Año 61
Rodney Beaumont - 18 años - Distrito 9.
Me acomodo sobre un pequeño taburete, estratégicamente ubicado frente a la puerta, con un pie trabándola, un cuchillo en la mano y los ojos bien abiertos, aunque estoy bastante cansado. Mis aliados, Theo y Rhonda, se murmuran cosas al oído, crispándome los nervios, obligándome a tener un ojo en la puerta y el otro sobre ellos. No sé si empezar a preocuparme o asumir que, simplemente, no pueden dormir. El camarote en el que nos ocultamos esta noche es pequeño, sin las comodidades de los que encontramos en los niveles superiores y parece estar pensado para una sola persona. Además de mi banquito, hay una cama diminuta, una mesa de noche, un baúl y un pequeño armario. A ellos no parece importarles las estrecheces, pues se han acurrucado juntos, como si no les hubiera entrado en la cabeza que de aquí solo uno saldrá con vida.
Sé que tengo que agradecer que no me hayan dejado por mi cuenta, dado todo lo que viene tras de mí, pero ya no logro sentir la calma que su compañía me produjo durante los primeros días.
Lo único que agradezco, tras estos cinco días de infierno, es que el bamboleo eterno del enorme barco al fin ha dejado de afectarme. Me asombra cómo nos adaptamos a las circunstancias más delirantes, pero estar inmerso en toda esta mierda me hace entender por qué hemos permitido décadas de juegos del hambre. Como hemos permitido que nos mantengan dominados y contra el piso. Sé que soy de los pocos que no tendría por qué quejarse, ya que fue mi decisión venir y probar suerte. En mi distrito, a lo largo de sesenta años, hemos conseguido a duras penas cinco vencedores y, tras la muerte del legendario primer vencedor, hace pocos años, actualmente solo tenemos cuatro. Ninguno de ellos se preparó antes de ir a sus juegos. Yo lo hice. Yo aposté por mí, pese a todas las limitaciones que me podían jugar en contra. No lo consideré todo, pero decidí tomar el riesgo.
Nunca los consideré a ellos. Bueno, no pensé que les disgustaría un poco de competencia "real". Es obvio que vine aquí a ganar y que sabía que pasar por encima de ellos era parte del juego. Lo que nunca imaginé fue que se sentirían insultados por mi "osadía".
Me declararon la guerra apenas coincidimos el primer día de entrenamiento. Me juraron que me arrepentiría de haber jugado con mi suerte. Cinco de ellos me marcaron sin reservas en la entrevista. Durante el baño tuve suerte de escapar, pero sé que no se darán por vencidos.
Se supone que vine a ser un depredador más y ellos me han convertido en la presa más deseada. A pesar de estar marcado, logré conseguir 3 aliados, tristemente Vera fue herida durante el baño y no pudo reunirse con nosotros. Theo y Rhonda vienen del Distrito 10 y, a pesar de no conocerse antes de parar aquí, se han vuelto muy cercanos.
(…)
La noche pasa sin mayor novedad. Solo unos pasos presurosos en plena madrugada me sobresaltaron, pero no hicieron más que alejarse de nuestro escondite.
Es hora de ponernos en movimiento y tenemos dos opciones para buscarnos el desayuno: subir a la cubierta con la esperanza de que Angus y Ronan nos envíen algo o meternos en las cocinas a ver qué ha logrado sobrevivir a la constante rapiña. Ninguna de las dos parece muy halagüeña, pero igual tenemos que salir de aquí.
Los pasillos laberínticos son una trampa mortal si no sabes moverte con precaución y destreza, la cubierta es mi zona favorita, pero los profesionales han reclamado su dominio. Por fortuna, ahora son solo cuatro y el barco es tan grande que les es difícil mantenerlo vigilado en su totalidad.
La luz grisácea de un amanecer neblinoso nos recibe cuando salimos a la cubierta. Theo va en cabeza, ya que lleva una lanza, mientras que Rhonda y yo nos tenemos que conformar con unos míseros cuchillos. Todo a nuestro alrededor está absolutamente calmado y silencioso, por lo que nos encaminamos hacia la punta del barco. A la distancia, por primera vez avistamos la línea de la costa, precedida por unas inmensas rocas erosionadas por la furia con la que el mar las embiste. Debo reconocer que la vista es todo un espectáculo y que me perdí en mis ensoñaciones, hasta que una flecha atraviesa el brazo de Rhonda, por encima del codo, y se clava en la madera detrás, fijándola en el sitio.
