—¡Vaya! No pensé que la nueva diversión de su majestad continuaría tomando clases con nosotras.—Comentó burlona Chibiro.
—Así como le dieron aposentos nuevos, pensé que tomaría nuevas clases.— Habló Nara.
Mimi simplemente mantuvo su mirada fija en sus escritos, no necesitaba alzar su mirada para saber que estaban hablando de ella.
—Hey ¿por qué no nos miras?— Preguntó Azumi—¿Acaso no escuchas?
—Deben ser sus aires de grandeza que no le permite charlar con nosotras.— Musitó burlona la chica pelirroja.
¿Aire de grandeza?
Ella no se creía mayor que el resto (Aunque, lo era, porque a diferencia de ellas no necesitaba revolcarse en las sábanas de Yamato para conseguir algo)
—No sé a qué se refieren con "la nueva diversión de su majestad" ni con "aires de grandeza". No soy una concubina de Yamato, y estoy aquí para aprender, no para seguir sus insinuaciones —declaró Mimi con firmeza, ignorando las risitas y miradas burlonas de las otras mujeres.
Nara, con una sonrisa sarcástica, se acercó a Mimi.
—¿Aprender? ¿O acaso crees que aprender a bailar te dará un lugar especial en el corazón de su majestad?
Mimi respondió con calma.
—No estoy aquí para ganar el favor de nadie. Solo quiero mejorar mis habilidades y disfrutar de lo que el aprendizaje puede ofrecer.
Chibiro soltó una risa burlesca.
—Oh, Mimi, no necesitas jugar a la modestia. Todas sabemos cuál es tu posición en este palacio.
Azumi, con una expresión de desdén, se unió al coro.
—No nos engañas. No hay razón para que una mujer esté tan involucrada en clases si no es para agradar al rey.
Mimi negó con la cabeza.
—Lo que piensen de mí no me preocupa. Tengo mis propias metas y razones para estar aquí.
Mizuki, hasta ahora en silencio, decidió intervenir.
—No te hagas la inocente. Sabemos que Yamato te favorece, y tú no pareces resistirte a sus encantos.
Mimi suspiró, frustrada por la falta de comprensión de las demás.
—No importa lo que crean. Yo no soy una concubina, y no tengo intenciones de convertirme en una. Así que, si no les importa, regresemos a la clase de baile y dejemos los chismes sin fundamento.
Justo en ese momento en el lugar ingresó una mujer de cabello rosa ojos del mismo color y piel pálida, quién Mimi no recordaba haber visto antes.
—Debe ser difícil para ti ¿e? Tener unos excelentes aposentos, pero no ser lo suficientemente decente para no tener estas clases.—Musitó Mizuki burlona.
Mimi apretó su puño.
—Unos aposentos no te harán ser más distinguida o elegante que nosotras.— Declaró Azumi.
—Mucho menos te convertirá en sultana.— Sentenció la pelirroja.
¡Brujas!
En verdad odiaba ser molestada por las demás ¡Eran insoportables!
—¡Ya señorita! Guarden silencio.— La mujer de cabello rosa interfirió en la conversación— Ustedes no están aquí para armar escándalos, ustedes están aquí para aprender, así que continúen en sus clases, Gennai Aga regresara pronto.
Las concubinas se volvieron para mirarla, momentáneamente olvidando a Mimi.
—¿Y tú quién demonios eres para interrumpirnos? —preguntó Chibiro con tono desafiante.
—No les interesa saber quién soy, simplemente deben obedecerme.— Respondió Yoshino— Si no le diré a Gennai Aga lo que están haciendo y tendrán problemas. Ya que deberían prestar más atención a sus propias vidas en lugar de preocuparse por la de los demás. Después de todo, el favor de Yamato no se gana agrediendo verbalmente a las demás.
Las concubinas intercambiaron miradas molestas.
La mujer de cabello rosa se acercó a Mimi.
—¿Estás bien?
La castaña hizo una mueca— Eso creo.— Bajó la mirada.
—¡Hey! No debes prestarle atención a esas mujeres.—Musitó la mujer de cabello rosa.
—Me es imposible, solo buscan fastidiarme.—Contestó la oji-miel.
—Todas las mujeres de este harem son así, siempre buscan fastidiar a quienes consideran una amenaza.
—Yo no soy una amenaza. Simplemente me molestan porque el sultán me dio unos aposentos.— Musitó Mimi— Sin embargo, yo no buscó tener algo más con su majestad.
—Puede que así sea.— Musitó Yoshino— Pero ellas jamás lo verán así.—Contestó— Buscarán fastidiarte simplemente para hostigarte, pero desde ya te aconsejo que no les des el gusto.—Habló la mujer—Sé que será difícil, pero no imposible.
¡Odiaba ese lugar! Si no fuera por Kiriha no soportaría más estar ahí.
—Disculpa que pregunte, pero creo que no nos habíamos visto antes ¿quién eres? o mejor dicho ¿qué eres?— Preguntó Mimi— ¿Kalfa, concubina, médica?
—No nos habíamos visto porque yo estaba estudiando para convertirme en kalfa junto a la sultana Relena.
—¿Sultana Relena?—Cuestionó la castaña—¿Quién es ella?
—Una de las hermanas de su majestad.
¿Hermana?
¿El sultán tenía hermanas?
—Mi nombre es Yoshino Kalfa.—Contestó la joven—Y tú debes ser Mimi ¿No?
La castaña alzó una ceja —¿Cómo sabes quien soy?
—Todos en este palacio saben quién eres.— Respondió la peli-rosa— Sé que has causado un gran alboroto en este lugar desde que llegaste.
¡Genial!
—Y, además, sé que salvaste a nuestro príncipe ayer.— Finalizó Yoshino.
¡Al fin algo bueno!
Ser reconocida por eso era más agradable que lo otro.
—Eres digna de nuestro agradecimiento.—Musitó la Kalfa—Sé que eres nueva y debes estar confusa en algunas cosas, si tienes alguna pregunta, estoy aquí asi que no dudes en preguntarme si tienes alguna duda.
La castaña sonrió ante esto—Gracias.
Sería bueno tener alguien en quién confiar.
Justo en ese minuto al lugar llegó su amiga rubia, Airu.
—Mimi.— La llamó— Creo que ya es hora que vaya a jugar con el príncipe Kiriha.
¡Al fin!
No quería continuar en ese lugar.
—Permiso Gennai Aga, debo retirarme, es mi momento de estar con el príncipe.— Mimi le habló al oji-azul.
El hombre asintió— No hay problema, ve a cumplir con tu labor.
Y de paso, acababa con la discusión que las demás sostenían contra ella.
Fue así como la castaña salió del lugar seguida de su sirvienta-amiga.
—No puedo creer que el sultán la haya premiado con esos aposentos.— Comentó Chibiro con una risa burlona.
—Debe tener algún encanto especial.— Añadió Nara con más ironía.
—O tal vez simplemente sabe cómo complacer al sultán.— Musitó Azumi con malicia.
Mientras tanto, Mimi caminaba por los pasillos, intentando bloquear las palabras hirientes de las otras concubinas. Se sentía incómoda, pero no permitiría que eso afectara su confianza.
—¡Seguro hizo algo indecente para conseguir esos lujos!— Exclamó Mizuki.
—No me sorprendería que esté involucrada en asuntos oscuros.— Agregó Chibiro.
