INUYASHA NO ME PERTENECE, PERO LA TRAMA SÍ.

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Un error agridulce

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Capítulo 1

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—Según su registro, es madre soltera de gemelos ¿está segura de poder con el trabajo? —le preguntó el hombre con el irrefrenable deseo de encontrarle un escollo a la joven a la que entrevistaba.

El señor Atmann era el reclutador más estricto de Manhattan y su fama lo llevaba a trabajar con las mejores firmas legales de la ciudad. Pero también era un hombre con debilidades y que debía favores.

Con sólo una mirada a los papeles de la joven, él ya tenía un panorama claro de ella.

Kagome Taylor de 23 años. Asistente Paralegal en Boston. Fue a la Clase de Derecho en Harvard por un año. Madre soltera de Gemelos Varones.

En ninguna circunstancia entrevistaría para el puesto de asistente de la firma legal más poderosa de Manhattan a aquella joven anodina de ropa arrugada, rostro cansado y que para colmo era madre soltera, una circunstancia casi excluyente por los problemas que siempre acarreaba para la disponibilidad de tiempo.

¿Cómo pedirle a una madre que deje a los niños para pasar la noche investigando un caso?

Pero le debía un favor al profesor Louis Basile y fuera de todo eso la joven parecía tener muchísima experiencia en firmas de Boston como investigadora de precedentes.

—Mis hijos no serán problema —aseguró la joven

Atmann ajustó sus gafas.

Ni siquiera tenía que indagar más para saber que la pobre era alguien que arruinó su vida con un embarazo imprudente y con ella las posibilidades de triunfo si era buena o de desastre si era mediocre.

El profesor Basile enseñaba en Harvard y debía conocer su historia al dedillo. Se habrá compadecido de ella y ahí estaban.

En plena entrevista ya fraguada que tuvo que programar muy temprano para que nadie se diera cuenta.

Atmann se preguntaba si la muchacha sabía que el trabajo ya estaba asegurado para ella. Esperaba que lo mereciera o de lo contrario su propia reputación se vería en problemas.

Donovan Lawyers era la firma más influyente de la ciudad y los socios que la componían daban miedo.

Procedió a sellar los documentos de la joven.

—Comenzará a trabajar en la firma desde el lunes, señorita Taylor —le anunció con severidad —Las condiciones de su salario y horarios podrá leerlos en el material que le enviaré al correo electrónico y el lunes sírvase firmar el contrato en la recepción ¿ha comprendido?

Ella disimuló una sonrisa y hasta quizá un salto. El salario era bueno. En Boston no se ganaba así.

El reclutador terminó de sellar los últimos documentos.

Ya no quería seguir viendo el rostro de aquella muchacha y deseaba olvidarse del asunto cuanto antes.

Maldito Basile.

Con esto quedaban a mano.

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Kagome Taylor salió de la entrevista dando saltitos de felicidad.

No era tonta y sabía que el profesor Basile le tuvo que haber dado una mano, aunque no pensaba que tanta.

Con esto las cosas cambiaban bastante para ella, sus pequeños y también para su amiga Sango ya que fue un problema de salud de ella lo que obligó que se mudaran a New York y Kagome no iba a dejar sola a la única persona que le dio cobijo cuando más lo necesitó.

Al pensar en sus gemelos de dos años su rostro se enterneció.

Scott y Jason eran dos pequeños adorables que nunca le hicieron problema alguno y ella se moría de verlos.

Sango le llamó para decirle que la esperarían en un punto con los niños en la carriola doble en el Central Park y era allí donde se dirigía ya que Kagome pensaba contarle la noticia en persona.

Salió del edificio donde se realizó la entrevista sin mirar atrás y tuvo el impulso de caminar un par de cuadras y encontrarse con el imponente edificio ubicado en Park Avenue donde se hallaba la poderosa firma donde trabajaría desde el lunes.

Donovan Lawyers era una leyenda.

Hasta ella escuchó de ellos desde Boston.

Por esa firma pasaban sólo los mejores graduados de las universidades más prestigiosas, aunque tenían preferencia por los educados de Harvard siguiendo la milenaria tradición.

Representaban a prácticamente todas las compañías de importancia y que salían en revistas de Wall Street. Eran abogados corporativos de temer.

Kagome tuvo un momento y vio su reflejo en uno de los impecables vidrios.

Era delgada y de estatura mediana. Su cutis alguna vez fue muy terso y suave, ahora se encontraba algo curtido, pero no ocultaba la particular belleza de su rostro con aquellas pestañas tupidas y ojos marrones muy expresivos.