Theo y yo giramos, sobresaltados, al mismo tiempo, mirando hacia todas partes para descubrir la amenaza. Los gimoteos de Rhonda pierden mi atención, reemplazados por una suave y ronroneante risa. Los pasos de los tres profesionales acercándose son imperceptibles, pero mi corazón se desboca en cuanto la veo: Alta y espigada, la chica del Dos quizá parezca poca cosa para ser una profesional, pero su mirada es capaz de hacernos congelar en el sitio. Es, a todas luces, la líder del grupo. Un par de pasos detrás de ella vienen sus guardaespaldas, más altos y corpulentos, su compañero de distrito y el del Uno. Por tanto, la flecha tuvo que venir del chico del Cuatro, que permanece fuera de nuestro campo visual.
—Diez—escupe la chica, mirando a Rhonda y a Theo con una mueca de desprecio—, están de suerte; hoy les daremos algo que no solemos regalar: una pizca de misericordia. Tan solo queremos jugar con su amiguito.
Theo, que en un principio parecía dispuesto a enfrentarlos junto a mí, se voltea a ver a Rhonda, quien a duras penas retiene las lágrimas en sus ojos, y se rompe. Enseguida sé que me dejarán. El chico no es capaz de decir ni una palabra, pero deja caer la lanza al suelo, frente a mí, antes de sacarle la flecha a su compañera para llevársela.
Su retirada me provoca una mezcla de rabia, decepción y temor, pero no les dirijo ni una mirada más. Cojo la lanza con ambas manos, me paro firme frente a los tres profesionales que tanto me han perseguido y permito que la ira empiece a apoderarse de mí.
Sé que no es tiempo de alegatos ni de ingenios; si llegó mi fin, no me iré sin pelear. En cuanto pienso que los tres se abalanzarán sobre mí, el silbido de dos flechas rompe nuevamente el silencio, seguido por las exhalaciones de mis aliados. Retrocedo, con la lanza en alto, para encontrarme con los chicos tirados en el suelo, heridos por la espalda. La sorpresa se refleja en mi rostro mientras busco desesperadamente la fuente del ataque; sé bien quién fue, pero no dónde está.
Breves instantes después, el cuarto miembro de la alianza profesional ríe estrepitosamente, revelando su posición por encima de nosotros. Está en una especie de cesta en lo alto del poste central, sosteniendo un arco en sus manos, preparado para disparar de nuevo.
La chica del Dos sonríe con satisfacción al ver mi desconcierto.
—Parece que te has quedado sin amigos —se burla—, pero te prometo que tendrás un duelo justo. Es más, te dejaré escoger contra quién te quieres medir.
No dudo que romperá su palabra, como anteriormente lo hizo con los chicos, pero me han dejado sin opción... Con un furioso grito embisto contra ella con la lanza por delante. Desafiando a mi suerte una vez más, quizá por última vez.
¡Hola, de nuevo! Inicialmente este capítulo iba a ser publicado cerca a la celebración de halloween y con un cariz lúgubre y aterrador, lamentablemente se fue retrasando y retrasando, pero al fin llegó.
Alpha, sí, se dice muy rápido y han pasado tantas cosas, cuando empecé tenía un criaturito de 4 años, ahora tengo un monstruo de 13, con mal carácter y espinillas XD.
Sobre el capítulo anterior: Torrance no era la profesional escogida para participar en la edición pasada, de hecho, le costó una pequeña fortuna convencer a esa chica de no presentarse. Las condiciones a las que debió enfrentarse una vez en los juegos no fueron fáciles, dado que la victoria de Defiance años atrás no fue vista como honorable por los otros distritos profesionales. Esto generó fricciones dentro de la alianza profesional en los años posteriores, especialmente con los tributos que ella mentoreaba y, poco a poco, el D1 fue llevándola como mentora con menor frecuencia.
Defiance no quería que su hermana participara en los juegos pues sabía a lo que se expondría (pero nunca le habló claro a Torrance, porque la misma Torrance no habló de sus intenciones y sorprendió a todos al presentarse). Incapaz de evitar que su hermana fuera a los juegos, asumió su mentoría. En la arena los profesionales abandonaron a Torrance a la primera oportunidad y la chica del 2 le dio una puñalada antes de irse. Estaba herida y no había recibido ningún patrocinio desde que la abandonaron. Por eso atacó a Nicholas, para demostrarle a todos, especialmente a los patrocinadores, que tenía potencial y que no debían descartarla.
Por desgracia no se llevó la corona a casa, el vencedor de la edición fue Bligth Beesley, del D7, quien participará de nuevo en la 75° edición de los juegos.
Mis mejores deseos para todos en este nuevo año, que los vientos les sean favorables y el futuro sea amable con ustedes.
SS.
