos más junto al fuego de la chimenea, pecosa? Antes de subir."

"¡Me encantaría!", le dijo la rubia con una entusiasta sonrisa.

Tras sentarse ambos en su sillón favorito, Anthony teniéndola a ella en su abrazo, con su mano izquierda sobre su pancita, inquirió, "¿Y cómo te sientes ahora que Patty y Annie ya están contigo otra vez, amor?"

Candy alzó su mirada hacia él. "¡Muy feliz, Anthony!" le dijo sincera. "Estuvimos platicando de lo que ha sido de nuestras vidas estos últimos dos años, y bueno… sentí que recuperé algo que no sabía que había añorado tener… - amigas con quienes conversar -", reconoció la pecosa con alegría. Anthony asintió al escucharla.

"Me alegro mucho, amor.", le dijo.

El rostro de la rubia se volvió de pronto preocupado. "¿Me creerías egoísta, Anthony, si te confesara que, hasta cierto punto, me agradaría muchísimo que pudiéramos compartir más como hoy, de manera cercana, si los chicos lo creyeran conveniente en sus vidas?"

Anthony sonrió. "¿Piensas que Patty y Annie sí están interesadas en entablar una relación más seria con Stear y Archie, de darse la oportunidad?"

Candy lo reflexionó un momento antes de contestar a su esposo. "No lo sé, amor. Pero sí estoy segura de que las chicas no les son indiferentes a Stear y a Archie. Y bueno, ellas están aquí otra vez. Eso denota que tampoco de su parte hay desinterés."

Anthony sonrió. "Tienes razón."

"Talvez… si tú les hablaras a los chicos..."

"No quisiera inmiscuirme en algo tan privado para ellos, amor. No, si no me lo mencionan. Y hasta el momento, no me han dicho nada."

Candy asintió, comprendiendo su posición. Luego sonrió. "Bien, de todas maneras, pasado mañana veremos cuán indiferentes pueden ser en realidad."

Su esposo rió y solo besó su cabecita dorada. Sabía que cuando se le metía una idea a su esposa en la cabeza, era por demás tratar de disuadirla al respecto. Sobre todo, cuando se trataba de personas que ella quería mucho, como resultaba ser el caso de los cuatro inocentes involucrados.

Al día siguiente…

"¿Está bien aquí, señor Brower?", preguntó el chofer a Anthony, que viajaba en un auto diferente al de las chicas, junto con su primo Archie. Stear se había encargado de llevarlas a ellas, Candy incluida.

"Sí, Timothy", luego de pasear en auto por el pueblo mostrándole a Annie y a Patty los alrededores, Anthony decidió detenerse en la calle principal del pueblo de Lakewood. - Había suficientes tiendas donde las chicas pudieran entretenerse -. El auto se detuvo, siendo seguido por el auto de Stear, que se estacionó inmediatamente después del de ellos.

Timothy, el chofer, bajó prontamente del vehículo y bajó la silla de ruedas de Anthony de los asientos de atrás. Anthony, sin dudarlo, decidió utilizarla en público para no preocupar a su pecosa o atrasar el avance del grupo durante su paseo. ¡Al diablo con el qué dirán!, pensó. Suficiente había tenido con el susto del otro día. Candy, sin decírselo, se sentía muy orgullosa de él por su decisión.

Anthony bajó del vehículo y sin problemas caminó hacia la silla y se sentó con aplomo. Candy inmediatamente lo alcanzó, tras bajar también de su vehículo, y Archie se hizo cargo de llevarlo. El feliz grupo comenzó su caminata, con las chicas platicando sobre la última vez que había visitado un pueblo pequeño y Stear y Archie contándole de las muchas cosas que el pueblo ofrecía a pesar de su tamaño.

Juntos entraron a tiendas de ropa, pequeñas, pero bien surtidas, resultando en la compra de algunos pañuelos y abrigos para el frío que el chofer guardó en los vehículos luego de un rato. Siguiendo su camino, Patty se interesó más tarde en una tienda de antigüedades que había en una esquina y todos entraron junto con ella a mirar. Por primera vez, Anthony dejó su silla y caminó, con la ayuda de su bastón, admirando los objetos que habían en el lugar, como todos los demás, con interés. Luego de varios minutos de interesantes descubrimientos, los ojos avellana de la joven O'Brien se posaron en un bello camafeo en la vitrina del aparador principal.