Sólo tenía veintitrés años, pero aparentaba un par de años más quizá por la maternidad.

Eso y que tuvo que trabajar desde que recordaba.

Leyó las letras doradas clavadas en un adorno del pasto exterior.

Donovan Lawyers.

El orgullo de su corazón, aquel que llevaba sepultado muy en el fondo se movió.

Alguna vez hace muchísimos años atrás, una firma de abogados en Boston llevó el apellido Taylor y fue el principal orgullo de Betsy y Charles Taylor los padres de Kagome.

Ella apenas tenía diez años y en ese momento no entendió lo que significaba "golpe de socios" cuando sus padres perdieron el control de su firma.

Al poco tiempo también fueron despedidos por una supuesta mala praxis. Ese fue el fin de todo ya que Charles se volvió alcohólico. Falleció menos de un año después de su despido en un accidente de tránsito.

La pobre Betsy lo siguió a la tumba seis meses después víctima de un infarto fulminante, fruto de tanto estrés de lo que ella pregonó fue una injusticia.

Kagome quedó huérfana a los once años y bajo la tutela de su tía materna Midoriko y su esposo Robert.

Ambos también eran abogados y eran socios de la firma que antes era Taylor, pero con la salida y muerte de sus fundadores cambió de nombre por Ackermann que era el apellido de casada de Midoriko.

Kagome vivió la década más triste de su vida con aquellos tíos que nunca la trataron como una sobrina de sangre sino como como una carga. Un dudaron en hacerle sentir pésimo frente a los propios hijos del matrimonio, sus primos.

Dormía en una buhardilla oscura, nunca tuvo mesada suficiente y sólo usaba las ropas que sus primas no querían o que su avariciosa tía Midoriko alcanzaba a robarse de la beneficencia.

Todo eso era bastante injusto ya que la tutela no era gratuita ya que sus tíos eran unos astutos abogados y administraban el fondo que quedó de los bienes de su familia luego de pagada las deudas.

Siempre se las arregló con trabajos de medio tiempo en alguna tienda de comida rápida al salir de la escuela pese a la burla de sus primos.

Pese a todas esas limitaciones, Kagome no era infeliz porque tenía el recuerdo imperecedero de sus padres.

Sólo por ellos, quiso ser abogada.

Porque recordaba a sus padres leyendo juntos en la que fuera la biblioteca de su casa, resolviendo algún caso. Esa imagen nunca se la borraría de la memoria.

Cada tanto solía escabullirse en el despacho de sus tíos y hojeaba algunos de sus libros de derecho fantaseando que se trataban de los desaparecidos libros de sus padres.

La vocación la llevaba en la sangre.

Terminó la preparatoria y envió cartas a todas partes sin consultárselo a sus tíos porque estaba segura que no les gustaría.

De hecho, hubo una pequeña revuelta cuando confundieron la carta de aceptación de ella a Harvard con la de su prima Anabel.

Anabel con sus malos antecedentes en cambio fue rechazada de las principales universidades y fue bastante vergonzoso que la huérfana si entrara y ella no.

El único deseo de Kagome era tener una firma algún día que tuviera su apellido. Reivindicaría la figura de sus padres y buscaría justicia por ellos.

Al ser aceptada, su tía Midoriko no tuvo más remedio que desembolsar la matricula del fondo de Kagome a regañadientes y fue así que fue a la universidad.

Situación bastante hipócrita porque el dinero era de la joven de todos modos.

Al marcharse a la universidad Kagome respiró libertad finalmente.

Un primer año maravilloso. Allí conoció al profesor Basile y se nutrió de conocimientos que amó porque adoraba esa carrera.

Aunque era inteligente y despierta, también era ingenua por su falta de experiencia y eso quedó demostrado cuando cometió el error más caro de su vida.

Luego de clases, asistió junto a otros compañeros a tomar unos tragos a festejar el resultado de unos exámenes a un bar cercano que estaba repleto de estudiantes de Harvard como ella.

Todo iba bien hasta que lo que vio a él.

El hombre más impresionante del sitio y que parecía un poco mayor. Y la estaba mirando a ella.

Alto, ojos azules enormes y de piel morena. Tenía puesta una camiseta negra que revelaba sus formas trabajabas.

Él se acercó y aunque ella quiso creer que era como los otros chicos presumidos, él era diferente.

Era listo y simpático.

Y no le preguntó su nombre.

O al menos no lo recordaba.

¡Maldición! Siquiera sabía si era un estudiante, un graduado o sólo un embaucador de ebrias como ella.