—Y pensar que tenemos que comparti el mismo espacio con ella...— Suspiró Azumi con teatral disgusto.
Las risas maliciosas de las concubinas resonaban en los oídos de Mimi mientras avanzaba. Apretó los dientes y se recordó a sí misma que no dejaría que la afectaran.
—No debes prestarle atención a esas mujeres.— Musitó la mujer de cabello rosa, Yoshino, mientras acompañaba a Mimi por los pasillos.
—Lo sé, pero... — Mimi comenzó a decir, pero fue interrumpida.
—Ellas solo buscan mantener su estatus y te ven como una amenaza a eso. No les des el gusto de verte afectada. Eres más fuerte de lo que piensas.— Aconsejó Yoshino.
Mimi asintió, agradecida por las palabras de apoyo.
De vuelta en el salón principal, las concubinas continuaban con sus murmullos y risas.
—Seguro solo es cuestión de tiempo antes de que el sultán se canse.
—No estoy feliz.— Declaró Sora— No es justo que ella tenga mejores aposentos que yo ¡Yo soy la mujer principal del sultán!
—Mi sultana, es solo un apartamento, en este palacio hay muchos más lujosos.— Comentó Miyako— El que usted tiene es mucho más moderno, el sultán ordenó prepararlo con lo mejor del reino para Kiriha y usted.
—Lo sé.—Contestó la pelirroja— Pero el honor de esos aposentos donde está Mimi es bastante, tú bien sabes como la sultana Natsuko discutió por ellos con las otras mujeres del sultán Hiroaki antes que llegara la sultana Izumi a ocuparlos.
—Sí, pero eso no significa que usted hará lo mismo.—Musitó la chica de cabello lila.
Sora simplemente guardó silencio intentando meditar en las palabras de su sierva, no obstante, era difícil actuar con sabiduría en algo como esto.
—Madre.— La voz de su pequeño hijo, quién ingresó a la sala principal, la sacó de sus pensamientos— Acabe de terminar mis tares.
—¿De verdad?
—Sí madre.— El pequeño extendió su pequeño libro.
Miyako tomó el libro entre sus manos y luego de revisar asintió con la cabeza orgullosa— El principe resolvió todo correctamente.
—Muy bien hijo.— Exclamó la pelirroja— Tu maestra Hikari estará orgullosa.
Kiriha sonrió— Eso espero.
Luego de una mañana intensa con la hermana de Taichi logró aprender varias cosas, eso era bueno, porque cumpliendo con sus labores podría jugar con su sirvienta.
—¿Ahora puedo ir a jugar con Mimi?— Preguntó el pequeño.
Esta pregunta evidentemente no le gustó a Sora, por alguna razón ya no le causaba gusto esa cercanía de Kiriha con ella.
—Hijo, no creo que sea buena que estés con esa chica.
—¿Por qué no?— Preguntó Kiriha— Ella me ayudó ayer.
—Sí, pero hijo, ella es una esclava, una simple mujer del harem, viene de un lugar lejano, tiene otras costumbres, creencias.
—¿Y?— Cuestionó el oji-azul— Miyako Kalfa también venía de otro lugra cuando llegó aquí ¿no?
—Sí, cariño, pero esa chica es diferente.— Respondió Sora—No quiero que te sigas juntando con ella.
Kiriha frunció el ceño—¡Yo sí quiero!
—Te dije que no.— Contestó la pelirroja— Debes obedecerme.
—¡No!— Gritó el pequeño— Yo quiero que juegue conmigo y así será.
—No puedes desobedecerme niño.
—Tú tampoco puedes desobedecer a mi padre.— Respondió el pequeño—Recuerda que él hizo a Mimi mi criada.
Sí, él fue (Para su mala suerte)
—Él manda, así que debes obedecer.—Musitó el rubio firmemente.
¡Rayos! ¿A quién salió tan testarudo?
Bueno, de alguna forma debía estar orgullosa. Necesitaba que su hijo tuviera ese carácter para llegar al trono.
¡Toc, toc!
La puerta sonó y a los pocos segundos ingresó una chica rubia.
—Permiso mi sultana, pero la señorita Mimi viene a jugar con su hijo.—Declaró una criada, no obstante, Sora no pudo responder, ya que su hijo se adelantó.
—¡Mimi!— Kiriha gritó y salió corriendo hacia la puerta, la castaña rápidamente sostuvo al pequeño entre sus brazos.
—Hola pequeño.
—¡Qué bueno que llegaste!— Exclamó el pequeño.
—Permiso mi sultana, vengo a jugar con el príncipe.
La pelirroja asintió un poco molesta— Adelante.
Mimi ingresó al departamento con Kiriha en brazos.
—¡Estaba esperándote, estoy feliz que estés aquí!—Exclamó el príncipe emocionado.
Sora hizo una mueca disgustada por la forma en que su hijo trataba a esa mujer, quien le quitó los aposentos que eran suyos por derecho.
—¿A qué quieres jugar?
—Quiero ir al jardín.—Contestó Kiriha—Y jugar a las escondidas.
Mimi sonrió— Bueno, como usted quiera así será mi príncipe.
Sora hizo una mueca—Jovencita.—Se apresuró a llamar a la joven.
La castaña volteo hacia ella—Dígame, sultana.— Bajó la mirada.
—Necesito que el horario de juego sea breve.—Declaró la pelirroja.
—¿Breve? ¿Por qué?—Preguntó Kiriha.
—Porque no necesitas tener tantas emociones luego de lo ocurrido ayer.
—Comprendo.
—¡Ven Mimi! Juguemos.— Exclamó el pequeño.
Fue así como la castaña asintió, se acercó al lugar donde se llevaría a cabo el juego. Ambos se prepararon para el juego, Mimi siendo consciente de que este no solo sería una competencia física, sino también una prueba de sus emociones y relaciones. Aun pensaba mucho en lo ocurrido con las concubinas de Yamato, no quería tener problemas con ellas.
A medida que avanzaba el juego, Mimi se esforzaba por mantenerse centrada, concentrándose en cada movimiento y estrategia. Trataba de bloquear pensamientos y emociones que amenazaban con abrumarla.
Mientras tanto Sora observaba como la castaña jugaba con su hijo, Kiriha se veía feliz, eso era bueno, no obstante, la presencia de aquella chica la hacía sentir un tanto incómoda debido a lo ocurrido con esos aposentos, esa chica debía saber que obtener ese apartamento no la subía de rango y no la hacía mejor que ella, pero ¿cómo la hacia saber eso?
Observó a su alrededor y finalmente una idea vino a su mente.
—Mimi.— La llamó.
La castaña volteo hacia ella— ¿Si? ¿Sultana?
—Luego que juegues con mi hijo necesito que hagas otro trabajo.— Habló Sora.
Mimi alzó una ceja sorprendida— ¿A sí?— Cuestionó— ¿Cuál?
La sultana se acercó a su armario y lo abrió— Necesito que limpies mis zapatos y los de mi hijo.
¿Qué?
La mujer le extendió una canasta con zapatos— Verás, mi kalfa Miyako y demás criadas tienen mucho trabajo que realizar, no tienen tiempo para hacer esto.—Declaró— Y tú al ser criada de mi hijo no solo debes jugar con él, sino que preocuparte de nuestra limpieza.
¡Vaya! No tenía idea de eso.
—Pe-pero, madre ¡yo quiero jugar!— Exclamó Kiriha.