"¿Desea verlo, señorita?", dijo el dependiente al notar su interés. Un señor ya de sesenta años, de bigote blanco y cabello canoso, con lentes, que le sonreía atento a la jovencita.

"Sí, muchas gracias.", dijo un tanto apenada. El joven inventor se aproximó a ella para ver qué le había llamado la atención. Annie también se aproximó.

"Es un camafeo de 1860. Pintado a mano en marfil, con la imagen de dos tulipanes amarillos. Que significan… "El sol brilla en tu sonrisa".

"¡Qué hermoso!", dijo Annie sorprendida, mientras Patty lo recibía en sus manos con fascinación. Al abrirlo, encontró que tenía espacio para dos pequeñas fotos.

"Es muy bello...", susurró, admirándolo.

"¿Te gusta?", preguntó Stear con una sonrisa, apreciando la pieza también.

La pregunta sorprendió a la joven. "Sí… es hermoso, pero debe ser muy caro.", expresó.

"Su costo-,", comenzó a hablar el dependiente.

"Por favor", lo interrumpió, Stear, alzando su mano. "Solo póngalo a mi cuenta, por favor."

"¡Stear!", dijo la joven sorprendida. Candy miró a su esposo con una discreta sonrisa, mientas ambos a unos pocos metros miraban juntos un pequeño óleo de una dama rubia con su nene pequeño cargado, mirando hacia un floreado jardín de primavera.

"No puedo aceptarlo…", protestó la joven de lentes.

Candy se aproximó a ellos sonriente. "¿Pero por qué, Patty?", intervino.

"Es que…", Patty no supo qué decir.

Stear la miró un tanto preocupado. "Solo es un pequeño recuerdo que quisiera tuvieras de tu visita a Lakewood con nosotros, Patty. Nada más."

La joven se le quedó viendo.

"Vamos, Patty", apoyó a su primo político la pecosa. "Es un bello detalle para que nos recuerdes, ¿no te parece? No es nada del otro mundo. ¿No lo crees así, Annie?" La rubia buscó el apoyo de su otra amiga. La sorprendida joven de cabello oscuro la miraba no muy convencida de qué debía responder.

Archie se había aproximado a ver de qué se trataba tanto revuelo. "Es verdad.", comentó el elegante muchacho. "Un recuerdo de esta visita sería algo muy original. Por ejemplo, esta partitura antigua de El Canto del Cisne, de Schubert, creo que te gustaría a ti, Annie."

La joven de inmediato se volvió a verla, tomándola en sus manos. "¡Es una primera edición!" dijo luego de un momento. "¡Y trae la letra!", añadió sorprendida. Archie sonrió viendo brillar sus ojos azul profundo con total emoción. La joven Brighton casi no hablaba, pero el joven Cornwell menor había notado que sus ojos lo decían todo muchas veces, sin necesidad de palabras.

"¿Te gusta?"

"¡Es perfecta!", dijo la joven sin pensarlo. Luego se apenó, "Bueno, es decir…"

"Entonces este será mi regalo para ti." Archie se aproximó al mostrador y pidió lo mismo que su hermano.

"¡Qué pena!", dijo sonrojada la pelinegra.

"No te apenes tanto, Annie. Mira que a todas nos están comprando algo.", dijo feliz, mirando hacia el mostrador, donde Anthony estaba entregando también el pequeño cuadro para que lo empacasen para ella.

"Pero Anthony es tu esposo…", Annie le susurró en voz baja.

"Pero Stear y Archie son nuestros amigos. Son buenos muchachos, Annie, nunca harían para ofendernos", los defendió.

Annie lo pensó un momento y Patty que se les había aproximado, alcanzó a escuchar el final. "Tienes razón, Candy.", sonrió la joven castaña, ajustando sus lentes. "Ambos son unos perfectos caballeros.", las tres miraron hacia el mostrador, donde los tres apuestos primos platicaban con el dependiente mientras empacaba para ellos cada objeto.

"Stear es un gran inventor y, como ven, muy atento y divertido también." Dijo Candy viendo discreta el interés en la mirada fija de sus amigas en los caballeros. "Y Archie es un gran amigo y un excelente empresario. De hecho, de los tres, es el que más elogios recibe de William.", dijo contenta la rubia.

"Y el tuyo es el esposo más encantador, atento y enamorado que he visto en mi vida.", sonrió Annie mirando a su amiga con cariño. Candy se sonrojó, asintiendo apenada.