Nunca lo sabría.

Malditas cervezas.

Hablaron horas de Harvard y ella sucumbió. No sabía si era la cerveza o el encanto embriagador de aquel desconocido que la llevó a cometer el acto más irresponsable de su vida.

Su primera vez fue un polvo en un motel a tres cuadras del bar. Él ni siquiera se quedó a dormir con ella. Se marchó antes de las tres de la mañana.

Ella despertó con resaca y con vergüenza de haber cometido su primer desliz universitario sin protección.

A la única a la que le contó sobre ello fue a su amiga de la infancia, Sango Williams quien le aconsejó hacerse pruebas de ETS.

Sango vivía a unas manzanas de la casa de su tía Midoriko y ésta despreciaba a su familia por considerarla de clase social inferior, pero Kagome adoraba a Sango y a su familia.

Cuatro semanas después de aquel polvo con ese guapo desconocido lo que dio positivo no fue una ETS sino una prueba de embarazo.

Kagome se desesperó tanto que dejó el campus y fue a casa de Sango para seguir haciendo las pruebas. Todas salieron positivas.

Y para peor antes de que Kagome pensara una forma de cómo lidiar con el asunto, las pruebas fueron descubiertas por su egoísta prima Anabel quien aprovechó de hacer un escándalo mediático ya que no fue aceptada en ninguna universidad importante.

Su tía Midoriko le dio una bofetada y le echó un sermón moral además de sacarle en cara hasta la comida que le dio desde el primer año que quedó huérfana hasta el día de la fecha.

Kagome aún era débil y asustadiza. Criada con estos tíos que supieron manipularla desde niña no pudo contra su retórica hábil pese a la mentira evidente ya que jamás pusieron un centavo de sus bolsillos en ella.

Todo el dinero salió del fondo de la tutela.

Su tía Midoriko aprovechó esto para echarla de la casa, por supuesto sin darle nada ni rendirle cuentas de la tutela. Al cortarle el fondo, Kagome ya no podría regresar a la universidad.

La única que acogió a la pobre embarazada fueron Sango y su familia.

Fueron los días más duros de la vida de la joven, pero a su vez los días más importantes de su existencia porque fue conviviendo con la familia de Sango que decidió que tendría al hijo que esperaba que al final resultaron ser dos.

Sin la ayuda de ellos, Kagome no hubiera tenido nada así que sentía que les debía todo así que trabajó hasta antes del alumbramiento como asistente legal en la firma del profesor Basile en Boston el único que le dio trabajo, conmovido por su ex alumna.

Luego del parto regresó a trabajar medio tiempo porque los bebés aún estaban pequeños, pero la participación de Kagome en la firma ya era bastante notable.

Era una gran investigadora de precedentes y tenía una redacción que rivalizaba con la de los asociados junior.

Fue en aquella época que Sango comenzó a sufrir picos graves de ansiedad.

La joven se acababa de certificar como parvulario y buscaba trabajo. Y con ella su cuadro comenzó a manifestarse. Le costaba dormir y comer. Hasta respirar le costaba.

Su madre comenzó a preocuparse y Kagome incluso pidió opinión a una psicoanalista amiga.

En esos días, la aplicación de Sango fue aceptada en una pequeña escuela del Bronx en Nueva York y la joven se marchó por una semana a probar.

Regresó renovada y sin señales de aquella ansiedad que la carcomía. Tal como la psicoanalista les advirtió, la muchacha necesitaba un cambio de aires.

Con el sueldo que ofrecía el parvulario del Bronx, la joven no podría mantenerse en esa ciudad y además no conocían a nadie allí.

La familia de Sango no tenía ninguna posibilidad de marcharse.

Sólo por eso Kagome comenzó a fijar su mirada hacia Manhattan.

Ella le debía todo a esa familia.

Era una gran decisión abandonar Boston que era su cuna, pero Sango se merecía eso y mucho más tal como se lo dijo a su madre.

Pidió consejo y ayuda al profesor Basile y fue así que consiguió la entrevista.

Ya tenía trabajo.

Junto a Sango ya tenían alquilado un piso en el Bronx gracias a que el padre de Sango ayudó con el primer mes.

Y de los niños tampoco tenía que preocuparse ya que se quedarían con Sango aprovechando la guardería del parvulario. Sango insistió con eso. No iba a dejar a los gemelos en manos de otras personas.

La joven abrió los ojos.

El ruido de la ciudad nunca le permitiría soñar más de veinte minutos.