—Y lo harán, querido. Sin embargo, no será por mucho.— Contestó la pelirroja— Ya que ella debe continuar con la labor que yo le di.
Mimi se mordió el labio inferior, la verdad era que no quería limpiar sus zapatos, no obstante, no tenía opción, debía obedecer.
—Está bien mi sultana.
Mientras tanto, en un lujoso comedor, Natsuko se encontraba con su hijo, el sultán Yamato. El ambiente estaba impregnado de elegancia, con finos detalles decorativos y una mesa repleta de manjares exquisitos.
—Aun sigo muy sorprendida por la decisión que tomaste ayer, hijo.—Musitó la Valide Sultan a su hijo.
—¿Otra vez ese tema?
—Es importante.— Respondió la mujer— Sora no estaba muy feliz con la noticia.
Yamato hizo una mueca—¿Le explicaste por qué le di esos aposentos?
—Si, pero de igual forma no le agradó.
Eso ni era bueno, él no quería problemas en su harem.
—Es lógico ¿no?— Comentó la oji-azul— Esos aposentos debieron ser de ella, ya que es la madre de tu primogénito, así como Lariet fue madre de tu padre.
Yamato rodó los ojos.
¿Por qué las mujeres eran tan complicadas?
—Son simplemente unos aposentos, los de Sora tambien son buenos, me dedique yo mismo a darle lo mejor a mi hijo y su madre.
—Sí, pero el honor de estar en ese apartamento es mucha, tú bien lo sabes.
—Madre, de lo que menos tengo tiempo es de ocuparme de los problemas del harem.—Musitó Yamato— El consejo de guerra me apremia antes que cualquier cosa, ya que debo preparar la guerra contra Egipto para recuperar nuestras tierras.— Declaró— No tengo tiempo para preocuparme por cosas como estas. Y Sora debe saberlo.
—Pero, es inevitable para ella, finalmente es tu primera mujer, pero el hecho de no poder darte más descendientes la hace sentir inferior. Sé que luchar por unos aposentos es algo muy "básico" y sin sentido, para ti, pero frente al harem significa estatus y tú bien sabes que a Sora perdió autoestima luego de aquel embarazo fallido.
—Sora no debe tener miedo.—Habló Yamato— Ella es la mujer de mi vida, la madre de mi hijo, siempre tendrá un lugar especial en mi corazón.— Comentó— Unos aposentos no cambiaran las cosas.
—Eso espero.— Comentó Natsuko—Pero debes comprenderla, al no poder concebir otro bebé se siente a la defensiva.
—Eso ya no es culpa mía.— Declaró el rubio— Además, Mimi no es mi concubina, simplemente es una criada que ayudó a mi hijo. Debo compensárselo ¿no?
—Bueno, ya que mencionaste aquello quiero saber si ¿te gustaría que en esta noche te enviara a aquella joven a tus aposentos?
¿Qué?
—¿Po-por qué me preguntas eso?
—Porque considero que sería buena idea que fuera tu concubina, sobre todo ahora que tiene esos aposentos.— Comentó Natsuko— No se vería mal que viniera a tus aposentos y te dé un príncipe.
—¿No querías que Sora estuviera tranquila?— Preguntó Yamato— No creo que eso le guste.
—Hijo, no mezcles las cosas.— Respondió la mujer— Tú bien sabes que yo la considero una excelente consorte imperial, elegante, inteligente, buena madre. La mujer perfecta para que continue mi legado de sultana madre.— Musitó— No obstante, debo pensar en tu bien como sultán y para necesitarás más descendientes.
El rubio rodó los ojos.
Cuando escuchaba hablar así a su madre pensaba en que trataba a sus posibles futuros nietos como piezas de un juego de ajedrez.
—Yamato, entiendo tus preocupaciones, pero como sultán, debes pensar en el futuro del imperio. La estabilidad y la continuidad son esenciales para la prosperidad de nuestro reino —insistió Natsuko, manteniendo la firmeza en su voz.
Yamato suspiró, consciente de las responsabilidades que conllevaba su posición. No obstante, era difícil, pensaba en Kiriha, Sora y demás miembros de su familia, no quería que alguien sufriera a futuro (Como él sufrió al enfrentarse con sus hermanos y como muchas otras personas también la pasaron mal)
—Madre, entiendo la importancia de asegurar la sucesión, pero no puedo buscar descendencia con una segunda intención, un hijo es una responsabilidad, quiero ser buen padre con Kiriha, y si ya ocurrió un problema con estos aposentos, no me quiero imaginar como actuaría Sora si tengo un hijo de otra mujer.— Declaró Yamato.
Natsuko se acercó a su hijo y le puso una mano reconfortante en el hombro.
—Yamato, a veces, en aras del deber, debemos tomar decisiones difíciles. Sora es una mujer fuerte, comprenderá la necesidad de estas decisiones para el bien del imperio.— Declaró la oji-azul— Mientras le des su lugar todo estará bien.
Ella más que nadie quería que la pelirroja mantuviera su posición, ya que era su nuera favorita y mejor consorte que Yamato podía tener, siempre apoyaría a Sora aunque otra mujer le diera más hijos al sultán, Sora era madre del primogénito, sin embargo, también debía pensar como sultana madre, quería descendientes para asegurar el bienestar de su hijo frente al consejo (que amenazaba con revelarse)
—Respondiendo a tu pregunto, no quiero que me traigas a esa joven.— Habló Yamato.
—¿Por qué?— Preguntó Natsuko— ¿No la encuentras linda?
—No dije eso.— Contestó Yamato.
Mimi era bastante atractiva.
—Entonces ¿por qué no la quieres?
—Porque ella es frágil e inocente.— Habló el rubio— No quiero presionarla.
—¿Desde cuándo te interesan los sentimientos de una esclava?— Preguntó la Valide Sultan un tanto molesta—Entiendo que tengas simpatía por Mimi, pero debes recordar que nuestras decisiones no siempre pueden guiarse por la empatía personal. Como líder, debes pensar en el bienestar del imperio por encima de todo.
Yamato bajó la mirada, sintiendo la tensión en el aire.
—Madre, entiendo la importancia de nuestras responsabilidades imperiales, pero eso no significa que debamos perder nuestra humanidad en el proceso. Mimi merece ser tratada con respeto, independientemente de su estatus.
Natsuko frunció el ceño, mostrando su frustración.
—Yamato, esto va más allá de la humanidad. Estamos hablando de asegurar la estabilidad y el futuro del imperio. No puedes permitirte ser tan indulgente, especialmente cuando se trata de asuntos de alcoba y descendencia.
El rubio mantuvo su postura, defendiendo su perspectiva.
—Madre, no puedo simplemente tratar a las personas como piezas en un juego. Mimi es una persona con sus propios sentimientos y merece ser considerada.
Natsuko, aunque molesta, se dio cuenta de que su hijo no cedería fácilmente en este asunto. Inhaló profundamente antes de responder con firmeza.
—Está bien, Yamato, no te enviaré a esa joven entonces. No obstante, debo enviarte a una.— Exclamó la mujer— Para que te relajes un poco. Dime de las cuatro chicas que escogí para ti ¿a quién quieres?
El último tiempo a él vinieron 4 mujeres que su madre elevo de manera no oficial a rango de "favoritas"
—Envíame a la Chibiro.