"Muy bien, damas.", dijo Archie llegando junto a ellas, con los demás muchachos. "Aquí están, esperamos les agraden." Y cada caballero entregó un paquete envuelto según su contenido a su dama.

"Muchas gracias, amor.", dijo Candy recibiendo el suyo y besando la mejilla de su esposo. Mientras Patty y Annie recibían sus regalos, de manos de los jóvenes Cornwell, con un dulce rubor en sus mejillas, agradeciéndoles ellas con una tierna sonrisa y suaves palabras. Candy y Anthony intercambiaron miradas apreciando la escena y lideraron discretamente el camino de salida de la tienda, dándoles su privacidad. Sin notar su ausencia, los cuatro jóvenes se miraron unos momentos más con las damas, sonrientes, y luego apenados, al verse solos, les ofrecieron su brazo para escoltarlas fuera de la tienda. El anciano dependiente tras ver salir a las parejas sacudió su cabeza sonriente, recordando sus tiempos mozos junto a su difunta esposa.

Ya afuera de los negocios, se encontraron con el chofer quien llevó los obsequios a los vehículos mientras los seis jóvenes decidían que era momento de probar los deliciosos hot dogs que Candy tanto había alabado, para el almuerzo.

Entre risas, molestando a Anthony, tras haber escuchado el lunes recién la historia de cuando los dos rubios visitaron el puesto juntos y que Anthony pidió tenedor y cuchillo, no digamos de asombrarse que comieran de pie los comensales en el lugar, ahora reían todos de ver que el chofer traía cinco banquitos para que los felices jóvenes se sentaran en el puesto, a petición del mismo Anthony, aduciendo que Candy no podía estarse de pie toda la comida como antes. Igual no se salvó de que Archie, pícaro, le presentara un juego de cuchillo y tenedor que traía guardado en su saco, por si acaso el rubio quería usarlos, ganándose una servilleta en bola de parte de Anthony y que todos los felices comensales a su alrededor, tras escuchar de metidos la repetición de la historia, siguieran su ejemplo, y para sorpresa de Archie - y risa de las tres chicas y de Anthony mismo y de su hermano inventor -, se viera el elegante siendo bombardeado por una lluvia de bolas de servilleta de los sencillos comensales a su alrededor, mientras sostenía aún los cubiertos en su mano, mientras sus primos reían.

Tras tan alegre comida – exceptuando por ese interludio para Archie -, y ahora sí, convencidos de que Candy tenía toda la razón, ya que todos se repitieron el hot dog – Stear cuatro veces, de hecho -; Candy les pidió le ayudaran a bajar la silla de Anthony de la banqueta para seguir en la calle hacia un lugar detrás de la iglesia y allí, para sorpresa de sus amigas y primos…

"¡Una canesita!", dijo sorprendido Archie, quien llevaba la silla del rubio.

"¡Vamos!", dijo Candy aproximándose feliz. "¡Le pedí al dueño nos diera unas vueltas antes de abrir al público esta tarde!"

Todos siguieron a la contenta rubia abrigada y feliz, y al llegar el encargado del juego les recibió sin complicaciones. "¡Bienvenidos!", les dijo. "¡Los esperaba! ¡Por favor, pasen adelante!"

Anthony se levantó de su silla, tras asegurarla, y con Candy, y ayudado por Stear, subió a la canesita, pero esta vez, en vez de ir a los caballos que subían y bajaban, ambos esposos Brower se sentaron en una especie de trineo para dos. Sus otros cuatro compañeros se quedaron indecisos de qué hacer.

"¡Vamos, chicos!", les ayudó Anthony divertido. "¡Ayuden a las damas a escoger su corcel!", les dijo sonriente, teniendo a su Candy tomada de la mano, junto a él.

Stear se volvió a Patty y la ayudó, escogiendo los dos corceles delante de los rubios, y Archie tomó la mano de Annie e hizo lo mismo, quedando en los corceles dos lugares atrás de los rubios, tomando su espacio.

"¡Una vuelta y tendrán flores de ensueño! ¡Dos vueltas y tendrán flores de amor!", dijo el encargado con alegría escénica.