Acomodó su cabello y su bolso.

Sango y los niños ya la debían estar esperando.

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—No puedo creer que me tiendas esta emboscada cuando hago ejercicio —dijo el hombre vestido con ropa de deporte mirando el papel frente a sus ojos.

—Ya sabes lo que dicen —le respondió el elegante sujeto frente a él—. La maldad nunca duerme, así que firma si no quieres que formulemos cargos criminales contra ti.

Temblando el sujeto no tuvo más opción que firmar para alejarse lo más pronto posible antes de que aquel demonio de ojos azules y de impecable traje gris de Oscar de la Renta lo volviera a amenazar con otra cosa.

Bankotsu Donovan guardó el documento firmado dentro del bolsillo de su traje antes de lanzarle una última mirada de burla despectiva a aquel ridículo perdedor en pantaloncillos.

Acababa de hacer renunciar a un CEO que se había resistido a varias firmas hasta que contrataron a Donovan Lawyers.

Para Bankotsu fue pan comido.

Sólo necesitó buscar algo turbio, amenazarlo y librar a una corporación-que era su cliente-de este CEO corrupto.

—No puedo creerlo, hiciste ganar al cliente más de trescientos millones de dólares antes del desayuno —comentó la elegante mujer que lo acompañaba.

Bankotsu sonrió de lado.

—¿Qué no podías creer? Yo siempre gano, Kikyo —afirmó el abogado.

Era imposible que pasaran desapercibidos.

Bankotsu Donovan era muy alto y vestido con un traje a medida que le quedaba como un guante. Sus enormes ojos azules eran visibles desde lejos dando una impresión de increíble claridad y atractivo. Era imposible dejar de mirarlo.

Las mujeres que hacían ejercicio a esas horas se tropezaban por quedarse a mirarlo o las oficinistas con café en mano casi volcaban lo que traían por lo mismo.

Su propia acompañante escasamente le sacaba los ojos de encima.

Era su colega en la firma, Kikyo Skadden.

Aunque ocasionalmente también era su amante, pero Bankotsu le había dejado en claro que no deseaba nada serio y que no se le metiera nada extraño en la cabeza porque trabajaban juntos y además él no tenía ninguna otra ambición salvo su carrera.

—Regresemos a la oficina —dijo él, aunque en ese momento sonó su móvil y él paró a contestar.

Eran negocios.

Siempre lo eran.

Kikyo quiso aprovechar un descuido de él y coger su brazo. Cosa que por supuesto no pasó porque él se esquivó más concentrado en la llamada.

Él cortó la llamada y siguió enviando mensajes de texto.

Kikyo aburrida comenzó a ver alrededor.

La mayoría por el horario eran jóvenes ejecutivos en ropas deportivas ejercitándose antes de ir a trabajar porque era muy temprano.

Lo único que desentonaba en ese momento fue una escena que le disgustó y le hizo fruncir los labios.

Una mujer esperaba con una carriola doble.

Qué horror, debían ser mellizos.

Al cabo de un rato vino llegando una mujer a la que no vio la cara porque estaba de espaldas, pero estaba vestida con un traje de mala calidad y que abrazó a la otra mujer. También se abalanzó sobre los niños sacando a los mocosos de la carriola uno a uno para besarlos.

—Tienen aspecto de ser ama de llaves ¿Por qué son tan felices? —dijo en voz alta

—¿Qué? —preguntó Bankotsu quien seguía de espaldas a ella, pero mirando su móvil respondiendo mensajes—. ¿Me hablas a mí?

—Sólo decía que el parque no debería permitir que entre cualquiera —observando con asco el panorama de las mujeres y los niños.

Al cabo de unos segundos ellas y la carriola se fueron para alivio de la nariz respingada de Kikyo.

Bankotsu se volteó en ese momento.

—Terminé de responder un par de mensajes ¿nos vamos?

Kikyo lo miró y sintió que su corazón se desbocaba un poco más al verlo de nuevo.

Sintió la necesidad de decirle lo que sabía que necesitaba oír.

—Con este trato que acabas de conseguir, aseguras tu pase como socio director de la firma —aseveró ella con los ojos brillantes —. Tú lo serás y no ese payaso de Inuyasha.


CONTINUARÁ

HERMANAS

HABEMUS NUEVO FIC,

Tenemos un Bankotsu Abogado, a ver cómo me va con eso, y si sale como planeo saldrán 19 capítulos.

Espero les guste esta nueva propuesta de embarazo no planeado e hijos desconocidos.

BESOS

PAOLA.