Fue así como el tiempo pasó, Mimi terminó de jugar con Kiriha y luego se dispuso a realizar la tarea de limpiar los zapatos de la sultana con su hijo. Por alguna razón, al realizar esta tarea todas las concubinas y kalfas del harem la rodearon para observarla.
Entre ellas, murmuraban cosas, reían y a su vez la observaban con desprecio.
Hizo una mueca.
—¿Pueden creerlo? ¡La favorita del sultán está aquí, limpiando zapatos como una sirvienta común! —exclamó una de las concubinas, desatando risas entre las demás.
Mimi apretó su puño molesta al sentir la presión y la hostilidad que emanaban de las mujeres a su alrededor. Mantuvo la mirada baja, centrándose en su tarea, pero no pudo evitar sentir el peso de los comentarios hirientes.
—¿Realmente creía que ser la favorita le daría un trato especial? —añadió otra concubina con sarcasmo— Parece que la sultana Sora la ha puesto en tu lugar, después de todo.
¿Colocarla en su lugar? ¿De qué estaban hablando?
La sultana Sora simplemente le pidió que realizara esa tarea y ella la estaba cumpliendo porque trataba de la madre del pequeño Kiriha, el príncipe.
—¡Ya señoritas, deténganse!— Yoshino llegó al lugar—Cada una tiena una labor que cumplir, no pierdan el tiempo en tonterías.
Fue así como las demás concubinas volverieron a sus respectivos quehaceres, evidentemente molestas y sin dejar de charlar entre ellas.
La kalfa pasó su mirada por Mimi.
¿Por qué estaba haciendo ese trabajo?
Se suponía que esa tarea no era para concubinas favoritas o privilegiadas como ella. Si quería limpiar sus zapatos debía pedirle a uno de los esclavos, eunucos, o kalfas de bajo estatus que se encontraban en el harem para servir.
Yoshino tuvo intenciones de ir hacia ella, no obstante, al lugar llegó el jefe del harem.
—Buenas tardes señoritas.— El hombre saludó para luego voltear hacia la pelirrosa—Yoshino Kalfa, me alegra verte. Supe que habías llegado al palacio y moría de ganas por venir a saludarte.
Yoshino sonrió— Estoy feliz de verte Gennai.
—Dime ¿te acomodaste en tus aposentos?
—Sí.—Contestó— Juri me indicó mis aposentos y me delegó algunas labores que he cumplido.
—Que bien.— Musitó el hombre— Es probable que estés cansada por ser tu primer día, pero necesito delegarte una labor importante.
—¿A sí?—Preguntó Yoshino—¿Cuál?
—La sultana madre me pidió preparar a una concubina para su majestad, cuando se suponía que me encargaría de recibir al nuevo grupo de esclavas que trajeron los visitantes de Italia.— Declaró— ¿Podrías encargarte de esa tarea? Ya sabes, verificar que vengan en buen estado las mujeres y demás.
—Claro.— Respondió Yoshino.
—Ve al salón principal y habla con algunas kalfas aprendices que te ayudaran en esta tarea, ojalá hagas esta tarea rápido, porque las esclavas ya están en la entrada.
La pelirrosa asintió— Está bien, iré en este mismo minuto.— Fue así como rápidamente caminó hacia la puerta para salir del lugar.
Gennai pasó su mirada por el lugar buscando a la concubina rubia que la madre sultana pidió para Yamato.
—Chibiro.— La llamó.
La joven ante esto se levantó de su lugar.
—¿Sí?— Preguntó la nombrada.
—Prepárate, el sultán te mandó a buscar.
La emoción de la joven fue evidente en el rostro de la chica, así como la impresión de las demás.
—¡Vaya! ¿Tan rápido se le acabó el fascinamiento al sultán por ti?— Mizuki se burló de Mimi.
—No hables tonterías.— Mimi le respondió molesta.
—No te enojes, simplemente es la verdad.— Comentó Nara— ¿Enserio creía que serías especial?
—¡Señoritas!— Gennai alzó la voz— Silencio.
—¡Señoritas! —Gennai alzó la voz— ¡Silencio!
Las concubinas, bajo la mirada severa de Gennai, se dispersaron y volvieron a sus quehaceres, aunque no sin soltar risitas y comentarios susurrados. Mimi trató de ocultar la rabia en su interior, consciente de que cualquier muestra de debilidad podría ser aprovechada en su contra.
—Chibiro, vamos a prepararte.
~Horas después~
El palacio se encontraba en absoluto silencio, las damas del harem descansaban, tanto concubinas, kalfas y sultanas. Los sirvientes también se encontraban descansando en sus departamentos, al igual que el sultán. Básicamente todo estaba vacío, en algunos pasillos se encontraban algunos agas haciendo guardia, pero eran los menos.
Todo estaba en absoluto silencio.
No obstante, dos jóvenes adolescentes estaban actuando de manera "rebelde" al estar rodando por uno de los pasillos en dirección a la cocina.
—Es tarde Takeru.— Habló la chica— ¿Por qué me traes hasta aquí?
El rubio, con una sonrisa traviesa, respondió:
—Kari, necesitamos una pequeña aventura nocturna. ¿No te aburres de la tranquilidad del palacio?
—¿Por qué dices eso?
—Porque creo que entre tantas fomalidades es bueno tener momentos divertidos.— Comentó el rubio antes de abrir la puerta de la cocina.
—Tienes razón, Takeru. Pero, ¿por qué la cocina?
—Ya verás.
Takeru señaló hacia la cocina con un gesto cómplice:
—Ven, entra.
Hikari observó a todos lados un tanto indecisa, no sabía si obedecer— ¿Crees que sea bueno ir a la cocina a estas horas de la noche? Solos.
—Sé que no es apropiado. — Musitó Takeru— Pero tengo una sorpresa.
Se preguntaba ¿qué sorpresa podría tener en ese lugar.
—Ven, entra…— El rubio señaló el lugar—Confía en mí.
La castaña se mordió el labio inferior y luego de mucho debatir finalmente se decidió a entrar.
Fue así como el oji-azul cerró la puerta tras ellos.
—Y bien…—Musitó la castaña— ¿Cuál es la sorpresa?
—¡Que impaciente! — Exclamó el rubio burlón— No te recordaba así.
—No me culpes, me tienes intrigada desde que salimos del harem. — Respondió Hikari fingiendo indignación.
Tk rio y caminó en dirección hacia una mesa que se encontraba cubierta por una sábana.
—Junpei hace los dulces del desayuno preparados el día anterior.— Musitó Takeru— Y aquí están.
Tk retiró la sábana con un gesto dramático, revelando una variedad de pasteles y dulces exquisitos dispuestos en la mesa. El aroma dulce llenó el aire, y Hikari no pudo evitar que sus ojos se iluminaran ante la vista.
El rubio sonrió al ver la expresión de la chica, sabía que amaba los dulces y por eso quería consentirla.
—¿Te acuerdas de estos, Kari? — Takeru señaló uno de los pasteles con una sonrisa cómplice.
Hikari asintió con entusiasmo. — ¡Claro que sí! Junpei siempre ha sido un mago de la repostería. ¿Cómo lograste convencerlo de que nos diera esto?
Takeru guiñó un ojo. — Tengo mis maneras. Y sabía que sería la mejor manera de alegrar tu noche.
—Ven, prueba uno. — Rápidamente tomó un pastelillo.
La castaña se acercó al chico— A Junpei Aga no le gustará esto. — Musitó divertida.