"¡Dos vueltas, por favor!", gritaron los esposos Brower desde su asiento en el trineo, trayéndoles lindos recuerdos de su primer día en la canesita, haciendo, sin embargo, sonrojar a Annie y a Patty con su afirmación. La canesita comenzó a girar poco a poco con su amena música y, a pesar de su edad, los jóvenes Cornwell y Patty y Annie, recordando su niñez, viendo divertidos como subían y bajaban sus corceles, comenzaron a reír, y a ver divertidos a su alrededor. Y a compartir miradas felices con sus hermosas amazonas, unos, y sus apuestos caballeros, las damas.

"Me gustaría algún día que los niños del Hogar de Pony, donde crecí, pudieran disfrutar de algo como esto.", dijo suavemente Candy, recordando la primera vez que ella y Anthony se atrevieron a subirse a la canecita, a pesar de su edad.

"Un día lo haremos, pecosa.", le dijo su esposo mirándola a los ojos, "Te lo prometo.", le aseguró.

Y Candy con una sonrisa, asintiendo, se dejó abrazar de su esposo, mientras optaba por cerrar sus ojos, para evitar el mareo que allá en el fondo sentía quería darle por girar ahora que estaba tan sensible por su embarazo. No quería arruinarles a sus amigas un momento tan especial, como el que había vivido al lado de su amado en su momento. Estoicamente la pecosa aguantó, esas dos, y dos vueltas más que pidiera Stear, guiñándole el ojo a la joven O'Brien, que al igual que Annie, se sentaba en su corcel, de lado como una dama, sonriéndole a su acompañante y conversando experiencias de la niñez que venían a su memoria como si se conocieran de años.

Muy divertidos todos, y tras cubrir la tarifa Anthony, ante las protestas de sus primos, las ahora tres parejas, ayudando a Anthony a bajar y sentarse nuevamente en su silla, se condujeron de vuelta a los vehículos, entre risas, miradas furtivas y sonrisas ilusionadas. Mientras caminaban, sin los demás notarlo, Stear se animó a tomar la mano de Patty que caminaba a su lado, quien sorprendida se le quedó viendo, pero al ver la sonrisa sincera del muchacho, ella también le sonrió de vuelta, y con un corazón liviano, se dejó conducir por el guapo inventor, atrás la alegre comitiva.

"¡Esperen! ¡Aquí está el estudio del señor Thompson! ¡Tomémonos una foto!", se escuchó de pronto la exclamación de la rubia.

"¿Una foto, Candy?", se sorprendió Annie.

"Sí, Annie", dijo segura la joven señora Brower. "Siempre aprovecho a tomar fotos de momentos especiales.", dijo tomándola de la mano y convidándola a seguirla dentro.

Archie y Anthony compartieron una mirada y una sonrisa y las siguieron. Patty y Stear, mirándose, soltando sus manos, alcanzando a sus amigos dentro del negocio.

Cuatro lindas fotos quedaron de recuerdo de ese día tan feliz entre amigos. Una de los seis juntos, que quedó muy hermosa, las tres jóvenes sentadas y los tres apuestos caballeros de pie tras ellas. Y una de cada pareja, animados los cuatro solteros a tomárselas por una contenta Candy, asegurándoles que sería un lindo recuerdo de los regalos recibidos esa mañana donde el anticuario.

Mientras le pedían a Archie que apoyara la mano en el respaldo de la silla donde estaba sentada Annie, para que quedara mejor la foto, Anthony, de pie en aquel momento junto a su pecosa, habló a su oído sin que los demás lo notasen.

"¿No me digas que esto también lo planeaste?" le dijo.

Candy lo miró con travesura y susurró de vuelta, "Me hacían precio especial si eran más de tres.", le aclaró.

"¿Más de tres?", alzó la ceja Anthony.

"Cuatro en realidad. William y Charlotte pasaron por aquí el viernes por la tarde y también se tomaron unas. Les pedí que comprobaran si las fotos eran de buena calidad y si los atendían bien para venir nosotros hoy", admitió culpable.

"¡Candy…!", se sorprendió su esposo.

"Shhh…", Candy lo calló suavemente, colocando su dedo sobre sus propios labios, al ver que los demás se volteaban a verlos curiosos. Siendo ahora el turno de Stear y de Patty, escogiendo ellos sentarse uno junto a otro en un biombo.

"Serán unos bonitos recuerdos cuando ya estén listas. - Ya lo verás. -" le aseguró. "Tengo una buena corazonada sobre esto."

"Candy…", le sonrió su esposo, abrazándola por la cintura, "Es usted terrible, señora Brower.", le dijo divertido. "La tía abuela estaría orgullosa de usted, si lo supiera."