—Tranquila, nadie más sabrá de esto más que nosotros. — Comentó el rubio señalando el pastelillo.
Fue así como la hermana de Taichi abrió la boca y le dio una mordida a aquel delicioso bocadillo.
Takeru también le dio un mordisco.
—Mmmm…—Exclamó la chica y llevó una mano a sus labios— ¡Está delicioso!
—Sí. — Contestó el rubio.
Fue así como ambos se dispusieron a disgustar de los diferentes postres que habían con diferentes frutas, cremas y preparaciones. Hikari estaba maravillada y Takeru se sentía feliz por esto.
—Te propongo un juego.— Musitó la hermana de Taichi.
—¿Cuál?
—Adivina el sabor.— La chica alzó un pedazo de tela— Te vendas los ojos y yo te doy a probar algún alimento, esperando que tú lo adivines.
Takeru observó interesado a la chica.
—¿Quieres jugar?
—Bueno.— Contestó el rubio— Pero tú empiezas vendandote los ojos.
—Okey.— Respondió Hikari.
Fue así como el rubio depositó la venda sobre sus ojos y el juego comenzó.
Fue así como tomó un alimento para depositarlo en su boca.
—Uva.— Adivinó el príncipe.
—Correcto.— Musitó Hikari antes de depositar otra fruta en sus labios— ¿Ahora qué es?
Takeru lo saboreó—Fresa.
—Bien.— Comentó la castaña— ¿Y ahora?— Depositó un líquido rosa.
Fue así como poco a poco los alimentos se fueron acabando hasta que en un minuto dado por un alimento los labios de la chica se ensuciaron levemente.
—Mermelada.
—Exacto.— Respondió Takeru y observó en el lugar— ¿Dónde habrá una servilleta?
—¿Por qué preguntas?
—Porque te ensuciaste un poco debajo de los labios.— Comentó el rubio y divisó las servilletas debajo del plato— Aquí está.
—Bien, limpiame.— Musitó la castaña.
—No hay problemas.— Fue así que el rubio se dispuso a limpiar su rostro, Takeru rosando de vez en cuando sus labios, fue inevitable quedar hipnotizado ante ellos, últimamente estaba tan perdido en sus quehaceres que no ya no se detenía a apreciar los irresistibles labios de esa chica.
Se mordió el labio inferior.
En verdad eran atrayentes.
El rubio depositó su mano derecha en el mentón de la chica y con su dedo pulgar rosó la comisura del labio inferior de la castaña.
Sus labios eran suaves, delicados, tenían un color rosado que los hacia...deseables.
Se mordió el labio inferior.
¿Era un pecado querer besarlos?
Aun recordaba como de niño siempre soñó en crecer y poder darle a Hikari la vida que siempre deseo tener junto a ella, porque sí, él la quería, desde pequeño estaba enamorado de esa chica.
—Hikari.
—¿Sí?
—Perdoname.
—¿Por qué?— Preguntó la chica.
El rubio suavemente la tomó por el mentón y unió sus labios en un beso sorprendiendo a la castaña.
En paralelo a esto, en los aposentos del sultán.
Yamato observó la concubina bajó él, rápidamente besó sus labios.
Debía admitir que esta concubina le agradó, quizás no tanto como Sora, pero era pasable.
Besó sus labios recorriendo su figura.
La abrazó por la espalda mientras ella clavaba sus uñas en las sábanas, apretaba sus dientes, todo intentando soportar la salvaje embestida que él le dio, pero era inevitable los gritos salían de su boca, gemidos se escuchaban en todo el lugar.
Cuando llegó a su punto máximo, Yamato salió de ella y en el lugar solamente se escucharon las respiraciones agitadas.
Luego de unos minutos en los cuales el rubio se percató que la chica recuperó el aliento dijo lo siguiente.
—Vete.
La joven asintió, se levantó del lugar, hizo una reverencia y se fue.
Yamato hizo una mueca. Algunas veces verdaderamente le resultaba incomodo realizar este acto, teniendo mujer (Sora su consorte principal) Sabía que esto traería problemas, ya que siempre a su padre le trajo problemas tener tantas mujeres e hijos, pero lamentablemente era el peso de la corona.
Todos esperaban que él tuviera otro hijo y no los culpaba, debía asegurar la ascensión al trono, no obstante, no quería pensar en un hijo como una pieza de ajedrez, al contrario, quería ser un buen padre y darle lo mismo que Kiriha, después de todo, sería sangre de su sangre.
Pero ¿a qué costo?
Si él moría, correría el mismo destino de sus hermanos...
Aunque, si lograba cambiar la ley con Takeru era posible que eso no ocurriera. Pero ¿esto sería posible? No lo sabía.
Suspiró antes de incorporarse sobre su cama, tomar su ropa rápidamente se vistió y se dispuso a salir.
—Sultán ¿ocurrió algo?— Preguntó Taichi.
El rubio negó— No, es simplemente que iré a dar una vuelta.
—¿Llamo a las sirvientas?
—No.— Respondió Yamato.
Por unos momentos quería estar solo, absolutamente solo.
—No es necesario que tú me acompañes.— Contestó el rubio—Ya es tarde, así que ve a descansar.
El castaño asintió, la verdad es que moría de hambre, necesitaba comer algo.
Yamato quedó solo en el lugar, fue así como caminó en dirección hacia el jardín principal, no obstante, antes de ir hacia él tenía que pasar por fuera del harem, fue así como sus pasos se deslizaron por fuera del salón principal de aquel lugar y, para su sorpresa, notó que en el salón principal se encontraba aquella joven de ojos miel, Mimi, quien salvó a Kiriha el día anterior. Sin embargo, lo que captó su atención fue la inusual escena que se desarrollaba frente a él. Mimi estaba ocupada...¿limpiando zapatos?
Esa tarea no le correspondía.
Intrigado, Yamato se acercó con pasos silenciosos para observar más de cerca. Mimi estaba arrodillada, concentrada en cada zapato que pulía con destreza. La expresión de determinación en su rostro era evidente, pero al mismo tiempo, dejaba entrever cierta resignación.
—Señorita, ¿qué estás haciendo? — preguntó Yamato, sin poder ocultar su sorpresa.
Mimi levantó la mirada y grande fue su sorpresa al encontrarse con el sultán— Su majestad.—Bajó la mirada en señal de reverencia.
—Mimi.— Pronunció su nombre.
La castaña alzó la mirada.
—¿Qué haces aquí?— Preguntó el rubio— Deberías estar en tus aposentos, es tarde.
—Sí, es tarde, pero no podía irme a acostar antes de terminar con mi tarea.
—¿Tarea?
La castaña asintió.
—No me digas que te ordenaron limpiar zapatos.
—La verdad es que sí.
¿Qué?
¿Quién se atrevió a hacer eso? Aquella chica no era una esclava cualquiera, salvó la vida del principe, merecía ser tratada de buena forma.
—¿Estás loca?— Preguntó el rubio.
La castaña observó al sultán sin entender.
—Esta tarea es para criadas de bajo rango.— Musitó Yamato— No deberías estar haciendo esto.
¿Qué?
La sorpresa ahora fue de Mimi.
—Pe-pero, la sultana Sora me dio esta tarea.
¿Qué? ¿Sora?
—¿Qué dijiste?— Preguntó el rubio— ¿Dijiste que la madre de Kiriha te dio esta tarea?
La castaña asintió— Sí, ella misma.
¡Oh no!
Sora en verdad pasó los límites al hacer esto.
Debía arreglar esta situación.
—Déjame ofrecerte una disculpa.— Contestó Yamato— Dime ¿qué quieres para compensarte?
—Ser libre.— Respondió la joven.
El sultán rodó los ojos—¿Otra vez con eso?—Preguntó—Ya sabes que no puedo dejarte ir.— Eso no era propio del imperio otomano.
Las esclavas eran traídas hasta ahí y debían seguir su destino.
—Piensa en otra cosa para compensarte.
—Pe-pero...—Habló la chica— No sé que más podría pedir.
—Hay muchas cosas en este lugar.— Respondió Yamato— Joyas, vestuario, aposentos, zapatos, comida...
¿Comida?
—Cualquier cosa puedes pedirme.— Contestó el rubio— Lo que quieras te daré.
¿Cualquier cosa?
La castaña se mordió el labio inferior, pensando en las palabras de Yamato. ¿Cualquier cosa? La idea de tener la libertad que anhelaba era tan tentadora, pero sabía que era una petición que el sultán no podía conceder.
—¿Cualquier cosa? —repitió Mimi, con una mezcla de incredulidad y esperanza en su voz.
Yamato asintió, observándola con curiosidad. La expresión de Mimi revelaba una lucha interna entre sus deseos y la realidad de su situación.
—Si hay algo que desees, algo que pueda proporcionarte felicidad dentro de los límites de este palacio, dímelo. Quiero que estés satisfecha aquí —añadió Yamato, intentando mostrar comprensión.
Mimi lo miró fijamente, sus ojos miel reflejando una determinación repentina.
—Quiero un banquete.—Respondió.
—¿Qué?— Esto sorprendió al rubio— ¿Un banquete?
—Sí, un banquete con comida Veneciana.— Contestó la castaña— Con muchos postres, platillos, ensaladas, carnes...—Fue así como comenzó a enumerar miles y miles de platos, que el rubio desconocía, sin embargo, eran alrededor de treinta platillos.
El chico alzó una ceja—¿Y comerás todo eso?
La castaña asintió— Amo comer.
Esto sorprendió al rubio quién la observó de pies a cabeza.
Era extraño que dijera que le gustaba comer, porque era delgada, no demostraba comer mucho.
—Está bien, te compensaré con un banquete.
A penas saliera del harem le daría la orden a su chef personal de cocinar todas las exquisiteces Venencianas que conocía. Junpei, posiblemente estaba durmiendo reclamaría sin parar por esto, pero no le quedaba opción.
Hikari, literalmente, estaba en shock ante el beso que Takeru le dio de manera imprevista. No esperaba esto, lo más inusual era que ni siquiera podía ver el rostro del chico, ya que sus ojos estaban vendados.
Llevaban unos segundos así, no obstante, su cerebro no lograba procesar lo que estaba ocurriendo.
Todo lo contrario a Takeru quien parecía estar disfrutando del beso.
No obstante, esta alegría no duró mucho, ya que el sonido de la puerta provocó que el rubio retrocediera rápidamente. Hikari rápidamente se retiró la venda de los ojos y al hacer esto se percató que su hermano ingresó a aquel lugar.
—Príncipe Takeru...—Taichi observó a los jóvenes— ¿Hikari?
Takeru hizo una mueca.
—Hermano.
Hubo un silencio, Takeru rogaba al cielo porque Taichi no hubiese visto la escena del beso.
—¿Qué hacen aquí?
Takeru, sintiendo la incomodidad de la situación, buscó palabras rápidamente. —Estábamos... ah, estábamos discutiendo algo importante. —Su respuesta fue un intento torpe de explicar la presencia de ambos en ese lugar. Hikari, por su parte, asintió, aunque su mirada mostraba aún la sorpresa del beso inesperado. —Sí, una conversación importante. Pero ya estamos terminando —añadió ella, tratando de normalizar la situación. Taichi frunció el ceño, como si percibiera la tensión en el ambiente. —¿Discutir algo en la cocina?— Preguntó— ¿A esta hora?
Takeru se rascó la cabeza, sintiéndose atrapado en sus propias explicaciones.
—Bueno, verás... —titubeó—. Necesitábamos privacidad para hablar, y la cocina parecía el único lugar disponible en este momento.
Hikari asintió, tratando de respaldar la explicación de Takeru.
—Sí, y ya estábamos terminando nuestra conversación cuando entraste. No queríamos molestar.
Taichi los miró con una expresión entre la sospecha y la incredulidad.
—¿Una conversación tan importante que no podían esperar a la mañana? —inquirió, cruzándose de brazos.
Takeru intercambió una mirada rápida con Hikari, buscando una respuesta convincente.
—Es un asunto urgente, Taichi, y no queríamos esperar más tiempo para abordarlo. —Respondió Takeru, tratando de mantener la compostura.
Evidentemente nada de esto convenció al castaño, ya que dirigió su mirada hacia su hermana.
—Hikari, vete a tu habitación.
—Pe-pero...
—Pero nada.— Respondió Taichi— Es tarde, vamos a dormir.
La chica hizo una mueca, intercambió levemente miradas con el rubio.
—Buenas noches príncipe.
—Buenas noches.
Fue así como la joven llegó al lado de su hermano.
—Permiso, príncipe.— Musitó el castaño antes de salir junto a su hermana del lugar.
Takeru asintió y así fue como los hermanos salieron del lugar.
~A la mañana siguiente~
Sora salió de su habitación completamente somnolienta, con pésima apariencia. Tenía ojeras profundas bajo sus ojos, y su usual energía y vitalidad parecían haber desaparecido por completo.
—Mi sultana.—Miyako llamó a la pelirroja.
—Buenos días.
—Buenos días.— Respondió la kalfa confundida— ¿Por qué está así? No tiene buen rostro, digame ¿se siente mal?
—No dormí bien anoche.— Contestó Sora tomando asiento en un sofá.
—¿Por qué?
—Por...
La pelirroja no pudo contestar, ya que en el lugar se escuchó un grito: —¡Atención!— Un aga alzó la voz— Su majestad, sultán Yamato Khan.
Sora se sorprendió ante esto, la puerta se abrió y en el lugar apareció el rubio. Rápidamente se levantó e hizo una reverencia.
—Buenos días mi sultán.
—Buenos días.—Respondió el rubio y dirigió su mirada a la kalfa— Miyako, déjanos solos, necesito hablar con la sultana.
Sora observó sorprendida al sultán.
Miyako asintió y salió del lugar.
—Mi sultán.— La pelirroja lo llamó— ¿Qué necesita hablar conmigo?
Yamato dirigió su mirada hacia ella— Cometiste una falta grave ayer.
—¿Falta grave?
El rubio asintió— Hiciste que esa joven, que salvó a Kiriha, limpiara tus zapatos.
¡Rayos!
—Mi sultán.— Sora le habló— Yo puedo explicar...
—¿Qué vas a explicar?— Yamato la interrumpió— ¡Vaya forma de agradecer que salvó a nuestro hijo!
Sora hizo una mueca— No se enoje, simplemente necesitaba que alguien limpiara nuestros zapatos y ella estaba disponible.