Candy lo vio con más pena. "Pues…"

"¡No me digas que ella lo sabe, pecosa…!", dijo el rubio incrédulo.

"Shhh…", le volvió a decir su esposa. "No exactamente…", le aclaró, dudando en confesar su travesura completa con la tía abuela.

"Candy…", la reprendió con una mirada su esposo.

"Solo es un pequeño empujoncito nada más para los seis.", se disculpó. "Te prometo que no intervendré más", le dijo con una mirada contrita. "En serio. ¡Lo prometo!", afirmó al él no muy creerle.

"¡Listos…! A la cuenta de 3. Uno, dos… ¡tres!" Dijo el fotógrafo, sonando de inmediato el fogonazo al tomar la foto de Stear y Patty.

Anthony sacudió su cabeza mirando a su pecosa. "¿Y qué más tienes planeado en esa cabecita tuya para hoy?", le sonrió.

Candy sonrió pícara mirándolo a sus bellos ojos azul cielo. "¡Chicos!," dijo llamándolos, sin dejar de ver a su esposo.

"¿Sí, Candy?", preguntó Archie, ofreciendo su brazo a Annie para acercárseles, acción que agradó mucho a la joven Brighton.

La rubia se volvió a los demás. "Quería decirles que William Albert me dijo, antes de salir esta mañana, que nos invitaba a todos a tomar el té en el Hotel de Lakewood a las 5, ya que estaría con Charlotte por aquí más tarde. ¡Hay un delicioso pastel de chocolate allí que me gustaría que probasen, Annie y Patty! ¡Es el mejor! ¡Y miren que yo sé de pasteles de chocolate!", les dijo a sus amigas contenta.

"¡Por supuesto, Candy!", dijo Patty también emocionada. "¡Ya tengo hambre!", se sonrojó de haberlo dicho de inmediato.

"¡Yo también!", sonrió Stear despreocupado, restándole a ella la pena.

"Si es así, tenemos el tiempo justo.", comentó Archie.

"Mandaré las fotos a la mansión Andley cuando estén listas, señor Brower", dijo el fotógrafo dirigiéndose al rubio, sabiéndose contratado por su esposa.

"Muchas gracias, señor Thompson.", respondió Anthony educadamente. "De todas formas le enviaré la paga mañana mismo."

"Regresemos a los vehículos entonces.", dijo Stear. "El Hotel está en el otro extremo del pueblo." Anthony asintió.

Y regresando el rubio a su silla, incómodo como se sentía de hacerlo, pero resignado de tener que usarla, los seis amigos salieron del estudio, contentos, rumbo a donde habían dejado los autos al otro lado de la plaza.

Archie conducía la silla de Anthony, acompañado de Annie y de Candy, quienes conversaban amenamente entre ellas. Y detrás de ellos, un sonriente Stear y una contenta Patty caminaban ahora tomados de la mano tranquilamente, mirando los aparadores, sonriendo y conversando con igual familiaridad, sin soltarse.

Continuará…

¡Gracias por leer!

¡Espero el capítulo haya sido de su agrado!

¡Muchas gracias por sus comentarios a pesar de lo ocupado de las fiestas, al capítulo anterior! - ¡Lo aprecio mucho! - ¡Y mil gracias por sus deseos de Feliz Navidad para mí y mi familia! ¡Muy agradecida!

Agradezco sus comentarios a Julie-Andley-00 (Gracias, Julie! Qué bueno que te gustó el capítulo, y las ocurrencias de Stear! - Y gracias por recordarme que Anthony todavía tiene amnesia selectiva, ji, ji, ji! - Un abrazo, amiga, y gracias por estar pendiente de la historia!), gracias igual a Anguie, Sharick, Mayely león, Guest 1, Guest 2, Mia Brower Graham de Andrew y GeoMtzR, qué bueno que les gusta la historia, y que se toman un tiempito para disfrutarla.

Les deseo a todas ustedes y a las lectoras silenciosas un feliz fin de año 2023 y, con la Bendición de Dios, un mejor año 2024, lleno de Esperanza, Paz y Nuevos Comienzos en sus vidas. ¡Dios las bendiga a todas siempre! ¡Feliz Año Nuevo 2024!

Con cariño,

lemh2001

28 de diciembre de 2023

P.D. Actualizaré el 1 de enero de 2024, para empezar bien el año, ¡ji, ji, ji! ¡Bendiciones!