—¿Disponible?— Preguntó el rubio— ¡Tienes ciento de esclavos en el harem a tu servicio! ¿Y justo se te ocurrió pedirle a ella?— Cuestionó— Ella tiene clases casi todo el día, la única razón por la cual nos asiste a una de ellas es porque debe jugar con Kiriha.
—M-mi sultán, simplemente se me ocurrió.—Habló la pelirroja— No creí que se enojaría, usted, por esto.
—¡Obviamente me iba a enojar!—Exclamó el oji-azul— Esa actitud fue incorrecta.
—¿Por qué?— Cuestionó Sora— Actúas como si te interesara mucho esa chica.
—¿Por qué?— Cuestionó Sora— Actúas como si te interesara mucho esa chica.
Yamato frunció el ceño ante la insinuación de Sora. — No es asunto de interés personal. Se trata de tratar a todos con respeto, independientemente de quiénes sean. Esta joven no merecía ser utilizada de esa manera.
—Pero no es más que una esclava. — Sora lo dijo con cierta indiferencia.
—No es que me interese.— Musitó Yamato— Sino que me decepcionó tu actitud, cuando me lo dijo no lo pude creer. Se supone que esa chica salvó a Kiriha, deberías estar agradecida y no hacer esto, es que verdaderamente no entiendo porque lo hiciste.
La pelirroja se mordió el labio inferior.
Tal vez, estaba un poco celosa.
No obstante, no podía decir esto, ya que eso significaría problemas con el padre de su hijo.
—Perdone mi sultán.— Bajó su mirada— No actúe pensando bien las cosas, prometo que desde ahora todo será diferente.
—Eso espero.— Musitó Yamato— Una sultana debe comportarse sabiamente, sobre todo tú, que no se te olvide que eres la segunda al mando de este harem.
—Lo sé.
Era su deber comportarse, aunque costase.
—Al parecer le interesa mucho esa esclava.
—¡No se trata de eso!— Yamato frunció el ceño, algo molesto. — Se trata de respeto. Ella no debería estar haciendo tareas que no le corresponden, y menos aún por una situación que tú misma causaste.
Sora rodó los ojos. — Solo estaba bromeando, Yamato. No pensé que se lo tomaría tan en serio.
—Salvar la cara no arreglará esto. — Respondió Yamato. — Debes disculparte con ella y asegurarte de que no tenga que realizar tareas inapropiadas.
—¿Disculparme? — Sora parecía sorprendida por la sugerencia.
—Sí, disculparte. — Dijo Yamato con firmeza. — No importa si solo estabas bromeando; tus acciones tienen consecuencias.
Sora suspiró, reconociendo la validez de las palabras de Yamato. — Está bien, hablaré con ella y me disculparé. Pero creo que te estás tomando esto demasiado en serio.
—No creo que la educación y el respeto sean temas que deban tomarse a la ligera. — Concluyó Yamato, mostrando su preocupación por la situación.
Sora suspiró y asintió resignada. — Está bien, hablaré con ella y le ofreceré una disculpa. Pero esto no cambia el hecho de que estás siendo demasiado estricto.
Yamato, sin ceder en su postura, respondió con firmeza. — No es cuestión de ser estricto, Sora. Es cuestión de asegurar que todos en este lugar sean tratados con dignidad y respeto. Las acciones que tomamos aquí afectan a las personas, y es mi responsabilidad como sultán velar por el bienestar de todos.
Sora asintió, aunque aún mostraba cierto escepticismo—Entiendo, pero debes también quiero que me comprenda, para mí fue difícil saber que ella tenía esos aposentos. Tú sabes lo que pensarán los demás de mí.
—Entiendo, Sora, pero no debes vivir por lo que digan los demás, eres una sultana y debes comportarte a la altura. — Yamato expresó, buscando transmitir la importancia de sus acciones.
—Lo sé.— Suspiró la pelirroja— Y haré lo que usted me pidió. Le pediré disculpas a esa joven.
—Muy bien.— Musitó el rubio— Ahora, debo pedir otro favor. Necesito que preparen a Kiriha para ir a desayunar.
—¿Desayunará con nosotros mi sultán?— Preguntó Sora.
—No.— Respondió Yamato— Necesito resolver otro asunto y necesito que mi hijo me acompañe.
Esto sorprendió a Sora.
Generalmente cuando él quería estar con Kiriha, ella debía estar presente, aún más cuando trataba de una comida.
Hikari observó a su hermano mientras se encontraban desayunando. Taichi no le hablaba desde ayer en la noche, luego de encontrarla con Takeru, Taichi se la llevó a sus aposentos y le dijo que fuese a dormir, porque era tarde y él estaba cansado. No obstante, ahora que estaban despiertos, él no le dijo palabra alguna, al contrario, se veía enojado.
El ambiente entre ellos era tenso, y el silencio pesaba en la habitación. Hikari se sentía incómoda, sin saber cómo abordar la situación. Tomó una bocanada de aire y decidió romper el hielo.
—Taichi, necesitamos hablar. No puedo soportar este silencio —dijo Hikari, buscando la mirada de su hermano.
Taichi levantó la mirada de su plato, pero no respondió de inmediato. El silencio persistió por un momento antes de que finalmente hablara.
—Me he mantenido en silencio para que pienses muy bien lo que me vas a decir.— Respondió— Ya que creo que merezco una explicación.
Hikari se mordió el labio inferior.
—He notado que has estado pasando mucho tiempo a solas con Takeru. Anoche los vi en la cocina. —Taichi cruzó los brazos, esperando una explicación.
La castaña se sintió incómoda, sabiendo a lo que se refería. Recordó el beso inesperado de Takeru y se preguntó cómo podría explicar esa situación.
—Taichi, no es lo que piensas. Estábamos discutiendo un asunto importante, y...
—Hikari, no soy ingenuo. Estaba claro que eso iba más allá de una simple discusión. —Taichi la interrumpió, su tono reflejaba preocupación y cierta molestia.
Hikari bajó la mirada, sintiéndose acorralada.
—Fue un malentendido. No esperaba que las cosas tomaran esa dirección.
Taichi suspiró, tratando de controlar su frustración.
—Hikari, entiendo que puedas tener una relación cercana con Takeru, pero necesitas ser consciente de las apariencias. Como mi hermana e hija de un antiguo gran visir, tu comportamiento no solo te afecta a ti, sino también la reputación del imperio.
Hikari asintió, reconociendo la validez de las palabras de su hermano.
—Lo siento, Taichi. No debería haber permitido que las cosas llegaran tan lejos.
—Solo asegúrate de que no vuelva a ocurrir. La responsabilidad que llevas es grande, y debes actuar con prudencia. —Taichi le recordó, sabiendo que estas palabras eran tanto un consejo como una reprimenda.
Hikari asintió nuevamente, decidida a aprender de esa experiencia y a evitar situaciones similares en el futuro.
La mañana estaba en pleno apogeo en el palacio, y Mimi, recibió un mensaje especial del sultán solicitándole su presencia. Intrigada, se dirigió hacia las dependencias de Yamato Khan, preguntándose qué podría necesitar el sultán.
Al entrar en la sala designada, Mimi se encontró con Yamato, quien se encontraba acompañado de su hijo.
—¡Mimi!— El pequeño Kiriha corrió hacia la joven.
—Kiriha.— La castaña sonrió al ver al pequeño y lo abrazó.
—¡Me alegra verte!
—Igualmente.— Respondió Mimi para luego dirigir su mirada hacia el padre del pequeño— Mi sultán.—Hizo una reverencia.
—Buenos días Mimi.
—Buenos días.
—Me alegra que hayas venido.—dijo él, gesto amable en sus ojos.
Mimi asintió con cortesía, preguntándose cuál sería el motivo de esa invitación.
—Disculpe mi sultán, pero ¿por qué me necesitaba aquí?
—Porque quiero cumplir con mi palabra.— Respondió el rubio— Ayer en la noche le pedí a mi chef personal que preparara aquello que me pediste y luego de varias horas en la cocina.— Lidiando con el sueño, posiblemente— Aquí está lo que me pediste.
Yamato la condujo a una mesa elegantemente dispuesta, repleta de manjares y deliciosos platillos.
Mimi observó admirada—¡Wow! Pe-pero ¿todo esos son platillos Venecianos?
El rubio asintió.
—Eres una chica con suerte, mi chef personal proviene de Italia.—Respondió— Trabajaba para una familia noble en Roma que provenía de Veneciana, así que sabía como realizar estos platillos.
—¡Wow!— Exclamó la chica feliz.
—Quiero que disfrutes de este desayuno especial. Es solo un pequeño agradecimiento por todo lo que haces. —Yamato le indicó que se sentara, invitándola a compartir el banquete—Invite a Kiriha para que te acompañe a comer.— Musitó— ¿No te molesta?
Mimi se sintió abrumada por la generosidad del gesto. Observó el festín frente a ella, donde se desplegaban frutas frescas, pasteles recién horneados, y una variedad de platos exquisitos.
—Claro que no.—Respondió— ¿Usted también nos hará compañía?
—¿E?— Balbuceo el rubio.
—¡Sí, padre!— Exclamó Kiriha— Quedate.
Yamato hizo una mueca— No creo que sea correcto.
—¿Por qué no?— Preguntó la castaña— Usted ordenó preparar este banquete, creo que lo mínimo es que se quede junto a nosotros a probar los platillos.
—¡Comamos juntos padre!— Musitó el pequeño.
Yamato sonrió ante la insistencia de Mimi y Kiriha. La idea de compartir el desayuno con ellos le parecía cada vez más atractiva.
—Bueno, si insisten tanto, me quedaré un rato. Pero solo un rato, tengo asuntos que atender después —declaró Yamato, cediendo ante la sugerencia de Mimi.
Mimi y Kiriha expresaron su alegría mientras Yamato tomaba asiento junto a ellos. El trío compartió el desayuno especial, disfrutando de la compañía y los deliciosos platillos preparados por el cocinero. El ambiente se llenó de risas y conversaciones ligeras mientras probaban cada exquisitez.
—Gracias, su majestad. Esto es realmente maravilloso —expresó Mimi, saboreando uno de los deliciosos platillos.
—No me agradezcas, al contrario, espero que aceptes esto como una disculpa, verás, no estuvo bien que realizaras la labor de limpiar zapatos.—Yamato comentó.
—No se preocupe.— Respondió la castaña— No hay problemas.
—Mmmm...que delicioso es este pastelillo.—Comentó Kiriha mientras saboreaba, mejor dicho, devoraba aquella exquisites.
—¡Hey! Tranquilo.— Mimi le habló al pequeño y tomó una servilleta para limpiar su boca— Es bueno comer, pero con cuidado.
El rubio asintió, tomó un tazón que estaba frente a él y decidió dar un sorbo, sin embargo, esta acción resultó en una expresión de sorpresa y dolor al sentir el calor en su lengua.
—¡Ay! —exclamó Kiriha, sacando la lengua y poniendo una expresión adolorida.
—¿Qué pasó?— Preguntó Yamato.
—Está caliente.—El pequeño sacó su lengua.
—¡Rayos!— Mimi se acercó al pequeño y se apresuró a intervenir. Tomó una servilleta y sopló suavemente sobre la boca del niño— Tranquilo, tranquilo. —Observó al rededor y rápidamente tomó una jarra para servir agua— Toma, bebe esto.
Fue así como el rubio tomó el agua y su rostro cambio.
—Creo que lo mejor será que esperes que se enfríe un poco antes de continuar. —Mimi le habló con suavidad, preocupada por el bienestar de su hijo.
Kiriha asintió, aunque aún se quejaba ligeramente por el calor en su boca. Mimi, con cuidado, sopló suavemente sobre el té hasta que estuvo a una temperatura más adecuada.
Yamato observó la escena, era increíble como esa chica se llevaba tan bien con su hijo, verdaderamente resultaba conmovedor ver aquella escena entre ambos. Era evidente que la joven no solo cuidaba de su hijo, sino que también lo hacía con un amor y dedicación que iban más allá de sus responsabilidades en el harem. La ternura con la que Mimi velaba por el bienestar de Kiriha resonaba en cada gesto, desde soplar suavemente sobre el té hasta asegurarse de que disfrutara de su desayuno sin contratiempos.
La expresión de Yamato reflejaba una mezcla de admiración y gratitud. Aquella escena le recordaba la importancia de tener a alguien en la vida de su hijo que pudiera brindarle cuidado y afecto en su ausencia. Era un recordatorio de que, incluso en un entorno tan complejo como el palacio, podían encontrarse momentos de genuina conexión y cariño.
+¡Feliz navidad y próspero año nuevo! Jajaja no podía terminar el año sin subir un capítulo. Sé que he estado desaparecida, pero, así como ustedes tienen sus cosas y se les dificulta leer, a mí se me dificulta escribir. Algunas veces verdaderamente cuesta pensar como continuar una historia, lo más gracioso es que en mi mente nacen y nacen historias, lo cual ¡Me estresa! Porque me dan ganas de subirlas todas, pero no puedo hacer eso, porque debo avanzar, no solo dejarlas incompletas, porque no creo que ustedes se lo merezcan. Aun así, siempre intento estar activa en Instagram para que puedan leer.
+¡Por cierto! Subí en mi instagram un link con un capítulo como "piloto" de una historia como regalo de Navidad y año nuevo. Ojalá les guste.
+Espero que les haya gustado este capítulo. La verdad es que quiero dentro de los próximos capítulos irme de lleno con lo importante de esta historia: Las discusiones entre Sora y Mimi (Jijiji)
Respondo comentarios:
TheBigParadox: Jajajaja tranqui, es una combinación de Kosem y Hurren, debo señalar que creo que será un poco más como Hurrem, no obstante, he usado elementos de Kosem para desarrollar mayormente la relación de Yamato y Mimi. Ojalá te guste historia y me puedas seguir apoyando con tu comentario, opiniones, así como lo haces con la otra. Espero leerte pronto, te mando un abrazo a la distancia.
mimato bombon kou: Me alegra que te haya gustado el capítulo. Si, Sora está ardiendo en celos y será el inicio de muchas cosas, así como también Mimi sufrira de celos en algún momento. Yamato le dio un buen aposento a Mimi, sin embargo, ella de igual forma se relacionará con las personas de ese lugar, no obstante, tiene un rango un poco más alto al tener buenos aposentos. Ya veremos en que lado estará Rika jijiji puede estar con Mimi, con Sora, o sola, aquí todo es posible jsjsjs Ojalá te guste historia y me puedas seguir apoyando con tu comentario, opiniones, así como lo haces con la otra. Espero leerte pronto, te mando un abrazo a la distancia.
+Continuo con la dinámica:
Afife Miyako Kalfa Hatun.
